La cadena agroproductiva y de comercialización de productos agropecuarios es un sistema complicado en la economía cubana y hay que tratarla, precisamente, bajo condiciones sistémicas, pues está integrada, a la vez, por diversos subsistemas interrelacionados y que interactúan entre sí.
Tiene su punto de partida en el territorio y reclama la participación de diversas variables, que se inician por la producción y su interacción con el consumo, los estimados de producción, la cosecha, el envase, la transportación, el almacenaje y la conservación (frigorífico), el mercado mayorista, la industria de beneficio y la industria procesadora, hasta la distribución minorista (en productos frescos y beneficiados). El ser humano constituye el elemento más importante y presente a lo largo de todo el proceso.
Además, la cadena trasciende, por lo general, los marcos del propio territorio donde se origina la producción; es decir, tiene un efecto de derrame o multiplicador hacia otros lugares y sectores económico-sociales.
En la actualidad, la labor de acopio y comercialización de productos agropecuarios se desarrolla de forma centralizada, a cargo de un órgano estatal denominado “Grupo Empresarial de Acopio”, subordinado al Consejo de Ministros y atendido por el Ministro de la Agricultura.
Dicha entidad establece los contratos o compromisos de entrega de productos con las diversas formas productivas del campo cubano, entre ellas: las Cooperativas de Créditos y Servicios (CCS), Cooperativas de Producción Agropecuaria (CPA), Unidades Básica de Producción Cooperativa (UBPC) y la privada.
Los compromisos de entrega suelen identificarse como “encargo estatal”, que representa actualmente la mayor proporción de la producción nacional agrícola y ganadera, y deja poco o mínimo espacio a otras formas comercializadoras. Esta modalidad causa elevadas pérdidas de productos acopiados, unido a una larga cadena de impagos a los productores, como un elemento más que desestimula el incremento de la producción.
Informes de la Organización de la Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) y otras fuentes consultadas alertan que, bajo esta forma centralizada y monopólica de la actividad de acopio estatal, las pérdidas promedio ascienden a 30 por ciento y, en determinadas producciones, suelen ser superiores, entre 25 y 50 por ciento.
Un problema de larga data
Las elevadas pérdidas del monopolio estatal de Acopio en la distribución de los productos agropecuarios se reiteran desde hace varias décadas y afloran a la superficie en épocas difíciles. Por ejemplo, vale señalar algunos de esos momentos: la crisis económica de la pasada década de los noventa (periodo especial) y, en la actualidad, la epidemia de la covid-19.
Algo paradójico es que, precisamente, en esos momentos se retoma con mayor énfasis la centralización, desde control extremo de las producciones y su distribución, como vía de solución a las dificultades. Sin embargo, es un camino ya recorrido, en varias ocasiones sin éxito alguno.
Es cierto que se han registrado anormalidades en los pequeños espacios, donde se han aplicado otras formas de acopio y distribución, lo que ha servido de pretexto para retomar la centralización de la actividad y el renacer, como ave fénix, del monopolio de Acopio.
Los elevados niveles de centralización y casi monopólicos de acopio y comercialización de los productos agrícolas y ganaderos han dado lugar a situaciones desfavorables, tales como: desestimular al productor, pérdida de la cosecha en la plantación por no recogerla a tiempo, mermas de productos en los lugares de acopio, niveles de subsidios asumidos por el Estado, precios inconsecuentes con la calidad, cadena de impagos al productor, desviación de productos hacia el mercado subterráneo, entre otras.
Hasta el presente, la centralización de la gestión económica-productiva ha caracterizado al modelo de desarrollo económico-social cubano y, en particular, la actividad agropecuaria, no obstante fundamentadas alertas efectuadas por estudiosos y especialistas sobre el tema agropecuario desde trabajos e investigaciones.
Buscar variantes
El reto está en buscar constantemente otras maneras de comercializar y distribuir productos para que estas actividades sean más eficientes…”, remarcó el presidente Miguel Díaz- Canel.
A principios de junio, el presidente cubano Miguel Díaz Canel se refirió a la necesidad “de dinamizar la comercialización de los productos desde diversas variantes, con alternativas que permitan a nivel local también gestionar directamente con los productores y llevar los productos al mercado”.
“El reto está en buscar constantemente otras maneras de comercializar y distribuir productos para que estas actividades sean más eficientes…”, remarcó. Esa exhortación, sin duda, motiva a realizar algunas sugerencias.
La búsqueda de formas diversas y novedosas de acopio y comercialización, que propicien mejoras constantes y conduzcan a la eliminación de los obstáculos que impiden el desarrollo de las fuerzas productivas de la nación, evitarían la inmovilidad y propiciarían el desarrollo.
Se requiere ir hacia la diversidad de formas de comercialización de productos agropecuarios, tener presente que el problema no radica en la circulación, sino en la producción y su consecuente relación de continuidad con el eslabón más inmediato: la comercialización. Es decir, el destino de productos frescos y procesados hacia el mercado interno –industria procesadora–, sea en las variantes de mercado minorista, mayorista, la exportación e, inclusive, la inserción en las cadenas externas globales de valor.
De nuevo se requiere de un enfoque sistémico a lo largo del ciclo (producción- distribución-cambio y consumo). Cabe señalar, una vez más, que el desempeño de este ciclo está limitado por las constantes y excesivas restricciones y regulaciones, las cuales impiden el normal y favorable desenvolvimiento de la gestión económico-productiva del sector agropecuario cubano.
La diversidad implica considerar varias formas, incluidas las existentes, pero mejoradas en constante movimiento dialéctico, junto al desarrollo de nuevas formas o alternativas. Los productos y producciones del sector agropecuario encierran determinadas cualidades, especificidades y destinos diferentes que es necesario tener presentes.
Diversidad en la comercialización: alternativas y nuevas formas
En realidad, la actividad de acopio y comercialización de productos agropecuarios es una de las más complejas y significativas del sector agropecuario. De igual forma, ha sido una de las más modificadas a lo largo del proceso de organización agraria en el sector agropecuario cubano.
Por su valor como eslabón que conecta la producción con la comercialización minorista y mayorista –incluidas las entregas a la industria y la exportación–, esta actividad reclama un reiterado acomodo y ajuste de sus estructuras respecto a la cadena producción-distribución-cambio-consumo –que la enlaza con otras actividades que interactúan entre sí–, así como en relación con la definición y alcance de sus propias funciones.
El sistema agroproductivo-comercializador tiene su punto de partida en el territorio y reclama la participación de diversas variables, comenzando por la producción y su interacción con el consumo[1], los estimados de producción, la cosecha, el envase, la transportación, el almacenaje y la conservación (frigorífico), el mercado mayorista, la industria de beneficio, la industria procesadora y hasta la distribución minorista de productos frescos, beneficiados y procesados industrialmente.
La casi totalidad de los destinos de los productos agrícolas y ganaderos requiere de la actividad comercializadora, la cual puede manifestarse mediante el vínculo directo del productor con el mercado minorista y mayorista (industria, turismo, exportación, etc.)
De acuerdo con la diversidad de formas organizativas comercializadoras existentes, resulta importante identificar aquellos productores privados individuales y usufructuarios que requieran y deseen acceder de forma directa a la comercialización minorista, cumpliendo con los requerimientos legales establecidos que faciliten su presencia en los diferentes mercados.
Hay cooperativas no agropecuarias dedicadas a comercializar las producciones agrícolas y pecuarias (fundamentalmente cárnicos: cerdo, ovino caprino, conejo), cuyas fuentes de suministro pudieran mantenerse mediante productores privados individuales, usufructuarios, UBPC, entre otros.
Los carretilleros o vendedores ambulantes, que se mueven en la zona urbana y acercan los productos a la puerta de los consumidores, son quienes ofertan mayor surtido y variedad de productos en estos momentos, por lo general en cantidades pequeñas y a precios elevados. Su fuente de suministro o abastecimiento suele ser la de intermediarios que hacen llegar los productos a las zonas urbanas.
Los organopónicos, en tanto, venden directamente las producciones propias, logradas en sus áreas productivas urbanas, y también otras producciones recibidas de áreas de la agricultura sub-urbana.
Los mercados agropecuarios estatales (MAE) suelen tener como fuente de suministro la vía de Acopio estatal, fundamentalmente, que también abastece al sector social (hospitales, asilos de ancianos, centros de reclusión penitenciaria, círculos infantiles, turismo, escuelas, centros de niños sin amparo filial).
Entre la diversidad de formas comercialización de productos agropecuarios están los conocidos Mercados de oferta y demanda, a precios libres. En la actualidad, se han instituido precios máximos o topados, que sin duda han restringido la oferta.
Demanda limitada por la oferta
La realidad parte de una demanda insatisfecha, limitada por la oferta, ante la insuficiente producción nacional de alimentos. Ello motiva el incremento de precios y, para “atenuar” su crecimiento en espiral, se acude de forma oficial a los precios topados. Esto, a la vez, desestimula a los productores a incrementar la producción, ya que el acceso a insumos y servicios es limitado y, de lograrlo, los obtienen a precios elevados, en el mercado informal. Los topes de precios, al final de la cadena por la vía oficial, no les permiten cubrir sus gastos y obtener un margen de ganancia adecuado.
La limitada producción de origen que logra transitar por la larga cadena comercializadora y sus arriesgados eslabones de intermediarios aumenta su precio en ese camino. Algunos de estos mediadores cubren una formalidad de venta, sobre la base de precios topados, para mantenerse en la oferta oficial; pero desvían una parte de los productos al mercado informal o subterráneo, donde logran obtener elevadas ganancias.
Otra modalidad son los que, en su inicio, fueron identificados como mercados del Ejército Juvenil del Trabajo (EJT), con precios más accesibles, y que se han transformado en mercados de variada presencia de oferentes privados, empresas productoras estatales, cooperativistas, entre otros, también con precios topados.
Existen, además, algunos mercados arrendados por cooperativas (CCS, CPA) para la venta de productos agropecuarios, que están vinculados o pertenecen a dichas cooperativas, también sobre la base de precios topados.
¿Comercializadoras propias?
Una propuesta novedosa sería la creación de formas superiores organizativas comercializadoras propias (cooperativas de segundo grado), que agrupen a los productores de acuerdo con sus necesidades e intereses, teniendo presente los requerimientos sociales, para eliminar así eslabones intermedios innecesarios.
Las cooperativas de segundo grado están reconocidas en la conceptualización del modelo económico cubano y pueden incluir la labor de beneficio industrial de productos frescos, empaque, refrigeración, procesamiento industrial, transportación y, por supuesto, la comercialización, siempre respondiendo a los intereses de los productores primarios que las integren (CCS, CPA, privado, usufructuario).
Resultaría apropiado que estas formas organizativas superiores dispusieran de espacios para la venta minorista en los territorios, ya sean propios o arrendados.
Es recomendable que haya varias de estas cooperativas de segundo grado en un mismo territorio, de acuerdo con las características productivas de las cooperativas primarias que las integren (CCS, CPA, UBPC).
A manera de ejemplo: varias CCS pueden constituir una cooperativa de segundo grado comercializadora y, a la vez, otro número determinado de estas pueden constituir otra cooperativa de nivel superior y establecer relaciones de intercooperación entre ellas, además de apoyar a productores privados, usufructuarios, entre otros. De esta forma, se ampliarían las relaciones horizontales en el territorio.
Otros caminos
Algunos autores abogan por retomar los mercados concentradores mayoristas en las ciudades capitales, donde hay mayor número de pobladores. Ese camino ya fue transitado y derivó en acciones ilegales que motivaron el cierre de dichos mercados.
En otros países y ciudades se registran formas similares de funcionamiento. Antes de 1959, en Cuba hubo igualmente mercados concentradores, como Cuatro Caminos y la Plaza del Vapor; también Carlos III. Pero su forma de funcionar era totalmente distinta y existían los dueños de tarimas (espacios de venta), que vendían tanto al por mayor como al por menor y recibían la mercancía o productos agropecuarios diariamente.
Estaban encadenados a través de transportistas intermediarios, que trasladaban la mercancía directamente de los productores o de algún punto donde se concentraban los productores, para ofertar ellos mismos sus producciones.
Esta pudiera considerarse como una modalidad dentro de la diversidad de formas de comercialización, pero con un enfoque y funcionamiento diferentes a los concebidos inicialmente y que propiciaron situaciones indeseadas.
Es decir, que los productores directos (CCS, CPA, UBPC, privado, usufructuario) tuvieran un espacio, arrendado o propio, donde ofertar y vender sus producciones, tanto a mayoristas como minoristas, a precios inferiores a los que se registren en el mercado minorista tradicional, evitando la concentración que conduzca al monopolio de la actividad acopio-comercializadora o a grupos dominantes de la comercialización.
Algunas sugerencias finales
- Ante todo, abogar por mantener la diversidad en las diferentes modalidades de comercialización de productos agropecuarios, pero en constante movimiento, actualización y desarrollo hacia formas mejoradas.
- Incorporar a centros de investigaciones y universidades en la realización de estudios e investigaciones necesarios, con vistas a lograr formas comercializadoras y encadenamientos más simples, económicos, que faciliten el acceso físico y económico de los consumidores y cubran las expectativas e intereses de los productores.
- Lograr el encadenamiento directo productor-consumidor mayorista, minorista, reduciendo al máximo o eliminando eslabones intermediarios.
- Acercar a los productores, por diferentes formas y vías, a que puedan acceder directamente tanto al mercado minorista, como mayorista.
- Instaurar o crear formas comercializadoras de segundo grado, como algo novedoso, partiendo de los productores y de las necesidades de los territorios, considerando su vínculo directo con las medianas y grandes ciudades de elevada concentración poblacional.
- Reducir las actuales altas proporciones del encargo estatal y que los productores dispongan, cada vez más, de mayor margen de decisión sobre los destinos de sus producciones.
- Abrir el diapasón de la oferta de productos, particularmente los cárnicos, y considerar en la oferta la carne bovina, a partir de los incrementos por encima del plan de entrega de carne en pie logrados por los productores, quienes debieran poder disponer, decidir los destinos y venta libre a sus trabajadores y a la población en los mercados minoristas. Proceder de igual forma con los lácteos, particularmente la producción de quesos, yogurt y mantequilla, a partir de los incrementos logrados, una vez cubierto el encargo estatal.
- Descentralizar en lo máximo posible la actividad de acopio estatal y centrar su actividad, fundamentalmente, en la atención de la asistencia social. (2020).
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Notas:
[1] Tener presente que en el ciclo señalado, se manifiesta una unidad dialéctica producción-consumo-producción, para consumir hay que producir y a la vez para producir hay que consumir, siendo determínate la producción.