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lunes, 23 de noviembre de 2020

Tarea Ordenamiento en Cuba: Un camino arriesgado pero necesario

La hoja de ruta ya está anunciada. Entre temores y esperanzase, el día cero se acerca.

La inversión extranjera puede ser una fuente probable de captación de recursos financieros en el mediano plazo.

Foto: Jorge Luis Baños_IPS

La tarea ordenamiento financiero, y el famoso día 0, al parecer no esperarán las calendas griegas, y aunque la realidad demuestra que las implementaciones se dilatan mucho en el tiempo, en este caso concreto todo indica que faltan pocos días o, quizás, semanas. Es un secreto bien guardado, pero en la sociedad cubana, con sus complejidades, ya es casi de dominio público, que en un próximo día 1, comienza la hoja de ruta del ordenamiento.

Recientemente se ha publicado que habrá una cascada de decisiones, es decir como tarea al fin, comprende un sinnúmero de nuevas medidas, entre las que se menciona el adelanto salarial de 1000 pesos, que ya se está ejecutando en algunas actividades y se seguirán ejecutando en el transcurso de estos días. Y seguidamente se producirá el aumento salarial y de seguridad social anunciado.

Sector no estatal

¿Pero junto a esta tarea, no hubiera sido factible haber anunciado ya las actividades prohibidas para ejercerse por cuenta propia?  ¿O también anunciar otras medidas que propicien el incremento de producciones de bienes y servicios?

Hay insumos que necesitan los trabajadores del área de la gastronomía privada, que no se pueden adquirir en el territorio nacional, incluso en los mercados mayoristas creados al efecto, y sin embargo tampoco se autoriza su importación rápidamente. Para ser concreto mencionaré solo un producto y no es el único que me han contado como: la leche.

No sería contraproducente que al sector privado local se le autorizara desarrollar iniciativas con el capital extranjero, en pequeña escala u otra, donde su aporte no necesariamente se mide en capital, sino en innovación y conocimiento del contexto cubano.

Se espera con ansiedad y a la vez con realidad, que no se siga postergando tanto a lo largo del tiempo, la implementación de las micro, pequeñas y medianas empresas, ya que debe ser una medida de esa cascada recientemente anunciada, por el presidente de la Comisión de Implementación de los Lineamientos, Marino Murillo.  Es decir, no solo la esfera financiera se ajustará, sino que la contrapartida de esos cambios, estará en la oferta que el país desarrolle, y esta oferta debería estar a cargo de esas mismas empresas ya mencionadas que no se concretan.

La economía cubana demanda inversiones, y parte de la misma puede provenir de la llegada de capitales externos, es decir la inversión extranjera puede ser una fuente  probable de captación de recursos financieros en el mediano plazo.

A la vez no se entiende que una empresa se demore tanto tiempo en terminar su inversión en la Zona Especial del Mariel por cuestiones logísticas, de construcción, etc, eso conllevará a que las autoridades competentes tengan que pensar en revaluar el contrato inicial de las empresas en ejecución, para que le sea estimulante al inversor, me refiero a excepción de impuestos y alargamiento del periodo de autorización, entre otros.

Papel del sector estatal

El presidente cubano Miguel Diaz Canel, continuamente se reúne con los principales directivos de la empresa estatal cubana, y los exhorta a dar resultados concretos y en un plazo razonable. Pero por disímiles razones no se logran los resultados que espera la población.

Ya se han aprobados más de 28 medidas encaminadas a darle autonomía a la empresa estatal cubana. Pero me pregunto si con las coletillas que aun aparecen en parte de esas medidas, se puede creer que es verdad que se le quiere dar autonomía a las empresas.

Me refiero a frases como “se aprueban previo análisis y fundamentación del Presidente de la OSDE (Organización Superior de Dirección Empresarial)”, o esta “La distribución de utilidades debe garantizar que se cumpla a nivel de empresa el monto total aprobado por la Junta de Gobierno, sin exceder la cuantía máxima de salarios medios, aprobada en la legislación financiera vigente”, y así otras acotaciones.

Sería necesario el estudio del funcionamiento de los monopolios en algunas actividades económicas, en ausencia de una competencia sana con beneficios para todos, es decir, podría haber varias empresas de telefonía celular en el país, incluso bajo la misma entidad estatal, que las supervisaría.

En un mundo donde el comercio electrónico es el que guiará el destino del comercio interno de los países, es vital tener una infraestructura tecnológica de telecomunicaciones fuerte y de calidad.

Pronto habrá una sola moneda de circulación nacional que sería el peso cubano (CUP) y por supuesto habrá un tipo de cambio USD/CUP, ya que la situación “transitoria” nos muestra una dolarización parcial por la existencia de tiendas en moneda libremente convertible (MLC).

Se esperaría en un mediano plazo que a las personas sin remesas o sin otro acceso a moneda extranjera, el estado le vendería algunas cantidades por CUP, lo cual sería prudente. Pero sucede que el estado debe priorizar las compras de productos en MLC, para garantizar ventas en esa moneda, y no se produzcan desabastecimientos de bienes en esas tiendas y a la vez canalizar un porciento para la recuperación de la industria nacional y otro por ciento para comprar y después vender en las tiendas en CUP.

Pero la realidad demuestra que ni aun las tiendas en MLC poseen los inventarios que demanda el grupo de la población que ya tiene depositado sus MLC en las tarjetas magnéticas creadas al efecto.

Necesariamente se formará un mercado negro, donde se coticen los CUP por MLC, hasta tanto las tiendas en CUP no logren tener los mismos productos que se ofertarían en MLC. La pregunta es y cual sería esa tasa, son muchas las hipótesis, pero ninguna está por debajo de la tasa actual del peso convertible (CUC) y CUP, de 1 CUC igual a 24 CUP.

El país atraviesa una generalizada escasez de productos y servicios.

Foto: Tomada de CubitaNOW

El impacto

Parece bien analizada la lógica de implementar en cascada, 4 medidas casi al unísono, entre las cuales estaría dejar circulando solo el CUP, establecer una única tasa de cambio para todos los actores del país; un incremento de precios, derivados de la limitación de seguir dando subsidios a todos los productos de la libreta de abastecimiento y con ello incrementos de salarios y jubilaciones.

Hay una duda. ¿Se afectarán los ahorros de las personas logrados durante toda su vida? Evidentemente que si es parte de los daños colaterales. Ya que los poderes adquisitivos de estos ahorros disminuirán, por el incremento de precios que necesariamente se va a dar en la economía cubana en general.

Algunos académicos han planteado que se podrían dar ciertas compensaciones, o aumentar las tasas de interés de los plazos fijos, entre otros. Pero son soluciones complejas para una economía que decrecerá en más de un 8 por ciento en 2020 según estimaciones de CEPAL y de la publicación “The Economist Intelligence Unit” y que mantiene un alto déficit fiscal, y otros deterioros de sus principales indicadores.

No mencionaré el entorno externo, como el bloqueo, ni la pandemia, que están presentes y estarán al menos algunos años más y cuyos efectos, como se sabe, son adversos

Pero la tarea Ordenamiento llega en un momento en que el país, está sufriendo una generalizada escasez de productos y servicios, que impiden hacer gastos previstos por la población con una parte de los ahorros ya descritos.

En conclusión, la hoja de ruta esta ya anunciada, y da esperanza y temores a la vez. El día cero se acerca y ya se tiene un capital político que avala esa implementación. Por lo que esa tarea es impostergable, pero debe recordarse que al menos en los meses iniciales habrá personas o entidades que sientan retrocesos o temores.

Es lógico, es una medida fuerte, pero todo diseño, por bien realizado que esté, puede ajustarse durante la marcha (2020)

“Desde Cuba”: ¿Por qué el país necesita el ordenamiento monetario? (+ Video)

Por: Edilberto Carmona Tamayo, Jorge Suñol Robles, Ana Álvarez Guerrero, Karina Rodríguez Martínez, Reno Massola

 

Desde Cuba hablará sobre uno de los temas más comentados en la calle por estos días: el ordenamiento monetario, proceso que incluye la unificación monetaria y cambiaria, la eliminación de los subsidios excesivos y gratuidades indebidas, así como la transformación de los ingresos. Su aplicación es una necesidad y un paso imprescindible para avanzar en la estrategia económica del país.

Hay mucha expectativa. ¿Qué pasará? ¿Por qué debe ocurrir en este momento? ¿Cuáles son sus beneficios? ¿Cómo se organizará la canasta básica? ¿Qué ocurrirá con las cuentas de ahorro en CUC?  Si quiere conocer las respuestas a estas interrogantes quédese con CubadebateTV.

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Los primeros debates de la economía soviética de los años veinte: su riqueza y complejidades


Nov 19 · 24 min read

Por José Luis Rodríguez


Ilustración: Fernando Vicente

Segunda temporada de la serie: «Transición socialista, planificación y mercados»

Ponencia presentada en el taller «Las polémicas en la Revolución bolchevique. 1917–1930», organizado por el Instituto Cubano de Investigación Cultural Juan Marinello, 21 y 22 de noviembre de 2016.

I

Los debates que tuvieron lugar en la URSS durante los años veinte del pasado siglo, representaron — por primera vez — una discusión en la que se debatieron medidas concretas sobre estrategias y políticas económicas, dirigidas a la construcción efectiva del socialismo en el espacio de las fronteras de un gigantesco país.[1]

Pocas serían las indicaciones para emprender esa compleja tarea que se pudieran identificar con clara visibilidad en los documentos elaborados por los clásicos del marxismo, que encontraron solo una expresión general en cartas y documentos, entre los que destaca la Crítica al Programa de Gotha, elaborada por Carlos Marx a la altura de 1875 y publicado por Engels en 1891.

En ese documento se subrayan elementos de inestimable valor para entender las tareas a enfrentar en la fase posterior al triunfo revolucionario sobre la sociedad capitalista. En efecto, según Marx: «Entre la sociedad capitalista y la sociedad comunista media el periodo de transformación revolucionaria de la primera en la segunda. A este periodo corresponde también un periodo político de transición cuyo Estado no puede ser otro que la dictadura del proletariado». Pero en esa etapa también estarían presentes insuficiencias inevitables, partiendo del hecho de que el tránsito al socialismo se produciría en uno de los países capitalistas más atrasados de esa época y tomando en cuenta la premisa de que «El derecho no puede ser nunca superior a la estructura económica ni al desarrollo cultural de la sociedad por ella condicionado».[2]

Esa inédita coyuntura se enfrentaría por vez primera con el triunfo de la Revolución de Octubre en noviembre de 1917, que fue seguido de una cruenta guerra civil que, si bien fue ganada por las fuerzas del Ejército Rojo a inicios de 1921, dejaría un país arruinado como escenario de partida para comenzar las transformaciones económicas indispensables, propias de la transición al socialismo.

Haciendo un análisis realista de la situación en la que se encontraba Rusia, V. I. Lenin proclamó en marzo de 1921 la necesidad de un retroceso táctico en el avance al socialismo, al reconocer el bajo nivel de desarrollo de las fuerzas productivas y aceptar la necesidad de reconstruir la economía nacional. Se abría un espacio a las relaciones mercantiles y a un cierto grado del desarrollo capitalista, hasta recuperar un nivel mínimo de crecimiento que permitiera retomar el avance de la Revolución.

La Nueva Política Económica (NEP) que se implantó entonces, supuso concesiones que no fueron acogidas con facilidad en el propio seno del Partido Bolchevique, donde diferentes facciones evaluaron como inaceptables las medidas propuestas por Lenin. Un factor adicional que complicaría aún más la situación, es que la política del Comunismo de guerra — implementada durante la guerra civil — , parecía a los ojos de muchos como la más revolucionaria, al avanzar hacia una distribución igualitaria de los bienes y concentrar la acumulación en función de los intereses del Gobierno soviético de forma casi absoluta.

Al referirse a la política del Comunismo de guerra, Lenin señalaría en 1921: «El Comunismo de guerra nos fue impuesto por la guerra y la ruina. No era, ni podía ser, una política que correspondiera a las tareas económicas del proletariado. Fue una medida provisional».[3]

Desafortunadamente, la enfermedad del líder bolchevique le impidió, ya en 1922, participar a fondo en las discusiones que se suscitaron. El tema mostró ser muy complejo y polémico y el debate en torno a la NEP se ha extendido hasta el presente.

A pesar de las dificultades, la aplicación de la NEP permitió al país de los soviets recuperar los niveles de actividad económica anteriores a la guerra hacia 1926. Sin embargo, esa recuperación se produjo sin que ocurriera un cambio en la estructura económica del país que le permitiera emprender un verdadero proceso de desarrollo.

Por otro lado, se había creado una economía mixta con una agricultura abrumadoramente privada, un comercio y una pequeña industria también privatizados, que además de hacer más compleja la planificación, introducía un cambio en la composición de las clases sociales que amenazaba el proyecto socialista desde el punto de vista político.

En efecto, el valor de la producción industrial en 1926 había crecido 5,5 veces en relación con 1921 y resultaba 8,1 por ciento superior al nivel de 1913. La cosecha de cereales se duplicó y llegó al 96 por ciento del volumen de preguerra y el salario medio de los obreros pasó de 10,15 rublos mensuales en 1920–1921 a 28,57 en 1925–1926, para un incremento del 280 por ciento.

Desde el punto de vista sociopolítico la situación se hizo más compleja, ya que de manera global el sector privado generó el 54,1 por ciento de la renta nacional en 1925–1926; el peso de este sector en la industria llegó al 89,7 por ciento en 1924 y representaba un 77,7 por ciento dos años más tarde, al tiempo que su incidencia en la producción en 1926 era del 39 por ciento. El comercio minorista privado llegó al 78 por ciento del total en 1922–1923 y se mantenía en 42,5 por ciento en 1926; y los campesinos privados cubrían el 98,3 por ciento de la superficie agrícola sembrada en 1927. Por su parte, la composición clasista de la sociedad rusa en 1926 era de un 61,1 por ciento de campesinos medios y pobres; 35,6 por ciento obreros y 3,3 por ciento kulaks o campesinos acomodados y ricos.[4]

Como puede apreciarse, entre 1921 y 1926–1927 no se había avanzado en la socialización de la producción agropecuaria mediante la creación de cooperativas, que permitieran acercar más al pequeño productor privado a los intereses sociales. Esta situación mostraba la desatención a la alerta expuesta por Lenin en 1923 en su trabajo «Sobre la cooperación», acerca de la importancia que este proceso tenía para dar una solución política a la contradicción de intereses que de manera inevitable se produciría entre el campo y la ciudad y entre el desarrollo de la agricultura y el desarrollo industrial.[5]

De tal forma, a lo largo de estos años se llevaría a cabo un intenso debate político y económico sobre el camino a seguir en la estrategia de desarrollo económico una vez rebasada la NEP. Por igual, en la medida en que se estabilizaba la economía soviética de entonces, resultaba un tema polémico qué interpretación dar a las relaciones monetario mercantiles en la construcción del socialismo.

No existían discrepancias en torno a que sería un proceso de industrialización lo que permitiría a la URSS remontar el subdesarrollo. Sin embargo, la escasa disponibilidad de capital para inversiones había obligado a trabajar más en la restauración de las capacidades existentes que en el impulso hacia la creación de nuevas industrias.

De esta forma, lo que pasó a debatirse con intensidad a partir de 1923–1924 fue el modo de emprender el proceso de industrialización y esta discusión envolvería la determinación sobre las relaciones entre la industria y la agricultura, entre la ciudad y el campo y, como aspecto central desde el punto de vista político, el carácter de las relaciones entre los obreros y los campesinos.

En pocas palabras, lo que estaba en discusión era cómo llevar adelante la transición entre el capitalismo y el socialismo.

Desde el punto de vista económico, las discrepancias abarcaban los niveles de inversión bruta a alcanzar y su impacto en el consumo, la distribución de las inversiones entre la industria ligera y pesada, así como la distribución de recursos entre la agricultura y la industria, y entre los medios de producción y los bienes de consumo.

Básicamente, la situación que se enfrentaba entonces mostraba que la agricultura — donde primaba la pequeña propiedad campesina — se había recuperado con mayor rapidez que la industria, pero no generaba un excedente significativo, por cuanto había crecido de manera prioritaria la producción para el consumo del campesino, lo que no permitía cubrir en forma adecuada el incremento de la demanda de alimentos en las ciudades en la medida en que mejoraba su situación, ni generar los fondos de acumulación requeridos.[6]

En adición, el desarrollo de la producción campesina apuntaba al avance de las relaciones capitalistas de producción en el campo.

Por otro lado, el crecimiento del ingreso de los campesinos generaba una mayor demanda de bienes de consumo, lo que presionaba sobre la producción de la industria ligera y las importaciones, pero no repercutía en la necesaria ampliación de la industria pesada que, además, requería un urgente desarrollo por razones de seguridad nacional para posibilitar la producción de armamentos.

En estas complejas circunstancias se requería con urgencia encontrar una alternativa a la acumulación para el desarrollo de la industria pesada, donde la propiedad estatal era mayoritaria, al tiempo que se preservara la alianza obrero-campesina.

Se abriría entonces un importante debate sobre las diferentes opciones a tomar en cuenta en este sentido, el cual no estuvo separado de la lucha por el poder que se desencadenó tras la muerte de Lenin.

II

Desde el punto de vista estratégico, todos los autores coincidían en la necesidad de avanzar en la industrialización del país, pero discrepaban sobre la política económica a aplicar, es decir, en los métodos, ritmos y proporciones para lograrlo.

Ya desde 1923 en el XII Congreso del Partido Comunista, la llamada Oposición de Izquierda defendió la idea de una industrialización acelerada, pero no resultaba para nada sencillo tomar una decisión rápida al respecto.

Las contradicciones se hicieron públicas en la llamada «crisis de las tijeras de precios» en 1923. La base de esta crisis se encontraba en que la tendencia de los precios de los productos industriales crecía de manera acelerada, mientras que caían los precios de los productos agrícolas.

DINÁMICA DE LOS PRECIOS DE LOS PRODUCTOS INDUSTRIALES COMO PROPORCIÓN DE LOS PRECIOS AGRÍCOLAS (%)


                        Fuente: Nove, Alec. Op. Cit., p. 90

Los debates teóricos en torno a la política económica de la URSS, se centraron desde un inicio en dos políticos, que además eran economistas profesionales: Nicolai Bujarin y Evgueni Preobrazensky.

Como ya se apuntó antes, la polémica giró en torno a dos temas intervinculados: la relación entre planificación y mercado y la política para industrializar el país. En el primer caso se debatía en esencia el tratamiento que debía darse a las relaciones monetario-mercantiles en términos de política económica, en tanto que en el segundo se trataba de una discusión sobre la estrategia de desarrollo económico a aplicar en Rusia.

Una de las características de estas discusiones fue su notable apertura y la riqueza de las proposiciones, en torno a lo que — muchos años después — se integraría en la teoría del desarrollo.

Con la introducción de la NEP en 1921, se había abierto de nuevo el debate sobre la vigencia de la ley del valor en la transición al socialismo, de manera especial en lo referido a la relación entre planificación y mercado.

Originalmente las posiciones se inclinaron más a interpretar al mercado como un elemento contradictorio con una política económica socialista.

Siguiendo la experiencia de la política del Comunismo de guerra, especialistas como Lev Kritsman, Eugenio Varga y Gleb Krizanovsky se pronunciarían a favor de la medición de los fenómenos económicos en términos naturales, desechando el cómputo monetario en la economía.

Con posterioridad, y en la misma medida que avanzó la implementación de la NEP, comenzó a interpretarse el mercado como un mecanismo particular del plan, tesis que fue defendida por economistas como V. A. Bazarov, S. Strumilin, Vladimir Groman y Victor Novozhilov, entre otros. No obstante, entre los múltiples matices de las diferentes posiciones adoptadas, vale la pena destacar los criterios de Strumilin, quien negó la posibilidad de conciliación entre plan y mercado al expresar: «Si aceptásemos al mercado como premisa indispensable de toda posible planificación, deberíamos pagar esta premisa a un precio demasiado elevado, al precio de la renuncia al socialismo como sistema económico, y esto es, a priori, inconciliable con la misma premisa».[7]

Sobre el papel del mercado en la política monetaria expresaron sus opiniones G. Sokolnikov (Comisario de las Finanzas entre 1922 y 1926) así como L. Shanin (destacado economista que fue presidente del Banco del Estado). Ambos se asociaron al necesario equilibrio económico a alcanzar y participaron en la reforma financiera de 1922–1923 para lograr la estabilidad monetaria y frenar la inflación.

Sus tesis sobre el papel del comercio exterior en la reproducción estuvieron más cerca de las posiciones de Bujarin en los debates sobre la industrialización.

Unido a la polémica sobre plan y mercado, en estos años se desarrolló un debate sobre el carácter de la planificación entre aquellos que defendían un enfoque genético de esta, basándose en la proyección de las tendencias económicas presentes al elaborar el plan, y aquellos que planteaban la necesidad de establecer las transformaciones a alcanzar, dándole al plan un enfoque teleológico. En este sentido, vale la pena apuntar la búsqueda de nuevas técnicas para proyectar los planes elaborados entonces por economistas como Vasily Leontiev, Nicolai Kondratiev y G. Feldman.

En lo que se refiere propiamente a la estrategia de industrialización, las posiciones mejor estructuradas y teóricamente más elaboradas fueron las asumidas por Evgueni Preobrazensky, expuestas en su libro de 1926, La nueva economía.

Aunque ya en 1923 al encabezar la Plataforma de los 46, Preobrazensky se había pronunciado a favor de la necesidad de acelerar el proceso de industrialización, sus tesis para modificar las proporciones de la acumulación que debían permitirla no se formularon hasta el año siguiente, provocando una enconada polémica con Nicolai Bujarin a partir de ese momento.

En esencia, lo que pasaría a discutirse en lo adelante en términos de estrategia de desarrollo serían las proporciones básicas del proceso de reproducción partiendo de un desarrollo equilibrado o desequilibrado en la economía rusa, aunque — desde luego — las implicaciones sociales y políticas de una u otra decisión se proyectaban de forma muy diferente. En esta diferencia resultaría determinante el factor tiempo, ya que la urgencia de la industrialización — entre otras consideraciones, por motivos de seguridad nacional — y la necesidad de rebasar la NEP — en tanto que política que tendía a favorecer básicamente la economía privada, incluyendo el sector agrícola — , hacían indispensable la adopción de decisiones a corto plazo para asegurar el crecimiento estable a partir de un proyecto socialista.

Esto último no era un asunto de poca importancia. Si bien la NEP había propiciado que se alcanzara la reconstrucción de la economía soviética, también lo había hecho a costa de admitir un desarrollo capitalista que a mediano plazo podía incrementar los ritmos de crecimiento económico, pero al mismo tiempo dar al traste con los objetivos políticos de la revolución.

El razonamiento esencial de Preobrazensky partía de lo que consideraba la defensa de las relaciones de producción socialistas. Para ello retomaba el análisis de las causas que dan lugar a la existencia de las relaciones monetario-mercantiles y de reconocer solo una vigencia parcial a la ley del valor en la transición al socialismo, tema que desarrolló en detalle en el capítulo III de su obra La nueva economía. Según este autor: «Las relaciones de mercado en el campo de la propiedad estatal no se derivan de la ley inmanente del desarrollo y de la estructura de la economía estatal misma: tienen un carácter formal y han sido impuestas a la economía estatal desde el exterior».

Una significativa conclusión en este aspecto de las tesis de Preobrazensky radica en que brindó una respuesta a la existencia de las relaciones de mercado en el periodo de transición a partir de la presencia de diferentes formas de propiedad, aunque no llegó a explicar la base conceptual de la presencia de las relaciones monetario mercantiles en el sector estatal al considerarlas solamente formales.[8]

Tomando en cuenta la vigencia limitada de la ley del valor, el autor llegó a la conclusión de que era posible y necesario extraer el excedente económico al campesinado a partir de la no sujeción a esta, sino mediante un intercambio no equivalente o desigual de su producción con las mercancías a vender por el Estado, como única vía para asegurar los volúmenes de acumulación indispensables para el desarrollo de la industria pesada.

De este modo, formuló la ley de la acumulación socialista originaria, la cual operaría en contraposición a la ley del valor.

Según el economista polaco Wlodzimierz Brus, el razonamiento de Preobrazensky se presentaba en los siguientes términos:

…el problema principal de la revolución socialista, especialmente en los países atrasados, está en la creación de las condiciones de un desarrollo económico basado en nuevas relaciones de producción, lo cual corresponde a la necesidad de transformar radicalmente las proporciones existentes entre las varias ramas de la industria (…) nos encontramos con la necesidad de acelerar el proceso y crear una acumulación superior a la normal, concentrada sucesivamente en sectores bien determinados.[9]

De tal modo, para este economista soviético existían dos leyes que regulaban la economía soviética de entonces: la ley del valor, en forma limitada, y la ley de la acumulación socialista originaria como regulador fundamental. Al subrayar este último aspecto este economista sintetizaría «La ley de la acumulación socialista originaria es la ley de la lucha por la existencia de la economía estatal».[10]

La posición de Preobrazensky sobre las fuentes de la acumulación para industrializar el país introdujo, por primera vez en el debate económico soviético, el importante tema de las fuentes para la inversión en el sector industrial, pero al mismo tiempo desató una enorme polémica.

Por una parte, Lenin había expresado en su artículo «Más vale poco y bueno» escrito el 2 de marzo de 1923, pocos días antes de sufrir el ataque que lo privaría de toda actividad intelectual, su convicción en que el ahorro sería la base fundamental de la acumulación, al exponer: «Si conservamos la dirección de la clase obrera sobre los campesinos, obtendremos la posibilidad, mediante un régimen de economías llevado al grado superlativo en nuestro Estado, de lograr que todo ahorro, por nimio que sea, se conserve para el desarrollo de nuestra gran industria mecanizada…»[11]

Para Preobrazensky el ahorro forzoso de la clase que podía generarlo podía lograrse no solo a través de los impuestos, sino mediante una política que permitiera vender a altos precios los bienes de consumo, personales y productivos (nacionales e importados) y comprar a precios comparativamente más bajos, los productos agrícolas para consumirlos o exportarlos.

Sin embargo, es conveniente destacar en relación con lo que históricamente ocurrió después, que: «…Preobrazensky no defendía ni la aplicación de métodos de violencia contra los grandes productores no socialistas, ni el ascenso de un grupo de la sociedad (obreros industriales) al rango de nueva capa privilegiada, aunque nada menos que un opositor como Bujarin lo acusaba de esto.»[12]

La aplicación de esta política suponía un sinnúmero de problemas prácticos, en especial los referidos a su diferente efecto en el tiempo.

En tal sentido, fueron numerosas las discusiones relacionadas con las presiones inflacionarias que se generarían vinculadas a la demora en la maduración de las inversiones y sus consecuencias para todos los consumidores.

Bujarin expuso sus objeciones a las tesis de Preobrazensky en numerosos artículos y discursos, aunque se citan como los más representativos de sus opiniones los ensayos «El auge económico y el problema del bloque obrero-campesino», publicado en la revista Bolchevik en 1924 y «Notas de un economista: Con motivo del nuevo año económico», publicado en Pravda en 1928.[13]

Este destacado bolchevique realmente había evolucionado de posiciones de ultraizquierda antes de la implantación de la NEP, al apoyo entusiasta de su aplicación, que lo llevarían en 1929 a ser acusado de impulsar lo que entonces se llamó la «desviación de derecha», en contraposición a la Oposición de Izquierda encabezada por Trotsky y Preobrazensky con anterioridad.

En las objeciones de Bujarin a Preobrazensky este puso mucho énfasis en los aspectos morales que, según su opinión, eran infringidos por las tesis de Preobrazensky al propiciar un enfrentamiento entre los obreros y los campesinos el cual podía degenerar en una nueva guerra civil.

Para Bujarin la NEP había dejado de ser un retroceso táctico, y en 1925 escribiría: «Nosotros pensábamos que era posible destruir las relaciones de mercado de un golpe e inmediatamente: Resultó que debemos alcanzar el socialismo a través de relaciones de mercado, no por otro camino».[14]

En este punto vale la pena señalar que a pesar del peso que otorgaba Bujarin a los factores morales, nunca reparó en las consecuencias del desarrollo de un pensamiento basado en las relaciones de mercado sobre la conciencia de los trabajadores.

A diferencia de Preobrazensky, Bujarin no consideraba que fuera posible violentar el intercambio de equivalentes que suponía la vigencia de la ley del valor en las relaciones entre el sector socialista y el campesinado y, por lo tanto, impugnaba la existencia de la ley de la acumulación socialista originaria.

En este sentido, su argumentación se basaba en la necesidad de mantener un crecimiento económico equilibrado entre los distintos sectores de la economía, a lo que se añadía — con mucha fuerza — su argumento de que debía preservarse a toda costa la alianza entre obreros y campesinos.[15]

En consecuencia, valoraba la política a aplicar para el desarrollo de la industria como una continuidad de la NEP.

Desde el punto de vista de la reproducción, Bujarin estimaba que solo a partir del incremento del plusproducto agrícola, al convertirse en demanda de consumo personal y productivo, se generaría el necesario estímulo para el incremento de la producción industrial socialista, comenzando por la industria ligera hasta llegar a la industria pesada. Bujarin mantenía la creencia de que el crecimiento industrial dependía de la expansión del mercado consumidor.

De tal forma, para este economista soviético las fuentes de la acumulación industrial debían buscarse en la creciente rentabilidad de la industria estatal; en los impuestos progresivos sobre la renta de los elementos capitalistas acomodados; y a partir de los ahorros voluntarios de la banca y las instituciones de crédito basados en los depósitos de los capitalistas y los campesinos.

Llama la atención también que Bujarin interpretara la acción de la ley del valor como expresión de la ley general de la distribución del trabajo en la sociedad, por lo que asignaba de manera implícita un papel central a la planificación y no al libre juego de las fuerzas del mercado. Sin embargo, su razonamiento llevaba a la conclusión — por absurdo que pueda parecer — de que solo a través del mercado se llegaría a la planificación. [16]

A diferencia de este enfoque, Preobrazensky no proponía la renuncia a las formas monetario-mercantiles y su posición no resultaba visiblemente contradictoria con la planificación.

Las tesis de Bujarin en su polémica con Preobrazensky adolecieron de no pocos aspectos que debilitaban su argumentación a favor del socialismo.

Desde el punto de vista político sus posiciones lo llevaron a proclamar el apoyo abierto a los sectores potencialmente más antisocialistas del campesinado. En tal sentido, su apelación llamando al enriquecimiento de los agricultores mostró la inmadurez con que abordó el debate en más de una ocasión.[17]

En síntesis, las concepciones de Preobrazensky se identificarían más con los problemas típicos de los procesos de desarrollo a enfrentar por los países subdesarrollados años después, y situaron en primer plano los temas teóricos y prácticos del proceso de industrialización basado en los recursos del socialismo en un solo país caracterizado por la preeminencia del campesinado. Su identificación del excedente agrícola como la alternativa fundamental para acelerar la acumulación en la industria socialista demostró su base racional en el propio desarrollo industrial de la URSS, aunque los métodos y procedimientos empleados por Stalin para ello no fueran en absoluto los propuestos por este autor.

Por su parte, las tesis de Bujarin llevaron a un primer plano la discusión sobre la necesidad de un desarrollo equilibrado, elaborándose a partir de la experiencia de la NEP lo que pudiera ser la base de lo que posteriormente sería el modelo de socialismo de mercado.
III

En paralelo a este debate centrado en Bujarin y Preobrazensky, una de las personalidades que se pronunció desde un inicio a favor de una industrialización acelerada y en pro del empleo de la planificación fue Trotsky. No obstante, la expresión de sus opiniones se produjo solo a partir de 1923 en el contexto de su polémica con prácticamente el resto del buró político del partido en torno a la teoría de la revolución permanente[18] — defendida por Trotsky — y la tesis del desarrollo del socialismo en un solo país apoyada básicamente por Bujarin y Stalin.

En relación con la planificación, ya en 1921 Trotsky se había pronunciado por el fortalecimiento del GOSPLAN creado en ese mismo año.

Asimismo, en su trabajo «El nuevo curso», publicado a inicios de 1924, Trotsky expresó sus opiniones sobre la importancia de la planificación y su relación con el mercado al señalar: «…nuestro éxito en la organización económica dependerá en buena medida por el grado en que tengamos éxito, por medio de un conocimiento exacto de las condiciones del mercado y pronósticos económicos correctos, para armonizar la industria estatal con la agricultura de acuerdo a un plan definitivo.»[19]

En 1925 Trotsky fue nombrado para servir en el Consejo Supremo de la Economía Nacional y, desde ese cargo, comentó las cifras de control para la economía nacional 1925–1926 en un conjunto de artículos publicados en Pravda durante 1926. Estos trabajos agrupados en un libro recibieron el título de «¿Hacia el capitalismo o el socialismo?» En esta obra el autor realizó un análisis de la evolución de la URSS, insertándolo en el contexto de la economía mundial, y en ella se encuentra esbozada nuevamente la compleja relación entre el desarrollo de la agricultura y la industria, en la que Trotsky de nuevo señala la preeminencia de la industria en este proceso, pero con una visión más flexible que la defendida por Preobrazensky en esos años.

Con posterioridad a la salida de Trotsky de la dirección soviética y ya en el exilio, este dirigente dedicó interesantes reflexiones a los temas económicos. En su ensayo La economía soviética en peligro, publicado en 1932, el autor sintetizaría su valoración sobre los elementos esenciales de la política económica a aplicar en esos años al plantear: «Solo a través de la interacción de estos tres elementos, planificación estatal, el mercado y la democracia soviética, podrá lograrse la dirección correcta de la economía del periodo de transición».[20] Una reflexión sintética sobre la evolución de la economía soviética hasta inicios de los años treinta sería analizada en su libro de 1937, La revolución traicionada, donde se incluye su valoración crítica sobre la colectivización forzosa y se reitera su punto de vista sobre la polémica en torno a la industrialización.

En general, aunque Trotsky solo participó en la polémica de los años veinte como parte de su enfrentamiento político en la máxima dirección del Estado soviético de entonces,[21] formuló interesantes consideraciones sobre la política económica en esos años, las cuales no deben ser ignoradas.

Al respecto el economista argentino Claudio Katz ha resumido:

El programa que concibió Trotsky en su madurez representaba una síntesis depurada de los dos proyectos en debate. El creador del Ejército Rojo avaló primero la industrialización acelerada, cuestionando la transformación agraria paulatina (1925–1928). Pero luego se opuso al desarrollo fabril desproporcionado basado en la colectivización forzosa (…) Trotsky proponía armonizar un salto en la «acumulación socialista» con medidas de transformación gradual en el campo y desarrollo mercantil en las ciudades.[22]

En opinión de Moshe Lewin la posición de Trotsky debía interpretarse de forma diferente, opinando que este autor:

…se adhirió al gradualismo y era un reformista en cuanto a la política interna concernía […] Trotsky argumentaba que si los sectores clave en la industria, cooperativas y circulación están creciendo a un ritmo satisfactorio, no es un desastre si los sectores privados están creciendo también en alguna medida incluyendo, en la agricultura, a los «fuertes» granjeros capitalistas (…) En esencia, esto era exactamente lo que Bujarin pensaba, aunque él no solo no veía desastre alguno en algún crecimiento de los kulaks, sino que realmente pensaba que esto sería beneficioso.[23]

Por otro lado, la posición de Preobrazensky difería de la de Trotsky en lo relativo a la teoría de la revolución permanente, ya que el primero consideraba posible el desarrollo del socialismo en un solo país.

En síntesis, la riqueza del debate que se libró en la URSS durante estos años fue sin dudas extraordinaria. Muchos de los aspectos tratados por Bujarin y Preobrazensky y en diversa medida por Trotsky, así como por sus seguidores, mostrarían notables puntos de coincidencia, lo que hace muy difícil a veces identificar el fondo de la discusión y mucho más difícil aún opinar quién tenía la razón y quién no en cada coyuntura histórica concreta.

Estas discusiones enfocaron por vez primera los problemas de la teoría del desarrollo contemporáneo y mantienen, en su mayoría, su validez en la actualidad. Sin embargo, su desenlace no produjo los resultados esperados y sentó posiciones que acabarían tributando al fracaso de la experiencia del socialismo en Europa.

En tal sentido, la supuesta solución a los problemas agrícolas mediante la colectivización forzosa que se aplicó en lo fundamental entre 1928 a 1934, nada tuvo que ver con las ideas de Lenin sobre la cooperación y desde entonces los problemas de la producción de alimentos nunca tuvieron una solución viable en el modelo soviético. Por otro lado, el ritmo de industrialización que el país asimiló a partir de 1928, si bien creó las bases para elevar el nivel de la seguridad nacional, también llevó a una compresión notable del consumo y el nivel de vida de la población, que se vio reducido a niveles mínimos durante la Segunda Guerra Mundial.

De igual forma, la fractura de las prácticas democráticas consustanciales al socialismo, la violación de la legalidad y la represión injustificada durante el gobierno de Josef Stalin, así como sus consecuencias para la vida de los soviéticos, no pudieron ser superadas en los últimos 30 años de existencia de la URSS, contribuyendo en buena medida a su desaparición.


Finalmente, la descomposición de la capa dirigente alcanzó su grado mayor en los años del gobierno de Mijail Gorbachov (1985–1991), que bajo consignas populistas, introduciendo prácticas capitalistas en todas las esferas de la vida social y traicionando definitivamente las ideas del socialismo, condujo el país a su desintegración y a su conversión en una suma de Estados que hoy ocupan una posición destacada en la aplicación de las políticas neoliberales más intensas y han colocado a Rusia en el escalón los países llamados emergentes y subdesarrollados en el mundo.

Hoy resulta de mucha utilidad estudiar estos procesos tomando en cuenta la vigencia de muchos problemas de la construcción socialista que no se resolvieron entonces, pero que también requieren de nuevas interpretaciones en la actualidad.




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Notas:

[1] Para la redacción de este trabajo el autor se apoyó en su libro «El derrumbe del socialismo en Europa», Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 2014, en especial en su capítulo I.

[2] Marx, Carlos. «Crítica al Programa de Gotha». En Marx, Carlos y Federico Engels, Obras Escogidas en dos tomos, Editorial Progreso, Moscú, s/f, tomo II, pp. 16 y 24.

[3] Lenin, V. I. «Sobre el impuesto en especie». En Obras Escogidas en tres tomos, Editorial Progreso, Moscú s/f, tomo III, p. 639.

[4] Salvo otra indicación específica, los datos económicos de esta etapa provienen de Nove, Alec. «Economic History of USSR 1917–1991», Penguin Books, London, 1992, Chapters 3 & 4.

[5] V. I. Lenin señalaba en enero de 1923 que «Al pasar a la NEP fuimos demasiado lejos, no con respecto a darle mucho espacio al principio de la industria y el comercio libres, sino que al pasar a la NEP fuimos lejos en tanto que hicimos caso omiso de la cooperación, porque ahora no valoramos la cooperación, porque ya empezamos a olvidar la enorme importancia de la cooperación…». Lenin, V. I. «Sobre la cooperación». En La última lucha de Lenin. Discursos y escritos (1922–1923), Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 2011, p. 245.

[6] Al respecto no debe perderse de vista que solo el 15 por ciento de la población vivía en áreas urbanas, mientras que el 85 por ciento habitaba en zonas rurales.

[7] Ver de Brus, W. «El funcionamiento de la economía socialista», Editorial Oikos-tau, Barcelona, 1969. pp. 65–66.

[8] Esta tesis — retomada después por Stalin — se mantuvo vigente hasta los años sesenta, impidiendo un manejo adecuado del mercado en el socialismo, tanto conceptual como en la práctica.

[9] Brus, W. Op. Cit. p. 69.

[10] Preobrajensky, Eugenio. «La Nueva Económica». Polémica, Instituto del Libro, La Habana, 1968. p. 268. (El título correcto de este libro era La Nueva Economía, pero se tradujo por error como «La Nueva Económica»).

[11] Lenin, V. I. Op. Cit. tomo III, p. 838.

[12] Erlich, Alexander. «La polémica acerca de la industrialización en la URSS 1924–1928». Polémica, Instituto del Libro, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, tomo I. p. 73.

[13] Sobre este último trabajo, Stephen Cohen señala que a pesar de ser la exposición más completa de sus ideas, carecía de la profundidad teórica de sus obras principales. Ver de Cohen, S. «Bukharin and the Bolshevik Revolution», Oxford University Press, Oxford, 1980.

[14] Bujarin, N. «El camino al socialismo y la alianza obrero campesina» (1925). Citado por Lewin, Moshe en «Stalinism and the Seeds of Soviet Reform», Pluto Press & M. E. Sharpe, New York, 1991. p. 46.

[15] Muchos años más tarde y al referirse a estos temas tratados por Bujarin, el Che subrayaba: «Las relaciones entre el pequeño campesino que `genera capitalismo a cada minuto´ y la clase obrera son antagónicas; la clarividencia política y la fuerza del poder proletario puede atemperar estas y convertirlas en no antagónicas, pero eso es un trabajo político. Las relaciones económicas marcan el antagonismo.» Ernesto Guevara. «Apuntes críticos a la Economía Política», Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 2006. p. 101.

[16] Según S. Cohen, Bujarin concluiría: «Mediante la lucha en el mercado (…) mediante la competencia, las empresas cooperativas y el Estado desalojarán a su competidor, es decir, al capital privado. Al final, el desarrollo de las relaciones de mercado se autodestruye (…) y antes o después se extinguirá el mismo mercado (…) Resulta que llegaremos al socialismo precisamente a través de relaciones de mercado…». Cohen, S. Op. Cit. p. 200.

[17] En abril de 1925 Bujarin proclamó que había que dejar a los campesinos enriquecerse. Con posterioridad tendría que modificar esta posición. Ver Nove. Op. Cit. pp. 118–126.

[18] Esta tesis partía de que para que triunfara el socialismo en la URSS, debía también triunfar la revolución en Occidente.

[19] Trotsky, Lev. «The Challenge of the Left Opposition (1923–1925)». Pathfinder Press, New York, 1980. pp. 117–119.

[20] Trotsky, Lev. «La economía soviética en peligro», en www.marxists.org.

[21] Sobre la no participación activa de Trotsky en las polémicas económicas de los años veinte, se ha señalado: «Faltaba en suma a Trotsky la capacidad de percibir el carácter específico del momento político que cambiaba, la capacidad, que había sido peculiar del genio de Lenin, de combinar la paciencia con la audacia del revolucionario, las dotes del táctico y las del estratega.» Procacci, Giuliano. «La discusión sobre la revolución permanente» y «El debate sobre el trotskismo», en León Trotsky, Nicolás Bujarin y Grigori Zinoviev. El gran debate (1924–1926) I, en «La revolución permanente», Siglo XXI, Madrid, 1975. p. 14.

[22] Katz, Claudio. «El porvenir del socialismo». Imago-Mundi Herramienta, Buenos Aires, 2004. p. 140.

[23] Lewin, Moshe. Op. Cit. pp. 16–17.

Gobierno de EE. UU.: único responsable de que cesen hoy las remesas por Western Union

 Quedan así cerradas las vías oficiales y más seguras para el envío de remesas, desde Estados Unidos, por parte de quienes no pueden viajar con frecuencia a Cuba para apoyar con dinero a sus seres queridos o no desean valerse de terceras personas para ayudar a sus familiares

Hoy, a las 6:00 p.m., por responsabilidad única y exclusiva del Gobierno de Estados Unidos, cesará el pago de remesas desde esa nación hacia Cuba a través de Western Union. Foto: ACN

Mentiras, manipulaciones, coerción y ejercicio de la fuerza, son algunas de las claves de la política de Estados Unidos contra Cuba por más de 60 años. Cambiar lo que el mundo y los propios cubanos, dentro y fuera de la Isla, entienden como «la Revolución», es esencial para el logro de sus objetivos.

Como parte de esa hostilidad planteada durante más de seis décadas y acrecentada con casi 200 medidas por la actual administración, hoy, a las 6:00 p.m., por responsabilidad única y exclusiva del Gobierno de Estados Unidos, cesa el pago de remesas desde esa nación hacia Cuba a través de Western Union.

La Financiera Cimex, S.A. (Fincimex), autorizada por el Banco Central de Cuba para realizar las operaciones de intermediación de ese proceso de flujo financiero a la familia cubana, publicó en su página oficial de Facebook que, como consecuencia de las medidas del Gobierno estadounidense dirigidas a asfixiar la economía cubana, sería interrumpido el servicio de los 407 puntos de pago que conforman la red de la compañía estadounidense en el territorio nacional.

Quedan así cerradas las vías oficiales y más seguras para el envío de remesas, desde Estados Unidos, por parte de quienes no pueden viajar con frecuencia a Cuba para apoyar con dinero a sus seres queridos o no desean valerse de terceras personas para ayudar a sus familiares.

Con esta postura, vuelve a acentuarse la magnitud de cómo EE. UU. afecta directamente a la familia cubana, interrumpiendo lazos contra los que actúa deliberadamente y en tiempos de una crisis agravada por la COVID-19 y el propio bloqueo que sostienen leoninamente.

 FÁBULAS TRAS LA PRESIÓN

En junio de este año, Fincimex pasó a formar parte de la lista de entidades restringidas del Departamento de Estado de EE. UU. Ahí se incluyen desde los ministerios de las Fuerzas Armadas y del Interior, y la Policía Nacional Revolucionaria, hasta empresas, sociedades anónimas, la Zona Especial de Desarrollo Mariel, y las terminales de contenedores de Mariel y La Habana. Es evidente, además, la persistencia de sus ataques contra las instituciones garantes de la soberanía nacional, y su interés por asfixiar al pueblo.

Con fecha 23 de octubre, el Departamento del Tesoro anunció modificaciones a las regulaciones para el control de activos cubanos, lo que impediría las remesas a Cuba a través de compañías estadounidenses con licencias generales.

Para «sacudirse culpas», la administración estadounidense argumenta que las remesas no se interrumpirían si Cuba aceptara la imposición del Gobierno estadounidense de establecer una red de pagos diferente a la actual… en menos de 30 días, fecha fijada para la entrada en vigor de las nuevas regulaciones de la OFAC.

Pero 20 años de equipamiento, preparación profesional y completamiento de la infraestructura de comunicaciones para lograr una red de pago capaz de sostener el alto nivel operacional de las compañías remesadoras internacionales, no es algo que se resuelva con un chasquido de dedos. Eso sin dejar de hacer énfasis en que es un derecho constitucional de nuestro pueblo tener relaciones económicas, diplomáticas y políticas con cualquier otro Estado sin ser jamás negociadas bajo agresión, amenaza o coerción.

Es un derecho soberano de Cuba tomar sus decisiones sin obedecer a ningún tipo de imposición o de chantaje ni de condicionamiento.

En una de sus publicaciones, Fincimex refiere que, además, sus plataformas poseen niveles de integración tecnológica y de procesos logísticos fuertes a nivel nacional. Ambos aspectos son conocidos por «quienes diseñaron las medidas» –denuncia la empresa– y eso evidencia la intencionalidad de interrumpir las remesas para lo cual «necesitan, como de costumbre, mentirle a la opinión pública».

Incluso, sin la gestión de Fincimex como representante de Western Union en Cuba, se verían obligados a cerrar, alerta la compañía una vez más resaltando la endeblez de la supuesta «puerta abierta» que deja EE. UU., pues «es ampliamente conocido que el 70 % de la red de puntos de pago está conformada por empresas incluidas en la lista de entidades restringidas».

Desde 1998, cuando Fincimex firmó el contrato con Western Union, hasta 2010, las remesas se pagaron en dólares y apenas tenían niveles operacionales. Fue a partir de ese año que pudieron recibir una licencia de la OFAC para poder pagar en CUC, la moneda de curso legal en Cuba, y a partir de entonces aumentó el flujo sostenido hasta la actualidad.

En octubre de 2019, cuando comenzó la venta en moneda libremente convertible, se plantea la demanda de esas monedas en la población, y Fincimex ofreció a todas las compañías remesadoras la posibilidad de dirigirlas a cuentas bancarias. Western Union se encontraba trabajando en esa modalidad, prevista a ser implementada a partir de enero, pero esta posibilidad fue interrumpida por la arbitraria decisión de la administración de la Casa Blanca.

No se puede desconocer que una medida como esa puede estimular la ilegalidad, ya que las familias podrían buscar vías informales e irregulares para ayudar a los suyos, exponiéndose a ser víctimas de una estafa, cuando el país cuenta con un servicio probado en su rigor y efectividad.

Fincimex cumplió un cuarto de siglo facilitando las remesas con seguridad, transparencia en su procedimiento y garantizando un flujo ordenado y seguro. Está reconocida, además, en el mercado internacional por la seriedad de su trabajo, avalado por las condiciones en que cumple sus funciones en representación del sistema financiero cubano.

 MENTIRAS QUE NI REPETIDAS SE CONVIERTEN EN VERDADES

La guerra sicológica como arma para lograr el ahogo económico y la desestabilización política ha sido esencial en las acciones de Estados Unidos con respecto a Cuba. El ataque al envío de remesas es solo un nuevo ejemplo.

En la década de los 60 del pasado siglo sembraron el terror con la Operación Peter Pan. Como resultado, más de 14 000 niños fueron alejados de sus padres. A los ojos de la  ciudadanía estadounidense, y del mundo, se trató de tristes historias de cubanos «huyendo de la represión», cuando la familia estaba siendo víctima de uno de los más lamentables capítulos de la guerra inhumana contra Cuba.

Al principio de 1959 las empresas estadounidenses poseían cerca del 40 % de las tierras azucareras, el 90 % de las minas, el 80 % de los servicios… y prácticamente toda la industria del petróleo. Suministraban dos tercios de las importaciones de Cuba. Esos intereses frustrados han motivado su posición de odio despiadado.

La secuencia de mentiras no se ha detenido. Los inventados «ataques acústicos» hacia diplomáticos estadounidenses fueron desmontados por científicos y el FBI, tras meses de investigaciones y cuatro viajes a La Habana. Y, también ahora, bajo la administración trumpista, día tras días se desmonta la campaña que acusa a Cuba de «esclavizar» a los médicos que forman parte de sus misiones de colaboración y ayuda solidaria en el exterior.

En sus ansias de rendir al pueblo cubano, no ha faltado el estímulo constante a la subversión, con apuestas millonarias que persiguen la desestabilización política, mientras aplican con saña las medidas de orden económico, comercial y financiero que en el último año impactaron a la economía cubana con pérdidas de más de 5 000 millones, a pesar del contexto de la pandemia, realidad que Cuba ha denunciado sistemáticamente en la ONU y donde ha recibido el apoyo mayoritario de las naciones del mundo.

Entre los hilos de la manipulación que no han faltado ante la decisión que hoy se lleva a vías de hecho contra la entrada de remesas desde Estados Unidos a través de Western Union, está que Cuba es un país que vive de las remesas, cuando datos del Banco Mundial demuestran que, en la región de América Latina y el Caribe, entre los diez primeros países que tienen este mayor flujo no aparece la Mayor de las Antillas. En ese ranking figuran México, Guatemala, República Dominicana, Colombia, El Salvador, Honduras, Perú, Ecuador, Haití y Brasil.

 EN AÑOS ELECTORALES Y PREELECTORALES…

Una investigación reciente del Centro de Estudios Hemisféricos y sobre Estados Unidos, de la Universidad de La Habana, confirma que entre 2001 y 2020 las sanciones de EE. UU. a Cuba sugieren como posible patrón que es en los periodos electorales o preelectorales cuando las acciones hostiles más se intensifican. Pero es el año preelectoral 2019 el que presenta la mayor cifra de nuevas normas jurídicas en el periodo analizado: hubo sanciones todos los meses, excepto en enero, y en varias ocasiones aplicaron más de una sanción por mes.

Ese incremento en las normas jurídicas en 2019 siguió a la notable derrota del Partido Republicano en las elecciones de medio término de 2018, que cambiaron la composición del Congreso y, tal vez más importante, pareció poner en riesgo la reelección de Donald Trump. Quizá la maquinaria política interpretó que el presidente estaba obligado a ganar Florida en noviembre de 2020 para tener el camino asegurado.

Sin embargo, en una entrevista realizada antes de las elecciones estadounidenses de este noviembre, el director para Estados Unidos del Ministerio de Relaciones Exteriores, Carlos Fernández de Cossío, decía a Granma que encuestas realizadas en EE. UU. en los últimos años demuestran que, hasta para los votantes cubanoamericanos, el tema de la relación con Cuba no es tan sustancial, pues les es más importante la salud, el empleo, la seguridad ciudadana y la vivienda. Es difícil pensar que la mayoría de los cubanos respalde una campaña comprometida con entorpecer las relaciones con sus familiares.