Los debates teóricos en torno a la política económica de la URSS, se centraron desde un inicio en dos políticos, que además eran economistas profesionales: Nicolai Bujarin y Evgueni Preobrazensky.
Como ya se apuntó antes, la polémica giró en torno a dos temas intervinculados: la relación entre planificación y mercado y la política para industrializar el país. En el primer caso se debatía en esencia el tratamiento que debía darse a las relaciones monetario-mercantiles en términos de política económica, en tanto que en el segundo se trataba de una discusión sobre la estrategia de desarrollo económico a aplicar en Rusia.
Una de las características de estas discusiones fue su notable apertura y la riqueza de las proposiciones, en torno a lo que — muchos años después — se integraría en la teoría del desarrollo.
Con la introducción de la NEP en 1921, se había abierto de nuevo el debate sobre la vigencia de la ley del valor en la transición al socialismo, de manera especial en lo referido a la relación entre planificación y mercado.
Originalmente las posiciones se inclinaron más a interpretar al mercado como un elemento contradictorio con una política económica socialista.
Siguiendo la experiencia de la política del Comunismo de guerra, especialistas como Lev Kritsman, Eugenio Varga y Gleb Krizanovsky se pronunciarían a favor de la medición de los fenómenos económicos en términos naturales, desechando el cómputo monetario en la economía.
Con posterioridad, y en la misma medida que avanzó la implementación de la NEP, comenzó a interpretarse el mercado como un mecanismo particular del plan, tesis que fue defendida por economistas como V. A. Bazarov, S. Strumilin, Vladimir Groman y Victor Novozhilov, entre otros. No obstante, entre los múltiples matices de las diferentes posiciones adoptadas, vale la pena destacar los criterios de Strumilin, quien negó la posibilidad de conciliación entre plan y mercado al expresar: «Si aceptásemos al mercado como premisa indispensable de toda posible planificación, deberíamos pagar esta premisa a un precio demasiado elevado, al precio de la renuncia al socialismo como sistema económico, y esto es, a priori, inconciliable con la misma premisa».
[7]
Sobre el papel del mercado en la política monetaria expresaron sus opiniones G. Sokolnikov (Comisario de las Finanzas entre 1922 y 1926) así como L. Shanin (destacado economista que fue presidente del Banco del Estado). Ambos se asociaron al necesario equilibrio económico a alcanzar y participaron en la reforma financiera de 1922–1923 para lograr la estabilidad monetaria y frenar la inflación.
Sus tesis sobre el papel del comercio exterior en la reproducción estuvieron más cerca de las posiciones de Bujarin en los debates sobre la industrialización.
Unido a la polémica sobre plan y mercado, en estos años se desarrolló un debate sobre el carácter de la planificación entre aquellos que defendían un enfoque genético de esta, basándose en la proyección de las tendencias económicas presentes al elaborar el plan, y aquellos que planteaban la necesidad de establecer las transformaciones a alcanzar, dándole al plan un enfoque teleológico. En este sentido, vale la pena apuntar la búsqueda de nuevas técnicas para proyectar los planes elaborados entonces por economistas como Vasily Leontiev, Nicolai Kondratiev y G. Feldman.
En lo que se refiere propiamente a la estrategia de industrialización, las posiciones mejor estructuradas y teóricamente más elaboradas fueron las asumidas por Evgueni Preobrazensky, expuestas en su libro de 1926, La nueva economía.
Aunque ya en 1923 al encabezar la Plataforma de los 46, Preobrazensky se había pronunciado a favor de la necesidad de acelerar el proceso de industrialización, sus tesis para modificar las proporciones de la acumulación que debían permitirla no se formularon hasta el año siguiente, provocando una enconada polémica con Nicolai Bujarin a partir de ese momento.
En esencia, lo que pasaría a discutirse en lo adelante en términos de estrategia de desarrollo serían las proporciones básicas del proceso de reproducción partiendo de un desarrollo equilibrado o desequilibrado en la economía rusa, aunque — desde luego — las implicaciones sociales y políticas de una u otra decisión se proyectaban de forma muy diferente. En esta diferencia resultaría determinante el factor tiempo, ya que la urgencia de la industrialización — entre otras consideraciones, por motivos de seguridad nacional — y la necesidad de rebasar la NEP — en tanto que política que tendía a favorecer básicamente la economía privada, incluyendo el sector agrícola — , hacían indispensable la adopción de decisiones a corto plazo para asegurar el crecimiento estable a partir de un proyecto socialista.
Esto último no era un asunto de poca importancia. Si bien la NEP había propiciado que se alcanzara la reconstrucción de la economía soviética, también lo había hecho a costa de admitir un desarrollo capitalista que a mediano plazo podía incrementar los ritmos de crecimiento económico, pero al mismo tiempo dar al traste con los objetivos políticos de la revolución.
El razonamiento esencial de Preobrazensky partía de lo que consideraba la defensa de las relaciones de producción socialistas. Para ello retomaba el análisis de las causas que dan lugar a la existencia de las relaciones monetario-mercantiles y de reconocer solo una vigencia parcial a la ley del valor en la transición al socialismo, tema que desarrolló en detalle en el capítulo III de su obra La nueva economía. Según este autor: «Las relaciones de mercado en el campo de la propiedad estatal no se derivan de la ley inmanente del desarrollo y de la estructura de la economía estatal misma: tienen un carácter formal y han sido impuestas a la economía estatal desde el exterior».
Una significativa conclusión en este aspecto de las tesis de Preobrazensky radica en que brindó una respuesta a la existencia de las relaciones de mercado en el periodo de transición a partir de la presencia de diferentes formas de propiedad, aunque no llegó a explicar la base conceptual de la presencia de las relaciones monetario mercantiles en el sector estatal al considerarlas solamente formales.
[8]
Tomando en cuenta la vigencia limitada de la ley del valor, el autor llegó a la conclusión de que era posible y necesario extraer el excedente económico al campesinado a partir de la no sujeción a esta, sino mediante un intercambio no equivalente o desigual de su producción con las mercancías a vender por el Estado, como única vía para asegurar los volúmenes de acumulación indispensables para el desarrollo de la industria pesada.
De este modo, formuló la ley de la acumulación socialista originaria, la cual operaría en contraposición a la ley del valor.
Según el economista polaco Wlodzimierz Brus, el razonamiento de Preobrazensky se presentaba en los siguientes términos:
…el problema principal de la revolución socialista, especialmente en los países atrasados, está en la creación de las condiciones de un desarrollo económico basado en nuevas relaciones de producción, lo cual corresponde a la necesidad de transformar radicalmente las proporciones existentes entre las varias ramas de la industria (…) nos encontramos con la necesidad de acelerar el proceso y crear una acumulación superior a la normal, concentrada sucesivamente en sectores bien determinados.
[9]
De tal modo, para este economista soviético existían dos leyes que regulaban la economía soviética de entonces: la ley del valor, en forma limitada, y la ley de la acumulación socialista originaria como regulador fundamental. Al subrayar este último aspecto este economista sintetizaría «La ley de la acumulación socialista originaria es la ley de la lucha por la existencia de la economía estatal».
[10]
La posición de Preobrazensky sobre las fuentes de la acumulación para industrializar el país introdujo, por primera vez en el debate económico soviético, el importante tema de las fuentes para la inversión en el sector industrial, pero al mismo tiempo desató una enorme polémica.
Por una parte, Lenin había expresado en su artículo «Más vale poco y bueno» escrito el 2 de marzo de 1923, pocos días antes de sufrir el ataque que lo privaría de toda actividad intelectual, su convicción en que el ahorro sería la base fundamental de la acumulación, al exponer: «Si conservamos la dirección de la clase obrera sobre los campesinos, obtendremos la posibilidad, mediante un régimen de economías llevado al grado superlativo en nuestro Estado, de lograr que todo ahorro, por nimio que sea, se conserve para el desarrollo de nuestra gran industria mecanizada…»
[11]
Para Preobrazensky el ahorro forzoso de la clase que podía generarlo podía lograrse no solo a través de los impuestos, sino mediante una política que permitiera vender a altos precios los bienes de consumo, personales y productivos (nacionales e importados) y comprar a precios comparativamente más bajos, los productos agrícolas para consumirlos o exportarlos.
Sin embargo, es conveniente destacar en relación con lo que históricamente ocurrió después, que: «…Preobrazensky no defendía ni la aplicación de métodos de violencia contra los grandes productores no socialistas, ni el ascenso de un grupo de la sociedad (obreros industriales) al rango de nueva capa privilegiada, aunque nada menos que un opositor como Bujarin lo acusaba de esto.»
[12]
La aplicación de esta política suponía un sinnúmero de problemas prácticos, en especial los referidos a su diferente efecto en el tiempo.
En tal sentido, fueron numerosas las discusiones relacionadas con las presiones inflacionarias que se generarían vinculadas a la demora en la maduración de las inversiones y sus consecuencias para todos los consumidores.
Bujarin expuso sus objeciones a las tesis de Preobrazensky en numerosos artículos y discursos, aunque se citan como los más representativos de sus opiniones los ensayos «El auge económico y el problema del bloque obrero-campesino», publicado en la revista Bolchevik en 1924 y «Notas de un economista: Con motivo del nuevo año económico», publicado en Pravda en 1928.
[13]
Este destacado bolchevique realmente había evolucionado de posiciones de ultraizquierda antes de la implantación de la NEP, al apoyo entusiasta de su aplicación, que lo llevarían en 1929 a ser acusado de impulsar lo que entonces se llamó la «desviación de derecha», en contraposición a la Oposición de Izquierda encabezada por Trotsky y Preobrazensky con anterioridad.
En las objeciones de Bujarin a Preobrazensky este puso mucho énfasis en los aspectos morales que, según su opinión, eran infringidos por las tesis de Preobrazensky al propiciar un enfrentamiento entre los obreros y los campesinos el cual podía degenerar en una nueva guerra civil.
Para Bujarin la NEP había dejado de ser un retroceso táctico, y en 1925 escribiría: «Nosotros pensábamos que era posible destruir las relaciones de mercado de un golpe e inmediatamente: Resultó que debemos alcanzar el socialismo a través de relaciones de mercado, no por otro camino».
[14]
En este punto vale la pena señalar que a pesar del peso que otorgaba Bujarin a los factores morales, nunca reparó en las consecuencias del desarrollo de un pensamiento basado en las relaciones de mercado sobre la conciencia de los trabajadores.
A diferencia de Preobrazensky, Bujarin no consideraba que fuera posible violentar el intercambio de equivalentes que suponía la vigencia de la ley del valor en las relaciones entre el sector socialista y el campesinado y, por lo tanto, impugnaba la existencia de la ley de la acumulación socialista originaria.
En este sentido, su argumentación se basaba en la necesidad de mantener un crecimiento económico equilibrado entre los distintos sectores de la economía, a lo que se añadía — con mucha fuerza — su argumento de que debía preservarse a toda costa la alianza entre obreros y campesinos.
[15]
En consecuencia, valoraba la política a aplicar para el desarrollo de la industria como una continuidad de la NEP.
Desde el punto de vista de la reproducción, Bujarin estimaba que solo a partir del incremento del plusproducto agrícola, al convertirse en demanda de consumo personal y productivo, se generaría el necesario estímulo para el incremento de la producción industrial socialista, comenzando por la industria ligera hasta llegar a la industria pesada. Bujarin mantenía la creencia de que el crecimiento industrial dependía de la expansión del mercado consumidor.
De tal forma, para este economista soviético las fuentes de la acumulación industrial debían buscarse en la creciente rentabilidad de la industria estatal; en los impuestos progresivos sobre la renta de los elementos capitalistas acomodados; y a partir de los ahorros voluntarios de la banca y las instituciones de crédito basados en los depósitos de los capitalistas y los campesinos.
Llama la atención también que Bujarin interpretara la acción de la ley del valor como expresión de la ley general de la distribución del trabajo en la sociedad, por lo que asignaba de manera implícita un papel central a la planificación y no al libre juego de las fuerzas del mercado. Sin embargo, su razonamiento llevaba a la conclusión — por absurdo que pueda parecer — de que solo a través del mercado se llegaría a la planificación.
[16]
A diferencia de este enfoque, Preobrazensky no proponía la renuncia a las formas monetario-mercantiles y su posición no resultaba visiblemente contradictoria con la planificación.
Las tesis de Bujarin en su polémica con Preobrazensky adolecieron de no pocos aspectos que debilitaban su argumentación a favor del socialismo.
Desde el punto de vista político sus posiciones lo llevaron a proclamar el apoyo abierto a los sectores potencialmente más antisocialistas del campesinado. En tal sentido, su apelación llamando al enriquecimiento de los agricultores mostró la inmadurez con que abordó el debate en más de una ocasión.
[17]
En síntesis, las concepciones de Preobrazensky se identificarían más con los problemas típicos de los procesos de desarrollo a enfrentar por los países subdesarrollados años después, y situaron en primer plano los temas teóricos y prácticos del proceso de industrialización basado en los recursos del socialismo en un solo país caracterizado por la preeminencia del campesinado. Su identificación del excedente agrícola como la alternativa fundamental para acelerar la acumulación en la industria socialista demostró su base racional en el propio desarrollo industrial de la URSS, aunque los métodos y procedimientos empleados por Stalin para ello no fueran en absoluto los propuestos por este autor.
Por su parte, las tesis de Bujarin llevaron a un primer plano la discusión sobre la necesidad de un desarrollo equilibrado, elaborándose a partir de la experiencia de la NEP lo que pudiera ser la base de lo que posteriormente sería el modelo de socialismo de mercado.
III
En paralelo a este debate centrado en Bujarin y Preobrazensky, una de las personalidades que se pronunció desde un inicio a favor de una industrialización acelerada y en pro del empleo de la planificación fue Trotsky. No obstante, la expresión de sus opiniones se produjo solo a partir de 1923 en el contexto de su polémica con prácticamente el resto del buró político del partido en torno a la teoría de la revolución permanente
[18] — defendida por Trotsky — y la tesis del desarrollo del socialismo en un solo país apoyada básicamente por Bujarin y Stalin.
En relación con la planificación, ya en 1921 Trotsky se había pronunciado por el fortalecimiento del GOSPLAN creado en ese mismo año.
Asimismo, en su trabajo «El nuevo curso», publicado a inicios de 1924, Trotsky expresó sus opiniones sobre la importancia de la planificación y su relación con el mercado al señalar: «…nuestro éxito en la organización económica dependerá en buena medida por el grado en que tengamos éxito, por medio de un conocimiento exacto de las condiciones del mercado y pronósticos económicos correctos, para armonizar la industria estatal con la agricultura de acuerdo a un plan definitivo.»
[19]
En 1925 Trotsky fue nombrado para servir en el Consejo Supremo de la Economía Nacional y, desde ese cargo, comentó las cifras de control para la economía nacional 1925–1926 en un conjunto de artículos publicados en Pravda durante 1926. Estos trabajos agrupados en un libro recibieron el título de «¿Hacia el capitalismo o el socialismo?» En esta obra el autor realizó un análisis de la evolución de la URSS, insertándolo en el contexto de la economía mundial, y en ella se encuentra esbozada nuevamente la compleja relación entre el desarrollo de la agricultura y la industria, en la que Trotsky de nuevo señala la preeminencia de la industria en este proceso, pero con una visión más flexible que la defendida por Preobrazensky en esos años.
Con posterioridad a la salida de Trotsky de la dirección soviética y ya en el exilio, este dirigente dedicó interesantes reflexiones a los temas económicos. En su ensayo La economía soviética en peligro, publicado en 1932, el autor sintetizaría su valoración sobre los elementos esenciales de la política económica a aplicar en esos años al plantear: «Solo a través de la interacción de estos tres elementos, planificación estatal, el mercado y la democracia soviética, podrá lograrse la dirección correcta de la economía del periodo de transición».
[20] Una reflexión sintética sobre la evolución de la economía soviética hasta inicios de los años treinta sería analizada en su libro de 1937, La revolución traicionada, donde se incluye su valoración crítica sobre la colectivización forzosa y se reitera su punto de vista sobre la polémica en torno a la industrialización.
En general, aunque Trotsky solo participó en la polémica de los años veinte como parte de su enfrentamiento político en la máxima dirección del Estado soviético de entonces,
[21] formuló interesantes consideraciones sobre la política económica en esos años, las cuales no deben ser ignoradas.
Al respecto el economista argentino Claudio Katz ha resumido:
El programa que concibió Trotsky en su madurez representaba una síntesis depurada de los dos proyectos en debate. El creador del Ejército Rojo avaló primero la industrialización acelerada, cuestionando la transformación agraria paulatina (1925–1928). Pero luego se opuso al desarrollo fabril desproporcionado basado en la colectivización forzosa (…) Trotsky proponía armonizar un salto en la «acumulación socialista» con medidas de transformación gradual en el campo y desarrollo mercantil en las ciudades.
[22]
En opinión de Moshe Lewin la posición de Trotsky debía interpretarse de forma diferente, opinando que este autor:
…se adhirió al gradualismo y era un reformista en cuanto a la política interna concernía […] Trotsky argumentaba que si los sectores clave en la industria, cooperativas y circulación están creciendo a un ritmo satisfactorio, no es un desastre si los sectores privados están creciendo también en alguna medida incluyendo, en la agricultura, a los «fuertes» granjeros capitalistas (…) En esencia, esto era exactamente lo que Bujarin pensaba, aunque él no solo no veía desastre alguno en algún crecimiento de los kulaks, sino que realmente pensaba que esto sería beneficioso.
[23]
Por otro lado, la posición de Preobrazensky difería de la de Trotsky en lo relativo a la teoría de la revolución permanente, ya que el primero consideraba posible el desarrollo del socialismo en un solo país.
En síntesis, la riqueza del debate que se libró en la URSS durante estos años fue sin dudas extraordinaria. Muchos de los aspectos tratados por Bujarin y Preobrazensky y en diversa medida por Trotsky, así como por sus seguidores, mostrarían notables puntos de coincidencia, lo que hace muy difícil a veces identificar el fondo de la discusión y mucho más difícil aún opinar quién tenía la razón y quién no en cada coyuntura histórica concreta.
Estas discusiones enfocaron por vez primera los problemas de la teoría del desarrollo contemporáneo y mantienen, en su mayoría, su validez en la actualidad. Sin embargo, su desenlace no produjo los resultados esperados y sentó posiciones que acabarían tributando al fracaso de la experiencia del socialismo en Europa.
En tal sentido, la supuesta solución a los problemas agrícolas mediante la colectivización forzosa que se aplicó en lo fundamental entre 1928 a 1934, nada tuvo que ver con las ideas de Lenin sobre la cooperación y desde entonces los problemas de la producción de alimentos nunca tuvieron una solución viable en el modelo soviético. Por otro lado, el ritmo de industrialización que el país asimiló a partir de 1928, si bien creó las bases para elevar el nivel de la seguridad nacional, también llevó a una compresión notable del consumo y el nivel de vida de la población, que se vio reducido a niveles mínimos durante la Segunda Guerra Mundial.
De igual forma, la fractura de las prácticas democráticas consustanciales al socialismo, la violación de la legalidad y la represión injustificada durante el gobierno de Josef Stalin, así como sus consecuencias para la vida de los soviéticos, no pudieron ser superadas en los últimos 30 años de existencia de la URSS, contribuyendo en buena medida a su desaparición.
Finalmente, la descomposición de la capa dirigente alcanzó su grado mayor en los años del gobierno de Mijail Gorbachov (1985–1991), que bajo consignas populistas, introduciendo prácticas capitalistas en todas las esferas de la vida social y traicionando definitivamente las ideas del socialismo, condujo el país a su desintegración y a su conversión en una suma de Estados que hoy ocupan una posición destacada en la aplicación de las políticas neoliberales más intensas y han colocado a Rusia en el escalón los países llamados emergentes y subdesarrollados en el mundo.
Hoy resulta de mucha utilidad estudiar estos procesos tomando en cuenta la vigencia de muchos problemas de la construcción socialista que no se resolvieron entonces, pero que también requieren de nuevas interpretaciones en la actualidad.
¡Muchas gracias por tu lectura! Puedes encontrar nuestros contenidos en nuestro sitio en Medium:
https://medium.com/@latizzadecuba. También, en nuestras cuentas de Twitter (@latizzadecuba), Facebook (@latizzadecuba) y nuestro canal de Telegram (@latizadecuba).
Siéntete libre de compartir nuestras publicaciones. ¡Reenvíalas a tus conocid@s!
Para suscribirte al boletín electrónico, envía un correo a
latizadecuba@gmail.com con el asunto: “Suscripción”.
Para dejar de recibir el boletín, envía un correo con el asunto: “Abandonar Suscripción”.
Si te interesa colaborar, contáctanos por cualquiera de estas vías.
Notas:
[1] Para la redacción de este trabajo el autor se apoyó en su libro «El derrumbe del socialismo en Europa», Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 2014, en especial en su capítulo I.
[2] Marx, Carlos. «Crítica al Programa de Gotha». En Marx, Carlos y Federico Engels, Obras Escogidas en dos tomos, Editorial Progreso, Moscú, s/f, tomo II, pp. 16 y 24.
[3] Lenin, V. I. «Sobre el impuesto en especie». En Obras Escogidas en tres tomos, Editorial Progreso, Moscú s/f, tomo III, p. 639.
[4] Salvo otra indicación específica, los datos económicos de esta etapa provienen de Nove, Alec. «Economic History of USSR 1917–1991», Penguin Books, London, 1992, Chapters 3 & 4.
[5] V. I. Lenin señalaba en enero de 1923 que «Al pasar a la NEP fuimos demasiado lejos, no con respecto a darle mucho espacio al principio de la industria y el comercio libres, sino que al pasar a la NEP fuimos lejos en tanto que hicimos caso omiso de la cooperación, porque ahora no valoramos la cooperación, porque ya empezamos a olvidar la enorme importancia de la cooperación…». Lenin, V. I. «Sobre la cooperación». En La última lucha de Lenin. Discursos y escritos (1922–1923), Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 2011, p. 245.
[6] Al respecto no debe perderse de vista que solo el 15 por ciento de la población vivía en áreas urbanas, mientras que el 85 por ciento habitaba en zonas rurales.
[7] Ver de Brus, W. «El funcionamiento de la economía socialista», Editorial Oikos-tau, Barcelona, 1969. pp. 65–66.
[8] Esta tesis — retomada después por Stalin — se mantuvo vigente hasta los años sesenta, impidiendo un manejo adecuado del mercado en el socialismo, tanto conceptual como en la práctica.
[9] Brus, W. Op. Cit. p. 69.
[10] Preobrajensky, Eugenio. «La Nueva Económica». Polémica, Instituto del Libro, La Habana, 1968. p. 268. (El título correcto de este libro era La Nueva Economía, pero se tradujo por error como «La Nueva Económica»).
[11] Lenin, V. I. Op. Cit. tomo III, p. 838.
[12] Erlich, Alexander. «La polémica acerca de la industrialización en la URSS 1924–1928». Polémica, Instituto del Libro, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, tomo I. p. 73.
[13] Sobre este último trabajo, Stephen Cohen señala que a pesar de ser la exposición más completa de sus ideas, carecía de la profundidad teórica de sus obras principales. Ver de Cohen, S. «Bukharin and the Bolshevik Revolution», Oxford University Press, Oxford, 1980.
[14] Bujarin, N. «El camino al socialismo y la alianza obrero campesina» (1925). Citado por Lewin, Moshe en «Stalinism and the Seeds of Soviet Reform», Pluto Press & M. E. Sharpe, New York, 1991. p. 46.
[15] Muchos años más tarde y al referirse a estos temas tratados por Bujarin, el Che subrayaba: «Las relaciones entre el pequeño campesino que `genera capitalismo a cada minuto´ y la clase obrera son antagónicas; la clarividencia política y la fuerza del poder proletario puede atemperar estas y convertirlas en no antagónicas, pero eso es un trabajo político. Las relaciones económicas marcan el antagonismo.» Ernesto Guevara. «Apuntes críticos a la Economía Política», Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 2006. p. 101.
[16] Según S. Cohen, Bujarin concluiría: «Mediante la lucha en el mercado (…) mediante la competencia, las empresas cooperativas y el Estado desalojarán a su competidor, es decir, al capital privado. Al final, el desarrollo de las relaciones de mercado se autodestruye (…) y antes o después se extinguirá el mismo mercado (…) Resulta que llegaremos al socialismo precisamente a través de relaciones de mercado…». Cohen, S. Op. Cit. p. 200.
[17] En abril de 1925 Bujarin proclamó que había que dejar a los campesinos enriquecerse. Con posterioridad tendría que modificar esta posición. Ver Nove. Op. Cit. pp. 118–126.
[18] Esta tesis partía de que para que triunfara el socialismo en la URSS, debía también triunfar la revolución en Occidente.
[19] Trotsky, Lev. «The Challenge of the Left Opposition (1923–1925)». Pathfinder Press, New York, 1980. pp. 117–119.
[21] Sobre la no participación activa de Trotsky en las polémicas económicas de los años veinte, se ha señalado: «Faltaba en suma a Trotsky la capacidad de percibir el carácter específico del momento político que cambiaba, la capacidad, que había sido peculiar del genio de Lenin, de combinar la paciencia con la audacia del revolucionario, las dotes del táctico y las del estratega.» Procacci, Giuliano. «La discusión sobre la revolución permanente» y «El debate sobre el trotskismo», en León Trotsky, Nicolás Bujarin y Grigori Zinoviev. El gran debate (1924–1926) I, en «La revolución permanente», Siglo XXI, Madrid, 1975. p. 14.
[22] Katz, Claudio. «El porvenir del socialismo». Imago-Mundi Herramienta, Buenos Aires, 2004. p. 140.
[23] Lewin, Moshe. Op. Cit. pp. 16–17.