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sábado, 6 de febrero de 2021

Nobeles de Economía. Friedrich von Hayek Premio Nobel de Economía 1974

Por José Carlos Gómez Borrero

Photo credit– Foto: Levan Ramishvili. Public Domain.

 El gran referente del liberalismo económico

Hablar de Hayek es sinónimo de liberalismo y de uno de los economistas más influyentes de la segunda mitad del siglo XX. Su máximo oponente durante la controversia suscitada por la Gran Depresión de los años treinta no fue otro que él tantas veces aludido Keynes.

Keynes vs. Hayek

Si los premios Nobel de Economía se hubieran establecido unos años antes, el primer laureado habría sido sin duda John Maynard Keynes, el hombre que inspiró la política económica occidental durante varias décadas y al que se enfrentó un brillante economista austríaco, que sin embargo fue derrotado por un contundente Keynes. De aquella confrontación Hayek salió prácticamente humillado ante los argumentos esgrimidos por el economista británico para defender su diagnóstico de la crisis y las soluciones para resolverla.

Las fórmulas de Hayek ofrecían respuestas a largo plazo; saneamiento de la economía, establecimiento de precios por el mercado para orientar la producción, disminución de los salarios reales para combatir el paro, y que la ortodoxia financiera no permitiera que el Estado gastara más de lo que recaudase. Por su parte Keynes argumentaba que para llegar al largo plazo había que pasar por el corto y que la gente no podía esperar tanto, pues a largo plazo todos estaríamos muertos. Con imágenes brillantes contestaba a las propuestas de austeridad. Para tensar una situación se puede tirar de la cuerda y conseguir que el caballo te siga, pero empujando la cuerda lo único que harías sería perder el tiempo.

Es más, aunque consiguieses llevar el caballo a la fuente no puedes obligarle a que beba si no quiere, y que para sacar agua de un pozo primero había que cebar la bomba que tiene que extraerla. O sea, que el Estado tenía que gastar, aunque tuviese que endeudarse para ello, pues de otra forma la gente no tendría con qué comprar y las empresas a quién vender. Mientras Hayek apelaba a la mano invisible de Adam Smith y del mercado, Keynes prefería la mano visible del Estado.

No es extraño que de esta controversia Hayek saliese seriamente tocado, pues además, mientras Keynes se expresaba elegantemente en su lengua materna, Hayek tenía que traducir su pensamiento desde un alemán mucho más duro y menos elocuente. El olvido de Hayek fue tal, que cuando sorprendentemente le concedieron el premio Nobel en 1974, más de uno se preguntó si todavía estaba vivo.

Después de los excesos de los felices años veinte, y de la burbuja especulativa que culminó con el crack bursátil de la Bolsa de Nueva York el Jueves Negro del 24 de Octubre de 1929, el desempleo y la recesión condujeron a una enorme crisis y dieron aliento a los sistemas totalitarios. Por una parte, la revolución comunista consolidaba en Rusia su implantación y por otra se erigían el gobierno nacionalsocialista alemán o abiertamente fascista en Italia, prometiendo acabar con el paro, aunque también con la libertad.

La gente aplaudió a Keynes y los gobiernos occidentales adoptaron sus recomendaciones ante la oleada revolucionaria que veían llegar inexorablemente. Aquel brillante economista austríaco desapareció del escenario político. Pese a todo, en plena segunda guerra mundial llamó poderosamente la atención la publicación de su libro “Camino de Servidumbre”, que ha sido de los textos más evocados en toda la segunda mitad del siglo XX; pero en aquellos momentos la gente estaba en ganar la guerra y no tenía tiempo para especulaciones filosóficas.

Keynes había muerto en 1946 con apenas 63 años, pero sus discípulos tomaron el relevo de sus ideas, prolongando la influencia de sus recetas durante un par de décadas más. Hayek por su parte se retiró a sus cuarteles de invierno a lamerse las heridas y fundó en 1947 la sociedad Mont Pelerin, donde desde Suiza continuó puliendo sus ideas liberales, luchando contra los planificadores socialistas y defendiendo las virtudes del mercado y la primacía de la libertad.

La resurrección de un gran economista

En estos años de retiro obligado escribe su trilogía programática “Ley, Legislación y Libertad”. La Ley como defensora de los principios básicos que amparan a todos los ciudadanos, la Legislación que debería ser la mínima indispensable, pues cualquier decreto nunca será neutral, favoreciendo a unos y perjudicando a otros. Y finalmente la Libertad como objetivo orientador, que establecería por sí misma el difícil equilibrio económico, ya que unas mentes autoritarias nunca podrán alcanzarlo en competencia con la sencilla clarividencia del mercado.

Hayek llama permanentemente la atención sobre el peligro que supone la dependencia del Estado y combate las ideas socialistas de la planificación estatal, pues al sustituir la información de los precios por las estimaciones interesadas del político de turno, suplantan la voluntad popular, distorsionan la producción y conducen al estancamiento y a la ineficiencia. Su último libro “La Fatal Arrogancia” critica precisamente la pretendida superioridad del planificador sobre el mercado.

Hayek vivió lo suficiente como para experimentar una segunda juventud, y la concesión del premio Nobel, cuando ya nadie lo esperaba, le insufló unos ánimos que le estaban flaqueando cuando se encontraba al borde de la depresión. Pero es más, su longevidad le permitió contemplar la llegada al poder de sus ideas, acogidas por Margaret Thatcher en Gran Bretaña y por Ronald Reagan en los Estados Unidos. Incluso con cerca de noventa años vio cómo se derrumbaba el muro de Berlín, y se cumplían sus vaticinios sobre la incompetencia económica de los modelos socialistas.

Los apestados seguidores de Hayek tuvieron su compensación ideológica y nuevos premios Nobel de Economía liberales vinieron a reemplazar a keynesianos y postkeynesianos, ahora caídos en una desgracia relativa. Es comprensible que los que habían sufrido un largo ostracismo académico, llamasen a estos últimos, en ausencia de su padre ideológico, con evidente espíritu de revancha, como “las viudas”.

Hayek murió en 1992 reivindicado y reconociéndole sus contribuciones a la Teoría Económica, pero ello no quita ninguna importancia a las políticas que inspiró Keynes en unos momentos cruciales y que posiblemente, conviene repetirlo, salvaron a Occidente de caer en regímenes dictatoriales de uno y otro sentido. Lo que proponía

Hayek es la ortodoxia liberal en condiciones normales, compatible con la heterodoxia keynesiana en situaciones extremas, pero no defendibles más que transitoriamente, hasta que hubiesen desaparecido las circunstancias críticas que la aconsejaron. Una victoria ideológica liberal, que será discutida como corresponde a toda ciencia viva, que no debe contentarse con la arrogancia de haber alcanzado la verdad.

Como la felicidad nunca es completa, Hayek fue recompensado por sus trabajos de juventud sobre la teoría del dinero y los ciclos económicos, y tuvo que compartir el Nobel de Economía con Gunnar Myrdal, de forma que el máximo adalid de los liberales, en un curioso guiño, posiblemente intencionado, fue situado por el Comité de Adjudicación del Premio al mismo nivel que un conspicuo socialista sueco.

Wikipedia

Friedrich August von Hayek (Viena8 de mayo de 1899-Friburgo23 de marzo de 1992) fue un economistajurista y filósofo austriaco.

Exponente de la Escuela Austriaca, era discípulo de Friedrich von Wieser y de Ludwig von Mises. Es conocido principalmente por su defensa del liberalismo y por sus críticas a la economía planificada y al socialismo que, como sostiene en Camino de servidumbre, considera un peligro para la libertad individual que conduce al totalitarismo. Además, defendió dictaduras como medio de instauración de medidas liberales,123​ aunque hay opiniones encontradas respecto a este punto.4

Fue laureado con el Premio del Banco de Suecia en Ciencias Económicas en memoria de Alfred Nobel en 1974.

Su obra, que comprende unos 130 artículos y 25 libros, no se limita únicamente a la ciencia económica, sino que trata desde filosofía política hasta antropología jurídica o historia, y en general todo lo referente a las ciencias sociales.

Vida

Friedrich Von Hayek nació en 1899 en una familia de intelectuales de Viena, entonces capital del Imperio austrohúngaro. Participó en la Primera Guerra Mundial y al regresar comenzó los estudios de ciencias jurídicas y sociales en la Universidad de Viena, cursó estudios en filosofía y economía. Según afirmó él mismo la experiencia de la guerra fue la que le condujo a interesarse por las ciencias sociales, a pesar de que sus influencias familiares le podrían haber conducido más fácilmente hacia las ciencias naturales. En 1921 y 1923 se doctoró en leyes y en política económica.

Durante aquellos años, Hayek, como la mayoría de sus compañeros, era un socialista fabiano que creía en la intervención del Estado para mejorar el orden social y no le gustaban las posiciones antisocialistas y liberales de su profesor Ludwig von Mises, destacado economista de la Escuela Austríaca. Tras leer su libro El socialismo, se convirtió en discípulo suyo. Durante cinco años trabajó bajo su dirección en la Abrechnungsamt (Oficina de Cuentas) encargada de desbloquear y cobrar cuentas que otros estados tenían con el gobierno de la recién nacida Austria. En 1927, se convirtió en director del Instituto para el Análisis del Ciclo Económico, creado por ellos dos.

En 1931 (y hasta 1950), gracias a Lionel Robbins, también alumno de von Mises, se fue a Londres donde ocupó una cátedra en la London School of Economics. Ahí desarrolló una fuerte rivalidad con Keynes y mostró beligerancia en contra de sus conceptos. Pero durante los años 30, fueron las ideas de Keynes las que se impusieron y también tras la Segunda Guerra Mundial triunfaron gobiernos socialdemócratas o socialistas, con lo que Hayek perdió relevancia y mucha de la fama que había ganado de joven.

El enfrentamiento entre ambos comenzó cuando Hayek hizo un escrito desfavorable al libro de Keynes Tratado sobre el dinero y Keynes le replicó. Después, Keynes tomó la iniciativa y pidió a Piero Sraffa que hiciera un informe crítico de la obra Precios y producción de Hayek, que este replicó. En 1936, con la publicación de la Teoría general, Keynes cambia de posición respecto a su anterior tratado y plantea una teoría completamente nueva. Con esto logró que sus tesis fueran las que se impusieran. En respuesta a esta obra Hayek no hizo ninguna reseña, intentando evitar las duras controversias que había hecho surgir anteriormente y suponiendo ante el cambio de forma de pensar de Keynes que su nueva posición no duraría. Keynes fue mordaz al comentar el libro de Hayek Precios y producción, al que llamó "uno de los más espantosos embrollos que he leído".​ Obvió la nueva idea keynesiana de los agregados económicos ya que partía de premisas radicalmente diferentes a las suyas. Desarrolló entonces un esbozo de teoría austriaca del ciclo en una obra que se titularía La teoría pura del capital donde no terminaba de desarrollar una teoría dinámica del ciclo. Frente a la creciente popularidad del keynesianismo, Hayek confió en que las últimas objeciones de Keynes a su propia teoría influirían en sus herederos y en que sus ideas no llevarían a políticas antiliberales por ser este mismo social y políticamente liberal, dejando así el problema del ciclo económico austríaco (que implicaría una revisión del paradigma macroeconómico keynesiano) para ser resuelto por otros economistas, cosa que no sucedería durante su tiempo de vida y solo comenzaría a plantearse mucho tiempo después (véase el intento de resolución ordinal de Roger Garrison y Adrián Ravier).

Después de esto, Hayek dejó las cuestiones técnicas de la economía para dedicarse a temas más filosóficos o sociales.

En 1949 se divorció de su esposa para casarse con un antiguo amor de juventud, lo que motivó que muchos de sus amigos ingleses, como Robbins, lo abandonaran (aunque años más tarde se reconciliaran). Este hecho lo decidió a emigrar a los Estados Unidos, a la Universidad de Chicago, donde no tuvo una muy buena acogida por parte del Departamento de Economía, debido a las grandes diferencias metodológicas de la Escuela Anglosajona con la Escuela Austríaca de la que provenía. Durante estos años, comenzó a tener problemas de salud, sordera y también depresiones que lo alejaron de la vida pública.

En 1947, Hayek participa activamente en la fundación de la Sociedad Mont Pelerin, financiada por el empresario suizo Albert Hunold. Este reúne a industriales y banqueros suizos a fin de financiar el think tank. Las reuniones internacionales son financiadas, en un primer momento, por las fundaciones Relm y Earhart, esta sociedad reunirá a monetaristas como Milton Friedman, a miembros de la escuela del Public Choice como James M. Buchanan, así como a personalidades asociadas a la corriente neoaustriaca.​

En 1962 volvió a Europa, a la Universidad de Friburgo, donde estaría hasta que, al jubilarse en 1969, retornó a su Austria natal, a la Universidad de Salzburgo hasta que se retiró en 1977.

En 1974 fue laureado con el Premio del Banco de Suecia en Ciencias Económicas en memoria de Alfred Nobel, compartido con Gunnar Myrdal, por sus trabajos en el campo de la teoría monetaria y las fluctuaciones económicas y los análisis de la interdependencia de la economía, la sociedad y las instituciones. A partir de entonces su salud mejoró y comenzó una gran actividad que lo llevaría a viajar por todo el mundo exponiendo sus ideas. En la década de 1980 sus ideas jugarían un papel importante durante el gobierno de Margaret Thatcher. Al respecto Hayek dijo que "la libertad de elección debe ser más practicada en el mercado en vez de las urnas, la libre elección puede al menos existir bajo un régimen de dictadura pero no bajo una democracia sin límites que no pueden limitarse".

También se opuso al paradigma neoclásico (también conocido como neoclásico-walrasiano), que todavía define hoy en día el mainstream académico. Es contrario también a los economistas liberales partidarios de la teoría del equilibrio general (TEG) como Debreu. Defendió la tesis según la cual un cálculo planificador era imposible sin un mercado (que asigne los precios) y que un sistema económico que no se fundamente en el mercado libre y en la libre concurrencia nunca será óptimo desde el punto de vista de la distribución de recursos. La Universidad Francisco Marroquín lo honró en 1977 con un doctorado Honoris Causa por su aporte a la libertad individual.​

Murió en 1992 en Friburgo, y fue enterrado en Viena.

Temas recurrentes en su obra

Teorías sobre el ciclo económico

Las contribuciones de Hayek sobre los ciclos económicos se consideran su contribución más importante a la economía, y las hizo durante su juventud. Tomó las bases de su teoría de la obra Teoría del dinero y el crédito de Mises e hizo su propia interpretación del ciclo económico, que fue conocida como Teoría Austriaca del ciclo económico. Podemos considerar como obras más importantes de esta etapa Precios y producción de 1931, que era un compendio de las conferencias que había hecho en la London School of EconomicsBeneficios, interés e inversión de 1939 y Teoría pura del capital de 1941. Jeffrey Sachs concluye que la afirmación de Hayek de que los altos impuestos y un gran estado de bienestar son contrarios a un desarrollo económico dinámico, tesis central de su libro Camino de servidumbre, era empíricamente insostenible. Dando como ejemplo pesar de los altos impuestos y el gasto social, los países escandinavos obtuvieron mejores resultados en la mayoría de los indicadores, incluido el ingreso per cápita, que aquellos estados con impuestos y gastos sociales relativamente bajos como Somalia o Haití.

Hayek decía que el origen del ciclo económico a partir del crédito concedido por el banco central y los tipos de interés artificialmente bajos. La expansión del crédito debido a los bajos intereses hace que los empresarios inviertan en proyectos muy arriesgados y en los que nunca hubieran invertido con unos tipos más altos, y provocan una mala coordinación entre producción y consumo e inflación. Primero hay una gran expansión, pero después una gran recesión hasta que vuelve a ajustarse la economía. El proceso sería el siguiente: el alza de precios resultante de una expansión conduce a la caída de los salarios reales, que induce a la substitución de máquinas por mano de obra y una reducción general de los períodos de producción, y en consecuencia los tipos de interés suben, cae la inversión y la economía sufre un descalabro; a la inversa, en una depresión el alza de los salarios reales reactiva la inversión y la mano de obra es reemplazada por maquinaria y los períodos de producción se alargan. Según este argumento, un nivel de consumo al alza a partir de un cierto punto reduce la inversión más que aumentarla, y viceversa por lo que hace a un nivel de consumo a la baja.

Imposibilidad del socialismo por falta de precios de mercado

Hayek

El formulador de la idea de que el socialismo no es posible por la inexistencia de precios de mercado fue Mises en un artículo​ de 1920, que después amplió en 1922 con el libro El socialismo, un análisis económico y sociológico, libro que causó una fuerte impresión en un Hayek todavía estudiante. Hayek, desde un principio, puso mucho interés en este tema y desarrolló los argumentos de Mises en diversos artículos durante los años 30. Estos artículos se reunieron en un libro publicado en 1935 y titulado Planificación económica colectivista: estudios críticos sobre las posibilidades del socialismo También se puede destacar El uso del conocimiento en la sociedad de 1945 e Individualismo y orden económico, que recoge ensayos publicados en 1948.

Los argumentos de sus teorías son que los objetivos del socialismo son sustituir el libre mercado por una economía planificada. Este tipo de economía necesita una institución que elabore un plan central que determine todo lo que se debe producir, institución a la que Hayek llamó Junta Central de Planificación. Esta junta debería tener amplios poderes para intervenir en asuntos económicos, pero el problema sería que cuando esta junta se pusiera a elaborar el plan de producción se encontraría que no tiene ninguna guía o referencia que le indicara qué posibilidades de producción son económicamente factibles, ya que no existirían precios de mercado y sin estos precios no hay guía ni manera de saber lo que se debe producir. Aunque posteriormente este argumento tuvo que refinarse ante la solución de Lange-Lerner que proponía un procedimiento iterativo de dos reglas, por el cual una economía planificada podía alcanzar la misma solución que el libre mercado, a partir de la intervención de una Junta central de planificación.

Según Hayek, los precios de mercado son los transmisores de cantidad de informaciones económicas dispersas y servirían para compartir y sincronizar muchos conocimientos personales; por lo tanto, intentar manipular el mercado conlleva un problema de falta de información. Un intercambio y uso eficiente de los recursos solo se conseguiría a través del mecanismo de precios.

Milton Friedman se describió a sí mismo como «un gran admirador de Hayek, pero no por sus finanzas». «Creo que 'Los precios y la producción' es un libro muy defectuoso y 'Teoría pura del capital' estaba plagado de contradicciones».​

De acuerdo con David Held, Hayek argumentó para restringir las actividades del gobierno al mínimo de un estado "ultraliberal" "La Constitución de la libertad", que era una petición de un Estado mínimo. El economista John Kenneth Galbraith ve esto como un anacrónico retroceso de Hayek al mundo de las ideas del liberalismo del laissez-faire del siglo XIX.

Contradicción entre economía planificada y libertad individual

Hayek no solo pensaba que el socialismo y la colectivización comunista implementados por el Estado eran inviables por la falta de precios de mercado, sino que además, en un plano más filosófico y político, eran incompatibles con la libertad individual y necesariamente llevaban al establecimiento de regímenes totalitarios, ya que los que llegarían al poder serían siempre los peores elementos de la sociedad.

Respecto a la libertad individual Hayek en una carta a The Times en 1978, diría que ha habido muchos casos de gobiernos autoritarios en los que la libertad personal está más segura de lo que está en muchas democracias. Llegando a poner como ejemplo de libertad individual a Portugal bajo el régimen de Salazar: "dudo que haya hoy en cualquier democracia de la Europa o en los continentes de África, América del Sur y Asia (con excepción de Israel, Singapur y Hong Kong) una libertad personal tan bien protegida de lo que era entonces en Portugal-bajo la dictadura de Salazar-.

Las críticas de Hayek no iban dirigidas tan solo hacia los sistemas de economía planificada, sino en general hacia cualquier intervención del Estado en la economía, que para él significaba un socialismo progresivo. Hayek desarrolló ello en Camino de servidumbre, libro publicado en 1944, que realizó para contraargumentar las opiniones que rezaban que el nazismo era la consecuencia única del pueblo alemán, y la culpa estaba en el «germanismo».

En Los fundamentos de la libertad de 1960 dejaba expuesto su programa filosófico: desreglamentar, privatizar, disminuir los programas contra el desempleo, eliminar las subvenciones a la vivienda y el control de los alquileres, reducir los gastos de la seguridad social y finalmente limitar el poder sindical. El Estado no debe asegurar ningún tipo de redistribución, sobre todo en función de un criterio de «justicia social»

Hayek visitó Chile en los años 1970 y 1980 durante el régimen militar del general Augusto Pinochet y recibió el título de presidente honorario del Centro de Estudios Públicos. De acuerdo con Corey Robin, colega de Hayek: «Hayek admiró el Chile de Pinochet tanto que decidimos realizar la reunión de la Sociedad Mont Pelerin en Viña del Mar, una localidad costera donde fue planeado el golpe contra Allende. En 1978 llegando a afirmar en The New York Times que "las libertades personales fueron más amplias bajo Pinochet que bajo Allende".​

Hayek argumentaba que sin propiedad privada, se crea una dependencia tan grande del Estado que nos convierte prácticamente en esclavos. El estado debería tener tantos poderes que necesariamente tendría que repercutir en la sociedad. En una sociedad planificada, debe haber alguien que ejerza el poder, que controle el estado. Para imponer unos objetivos comunes a una sociedad, aunque se quiera hacer de manera bien intencionada, es necesario imponer estos objetivos a las personas que no estarán de acuerdo. Para imponerlo, se deberá coaccionar y tomar medidas represivas en caso de que no acepten a la autoridad central, por lo tanto el dirigente se verá obligado a tomar decisiones «desagradables» como el arresto o el asesinato. En consecuencia, los que llegarían al poder serían los que estuvieran dispuestos a tomar estas medidas. El filósofo francés Alain de Benoist, fundador de la "nueva derecha» ( Nouvelle Droite ) escribió una dura crítica de la obra de Hayek. En este argumenta que los casos de Hayek sobre la idea de "orden espontáneo" son defectuosos y la ideología del libre mercado​

El interés en el trabajo de Hayek se revivió en los años ochenta y noventa con el surgimiento de gobiernos conservadores en los Estados Unidos de Ronald Reagan, y en el Reino Unido bajo Margaret Thatcher.

Orden espontáneo del mercado, la ley y la moral

Según Hayek, las instituciones de la sociedad, como las leyes, los mercados o el Gobierno, incluso el sistema de precios o el lenguaje, no son un invento o diseño humano para responder a unas determinadas necesidades, sino que son fruto de un orden espontáneo que él consideraba un resultado de la acción humana, pero no de su diseño. Es por eso que defendía que no debería haber interferencias en la acción individual espontánea y consideraba que la idea del racionalismo de intentar diseñar conscientemente el mundo era una amenaza para la civilización, ya que esta precisamente había nacido a partir del orden espontáneo. Respecto a esto ha sido criticado por algunos autores, incluyendo Karl Polanyi, como una visión utópica debido a la sugerencia, entre otras, que «en el pasado, ha sido la sumisión a las fuerzas impersonales del mercado lo que ha hecho posible el desarrollo de la civilización». De acuerdo con Polanyi, el desarrollo de la civilización sucede, por el contrario, cuando las fuerzas sociales, incluida el funcionamiento de la economía, están organizadas en función de los intereses comunes.

Hayek concluyó que el surgimiento y desarrollo de las normas morales que permitieron el surgimiento y crecimiento de sociedades extensas fue producto de un azar evolutivo aún en curso, y consideraba, entonces, el orden algo espontáneo que permite tales sociedades, algo inabarcable para la razón humana, no en el sentido de no comprender su funcionamiento, sino en el de controlar su dirección, por lo que rechazaba todo racionalismo constructivista que pretendiera guiar o rehacer racional y completamente tal evolución natural del orden social.

Necesaria sería, para Hayek, la coexistencia de la primitiva moral colectivista propia de los grupos pequeños y muy cohesionados que perviven dentro de la sociedad extensa, con su contraria moral evolutiva individualista que «garantiza» el funcionamiento y crecimiento exitoso de la sociedad humana extensa. Definió el socialismo como un intento de imponer la primera sobre la segunda, y dedujo de ello que la búsqueda de tal orden social expresaría una aspiración involutiva o retrógrada, y su consecución implicaría la imposibilidad de sustentar la numerosa y creciente población humana.

Sobre este tema podríamos destacar los libros El orden sensorial de 1952, libro psicológico en el que defiende que la mente humana, igual que el mercado o la sociedad, son fenómenos tan complejos que no se pueden explicar o predecir su funcionamiento; Derecho, legislación y libertad, que apareció en tres volúmenes en 1973, 1976 y 1979, donde aborda el tema de la aparición espontánea de las normas legales y morales, y La fatal arrogancia de 1988, en la que atribuye el nacimiento de la civilización a la propiedad privada.

Hayek ha sido objeto de críticas por su apoyo a regímenes dictatoriales, al respecto declararía al diario chileno el Mercurio del 12 de abril de 1981, en apoyo el régimen de Pinochet: “Mi preferencia personal se inclina a una dictadura liberal y no a un gobierno democrático donde todo liberalismo esté ausente”. En esta entrevista en el diario El Mercurio, Hayek se definió como enemigo del Estado del bienestar y la justicia social y se mostró preocupado por los poderes discrecionales del Estado.

El apoyo a regímenes autoritarios y dictaduras sería una constante en Hayek, quien mantuvo posiciones muy claras respecto de la justificación de gobiernos autoritarios. En 1962, envió al dictador Antonio de Oliveira Salazar en Portugal una carta en la que le expresaba su confianza de que su libro The Constitution of Liberty pudiera ser útil para la elaboración de una Constitución que pudiera prevenir los abusos de la democracia. Más adelante, también manifestó públicos respaldos al régimen racista sudafricano. En 1977, Hayek visitó Argentina y Chile. Hayek se reuniría con el dictador Jorge Rafael Videla y con el integrante de la Junta militar de Gobierno, y con el futuro dictador Leopoldo F. Galtieri. En 1981, Hayek volvió al Chile de Pinochet, concediendo dos reportajes al diario El Mercurio, en donde profundizó su análisis sobre democracias y dictaduras. “una dictadura puede ser un sistema necesario para un período de transición. A veces es necesario que un país tenga, por un tiempo, una u otra forma de poder dictatorial. Como usted comprenderá, es posible que un dictador pueda gobernar de manera liberal”. Y en la segunda entrevista, Hayek sostenía que “preferiría sacrificar temporariamente a la democracia cuando no pudiera garantizar la libertad”.​ Para Hayek lo fundamental es asegurar ante todo la libertad económica, anteponiendo un liberalismo autoritario a una democracia con elementos de regulación del mercado. ​

Obra



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