El
inicio del Siglo XX significó para los Estados Unidos, una trasmuta ción que fue
así concebida por su élite gobernante en el transcurso del siglo anterior.
La
guerra hispano-cubana-americana determinó, en buena parte, esta providencial
necesidad para convertirse en un IMPERIO, preparando las condiciones para
participar con esa fuerza deslumbrante acumulada y de los ADN de sus pomposos y
pelucones progenitores.
Entretanto,
había que calmar las ansias independentistas de los cubanos, obligándolos a
incluir en la Constitución, que la Asamblea Constituyente aprobó, una especie
de adefesio denominado la Enmienda Platt que condicionaba la evacuación de las
tropas norteamericanas de la Isla.
Se
estrenaban los yanquis con su flamante ropaje, en un nuevo siglo. Pudo centrar
su expansión imperialista, de
inicio, en el hemisferio occidental, donde al amparo de la Doctrina Monroe,
ejercía supremacía militar y política, a tal grado que fue desplazando a las potencias
europeas de su influencia en América Latina y Canadá
En
1914, se destapó la Primera Guerra Mundial, finalizando en 1918, con un saldo
espantoso de 10 millones de muertos, 20 millones de heridos y 8 millones de
prisioneros de guerra y desaparecidos.
No
fue hasta abril de 1917, a 4 años del comienzo de la guerra, que los Estados
Unidos entraron activamente en el conflicto.
Fue
una guerra por el reparto del mundo; una guerra de conquista, de bandidaje y de
rapiña.
Los
Estados Unidos se enriquecieron de tal modo durante esos 4 años y 3 meses que
duró la guerra, que desde el punto de vista comercial, fueron estos años más
ventajosos que los 125 años anteriores de su historia.
Se
quedaron en los Estados Unidos, los
mercados hispano-americanos, la posición de fuerte acreedor frente a Europa y
el campo asiático para disputar al Japón su influencia.
Una
vez terminada la Primera Guerra Mundial, asombrosamente solo habían
transcurrido 20 años (1919 a 1939), para que la humanidad se viera sometida a
un nuevo conflicto aún más devastador, la Segunda Guerra Mundial.
La
economía europea resultó completamente arrasada, al extremo de que el poder
económico mundial se desplazó de Europa a los Estados Unidos.
El
capitalismo norteamericano era el único que poseía entonces la capacidad de
financiar la reconstrucción europea y
aprovechar semejante oportunidad para penetrar las economías del viejo
continente.
Así
las cosas, Adolfo Hitler asumió legalmente la presidencia de Alemania.
Los
conservadores capitalista británicos, al igual que otros políticos franceses y
norteamericanos, no menospreciaron el ascenso del fascismo y el nazismos en
Europa, y el militarismo japonés en Asia, sino que lo estimularon, protegieron
y en algunos casos lo financiaron.
El
dictador alemán y sus ideas fascistas fueron particularmente admirados por los
propietarios y accionista de las grandes empresas norteamericanas, que ya en
los 20 años habían hecho considerables inversiones en Alemania o se habían
asociado con empresas alemanas.
No
fue por casualidad que los fabricantes de automóviles y las petroleras
norteamericanas participaron del triunfo alemán. Sin los camiones, tanques,
aviones y otros equipos suministrado por las subsidiarias alemanas de Ford y
General Motors, y sin las grandes cantidades de materias primas estratégicas
como el caucho, combustible diesel, aceite lubricante y otros tipos
suministrados por TEXACO y STANDARD OIL, VÍA España, las fuerzas alemanas de
tierra y aire no hubieran podido tan fácilmente derrotar a sus adversarios en
1939 y 1940.
Por
otro lado, el 7 de diciembre de 1941, se produjo “sorpresivamente” el bombardeo
de aviones japoneses a la Base Naval de los Estados Unidos en Pearl Harbor.
Para
los Estados Unidos, sobre la guerra europea, las cosas estaban yendo muy bien,
sin necesidad de intervenir militarmente. Sin embargo, fue el propio Hitler que
declaró la guerra a los Estados Unidos, el 11 de diciembre de l945. Entonces los
Estados Unidos tomaron parte activa en la guerra de Europa con Gran Britana y
la URSS como aliados.
Finalmente
los alemanes y los japoneses capitularon en 1945.
Alemania
y Japón estaban derrotados y en ruina; Francia y Gran Bretaña virtualmente en
banca rota. Los Estados Unidos habían sufrido relativamente poco y tenían a su
disposición, no solo un fantástico poderío militar, sino también un tremendo
potencial industrial, enormes reservas de dólares y capital en general,
incluyendo dos terceras partes de todas las reservas de oro y tres cuartas
partes de la inversión total del capital con el mundo.
Los Estados Unidos se habían
convertido en la mayor potencia del mundo , la única superpotencia, mientras que el resto del
mundo salía de la guerra herido, asustado y casi destruido.
En
los Estados Unidos se esperaba que el siglo XX fuese el ”Siglo Americano”, y a
muchos les gustaba creer que su nación había sido “bendecida por el destino”;
esto es, tenía el mandato de llevar a cabo una misión divina en la Tierra.
Y es
así, como en el momento de la derrota de la Alemania Nazi, estalló la llamada
“Guerra Fría”, contra un antiguo aliado y nuevo enemigo, la Unión Soviética.
Su
objetivo era la eliminación de la URSS y también, la posibilidad de utilizar
este “nuevo conflicto”, para mantener después de 1945, el boom económico por medio
de los contratos del Pentágono. Solo por eso, la Guerra Fría ya era una guerra
buena, tan buena como la Segunda Guerra Mundial, ya que la carrera
armamentística era una fuente de beneficios para las empresas estadounidense.
Ahora
bien, ¿Cuáles fueron los próximos movimientos y maniobras imperiales al saberse dueños del mundo, hasta finalizar el siglo
XX?
Como
buenos petulantes e imperiosos que son, sobre todo desde que se
auto-conceptuaron como divinos misioneros de la Tierra, lograron participar en cualquier
conflicto social y militar que se declarara a nivel internacional y que
estimaran podrían limitar su hegemonía y su supremacía.
Colmaron
al mundo de BASES MILITARES, expandiendo, sin compasión, a sus ejércitos transgresores y criminales en
cualquier rincón de nuestro planeta.
Promovieron
y participaron de lleno en Planes de Operaciones Encubiertas, asesinatos de figuras relevantes, sobre todo
contra el Comandante Fidel Castro Ruz; Golpes de Estado, apoyo a los gobiernos
dictatoriales de América del Sur, etc.etc.
Resultaba
entonces evidente, en primer lugar, que en este final del siglo XX, y así fue
descubriéndose a través de los signos de la ciencia de la semiótica, que, en lo
recóndito de la existencia del arrogante IMPERIAL, el sistema por primera vez,
estaba dando algunas señales de degradación.
Al
arribar el nuevo Siglo XXI, en ese mismo año 2000, aparece como presidente
elegido de los Estados Unidos, George W. Bush (hijo), por medio de un
escandaloso fraude en que finalmente tuvo que intervenir el Tribunal Supremo,
para posteriormente ser reelegido en el 2004.
Este
personaje, según José Saramago, gran escritor portugués y Premio Nobel de
Literatura en 1998, lo catalogó como: “de inteligencia mediocre, ignorancia
abismal, expresión verbal confusa y permanentemente atraído por la irresistible
tentación al disparate”.
Fueron
8 años en que la humanidad se vio amenazada por la llamada Doctrina Bush, con la aprobación de la Estrategia de Seguridad
Nacional, de guerras ilimitadas y unilaterales, criminales e ilegales, y de ofensiva preventiva, que
alcanzaba al mundo entero, y que fue exactamente el objetivo de una POLÍTICA IMPERIAL DE CONQUISTA GLOBAL.
En
las elecciones presidenciales del año 20008, sorpresivamente se eligió
presidente del Imperio estadounidense, por el Partido Demócrata, el
afro-norteamericano Barack Hussein Obama.
Resultó
el primer ciudadano negro que asciende a la primera magistratura del poderoso IMPERIO.
Barack
Obama fungió como senador federal por el Estado de Illinois, dando un salto
extraordinario, no usual, a presidente de la nación.
En
el discurso de toma de posesión, el 20 de enero de 2009, Obama expresó: “Estos
son los indicadores de una crisis (…) menos tangible pero no menos profunda es
la pérdida de confianza en nuestro país –un tema persistente de que el declive
de Estados Unidos es inevitable y de que la próxima generación debe reducir sus
expectativas”.
El
pensamiento estratégico de Obama se basa en el entendimiento y la eficacia para
poner en práctica los elementos fundamentales de los términos: “SOFT POWER”
(Poder Suave), y SMART POWER (Poder Inteligente), del experto Joseph S. Nye,
fórmulas que buscan maximizar la eficiencia del sistema al menor costo posible,
o lo que es lo mismo SU FUTURO IMPERIAL.
Por
otro lado, en el tema militar, fue sorpresiva la decisión de Obama de
confirmar como Secretario de Defensa, a
Robert Gates, que lo fue también en los 8 años de la presidencia de George W.
Bush, por lo que parece que Obama no previó modificar notablemente la política
de defensa de ese IMPERIO.
Esto
se confirma aún más, al observar que su equipo militar fue hereditario, casi en
su totalidad también del que estuvo sirviendo a Bush.
El
mandatario fue consecuente con la guerra en Afganistán, al expresar que “le
gustaría ver más recursos, incluyendo más tropas”.
Fue
significativa su autorización al Pentágono de establecer 12 Bases Militares en
América Latina: 7 en Colombia, 4 en Panamá y una en Costa Rica, recibiendo la
IV Flota facilidades portuarias en Perú.
Y
para colmo, aprobó una lista de 14 países patrocinadores del terrorismo,
incluyendo la pequeña y heroica Isla de Cuba, en el Caribe.
En
realidad, solo hubo una cosa, la de un Obama muy comprometido, consecuente y
sin tapujos, demostrando con sus nombramientos y hechos, la cara de la
necesidad de continuar fortaleciendo el
IMPERIO devenido del Siglo XX.
La
próxima y última reseña que marcó pautas en lo que ya se atisbaba podía
sobrevenir como consecuencia de los achaques del SISTEMA IMPERIAL, advertido en
múltiples ocasiones por frecuentes señales y signos de la ciencia semiótica, lo
fue el inconcebible y estrambótico triunfo de un multi-millonario, Donald
Trump, primeramente en las Primarias de su Partido Republicano, donde fue
tildado por sus mismos militantes como: energúmeno, fanático, racista, misógino,
vulgar, grosero y bravucón; y posteriormente en las elecciones presidenciales
de noviembre 2016, contra Hillary Clinton, aspirante por el Partido Demócrata,
aunque esta última obtuvo 3 millones más de votos populares que Donald Trump.
Fueron
4 años vociferando, amenazando, mintiendo a amigos y los que él consideraba sus
enemigos.
Llegó
un momento en que se percibía mundialmente que había un juicio y conocimiento
de que no se entendía lo que estaba ocurriendo en esa nación tan poderosa.
No
pasaba un día, una semana, ni un mes en que se amenazaba, sin compasión, a
muchos de adentro y de afuera, con imponerles SANCIONES, comenzando una extraña
y chocante manía del mandatario de dispararle una SANCIÓN a cualquiera que tuviera el atrevimiento de
no “pensar” como él.
Fue
empecinado con un pequeño y heroico país, a 90 millas de sus costas. Le daba
fiebre cuando oía hablar de él, cuando leía algo sobre él; se convirtió en un
psicópata tratando de liquidar a como sea, a su gobierno y a su invencible,
soberano e independiente pueblo.
En
un mundo globalizado y complicado, su “América First” resultaba extemporáneo,
simplista, originado por alguien desequilibrado, y como es lógico, los demás
tenían que preocuparse porque venía de un presidente del IMPERIO más poderoso
del mundo.
Al
final, al ser derrotado en las elecciones presidenciales del 2020, por el
candidato del Partido Demócrata, provocó innumerables protestas alegando
fraude, que al no ser reconocidas, llegó hasta promover algo parecido a un Golpe
de Estado, excitando a sus hordas fascistas a que invadieran el Capitolio
Nacional, y así lo ejecutaron criminalmente.
Por
ese motivo, la Cámara de Representantes aprobó un “impeachment” en dos
ocasiones que al llegar al Senado, de mayoría republicana, no fue aprobado.
Y es
así que el malhechor se encuentra ahora disfrutando de las delicias de su
mansión en un lugar paradisiaco de Miami Beach, y desde ahí continua amenazando
que seguirá luchando para presentarse en las elecciones presidenciales del
2024.
LAS
GUERRAS AHORA NO SERÁN TAN BUENAS NI TAN BENEFICIOSAS PARA LAS ELITES
GOBERNANTES, COMO EN EL SIGLO XX, SINO QUE SERAN HOLOCAUSTICAS.
La
Habana, 5 de abril de 2021. “Año 63 de la Revolución”
JSAF
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