Por Alfredo Jalife-Rahme, La Jornada
El nuevo orden mundial inevitablemente tripolar de EEUU-Rusia-China no cambió en la reunión presencial de Anchorage (Alaska), donde el funcionario chino de alta jerarquía Yang Jiechi paró en seco al todavía muy novato secretario de Estado israelí-estadounidense Antony Blinken el pasado 18 de marzo: “EEUU carece de calificaciones para condescender cuando habla con China desde una posición de fuerza (https://bit.ly/3a7eitJ)”.
Tampoco cambió el orden tripolar cuando el canciller ruso, Serguei Lavrov, se reunió con su homólogo chino Wang Yi cuatro días después de la histórica reunión de Anchorage para consolidar la asociación estratégica de Rusia y China (https://bit.ly/3g8RL3A), si se contabiliza que en los pasados ocho años Vladimir Putin y el mandarín Xi se han reunido 30 veces (https://bit.ly/3sgJmx6).
En el think tank Chatham House –influyente centro geoestratégico anglosajón– el grisáceo ex canciller británico Jeremy Hunt compartió un webinar con Kissinger, hoy de 97 años.
Kissinger, polémico ex secretario de Estado de dos ex presidentes, Nixon y Ford, instó a EEUU a ajustarse a la realidad del nuevo orden mundial mediante el equilibrio con las principales fuerzas globales, en clara alusión a China y Rusia (https://bit.ly/2OLaIOh).
En el mero corazón conceptual de la geoestrategia anglosajona, Kissinger exhortó a que EEUU entienda (sic) que no cada tema tiene soluciones finales, por lo que recomendó un entendimiento con China, ya que de otra forma se estaría retrocediendo a una “situación previa a la Primera Guerra Mundial: si el mundo se engancha a una competencia sin fin, basada en el dominio de quien sea superior en un momento dado, entonces la ruptura del orden es inevitable. Y las consecuencias de la ruptura serían catastróficas”.
Dejo de lado los inimputables genocidios –término que quiere poner de moda Biden en forma desplazada en la provincia islámica autónoma de Xinjiang en China– de Kissinger desde Indochina, pasando por el Medio Oriente, hasta Latinoamérica para centrarme en lo juicioso de su postura cuando EEUU pervive su decadencia (https://bit.ly/3s9SXG4), la cual denota la realidad del equilibrio estratégico tripolar de EEUU-Rusia-China.
Kissinger, quien al inicio de la década de los 70 del siglo pasado abrió la conexión con la China de Mao Zedong y el premier Zhou Enlai, que perjudicó la posición geoestratégica de la ex-URSS, asevera que China no está determinada a conseguir un dominio mundial, sino que trata de desarrollar la capacidad máxima de la que es apta su sociedad.
El casi centenario Kissinger abordó las implicaciones y complicaciones agregadas de la “tecnología, la explosión revolucionaria (sic) de la democracia, el desarrollo de la inteligencia artificial, de la cibernética y de otras tantas tecnologías”, cuando “EEUU por primera vez debe decidir si es posible tratar con un país de magnitud comparable –y quizá en algunos rubros marginalmente a la delantera– desde una posición que primero analice el equilibrio existente” (sic).
Concluyó que la presente situación es ahora “infinitamente (sic) más peligrosa” dadas las armas avanzadas asequibles a EEUU y a China.
Curiosamente no cita a Rusia, que es hoy líder incontestable en las armas hipersónicas que reconoce hasta Newsweek (https://bit.ly/2Q1jJDp), no se diga el célebre libro de Andrei Martyanov (https://bit.ly/3a3G6z5).
Mas allá de los pueriles dicterios de Biden contra el zar Vlady Putin, que en última instancia tuvieron efecto bumerán, vale la pena señalar la reciente Guía interina de seguridad estratégica nacional de la Casa Blanca, en la que –al contrario de sus bravatas de cantina barata de aldea cavernícola, diseñadas para los fanáticos de la truqueada lucha libre– opta por una estabilidad estratégica con Rusia y China mediante la “diplomacia, la reducción de las armas nucleares y un nuevo acomodamiento con las nuevas tecnologías, como la inteligencia artificial, la computación cuántica y el 5G (https://bit.ly/3e5Ztc6)”.
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