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lunes, 12 de abril de 2021

La construcción del socialismo es necesariamente innovación con ciencia y pensamiento.


Por Jesús Pastor García Brigos[1] ( Tomado de Cuba Siglo XXI)

Para ser consecuente con lo que expreso en el título, debería empezar por decir qué entiendo por socialismo, y que mejor que hablar de construcción del socialismo prefiero las expresiones “construcción socialista”, “transformación socialista” o, por encima de todo “transformación comunista”. Pero prefiero dejar para otro momento tales precisiones, que pueden apartarnos del objetivo central de estas reflexiones.

Hay expresiones que admiten precisiones, cuando las guían el pensamiento creador, e invitan a la reflexión constructiva. El resultado puede aceptarse o no, pero vale la pena intentarlo. Así Raúl Castro en un discurso hace años, se refirió al manido “principio de distribución socialista”- manido y “traído” de “quien sabe dónde”-, con una importante puntualización: “de cada cuál según su capacidad, a cada cual según su trabajo… y las posibilidades de la sociedad de retribuírselo”. Comparto esa precisión; y, si voy a “aceptar ese principio”, le haría otras….pero tampoco es ese el punto ahora.

Debo reconocer que esa visión crítica de Raúl sobre algo “establecido” ha sido una de la muchas veces que sus reflexiones me han quedado como pautas de pensamiento y de conducta. Y me permitieron aceptar críticamente su afirmación “la construcción del socialismo es un viaje a lo ignoto”…con una pequeña “adición”: … con un Norte bien definido y una brújula bien ajustada (o, si se prefiere, “con un Sur”, como me pidieron en una ocasión, pienso que con justicia, unos compañeros venezolanos).

No es la crítica por la crítica. Es que el socialismo, como dijo alguna vez Federico Engels, es cambio, movimiento… pero no es “cualquier cambio”. Es saber hacia lo que se quiere avanzar y, sin “recetas de cocina” ni modelos “a establecer”, es avanzar con paso seguro, creando, innovando.

Y si en los procesos tecnológicos, en la actividad productiva y de servicios, para lograr su efectiva contribución al progreso humano, se impone entender la innovación como un proceso en el cual “siempre el centro es el hombre”,… y … Para que la implementación no quede en el papel, o los buenos deseos, o como cita bibliográfica, y que la misión, visión, estrategia, mapa estratégico, la determinación de los objetivos relevantes, la implementación de los indicadores claves de desempeño, del sistema visual adecuado, se haga realidad, no una vez, sino de manera continuada, y se convierta realmente en un sistema de gestión, es imprescindible el intercambio permanente entre los decisores y todos los actores participantes.”[2], mucho más importante aún es cuando se  impone comprender  la innovación más allá de esos espacios productivos, imprescindibles  pero insuficientes en  busca de contribuir a la sostenibilidad de un proceso de transformación socialista.

Porque hay que crear, innovar para gestar, comenzar a funcionar y consolidar en la realidad cotidiana, un sistema social, modos de funcionamiento que buscan dejar para siempre comportamientos que han marcado el desarrollo durante siglos, de individuos y sociedades enteras. Comportamientos que se han acompañado de avances científicos, tecnológicos, del pensamiento en su más amplio contenido y de un espíritu innovador, que ha abierto horizontes tan amplios como preñados de potencialidades para un mundo mejor…o para llevar a la humanidad a su destrucción.

¿Como lograr semejante cambio? ¿Renunciamos a lo alcanzado por la ciencia, la tecnología y el pensamiento humano en general? ¿Lo que sirvió, y continúa sirviendo, para empujarnos “progresando” a nuestra destrucción como especie junto con la madre naturaleza, nos sirve para dejarlo atrás por siempre?.¿Como ir más allá de lo alcanzado en las experiencias que lograron avances indiscutibles, pero tuvieron insuficiencias que posibilitaron la acción de las fuerzas que se resistían al cambio y terminaron revirtiéndolas?

En la sociedad no hay respuestas simples.

Primero, tenemos que comprender y sentir la necesidad del cambio. Luego, parte de lo más difícil, a diferencia de las abejas, - por recordar al no siempre recordado Engels- representarnos qué queremos cambiar y hacia dónde queremos ir: solo se puede avanzar, si se sabe lo que se necesita, no como predeterminación teleológica, verdades de los ilustrados, sino como “creación heróica” según el Amauta, surgida e impulsada en permanente perfección y enriquecimiento por nosotros mismos. Y pensar como andar, como gestar lo nuevo que necesitamos, como, con lo que tenemos y encarando con claridad las cambiantes circunstancias, llevarlo a la realidad: crear, innovar, constantemente, como constante es el cambio de la realidad que nos rodea y de la cual formamos parte.

El término socialismo, y las ideas socialistas, son mucho más viejas que Marx y Engels. Y después de Marx y Engels, han seguido su desarrollo por diversos cauces. A nuestra Patria llegaron mucho antes del proceso que ha seguido al triunfo de enero de 1959, pero empezaron a tomar carne y sangre con ese proceso, innovador desde sus inicios, y desde su gestación al enfrentar la dictadura. Pero la Cuba del 2021 no es la de 1959… ni es China, Viet Nam o Venezuela: un error imperdonable sería pensar lo contrario, ignorando lo autóctono, y lo nuevo radicalmente progresista que se ha creado con sangre y sudor en más de sesenta años, también con nuestros modos de hacer, que aunque tomamos elementos de otras experiencias, en lo esencial creamos guiados por el “culto a la dignidad humana” en su máxima expresión; lo nuevo alcanzado, que nos ha sostenido en este complejo proceso de “emanciparnos por nosotros mismos”, pese a los errores e insuficiencias que nos han impedido mayores progresos, y los cambios en las fuerzas que nos enfrentan antagónicamente dentro y fuera del país. Error imperdonable que haría detenernos, y en una revolución como la nuestra, necesariamente fiel a la propuesta de Fidel que juramos defender, detenerse es retroceder.

“Cambiar todo lo que debe ser cambiado” no es tarea fácil, porque no es cambiar por cambiar. Es innovar, con “ciencia y pensamiento” como nos pidió Fidel desde los primeros años de cambios revolucionarios. La ciencia que nos da elementos vitales para interactuar con la naturaleza, y para interactuar entre los seres humanos; transformar la naturaleza, transformándonos, produciendo objetos y servicios indispensables…y produciéndonos como seres pensantes, con necesidades, intereses, sentimientos, valores que regulan y nos guían en el quehacer del día a día.

Hoy se ha hecho muy popular hablar de la “sociedad del conocimiento”, la “IV revolución industrial”, las “nuevas tecnologías”, como si fueran la solución de todos los problemas que enfrenta la humanidad, y el “ábrete Sésamo” del camino socialista. Y no son pocos los que amparados en tales novísimas posibilidades, asocian a esto la desaparición de las diferencias entre socialismo y capitalismo, reanimando velada o abiertamente la vieja “teoría de la convergencia” cuyos primeros atisbos surgen con la aparición de la experiencia de los Soviets; o, por lo menos, no abren y tratan de que los demás no abran  suficientemente los ojos ante los riesgos de enfoques unilaterales del valor de las ciencias y las modernas tecnologías, empobreciendo el pensamiento innovador necesario a la transformación socialista.

Las nuevas tecnologías son necesarias a la transformación socialista, tanto como es necesaria una concepción efectivamente integral, humana, de la “sociedad del conocimiento”.

Socialismo no es solo desarrollo tecnológico, avances en las “ciencias duras” y las novedosas ciencias biotecnológicas con sus diversas ramas articuladoras de conocimientos desde las matemáticas a las diferentes facetas de la naturaleza incluido el ser humano.

Una postura semejante no sustentaría posiciones consecuentemente socialistas, humanas acerca del progreso humano. Solo podría contribuir a reproducir la contradictoria reproducción ¿humana? hasta el capitalismo, el sistema que alcanzó  niveles de desarrollo de las potencialidades del hombre y resultados en la producción de bienes de “consumo” mayores que todos los que le precedieron…junto con los máximos grados de alienación de los individuos, de incapacidad para la  plena apropiación de su existencia como seres sociales en armonía con la naturaleza.

Lamentablemente es necesario reconocer autocríticamente que una visión así del progreso ha acompañado no solo a las sociedades capitalistas: enfoques instrumentales en su más estrecha acepción, no han dejado de influir sobre las experiencias socialistas.

Hay cuestiones que demandan del más riguroso análisis tanto de partidarios del socialismo como del capitalismo, si todos estamos de acuerdo en que lo primero que hay que salvar es la propia existencia de la humanidad. Pero, ¿podemos resolver los así llamados problemas universales de la humanidad y los retos que enfrenta el socialismo, solamente apoyados en las infinitas posibilidades que se abren ante nosotros gracias a los progresos de las matemáticas, las ciencias naturales y las tecnologías de esta “IV revolución industrial”?

Solo es posible resolver los problemas que amenazan hoy a la humanidad, actuando conscientemente dirigidos a garantizar una reproducción ampliada, plena y multilateral, de las capacidades de cada ser humano en correspondencia con su esencia, “el conjunto de todas las relaciones sociales”. Esto es, actuar conscientemente orientados al pleno y libre desarrollo de las potencialidades de cada individuo y su realización efectiva como premisa y resultado  del cada vez más pleno y libre desarrollo de la humanidad como un todo; una humanidad más apta  para su existencia y reproducción en armonía con la naturaleza.

Y para esto es necesaria una nueva cualidad de las relaciones entre los seres humanos y de nosotros con la naturaleza: un nuevo modo de funcionamiento del proceso social. ¿Dónde encontrarlo? No lo hallaremos “hecho” para aplicarlo, en ningún lugar: hay que inventarlo, crearlo, innovar.

Por muy buenos “arquitectos” que seamos, no somos como las abejas, y necesitamos de una representación previa de semejante modo de funcionar en nuestra vida. Tarea nada simple.

Losarquitectosque se propusieron diseñar los planos y contribuir a construir las nuevas “casas sociales”, por ahora no han obtenido todos los resultados deseados. Probablemente sea necesario revisar esos “planos” y las propuestas de flujos constructivos, y el propio contenido del proceso de sus diseños, comenzando por un análisis crítico riguroso de los conceptos que hasta el momento han propiciado o no, avanzar en el sentido deseado, en el sentido de la nueva visión del futuro de la humanidad.

En “El Socialismo y el Hombre en Cuba”, -que suponemos que todos los revolucionarios conocen, aunque no siempre es así, o no es un conocimiento en el espíritu guevariano-, el Che escribe, refiriéndose a los mecanismos económicos, que no es posible construir el socialismo con las “armas melladas del capitalismo”. Pero el Ché no estaría en contra, y así considero que lo demuestra con creces toda su obra teórica y práctica, si buscamos las “armas melladas” más allá de la actividad económica: empezando, por supuesto, por plantearnos una actividad económica diferente a la conocida hasta el inicio de la construcción de socialismo.

Estamos inmersos en un profundo proceso de cambios en nuestra sociedad, dentro del “viaje a lo ignoto” que, como ha señalado el General de Ejército Raúl Castro, es la construcción socialista. Y resultan de importancia vital nuevos referentes para planificar, diseñar los cambios, sin improvisaciones ni voluntarismos; cambios que no solo reaccionen sino se adelanten, garanticen enfoques efectivamente proactivos, indispensables para la sostenibilidad del sentido socialista de nuestro desarrollo. No pensamos en respuestas finales a los problemas que enfrentamos, ni propuestas de teorías generales, de las cuales sería posible obtener todas las respuestas necesarias para una práctica exitosa: qué cambiar y como cambiar.

Cuba necesita de cambios en la economía, indispensables para la sostenibilidad y el efectivo estímulo del desarrollo socialista, dando respuesta a los problemas de nuestra cotidianeidad, mediante enfoques sistémicos integrales de los procesos al interior y en el contexto en que se desenvuelve nuestro proceso. Enfoques que necesariamente tienen que ser resultado del sistemático análisis de la realidad, sus contradicciones, y de las propuestas que vayan generándose de cambios en el sistema.

Se trata de  análisis que a su vez demandan la más estrecha interacción entre todos los interesados en el sentido socialista de desarrollo, para lo cual contamos con el fundamento de una organización de la sociedad que debe ser capaz de articular la producción científica, el desarrollo tecnológico y el pensamiento creador posible luego de más de sesenta años de revolución, de todos los interesados en la consolidación del desarrollo socialista como sujetos y objeto de las trasformaciones, como práctica de “emanciparnos por nosotros mismos”. Debemos ser capaces de distinguir y rechazar todo lo que obstaculice el sentido estratégico de desarrollo en constante precisión,  identificando  e implementando con rigor los pasos tácticos que contribuyan efectivamente a ese avance. La improvisación y el voluntarismo, la falta de integralidad y de efectivo enfoque proactivo en nuestras políticas y acciones, solo conduce a errores y reveses, como ha mostrado la historia de otras experiencias, que en nuestras condiciones tendrían fatales consecuencias.

No es suficiente reconocer que hay mucho que cambiar; no es suficiente declarar que estamos descontentos con lo alcanzado y plantearnos que hay que hacer las cosas distinto, con una nueva mentalidad. Es indispensable una representación tan clara como esencialmente dinámica, dialéctica, de lo que hay que cambiar, con qué objetivos, y como cambiar: una visión de futuro en permanente construcción, resultado de la interacción de una ciencia anticipadora pilar indispensable de un pensamiento proactivo más que “reactivo” ante los problemas, con la participación de todos los interesados en el sentido socialista de desarrollo: el “pueblo” en su expresión actual de la propuesta de Fidel en el conocido discurso “La Historia me absolverá” sobre el contenido de esta categoría: “pueblo, si de lucha se trata”.

Se trata de un proceso esencialmente político, con un nuevo contenido de la política como actividad integradora, articuladora y espacio emancipador verdaderamente humano, que vaya más allá del ejercicio del poder para imponer determinados intereses: la política como un complejo conjunto de procesos  de identificación y valoración de las necesidades de un grupo, sector, estrato, clase, institución u organismo social en general y de organización y dirección de los recursos y los actores involucrados – los individuos, grupos, organizaciones, partidos, instituciones de todo tipo-  para dar respuesta a esas necesidades, sobre la base de las posibilidades  del sistema dado y el cumplimiento de los objetivos del proyecto colectivo en cuestión:  para el avance sostenido guíados por la visión de futuro conscientemente compartida, la necesaria Utopía que nos haga movernos. Sin ignorar en momento alguno que la construcción socialista es un proceso de lucha entre la nueva naturaleza y todo un sistema reproductivo anterior sustentado en el ejercicio del poder de una parte de la sociedad sobre el resto: es un proceso de lucha de clases, y “de clase”- como en su momento adelantó Lenin y contextualizado a nuestras realidades subrayan Fidel y el Chè; un proceso que tiene que ser esencialmente innovador, que no solo tiene que destruir las relaciones de explotación que marcaron todas las sociedades de clases hasta el capitalismo, sino tiene que surgir y consolidarse en efectiva dialéctica de transformación y autotransformación radical de los individuos socializados.

Se trata de gestar, implementar y consolidar sistemáticamente una política que sustente una dialéctica con la economía que nos permita y obligue a adelantarnos para conducir las transformaciones conscientemente, con las posibilidades heurísticas que brinda el conocimiento científico como efectivo sujeto de dirección social en todas las esferas.

Ignorar o prestar insuficiente atención a esta dialéctica puede conducir al surgimiento de nuevas tendencias opuestas al sentido socialista, y al fortalecimiento de las ya existentes,  manifiestas  en comportamientos egoístas, cortoplacistas, hijos del “sentido común” conformado durante siglos de reproducción dentro de los diferentes estadios del sistema de propiedad privada adversarial, que alcanza su máxima expresión en el sistema del capital; tendencias que son resultado de la reproducción de individuos individualizados individualistamente en un proceso de cambios económicos introducidos fragmentadamente, en buena medida en respuesta a urgencias con la objetiva influencia del capital globalizado neoliberalmente.

De aquí la importancia de conceptualizar con claridad  a partir del conocimiento acumulado en la práctica revolucionaria, y para esa práctica, como actividad dirigida transformadora de la realidad.

Para la construcción socialista los conceptos tienen que ser expresiones bien definidas que concentren una aproximación a la  esencia de la realidad objetiva de la cual se parte en la transformación, inseparable de la huella de su historia precedente, a la vez que de la visión acerca de  la nueva naturaleza que tenemos que consolidar.

Tienen que tomar críticamente de lo acumulado en la práctica, pero no pueden ser solo una construcción a partir del pasado.

Elaborar conceptos solamente a partir del pasado, incluso del modo más “rigurosamente científico” que se pueda implementar, implica concebir una realidad estática, ajena a toda acción consciente de los individuos, a la necesaria actitud para enfrentar con una visión creadora del futuro, la diversidad de alternativas que las cambiantes circunstancias internas y externas al proceso, puedan generar.

Y no es conceptualizar por el afán de erudición academicista.

Sin conceptos adecuados no podemos hacer buenos diagnósticos, y mucho menos los análisis para elaborar las necesarias estrategias, explorar los caminos posibles, planificar, y diseñar las políticas y acciones en las complejas y cambiantes condiciones de la realidad, para avanzar con la visión de futuro que nos planteamos y nos compromete. Son la premisa indispensable para un pensamiento y una práctica innovadores, como requiere la transformación socialista

Como hace más de diez años Raúl acertadamente alertó, no podemos olvidarnos de “… que una equivocación conceptual nos conduce a equivocaciones en la vida”.[3]

Necesitamos conceptos para elaborar los imprescindibles referentes como “guías para la acción” en todas las esferas de la vida social, y en particular un referente de la nueva sociedad como totalidad, definido con rigor y en sistemático ajuste y perfeccionamiento, que nos obligue y permita  valorar lo alcanzado y fundamentar políticas y acciones para el avance sostenido.

Pensar en conceptos como esquemas o modelos predeterminados es un enfoque dañino en cualquiera que sea la actividad humana, cuya esencia fue magistralmente distinguida por Federico Engels al comparar la superioridad del “peor de los arquitectos” con las abejas.

Conduce a ignorar las complejidades del proceso que se emprende, ignora la diversidad de situaciones que se pueden presentar en el proceso de establecimiento de una naturaleza reproductiva completamente nueva, durante el cual constantemente se generan alternativas, cuyo enfrentamiento coloca en primer plano a los actores del proceso: los individuos socializados en los múltiples espacios de su actividad.

El enfoque de referentes y “objetivos” como algo estático y completamente predeterminado, es completamente incompatible con la transformación comunista de la sociedad. Terminan convirtiéndose en su contrario: consignas vacías que propician nuevos modos de alienación, de “desconexión” de los que deben ser sujetos de los cambios.

Para la transformación comunista, - o si se prefiere, la construcción socialista,- es importante identificar objetivos, se necesitan referentes. Pero estos tienen que ser resultado de un enfoque consecuente con la naturaleza distintiva de esta transformación, su complejidad, alcance totalizador y necesaria sostenibilidad en el largo plazo, fundamentada en la centralidad del accionar consciente de los individuos socializados con un contenido emancipador verdaderamente humano.

Necesitamos referentes dinámicos, que nos presenten un estado a alcanzar que se perfile cada vez con más claridad, ajeno a concepciones de la “sociedad perfecta”; referentes que nos permitan analizar el medio, el proceso para movernos, que nos impulsen y orienten en los cambios con la nueva visión de los contenidos que tenemos que gestar, generar, establecer y consolidar progresiva, revolucionaria y sosteniblemente.

Necesitamos conceptos nuevos para esta transformación, porque no podemos avanzar exitosamente en ella guiados por conceptos viejos, “armas melladas” –no solo heredadas del capitalismo-, o supuestos “conceptos” superficialmente novedosos, como trasplantes híbridos de otras realidades,  que castran la necesaria innovación emancipadora. Tienen que ser conceptos en desarrollo a partir del permanente ejercicio transformador de la realidad, que nos pongan en capacidad de modificar las acciones frente a circunstancias nuevas, siempre buscando provocar el cambio que queremos que ocurra en nuestra visión creadora revolucionaria.

Y entre estos conceptos los referidos a la actividad política de nueva naturaleza ocupan un lugar especial, por su función integradora, y necesariamente anticipadora, como nos enseña la práctica de Fidel desde el inicio de su actividad revolucionaria. fundamento de la innovación socialista.

Una actividad política que conduzca los indispensables cambios que “desaten los nudos” y garanticen un sostenido progreso socialista de nuestras fuerzas productivas, interactuado efectivamente con todas las especialidades de la ciencia, articuladas cada vez  más en una verdadera ciencia humana por las potencialidades del pensamiento revolucionario desarrollado en nuestra Revolución.



[1] Proyecto del Instituto de Filosofìa del CITMA “Propuestas conceptuales para el proceso de transformación socialista ante los retos actuales: Cuba 2020- 2030.

[2] Ver: La innovación como proceso y su gestión, por Rafael Alhama Belamaric, publicado en el blog de Humberto Herrera Carlés  “Cuba y Economìa”.

[3] "La crítica no es opción, es necesidad", María Julia Mayoral, Granma, 3 de noviembre de 1999.


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