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martes, 4 de mayo de 2021

HEGEMONISMO IMPERIAL

Por: Julio Sergio Alcorta Fernández

El contenido de esta real descripción del HEGEMONISMO, nos conduce obligatoriamente a retrotraernos a los procesos históricos que definieron la fundación de los Estados Unidos de América en el siglo XVIII, y como les fueron trasmitidas las tendencias al mesianismo rescatado por el fundamentalismo bíblico de los puritanos que emigraron hacia América, imaginada como la Tierra Prometida.

Esos Peregrinos fueron protagonistas de un ejercicio de EXCEPCIONALIDAD que los hacía imaginar poseer cualidades peculiares que otros pueblos no podían desempeñar.

Eso dio lugar a un sentimiento de grandeza y superioridad que constituyó desde el principio, parte de la identidad nacional, de lo que hoy son los Estados Unidos de América y su trasmutación al actual Imperio, atribuyéndose un Destino Manifiesto de extender sus fronteras y de guiar a la humanidad como si fuera el Pueblo Elegido por Dios.

Pienso que de esa forma se estaba engendrando e iniciando una imagen de Hegemonismo que fue desarrollándose y practicándose de tal manera que es muy difícil concebir a un ciudadano de ese imperio que no padezca de esta sifilítica y maniática obcecación.

La historia posterior nos revela que en transcurso del siglo XIX, lo más atrevido y preferido por la mayoría de la élite gobernante, fue el EXPANSIONISMO TERRITORIAL; rápido, amplio y violento.

Cuánto de HEGEMONISMO la humanidad tuvo que soportar y padecer. Existen infinidad de escritos y documentos de la época con declaraciones de presidentes y otros altos funcionarios de esa nación, mostrando con desfachatez e ignominia, al HEGEMÓN YANKEE disfrutando de su labia hegemónica.

 Su éxito más espectacular lo obtuvieron del holocausto que significó la Segunda Guerra Mundial, que al terminar, los Estados Unidos de América se habían convertido en la mayor potencia del mundo, la única “superpotencia”, mientras que el resto del mundo salía de la guerra herido, asustado y casi destruido.

El conflicto mundial se convirtió para el imperio norte-americano, en una guerra buena. En este sentido, lograron participar en cualquier conflicto social y militar que se declarara a nivel internacional y que estimaran podrían limitar su HEGEMONÍA y su supremacía.

Sin embargo, al arribar al siglo XXI, todos los signos señalaban que el predominio imperial estadounidense se quejaba de frecuentes padecimientos hormonales, que dañaban a todo el organismo social, político  y sobre todo al sistema predominante, desde el cual los Estados Unidos ejercen su supremacía.

Las soluciones tenían que ser apresuradas, aunque se confrontaran otras dificultades que pudieran ser imprevistas. El presidente de turno, George W. Bush, los ultra derechistas y neofascistas que abundaban en el gobierno, decidieron desatender las advertencias que proliferaban de que “hay terroristas del Medio Oriente que están planificando secuestrar aviones de pasajeros  y utilizarlos para atacar importantes símbolos de los Estados Unidos”, y con vileza inaudita, consintieron que sucediera con impunidad los criminales atentados de las Torres Gemelas, el 11 de septiembre de 2001.

El magnicidio logró su proyectado cometido: legitimarse en el poder, con la total anuencia de un pueblo engañado; detonar la guerra permanente, ejecutar los objetivos del Proyecto para el Nuevo Siglo Americano, y sobre todo seguir prevaleciendo en el sistema internacional con su ABRUMADORA HEGEMONÍA. Pero un predominio que se ajusta más a la fuerza y la coacción (económica, financiera, política y militar), que por su misma hegemonía. Como la declaración injusta, ilegal y espantosa de guerra contra el país que no tuvo nada que ver con el criminal ataque del 11 de septiembre.

 Refiriéndonos a los 8 años en que Barack Obama ostentó la presidencia del imperio, desde el mismo inicio de su mandato se vislumbró su afán de convertirse en el HEGEMÓN IMPERIAL, que lograría, a través de su perspicacia e intelecto, la seducción de los que consideraba reacios a dejarse embelesar por su carisma e intenciones subyugantes.

No hay dudas que en no pocas intenciones logró su cometido, lo que impulsó el PREDOMINIO de su imperio.

Muy pronto le concedieron el Premio Nobel de la Paz, sin que se lo hubiese ganado; y cuando ya había decidido enviar 40 mil soldados a Afganistan.

Increíblemente, al pronunciar en Oslo el discurso de aceptación, hizo alegatos desafortunados: “….soy responsable por desplegar a miles de jóvenes a pelear a un país distante; algunos matarán, a otros los matarán.

Al pedir a Robert Gates, Secretario de Defensa de la administración anterior de George W. Bush, que permaneciera Secretario de Defensa de su gobierno, se embarra con las inmundicias de su inepto predecesor en ese peligroso asunto.

En el transcurso de esos 8 años, Obama desplegó sus mejores energías para convencer a la comunidad internacional de que era conveniente y necesario que el Imperio se mantuviese como HEGEMÓN esclarecido e insustituible; y en buena parte, lo logró.

Por último, al referirme a los 4 años de la presidencia de Donald Trump, es significativo como pudo provocar tanta discrepancia, embrollo y caos, que al final, ese poderoso Imperio mostraba un HEGEMONISMO artificioso,

Las contradicciones, los absurdos, los disparates y los choques abundaron con quienes fuera, sin miramientos ni respeto.

Se dedicó a mentir estrepitosamente, sin dignidad, ni decencia.

Dejó un rastro tan obsceno y antipático, que por muchos años se le señalará como uno de los mandatarios más indeseables en ese Imperio.

Por último, he creído necesario exponer un fragmento de lo expresado por el General de Ejército, Raúl Castro Ruz, en el Informe Central al 8vo. Congreso del Partido Comunista de Cuba:

·        “Históricamente el HEGEMONISMO IMPERIALISTA de los Estados Unidos, ha planteado una amenaza para el destino y la super-vivencia de la nación cubana. No es un fenómeno nuevo. Ha acompañado a los cubanos desde los orígenes de la Patria, cuando surgieron los primeros anhelos de soberanía e independencia en nuestro pueblo”.

La Habana, Cuba, 4 de mayo de 2021. “Año 63 de la Revolución”.

JSAF

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