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domingo, 13 de junio de 2021

Cuba. Homenaje al Che Guevara en el 92 aniversario de su natalicio

 Por. Tony López R. (*)

Jun. 13/21.- En ocasión de conmemorarse el próximo 14 de junio, el aniversario 92 del natalicio del comandante Ernesto Che Guevara, y en homenaje a su vida y obra, los estudiantes de la Facultad de Derecho de la Universidad de La Habana, en su proyecto Historia Viva, en coordinación con la Asociación de Combatientes de la Revolución Cubana. Municipio Plaza, entrevistaron al General de División ® Rogelio Acevedo González, uno de los protagonistas de esta historia de valentía y admiración por el guerrillero heroico.

Entrevista realizada el pasado 27 de mayo, por la estudiante Yelissa Agüero Rodríguez miembro del Movimiento de Corresponsales de la Facultad de Derecho, de la Universidad de La Habana. A continuación, el texto de la entrevista.

Entrevistadora: ¿Cómo fue su incursión en la guerrilla del Che?

Entrevistado: Yo soy un veterano guerrillero jubilado. Ya cumplí 80 años ahora en abril y durante un grupo de meses estuve en la guerrilla con el Che y con Fidel.

En el libro “Tan solo con 16” aparecen las vivencias que surgieron desde el Golpe de Estado de Batista el 10 de marzo, cómo se fueron inculcando en mi cabeza y la de mi hermano las ideas para luchar contra aquella férrea dictadura, sanguinaria, brutal, que nos golpeaba; el ataque al Moncada; la lucha de Fidel en la prisión y después su preparación en México y la gran noticia de la llegada a Cuba con el Desembarco del Granma.

En ese momento queríamos unirnos a Fidel porque en el pueblo, como verás en el libro, cada día era más la presión que existía de la dictadura contra los jóvenes en el bachillerato, pero nadie nos orientaba cómo irnos, cómo hacer, con quién hablar, qué práctico nos llevaría, etc. Y en esas condiciones, pues, sencillamente decidimos irnos para la Sierra Maestra. Salimos de Remedios, a 600 km de la Sierra, sin práctico, guía o alguna información. Precisamente, un día como hoy 27 de mayo. En total fueron 69 días para poder encontrar a los guerrilleros.

Cuando llegamos, después de mucho andar, nos encontramos con una tropa guerrillera, el 3 de agosto de 1957. Esta columna guerrillera, no estaba dirigida por Fidel -nosotros queríamos unirnos a Fidel que era el jefe indiscutible de la Revolución- sino por un desconocido argentino al que le decían el Che. Fidel había hecho en julio otra columna y había ascendido a Comandante al Che después del Uvero dándole el mando de esta columna No.4.

Junto con él estaba Ramiro Valdés y Ciro Redondo, ambos combatientes del Moncada. Nos costó mucho trabajo entrar porque nos decían que éramos muy muchachos; aunque nos pusimos más años de edad, pero descubrieron que realmente éramos unos vejigos. Enrique tenía 14 años y yo 16. Nosotros queríamos estar de todas maneras con Fidel y teníamos en mente que tan pronto nos encontráramos con él trataríamos de hablarle para pasarnos para su columna. En definitiva, nos encontramos después.

Haciendo un resumen de estos diecisiete meses: con el Che estuvimos once meses, primero cuatro, desde agosto hasta noviembre. Con Fidel luego seis meses, de diciembre hasta mayo del 58 y en mayo volví otra vez con el Che. Ya Enrique estaba con él.

La primera etapa fue muy difícil y al final el Che nos disparó para la escuadra llamada de los Descamisados. Ahí estaba la gente que no servía, los que lloraban porque tenían hambre o porque les tiraban los aviones. Dos veces deploraron aquella escuadra y nos quedamos nosotros. Luego el Che empezó a ver en nosotros a dos pichones de revolucionarios que podían ser útiles, sabía que no teníamos familiares ni amigos o alguien que conociéramos en aquellas montañas o en aquella columna.

Con Fidel sí fui un mejor soldado. En tres meses uno se acostumbra a las montañas aquellas; empecé a caminar mejor, a sentirme mejor. Y en esas condiciones un día sin proponérmelo Fidel me hizo teniente y con el grado de teniente empecé en la columna No.1. Me enteré que el Che había formado otra columna después de haber estado herido en un pie. Lo fui a ver para saludarlo porque realmente sentía mucha admiración por él, y me preguntó que dónde estaba, qué hacía. Me dijo: ¿quieres estar con nosotros? Le dije que era teniente y que tenía un arma automática, y me respondió: te aseguro las dos cosas.

Así empecé a formar parte de la gente que, una vez terminada la ofensiva del ejército de Batista en la Sierra Maestra, formaron parte de la invasión y así vine en la invasión como un teniente más de la retaguardia del Che.

Entrevistadora: ¿Qué cualidades admiraba del Che?

Entrevistado: En primer lugar, no siendo cubano, luchaba como el mejor en aquella guerrilla nuestra y lo veía como algo similar a lo que hizo el generalísimo Máximo Gómez en nuestra Patria. A mí me causó admiración que una persona que no hubiera nacido en Cuba estuviera jugándose el pellejo y pasando las dificultades que existían; como conocen, él era asmático y, sin embargo, tenía una voluntad de hierro.

 Era además un hombre muy valiente, yo diría que temerario. Temerario es aquel que hace lo que tiene que hacer sin pensar en el miedo, o sobreponiéndose al miedo; miedo siempre tiene uno. El Che siempre estaba en la primera línea, en la etapa del desembarco como soldado, después fue el primero que capturó un fusil. Siempre dispuesto a la misión más riesgosa. Yo recuerdo ver como actuaba ante la aviación, ante los morteros, ante una emboscada.

En Santa Clara un 31 de diciembre, el último día de la guerra, el Che montado en un tanque fue a preguntarme cuándo se caía la Audiencia. Ya habíamos tomado la cárcel. Me dio pena porque llevábamos tres días haciendo de todo y recuerdo que me dijo: No te preocupes que esta gente no tiene escapatoria, no tomes las cosas muy a pecho y sigue combatiendo como están que esta gente dura poco. Al otro día se rindió el ejército y se fue Batista de Cuba.

Admiraba a los combatientes por su valor personal, por encima de su nivel, si era universitario o no. Está el caso de Silverio Blanco, del que hablo en el libro y que fue soldado mío, después teniente de la columna No.8 y al morir en Cabaiguán, una semana antes de terminar la guerra, el Che lo hizo Capitán siendo analfabeto; pero era este un hombre de valor temerario como Julio de la Iglesia, José Ramón Silva. Alrededor de quince hombres eran temerarios así, otros eran valientes en un momento determinado o valientes obligados porque tenían que demostrar el valor a pesar de tener bastante miedo.

Admiraba la justicia con que distribuía todo. El Che no comía mejor que nosotros. Pero además había justicia a la hora de repartir las botas, los abrigos, las cosas que llegaban, las armas; el que se ganaba un arma peleando era suya. Tu veías gente muy barbuda y peluda con una escopetica y veías a otros casi sin pelo, pero con un garand y decías: Este es un tipo valiente porque se ganó ese fusil arrancándoselo al enemigo.

De esa manera era con los grados. Había que sudar tinta para ganarse el grado de teniente o de Capitán con el Che. Era muy exigente y poco dado a recibir elogios. A cualquiera le decía guataca, aunque lo quisiera realmente. Tú hacías una cosa bien y para él era normal. Creía que las cosas había que hacerlas bien. Y cuando las hacías mal, los pescozones que te daba y los señalamientos críticos eran tremendos.

Muy inteligente y audaz, sin haber pasado una escuela militar, salvo la que pasó en México con el General Bayo. En los casos de la invasión indicaba hacer cosas como pasar una línea o pensar en cómo un barco iba a dar al centro de las Villas; o en Santa Clara, después de tomado Caibarién y Remedios nunca pensé atacar Santa Clara que tenía cerca de tres mil soldados y nosotros éramos cuando más quinientos y sin embargo decidió atacarla porque el enemigo estaba en su momento más crítico.

Tenía un gran corazón, a pesar de ser un tipo duro. Su atención a los campesinos curándolos, sacando muelas, campesinos que tal vez nunca habían visto un médico. El trato a los guardias enfermos o heridos en combate a los cuales curaba también. Por otro lado, era una persona muy sencilla. Nunca quiso que lo llamaran Ernesto Guevara de la Serna o Comandante. La mayoría de las veces decíamos el Che o argentino. Así es como lo conocí en la guerra.

Entrevistadora: ¿Cómo fue su relación después de terminada la guerra?

Entrevistado: Después de terminada la guerra, entre el 59 y el 64, nos tocó vivir un grupo de momentos importantes. En la Cabaña estuvimos juntos varios meses. En el libro relato las relaciones con él allí, yo como Capitán, Jefe de un batallón de la Cabaña y las actividades que realizábamos. Después se formaron las fuerzas tácticas y fuimos a dar a las Villas, al centro del país. Aunque él estaba ya en el Banco, iba a visitarme de vez en cuando.

Por último, recibí la instrucción suya de ser el Jefe de las fuerzas que irían a construir la Ciudad Escolar del Caney, hoy Ciudad Escolar Camilo Cienfuegos. Allí nos visitó en seis meses, dos o tres veces por mes, incluso hizo trabajo voluntario con nosotros un 11 de noviembre. Se tiraba en una avioneta y no sé si estaba practicando aviación o quería vernos, pero se tiraba en un terraplén con Eliseo de la Campa de piloto.

Después un día me planteó la tarea de que fuera Director Nacional de Milicias. Había sido trazada por Fidel la idea de crear las milicias el 22 de octubre del año 59. Yo le dije que no tenía capacidad para aquello pero me dijo que él me ayudaba. Y me convenció. Salí de Oriente a trabajar en toda la formación de las milicias y pude participar junto a Raúl y Fidel quien me daba instrucciones directas mientras el Che me daba seguimiento. Me citaba a las dos o tres de la mañana en el Banco Nacional y allí me chequeaba; había que prepararse bien porque los señalamientos críticos eran duros.

Algo curioso que me demostró su sencillez, era como los billetes que hizo como Presidente del Banco no los firmó como Ernesto Guevara de la Serna sino como Che; sus escritos igual los firmaba como Che. Luego de las Milicias pasé al Ejercito Occidental y me llamaba de vez en cuando. Yo fui a su casa a visitarlo varias veces. En realidad, le tenía cariño y no quería demostrárselo mucho para que no pensara que era un guataca.

También recuerdo que nos citaba a cualquier hora de la madrugada a algunos combatientes que habíamos luchado junto a él para leernos escritos redactados a propia mano para la Revista Verde Olivo y a los cuales realmente no había nada que agregarle. En ocasiones alguien decía algo. Recuerdo que una vez alguien dijo: Che, hay que poner ahí que fulano corrió en ese combate. Y no respondió nada. Como a los cinco minutos volvió el amigo: Che, no puso que fulano corrió en ese combate, a lo que respondió: Cállate vos que tú también tenés tu historia.

Sin saber un día, me citó al Ministerio de Industrias como a la una de la mañana y me pidió que reuniera a todos los invasores de la columna No. 8 que quedaban vivos, él se encargaría con Sergio del Valle y William Gálvez de reunir a los que quedaban de la columna de Camilo. En la finca de recreo Las Mercedes en La Habana, nos reunimos el 13 de septiembre del 64. Allí estuvo Raúl, Dorticós, Ramiro, Sergio del Valle y los padres de Camilo. Recorrió así todos los pelotones; de los ciento cuarenta y dos combatientes que salimos quedaban unos cien y de la columna de Camilo –que eran unos 75- quedaban unos cincuenta más o menos.

Luego de pasar revista a las dos columnas, habló a todos y fue algo muy bonito por ser el quinto aniversario de haber salido de la invasión. Nadie se imaginaba que sería la última vez que veríamos físicamente al Che. Era una despedida.

El Che a mi juicio era un ejemplo de revolucionario y combatiente a imitar. Hay que estudiar, sin dudas, su pensamiento en sus discursos y escritos. Leyéndolos hoy, a 54 años de su partida física, vemos que tienen una actualidad tremenda. Como dijo Fidel: “las viejas y nuevas generaciones tienen mucho que aprender del pensamiento y el escrito del Che”.


Muchas gracias por esta entrevista.
Te deseo éxitos en tu carrera.

Fin de la entrevista. Así mostraba con su modestia de siempre, el General Acevedo, a quien fue su jefe en la guerra y las relaciones que mantuvo con él, después del triunfo de la Revolución. “Con solo 16” es el titulo de un apasiónate libro de la autoría de Acevedo, que muestra la heroicidad de la juventud cubana y la identidad de ella con su máximo líder Fidel Castro Ruz y con el Che.


(*) Periodista, politólogo y analista internacional.

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