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domingo, 13 de junio de 2021

ENCUENTROS CASUALES CON EL CHE. RECUERDOS Y ENSEÑANZAS.

Por Dr Alexis Codina Jimenez, Facebook

El próximo 14 de junio, el Che cumpliría 93 años. Buena oportunidad para recordar algunas prácticas de su actividad como dirigente administrativo. En estas notas se presentan recuerdos que conserva el autor de encuentros casuales que sostuvo con el Che, y las enseñanzas que representaron para él, como un modesto homenaje de admiración y respeto a un hombre excepcional, en un aniversario más de su nacimiento.

El primer intercambio.

La primera vez que conversé con el Che fue a fines de 1960. Yo trabajaba como Contador de una empresa panificadora que se había intervenido por el Estado, por acciones de sabotaje que venían haciendo sus dueños para crear dificultades en el suministro de pan y, con esto, generar malestar en la población.

La situación de su contabilidad era desastrosa. Los registros contables tenían más de un año de retraso. Debíamos presentar los estados financieros en pocos días y había que trabajar mucho para poder hacerlo.

Una noche, alrededor de las dos de la madrugada, tocaron a la puerta de la fábrica. Cuando abrí me encontré con el Che, sólo atiné a decirle: “Comandante, ¿qué hace Ud. aquí a esta hora?”. Me respondió: “eso es lo yo te pregunto, porque yo soy el Ministro que debe atender estas empresas en el país”. Me preguntó mi nombre, qué hacía allí, edad (18 años). Después, quiso recorrer la fábrica, (las panaderías trabajan en la madrugada) le preguntó a los trabajadores sobre su trabajo, su familia, cómo se sentían con la nueva administración, entre otras cosas.

Al concluir el recorrido me dijo “vamos para tu oficina que quiero hacerte un examen”. Confieso que me ericé, no tenía ni idea de lo que podría preguntarme. Recuerdo muy bien las tres preguntas que me hizo, serían las que yo le haría a un Director de Empresa, en estos tiempos.

1-¿Cómo están los costos y cómo era su comportamiento?.
2-¿Cómo estaban los inventarios de materia prima, sus niveles y su control?.
3-¿Cuál era el comportamiento de las cuentas por cobrar y por pagar?.

Además del intercambio se detuvo en explicarme la importancia de cada pregunta, que resumo en lo siguiente:

-Los “costos”, porque es la expresión principal de la eficiencia, donde se expresa la utilización de los recursos.

-Los “inventarios”, porque son los que garantizan la continuidad de la producción; además, ya empezaban las medidas de bloqueo por de los EEUU, y debíamos garantizar su conservación y uso más eficiente.

-Finalmente, las cuentas “por cobrar”, porque su cobro oportuno permite recuperar el dinero que habíamos gastado y poder volver a producir. En el caso de las “cuentas por pagar”, porque “no debemos trabajar con el dinero de otros”. Además, los abastecedores, pudieran interrumpir los suministros.

Al concluir el intercambio se despidió deseándome suerte.

Reconocimiento, reprimenda y sanción al mismo tiempo.

En enero de 1962 se inauguró una fábrica grande, productora de galletas. Al triunfar la Revolución, los equipos estaban en cajas y, la construcción civil en sus cimientos. Hacía falta hacer muchas cosas para ponerla a funcionar. Pero, era muy necesaria para la alimentación del pueblo en aquellos momentos. El Director de la Empresa Consolidada de la Harina (ECH), a la que estaba adscrita, el Capitán Jesús Suárez Gayol (“El Rubio” de la guerrilla del Che) realizó un trabajo extraordinario para que empezara a producir.

Tuvimos que hacer muchos gastos: compra de materiales, transporte, contratar constructores, etc. Los fondos los tomábamos de las cuentas bancarias de las fábricas que se iban incorporando a la ECH (por intervención, salida del país de los dueños, etc). Esto no podía hacerse, esos fondos debían transferirse inmediatamente a una Cuenta Centralizada que tenía el Ministerio de Industrias (MININD) y hacer un Presupuesto de Gastos para la nueva fábrica que se incorporaba.

Pero, esos trámites “burocráticos” retrasarían mucho la conclusión de la fábrica y había necesidades alimentarias urgentes. En esa fecha, yo era Jefe de Contabilidad de la ECH y, entre otras cosas, debía “buscar la plata para esos gastos (muchos eran realmente inversiones)”, me decía Gayol, y “garantizar que todo estuviera bien documentado y registrado”. No podía haber alguna duda sobre la legitimidad de estos gastos.

Concluyó la construcción y puesta en marcha de la fábrica, que fue inaugurada por el Che, con un discurso muy bello y emotivo, donde destacó la importancia de la fábrica y el esfuerzo realizado para concluirla. Al terminar, se acercó a Gayol, lo felicitó por “el extraordinario esfuerzo que había hecho, y la importancia de esto para la alimentación del pueblo”. Pero, le hizo una reprimenda por su indisciplina, “eres un libretero”, le dijo (expresión que significaba hacer cosas sin respetar disposiciones) y le puso una sanción por “indisciplina financiera”.

El Che era muy exigente en cuanto al manejo de los recursos y la disciplina financiera. Decía “aquí se puede meter la pata (es decir cometer algún error) pero no se puede meter la mano”. Las disposiciones que emanaban del MININD sobre estas cuestiones había que respetarlas estrictamente.

A partir de ese momento Gayol fue mucho más exigente conmigo. Cuando le llevaba un cheque para su firma, me preguntaba y verificaba todo. Me decía "no quiero que el argentino me haga otra crítica y me vuelva a sancionar".

Tengo temor de hablar con el Che y que me convenza.

El Che le prestaba mucha atención al personal técnico que, con la política de estimulo al exilio por parte de EEUU, ponían en crisis la operación de grandes plantas industriales. Muchos ingenieros y técnicos se habían formado en EEUU y ocupaban posiciones decisivas en la dirección de las empresas. Con una población semi-analfabeta, el valor de este personal era inestimable. El Che mandó a preparar un listado de los técnicos más importantes en cada rama, con los que sostenía largas reuniones. Uno de los casos más connotados fue el del Ing. Demetrio Presillas, especialista de alto nivel en la producción de níquel que, a pesar de jugosas ofertas monetarias que le hicieron, decidió quedarse en Cuba y, gracias a su trabajo, se logró poner en funcionamiento una planta de níquel que estaba paralizada.

En la ECH teníamos un Contador Público muy experimentado, que era brillante. Era Jefe de Contabilidad de una de las empresas de confitería más importantes del país, la única que tenía un equipamiento de IBM, lo último en tecnología de procesamiento de datos en aquellos momentos. Allí, y con la colaboración de Fernández (llamémosle así), consolidábamos los estados financieros de todas las fábricas y unidades de la empresa todos los meses.

En una ocasión, el Che le planteó a Gayol que le dijera a Fernández que quería tener una conversación con él, que le habían hablado muy bien de su capacidad y de su trabajo y quería saludarlo personalmente. Gayol le habló de esto varias veces a Fernández y este lo eludía, decía que lo agradecía, pero que “tenía mucho trabajo”.

Como yo tenía más vínculos de trabajo con él, porque era su “superior funcional”, y colaboraba mucho conmigo, Gayol me pidió que hablara con él. Aproveché la mejor ocasión que se me presentó. Cuando se lo planteé, me hizo una confesión sorprendente: “Alexis, créeme que me siento muy honrado con esta deferencia del Ministro. Pero, te voy a confesar lo que me sucede. Estoy muy comprometido con mi familia a irnos del país y tengo temor de hablar con él y que me convenza de que debo quedarme".

El Che respetó el deseo de Fernández y no insistió más en el encuentro. Gayol le propuso al Che que Fernández hiciera todo el sistema contable, financiero y organizativo de una nueva empresa distribuidora y que, al concluirlo, pudiera marcharse del país. El Che aprobó esto, el trabajo se terminó en unos meses, Fernández capacitó al personal y se marchó con su familia. A los pocos meses era Gerente para América Latina de una empresa editorial transnacional.

Hay que saber lo que podemos pedirle a los hombres.

El Che era muy exigente, pero también muy realista al pedirle cosas a los hombres. En una ocasión, estábamos de recorrido por una provincia del interior del país, con Gayol. Cuando visitábamos una panadería-dulcería de unos 20 trabajadores, nos impresionaron las cualidades del administrador, un hombre joven, con mucha energía, dominaba muy bien la fábrica y sus problemas, tenía magníficas relaciones con los trabajadores, que le mostraban respeto y admiración.

En esos momentos, una de las fábricas más grandes, adscritas recientemente a la ECH, que tenía alrededor de 150 trabajadores y una tecnología relativamente compleja, estaba sin administrador. Gayol pensó que, considerando los éxitos del administrador de la fábrica que visitábamos, podría proponérselo al Che como Administrador para la otra fábrica.

Casualmente, el Che estaba también de recorrido por la provincia y coincidimos en la fábrica que visitábamos. Gayol, después de mostrarle la fábrica y comentar las cualidades de su administrador, le planteó al Che que pensaba proponérselo para administrar la fábrica donde teníamos vacante esta plaza. El Che le dijo: “Tu eres el Director de la empresa y tienes autoridad para proponer los cuadros que consideres reúnen las condiciones. Pero, te sugiero que antes valores bien la propuesta. Esta es una fábrica pequeña, el administrador puede conocer y relacionarse con cada trabajador; la otra, requiere dirigir analizando números, consultando técnicos, es otro mundo. Hay que saber lo que podemos pedirle a los hombres”. Cuando se retiró, Gayol me dijo “que inteligente es el argentino este”. “Por eso es el Ministro”, le respondí.

Después encontramos otro compañero con mejores condiciones para administrar la otra empresa. Cuando se promovió al administrador que habíamos evaluado para administrar una fábrica más compleja, no dio la “talla”. El Che tenía muy claro lo que años después, en la bibliografía sobre management, le llaman “El Complejo de Peter” (la gente asciende hasta su nivel de incompetencia).

Prefiero que me descuenten una semana de sueldo a que el Che me diga que suspendí el exámen.

El Che generaba, en los que trabajaban con él, un elevado sentido de responsabilidad y compromiso. Era una cuestión de honor cumplir sus orientaciones, lograr desempeños que se correspondieran con sus expectativas. Las sanciones que imponía a los cuadros tenían un carácter eminentemente educativo.

Entre las prácticas que estableció, en la dirección del MININD, estaba que, cada dos o tres meses, le hacía un examen escrito a los Directores de Empresas, donde les preguntaba sobre el cumplimiento de los planes de las actividades productivas que atendían, el comportamiento de los costos, el estado de las finanzas, entre otros indicadores económicos.

Al iniciarse el Consejo Ampliado, los asistentes hacían el “examen”, que se entregaba a especialistas del ministerio que evaluaban la consistencia de las respuestas, durante el tiempo que se desarrollaba el Consejo. Al concluirlo, se informaban los resultados, con la presencia del Che que, generalmente, hacía comentarios sobre los que obtenían peores resultados.

En varias ocasiones, tuve que preparar a Gayol para el “exámen”. Le entregaba informaciones sobre las cuestiones que podrían preguntarle (no siempre eran las mismas); a los dos días, tenía que preguntarle, para verificar si se las había aprendido. Me decía: “Tú no te imaginas cómo se siente uno cuando el Che te dice que estás suspenso, quisieras que te tragara la tierra. Prefiero que me descuenten una semana de sueldo a que me diga que estoy suspenso”.

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