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lunes, 19 de julio de 2021

Efectos “colaterales” de la pandemia en Ciego de Ávila

Por Katia Siberia


En la provincia existen unos 40 centros de Salud Pública donde el consumo social se distribuye cada día. La mayoría, centros de aislamiento. Fotos: Alejandro García

¿Cómo alimentar a los miles de trabajadores o sospechosos y enfermos que hoy se enfrentan al virus, cuando las toneladas de alimentos no van en aumento?

Aun cuando el Ministro de Economía admitiera que en este semestre el país ha ingresado 481 millones de dólares menos que lo contabilizado en el primer semestre del 2020, y aun cuando sepamos que alrededor del 70 por ciento de los alimentos que consumimos son importados a un costo elevadísimo que ronda anualmente los 2 000 millones, otra certeza también ronda esos números: para la Salud Pública no se escatiman los gastos por más finitas (o negativas) que sean esas cuentas.

Y esa certeza, “traducida”, la tiene José Enrique Lemos Frómeta, subdirector de la Dirección Provincial de Economía y Planificación, quien asegura que en ningún centro de aislamiento, ni en los hospitales, ni en ninguna instancia sanitaria, los sospechosos, confirmados y personal que trabaja por asistirlos ha dejado de comer.

Tal garantía, sin embargo, se sostiene con producciones que han descendido a niveles impensables y han obligado, por tanto, a la búsqueda de alternativas, no siempre agradables al plato. “El reto está en que tengan desayuno, almuerzo, comida y las meriendas, y eso en este momento de crisis es complicado”, dice Lemos Frómeta, sin obviar que los pacientes y el personal que está en la Zona Roja reclaman, a veces, una variedad que no es posible suministrarle a las alrededor de 14 000 personas que cada día se alimentan del consumo social de Salud Pública.

Los datos no lo dejan mentir

En el mes de junio hubo varios días en que el peso promedio de los cerdos que llegaron al matadero anduvo entre 30 y 35 kilogramos (kg); y eso cuando las normas establecidas (cuando antes había alimento animal) rondaban los 90 kg. Con cerdos que han “mermado” tres veces y con cifras que durante este semestre se han movido cada mes sobre las 200 toneladas (t) en pie, ¿para qué alcanza?

Con la calculadora en la mano Lemos Frómeta saca sus cuentas: las 200 t de cerdo en pie las lleva a cerdo en banda, y luego a carne deshuesada. Resultado: 67 t.

Pero contextualicemos el dato. Digamos que una vuelta de picadillo de la canasta básica equivale a unas 100 t, y que la otra vuelta de embutidos (mortadella y jamonada) son otras 100. Por tanto, una parte no despreciable de ese cerdo será materia prima para la cuota de la bodega.

Aun así, el menú que seguirá llegando a esos centros priorizados de Salud serán diferentes tipos de picadillo, embutidos, masas, croquetas… y cuanto producto admita extensores de harina o soya y logre “el milagro” de hacer crecer lo poco.

No hay otra manera de decirlo: no alcanza. Y pasa lo mismo con la res. En el mes de junio esta provincia sacrificó 433 cabezas. Apenas acumularon 121 t, y cuando el subdirector provincial de Economía y Planificación les calculó el rendimiento se redujo a 32 t de carne de res; y solo 14 de primera. Una conclusión que ya algunos deben haber ingerido es que esa carne de primera no alcanza ni para niños, embarazadas y dietas médicas, una población que debe recibir aquí, como promedio, unas 50 t cada mes.

¿Entonces? “Es difícil en esas condiciones hablar de prioridades, porque ni para eso alcanza”, sostiene el Subdirector, quien adelanta otra realidad no menos inquietante: lo que se ha informado hasta el momento es que el pollo importado para julio se adquirirá a finales de mes en Estados Unidos, por tanto no tenemos suficiente pollo ni para los hospitales.

No obstante, las gallinas de la Empresa Avícola, que este año ha promediado meses de 30 000, han venido a sustituir una parte de la carne de aves. (Recordemos que solo asociados a Salud Pública existen hoy unos 14 000 comensales diarios y que esos animales no son resultado de la ceba intensiva).

La producción de huevos oscila aquí en unos 300 000 cada mes, explica Lemos Frómeta, quien reconoce al mismo tiempo que los planes de esa empresa son inferiores a otros años y que ni siquiera se ha podido restablecer los 10 huevos de la canasta (seguimos recibiendo nueve). De ese total de huevos se alimenta, fundamentalmente, además de Salud Pública, el resto de los organismos, entre los que se encuentra una brigada de la construcción, por ejemplo. “Sabemos que es duro, reitera, pero no ha quedado otra opción”.


La situación se ha complejizado hasta para los frijoles, pues “ hace dos meses no podemos distribuirlos para los organismos, hemos tenido, incluso, que importarlo; y en el caso de la disponibilidad de harina solo nos ha permitido darle un pan por día a cada trabajador de Salud o personal que labora en eso servicios, uno a los ingresados en los centros de aislamiento y tres a los pacientes de los hospitales. En estas condiciones, cuando el 88 por ciento de la harina de la que disponemos la consume la canasta básica, no hemos podido hacer más”.

Aun cuando Invasor podría adentrarse en el estado actual de otros recursos, leche, yogurt, siropes, viandas… y su disponibilidad para el consumo social, Lemos Frómeta coincide en que hoy las afectaciones más serias obedecen a productos que, o son importados, o se afectan indirectamente por las bajas importaciones; entre ellos los piensos que inciden en la ceba de cerdos y la producción de huevos; el trigo para mayores volúmenes de harina, y los fertilizantes para obtener mejores rendimientos en la Agricultura.

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