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sábado, 10 de julio de 2021

Libro "El CHE MINISTRO. TESTIMONIO DE UN COLABORADOR " 2ª Edición ( CapituIo VII)

 Por Tirso.W.Saenz

CAPÍTULO 7

LA VISION ESTRATEGICA DEL CHE

·         Las líneas estratégicas generales

Aunque los esfuerzos por recuperar, mantener y, más aún, ampliar l
os niveles y surtidos de la producción, después del triunfo de la Revolución, exigiesen esfuerzos inconmensurables, el Che insistía en que no podíamos perder la visión prospectiva, que comprendía el propósito también de fomentar la base productiva industrial. Eso exigía un trabajo aún más arduo y complejo, aunque imprescindible para el desarrollo del país. El siempre reflexionaba sobre el tema en las reuniones, alertándonos para que no permitiésemos que lo cotidiano nos hiciese olvidar el futuro.

Ese abordaje reforzaba la necesidad de trazar una estrategia que permitiese, simultáneamente con las tareas urgentes y de corto plazo, sentar las bases del sistema industrial cubano con visiones a mediano y largo plazos. Urgía pensar en líneas de acción estratégica definiendo temas y sectores sobre los cuales trabajar prioritariamente para establecer los fundamentos básicos de sustentación del desarrollo industrial en general.

La base científica y tecnológica

Mantener la producción en circunstancias tan adversas era, de por sí, una tarea que requería ingentes esfuerzos de dirección. Realizar esto y, al propio tiempo, elaborar sobre la marcha una estrategia que permitiera tomar medidas tempranas para asegurar el futuro, promoviendo y utilizando de manera adecuada el desarrollo de la ciencia y la tecnología, significó un esfuerzo que confirma la visión y la voluntad de la Revolución Cubana, y, en el caso particular del Ministerio de Industrias bajo la dirección del Che.

Para el Che el trabajo científico y tecnológico debía apoyar las tareas actuales de la producción y su desarrollo ulterior, así como sentar, simultáneamente, los cimientos de su despliegue futuro.

En una carta a Carlos Quijano, del semanario Marcha de Montevideo, publicada el 12 de marzo de 1965, que se volvió famosa en un texto conocido como “El Hombre y el Socialismo en Cuba” [1], el Che afirmó que

 la construcción de la nueva sociedad se basaba en dos pilares fundamentales: la formación del hombre nuevo y el desarrollo de la técnica”.

En esta propia obra hizo notar que:

[...] En ambos aspectos nos hace falta mucho por hacer, pero es menos excusable el atraso en cuanto a la concepción de la técnica como base fundamental, ya que aquí no se trata de avanzar a ciegas sino de seguir durante un buen tramo el camino abierto por los países más adelantados del mundo[2].

O sea, que, en su concepción, la tecnología – o la técnica, término más empleado en aquella época en Cuba – era una parte indisoluble de un proceso de concientización para alcanzar las elevadas metas que se proponía la Revolución.

Esta concepción no fue simple retórica, sino que debe ser comprendida como una muestra más de la integralidad del pensamiento del Che. El desarrollo científico y tecnológico se convirtió en elemento esencial en su visión perspectiva, no sólo en sus aspectos más generales y conceptuales, sino también en la determinación de líneas definidas y concretas y en su consecuente implementación y acción.

En un informe sobre las actividades del Ministerio en el período comprendido entre 1961 y 1962, resaltaba: 

Nuestro punto de referencia debe ser penetrar rápidamente en el dominio de aquellas ramas industriales que tienden a crecer aceleradamente y que darán fisonomía al mundo industrial en la próxima generación. Es necesario prestar atención preferente a lo que es nuevo en el terreno industrial, a lo que tiende a desarrollarse más rápidamente, sin llegar a subestimar lo convencional. Estas nuevas tendencias industriales están muy ligadas al dominio de la química, la electrónica, la mecánica fina o de precisión, la técnica de fabricación de nuevos metales, etcétera. Si nuestro sistema industrial se perfila desde un comienzo acorde a las tendencias más progresistas y a las posibilidades objetivas, se estarán asegurando para el futuro altas tasas de incremento de la productividad, y por ende, del nivel de vida; habrá la posibilidad de actuar en el mercado internacional en un plano verdaderamente favorable, de conseguir una situación cualitativamente distinta a la presente[3].

Las tecnologías autóctonas como elemento estratégico

En el editorial que escribió en 1962 para el primer número de la revista Nuestra Industria Tecnológica, el Comandante Guevara formuló la siguiente idea:

…debemos (…) desarrollar tecnologías que nazcan de las condiciones concretas de nuestro suelo, de nuestras materias primas, de nuestro ambiente cultural y de nuestro desarrollo actual, para poder dar al mercado cubano y al mercado mundial, los productos de nuestro suelo elaborados hasta el máximo permitido por la técnica, de acuerdo con la inventiva y la ciencia de nuestros propios tecnólogos[4].

Poco tiempo antes, había expresado:

…la ciencia puesta al servicio del pueblo es una gran ayuda para el tránsito al socialismo (...) Nosotros podemos apoyarnos en una tecnología propia, en una ciencia de vanguardia que podemos desarrollar en pocos años[5].

Una noche, en su despacho, tuvimos una larga conversación sobre el tema de las tecnologías autóctonas. La esencia de lo que me dijo fue la siguiente:

-          Tú estás viendo la importancia y la atención que le presto a todo el trabajo de las nuevas inversiones de tecnologías extranjeras y a las construcciones que estamos haciendo. Sin esto no podríamos avanzar en nuestro proceso de industrialización. Sin embargo, y sin que esto signifique un criterio autárquico, tenemos que desarrollar tecnologías que sean apropiadas a nuestras posibilidades científicas y financieras, a nuestros propios recursos naturales y nuestras propias características culturales. Esa es la labor que tu Viceministerio (para el Desarrollo Técnico) tiene que realizar, paciente pero sistemáticamente y con toda decisión. Piensa en los productos que podemos desarrollar a partir de la caña de azúcar, de nuestras lateritas, de nuestros recursos minerales, de la infinidad de productos, inclusive medicamentos, fibras, alimentos, etc. que podrían salir de nuestra flora. Eso permitirá también crear un inmenso potencial de científicos, ingenieros, especialistas de todo tipo, que, con el tiempo y la experiencia adquirida, podrá acometer cualquier tarea técnica, de cualquier dimensión. Eso sí, estamos hablando de técnicos revolucionarios dispuestos a dar todo su esfuerzo a estos propósitos. No de “blandengues” y de acomodados que quieren trabajar sólo 8 horas. Esta es una tarea de entrega total. Ya ves, esa es tu gran responsabilidad. Usa tu “cabecita”[6] para acelerar el desarrollo de tu Viceministerio. Yo no te puedo orientar en los detalles de cómo abordar los temas de la investigación; tú tienes una mejor formación en ese sentido. Apóyate en los cuadros y en los asesores extranjeros que tenemos y que tienen una gran experiencia.

Esa conversación fue decisiva para mi trabajo al frente del Viceministerio, así como posteriormente en las distintas responsabilidades que ocupé en la esfera científico-tecnológica.

El Che fijó con claridad que las empresas productoras debían tener una participación activa en el desarrollo tecnológico y que el desarrollo de tecnologías autóctonas no era privilegio exclusivo de los institutos de investigación, si bien a ellos correspondía abordar aquellas más complejas. Insistía en que:

…para que la empresa pueda tomar su característica de empresa productora, con todo lo que significa (…) tiene que ser investigadora de las materias primas, (…) creadora de nuevos procesos…[7]

Ocurría que las empresas productivas, excepto Nicaro y otras pocas, no disponían de recursos adecuados en términos de laboratorios, plantas piloto, talleres de prototipos y personal de investigación y desarrollo. En el caso de Nicaro, donde existía una buena planta piloto, las tareas principales de desarrollo fueron realizadas en la propia fábrica y no en el Instituto Cubano de Investigaciones Minero Metalúrgicas (ICIMM), que no tenía los recursos materiales para emprenderlas.

Otros ejemplos: en 1962, le encargó a la Empresa Consolidada Automotriz el desarrollo de piezas de repuesto para el transporte susceptibles de fabricarse en Cuba; a la Empresa de Madera Artificial, la búsqueda de impermeabilizantes baratos factibles de utilizarse en Cuba; a la de Agua Minerales y Refrescos, la búsqueda de nuevos productos cubanos.

·         La planificación y la definición de prioridades

Para atender los objetivos expresados por el Che, expresados anteriormente, era necesario trazar una visión estratégica con un horizonte temporal a mayor plazo, superior al anual. Èl, entonces, dio instrucciones precisas a la Dirección General del Plan Perspectivo, para  elaborar un proyecto de plan quinquenal para 1965-1970, continuar trabajando en cifras proyectadas más allá de estas fechas, así como en el análisis de las grandes líneas de producción que debían priorizarse en el país.

Para abordar el desarrollo a largo plazo se requería comenzar un proceso de precisión de las producciones fundamentales que debían desarrollarse prioritariamente en Cuba, tratando de asegurar un equilibrio entre la producción de medios básicos (bienes de capital) y de consumo.

Se concebía además la necesidad de especialización en diferentes ramas, tomando en consideración las posibilidades de colaboración con los países socialistas; la sustitución de importaciones y la creación de nuevos fondos exportables por medio de nuevas inversiones.

Al mismo tiempo, debía preocuparse por el aseguramiento de tecnologías de avanzada, sobre todo de aquellas cuya inserción en el proceso cubano de industrialización garantizara un desarrollo económico y social armónico y acelerado.

La Dirección del Plan Perspectivo estaba dirigida por Miguel A. Figueras[8], un joven economista de sólida formación, quien se rodeó de un pequeño pero valioso equipo de especialistas de diferentes ramas. Ellos se dedicaron con tesón a esta tarea y elaboraron diferentes documentos de proyecciones ramales, como paso previo a una visión más integral. En aquellos momentos, un plan de visión a cinco años nos parecía un plazo prolongadísimo a muchos de nosotros, que aún no estábamos acostumbrados, ni teníamos la menor idea sobre el significado y valor de los enfoques estratégicos.

En un artículo publicado en la revista Cuba Socialista en marzo de 1962[9], el Che esbozó, con la corta experiencia de aquellos años y estimando los rumbos posibles del desarrollo del país, una estrategia para la industria cubana. En ese momento señaló cuatro líneas importantes para la industrialización del país: la metalurgia, la construcción naval, la electrónica y los derivados de la caña de azúcar[10]. Como pilares básicos de estas líneas se planteaban a su vez tres elementos: el aprovechamiento racional de los recursos naturales, la creación de una base mecánica y la capacitación a todos los niveles.

En este capítulo, trataremos sobre esas líneas y sus pilares[11].

·         La creación de una base mecánica

La industria mecánica y la fabricación de piezas de repuesto fueron definidas como prioridades máximas desde el inicio del Ministerio como base fundamental de todo el fomento industrial. Sin esto, las tareas urgentes de recuperar y mantener la producción no serían posibles, ni tampoco serían viables las actividades relacionadas a las nuevas líneas para el desarrollo industrial indicadas por el Che en 1962, o cualquier otra iniciativa posterior de mayor envergadura.

Consecuentemente, se prestó especial atención a la creación y desarrollo de esa industria de modo de asegurar, desde el inicio, una base sólida para atender la gran necesidad de reparaciones de las instalaciones y maquinarias existentes, producir piezas de repuesto, así como desarrollar algunos tipos específicos de productos, en particular, de maquinaria agrícola, de gran importancia en aquellos momentos.

La industria mecánica era virtualmente inexistente antes del triunfo de la Revolución. En las propias palabras del Che era urgente: 

…desarrollar con toda energía la mecánica, rama fundamental para el desarrollo y mantenimiento de la industria”[12].

El Che, sin embargo, consideraba que el desarrollo de la industria mecánica debería ser visto apenas como un apoyo al desarrollo industrial, no como una rama principal del desarrollo. En ese sentido, deberían desenvolverse, en las primeras etapas, aquellos elementos para los cuales existiese condiciones adecuadas y considerando que la maquinaria agrícola debía apoyar al desarrollo de ese sector, señalado como eslabón fundamental de la economía en aquellos primeros años.

En esta dirección se dieron pasos firmes en diferentes provincias para crear o ampliar talleres mecánicos en fábricas existentes, y formar aceleradamente -tanto en Cuba como en el extranjero - una fuerza de trabajo calificada.

Resultados importantes de aquella primera etapa – como fue descrito anteriormente - fueron las primeras alzadoras y cortadoras de caña.

·         El aprovechamiento de los recursos naturales.

La búsqueda y la explotación de los recursos naturales propios, en particular los minerales, eran vistos como requisito indispensable para un desarrollo autosustentable. El Che subrayó la necesidad de seguir firmemente el desarrollo de la geología, de la minería, de la investigación y de la explotación y aprovechamiento de los recursos naturales en general. En este sentido expresó:

…debemos impulsar al máximo el aprovechamiento de nuestros recursos naturales, crear la base técnica necesaria para la detección, desarrollo e industrialización de nuestras minas y campos petroleros; hacer que cada metro cúbico del territorio nacional sea inspeccionado acuciosamente y explotado en el menor tiempo posible[13]. 

A la búsqueda de petróleo el Che le asignó una importancia fundamental:

…desde el punto de vista científico, hay que precisar exactamente (…) los minerales más interesantes para Cuba (…) en este momento, en Cuba tiene que dársele atención preferente al petróleo, porque ahora ha surgido la posibilidad real de encontrarlo en alguna zona, continuar las investigaciones de tal manera que podamos ver si es posible suprimir una importación que consume 80 millones de dólares al año[14].

Como vimos, en lo que se refiere a la prospección y búsqueda de  petróleo, hasta 1962 las actividades estuvieron bajo la responsabilidad del ICP. Posteriormente, se creó el Instituto Cubano de Recursos Minerales (ICRM) – sobre el cual se hablará en el próximo capítulo – que absorbió todas las actividades dirigidas a la investigación de todo el conjunto de esos recursos.

·         La metalurgia

El desarrollo de la metalurgia se asentaba en el aprovechamiento integral de las lateritas, no sólo para la extracción de níquel y cobalto, sino para la producción de aceros comunes y, lo que es todavía más importante, por su mayor valor agregado, para la producción de aceros especiales. Se planteaba igualmente el desarrollo de otros recursos minerales no metálicos complementarios, como la magnesita y la dolomita, además del mayor aprovechamiento de la extracción de cobre con vistas a su futura elaboración en productos tan necesarios como los cables eléctricos. En este análisis se destacaba la falta de recursos energéticos, elemento de importancia fundamental.

Definir el desarrollo metalúrgico, como línea estratégica, revestía una extraordinaria significación. Se proponía en primer lugar, como se señaló, la utilización integral de los minerales lateríticos, recurso natural abundante en el país – una de las mayores reservas en el mundo -, así como la búsqueda y desarrollo de otros recursos naturales, entre ellos, los energéticos. Se trataba de buscar un aumento de los fondos exportables del país y una especialización en la división internacional del trabajo con la comunidad del campo socialista. Se proyectaba la creación de una base propia de apoyo para la formación de la  industria mecánica, y se posibilitaban condiciones para un factible desarrollo industrial vertical a partir de las lateritas, todo lo cual tendía al establecimiento de relaciones horizontales con otros sectores de la producción y los servicios. Además, una cuestión básica: se propiciaba el afianzamiento y la ampliación de importantes polos de desarrollo económico en distintas partes del país.

En la base de toda esta proyección y, en las aspiraciones del Che estaban las posibilidades que parecían ofrecer las colas[15] de Nicaro, muy ricas en hierro, pero no en la forma de los minerales ferrosos tradicionales para producir arrabio[16]. Esto requería del desarrollo de tecnologías no tradicionales.

Entendí que era mi responsabilidad estudiar y documentarme muy bien sobre todo lo relativo a altos hornos, su tecnología, los parámetros principales que definen su eficiencia, las distintas variantes tecnológicas, etc. Cuando visité Polonia y Checoslovaquia en 1963 y 1964, solicité visitar varias siderúrgicas; nunca había visto una. En Checoslovaquia visité una planta grande y sostuve una larga conversación con el Director a quien le hice múltiples preguntas sobre el proceso. Era necesario aprender para poder contribuir con fundamentos las frecuentes discusiones que sobre este tema se realizaban en el Ministerio.

·         La construcción naval.

La concepción del Che acerca de la construcción naval fue un tema muy debatido. El consideraba que, dado el gran peso del comercio exterior en la economía abierta de Cuba la construcción nacional de barcos mercantes era un elemento estratégico importante.

Sin embargo, como los análisis técnico-económicos después demostraron, la fabricación de barcos mercantes de alto tonelaje no resultaba factible en Cuba, ya que se requieren grandes inversiones en la construcción de astilleros; del desarrollo vertical y horizontal de un conjunto de industrias estrechamente relacionadas de elevado nivel tecnológico - motores, calderas, estructuras metálicas, etc.- y de la importación de una gran proporción de equipos imposibles de producir nacionalmente. Por otra parte, las escalas de producción serían comparativamente bajas a escala internacional y sus costos de producción no serían competitivos.

En 1962, era admisible que el Che pudiera considerar la construcción naval de alto tonelaje como una línea prioritaria estratégica de desarrollo. Era escaso el conocimiento que teníamos en aquellos momentos de las enormes complejidades tecnológicas de ese tipo de construcción y de los elevados volúmenes de inversiones requeridos. Tampoco teníamos un dominio cabal de las posibilidades de la colaboración internacional, particularmente con los países socialistas. Mas, también era un momento en que las capacidades de la industria naviera de esos países eran insuficientes para satisfacer sus propias necesidades y que la hostilidad norteamericana podría dificultar el transporte comercial marítimo con Cuba en barcos de países capitalistas. Recordemos que, con el arreciamiento del bloqueo norteamericano, los barcos que llegan a Cuba son impedidos de entrar en los Estados Unidos hasta seis meses después. Esos factores producían una especie de espejismo que llevaba a creer en las posibilidades de desarrollo de esa industria en Cuba.

En 1963, fui a la Feria Internacional de Sopot, Polonia, al frente de una delegación del Ministerio de Industrias. Además de las gestiones para ver sobre el terreno diferentes productos que podrían ser adquiridos por Cuba, el Che me indicó visitar los astilleros de Gdansk para conocer de cerca la producción de barcos y las posibilidades de Polonia para ofrecernos la transferencia de tecnologías para la producción de barcos de alto porte. En el astillero fui atendido personalmente por un Viceministro de Comercio Exterior, quien, de forma muy enfática trató de convencerme de lo no viable que era para Cuba la producción de barcos. Desde un punto de vista económico y tecnológico, él tenía razón, pero el interés polaco realmente no iba en este sentido. Su interés era puramente comercial. Lo que más les interesaba era vendernos barcos, no tecnologías de producción de barcos. No le interesaba apoyar a un posible competidor dentro del campo socialista.

Esta fue mi primera visita a un país socialista. Llegué a Varsovia ilusionado en ver de cerca las maravillas que me habían hablado del Socialismo. Mis desilusiones comenzaron en las negociaciones que sostuve con varios dirigentes. En sus argumentos estaban ausentes criterios políticos, de solidaridad, y de apoyo al naciente desarrollo de Cuba dentro del Socialismo, aunque sí aparecían en la retórica oficial. Encontré criterios de negociantes de la peor estofa, tratando de vendernos a precios elevadísimos productos o plantas de la peor calidad. Al conversar con el Viceministro de Industrias que me atendió, yo le pregunté cómo los factores ideológicos influían en las decisiones estratégicas de la industria, Me sorprendí con su respuesta:

-          En estos asuntos de desarrollo, no necesitamos hablar de Marx ni de Lenin. Aquí lo importante es el dinero (moviendo sus dedos con la señal típica de dinero)

Cuando regresé a Cuba, muy decepcionado políticamente por lo que había visto, conté al Che mis impresiones me dijo:

-          Están “jodidos”. Un país en que no prevalecen los principios morales – ya ni hablar de los ideológicos – no se puede llamar un país socialista.

Este criterio me ayudó mucho a comprender las cosas que vería en los siguientes viajes que realicé a esos países.

La apreciación sobre el volumen de los buques a construir fue seguramente sobrevalorada; sin embargo, la necesidad de desarrollar una industria naviera para la flota pesquera se demostró justificada en aquellos momentos. Como los pasos iniciales de esta concepción estuvieron encaminados precisamente en esa dirección, los esfuerzos inversionistas y de formación de cuadros resultaron oportunos y efectivos. Así, se comenzó la fabricación de barcos pesqueros en los astilleros Chullima construidos en 1962 en la desembocadura del río Almendares, en La Habana. Para esto se creó la Empresa de Construcción Naval dentro del Viceministerio de Industria Básica.

El Che había pensado que en ese primer año se podían construir 20 barcos. La experiencia de otras inversiones demostró que eso no era posible en tan corto tiempo y en las condiciones de Cuba.

La construcción de este astillero resultó muy problemática. Lo que se imaginó, ilusoriamente, que sería una tarea relativamente fácil, no resultó así. Los pilotes de madera que debían colocarse en lecho del río se hundían mucho en el lodo. Por tanto, la construcción se demoró más de lo previsto.

Se presentaban otros problemas. El casco de madera del barco tenía que ser construido por carpinteros de ribera especializados y no había suficientes en el país, por lo que era necesario formarlos sobre la marcha. Por otra parte, se demoraban extraordinariamente las negociaciones para la importación de las maquinarias y los materiales del barco: motores, radares, metales especiales, equipos de comunicación, etc. Yo visité el lugar de las obras varias veces, sostuve innumerables reuniones con los constructores, con los importadores. Sobre este proceso mantenía informado al Che, quien continuaba impaciente. Al final se llegó a la conclusión que la construcción de los 20 barcos había que posponerla para el siguiente año.

Cuando se lo comuniqué, la bronca que me formó fue enorme. Insatisfecho, convocó a una reunión con todos los involucrados, incluyendo a los compañeros del Ministerio de Comercio Exterior. Al final, después de arduas discusiones, se convenció.

Puede decirse que la impaciencia, era una característica de la personalidad del Che. El sentía la necesidad de, como él repetía, de “quemar etapas”, o sea, la necesidad de resolver problemas, independientemente de su magnitud, sin que necesariamente hubiera que transitar por las vías estimadas como tradicionales, Las presiones que él ejercía para que cosas consideradas importantes se realizaran eran enormes. Había que esforzarse al máximo para cumplir los compromisos en tiempo y forma – tampoco el aceptaría algo mal hecho por la presión del tiempo. Era preciso, al mismo tiempo, mantener la serenidad suficiente para discutir con él las posibilidades reales de cumplir con determinadas metas y hasta de convencerlo, con argumentos y razones, bien ponderados.

Lo positivo de este esfuerzo pionero fue el avance ulterior de esta línea de producción, que incluyó la construcción de barcos de ferrocemento y fibra de vidrio. Esto fue un elemento fundamental en el desarrollo de la industria pesquera y en los crecimientos de su producción en aquellos momentos. Por otra parte, los cuadros formados en los países socialistas en las diferentes especialidades de ingeniería naval fueron de gran utilidad en la asimilación tecnológica y conducción de los buques de distinto tipo, cada vez de mayor tonelaje, que Cuba adquirió en el transcurso de los años.

Infelizmente, la difícil situación económica del país, los elevados costos de operación de la pesca en mares profundos lejanos a Cuba, las legislaciones internacionales sobre las fronteras marítimas económicas – que dejaron prácticamente realengos de pesca en el mundo -, los también elevados costos de mantenimiento y reparación de los barcos, hayan reducido notablemente las actividades de la industria pesquera y de la flota de transporte marítimo.

·         La electrónica y la automatización

El Che concebía la electrónica como línea estratégica de desarrollo, en la medida que sería indispensable para sentar las bases de la automatización, en forma gradual, de los procesos de producción. Los incrementos en la productividad en estas etapas iniciales del fomento industrial serían los primeros resultados de la racionalización de la producción, del esfuerzo consciente de los trabajadores y de una creciente mecanización de los procesos, en la medida de que eso fuera posible.

Sobre la electrónica expresaba:

Todo indica que esta ciencia se constituirá en algo así como una medida del desarrollo; quien la domine será un país de vanguardia. Vamos a volcar nuestros esfuerzos en este sentido con audacia revolucionaria, y a incorporarnos al grupo de países que se adapten más rápidamente a las conmociones tecnológicas que están ocurriendo[17]

En una de sus reuniones periódicas con todos los directores del Ministerio y sus empresas, avizoraba el futuro y trazaba las medidas estratégicas consecuentes:

Estamos entrando en la era de la automatización y de la electrónica, tenemos que pensar en la electrónica en función del socialismo y en el tránsito al comunismo... La electrónica se convierte en un problema político fundamental del país. Hoy y mañana hay que preparar los cuadros para que en el futuro estén listos para tomar en sus manos toda la gran tarea tecnológica posterior y de la automatización cada vez más grande de toda la producción, la liberación del hombre por medio de la máquina[18].

Nótese en estas palabras como se repite su idea de considerar al desarrollo científico y tecnológico inseparablemente vinculados a los aspectos políticos y sociales. Fue acertado plantearse en ese momento lo relacionado con la electrónica y la automatización.

Sin embargo, en el desarrollo científico y tecnológico contemporáneo, las omisiones en la prospección y en la toma correspondiente de medidas resultan costosas y a veces difíciles o imposibles de recuperar. Por ejemplo, en la Unión Soviética, al finalizar la II Guerra Mundial, el desarrollo de la computación y en definitiva de la cibernética tuvo características contradictorias y problemáticas. Sus conceptos fueron dura e injustamente criticados y rechazados por el PCUS como ciencia burguesa norteamericana, oscurantista y reaccionaria. A pesar de avances posteriores realizados por científicos y tecnólogos soviéticos, principalmente en las esferas cosmonáutica y militar, el PCUS continuó mostrándose hostil a estas ideas. Esto, sin dudas, representó un serio atraso en el desarrollo tecnológico de la Unión Soviética y en el resto del campo socialista. Esto no permitió una adecuada cooperación y asesoría con el campo socialista en aquellos momentos; sin embargo, el Che insistió en mantener y buscar vías para avanzar con intensidad en estas esferas en la medida de lo posible. Esta era una línea fundamental de desarrollo que no podía mantenerse retrasada de forma alguna.

Transcurridos los tres primeros años del triunfo de la Revolución, el problema del desempleo estaba solucionado en lo esencial; podía encararse con otra óptica la batalla por la productividad y la utilización, sobre bases económicas y según las posibilidades, de tecnologías más modernas, automatizadas y humanas, lo que es parte inseparable de la doctrina socialista.

La idea de construir computadoras en Cuba importando componentes, en forma tal que se desarrollaran los cuadros y el costo final en divisas de los equipos resultara mucho menor, fue acariciada por el Che desde los primeros años de la Revolución, pues tomaba en cuenta que los mayores gastos de la producción de una computadora eran de tipo intelectual. Incluso, entre los elementos a considerar en el desarrollo de una industria nacional figuraba la posible fabricación de componentes electrónicos.

Preparar cuadros, crear bases materiales, desarrollar cierta experiencia de trabajo y de investigación en el campo de la electrónica, la cibernética, la instrumentación y la informática[19] requería tiempo, aunque sólo se considerara el nivel propio necesario para una eficaz asimilación de la tecnología importada. El desarrollo contemporáneo de la informática, confirma la justeza de esta temprana visión perspectiva, la que permitió el ulterior desarrollo alcanzado en Cuba en el desarrollo de softwares y de hardwares y de equipos e instrumentos médicos e industriales, en el apoyo a la biotecnología y en la asimilación de las técnicas modernas de computación.

El Che consideraba que, antes de llegar a la automatización, era preciso una labor previa de racionalización del trabajo y el impulso a métodos más técnicos de la producción; ello traería  aparejada una mayor socialización hasta alcanzar altas proporciones de la actividad industrial

Como apoyo científico y tecnológico a esta línea se creó, como veremos después, la Dirección de Automatización y Electrónica.

·         Los derivados de la caña de azúcar.

La decisión de considerar la línea de los derivados de la caña de azúcar como una de las líneas prioritarias de la política industrial y tecnológica se basaba en la gran capacidad instalada de la industria azucarera cubana y en sus potencialidades para un desarrollo vertical. En aquellos momentos se preveía que el azúcar continuaría siendo el renglón principal de producción y exportación, que debería financiar en buena medida el desarrollo de la economía cubana. Sin embargo, la producción de azúcar, más una producción marginal de mieles y alcohol, representaba un aprovechamiento muy bajo de las posibilidades de este cultivo.

El Che definía el desarrollo de la producción de azúcar como cuestión estratégica para el país y afirmaba en ocasión de la plenaria nacional azucarera en 1962:

Cuba, país de azúcar, dejará de tener como característica definitoria el azúcar en el momento en que basado en sus propias producciones en gran escala afectivas con buenos precios, precios competitivos en el mercado mundial, pueda desarrollar las otras tareas[20].

Con el término “otras tareas”, él se estaba refiriendo a los derivados de la caña de azúcar. Alcanzar objetivos tan ambiciosos era posible solo con una estrategia audaz que hiciera competitiva la producción azucarera y afirmaba:

Nosotros pensamos mantener nuestra especialidad de azúcar bajando los costos, creando toda una serie de industrias derivadas de la caña de azúcar.[21]

El papel de la caña como materia prima de grandes posibilidades, explotada de forma insuficiente fue apreciado por el Che cuando afirmó:

...Hay que acostumbrarse a ver en la caña de azúcar una materia prima de ilimitadas posibilidades y que exige un estudio minucioso...Con la caña sembrada, quizás, para todo el año, para producir todos estos otros productos distintos del azúcar, y convertir entonces, no todos estos subproductos del azúcar, sino al azúcar en subproductos de toda una serie de productos orgánicos de mucho valor en el mercado. Entonces estamos en condiciones de competir en el mercado mundial en el azúcar[22].

Para la producción de renglones importantes de derivados de la caña para la alimentación del ganado, era necesario impulsar la utilización de técnicas conocidas y la asimilación de nuevas técnicas en el campo de la fermentación.

La demanda nacional de papel y de fibras sintéticas como el rayón y la posible producción de ambos a partir del bagazo, requerían de una inmediata atención. Todavía en esos momentos no resultaban claras las posibilidades del desarrollo de una amplia gama de productos a partir del furfural, presente en el bagazo de la caña, que hubieran podido constituir, a más largo plazo, la base de una industria química nacional a partir de un recurso natural abundante como la caña de azúcar. Los derivados del furfural no han tenido una importante repercusión económica en Cuba, dado en gran medida a la competencia del bagazo como combustible para la producción de energía eléctrica “limpia”[23].

Para profundizar en la investigación y desarrollo en esa área, fue creado el Instituto Cubano de Derivados de la Caña de Azúcar (ICIDCA), uno de los institutos que serán presentados en el próximo capítulo.

Como resultado de las acciones emprendidas, ya en 1963 el Che insistía en las amplias perspectivas que se abrían a los derivados de la caña de azúcar:

…es necesario trabajar para convertir en realidad que el azúcar al igual que las mieles, por ejemplo, sea un subproducto de la industrialización de la caña de azúcar, para poder competir en cualquier mercado y asegurar la materia prima para la esfera de la química que es el futuro de la humanidad, junto con la automatización[24]. 

Esta perspectiva se dirigía a transformar la situación de la industria azucarera y de sus derivados, la que podría, de esa forma, crecer, ramificarse e interconectarse, haciendo surgir, alrededor de los centrales azucareros, zonas industriales estables que coadyuvaran además a un desarrollo territorial más uniforme y armónico.

  • La creación de una cultura productiva, científica y técnica: las publicaciones

Además de lo que era realizado por medio de las actividades directamente relacionadas a la producción, a la investigación y al desarrollo tecnológico, el Ministerio trataba de crear y fortalecer una cultura productiva, científica, tecnológica, económica y política a todos los niveles. A esos fines, desempeñó un papel importante la creación de tres revistas:

Nuestra Industria, dirigida a todos los trabajadores del Ministerio. Ofrecía a los obreros un bosquejo amplio y comprensible de las luchas del organismo, sus trabajos y las dificultades en el momento actual. Era una publicación ágil y amena, de una impresión modesta pero agradable. Su responsable era Juan Valdés Gravalosa, Secretario del Consejo de Dirección. Si se quisiera hacer una historia detallada del Ministerio de Industrias en esaépoca, la colección de Nuestra Industria constituye un material de referencia obligado.

Nuestra Industria Económica era una revista de carácter más académico, utilizada para debatir los problemas económicos más acuciantes de nuestro desarrollo. Estaba bajo la responsabilidad del Viceministro de Economía. En ella, el Che escribió varios artículos sobre sus ideas y conceptos teóricos sobre el Sistema Presupuestario de Financiamiento, los que dieron motivo a otros artículos de dirigentes como Alberto Mora, entonces Ministro de Comercio Exterior y Marcelo Fernández Font, Presidente del Banco Nacional de Cuba, quienes rebatían los puntos de vista del Che. Esto abrió un importante debate teórico entre ellos de alto nivel e interés.

El caso de estos debates trae a colación un hecho que revela un aspecto importante de la personalidad del Che. Alberto Mora, quien contradecía fuertemente algunas ideas del Che sobre la economía, fue sustituido como Ministro de Comercio Exterior y el Che lo llamó para trabajar con él como Asesor. Su función principal era seguir siendo su oponente, su “abogado del diablo”, en lo referido al sistema de financiamiento. Yo nunca había visto tal cosa: un asesor para contradecir al jefe.

Nuestra Industria Tecnológica. Vale la pena reproducir in extenso el editorial que el Che escribió para el primer número de esta revista. En este se ofrece un cuadro sintético de su pensamiento en cuanto al proceso que tuvo que enfrentar la Revolución Cubana y, en particular, el desarrollo industrial y al papel de la ciencia y la tecnología en Cuba:

(La revista) está destinada fundamentalmente a nuestros técnicos y a todos aquellos compañeros obreros y estudiantes que se preparan...a cubrir cargos de responsabilidad en las industrias que trabajan y en las que están por crearse; es también el intento de establecer una comunicación directa a través de la tecnología con todos los países del mundo...

La tarea de la Revolución cubana ha sido grande en el corto lapso que media entre el primero de enero de 1959 y este mes del año 62 en que nace la revista. Hemos tenido que destruir los restos del aparato estatal anterior, luchar contra el imperialismo, rescatar para el pueblo todas las empresas, destruir la superestructura completa en que se basaba la dominación del régimen anterior, luchar contra el bloqueo, aceptar el éxodo continuo de nuestros mejores técnicos, en el sentido científico, ya que no moral de la palabra, y crear y desarrollar los existentes, basándonos en el entusiasmo infatigable de unos cuantos pioneros que permitieron, en cada una de las ramas industriales del país, cumplir con el pueblo en este momento difícil.

La técnica cubana está finalizando su etapa más dura, que fue la de tapar agujeros, tratar de que lo que ahora existía y caminaba siguiera caminando; buscar la forma de cambiar un tornillo por un alambre, un líquido por otro…en fin hacer maravillas para que...nuestras máquinas pudieran seguir caminando. Pero, naturalmente, que este es un sistema absurdo si se pretende seguir indefinidamente en él. Ya nuestros técnicos están abocados a la segunda tarea que es la importante y fundamental en estos momentos; crear tecnologías adecuadas para procesar las materias primas cubanas y las que nos vienen del extranjero...y al mismo tiempo, establecer una tecnología adecuada para hacer repuestos sólidos...Es una tarea más previsora y de más envergadura. Nos llevará un tiempo desarrollarla a fondo...Pero aun así, debemos ya prepararnos para entrar en la tercera que es la de desarrollar tecnologías que nazcan de nuestro suelo, de nuestras materias primas, de nuestro ambiente cultural y de nuestro desarrollo actual, para poder dar al mercado cubano y al mercado mundial, los productos de nuestro suelo elaborados hasta el máximo permitido por la técnica, de acuerdo con la inventiva y la ciencia de nuestros propios tecnólogos. Aspiramos sinceramente, revolucionariamente, a que el trabajo de todos convierta a esta revista, en el menor tiempo posible, en la expresión de un pueblo que camina rápidamente por las amplias vías de la ciencia moderna hacia un desarrollo industrial avanzado.[25]

Este editorial escrito después de tres años del triunfo de la Revolución, constituía un documento programático de política industrial, científica y tecnológica que se convirtió rápidamente en acciones y medidas concretas.

La responsabilidad de que Nuestra Industria Tecnológica saliera a tiempo – a más tardar el día 10 del mes correspondiente – era del Viceministro para el Desarrollo Técnico. Roberto Acosta, Director del Normas Metrología y Control de la Calidad estaba encargado del trabajo editorial

Yo no sabía, cuando ocupé ese cargo, que el Che insistía mucho en la puntualidad de salida de las tres revistas. Por problemas en la imprenta, la salida de Nuestra Industria Tecnológica – el  primer número bajo mi responsabilidad – estaba demorada. El día previsto para su salida, el Che me llamó:

-          Oye, Tirso, ¿por qué no he recibido la revista? Hoy es día 10.

Yo no tenía la menor idea de lo que estaba sucediendo, tampoco tenía noción de que la revista debía salir publicada en ese día,

-          No sé. Le respondí. Creo que hay problemas en la imprenta.

-          ¿Cómo que no sabes? Averigua enseguida qué es lo que está ocurriendo. Discute con la imprenta, con quien sea, y deja el problema resuelto para que la revista salga cuanto antes. Llámame después para informarme y, recuerda: la revista tiene que salir siempre a tiempo.

El problema se resolvió, la revista salió dos días más tarde. Más nunca se atrasó.



[1] Guevara, 1965.

[2] Ibidem.

[3] Guevara, 1966d, p. 668.

[4] Guevara. 1966t, pp. 719-722.

[5]Guevara, 1966ª, p. 160.

[6] El Che acostumbraba a hacer chistes sobre el tamaño de mi cabeza.

[7] Guevara, 1966d, p. 81.

[8] Posteriormente fue Vicepresidente de la Junta Central de Planificación, hoy día Ministerio de Economía y Planificación. Fue Asesor del Ministro de Turismo.

[9] Ver Guevara, 1972b.

[10] En el artículo aparece como sucroquímica, pero en realidad el Che no se refería a los derivados del azúcar, sino, en forma más amplia, a los de la caña de azúcar.

[11] La capacitación será tratada separadamente en el capítulo dedicado a los recursos humanos

[12] Guevara, 1972b, pp.109-110

[13] Guevara, 1972b

[14] Guevara, 1966f, p. 148

[15] Colas: residuos – en este caso, de los minerales lateríticos - después de la extracción de níquel y cobalto.

[16] El arrabio se produce generalmente a partir de minerales limoníticos reducidos en altos hornos, con coque (carbón en forma de briquetas). Cuba no posee cantidades importantes de limonitas; tampoco carbón. Por otra parte, la producción de coque a partir de carbón importado sería incosteable.

[17] Guevara, 1972b.

[18]Guevara, 1966ª, p. 155.

[19] Aunque en aquellos tiempos no se utilizaba esa expresión en Cuba, sino computación.

[20] Guevara, 1966e, p. 150.

[21] Guevara, 1965, op. cit.

[22] Guevara, 1966r, p. 102

[23] La energía eléctrica producida a partir del bagazo de la caña de azúcar se considera “limpia” pues el balance de generación de CO2 en su producción es muchísimo menor al que la caña de azúcar absorbe de la atmosfera en su proceso vegetativo. Muchos investigadores y tecnólogos -desde Álvaro Reynoso hace ya casi 160 años- denominan a la caña de azúcar como un “sumidero de CO2

[24] Guevara, 1966h, p. 671

[25] Guevara, 1966p, pp. 741-745.

 Continuará

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