Por Rafael Alhama Belamaric
Y hoy leo a Barata en su reflexión “Progresar es producir cosas e ideas”, corto, pero abrumador y efectivo. No me voy a detener a
explicar lo dicho, ni detenerme en que el socialismo era parte del “proceso
histórico”, violentado muchas veces y, que por cierto, constituyó no pocas
veces el pecado original de su “construcción” futura, y no transformación.
Por lo tanto, la “construcción” era dada por fórmulas y
esquemas ingenieriles, con perdón de los ingenieros, pero lo que quiero decir
es que estaba todo calculado y preciso en sus formulaciones, según las ideas de
las relaciones de poder a establecer, lejos de un estadio civilizatorio en
transformación, por lo tanto lejos de nuevos valores, cultura, e ideas, de
“modificación de las esencias” como dice barata, proceso de transformación, en
que insistimos tanto algunos desde hace tiempo, entendido como proceso siempre
en cambio, como el propio cerebro en su actividad.
Curiosamente, hasta entre algunos entendidos, eso de la
construcción y transformación se entiende como sinónimo. Es como si fuera lo
mismo idear, diseñar y ejecutar un edificio con vigas, bloques y ladrillos tan
firmes como las pirámides, o hacerlo con materiales duros y flexibles, y con
diseño modular, de más fácil transformación.
De los recursos y la base material, ni de la reproducción
ampliada, no voy a hablar, hay bastante
escrito, no es el objeto. Se entendió todo mecánicamente; se redujo todo a la
base material, incomprendida hasta en los conceptos y concepciones esenciales
acerca de la propiedad como totalidad.
Voy a tomar una media frase de Marx, cuando habla de una
fase superior de la sociedad, digo yo, esa podría haber sido o podía ser
también una fase de transformación socialista, en cuanto al “desarrollo de los individuos en todos sus
aspectos”, para no tener que esperar mil años. En todos sus aspectos, no se
trata de nivel de escolaridad o superación cultural de la población solamente.
Y aquí me voy a detener. En el valor “diálogo” en la
política, o una concepción de la política que supere el anquilosado y
trasnochado concepto de, “yo digo, tú haces”.
Vuelvo a tomar una media frase del escrito de Barata del
último párrafo cuando se refiere al Estado “ejerza el poder de modo
democrático, en nombre y en beneficio de las mayorías…”, cosa que lastimosamente, y dramáticamente muchas veces, falto en la
acumulación originaria del socialismo histórico. Solo recordar que temas, y
problemas, del poder y las relaciones de poder, del Estado, cu concepción,
estructuras, funciones, fueron temas apartados de los debates y de los estudios
sociológicos, filosóficos o politológicos en los países del “socialismo real“,
hasta que sorprendieron por su empuje.
Hoy, nuestra realidad y el espacio mediático está llena de estos temas.
Lo primero
que habría que decir que diálogo en la política no se da sin diversidad de
ideas, sinceridad, confianza, consideración y respeto hacia uno y los demás. De
lo contrario, no es diálogo, es monólogo. Desde Aristóteles, que entendió la
política como una actividad práctica que se ocupa de organizar a la gente de la
mejor manera posible, es decir, de buscar las mejores interrelaciones, debía ser
el objetivo y orientación suprema.
Conversación,
discurso, diálogo, eran medios que debían llevar a las mejores decisiones para
la mayoría. Y si la política es realmente una actividad práctica, entonces la
inteligencia práctica es lo que deben poseer las personas que la practican;
ingenio y sabiduría, y prudencia al tomar las decisiones. Y el diálogo, como
parte de este pensamiento virtuoso debía ser la vía primera del comportamiento
político. Comunicación política, como parte de la comunicación social. No se
trata de una comunicación estructurada, ni formulada, sino es un diálogo que
acompaña toda acción, y toda acción debe llevar diálogo.
Y cuando se
reúne un grupo de personas, en cualquier parte, lo primero que debía venir a la
mente es, que esas personas quieren hablar, quieren dialogar, y para eso, debe
haber disposición para escuchar opiniones de todo tipo, opiniones diferentes, que
no admiten actitudes condescendientes, o un: “si, si, tú tienes razón,
pero...“Esto requiere una amplitud de pensamiento, de pensamiento creativo, de conocimientos de lo que se
habla, pero sobre todo, sobre todo, de confianza mutua".
Por lo
tanto, concebir, o llevar a cabo acciones de comunicación política, sin tener
en cuenta estos elementos básicos, es hacer solo medio camino hacia una
política democrática, porque falta el diálogo constructivo. Diálogo
constructivo de ambas partes, del que comunica y del que escucha, en igualdad
de condiciones. No debe haber posiciones de fuerza, ni posiciones
supremacistas.
Las condiciones para el diálogo, que tan poco se practicó en los países del llamado “socialismo real“, como igualdad de condiciones, aunque solo fuera por el nivel educacional general alcanzado y las experiencias, cortesía y tolerancia hacia creencias y convicciones, opiniones o puntos de vista diferentes, no debieron faltar nunca. Si llega a faltar eso, que es además parte de la honestidad en el trato, no se puede esperar una cultura política dialógica superior, más allá de la representatividad formal, porque faltará confianza. Es, no solo punto de partida, sino punto de partida de esa acumulación originaria del socialismo como sociedad en transformación.
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