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jueves, 16 de septiembre de 2021

¿Biden cometerá un error histórico en la Fed?


BERKELEY – En 1987, Alan Greenspan fue nombrado por el presidente republicano Ronald Reagan para presidir la Junta de Gobernadores de la Reserva Federal de Estados Unidos, en reemplazo de Paul Volcker. Ocho años después, al presidente Bill Clinton, un demócrata, lo impresionó la determinación de Greenspan de usar la política monetaria para compensar el saneamiento fiscal de su gobierno. Esto impidió que el crecimiento se frenara en los años 1990, y Greenspan lo hizo a pesar de la oposición partidaria de los republicanos que lo acusaban de implementar una política monetaria demasiado laxa. En 1996, Clinton volvió a nombrar a Greenspan para un tercer mandato y luego para un cuarto período en el año 2000.

Pero la política de Greenspan de alimentar la (sumamente beneficiosa) burbuja puntocom de los años 1990 resultó ser la última vez que actuaría con coraje, sabiduría y de una manera no partidaria. En los años 2000, antepuso la lealtad partidaria, respaldando los recortes impositivos de 2001 y 2003 del presidente republicano George W. Bush aunque, evidentemente, los consideraba una política errada.

Cuando el gobernador de la Fed Edward Gramlich advirtió que las hipotecas, los derivados y los derivados hipotecarios exigían un escrutinio y una regulación mucho más estrechos, Greenspan rechazó este argumento e insistió en que no le correspondía a él interponerse entre los prestadores que quieren prestarles a compradores de viviendas que quieren endeudarse. Todo esto sin importar que esta filosofía macroprudencial estaba en franca contradicción con la que había articulado ilustremente su antecesor William McChesney Martin, quien en 1955 explicó que el trabajo del presidente de la Fed consiste en retirar la ponchera antes de que la fiesta se descontrole, aunque probablemente los asistentes a la fiesta protesten.

Cuando Greenspan se jubiló en enero de 2006, fue sucedido por Ben Bernanke, un designado de Bush que impresionó al presidente demócrata Barack Obama con su intención de trabajar sobre una base bipartidaria para sobrepasar los límites percibidos de la política monetaria en la lucha contra la Gran Recesión. En 2009, Obama debidamente volvió a nombrar a Bernanke, quien mantuvo la línea al seguir con las políticas de alivio cuantitativo (QE) de la Fed a pesar de los gritos de indignación de los republicanos.

En 2010, economistas y no economistas republicanos habían decidido que su máxima prioridad era garantizar que Obama fuera un “presidente de un solo mandato”. Empezaron exigiendo una rápida normalización de la política monetaria –que con certeza iba a producir un mayor desempleo- y desestimaron cualquier prosperidad que había sido generada por la expansión monetaria, catalogándola de farsa.

La prosperidad no era una farsa, pero sí era lo suficientemente magra como para que el argumento cobrara tracción. En diciembre de 2009, el ratio empleo-población de Estados Unidos era del 58,3%, todavía muy por debajo de su nivel previo a la crisis del 63,4% (en diciembre de 2006). Tres años más tarde, en diciembre de 2012, era de apenas el 58,7% y, cuando Bernanke renunció, en enero de 2014, no había subido.

Como era de esperarse, Bernanke estaba profundamente desilusionado con la recuperación anémica post-2008. A fines de los años 1990, había dicho enérgicamente que el Banco de Japón debía hacer lo que fuera necesario para restablecer el pleno empleo en la economía japonesa. Pero las cosas le parecían diferentes cuando dejó la academia para convertirse en un banquero central. Recién después de su partida de la Fed el ratio empleo-población de Estados Unidos empezó a aumentar a la tasa anual de un punto porcentual necesaria para llevar a la economía a escasa distancia del pleno empleo. Alcanzó ese nivel durante la presidencia de un solo mandato del republicano Donald Trump, que sustituyó a la segunda presidenta de la Fed de Obama, Janet Yellen, por Jerome Powell.

Ahora parece ser que el presidente Joe Biden, un demócrata, está pensando en volver a nombrar a Powell para otro mandato de cuatro años. Por qué haría algo así no lo puedo entender. Las opiniones de Powell sobre la regulación financiera y la gestión macroeconómica no están ni remotamente alineadas con las del consenso casi unánime de los demócratas. Aunque ha pasado los últimos cuatro años siguiendo las políticas de tasa de interés y de QE que sí concuerdan con la visión demócrata prevaleciente, es importante considerar dos factores importantes detrás de esto.

La primera razón es que el Partido Republicano ha estado dividido al medio y, por lo tanto neutralizado, por un conflicto amargo entre los instintos impulsivos de dinero duro de los beneméritos del Partido Republicano y los instintos impulsivos de dinero blando de Trump el desarrollador inmobiliario, para quien el dinero nunca puede ser demasiado barato. La segunda razón es que la Gobernadora de la Fed Lael Brainard ha sido extremadamente persuasiva al decir que la tasa de interés neutral actual sigue estando por debajo de cero y que la inflación generada por el shock de oferta como consecuencia de la pandemia del COVID-19 debería adaptarse.

El primer factor se está desvaneciendo. Sin Trump en la presidencia, y sin el miedo de que la restricción monetaria erosione los márgenes de votos en el corto plazo, los republicanos están por consolidarse masivamente detrás del argumento de que es necesario ajustar la política monetaria sustancialmente de inmediato. Powell, al ser un benemérito republicano, escuchará y seguirá esta línea.

Si usted cree que la perspectiva estándar de dinero duro republicana es una buena política en esta instancia de la recuperación, está en su derecho. Pero si no está de acuerdo con esta visión, debería oponerse férreamente a un nuevo nombramiento de Powell. La alternativa obvia es Brainard, una ex economista académica y subsecretario del Departamento del Tesoro de Estados Unidos que se ha desempeñado en la Junta de la Fed desde 2014.

Para volver a nombrar a Powell, Biden y sus asesores tendrían que ofrecer un argumento convincente contra Brainard. ¿Van a decirnos que carece de las capacidades técnicas, experiencias, carisma o poder de persuasión necesarios en materia de política monetaria y regulatoria? Ciertamente espero que no. Brainard mantuvo el curso en su puesto durante los días oscuros de la administración Trump. Para una administración demócrata que actualmente cuenta sólo con una mayoría mínima en el Senado, su nombramiento como presidenta de la Fed debería ser una decisión fácil.


J. Bradford DeLong is Professor of Economics at the University of California, Berkeley and a research associate at the National Bureau of Economic Research. He was Deputy Assistant US Treasury Secretary during the Clinton Administration, where he was heavily involved in budget and trade negotiations. His role in designing the bailout of Mexico during the 1994 peso crisis placed him at the forefront of Latin America’s transformation into a region of open economies, and cemented his stature as a leading voice in economic-policy debates.

1 comentario:

  1. No importa quien este en la silla, ya no se puede normalizar las tasas de interes sin que colapse el mercado y creo que nadie se atreve a que eso pase, da lo mismo si son democratas o republicanos

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