Indice.
- La importancia de los conceptos.
- Cuba en el momento actual
- Problemas y contradicciones: el Poder Popular
- La dirección y el liderazgo socialistas.
- El concepto de Poder Popular.
- Una propuesta para el debate.
La Revolución cubana necesita de sus conceptos,
necesariamente únicos, como todo proceso de transformación socialista, que se
desarrolla en condiciones específicas.
Raúl Castro ha subrayado que "...La construcción del
socialismo en las actuales circunstancias, es un viaje a lo ignoto; tenemos que
ver las experiencias de otros, pero seguir creando nuestros propios
conceptos"[1],
lo cual complementa afirmando: "No se olviden que una equivocación conceptual
nos conduce a equivocaciones en la vida..."[2].
Estas ideas tienen
permanente vigencia, reforzando un principio
insoslayable: la transformación
socialista, atendiendo a sus esencias distintivas recogidas en conceptos en sistemático enriquecimiento a partir de las
realidades de cada proceso, tiene que ser un proceso dirigido, esencialmente
consciente, un proceso “político”, como lo define Fidel a través de su obra de
más de cincuenta años[3], y
sintetiza en el concepto de Revolución que, como marxista consecuente, no
constituye una definición de revolución
en abstracto: es una muy precisa propuesta, síntesis de la práctica, acerca
del contenido de lo que debe ser la revolución
socialista, un proceso radicalmente diferente a todos los cambios que le
han antecedido en la sociedad.
Con la visión que se puede conformar a partir de estas
ideas, debemos asumir las motivadoras
reflexiones del Primer Secretario del Comité Central de nuestro Partido y
Presidente de la República, recogidas en la reseña publicada por el periódico
Granma el 3 de octubre, acerca del encuentro sostenido por Miguel Díaz-Canel
Bermúdez con los Presidentes de las Asambleas Municipales del Poder Popular y
otros invitados el 30 se setiembre, acerca de la situación actual del país, de
lo que debe ser el trabajo del Poder Popular como Poder del Pueblo, las prioridades de trabajo en estos momentos, y
aspectos conceptuales y prácticos del desarrollo del Poder Popular y la
participación popular. “El objetivo de la
intervención –señaló el Presidente de la República– fue «compartir ideas, criterios, que se han estado trabajando con el
Buró Político, con el Secretariado del Comité Central, con los compañeros de la
dirección de la Asamblea Nacional del Poder Popular y con el Consejo de
Ministros, vinculados a los resultados, enseñanzas, aprendizajes, reflexiones a
las que nos han llevado los encuentros que hemos realizado con representantes
de diferentes sectores de nuestra sociedad».
Motivadoras reflexiones que constituyen un llamado a
reconocer la importancia del trabajo teórico, como síntesis de la práctica y
fuente esencial de las pautas necesarias en constante enriquecimiento para el
desarrollo sostenible de nuestro proceso de transformación socialista.
Cuba
en el momento actual
Según los elementos que se recogen en la reseña del
periódico Granma “La compleja situación actual requiere…, «mucha sensibilidad, mucho trabajo con las personas –trabajo
diferenciado persona a persona–, mucha atención a los problemas de la
población, a sus planteamientos», de lo que es ejemplo la actual labor de
reanimación de los barrios. Hoy tenemos –enfatizó– que reactivar todos los mecanismos de vinculación con la población,
muchos de los cuales se habían desmontado debido a la pandemia y con los que
teníamos un contacto sistemático con la población, donde resolvíamos,
atendíamos, escuchábamos, y orientábamos, argumentábamos.”
Reflexionó Diaz- Canel que “… las críticas que se hacen ahora por parte del enemigo, ya estaban
hechas y recogidas en el debate que se realizó antes y durante el 8vo. Congreso
del Partido Comunista. “…«En el Congreso se habló del trabajo del Partido, de
cómo hay que dinamizar el trabajo en los núcleos; de los problemas del
Gobierno; de las organizaciones de masas; del trabajo con la población; de los
problemas que tenemos con la comunicación social; del trabajo en los barrios;
de la necesidad de la atención diferenciada a las personas...», y esos acuerdos
se han estado implementando. “…
Según la reseña, luego de analizar los diferentes
contextos que están influyendo en la actual etapa de la Revolución, -que no
valora como la más compleja de estos sesenta años- el Primer Secretario señaló
que entre los aprendizajes de este periodo hay algunos muy vinculados al
trabajo del Poder Popular para el presente y el futuro, y uno es reconocer que
la sociedad cubana de hoy ha cambiado, que tiene una heterogeneidad mucho más
marcada que en otros momentos. «La
heterogeneidad de la sociedad la tenemos que tener presente en todo lo que
vayamos a hacer en materia de trabajo político, de trabajo de Gobierno, y
debemos pensar que los discursos, los argumentos, las maneras de presentar, de
hacer y participar no es la misma para todos los sectores (...) y cuando
vayamos a proponernos un objetivo, una tarea, un programa, hay que tener en
cuenta esa heterogeneidad. Son heterogéneos nuestros barrios, comunidades,
provincias (...) y cuando no tenemos en cuenta la heterogeneidad, cometemos
errores de trabajo”. «Otro aprendizaje –adicionó– es que no podemos desmontar los mecanismos de trabajo con la población.
Llevamos año y medio sin reuniones de los núcleos del Partido, sin asambleas de
trabajadores, sin rendición de cuentas, sin acceso de la gente a las oficinas
de atención a la población como lo hacían antes; hay procesos que no hemos
llevado a cabo; el curso escolar ha estado detenido de forma presencial. La
pandemia nos impuso una dinámica que no habíamos vivido, pero ahora la vida
también nos permite evaluar y encontrar elementos que tenemos que superar».
En la reseña se recoge que en “ los encuentros con representantes de diferentes sectores de la
sociedad, …. se han hecho críticas al trabajo del Partido, de las
organizaciones de masas, al funcionamiento de las instituciones estatales, al
trabajo del Gobierno, del Poder Popular, a cómo se atienden a los delegados, a
cómo se hacen las asambleas municipales, a cómo es la relación asamblea
municipal-consejo de la administración, a cómo funciona el gobierno provincial
del Poder Popular, el consejo provincial...” Autocríticamente el Presidente
de la República se refirió a “la
necesidad del debate colectivo para ver y potenciar nuestras luces, para
argumentarlas, socializarlas; para convencer, asegurar, movilizar, participar y
mejorar. «El problema no es solo decir cuáles problemas tenemos, sino, cómo los
estamos asumiendo, cómo los estamos enfrentando y qué salida les daremos.
«Tenemos que despojarnos de la mala práctica de la complacencia (...), de no
hacer la autocrítica adecuada, de no fomentar el análisis crítico de la
realidad (...). La crítica de nuestros problemas tenemos que hacerla nosotros»,
e insistió en “lo imperioso de
comunicarnos más oportunamente y mejor. Tenemos que «crear una capacidad, una
cultura en todas las estructuras, en el Partido, el Gobierno, el Estado, las
instituciones, donde todo el mundo escuche, dialogue y de respuestas y
soluciones». Puso como ejemplo el trabajo en los barrios, donde en dos
meses se han resuelto problemas que llevaban 15 años. «Nos satisface lo que se está haciendo, nos satisface ese vínculo
gobierno-instituciones-Organismos de la Administración Central del Estado y en
las provincias entre entidades estatales, empresas (...). Nos satisface el
nivel de apoyo que hay en la población según he comprobado en nuestros
recorridos por los barrios, pero también uno se dice; ¿y por qué esto que
hicimos ahora no lo hicimos hace años?...». Porque estábamos en un letargo…”
«Cuando
analizo la situación actual –comentó–, estoy pensando en la convocatoria que
hizo el General de Ejército Raúl Castro Ruz cuando el “Sí se puede”, fue en
medio del periodo especial. Era una situación compleja, pero empezamos a caer
en una rutina y en un inmovilismo, y hubo que dar un “corrientazo”, y el “corrientazo”
lo dio él con el Sí se puede, y ahora estamos en un momento como ese, y miren
cómo sí se pueden hacer cosas. «Estábamos en un inmovilismo y tenemos que
reconocerlo, si nosotros no nos autocriticamos y nos sacudimos, no nos damos
cuenta de estas cosas. Y eso nos demuestra que tenemos gente que está viviendo
en una zona de confort en la dirección, que están anquilosados, que tratan de
no buscarse problemas, que no proponen nada. Gente que nada más está esperando
orientaciones desde arriba.” «Todo esto tenemos que romperlo, por eso estamos
compartiendo estos criterios con ustedes»
Según la reseña, el Jefe de Estado insistió
especialmente en el trabajo con los jóvenes y en la necesidad de proponer e
implementar medidas para resolver los problemas acumulados. «Hay que potenciar el trabajo en las
comunidades. En las comunidades vive la base social de la Revolución, viven las
familias que surgieron de las familias que antes de la Revolución era una
mayoría desposeída y que la Revolución les dio dignidad. La Revolución ante
todo ha sido una obra de justicia social», enfatizó. «Cuando uno quiera
sintetizar qué es el socialismo cubano: el socialismo cubano es una obra de
justicia social, y con el socialismo, ¿qué buscamos?, la justicia social, la
máxima justicia social posible, eso lo dijo Fidel». Y «para tener más justicia social y para poder hacer sostenible esa
justicia social, hay que tener fortaleza económica, invulnerabilidad económica,
y ahí es donde tenemos que centrarnos también».
Problemas y contradicciones: el Poder
Popular
Sobre los problemas por resolver –pendientes y
nuevos–, el Presidente de la República señaló que no se puede ser idealista,
que todo no podrá solucionarse de una sola vez, «pero con un buen ejercicio democrático, participativo, inclusivo, de
trabajo bajo ese concepto único de la Revolución que es el concepto del Poder
Popular, podemos ir definiendo, con la participación del pueblo, las
prioridades, definir qué atendemos primero y qué atendemos después, y así ir
marchando todos los días quitándole “un pedacito” a los problemas, sin
detenernos y con la gente participando, viendo transformación y aportando, que
es algo que compromete».
Tras esta reflexión se considera en la reseña que “….sistematizó la definición de Poder Popular,
cuyo primer elemento conceptual es «hacer política».”
“Hacer política
– propone Diaz Canel– es determinar las
contradicciones; cuáles son los problemas contradictorios que tenemos en la
sociedad, pero para determinar las contradicciones hay que estar observando,
hay que estar participando, hay que estar metido en los lugares donde se
generan esas contradicciones; de lo contrario no las vemos. Cuando determinamos
las contradicciones, hay que estudiarlas y hay que profundizar en sus causas y
luego proponer soluciones.”
Partir del análisis de las contradicciones dialécticas es un principio metodológico esencial
para el estudio de la realidad y desarrollar la actividad para su
transformación.
La contradicción en general, está asociada a la diferencia, a la diversidad
coexistente en un todo, a la oposición, la lucha, el cambio, el movimiento, el
desarrollo.
Es un hito indiscutible en un corte gnoseológico-
metodológico del desarrollo de este concepto, el surgimiento de las ideas de
Marx, Engels y el ulterior desarrollo brindado por Lenin. La contradicción
dialéctica en su visión consecuentemente materialista, ocupa un lugar central,
inseparable del desarrollo que Marx y Engels aportan acerca de la relación
alienación (enajenación)- emancipación, seminal en toda la propuesta de
transformación revolucionaria que iniciaron desde la teoría y las luchas cotidianas
estos fundadores.
La contradicción en su concepción materialista- dialéctica, es un tipo específico de interacción que tiene la
peculiaridad de darse como una determinada relación objetiva de oposición entre
elementos de un sistema dado, con diferente orientación, con diferentes
tendencias, a la cual es inherente mutua suposición, mutua penetración de las
partes y las tendencias que caracterizan la interacción
de los elementos que la portan y sus múltiples
mediaciones: relación entre
contrarios dialécticos.
La relación peculiar que existe entre los elementos y
tendencias que conforman una contradicción dialéctica
deviene en una unidad objetiva entre dichos elementos, una unidad de naturaleza
totalmente diferente a la simple fusión de partes, a la simple unión como
indiferenciación; es una unidad dinámica peculiar en la cual resulta esencial
profundizar en las mediaciones entre los
opuestos, como hizo Marx precisamente en el estudio del proceso social. Por
su naturaleza diferente, es fundamento de los procesos reales del desarrollo a
través de los diferentes estadios por los que atraviesa durante su evolución
esta unidad: el proceso de resolución de
la contradicción dialéctica como elemento del contenido de las fuentes y
fuerzas motrices de los procesos reales de desarrollo.
Las contradicciones dialécticas son elementos
objetivos de la realidad. Como concepto, constituyen piedra angular para la
profundización en lo concerniente a la naturaleza y peculiaridades del
comportamiento de los sistemas complejos.
No podemos en este breve artículo extendernos en la
teoría de las contradicciones dialécticas.
Solo insistir en que se trata de interacciones
necesarias, cuyo desenvolvimiento es indispensable atender. Las contradicciones
dialécticas no son expresión de problemas, aunque éstos
pueden tener su causa en el desenvolvimiento de una contradicción, o un grupo
de contradicciones interactuantes en un sistema: el proceso de su resolución. Los problemas pueden conducir a la
desaparición del sistema, o pueden obstaculizar su desarrollo en el sentido del
progreso, del paso a estadios superiores en cuanto a capacidad del mismo para
su sostenibilidad en el contexto dado.
Cuando estamos en el campo del movimiento social las
contradicciones dialécticas se resuelven
en y a través de la actividad de los
hombres. Y con ello entra a jugar un papel esencial el elemento subjetivo de dicha actividad, el factor consciente, con
el cual se revela la actuación de un tipo de contradicciones exclusivo de la
forma social de movimiento de la materia: las
contradicciones antagónicas, cuya acción es muy importante tener en cuenta
a la hora de analizar el orden, la estabilidad y el desarrollo en los sistemas
sociales.
Para la descripción de los procesos que tienen lugar
en un sistema social dado, y para la actuación práctica en dicho sistema o con
respecto a él, es muy importante distinguir el sistema de contradicciones
actuante, los portadores de las mismas y su interrelación. Esta descripción nos
brinda elementos para conocer la dinámica del sistema o proceso en cuestión, su modo de funcionamiento y desarrollo.
Y sobre esa base es posible definir un orden a la hora de encaminar las
acciones dirigidas a tratar de conducir al sistema o proceso de que se trate
hacia objetivos planteados por el sujeto, definir estrategias, políticas y
acciones concretas con una visión dada de futuro, en un consecuente enfoque
prospectivo.
Profundizar en el papel de las contradicciones dialécticas, que en modo alguno pueden ser
reduccionistamente identificadas con las contradicciones del “sentido común”,
los “problemas” de la práctica cotidiana, es clave para la cabal comprensión
del sentido del determinismo en los procesos histórico- sociales, como se
plantea en la obra de Marx y Engels: un determinismo ajeno a planteos
mecanicistas o reduccionistas de cualquier género. En particular es importante
para la comprensión de cuestiones tan aceptadas como debatidas- pero siempre, a
nuestro juicio, insuficientemente comprendidas- como es la interrelación base-
superestructura en la sociedad, el papel determinante
“en última instancia” de la economía en el desarrollo de la vida social, lo decisivo que resulta la
actividad política en el funcionamiento de los organismos concretos,-
componente insoslayable de la propiedad como sistema-, y las complejas
contradicciones que definen su necesario nuevo contenido a partir del inicio de
la transformación socialista.
El estudio de las contradicciones actuantes en un
sistema dado permite adelantarnos a los
problemas, para conducir cada vez con mayor eficiencia y eficacia los
procesos en el sentido del progreso,
con una visión de futuro determinada,
en constante enriquecimiento.
La dirección
y el liderazgo socialistas.
La esencia distintiva de la transformación socialista,
como inicio de un proceso emancipatorio de nueva naturaleza, plantea
importantes requerimientos a la conducción de los procesos, vinculados en
primer lugar a una contradicción esencial del movimiento social, la relación
entre dirigentes y dirigidos, que
resalta entre las reflexiones sobre el Poder Popular de nuestro Primer
Secretario del Comité Central del Partido y Presidente de la República:
“Pero,
«¿quiénes son los que proponen las soluciones?, ¿los que estamos arriba
ocupando responsabilidades en determinada instancia? No. Eso no es Poder
Popular. Determinar las contradicciones, estudiarlas y profundizar en sus
causas, tiene que ser un ejercicio participativo, con la población. Y de ese
ejercicio participativo van a salir las soluciones»…. « con un buen ejercicio democrático,
participativo, inclusivo, de trabajo bajo ese concepto único de la Revolución
que es el concepto del Poder Popular, podemos ir definiendo, con la
participación del pueblo, las prioridades, definir qué atendemos primero y qué
atendemos después, y así ir marchando todos los días quitándole “un pedacito” a
los problemas, sin detenernos y con la gente participando, viendo
transformación y aportando, que es algo que compromete».
Tras esta reflexión Diaz -Canel expuso lo que según la
reseña propone como “primer elemento conceptual” de la definición de Poder
Popular,- «hacer política»-, puntualizando:
“A
quienes dirigimos lo que nos toca es, con esa participación popular, organizar
esas soluciones, y después tenemos que ir a compartir qué cosa vamos a llevar
adelante, tener en cuenta sus criterios, enriquecer, convencer; entonces es
cuando entramos a convocar, a movilizar, a lograr participación en las
soluciones, y después, también con participación popular, evaluar los
resultados y retroalimentarnos para perfeccionarlas.”
«Eso es hacer política. Eso fue lo que nos
enseñó Fidel. Ese era el método de Fidel (...), potenciado por el General de
Ejército. Eso es lo que nos han enseñado los líderes de la Revolución: cómo
hacer política, cómo hacerlo todo desde la política. Eso es lo que distingue a
la Revolución». «Hacer política requiere de la convicción de que tenemos que
hacer un trabajo especial con la población y un trabajo especial con la
juventud. Si no enseñamos a la juventud desde ahora toda esta cultura de hacer
democracia en la Revolución, de participación en la Revolución, no podemos
garantizar el futuro de la Revolución».
Una reflexión medular, - matizada por el posicionamiento de los dirigentes “arriba ocupando responsabilidades en determinada instancia”, común
en el discurso político cotidiano[4]- acerca del papel de los que tienen las
responsabilidades de dirigentes. Se
da una expresión concreta de la relación dirigentes-
dirigidos, que significativamente Díaz- Canel extiende a las instituciones, más allá del papel de los
individuos, como recoge la reseña del periódico
Granma: “El Primer Secretario se refirió
también al papel fundamental que cumplen las instituciones de la Revolución en
estos procesos”
«La manera más directa en que la población
aprecia la Revolución, o percibe la Revolución, es la manera en que interactúa
con las instituciones revolucionarias»– afirmó- “Si vas a una oficina de la
Vivienda y funciona mal, las personas pierden la confianza y la credibilidad en
la Revolución por ese funcionamiento institucional, ejemplificó. Señaló que
«por la heterogeneidad de la sociedad cubana actual, hay que trabajar con cada
ciudadana y ciudadano, uno a uno; hay que convencer y hay que persuadir; y
tenemos que convertirnos en predicadores de la Revolución y el socialismo».
Pero para eso –agregó– tenemos que prepararnos bien, sobre todo los que dirigimos,
con la convicción de que tenemos la razón y defendemos lo más justo, de que
vamos a la causa real de los problemas.”
Hay en estas ideas de Diaz- Canel importantes reflexiones
acerca de la relación dirigentes dirigidos en nuestro proceso de transformaciones,
en su alcance más abarcador, que reclaman dirigir nuestra atención hacia un
concepto que no podemos descuidar: el contenido
y funciones del liderazgo en nuestra sociedad, las peculiaridades del dirigente
– líder, en su más amplia acepción, sean personas o instituciones.
Con el inicio de la transformación socialista se plantean desafíos a la
relación que con carácter de contradicción dialéctica se establece entre dirigentes y dirigidos en todas sus
diversas manifestaciones, que demandan la elaboración de conceptualizaciones
diferentes a las conocidas: desde la
relación política–economía,- contrarrestando los enfoques que absolutizan
mecanicistamente el papel de una u otra-, hasta las expresiones más visibles en los
procesos de representación y participación, en el papel del líder como
individuo y como vanguardia organizada, sus relaciones con las diferentes
estructuras sociales y los individuos
que las conforman. Ante todo porque la construcción socialista debe ser un
proceso dirigido, pero con una dirección necesariamente diferente, por la
propia naturaleza de la transformación
emprendida, reflejada en los objetivos de
la sociedad comunista como nuevo modo de desarrollo humano.
Nos enfrentamos a un proceso de dirección cuya dinámica y aspectos
estructurales han de estar determinados por la esencia de la
transformación comunista como proceso emancipatorio de nuevo tipo, que se inicia con la revolución socialista:
el pleno y libre desarrollo de cada
individuo como condición, a la vez que resultado, del pleno y libre desarrollo
de la sociedad en su conjunto.
Con el inicio de la transformación comunista de la sociedad nos encontramos
con un complejo proceso precisamente en lo concerniente a la acción colectiva
de los individuos y en consecuencia, a la relación dirigentes–dirigidos que
ocupa un eje central articulador de estas acciones.
Con la
revolución socialista comienza la ruptura de un modo de reproducción social con una larga data de siglos de
explotación de unos individuos por otros, que alcanza su clímax en el
desarrollo capitalista contemporáneo. Como proceso de ruptura, necesita de sus propias relaciones de
subordinación para destruir lo viejo; pero como proceso de naturaleza
esencialmente diferente, que se plantea trascender toda una historia de
reproducción social sobre la base de la separación de los individuos respecto a
la producción de su propia vida social, tiene
que hacer un uso cualitativamente diferente de esas relaciones de
subordinación, tiene que establecer unas relaciones de subordinación -mando
cualitativamente diferentes, porque su objetivo es el inicio del tránsito a
una sociedad de individuos socializados
jerárquicamente iguales en lo concerniente a su vinculación necesariamente
diferenciada en el proceso de producción y reproducción de la vida social, en
la apropiación individual de la riqueza social: nos encontramos ante un
proceso de negación de la separación dirigentes –dirigidos como rasgo de la división jerárquica social del trabajo[5].
La
transformación socialista es el inicio de un estadio diferente de autodirección
social, con nuevo contenido del proceso
de dirección, propiciador de nuevos modos y formas de
participación, que garanticen “....la
adquisición progresiva de los poderes de decisión alienados, por el antagonista
estructural del capital, en cuyo decursar transforma sus miembros dentro del
cuerpo social de productores libres asociados. Hacia el futuro, no importan
cuan distante, la participación significa el ejercicio creativo de los poderes
adquiridos de tomar decisiones para beneficio de todos, trayendo a primer plano
los ricos recursos humanos de las individualidades combinadas, tanto y tan
extensamente como no pudo jamás ser soñado, en su ausencia, en las anteriores
formas de sociedad”[6].
Es una participación que necesita dirigentes y dirigidos diferentes, para poder
lograr que no sea “...simplemente una
participación más o menos limitada en discusiones, a menudo reducidas al vacuo
ritual de “consulta” inefectiva (acompañada por una superioridad
descartante)...”[7]. Tiene que ser
resultado a la vez que condición necesaria de un modo de socialización
diferente, en el cual se vaya más allá de la sustitución del poder alienador
del capital por otro, como ocurrió en
las experiencias socialistas europeas. Esta socialización resulta una de las
facetas más difíciles de garantizar en todos los procesos reales de
construcción socialista conocidos, por la naturaleza misma del proceso y por
las condiciones en que estos se han desarrollado hasta hoy como etapa
particularmente aguda de confrontación clasista.
Es imprescindible profundizar en conceptualizar los rasgos que deben
caracterizar al proceso de dirección en la transformación socialista, y en
particular a los dirigentes de nuevo
tipo, sean individuos o instituciones en el ejercicio del nuevo proceso de
dirección:
la actitud crítica ante los propios errores,
no ocultándolos detrás de informes formales en los que, con frecuencia se pasa
rápidamente a los “logros” luego de
afirmar que “conocemos las insuficiencias y estamos trabajando sobre ellas”,
sobre la base del más estricto control y efectiva “rendición de cuenta” en
todas las actividades del proceso de dirección; el vínculo estrecho entre los
dirigentes y los dirigidos, con un efectivo “control desde abajo”(expresado
especialmente en el vínculo del Partido con las masas, en el valor del ejemplo de los militantes del
Partido como factor para lograr que el resto de la sociedad sea cada vez actor
más pleno de las transformaciones,- sobre lo cual incansablemente insistieron
el Ché y Fidel[8]-: la
“moral comunista”[9] el valor de saber escuchar y muy concretamente en la necesidad del
control de la actividad de los militantes por los “sin partido”; la combinación adecuada, -medida a partir de los resultados para el
proceso de transformación emprendido- entre los métodos de dirección colectiva
y la responsabilidad personal, sobre la base de la delimitación rigurosa de
funciones, aspecto muy importante en la relación entre los órganos partidistas
y los órganos estatales; la preparación
del dirigente en la actividad que va a desempeñar, siendo esencial el saber que no se puede separar la administración de la política; la
necesaria y creciente preparación cultural, en especial política, de todos
los individuos- dirigentes y dirigidos - para poder participar
efectivamente en el proceso de socialización de nueva naturaleza que implica la
transformación comunista .
Tenemos que
profundizar en la concepción del dirigente de nuevo tipo, el dirigente para el
desenvolvimiento de la contradicción dirigentes –dirigidos con la naturaleza
emancipadora comunista, que se plasma en
las cualidades de la vanguardia, lo que en la teoría política en uso,
-influida fuertemente por la obra de teóricos norteamericanos no solo en los
contenidos-, se identifica con el “lider”.
Tanto los individuos llamados a
desempeñar las funciones de dirigentes
–de conducción, orientación, guía-,dentro del proceso de dirección durante la
transformación comunista, como las instituciones (partidos, formas de organización del poder
del Estado y el ejercicio del gobierno, las administraciones económicas en sus
diversas expresiones organizativas y de dirección, las organizaciones de la
vida social hasta ese momento contrapuestas a la esfera de la política,
identificadas en la sociedad civil, desde los sindicatos hasta la escuela, u
organizaciones como los Comités de Defensa de la Revolución o la Federación de
mujeres cubanas en la experiencia de nuestro país) tienen que desempeñar dichas
funciones sobre la base de una autoridad consciente, no impuesta,- como “la
suave conducción de un director de orquesta” /Lenin/, como “labor de conducción” /Ché/, “trabajo
político” /Fidel Castro/-, en cada caso según sus especificidades.
El dirigente de nuevo tipo, tiene que ser sujeto de una “dominación politica” ante todo acorde al
nuevo contenido de la actividad política que, desenvolviéndose según los
objetivos del nuevo proyecto social, los objetivos del nuevo modo de producción
y reproducción social en establecimiento, -que se van realizando histórico
concretamente a través del plan social-, se niega a sí misma, en el avance
hacia el autogobierno social comunista.
Esto no ignora en modo alguno la necesidad del “ejercicio de la fuerza”, de
la “imposición”, de la “violencia revolucionaria” sobre todas las fuerzas y
tendencias conservadoras que actúan por frenar y revertir el avance socialista. Es precisamente en el ejercicio
diferente de la fuerza por actores diferentes, la fuerza
de los individuos socializados en el comunismo como proceso, donde la nueva
estatalidad del Estado en extinción tiene que trascenderse a sí misma de “poder
público” a “poder social”. Y es aquí donde enfrenta los principales desafíos.
Esta concepción del papel del dirigente en su expresión más amplia, como
vanguardia social, es clave para la conformación y desarrollo de la nueva
propiedad como sistema de relaciones.
La vanguardia, la condición de “dirigente/lider”
indispensable para la transformación comunista, no puede constituirse por
decreto, no se designa; tiene que surgir del propio organismo social, de la
propia masa -como surgió el actual Partido Comunista de Cuba y se relegitimó
sistemáticamente la autoridad de Fidel al frente de mismo y del proceso de
transformaciones, construyéndose y consolidándose su poder a partir de una autoridad ganada en
debates y acciones prácticas, con enemigos de clase y frente a partidarios
discrepantes al interior incluso de las fuerzas revolucionarias. La
constitución y desarrollo de la vanguardia, del dirigente de nuevo tipo, tiene
que ser el resultado de una labor de “selección -autoselección”, de “depuración
revolucionaria” en la práctica de las luchas de clase, al mismo tiempo que
resultado de una labor de educación de todos los participantes en el proceso de
transformaciones, de “control- autoexigencia” por todos los implicados en la
actividad social, de una “dirección política”, que implemente un proceso
consciente de ordenamiento y coordinación nuevo de las fuerzas sociales.
Se trata de una vanguardia, que no persigue
eternizarse en esa condición, sino llevar al resto del sistema hasta ese estadio
como núcleo de un proceso de autodirección diferente. Se trata de un “líder”-
en su sentido más amplio- para “dejar de ser líder”, como elementos definitorios
de las transformaciones que tiene que sufrir la política como actividad, y el
Estado como organización de la sociedad y como instituto político
especializado, en la gestación y consolidación de un poder emancipador humano.
Estamos ante aspectos muy importantes para la
indispensable conceptualización de lo que necesitamos que sea el poder popular
en Cuba, como concepto que identifique el
modo de organización y funcionamiento de nuestra sociedad y el instituto
político especializado al cual da nombre.
El concepto de Poder Popular.
Y es por ello importante que Diaz – Canel haya
terminado el encuentro- según la reseña del Granma-, retomando y proponiendo
una respuesta a la pregunta de ¿qué es el concepto de Poder Popular?:
«…
el concepto de poder que se utiliza en Cuba, en la Revolución Cubana, es el
concepto de Poder Popular, que está subordinado o se construye en el concepto
de soberanía popular, y ¿cuándo hay soberanía popular?, cuando, como dice uno
de los artículos de nuestra Constitución, todo está en función del soberano, y
quién es el soberano: el pueblo. «Como el soberano es el pueblo, todos los
poderes se desarrollan a través de la participación del pueblo y las
instituciones o los órganos que lo representan (...). La fórmula de Cuba es un
Poder Popular que es intransferible, que tiene sustento en la soberanía popular
y que se articula en la estructura estatal a través de órganos con funciones
diferentes. «Defender este concepto del Poder Popular –definió– es defender la sostenibilidad
y la viabilidad del socialismo en Cuba, es una manera de gobernar intrínseca de
la Revolución socialista cubana; no hay una experiencia en el mundo que sea
igual que esta, la podremos perfeccionar, pero esa es la nuestra, y es muy
buena, porque genera un sistema democrático diferente al capitalismo, esa
democracia que se nos trata de imponer y que es una mentira».
Este
cierre de la reunión según la reseña, es un importante llamado al debate.
El concepto de “poder” , en todo caso vinculado al de
“dominación” y a otros como “hegemonía”, siempre ha estado en el centro de la
definición de la “política” como actividad y el Estado como la estructura para
su ejercicio. Y tanto en Marx como en otros autores posteriores con el
desarrollo de la ciencia política como disciplina especializada, en esencia expresa la capacidad de un sujeto
para hacer que otro actúe según los intereses determinados por el primero.
No es solo un atributo de la actividad política, aunque ella se reduce hasta
hoy a todo lo que concierne a la génesis y ejercicio del poder en los procesos
concretos.
La política como actividad en torno al ejercicio del
poder ha sido hasta hoy un concepto consubstancial, funcional a las sociedades
divididas en clases, sistemas de propiedad privada adversarial, desde la
descomposición de las comunidades originarias hasta el capitalismo como
expresión actual universal del sistema del capital. Independiente de
materializarse en formas de gobierno
diversas, su ejercicio ha sido el eje conductor de la actividad estatal.
Asociados a este concepto se han consolidado otros como el de democracia, gobernabilidad,
soberanía, etc., respecto a los cuales cabe la misma observación que Marx hace
a Proudhon respecto a la propiedad, y no pueden
ser acríticamente asimilados como referentes eficaces para el desenvolvimiento
de cualquier proceso social. En
particular, para el análisis y la conducción eficaz de la transformación
socialista, como proceso de destrucción y creación, de trascendencia de todo un
sistema reproductivo en un complejo y contradictorio proceso de lucha de clases
y de “clase”.
Quizás
el concepto de “poder popular” para la transformación socialista, refleje como
ninguno otro, la contradictoriedad dialéctica de este proceso[10].
Como proceso de ruptura, la transformación socialista necesita de sus propias relaciones de subordinación para destruir
lo viejo; pero como proceso de naturaleza esencialmente diferente, tiene que
hacer un uso cualitativamente diferente de esas relaciones de subordinación,
tiene que establecer unas relaciones de subordinación -mando cualitativamente
diferentes, de una “dominación
politica” ante todo acorde un nuevo contenido de la actividad política que,
desenvolviéndose según los objetivos del nuevo proyecto social, los objetivos
del nuevo modo de producción y reproducción social en establecimiento, -que se
van realizando histórico concretamente a
través del plan social-, se niega a
sí misma, enriqueciéndose como actividad articuladora de la interacción
individuo- sociedad.
Esto no niega en modo alguno el “ejercicio de la
fuerza”, de la “imposición”, de la “violencia revolucionaria” sobre todas las
fuerzas y tendencias conservadoras que actúan por frenar y revertir el avance
socialista. Es precisamente el
ejercicio diferente de la fuerza por actores diferentes. Una fuerza
diferente, que se ejerce incluso sobre
los propios actores que conducen el proceso, como recoge la definición
leninista de lucha del proletariado por la inculcación de “una nueva disciplina” como una de las formas de “lucha de clase” del proletariado en el
poder, que halla su concreción en la insistencia del Che en cuanto a la
necesidad del “heroísmo cotidiano” y
de Fidel acerca del
“trabajo político” como elemento de
formación de individuos y como elemento de cohesión social: trabajo
político como “forma de lucha de clase”[11].
Y es aquí donde encontramos los
principales desafíos para la conceptualización y consecuente implementación del
contenido y los rasgos particulares del sistema del poder popular en Cuba, como organización de la sociedad y como instituto
especializado en su funcionamiento cotidiano, que garantice la
sostenibilidad del proceso, ante todo en lo referente a la “participación
popular”:
- se trata concebir e implementar un sistema que tiene que resolver la contradicción dialéctica entre constituir un espacio universal para la intervención de los ciudadanos en la dirección del proceso social, al mismo tiempo que garantice el “poder del pueblo”. No el “pueblo” como ente abstracto, omniabarcador, sino como sujeto político para la emancipación, concepción que se recoge en la propuesta fidelista de “pueblo” como categoría política, planteada en su alegato “La Historia me absolverá”- pueblo, “si de lucha se trata”-, que hoy es decir: las mujeres y hombres comprometidos conscientemente y unidos en la práctica transformadora cotidiana, con una visión de la construcción socialista en permanente perfeccionamiento. como proceso de emancipación “verdaderamente humana”/Marx/
Una propuesta para el debate.
Sin referentes como “guías para la acción” más que como
modelos a implantar, consecuentemente
elaborados a partir de la práctica revolucionaria, es poco probable, si no
imposible, el progreso sostenido en el contradictorio proceso de transformación
socialista, máxime en las condiciones cubanas actuales.
Contamos con lo necesario para elaborar un referente
de lo que debemos concebir e implementar como poder popular para la
transformación socialista, partiendo del análisis de lo que Marx
identificara como forma concreta de
“dictadura revolucionaria del proletariado” – la Comuna de París-,
profundizando en el análisis crítico riguroso del desenvolvimiento de la Rusia
de los Soviets y la ulterior conformación y descomposición de la Unión
Soviética y el “campo socialista europeo”, las experiencias de China, Viet Nam,
y Venezuela principalmente, y la propia experiencia de más de sesenta años de
transformaciones en Cuba luego del enero victorioso de 1959.
El poder popular para la transformación socialista, -tanto
en su concreción como organización de la sociedad como la de instituto político
especializado, - debe ser un sistema en
permanente transformación, atendiendo a:
-
un contenido de la actividad política
para el gobierno
del Estado, en tanto organización de una nueva unidad individuo-
naturaleza- sociedad. Se
impone la ampliación del contenido de la actividad
política hasta convertirla en el ámbito de resolución de las contradicciones mediante
la coordinación, conciliación de los intereses de los individuos socializados en un proceso definido por la realización plena de las siempre crecientes potencialidades de todos y cada uno como premisa y resultado
de un proceso social que reproduce formas de organización y coordinación de la actividad cada vez más aptas para la
existencia como sistemas
autoorganizados en armonía con
la naturaleza. Ello no significa que de su contenido desaparezca automáticamente lo referente al ejercicio del poder
de una clase o clases sobre el resto, de
una parte de la sociedad sobre el resto, como claramente
recoge la concepción leninista de las “formas de lucha de clase del proletariado
en el poder”[12]., sino
una actividad política como un proceso complejo (con junto de procesos políticos)
de aprehensión (identificación, valoración, sistematización,...) de
las necesidades sociales (de
un grupo, sector, estrato,
clase, institución, organismo social en general) y
de organización y
dirección de los recursos (objetuales y humanos) de los actores sociales
(individuos, grupos, organizaciones, partidos,
instituciones de todo tipo,
organismo social en general) para dar
respuesta a esas necesidades, sobre la base de las posibilidades
del sistema dado y el cumplimiento de los objetivos
del proyecto colectivo en
cuestión.;
-
….. y una actividad de gobernar que. a partir del momento
en que se inicia la transformación comunista de la sociedad tiene que comprender la acción de administrar los recursos del Estado en
tanto organización del “poder público” y,
a través de ello, regular la
vida social. Continúa por ello manteniendo un
contenido de clase, continúa siendo una expresión de imposición de los intereses de una parte de la
sociedad sobre la otra. Pero Gobernar en la transformación
socialista tiene que ser además, y por encima
de todo, una faceta importante de la acción
de conducir un modo de funcionamiento y desarrollo donde la toma
de decisiones que afectan a la sociedad
tiene que ser cada vez más
propiedad efectiva de todo el organismo social; un modo en el cual se avanza en consolidar la dirección de los individuos por sí mismos como seres sociales.
La labor de gobernar a
partir del inicio de este tránsito
revolucionario
tiene que ser cada vez más
un modo de coordinación de
la actividad entre los individuos sobre la base de un nuevo modo de participación, que garantice
[...] la adquisición progresiva de los poderes
de decisión alienados, por el antagonista estructural del capital, en cuyo
decursar transforma sus miembros dentro
del cuerpo social de productores libres asociados. Hacia el futuro, no importa cuán
distante, la participación significa
el ejercicio creativo de los poderes adquiridos de tomar decisiones para bene- ficio de todos,
trayendo a primer plano los ricos recursos humanos de las individualidades combinadas, tanto y tan extensamente como no pudo jamás ser soñado, en su ausencia, en las anteriores
formas de sociedad.[13]
Gobernar, a partir de inicio
de la transformación comunista, tiene que ser cada vez menos labor exclusiva
del Estado como instituto político especializado que ha de mantener
su lugar decisivo dentro del funcionamiento del nuevo sistema en construcción. Con los mismos principios para todos los niveles y para todas las
instituciones que existan en la sociedad, es muy importante
durante el análisis del contenido
de la acción de gobernar desde
el inicio de la transformación
socialista, su expresión
en la labor de los representantes electos a los órganos de
poder del Estado como instituto político específico.
Esta labor
debe concebirse e implementarse como un proceso
que se origina sistemática y permanentemente cuando el representante electo, escucha e identifica demandas y necesidades de los electores y de toda la población
que representa y atiende;
participa, como miembro del órgano de poder que integre —las Asambleas del Poder Popular en el caso cubano—, en la conciliación de los intereses
específicos que de ello se deriven,
con los más generales en cada instancia y los de las otras instancias de poder en
que se halla organizado el sistema,
de lo cual resultarán formuladas
políticas de Gobierno. Ese
representante electo toma parte en las políticas
desde su
concepción, y posteriormente, las cumple, las hace cumplir
y controla su cumplimiento a través de
su labor individual y en el órgano
que integra. Como resultado
de
todo lo anterior, el representante electo tiene que ser capaz de
conducir
al conjunto de individuos que representa, a sus electores y a la población en general del área por la cual ha sido seleccionado, a
la actuación en función de sus necesidades y
del progreso de la sociedad
en su conjunto. Pero, además, la tarea de cada uno de estos representantes—nuestros delegados y diputados— es gobernar en el sentido antes apuntado, haciendo que los gobernados cada vez en mayor medida “se gobiernen”, que su labor sea cada vez menos portadora de una simple
“delegación”, para convertirse en vehículo efectivo de intervención de cada individuo
en el proceso de dirección; el “puente” necesario entre la democracia directa y la indirecta
indispensable en las estructuras
sociales modernas, pero con un contenido superior, encaminado a borrar la separación entre dirigentes y dirigidos
como expresión de la división
social jerárquica del trabajo,
y en definitiva de la enajenación del individuo
respecto al proceso de reproducción de
su vida social.
El debate está planteado. No es momento de ejercicios de retórica o de plantearse elaboraciones especulativas. Se trata de responder a las demandas del momento actual, que es objetivamente un “punto de inflexión” en el desenvolvimiento del proceso de transformaciones de la sociedad cubana, como identifica Raúl Castro al afirmar que:
“O rectificamos o a se acabó el tiempo de seguir bordeando el precipicio, nos hundimos, y hundiremos, como dijimos con anterioridad, el esfuerzo de generaciones enteras, desde el indio Hatuey, que vino de lo que hoy es la República Dominicana y Haití- el primer internacionalista en nuestro país- , hasta Fidel, que nos ha conducido genialmente por estas situaciones tan complicadas desde el triunfo de la Revolución”[14]
[1] "Qué
busca el cambio en los métodos y estilo del Partido", Maria Julia Mayoral,
Granma, 6 de octubre de 1999.
[2] "La crítica no es
opción, es necesidad", Maria Julia Mayoral, Granma, 3 de Noviembre de 1999
[3] Ver
el libro “Proceso de Rectificación y salida del Periodo Especial: dos fases en
la misma batalla de ideas. Una visión a través del prisma de la
relación dirigente- dirigidos en los discursos de Fidel Castro.”.
Jesús Pastor García Brigos, en www.nodo50.org/cubasigloXXI/
[5]La división jerárquica social del trabajo es un concepto poco atendido, relacionado con la división social del trabajo, con la indispensable división jerárquica técnico- organizativa dentro del proceso del trabajo, pero substancialmente diferente, condicionante de la evolución que alcanza la división de la sociedad en clases bajo el sistema de dominación del capital. Al respecto se debe consultar el capítulo 2 de Beyond Capital, de Istvan Meszaroz (en particular, pp.42 – 45, T. 1, Edición India, 2000, K P Bagchi & Company, Calcuta.
[6] Mészaros, Istvan, “Un abordaje minucioso,
con originalidad y profundo compromiso. Reflexiones y debates a propósito del
libro de Isabel Rauber “Movimientos sociales y representación política.
Articulaciones”, en Pasado y Presente
XXI, Año V, Num. 5, pag. 7
[7] Meszaros, Istvan, ref. ant.
[8] Ver el libro sobre el Proceso de
rectificación referido antes.
[9] Lenin, V.I., Tareas de las uniones de
juventudes, T. 41, OC., Progreso, pp. 304 – 324.
[10] Ver: Márquez Castro,
René, “Paradojas
en la transición socialista cubana., ponencia en a III
Conferencia Internacional Carlos Marx y los Desafíos del Siglo XXI (Mayo 2006) publicado en www.nodo50.org/cubasigloXXI; Sociedad civil en
transición socialista. Una mirada actual., publicado el resumen de la ponencia en la Revista Bimestre Cubano de la SEAP, Nº 44
Enero-Junio 2016; García Brigos, Jesús Pastor, “Poder Popular. Fundamentos,
evolución y visión de futuro”, libro, Editorial Ciencias Sociales- Nuevo
Milenio, 2019 (en imprenta).
[12] Ver desarrollo al
respecto en el libro publicado en www.nodo50.org/cubasigloXXI/ “Marx, Engels y Lenin:
la relación entre dirigentes y dirigidos en la construcción socialista.Una
aproximación desde el contexto cubano.(Publicado con el título “ Dirigentes, Dirigidos,
Socialismo”, Ed. Ciencias Sociales, La Habana, 2007).
[13] Ver Mészaros, Istvan, “Un abordaje minucioso, con originalidad y profundo compromiso…..” , referido anteriormente.
[14] Castro Ruz, Raúl, Discurso pronunciado en la clausura del Sexto Periodo
Ordinario de Sesiones de la Séptima Legislatura de la Asamblea Nacional del
Poder Popular, periódico Granma, Diciembre 20, 2010, p. 5
Haciendo un sondeo a la lectura y las intervenciones del presidente sigo viendo como el lenguaje es excluyente.
ResponderEliminarTal parece que la revolución son los dirigentes y que el pueblo es otra cosa. Son ellos los que deben ceder espacios de participación y comunicación con el pueblo, cosa que es verdad.
Hay que defender la revolución y hay que permitir la participación del pueblo a través del Poder Popular...
Ese mensaje es excluyente.
El pueblo es quien tiene que mandar y colocar al frente de la sociedad a quienes cumplan con el mandato del pueblo. Eso sí sería Poder del pueblo, no que los dirigentes nos permitan participar.
El discurso tiene necesariamente que ser de rendición de cuentas permanente a todos los niveles. El papel del dirigente es organizar las soluciones a los problemas que tiene la población y que exige. Para eso está creada su estructura desde el barrio.
Los dirigentes actuales le deben una disculpa al pueblo revolucionario por obviarlos y creer que la revolución es un asunto de propiedad personal.
Rogelio Castro Muñiz