Por Rena Pérez
La autora agradece al Ing. José Pérez La Paz por su ayuda en la preparación y revisión de este trabajo.
La ganadería cubana estuvo basada en la producción extensiva de carne hasta 1959; entre 1960 y 1989, la producción de leche se desarrolló a un ritmo medio anual superior al 10 por ciento. Al inicio de la década de los noventa, la desaparición de los sistemas socialistas en los países del este de Europa causó graves dificultades que redujeron la capacidad del comercio exterior de Cuba. Esta situación determinó en el país la crisis de un componente fundamental en función del cual se había desarrollado la ganadería, a saber, la importación de grandes cantidades de combustibles, piensos, fertilizantes agroquímicos y otros productos necesarios para mantener unos sistemas de explotación intensiva e industrial con alto consumo de insumos. Se produjo una brusca disminución de la fertilidad de los rebaños y los niveles de producción de leche y carne se redujeron hasta en un 50 por ciento. A partir de entonces, la ganadería cubana se ha reorientado aceleradamente hacia la autosostenibilidad mediante el uso de pastos, árboles proteicos, caña de azúcar y una fuente de nitrógeno no proteico, así como el aprovechamiento de otros recursos locales. A seis años escasos de este cambio de orientación, ya se notan signos tangibles de una recuperación.
ANTECEDENTES
El período anterior a 1959
Antes de 1959, la producción de carne vacuna y leche constituía la segunda actividad económica agrícola de Cuba, después de la caña de azúcar. Había un total de 160 000 fincas de un tamaño promedio de 57 ha, y también existían latifundios. Un 80 por ciento (9 millones de ha) de toda la tierra se consideraba como tierra agrícola o explotable, y de ésta el 43 por ciento (4 millones de ha) eran pastizales, principalmente de Paraná (Panicum numidianum), hierba Guinea común (Panicum maximum) y Brasil (Andropagon ruffum). El ganado de carne era esencialmente criollo y Cebú, o un cruce de ambas razas, Shorthorn-Cebú, o un triple cruce de Shorthorn-Cebú-Criollo; para la producción de leche se prefería el Brown Swiss-Cebú o el Holstein-Cebú.
En esa época, se privilegiaba la producción de carne; la leche ocupaba un lugar secundario y generalmente era producida por rebaños de carne, alimentados básicamente con pastos, que se encontraban en la parte oriental del país. Solamente alrededor de la capital y de algunas otras ciudades existían rebaños típicamente lecheros. En algunos de los grandes ingenios azucareros en la parte oriental había ganado bovino; estos ingenios importaron el ganado de raza para los programas de cruzamiento. Dos o tres ingenios sirvieron como centros de mejoramiento genético para el ganado perteneciente a las comarcas cercanas (Truslow, 1951).
A partir de los años cincuenta, algunos ingenios azucareros de la zona más seca utilizaban la caña y la miel final para la alimentación del ganado. Una práctica común durante la estación seca era suplementar los animales en pastoreo con caña entera troceada, mezclada con miel y minerales. En 1955, las compañías americanas Old Time Molasses Co. y New Era Corporation vendían mieles finales con un 3 por ciento de urea añadida y, en 1959, cuando triunfó la revolución cubana, un total de 13 ingenios ya vendían ese producto. Una de estas compañías había comenzado a estudiar la amonificación de la miel y el bagazo, así como la solidificación de la miel y el jugo de caña para las dietas avícolas (Argudín, com. pers.).
Los años 1960 a 1990
Las reformas agrarias de 1959 y 1963 y los acontecimientos revolucionarios de 1967 consolidaron los procesos de nacionalización y administración por el Estado de la mayor parte de las tierras dedicadas a la ganadería. Se crearon institutos y centros de especialización e investigación relacionados con la producción agropecuaria. En 1967, en el primer número de la revista científica del Instituto de Ciencia Animal (ICA), se publicaron dos artículos sobre un sistema para la ceba intensiva de toros mediante el suministro de distintos niveles de urea en las mieles ricas y en las mieles finales, en la harina de pescado y en el forraje restringido (Preston, Willis y Elías, 1967a y b). Este fue el inicio de un estudio sistemático del uso de la caña de azúcar y sus derivados como alimento animal en Cuba y del llamado sistema cubano de ceba intensiva de toros (Preston et al., 1967) consistente en miel-urea al 3 por ciento. Hasta el año 1990, se suministró este tipo de alimentación a 300 000 cabezas. El esfuerzo material y humano desplegado durante 30 años para transformar una ganadería más bien extensiva y subtropical en una ganadería intensiva se concentró en tres aspectos: la genética, la infraestructura y la alimentación.
La genética. Se decidió utilizar la raza Holstein para mejorar la potencialidad lechera del ganado Cebú. Se importaron del Canadá unas 35 000 novillas Holstein, sementales y semen congelado y se creó una organización nacional para formar técnicos en inseminación. En pocos años, la cantidad de hembras con características lecheras en la masa ganadera aumentó del 12 por ciento en 1966 al 54 por ciento en 1971 (ICA, 1974). En 1990, año en que comenzaron a hacerse sentir los efectos de la crisis económica, el 63 por ciento de la masa ganadera era lechera, principalmente Holstein tropical (31/32 H x 1/32 C), Siboney de Cuba (5/8 H x 3/8 C) y Mambí (3/4 H x 1/4 C).
En el quinquenio 1965-1970 comenzó la introducción de la inseminación artificial; en 1990 había ocho centros dedicados a esta actividad, más de 900 sementales y 2 500 inseminadores. Inicialmente, esta técnica fue utilizada solo en los rebaños genéticos de elite, pero más tarde se extendió a los rebaños lecheros comerciales. Alrededor de la capital, donde se encontraba el 35 por ciento de todos los rebaños lecheros del país, hasta 1990 el 100 por ciento de los servicios fue por inseminación artificial, lográndose una natalidad del 72 por ciento (García Trujillo, 1992). Estos resultados hicieron necesario desarrollar sistemas alimenticios, tanto para las vacas lecheras como para la producción de carne, a partir de los machos excedentes del rebaño lechero. Se organizó el envío por ferrocarril de los machos jóvenes a la zona central, donde históricamente se encuentran los pastizales mejores y más extensos. Allí se crearon condiciones para mantener a más de 200 000 cabezas de ganado en ceba. Como sistema de engorde se utilizó el sistema cubano de ceba, pero con pasto restringido en vez del forraje troceado. En esta zona se encontraban también los grandes ingenios azucareros. El sistema de engorde requería el empleo en cada animal de un promedio de 2,5 t de miel final por año.
La infraestructura. En 1990, el rebaño vacuno era de 4,8 millones de cabezas y solo alrededor del 20 por ciento de éstas pertenecía a productores privados, organizados en cooperativas, o a productores individuales. La ganadería estatal representaba el 80 por ciento del total y estaba organizada en 106 empresas especializadas: 36 de leche, 10 de carne, 22 de cría y 38 empresas agropecuarias municipales mixtas. Estas empresas tenían unidades especializadas para la producción de leche; la crianza artificial de los terneros desde los 10 días de nacidos hasta los 4 meses; el desarrollo de hembras desde 4 a 30 meses para el reemplazo; la preceba, es decir el desarrollo de machos lecheros desde 4 a 12 meses y en cebaderos hasta el sacrificio desde 24 a 30 meses (Pérez, 1993). El concepto de integralidad dentro de la misma unidad no prevaleció en el sector estatal hasta después de 1993. Entre los 400 000 profesionales cubanos que fueron preparados en esta etapa se contaban agrónomos, técnicos pecuarios y veterinarios que proporcionaban apoyo técnico.
De un total de 4 000 vaquerías, más de la mitad se diseñaron específicamente para 120 ó 288 vacas, con más de 2 800 ordeñadores mecánicos. Hubo que construir caminos, traer materia orgánica para reconstituir los suelos, hacer llegar energía eléctrica, fomentar las áreas forrajeras, cercar, sembrar pastos y forrajes, preparar ensilaje y heno, asegurar el abastecimiento de agua y hasta construir pueblos enteros para los trabajadores y sus familias. En la empresa pecuaria Babiney, por ejemplo, creada en 1976, cuya extensión era de 18 760 ha, se construyeron 60 vaquerías mecanizadas para 120 ó 288 vacas, ocho centros de cría, 14 centros de desarrollo de hembras, 17 micropresas y dos comunidades de 100 familias cada una. La empresa llegó a tener 1 400 trabajadores distribuidos en cuatro granjas que producían anualmente 20 millones de litros de leche para el abastecimiento de La Habana. Había nueve brigadas para la preparación de la tierra, el corte y tiro de forraje, la preparación de ensilaje y heno, la distribución del agua, la construcción de cercos, la limpieza de las vaquerías, las labores de fumigación y desinfección, y el chapeado de los pastos. En 1990, había en la empresa 185 tractores con neumáticos de goma, 18 tractores de oruga, 400 aperos agrícolas y 85 tráilers y carretas. Recibía petróleo, gasolina, aceite, fertilizantes, pesticidas, herbicidas y piezas de repuesto para los ordeñadores mecánicos, aparte del alimento animal consistente en piensos concentrados, urea, miel, y otros insumos. Además de su plan de producción de leche, cumplía con un plan anual interno de 50 000 t de ensilaje, 1 400 t de heno, 8 000 ha de chapea de aroma (Aroma fornesiana) y marabú (D. cinerea), arbustos indeseables que invaden los pastos, y 1 600 ha de siembra de pastos artificiales. Durante la seca, se distribuían diariamente 230 pipas de agua.
En 1989, en el rebaño lechero estatal había 800 000 vacas, de las cuales 367 000 estaban en ordeño; la producción promedio era de 6,8 litros/día. Había 600 000 toros en ceba, la mitad de los cuales eran de razas lecheras y el resto fundamentalmente Cebú. 175 000 toros estaban alojados en 20 cebaderos o lotes secos de una capacidad de 5 000, 10 000 y 20 000 cabezas; a 125 000 toros se aplicó el sistema de pastoreo restringido en unas 400 corraletas de 320 cabezas, y al resto, el pastoreo natural libre. A raíz de la crisis de 1990 hubo que enviar a casi todos los toros al pastoreo. En 1992, menos de tres años más tarde, la producción de leche se había reducido a la mitad de la alcanzada en los años ochenta, y por primera vez se comenzó a hablar de sostenibilidad y del empleo de árboles proteicos como la Leucaena leucocephala.
La alimentación. Durante 30 años, la política alimentaria de la ganadería estuvo basada en pastos y forrajes frescos o convertidos en ensilaje y en heno, que llegaron a representar un 60 a 70 por ciento del total de los alimentos suministrados. Aunque en la seca se recurría a la suplementación con subproductos fibrosos de la industria azucarera, se importaba cerca de 1 millón de toneladas de materia prima para preparar concentrados, hidrolizar los residuos fibrosos cañeros e incorporar la urea en la miel.
Los animales en desarrollo o preceba, o sea aquellos entre los 8 y 24 meses de edad, se alimentaban con pasto o forraje: 3 a 6 kg de miel-urea; 0,46 kg de suplemento proteico y 60 g de sales minerales. Los machos de los rebaños lecheros se enviaban a cebaderos estabulados o semiestabulados, mientras los de los rebaños de cría se cebaban en pastoreo. En cuatro zonas del país se producían anualmente entre 30 000 y 40 000 toneladas de ensilaje de pescado por el método de ácido sulfúrico. El pescado ensilado se mezclaba con igual cantidad de miel-urea y se suministraba a razón de 2 a 4 kg para la producción de leche y de carne. Posteriormente, debido al costo y a la peligrosidad del ácido sulfúrico, el ensilaje ácido fue reemplazado por una mezcla de morralla o desperdicios frescos preservados en miel final. Al entrar los barcos, particularmente los camaroneros, en el puerto con sus capturas, la morralla se mezclaba con miel final en una proporción de aproximadamente 1:1 por volumen. Este producto no solo se ha utilizado en la ceba, sino también para las vacas en ordeño, sobre todo en la seca, cuando la calidad de los pastos se deteriora. Los subproductos del arroz también fueron aprovechados. Anualmente se empacaban entre 60 000 y 90 000 toneladas de paja como heno, y después de la cosecha el ganado de carne se dejaba pastar en los arrozales durante 4 a 6 meses.
Durante cinco años a partir de 1984, una intensa sequía afectó a la región. El Gobierno decretó una emergencia ganadera, y se comenzó a construir lotes secos temporales y a desplazar a 1 millón de cabezas hacia los 500 centros de acopio y limpieza de caña de azúcar, en cada uno de los cuales se producían y se quemaban diariamente 50 t de residuos fibrosos. Los animales subsistieron con una dieta de residuos cañeros, 0,5 kg de miel con 100 g de urea, cachaza y agua.
La sequía contribuyó a crear una mayor conciencia de las ventajas del uso de la caña de azúcar y sus derivados en la alimentación del ganado, especialmente durante la seca. En 1981, el volumen total en base húmeda de los alimentos utilizados por al ganado vacuno fue de 10,5 millones de toneladas, de los cuales 2,5 millones (el 24 por ciento) fueron aportados por la industria azucarera, mientras que en 1986-87, estas cifras fueron, respectivamente, de 13 y 4,5 millones, para un aporte del 35 por ciento (ICIDCA, 1987).
En 1989, al final de la sequía, el sector azucarero había casi duplicado la producción de distintos alimentos, llegando a producir en 172 plantas, adyacentes a los 156 ingenios azucareros, más de 4 millones de toneladas de alimentos, de las cuales 3,5 millones se vendían a las explotaciones ganaderas, en su mayor parte durante la seca. A partir de 1990 comenzaron las reducciones en las importaciones de urea, sosa cáustica y combustible, entre otros productos, con sus consiguientes repercusiones negativas en la producción y la distribución de estos alimentos.
Problemas sin resolver. Haber creado en Cuba un rebaño vacuno lechero subtropical, y realizado inversiones en todo el país para desarrollar una nueva infraestructura ganadera basada en la inseminación artificial ha representado un desafío. En ningún otro país de la región se han aplicado, a escala nacional, los métodos de la ciencia y la técnica ganadera; sin embargo, al cabo de 30 años, el talón de Aquiles de la ganadería cubana sigue siendo el crecimiento de la masa ganadera. Aunque se trata sin duda de un problema reproductivo, su relación fundamental es con el suministro de agua (Arteaga, Chongo y Valdés, 1982), la alimentación (Morrales, 1996), los minerales (Ruiz, 1996), el manejo de los animales (Perón y Márquez, 1992) y la comercialización por los productores.
Cuba tiene dos épocas meteorológicas definidas -una de seca y una de lluvias-; en esta última cae el 70 por ciento de las precipitaciones. Ambas épocas presentan dificultades. Con las lluvias, tanto la calidad como la cantidad de los pastos mejora, y aunque se registra más calor y más humedad relativa, factores que generalmente influyen negativamente en la reproducción vacuna, siempre ha sido durante esta época cuando se han obtenido los mejores resultados en el comportamiento reproductivo (Morrales, 1996): por ejemplo, un incremento del 35 al 40 por ciento de las inseminaciones de primer celo en comparación con igual período en la seca.
Cuba tiene múltiples sistemas hidrográficos, sin embargo es básicamente una isla llana. Debido a que además es estrecha (la mayor distancia entre las costas norte y sur es de solamente unos 200 km), los ríos no llegan a tener una extensión importante ni un caudal abundante. Se estima que un 15 por ciento de las explotaciones ganaderas siempre han tenido problemas de suministro de agua. Durante la seca, suele ser necesario distribuir agua diariamente en pipas al 20 por ciento de la masa ganadera. Con este suministro, los animales solo satisfacen un 30 por ciento de sus necesidades hídricas, y ello afecta seriamente su comportamiento (Morrales, 1996; Arteaga, Chongo y Valdés, 1982).
Debido al tipo de organización tecnológica del flujo de animales entre los rebaño lecheros, una ternera llega a ser trasladada hasta seis veces antes de ser seleccionada como hembra de reemplazo. También ha ocurrido que una hembra termina siendo devuelta a la misma vaquería donde nació. El estrés causado por los traslados y los cambios de hábitat compromete seriamente el comportamiento reproductivo y productivo. Además, las novillas de reemplazo siempre son confinadas en lugares que ofrecen escasas posibilidades alimentarias, con el objeto de reservar los mejores potreros para las vacas en ordeño.
La provincia de La Habana es la región de donde provenía el 35 por ciento de la leche que se producía en el país. Además de tenerse que enviar la mayor parte de los machos para su engorde a otras provincias, en La Habana la carga de hembras era elevada: alcanzaba entre 4 y 5 UGM/ha. Cada año se enviaban entre 14 000 y 15 000 hembras lecheras a las provincias orientales, que son las más secas. A pesar de que con esta medida se consiguió un incremento en la producción de leche en aquellas provincias, frecuentemente la situación alimenticia no guardaba relación con las exigencias del genotipo de estos animales.
Debido a los factores mencionados, en diferentes rebaños los principales indicadores reproductivos del ganado lechero, es decir la ganancia diaria de peso de las hembras en desarrollo, la edad de incorporación, el intervalo entre partos y el intervalo parto-gestación, no alcanzaban los índices establecidos como objetivos. Esta situación explica que a los ocho años de edad una vaca hubiese tenido solo tres partos en vez de seis, factor sin duda decisivo en el crecimiento de la masa ganadera hasta el año 1990 (PCC, 1985).
LA CRISIS ECONÓMICA DE 1990
En 1990, un 63 por ciento de la masa ganadera ya era lechera. El 70 por ciento era Holstein tropical, el 12 por ciento Siboney de Cuba, el 8 por ciento Mambí, y un 10 por ciento presentaba otras combinaciones genéticas. La alimenta-ción de estos animales consistía en el pastoreo durante la época de lluvias, más ensilaje, forrajes y heno, y subproduc-tos de la industria azucarera durante la época seca. En ambas épocas, además de estos alimentos fibrosos, las vacas recibían 0,46 kg de concentrados a partir del quinto litro de leche producido. Los pastos y forrajes requerían la aplicación de 400 kg de nitrógeno y 450 a 600 kg/ha de fertilizantes completos. Cada año se importaban alrededor de 400 000 t de fertilizantes y miles de toneladas de alambre, pesticidas y de herbicidas. Para los trabajos agrícolas y para distribuir el forraje, los ganaderos llegaron a necesitar 16 000 tractores y 90 000 t de petróleo (MINAG, 1997).
Una infraestructura ganadera tan sofisticada necesitaba miles de tractores y camiones para trasladar el pienso importado y los demás alimentos hacia las explotaciones, recoger y distribuir la leche y las excretas, distribuir los fertilizantes importados, regar y cortar las plantaciones forrajeras, reparar los caminos, y llevar los terneros recién nacidos a las unidades de crianza artificial, y de éstas a las de desarrollo de machos o de reemplazo de hembras, y finalmente de nuevo a las vaquerías o a los cebaderos y mataderos. Los terneros se criaban artificialmente con 280 kg de leche que se transportaban desde la vaquería a la planta de pasterización y se descremaban; luego los animales se devolvían a las unidades especializadas de crianza.
Había un total de 2 300 vaquerías especializadas para unas poblaciones de 60, 80, 120 ó 288 vacas, y más de 1 000 vaquerías rústicas y tradicionales. Para realizar las inseminaciones artificiales llegó a haber 2 500 técnicos inseminadores dotados de medios de transporte motorizado. Con la crisis económica, empezó a faltar el nitrógeno líquido, los termos, las varillas plásticas, los guantes y los reactivos, y el combustible para los vehículos de los inseminadores. La inseminación artificial se siguió practicando en los rebaños genéticos de elite, pero en los demás rebaños hubo que volver a la monta directa. Este hecho no sólo tuvo repercusiones en el trabajo genético sino que también afectó a la producción de carne. Aumentó por consiguiente de forma inesperada la necesidad de utilizar los toros como bueyes de trabajo. Debido a los problemas de transporte, fue necesario adoptar rápidamente sistemas de amamantamiento restringido.
En 1990 se produjeron 879 millones de litros de leche, casi 6 litros/vaca/día; solamente dos años después, en 1992, la producción de leche había disminuido un 50 por ciento, quedando en 425 millones de litros, un promedio de 3,1 litros/vaca/día (véase el cuadro). La condición física de los rebaños lecheros que se había tardado 25 a 30 años en constituir (una generación entera de trabajo) era aún peor. Se perdieron un gran número de animales en la zona lechera alrededor de la capital; menos en las zonas más rústicas del país. Comenzó en esa época un proceso destinado a cambiar el sistema de producción de los pastos acuartonados, que fue sustituido con un nuevo sistema de rotación de alta carga diaria (ACPA, 1991). Los trabajadores y sus familias residían directamente en las vaquerías, lo cual permitía descentralizar parte de la masa lechera y ubicar a las vacas en microvaquerías, cerca de los centros urbanos.
A causa de la carencia de fertilizantes, los pastos perdieron rápidamente su calidad, y la salinidad, que afecta casi a un 15 por ciento de toda la tierra agrícola, también contribuyó a degradarlos. La mortandad excesiva, la falta de fertilizantes y de pesticidas, las restricciones en el suministro de petróleo para las labores de regadío y transporte, las dificultades en la adquisición de postes, alambre y problemas relacionados con los herbicidas hormonales fueron los factores que determinaron la infestación de los pastos. En 1994 se llegó a una situación en que el aroma (A. fornesiana) y el marabú (D. cinerea) cubrían más de 1 millón de hectáreas, es decir el 47 por ciento de la superficie de los pastos (Paretas et al., 1994).
Desde 1967-68, cuando se diseñaron los planes ganadero, se importaban entre 30 000 y 35 000 toneladas de leche en polvo al año para suplir aproximadamente la mitad de las necesidades de la población. A partir de la crisis económica se ha importado más leche en polvo y se ha restringido su distribución a los niños y los ancianos, la población más vulnerable. En 1990 el peso vivo promedio de los bovinos al sacrificio era de 306 kg; en 1992 era de 225 kg. Hubo que sacar miles de toros de los cebaderos para convertirlos en bueyes de trabajo, y los toros restantes se enviaron al pastoreo. La crisis también afectó drásticamente a la industria azucarera. De un anterior promedio nacional anual de 7 a 8 millones de toneladas de azúcar y 3 millones de toneladas de miel final, en menos de dos años las zafras cañeras se habían reducido en un 40 por ciento. Esta merma afectó la disponibilidad de miel y de otros derivados utilizados tradicionalmente en la ganadería.
LA ESTRATEGIA DE LA RECUPERACIÓN GANADERA
La organización de la producción
Con el objeto de volver a alcanzar y posteriormente mejorar los niveles de producción agrícola obtenidos antes de la crisis económica, en 1993 se creó un nuevo sector constituido por las Unidades Básicas de Producción Cooperativa (UBPC), organización económica y social que integra a obreros agrícolas y a otros trabajadores bajo determinados principios del cooperativismo. Las UBPC representan una modalidad colectivista de desestatización de la propiedad, pero excluyen la propiedad de la tierra y la gestión de la producción agropecuaria (Figueroa, 1994).
La creación de las UBPC ha permitido transformar las empresas productivas estatales, como las de la ganadería, el arroz y la caña de azúcar, en unidades más pequeñas cuya superficie es un 10 a un 15 por ciento inferior. El tamaño promedio de las empresas ganaderas antes de esta transformación era de 25 000 ha; las nuevas UBPC tienen un promedio de 1 600 ha. Actualmente hay 1 577 UBPC en el sector agrícola no cañero, de las cuales 730 reúnen el 26 por ciento de la masa ganadera y aportan el 45 por ciento de la producción total de leche acopiada (ONE, 1997). De los 4,6 millones de cabezas de ganado vacuno, el 33,3 por ciento pertenece al sector estatal y el 66,6 por ciento al no estatal. El 34,5 por ciento de todo el ganado está en manos de privados. La producción de carne vacuna se mantiene concentrada en las empresas estatales.
La casi totalidad de las vaquerías, entre las que se encontraban las restantes empresas genéticas y las recién creadas UBPC, fueron convertidas en fincas integrales de 10 a 60 vacas, con una carga de 1,2 a 2 cabezas/ha. Se implantó en ellas una estrategia de autosuficiencia alimentaria que consiste en que todos los alimentos se producen en la propia finca.
El trabajo de una vaquería de la empresa genética Nazareno, en la provincia de La Habana, es un ejemplo interesante de esta nueva política. La vaquería posee animales 5/8 Siboney de Cuba y está asesorada técnicamente por el Instituto de Pastos y Forraje «Indio Hatuey». Se sembró Leucaena en 44 cuartones de 0,3 ha, en los que previamente se había sembrado solo pasto estrella. Los surcos de Leucaena fueron sembrados a una distancia de 5 m unos de otros, permitiendo de esta manera mantener franjas abiertas de pasto estrella. La rotación de los cuartones es de 35 días; el primer día de pastoreo entran las vacas en ordeño, el segundo día, las vacas vacías y las preñadas. Se efectúan dos ordeños, a las 5 de la mañana y a las 3 de la tarde. En el período de seca, después del primer ordeño, las vacas salen a pastorear hasta las 10 de la mañana, y luego regresan a las naves de sombra donde se les ofrece una mezcla troceada de caña y rabo de ratón, y minerales y agua. Después del segundo ordeño se las deja pastar hasta el día siguiente. Estos animales, que provienen de centros genéticos, reciben, en el momento del ordeño, después del sexto litro de leche producido, 0,5 kg de un pienso que contiene un 12 por ciento de proteína. El 20 de septiembre de 1997, durante la época de lluvias, se habían producido 400 litros de leche con 38 vacas en ordeño, es decir un promedio de 10,5 litros/vaca/día. Anteriormente, cuando se usaban árboles proteicos, con más pienso se obtenían solamente 3 litros/vaca/día.
1945 | 1970 | 1980 | 1990 | 1991 | 1992 | 1993 | 1994 | 1995 | 1996 | |
Total del ganado (millones de cabezas) | 4,2 | 5,7 | 5,0 | 4,8 | 4,7 | 4,6 | 4,6 | 4,6 | 4,6 | 4,6 |
Producción total de leche (millones de litros) | - | 390 | 915 | 879 | 692 | 425 | 393 | 423 | 403 | 426 |
Parte de la producción de leche por el Estado del total (millones de litros) | - | 380 | 889 | 798 | 613 | 353 | 311 | 323 | 299 | 336 |
Vacas en ordeño (miles de cabezas) | - | 309 | 398 | 369 | 353 | 308 | 264 | 251 | 232 | 225 |
Litros/vaca/día producidos por vacas en ordeño | 2.0 | 3.4 | 6.1 | 6.1 | 4.7 | 3.1 | 3.2 | 3.6 | 3.5 | 3.8 |
Ganado sacrificado (miles de cabezas) | 800 | 1,013 | 880 | 886 | 721 | 678 | 532 | 437 | 445 | 453 |
Producción de carne (miles de toneladas) | 272 | 341 | 303 | 272 | 180 | 152 | 130 | 122 | 128 | 136 |
Peso vivo promedio (kg) | 340 | 334 | 326 | 306 | 251 | 225 | 246 | 281 | 289 | 302 |
Fuentes: Truslow (1951): datos relativos a 1954; Anuario estadístico de Cuba (1988); ONE (1997): datos relativos a 1970-1996.
La genética
La estructura genética de los rebaños lecheros comerciales se ha ajustado a las nuevas realidades. La mayoría de las vacas lecheras solía tener hasta 15/16 de sangre Holstein, incorporada por medio de Holstein puros importados del Canadá o de origen canadiense y nacidos en Cuba. El sistema genético nacional se mantiene en las empresas genéticas, pero no en las empresas comerciales, donde se ha determinado que el genotipo más adecuado debe estar en función de las posibilidades alimenticias de cada lugar, de los pastos y de otros recursos locales. En la actualidad, el 73 por ciento del ganado se encuentra en rebaños pertenecientes a las UBPC, a las Cooperativas de Producción Agropecuaria (CPA), a las Cooperativas de Crédito y Servicio (CCS), a otros organismos estatales como el Ministerio del Azúcar y, en fin, a pequeños productores.
Las condiciones de explotación de los nuevos productores no permiten mantener el programa de absorción para introducir características de Holstein; en su lugar se usan toros de razas menos exigentes como el Cebú, el Cebú lechero y el Criollo con hembras de estos rebaños. Los animales que nacen de estos cruces se destinan a las zonas más difíciles. Los toros Siboney de Cuba se usan para obtener animales de reemplazo en los rebaños lecheros de las zonas de mejores condiciones de producción.
El manejo
La inseminación artificial. La práctica de la inseminación artificial en el rebaño lechero había llegado a alcanzar un 70 por ciento; sin embargo, con la crisis económica hubo que volver a la monta directa y la inseminación artificial se redujo al 46 por ciento (Granma, 1996). A partir de 1995 se logró volver a inseminar el 55 por ciento de la masa de hembras incorporadas a la reproducción. Se ha recomendado mantener un grupo de toros para la monta natural para situaciones de emergencia y para vacas de cuarto celo. En los rebaños de cría se usa la monta directa. En 1996 se seguía utilizando el plan de transferencia de embriones en 2 000 receptores en los 13 centros de inseminación existentes en el país.
La crianza de los terneros. A medida que se fueron consolidando los planes ganaderos en los años sesenta y setenta, se introdujo el sistema de crianza artificial de terneros y se eliminó la rusticidad del ganado lechero. La crisis económica hizo necesario volver al amamantamiento restringido. En la actualidad, el sistema de crianza artificial se aplica en el 40 por ciento de los rebaños genéticos; sin embargo, en los rebaños comerciales y en las vacas de las cooperativas, se utiliza el amamantamiento restringido. Si el sistema de crianza de terneros con amamantamiento restringido llegara a utilizarse en algunos de los rebaños genéticos, habrá que recurrir a nuevas formas de evaluación del comportamiento productivo de las vacas (MINAG, 1994).
Flujo zootécnico y atención al rebaño hembra en desarrollo. Los desplazamientos excesivos del ganado, que afectaban su comportamiento, fueron reducidos gracias a la creación de las UBPC y las fincas integrales. Hoy se persigue rescatar el flujo zootécnico conseguido en años anteriores, particularmente en las zonas altamente lecheras, y atender mejor al rebaño hembra del cual provendrán las futuras vacas. Se busca volver a cebar en lote seco a los machos, ya que éstos consumen los pastos y forrajes que deberían destinarse a las hembras en desarrollo y a las vacas lecheras, y superar las insuficiencias en el comportamiento productivo de ambas.
La alimentación
En la actualidad se persigue ante todo proporcionar al ganado una alimentación adecuada a los recursos locales, producidos mayormente en la propia finca. Sólo se dispone de suministros distintos de la miel final en forma de miel-urea al 10 por ciento o de bloques multinutricionales y macro y microminerales, y de muy escasos alimentos energéticos o proteicos importados. Estos alimentos se destinan a las vacas de los centros genéticos de alta producción. Un movimiento nacional orientado a intensificar la recupe-ración ganadera ha propuesto que cada año nuevas vaquerías alcancen la autosuficiencia alimentaria mediante la siembra de caña, rabo de ratón y leguminosas intercaladas en el pasto (silvopastoreo), principalmente la Leucaena. Para la producción de leche, la Leucaena se siembra directamente en los pastos establecidos o en asociación con otras especies (multiasociación). La multiasociación ha dado resultados productivos superiores a los 8 litros de leche, tanto en la primavera como en la seca. Durante esta última, además del pasto se recurre a la suplementación con hasta 20 kg de rabo de ratón y 20 kg de caña y, de ser posible, una fuente de nitrógeno no proteico, BMN o miel con urea (Hernández, Reyes y Carballo, 1996).
El siguiente ejemplo ilustra las posibilidades de la producción de carne en una empresa pecuaria en la parte oriental del país, que es más seca. Se decidió reformar el sistema tradicional de pastoreo extensivo, cuya carga es de 1,5 a 1,7 cabezas/ha y cuya ganancia media diaria de peso es de 250 a 300 g. En un área de pasto Guinea común (Panicum maximum) se sembró un banco de Leucaena que repre-sentaba el 22 por ciento de la superficie total. La distancia de siembra fue de 0,5 m entre doble surco, 1,5 m entre calles y de narigón a chorrillo ligero. En la época de lluvias el ganado tenía acceso al banco durante cuatro horas al día (en comparación con las dos a tres horas por día durante la seca). El acceso del ganado al banco se limitó a los días alternos en los momentos de mayor seca. Más de 500 animales de un peso vivo promedio inicial de 245 kg, a los que se ofreció miel-urea, registraron resultados sorprendentes: en la seca la ganancia media diaria de peso fue de 420 g, y en el período de lluvias de 845 g; el promedio general fue de 632 g/día. Este valor es más del doble del registrado con el sistema tradicional de pastoreo (Valdés, Días y Ayala, 1996). Actualmente se utilizan dos sistemas de siembra: un surco doble de 0,7 m de Leucaena seguido por una franja de 3 m de pasto, o un surco sencillo de Leucaena seguido por una franja de pasto de 5 m.
LAS INVESTIGACIONES
Uno de los factores más importantes para lograr la recu-peración ganadera es «poner la técnica en manos del buen productor, de la forma más comprensible». Este fue el objetivo principal del Primer Encuentro Nacional de Transferencia de Tecnología, organizado por el Instituto de Ciencia Animal y otros centros dedicados al estudio de pastos y forraje, celebrado en diciembre de 1996 y destinado a preparar a capacitadores provinciales en ganadería vacuna (ICA et al., 1996).
Por mucho tiempo, los beneficios de la ciencia y la técnica, y en especial sus implicaciones económicas, llegaron con gran atraso al productor, por ejemplo el uso de los árboles proteicos como fuente de proteínas para la ganadería. Varios años antes del inicio de la crisis un estudio cubano publicado en 1986, había ya demostrado que incluir la Leucaena como fuente de proteína de libre acceso para el ganado en pastoreo significaba una ganancia media diaria de peso de 666 g, valor superior en un 55 por ciento al conseguido con el empleo de las gramíneas solas (Castillo et al., 1986). En 1987, un grupo de 14 investigadores pertenecientes a cuatro centros diferentes publicaron un libro con más de 300 referencias, titulado Leucaena, una opción para la alimentación bovina en el trópico y en el subtrópico (Barrientos et al., 1987). Pero sólo después de 1990, cuando fue preciso cerrar casi todos los cebaderos y volver a poner el ganado en pastoreo, comenzó en Cuba un movimiento para utilizar este árbol proteico.
CONCLUSIONES
Se dedican las conclusiones de este artículo a los autores del libro Ajustando los sistemas de produccción precuaria a los recusos disponibles (Preston y Leng, 1990), publicado originalmente en 1987, en inglés. En esa época el contenido de esa obra no tenían aún en Cuba una posibilidad de real aplicación. Desde 1990 (año de la publicación de la edición española), los ganaderos cubanos han perseguido la autosuficiencia alimentaria, y han rendido homenaje a los objetivos de la ganadería tropical sostenible.
Y el futuro que?
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