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domingo, 3 de enero de 2021

Precios en Cuba: ¿control popular o liberalismo económico?



Foto: Irene Pérez

Autor: Joel Ernesto Marill Domenech

En los últimos años uno de los temas más polémicos en el debate económico en Cuba lo ha constituido la política de regulación central de precios (estatales y no estatales). En el mismo se ha puesto de manifiesto la necesidad de buscar nuevas y mejores maneras de lograr una fijación y regulación de precios por los actores económicos, que permita conjugar al mismo tiempo la justicia social-distributiva de nuestro sistema social, con la eficiencia y eficacia de la actividad económica.

A lo interno del sector estatal se ha avanzado en un largo proceso de ajustes, donde se han acumulado transformaciones necesarias para lograr dotar a la empresa estatal de mayores niveles de autonomía, creando las condiciones, para una vez superadas las deformaciones monetarias y cambiarias con la Tarea Ordenamiento, poder lograr mayores niveles de descentralización en la formación de precios estatales.

Dicho proceso, sin embargo, no vendrá en forma de una completa descentralización, pues se garantizarán determinados niveles de centralización de precios fundamentales e indicadores directivos que permitan garantizar la gobernanza de dichas transformaciones y acoplar los intereses de la sociedad en su conjunto con los de los colectivos de las empresas estatales.

Aun con las distorsiones posibles que puedan darse en el control de este proceso y el enfrentamiento a las ilegalidades que puedan ocurrir, es de esperar que se logre una regulación efectiva de precios en el sector estatal y que esta transite, en la medida de lo posible, desde las regulaciones directas y normativas a regulaciones cada vez más indirectas y descentralizadas del control de precios estatales.

Por otra parte, el panorama de la regulación de precios a lo interno del sector no estatal se muestra como un proceso mucho más complejo. En la medida en que los agentes no estatales han ocupado un papel mayor en la producción y comercialización de bienes y servicios en los mercados domésticos, también se han hecho sentir las deformaciones propias de mercados pequeños, imperfectos y limitados por el lado de la oferta, donde se han creado espacios para prácticas fraudulentas y monopólicas por parte de algunos agentes económicos no estatales, que han intentado apropiarse con ventaja de la riqueza social producida.

En dichas condiciones el gobierno cubano ha intervenido de forma sistemática, mediante políticas de regulación administrativa de precios, para limitar el alcance de dichas prácticas y asegurar con ello la función social-distributiva de los precios en las economías en transición al socialismo. Esta función de los precios en el socialismo, que los distingue cualitativamente de la lógica puramente mercantil de formación de precios en una economía capitalista, argumenta sobre la necesidad de que sirvan para garantizar la justicia distributiva de la economía socialista[1] y excluye por esta razón la persistencia de prácticas que atenten contra el bienestar colectivo en la fijación de precios.

La política de regulación administrativa de precios no estatales ha sido un tema polémico y recurrente a lo largo de la actualización de nuestro modelo económico. Esta ha sido objeto de fuertes cuestionamientos por determinados sectores, al considerarla una medida de limitados resultados y que no permite superar las causas subyacentes que condicionan las deformaciones de la economía y que son, en última instancia, la causa de los altos precios.

Se replica así uno de los tópicos más comúnmente repetidos por la mayor parte de la corriente dominante dentro de la ciencia económica burguesa, donde se considera a la regulación administrativa de precios como uno de los mayores pecados que contra la libre actuación de las fuerzas del mercado una sociedad pueda cometer. Impera la idea, dentro de dicha corriente, que la regulación social de precios parte de un juicio de valor ideológicamente sesgado, que atenta contra el comportamiento regular de la economía y que provoca mayores distorsiones de las que puede corregir. 

La ciencia económica dominante, convertida en una de las fuentes de validación fundamental del orden mundial capitalista, sostiene que es necesario excluir todo juicio ético o moral sobre el comportamiento de los mercados, y reclama un análisis “positivo” y “objetivo” sobre ellos que deje fuera todo sesgo ideológico posible.

La ciencia económica burguesa, heredera del principio francés de “laissez-faire” o dejar hacer al mercado y de la llamada “mano invisible” de Adam Smith, sostiene que el libre juego de las fuerzas del mercado permite llegar a los mejores resultados asignativos y distributivos posibles, en base a determinadas condiciones de partida, logrando en el proceso el óptimo de bienestar social para los actores involucrados. Aún sin ser un acto totalmente consciente para muchos, la ciencia económica dominante se convierte así en el mayor escudo del liberalismo económico y del derecho de la propiedad privada a apropiarse socialmente con ventaja de la riqueza social.

Reclamando una pretendida neutralidad ética y científica, la ciencia económica dominante intenta imposibilitar a la sociedad actuar sobre las manifestaciones nocivas de los mercados, al defender que en la mayoría de los casos estos brindarán el mejor de los resultados posibles. Esto no solo lo vemos en su convencido enfrentamiento a los topes de precios, sino en su lucha contra la regulación del salario mínimo, contra las barreras aduanales, contra el incremento de impuesto, contra determinado grado de proteccionismo que permita a las industrias de los países periféricos desarrollarse, contra el gasto público para financiar servicios y protecciones sociales y contra muchos otros intentos de poner límites socialmente consensuados a la actuación libre de los mercados.

Esto es, si se mira con detenimiento, el sentido común del liberalismo “hecho” ciencia, y si se logra avanzar más allá del velo que este pone sobre la mente de los hombres, se descubrirá que es al mismo tiempo el primero y más peligroso de los juicios de valor que los economistas convencionales realizan, pues presupone la necesidad de poner al mercado sobre todo posible control social. Es así, de todos los juicios ideológicos que el liberalismo pretende hacer pasar por verdad inapelable, el más extendido y anti-democrático de todos, pues disfraza tras el manto de una pretendida “neutralidad” y racionalidad científica de la economía académica burguesa, el imperativo ideológico de que es beneficioso y correcto dejar al mercado disciplinar a toda la sociedad. 

La lucha ideológica del socialismo es también contra los lugares comunes del liberalismo económico, que muchas veces en forma de verdad científica inapelable, intenta imponer al cuerpo social sus agendas de política. Controlar racionalmente precios en el socialismo es una decisión profundamente ideológica, en favor de los más humildes, que son la base social de esta revolución, y no lo escondemos, decisión tan ideológica como es la de los heraldos del liberalismo defender el “dejar hacer libremente al mercado”.

Es entonces necesario en esta polémica, y valdría la pena recordar a quienes nos exigen lo contrario, tener claro lo que en la conceptualización democrática y popular de nuestro modelo se argumenta sobre este tema cuando afirma: “Reconocer, regular y lograr un adecuado funcionamiento del mercado, de modo que las medidas administrativas centralizadas, en interacción con las políticas macroeconómicas y otras, induzcan a los actores económicos a adoptar decisiones de acuerdo con los intereses de toda la sociedad”[2]. La regulación de precios es así no solo un imperativo justo, sino un mandato apegado a la conceptualización de nuestro modelo.

Se hace así una distinción sutil, pero necesaria, entre lo que podríamos llamar la diferencia fundamental entre un “socialismo con mercados” y un “socialismo de mercado”. Donde el primero supone el empleo consciente y regulado de las relaciones monetario-mercantiles para potenciar el desarrollo de la actividad económica y la construcción del socialismo, mientras que el segundo subsume la mayoría de los intereses sociales al orden antidemocrático y dictatorial del mercado. En dicho esfuerzo por construir un socialismo eficiente y sostenible con mercados, pero que no se pliegue ante las fuerzas indeseables de este, es necesario contar con una racionalidad que va más allá de la economía convencional y que sirva de base teórica y metodológica para nuestra política económica.

En este sentido, la economía política marxista sostiene un explicación válida y rigurosa de los procesos mercantiles que no debe ser menospreciada. Partiendo de la mismapodemos afirmar que los precios de mercado siendo una expresión monetaria de los gastos de trabajo social, del valor de las mercancías, no supone siempre y en todo momento ser un reflejo directo de dicho valor[3] (Marx, 2002)[4]. Bajo determinadas condiciones de los mercados, estos tienden a alejarse consecuentemente de su fundamento, dejando de expresar una relación directa entre valor y precio. Tal es el caso de los mercados condicionados por restricciones de oferta, en los cuales los precios mercantiles comienzan a alejarse cada vez más de su referente de valor y a expresar determinadas características de relaciones monopólicas entre productores y consumidores.

Para la economía marxista, la relación de monopolio supera en términos lógicos la concepción de “mercado imperfecto” de la economia convencional, donde el monopolio es representado como una gran y única empresa que desforma la libre competencia. Una relación de monopolio es en la práctica, toda relación asimétrica de poder en los mercados que permita a los productores (uno o varios) imponer precios por encima de los precios de producción (coste de producción + la ganancia media social) de forma sistemática, pudiendo con ello apropiarse con ventaja de una mayor parte de la riqueza socialmente producida.

Una pequeña empresa, un productor o pequeños productores o comercializadores, pueden representar dichas relaciones monopólicas cuando las condiciones del mercado en que se desarrolla lo permiten. De esta manera pueden imponer al consumidor final, o a productores intermedios en determinadas cadenas de producción, precios superiores a los reflejados por la cantidad de trabajo contenida en su mercancía, o visto desde un plano más concreto: precios que superen el valor de sus costes más una ganancia media que en condiciones normales de producción equilibra la ganancia en los diferentes mercados.

La obtención de dicha ganancia excedente, por sobre la ganancia media obtenida en condiciones normales de los mercados (que se da de forma promedial y no como un valor fijo), es en la práctica una ganancia por concepto de poder asimétrico (de monopolio) derivada de las condiciones desfavorables en los mercados en que se desarrollan. Esa superganancia es en efecto, desde un punto de vista ético (en relación a los valores de nuestra sociedad) y económico (en relación al precio de producción), un precio excesivo y por tanto socialmente regulable desde una racionalidad política que supera la visión tradicional del liberalismo económico (incluso en su pretendida lucha contra los monopolios tradicionales).

Es justamente esta superganancia la que debe ser regulada por los topes de precios y no toda forma de ganancia. En este sentido es necesario acotar que la regulación de precios debe ser racional y no ir en contra de la posibilidad de los productores de reproducirse, esto es, de cubrir sus costos de actividad más una tasa de ganancia media social que les permita tener un incentivo económico para su producción. La regulación de precios administrativos es, por lo general, una actividad extensiva en información (necesita mucha información para hacerse de forma correcta), costosa y susceptible a equivocaciones que contradigan sus objetivos cuando no existe total comprensión de los procesos económicos que necesitan ser regulados.

No siempre es lo más conveniente topar los precios finales, cuando la superganancia se está dando en eslabones intermedios o primarios de la cadena de comercialización y producción, pues esto puede llevar a efectos contraproducentes. Tampoco es conveniente realizar topes de precio por debajo de los costos de producción pues pondrían en peligro la posibilidad de retomar el ciclo productivo a los productores, lo que atentaría de forma severa contra las producciones en mercados que ya se encuentran restringidos por la oferta. Asimismo, la regulación de precios, puede y debe coordinarse con otras políticas económicas, como subsidios a la producción, que permitan una efectividad mayor a los objetivos generales de la política.

En la regulación de precios es necesario llegar al equilibrio antes comentado entre precios que cumplan su función social-redistributiva y precios que no atenten contra la vitalidad de la actividad económica. Esto sin lugar a duda no es una tarea sencilla, por ello la preparación y la responsabilidad de aquellos que la conceptualizan debe ser máxima, pues lo que está en juego es el bienestar y la felicidad de nuestro pueblo.

La regulación de precios, sin ser la solución mágica a nuestros problemas económicos de fondo, es una decisión legitima de intervención económica, fundamentada en los más profundos principios de justicia social de nuestra revolución socialista. Si se realiza de forma inteligente y racional, puede ser capaz de mitigar parcialmente procesos especulativos e intentos de aprovechar desequilibrios coyunturales de los mercados para obtener una superganancia. Su eficacia en el largo plazo, sin embargo, es mucho más cuestionable y la respuesta real a los desequilibrios económicos pasará siempre en última instancia por la producción y por lo que seamos capaces de hacer con nuestro trabajo y esfuerzo los cubanos. 

Es una voluntad expresa en la actualización de nuestro modelo[5], avanzar en una regulación más indirecta de los actores económicos y por tanto de la fijación de precios, una voluntad esta que ha sido muchas veces reconocida en los últimos meses por nuestros dirigentes y que tendrá en el futuro que concretarse en transformaciones de nuestros marcos institucionales en los que dicha regulación se realiza, donde se deberá dar mayor espacio a la regulación de precios mediante el control de las políticas macroeconómicas, en especial la política monetaria. Pero es válido tener en cuenta que el modelo de sociedad que construimos no puede renegar, ni es ético exigir que reneguemos, de todo control directo de precios, pues al hacerlo estaríamos perdiendo uno de los instrumentos fundamentales de política económica que tiene la sociedad para corregir los efectos nocivos de los mercados y para conducir la actividad económica en su conjunto.

La alternativa socialista, como un sistema que pone al ser humano y su desarrollo pleno como centro de su horizonte, debe estar consciente de las condiciones reales en que dicha alternativa se construye, y por tanto la aceptación de la objetividad y existencia del mercado es un imperativo ineludible. Pero no por ello debe renegarse de la posibilidad de regular consciente y racionalmente el mismo, convirtiéndolo así en un medio, pero nunca en un fin, de nuestro proyecto de desarrollo socialista. 

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[1] Sobre la función distributiva de los precios en las economías socialistas Ver Hidalgo Gato (1980)

Hidalgo Gato, Frank (1980): De los precios y su función redistributiva en la economía socialista. Revista Economía y desarrollo.

[2] Conceptualización del modelo económico y social cubano de desarrollo socialista. (2017): Principales transformaciones que fundamentan la actualización del Modelo. pág. 18.

[3] En la práctica la coincidencia de valor (expresado en su forma concreta como precio de producción) y precio de mercado es un referente teórico más que un proceso cotidiano en los mercados, pues las condiciones necesarias para dicha coincidencia son incosustanciales con la dinámica de reproducción anárquica de los mercados.

[4] Marx, Karl (1867/2002): El Capital Tomo I. Madrid. Siglo XXI Editores. Pág. 125

[5] Conceptualización del modelo económico y social cubano de desarrollo socialista. (2017): Principales transformaciones que fundamentan la actualización del Modelo. pág. 17-18.

Encadenamientos productivos desarrollan a empresas de Artemisa

 

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Artemisa, 3 ene (ACN) Artemisa concluyó 2020 con avances en el encadenamiento productivo, estrategia que impulsa el desarrollo del sistema empresarial del territorio al permitirle obtener ventajas de tipo financiero y mejores posibilidades para adquirir materias primas para su gestión.

El encadenamiento productivo, además, fortalece a las empresas, potencia el desarrollo de nuevos renglones que sustituyen importaciones y abre caminos a la exportación.

La Empresa Pecuaria Genética (EPG) Los Naranjos emprendió negocios a finales de 2019 con la Empresa Richmeat de Cuba S.A, de la Zona Especial de Desarrollo Mariel (ZEDM), y cerró el año pasado con contratos para la venta de carne magra a las empresas Autocentro ZED S.A. y Thai Binh Global, y a las empresas mixtas El Salado S.A., Industria Arthis y Suchel TBV S.A.

Según directivos de Los Naranjos, la divisa obtenida por este encadenamiento tiene como objetivo principal solucionar las dificultades con el abastecimiento agua en la entidad al ser la garantía para sobrevivencia de la masa.

La EPG inició la exportación de carbón vegetal en 2020 y desde 2018 lo hace la Empresa Agropecuaria de Bahía Honda a través de las exportadoras Cítricos Caribe S.A. y ALCONA.

Esta entidad artemiseña firmó contratos en 2020 para la venta de productos del agro y de su minindustria con la Unidad Empresarial de Base (UEB) Suministros Portuarios Mariel que opera en la ZEDM.

Con la creación de la provincia, en 2011, surgió el Grupo Empresarial Artemisa (GEA), una experiencia puesta en práctica en Artemisa y Mayabeque sobre la separación de las funciones estatales y empresariales en el Gobierno.

El GEA está integrado por una oficina central y 14 empresas, de ellas, las de Transporte, Comunales, Seguridad y Protección, y Áreas Públicas Mariel tienen contratos con entidades de la ZEDM que les ha permitido adquirir Moneda Libremente Convertible (MLC) para continuar su desarrollo.

Varias cooperativas y empresas agropecuarias del territorio comercializan producciones en hoteles y entidades del país desde algunos años, pero en 2020 comenzó a gestarse un proyecto para la producción en Güira de Melena del boniato naranja (BS-16), variedad de alto rendimiento y más resistente a la plaga del Tetuán.

Yailka García Pérez, especialista de desarrollo de la Empresa Agropecuaria de Güira de Melena, dijo a la ACN que se trata de un encadenamiento con la Empresa Agroindustrial Ceballos, en Ciego de Ávila, la cual se encargará del empaquetado y envío a los clientes según las demandas.

En 2020 se materializó el Mercado Mayorista Mercabal de Artemisa, el cual ofrece un cuadro básico de productos - arroz, azúcar, sal y harina- a los titulares de bares, cafeterías, restaurantes y panaderías-dulcerías (más de 300) que han suscrito contratos con la entidad.

De acuerdo con Orestes García Salud, director general de la Empresa Mayorista de Productos Alimenticios y Otros Bienes de Consumo (EMPA) en Artemisa, prevén firmar contratos con centros productores de cervezas, ron, derivados lácteos y cárnicos en la provincia y el país para ampliar la cartera de mercancías que brindan, así como crear nuevas subsedes para acercar los alimentos a todos los interesados.

Durante 2020 la Empresa Provincial de Producciones Alimentarias y Artículos Varios utilizó harina de arroz producida en la Empresa Agroindustrial de Granos Los Palacios, en Pinar del Río, para suplir la carencia de harina de trigo para la elaboración de varios productos y ya demandó niveles de esa materia prima para el presente año a la Empresa Agroindustrial de Granos José Martí, enclavada en Candelaria.

Gobierno de La Habana aprueba nuevos precios para productos agropecuarios

                                                                  Mercado agropecuario en La Habana Foto: Alex Castro

El Decreto-Ley 17 “De la Implementación del Proceso de Ordenamiento Monetario”, del 24 de noviembre de 2020, establece la unificación monetaria y cambiaria.

En correspondencia con lo anterior y en cumplimiento de la política de comercialización de productos agropecuarios aprobada recientemente, haciendo uso de sus facultades, el Gobernador de La Habana mediante la Resolución 19 de 2020, aprobó los precios de compra al productor, los precios mayoristas y los precios máximos minoristas en pesos cubanos (CUP) de los productos agropecuarios de primera calidad en toda la red de comercialización de La Habana que se comercializan por todas las formas de gestión estatal y no estatal, a partir del 1ro de enero de 2021.

Aprobándose en la propia resolución, para el caso de los productos beneficiados y empacados se aplique hasta un 20 % por encima del precio de venta minorista aprobado y cuando los productos beneficiados sean trozados y empacados se le aplicará hasta un 50 % por encima del precio minorista aprobado, facultando a los intendentes a aprobar la red que comercializará dichos productos.

Para la aprobación de los precios se intencionó estimular los ingresos de los productores como principal eslabón de la cadena productiva y de comercialización, con una elevación entre un 2 y 3.5 veces por encima de los precios actuales, asimismo, se logra no subir los precios de ventas minoristas aprobados en la actualidad, en la mayoría de los productos, en aras de proteger a la población.

Precios máximos minoristas de los productos agropecuarios de primera calidad en toda la red de comercialización de La Habana que se comercializan por todas las formas de gestión estatal y no estatal.

ProductosPrecio de Venta Minorista UM: pesos por libra
VIANDAS
1. Boniato3.00
2. Malanga xanthosoma8.00
3. Malanga colocasia4.00
4. Yuca4.00
5. Plátano fruta3.00
6. Plátano vianda4.00
7. Plátano burro2.00
HORTALIZAS
8. Tomate8.00
9. Cebolla caribe seca28.00
10. Cebolla caribe verde13.00
11. Cebolla blanca seca15.00
12. Cebolla verde en rama10.00
13. Ajo47.00
14. Pimiento10.00
15. Pepino3.00
16. Calabaza4.00
17. Melón3.00
18. Col3.00
Otras hortalizas
19. Zanahoria sin rama6.00
20. Remolacha sin rama6.00
21. Cebollino6.00
22. Berenjena5.00
23. Ají cachucha11.00
24. Ají chay7.00
25. Rábano5.00
26. Habichuela8.00
27. Quimbombó6.00
28. Lechuga5.00
29. Acelga4.00
30. Espinaca3.00
31. Col china3.00
32. Berro4.00
CÍTRICOS Y FRUTAS
33. Naranja dulce10.00
34. Limón13.00
35. Mango6.00
36. Guayaba7.00
37. Fruta bomba rallona5.00
38. Fruta bomba verde3.00
39. Piña4.00
40. Aguacate5.00
GRANOS
41. Maíz Tierno (UM: peso por mazorca)3.00
42. Frijol común negro14.00
43. Frijol común colorado16.00
44. Garbanzos35.00

 

(Con información de Tribuna de La Habana)



La pandemia dispara la violencia en Estados Unidos a niveles no vistos en décadas

Posted: 02 Jan 2021 08:14 PM PST


El número de tiroteos y homicidios en Estados Unidos se ha disparado durante 2020 coincidiendo con la pandemia del coronavirus y ha convertido el año que termina en el más sangriento en décadas.

En total, más de 19.000 personas -sin contar suicidios- han perdido la vida en el país en incidentes con armas de fuego, según Gun Violence Archive (GVA), una base de datos sobre violencia armada en EEUU.

Se trata de la cifra más alta en más de 20 años, a tenor de varios recuentos que sitúan el promedio de fallecidos por disparos en unos 11.500 al año desde 1999, incluyendo tiroteos intencionados y accidentes.

Aunque los datos aún no son definitivos en muchas ciudades, el aumento de la violencia armada ha sido generalizado en todo el país y se ha hecho notar desde el comienzo del año, aunque se aceleró especialmente durante el verano y el otoño.

Según un informe de la Comisión Nacional sobre covid-19 y justicia penal (NCCCJ, por sus siglas en inglés), los homicidios en 28 grandes ciudades se dispararon un 36% entre junio y octubre con respecto al año anterior.

Nueva York, Los Ángeles, Dallas, Houston, Washington o Filadelfia, en todas las grandes urbes estadounidenses han aumentado las muertes violentas en lo que va de año. Los datos son especialmente preocupantes en Chicago, que a mediados de noviembre acumulaba ya casi 700 asesinatos, una subida del 53%, según datos recopilados por el analista de crimen Jeff Asher.

Así, 2020 rompe con la tendencia generalizada a la baja en las tasas de crimen violento que se ha visto en Estados Unidos durante las últimas dos décadas y que ha hecho que los asesinatos se reduzcan en casi un 50%. El gran ejemplo de ello es Nueva York, convertida desde hace años en una de las ciudades más seguras del país y en un lugar que poco tiene que ver con el de los años 80 y 90, cuando se registraban más de 2.000 homicidios al año.

Ahora, 2020 se cerrará con al menos 447 homicidios, una cifra muy alejada de aquellos máximos, pero el número más alto en casi una década.

Mientras que otros tipos de crímenes han caído este año, los tiroteos han subido con fuerza, algo que las autoridades neoyorquinas atribuyen en una buena parte a enfrentamientos entre bandas criminales.

Detrás del aumento de la violencia se encuentra la pandemia de la covid-19, según coinciden autoridades y expertos, que apuntan a una larga lista de factores resultado de la crisis sanitaria, empezando por un impacto económico que ha dejado a millones de estadounidenses sin trabajo y disparado la ansiedad.

El virus y las medidas de distanciamiento social también se han hecho notar a la hora de combatir el crimen, con la actividad en los juzgados prácticamente paralizada durante meses y complicando el trabajo de la policía para prevenir la violencia y para resolver los casos existentes.

En Nueva York, según admitió esta semana el comisario de la policía, Dermott F. Shea, el cuerpo sufrió importantes problemas al inicio de la pandemia, con muchos agentes enfermos o apartados por potenciales contagios, lo que obligó a redistribuir personal a zonas que no conocían bien y dificultó las investigaciones.

Los policías también apuntan a la oleada de protestas del movimiento "Black Lives Matter" como un factor importante, al hacer aumentar la desconfianza de muchos ciudadanos en los agentes y reducir la cooperación, mientras que organizaciones de la sociedad civil acusan a los uniformados de haber abandonado sus funciones en reacción a las manifestaciones en su contra.

Sin embargo, los datos ponen en cuestión ambas teorías, pues el crecimiento de la violencia ya era claro antes del estallido de las manifestaciones a raíz de la muerte de George Floyd, un hombre negro que murió a manos de policías en Minneapolis (Minnesota), sobre todo en algunas de las ciudades peor paradas como Chicago.

Otros expertos apuntan como un elemento muy a tener en cuenta el fuerte aumento de las ventas de pistolas y rifles registrado desde el inicio de la pandemia en un país donde ya había más armas en manos de civiles que ciudadanos.

La esperanza de las autoridades es que el fenómeno sea pasajero y que 2020 quede como una anomalía en los libros de historia. "No puedo imaginarme un periodo más oscuro", aseguraba este martes el máximo responsable de la Policía de Nueva York al hacer su balance de fin de año.

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Una mirada no convencional al neoliberalismo y la globalización

Llegó la unificación

 SINE DIE 2021 

                      SEGUNDA SERIE   # 2                      

 

Enero 1 de 2021

Juan M Ferran Oliva

De que van, van es una frase voluntarista  originada durante la famosa Zafra de los diez millones. Se convirtió en slogan y hasta una agrupación musical adoptó ese nombre. La orquesta existe aún pero los 10 millones TM de azúcar en una zafra no se lograron nunca. De primer productor hemos pasado –grosso modo- al lugar 21 en el ranking mundial. Las Industrias cañeras ocupan hasta el 20 y después alternan con las remolacheras. Estamos en el punto medio. Durante algún tiempo trabajé en el MINAZ y aún me queda sacarosa en las venas. Es por ello que me duele la caída. sic transit gloria mundis.

La  unificación monetaria si va. De hecho está yendo desde el primero de enero en curso. Su necesidad fue proclamada en el VI Congreso del Partido Comunista de Cuba celebrado en abril de 2011. En dicho cónclave se dieron pasos hacia el rescate del campesinado y el trabajo autónomo, así como a la redención funcional del mercado; algunos lo consideraban  un engendro capitalista pero su existencia data de la comunidad primitiva. Es el obligado mecanismo de intercambio de actividades. El capitalismo no lo inventó, sencillamente aprovechó el avance tecnológico para sofisticarlo. No me canso de repetir que   el mercado es un mal amo, pero puede ser un buen empleado.

Han  sido numerosos los estudios, fórmulas y criterios sobre el tema monetario.  Los más se quejaban de la demora en resolverlo -yo también- y finalmente ha llegado el momento. Las propuestas  que conocí concebían  la unificación  como un problema bancario: eliminar la dualidad estableciendo tasas de cambio.  La acción del Estado-Gobierno ha ido más allá. Es integral y abarca los ingresos de la población y precios tendientes a eliminar los subsidios estatales tomando en cuenta los aspectos sociales y fiscales. Constituye una visión exhaustiva del problema.

Confieso que hubiera preferido que el delfín hubiera sido el CUC. Nos acostumbramos a utilizarlo como patrón e incluso se parece a las monedas duras sin alcanzarlas pues se deterioró. El tradicional peso requiere engorrosos cálculos de 24x1  y  sus volúmenes rebosan las billeteras. La medida de  igualarlo contablemente con el dólar en los cálculos empresariales  data de los últimos 20 años. No entro a considerar las motivaciones que condujeron a tal esperpento que entraña, sin dudas, un pésimo efecto para la economía. Simplemente anula los análisis de gestión y de factibilidad. No sabemos cómo andamos ni qué proyectarnos. En lo tocante a la población la unificación tuvo lugar factualmente cuando se abrió la oportunidad de pagar en cup en el comercio mediante la multiplicación de los precios en CUC por 25. Dicho sea de paso, estos últimos encierran un IVA invisible pero enorme y tangible en los bolsillos. No queda otro remedio y es parte de nuestra ineficiencia.

Todo parece indicar que el peso –el cup- no tendrá convertibilidad por razones de disponibilidad de divisas. Lástima. Continuará siendo un dinero de andar por casa –un vulgar token. Fuera de fronteras no tendrá valor alguno. No obstante, la medida abre una perspectiva  y  en un futuro, aún incierto, será efectivamente canjeable.

Durante más de medio siglo vivimos en una campana de cristal aislados del mundo real donde se produjeron cambios en salarios, precios y toda suerte de procesos inflacionarios. Nosotros permanecimos estáticos y cuando el periodo especial nos arrojó al mundo sobrevino el choque de nuestro estatismo con la realidad foránea. Nuestros salarios se habían movido en un diapasón de unos 60 a 400 pesos mensuales. Los precios permanecieron casi estables. En el amplio e inexcusable  exterior todo era diferente. El choque fue brutal.

El proceso de unificación iniciado es audaz. Va más allá de eliminar una dualidad incongruente y aspira a insertarnos en la dinámica mundial de precios y salarios. Ello equivale a promover una eficiencia económica aún ausente.

Han transcurrido 9 años desde la oficialización de la propuesta unificadora y según parece los estudios a tales efectos son profundos. Como es natural en los próximos meses se producirán los ajustes que imponga la práctica. Ya se han iniciado y la reducción en la propuesta de tarifas eléctricas es un ejemplo.

Tengo fe en el equipo estatal que dirige al país. Constituye una nueva generación calificada y acorde a los tiempos y circunstancias. No se me ocurre otro mejor. Incluso me horroriza pensar que nos gobernaran los personajes pretendidos por Washington. Y este es un criterio absolutamente ajeno a débitos administrativos o políticos. No los tengo.

Se ha iniciado un proceso que va más allá de la unificación monetaria. Abarca toda la economía y debe provocar transformaciones esenciales. Entraña peligros pero también soluciones. Hay que quemar las naves. ¡Alea jacta es!