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viernes, 6 de agosto de 2021

Aprueba el Consejo de Estado nuevos decretos-leyes para el fortalecimiento del modelo económico-social cubano. Comentario HHC

 06/08/2021

Por Enrique Moreno Gimeranez, Parlamento Cubano

Fotos: Tony Hernández Mena// 

Temas esenciales para el fortalecimiento del proceso de actualización del modelo económico cubano fueron analizados este viernes en la sesión ordinaria del Consejo de Estado, encabezada por el titular de la Asamblea Nacional del Poder Popular, Esteban Lazo Hernández, y con la participación, mediante videoconferencia, del Primer Secretario del Comité Central del Partido y Presidente de la República de Cuba, Miguel Díaz-Canel Bermúdez.

Este órgano emitió ocho decretos-leyes en correspondencia con la Estrategia Económico-Social del país, y en el marco de la ampliación, reconocimiento y fortalecimiento de la gestión de los diferentes actores económicos, y de otros programas de interés nacional.

Perfeccionamiento de tres importantes actores de la economía cubana

En el mes de mayo, el Consejo de Ministros aprobó el perfeccionamiento de actores de la economía cubana, como las micro, pequeñas y medianas empresas (MIPYMES), las cooperativas no agropecuarias y el trabajo por cuenta propia, convocados todos a impulsar desde su ámbito el desarrollo de la nación, señaló en su intervención el Vice Primer Ministro y titular de Economía y Planificación (MEP), Alejandro Gil Fernández.

En este sentido, las micro, pequeñas y medianas empresas constituirán un actor novedoso con un papel dinamizador en el escenario económico cubano. Con el objetivo de incrementar su participación en la economía del país en aras del desarrollo y la diversificación de la producción, así como propiciar encadenamientos productivos que generen mayor valor agregado nacional y fomentar el empleo y el bienestar económico y social; resulta necesario regular la creación y funcionamiento de estas, manifestó la ponente de este punto de la agenda de la sesión, Johana Odriozola Guitart, viceministra del MEP.

En correspondencia, el Consejo de Estado aprobó el decreto-ley «Sobre las Micro, Pequeñas y Medianas Empresas», que facilita su inserción de forma coherente en el ordenamiento jurídico como actor que incide en la transformación productiva del país, delimita los procedimientos para su creación y extinción, y define los criterios de clasificación y los principios de su funcionamiento, entre otras cuestiones.

A los efectos de esta norma, se entiende como micro, pequeñas y medianas empresas a aquellas unidades económicas con personalidad jurídica, que poseen dimensiones y características propias, y que tienen como objeto desarrollar la producción de bienes y la prestación de servicios que satisfagan necesidades de la sociedad. Estas pueden ser de propiedad estatal, privada o mixta, y se clasifican según el indicador del número de personas ocupadas, incluidos los socios, en: micro empresa –cuyo rango de ocupados es de 1 a 10 personas–, pequeña empresa –de 11 a 35 personas– y mediana empresa –de 36 a 100 personas–.

Por otra parte, en la Estrategia Económico-Social se concibió el desarrollo de las cooperativas no agropecuarias, en particular la generalización de este actor y la eliminación de las restricciones existentes, destacó la vicetitular del Ministerio de Economía y Planificación.

De ahí que fue indispensable derogar disposiciones normativas precedentes relativas a este tópico, y con ello se elimina su carácter experimental.  Al respecto, el Consejo de Estado emitió el decreto-ley «De las Cooperativas No Agropecuarias», que regula la constitución, funcionamiento y extinción de este sujeto de la economía nacional.

Entre sus aspectos principales, reconoce que la cooperativa es una entidad económica, de carácter empresarial, que se constituye a partir de la asociación voluntaria de personas que aportan dinero, otros bienes y derechos; para satisfacer necesidades económicas, sociales y culturales de sus socios propietarios y con fines sociales, sustentada en el trabajo de estos y en el ejercicio efectivo de los principios del cooperativismo universalmente reconocidos.

Asimismo, este actor posee personalidad jurídica y patrimonio propios; tiene derecho de uso, disfrute y disposición sobre los bienes de su propiedad; cubre los gastos con los ingresos que obtiene y responde por las obligaciones que contraiga con sus acreedores con su patrimonio.

En relación al ejercicio del trabajo por cuenta propia, el  Consejo de Estado valoró los elementos expuestos por Marta Elena Feitó Cabrera, ministra de Trabajo y Seguridad Social; quien subrayó que la experiencia en la aplicación de las disposiciones normativas correspondientes a este actor de la economía aconseja unificarlas para su mejor implementación, con el fin de perfeccionar esta modalidad de empleo como parte de la Estrategia Económico-Social del país, reconociendo la creatividad y capacidad de estos trabajadores de encadenarse con el sector estatal u otros actores del no estatal.

Este órgano adoptó el decreto-ley «Sobre el ejercicio del trabajo por cuenta propia», que actualiza las disposiciones generales para su desarrollo, regula el procedimiento para tramitar las autorizaciones a través de la Oficina de Trámites creada a tal efecto, adecúa su sistema de organización y control, así como perfecciona las responsabilidades de las administraciones locales del Poder Popular, los órganos, organismos de la Administración Central del Estado y entidades nacionales en relación con esta modalidad de empleo.

En este sentido, el Consejo de Estado aprobó también el decreto-ley «De las Contravenciones Personales en el Ejercicio del Trabajo por Cuenta Propia» en aras de establecer las infracciones relativas a esta actividad, las sanciones, medidas aplicables a los infractores, las autoridades facultadas para imponerlas y las vías para resolver las inconformidades que se presenten, en correspondencia con el perfeccionamiento del trabajo por cuenta propia, su sistema de control, la experiencia en su aplicación y el actual escenario económico-social.

Además, emitió el decreto-ley «Del Régimen Especial de Seguridad Social para los Trabajadores por Cuenta Propia, los Socios de las Cooperativas no Agropecuarias y de las Micro, Pequeñas y Medianas Empresas Privadas», con el objetivo de protegerlos en materia de los beneficios de la seguridad social, de acuerdo con la explicación de Marta Elena Feitó Cabrera.

En virtud de implementar la política aprobada por el Comité Ejecutivo del Consejo de Ministros para el perfeccionamiento del trabajo por cuenta propia y el régimen fiscal de las micro, pequeñas y medianas empresas, resultó necesario modificar varios aspectos respectivos de la Ley Tributaria, precisó Meisi Bolaños Weiss, ministra de Finanzas y Precios. De ahí que el Consejo de Estado adoptó también un decreto-ley modificativo de la Ley 113 «Del Sistema Tributario» del 23 de julio de 2012.

Consolidación de otras importantes políticas

Incrementar la protección del recurso natural suelo, lograr su manejo sostenible y garantizar una fertilización integrada de los cultivos, como soporte fundamental para consolidar la producción agropecuaria, cañera, forestal y de frutales, constituye interés del Estado cubano.

Al respecto, el ministro de la Agricultura, Ydael Jesús Pérez Brito, expresó que resulta necesario actualizar el marco regulatorio e incorporar conceptos técnicos previstos en el contexto ambiental a nivel internacional, como garantía de la preservación de los suelos para el incremento y la variedad de las producciones de alimentos y satisfacer las necesidades de la industria, la explotación minera y de materiales de la construcción, en armonía con el medio ambiente. Por tanto, los miembros del Consejo de Estado aprobaron el decreto-ley «Sobre la Conservación, Mejoramiento y Manejo Sostenible de los Suelos y el Uso de los Fertilizantes».

Por último, este órgano analizó que la complejidad, trascendencia y rigor normativo del patrimonio inmobiliario, así como la necesidad de su perfeccionamiento para lograr mayor calidad en los servicios brindados por los registros a las personas naturales y jurídicas, la integración de estos y su interrelación con las oficinas registrales, precisan realizar ajustes en las disposiciones normativas relativas a esta temática, a juicio de Oscar Silvera Martínez, ministro de Justicia.

En correspondencia, fue adoptado el decreto-ley «De los Registros Públicos de Bienes Inmuebles», el cual estipula la organización y funcionamiento de estos, con la aplicación de las tecnologías de la información y las comunicaciones, según lo previsto en el decreto-ley 335 «Del Sistema de Registros Públicos de la República de Cuba».

El Presidente de la Asamblea Nacional del Poder Popular destacó la importancia de las decisiones adoptadas para el desarrollo económico y social y el fortalecimiento de la institucionalidad en el país, en cumplimiento de la Estrategia Económico-Social.

Cada una de las disposiciones aprobadas con sus normas complementarias se publicará oportunamente en la Gaceta Oficial de la República de Cuba.

Comentario HHC: Se ha dado otro paso importante en el perfeccionamiento de nuestro modelo económico social. Cuando se publiquen las disposiciones y normas veremos los alcances de las mismas. 
 Cuba tiene oportunidades de dar un salto cualitativo en breve tiempo si se quiere, hay que buscar aliados estratégicos como complemento, sobre todo con los que se hable el mismo idioma económico- comercial, de ahí la importancia de estas reformas. China y Vietnam por solo poner dos ejemplos, nos pueden ofrecer también sus experiencias negativas con sus reformas, pero lo que es mas importante las positivas. ¿Ya observamos el peso de la economía cubana con relación a los dos asiáticos? Ser pequeños representa una oportunidad, pero seamos sobre todo buenos $ocios comerciales, y las puertas del mundo terminarán abriéndose para nosotros. 
Estamos obligados a ser eficientes para poder mantener las conquistas sociales de la revolución. 
No olvidar que el único inversionista seguro a largo plazo en nuestro país son los cubanos.........

CUBA: propiedad social y construcción socialista (III)

 Por Rafael Alhama Belamaric

En esta tercera presentación, traigo las últimas páginas del libro “CUBA: propiedad social y construcción socialista”, de la Editorial de Ciencias Sociales, 2012 de la autoría de Jesús García Brigos, Rafael Alhama Belamaric, Roberto Lima Ferrer y Daniel Raful Pineda, escrito entre 2009 y 2012, como parte y resultado de un proyecto más amplio de investigación, y como ejemplo de bibliografía autóctona, que acompañaba el proceso de cambios y de reformas iniciadas en aquel entonces, o mejor, que debió iniciar la gran transformación.

 “¿Qué retos enfrenta Cuba  hoy en el desarrollo de la propiedad socialista?

“Existe un claro reto para la interacción entre la práctica cotidiana, y el trabajo científico. El mismo está  planteado especialmente desde las necesidades objetivas de la política, aunque parece estar insuficientemente identificado por los actores que marcan las pautas efectivas de acción en esta esfera:  Definir con rigor conceptual y sentido práctico el contenido de las cuestiones que se expresan como definiciones que deben guiar el perfeccionamiento de la sociedad cubana, en primer lugar de la dialéctica entre la economía y la política en nuestras  condiciones, para enfrentar con creatividad que mantenga el rumbo socialista, los desafíos actuales y por venir. Como se ha insistido, en particular por el compañero General de Ejército Raúl Castro:"No se olviden que una equivocación conceptual nos conduce a equivocaciones en la vida…”[i]

Si nos remitimos a las cuatro facetas que a partir de la obra de Marx, Engels y Lenin marcan la transformación socialista de la propiedad señaladas anteriormente, identificamos que en la experiencia cubana:

1.- El proceso de trascendencia del mercado, -con su “competencia” estimulante y dinamizadora, al mismo tiempo que deshumanizadora y enajenante- en su interacción con  la planificación social durante la transformación socialista, no ha resultado eficaz para generar la nueva naturaleza reproductiva. En la práctica han sido esfuerzos por introducir una planificación económica, limitada y  restringida, sobre todo por los rasgos centralizadores. Es imprescindible implementar y consolidar efectivamente la planificación social como institución coordinadora y reguladora dominante, que actúe como espacio y mecanismo de coordinación y ordenamiento social entre los niveles del sistema, las esferas y sectores, mediante procesos con nueva naturaleza socialista de colaboración y cooperación. En este perfeccionamiento es decisivo introducir cambios en los procesos de toma de decisiones, su implementación y el control de la misma, atendiendo especialmente a la asignación de recursos humanos y materiales (objetuales),  la redistribución del producto social y el consumo personal, y al papel de los diferentes sujetos del proceso social, con especial énfasis en los colectivos laborales y los territorios, entre otros aspectos.  Las relaciones monetario mercantiles no pueden ser ignoradas, pero Cuba no puede copiar experiencias de otros contextos en busca de obtener niveles superiores de salida del sistema de las fuerzas productivas en volumen y eficiencia técnico- económica, identificada con las categorías de “rentabilidad”, “competitividad”, “rendimiento del capital humano”, etc.

2.- Hoy tiene lugar un complejo y contradictorio proceso de  re-configuración de los actores sociales atendiendo a las múltiples formas en que se modela objetivamente el sistema productivo cubano desde el mismo proceso de distribución de los factores y los resultados de la producción, cuyas consecuencias es necesario valorar con rigor, para implementar la adecuada conducción de los cambios, que tiene que estar ajena a todo tipo de voluntarismos y espontaneísmos. Resulta decisiva la incidencia de lo que concierne a las fuentes de sustentación del consumo individual, y su perspectiva ampliación: diversidad de fuentes de ingreso, con peso importante de las vinculadas a procesos de apropiación de naturaleza individualista.

3.- Se plantea el necesario perfeccionamiento del Estado como organización del “poder público” y como institución política específica (el Sistema del Poder Popular), fundamentalmente en lo concerniente a las vías y modos de participación. Una participación que ante todo integre la proyección del individuo como productor y consumidor.

No se trata de trasladar o adaptar modelos ni propuestas de participación “representativa”, o cogestionaria, surgidas en el último medio siglo en las sociedades capitalistas desarrolladas como parte de la democracia laboral y democracia representativa liberal. Se trata de perfeccionar el involucramiento desde los colectivos laborales y los territorios, que promueva y consolide relaciones de cooperación y complementación entre los individuos, los grupos y las diferentes  formas y niveles de organización social entre sí, especialmente las institucionalizadas. Esto es determinante para lograr el desarrollo de la planificación social como proceso, instrumento regulatorio, determinante dinámico de las nuevas relaciones sociales que definen de hecho  a la construcción socialista como proceso emancipatorio desde los individuos, los colectivos laborales, y las diferentes comunidades institucionalizadas (municipios y provincias) y no institucionalizadas (barrios, poblados,…etc.).

4.- Los cambios cualitativos necesarios en las relaciones de propiedad deben pasar por la relación entre la sociedad y el individuo refractados en la subjetividad como elemento activo en el sistema de la propiedad. Se impone consolidar el elemento estratégicamente determinante de la socialidad socialista, que se construye y a la vez actúa sobre la relación sociedad-individuo,  a través de  la identificación e instrumentación de un nuevo modo de actividad práctica en relación con las nuevas formas  en que transcurren las relaciones de propiedad desde sus fundamentos en el proceso del trabajo y la dirección de los procesos y el papel decisivo del individuo en la conducción de los procesos sociales: la nueva   subjetividad.

¿Qué debemos lograr y sobre qué actuar esencialmente?

Se trata de lograr un proceso de producción que desde la distribución de los recursos y los resultados, garantice un modo de apropiación de las condiciones y  los resultados productivos, capaz de asegurar la reproducción ampliada sostenible de nuestro sistema social,  consolidando a un nivel adecuado la satisfacción de las necesidades e intereses de la sociedad en su conjunto, como conciliación progresiva acorde a las condiciones de cada momento, de los intereses de los diversos portadores del proceso social, desde los individuos, los intereses locales y de los colectivos laborales. Todos ellos en su doble condición de productores- consumidores diferenciados, en la reproducción socialista como expresión de un proceso inacabado.

Es imprescindible propiciar en lo interno el avance en la consolidación del sistema de las fuerzas productivas, sobre la base de una posición cualitativamente superior de productor-dueño colectivo socialista,  (que supere el status alcanzado antes de la crisis del Periodo Especial caracterizado por un “beneficiario colectivo” de los medios de producción, - “beneficiario colectivo” posible en esencia porque se disponía de más recursos para la distribución desde un centro, con una situación respecto al  co-dueño de los medios en la que era un Estado como dueño en esencia, a tales efectos colocado objetivamente aparte del individuo, “la Revolución” en diversas hipóstasis, que “daba” y “garantizaba” uniforme y homogéneamente para todo el “pueblo”) y revierta la tendencia generada en los últimos años, al surgimiento de un beneficiario individualizado individualistamente, que nada tiene que ver con la necesaria individuación objetiva dentro del proceso de apropiación reproductiva social[ii].

Se trata de consolidar  un trabajador que no vea anulados los intereses individuales, sino sea actor efectivo de su conciliación con los intereses del colectivo laboral, el territorio, y la sociedad como un todo, con lo que tendrá una motivación por el trabajo mayor y superior cualitativamente; superior a lo que se logra con el acento en los incentivos económicos revitalizados en los últimos años[iii], que siempre serán insuficientes en el orden práctico en las actuales condiciones, y estratégicamente insuficientes en el sentido social como factores de trascendencia de la cualidad esencial expresión de la propiedad privada excluyente consustancial a la reproducción del capital: la condición de asalariado.

Solo sobre la base de una relación propiedad social- propiedad individual, que ordene  histórico concretamente y de manera consiente el lugar de los productores dentro del proceso reproductivo en función de la conciliación de los intereses dentro del sistema social (desde el individuo hasta la totalidad del organismo social, mediada en sus diferentes niveles), lo cual implica reajustar funciones inherentes hoy al Estado como sujeto de propiedad, permitirá alcanzar el sujeto necesario, cuyos resultados se expresarían ante todo en el despliegue socialista de las reservas de eficiencia presentes en la principal fortaleza de nuestro sistema de las fuerzas productivas: la componente humana.

Hoy día distintos estudios, desde varias disciplinas, identifican problemas como la desmotivación, desinterés y apatía de los trabajadores en los colectivos, como parte del  gran problema que se arrastra desde hace tres décadas, del bajo aprovechamiento de las capacidades instaladas y de los recursos disponibles, que se verificaba ya en la década del 80 del siglo pasado, momento de grandes inversiones en la economía, sobre todo en la industria y la agricultura. Esto se refleja en la eficiencia, la productividad y la vida de las organizaciones, independientemente de otras relaciones externas que inciden en la empresa. 

En buena medida, esto se debe a la organización burocrática adoptada por décadas, que acopla y potencia a su vez las jerarquías verticales, y supone un control centralizado de todo, que ha llegado a extremos, creando prácticas de más y más control, pero fuera del productor- consumidor, todo lo cual está directamente relacionado, e incide negativamente en la responsabilidad individual, y en el hecho que la realización y las expectativas personales, los debe  ajustar cada vez más a la baja, creando situaciones de frustración, y a nivel social de desinterés.

No basta retomar los debates históricos, no resueltos, ante todo precisamente por lo estrecho y limitado de la concepción y visión de la propiedad social del pasado. Y, más aún, es preciso interrumpir la regularidad negativa identificada, de plantearnos rectificación de problemas viejos no resueltos, condicionada en buena medida por la falta de enfoques rigurosos, conceptuales y de la necesaria práctica sistémica.

La propiedad social socialista  puede y debe asumir diferentes formas económicas y expresiones jurídicas,  en virtud de las particularidades de los diferentes  espacios de realización de la actividad laboral, de los objetos de apropiación, de las diferentes expresiones del proceso del trabajo, como núcleo del proceso de producción, fundamento material del sistema de la propiedad. En su articulación debe intervenir  de modo decisivo el perfeccionamiento de la actividad política, su consolidación como eje de todo el proceso de construcción socialista.

 Desde luego, cada una tiene formas de apropiación propia, desde la “propiedad estatal”, pasando por la “propiedad  cooperativa” y el “arrendamiento” como mecanismo y forma organizativa, pero no forma de propiedad, pero formas “más sociales”, hasta la “propiedad individual” como el trabajador por cuenta propia. Consecuentemente, cada una también tiene especificidades en las relaciones laborales, en la participación en las decisiones, en las responsabilidades que contrae con la sociedad y el Estado, y en la gestión de los recursos a su disposición; por lo que la apertura y multiplicidad de formas, obligaría a la visión y análisis de conjunto diferente, pero de manera integral, de todas y cada una de las medidas, disposiciones, normativas, ya que los efectos y consecuencias en una de ellas, como parte de la totalidad, tendría repercusiones en las demás.

Las diferentes formas se pueden articular conscientemente desde el Estado como organización del “poder público”. Hablamos del Sistema del Poder Popular, el Partido Comunista de Cuba y la Central de Trabajadores de Cuba y los Sindicatos en primer orden. Es preciso su perfeccionamiento, que implica el de cada una de las instituciones y los vínculos entre ellas, proceso en el cual el Derecho tiene que recibir especial atención incluso en su propia concepción. Todo esto en correspondencia con nuestras posibilidades actuales tiene que ser dirigido a fortalecer el desarrollo de un sistema más coherente de auto-dirección social, de compromiso y responsabilidad colectiva, especialmente en la actividad productiva.

Hoy día, las contradicciones de la propiedad como sistema, reflejan un status de la unidad propiedad social – propiedad individual en el cual se necesita, para consolidar su nueva naturaleza socialista,  otorgar un mucho mayor peso al sujeto individual y los diferentes sujetos colectivos, con  los colectivos laborales en sus diferentes formas económicas, -sea este de una entidad estatal,  cooperativa u otra,- y las comunidades locales,  en tanto sujetos directos del consumo, articulados cada vez más desde el momento de la producción.

Todos estos elementos dentro del sistema de la propiedad, se materializan como sujetos a través de la relación propiedad social- propiedad individual, en el conjunto de relaciones sociales de la producción.

 

El principal sujeto de las relaciones de propiedad y de apropiación, en las diversas formas económicas que puede adoptar la propiedad social como resultado y también como premisa de la “verdadera propiedad individual”/Marx/, debe ser el colectivo laboral, no como célula aislada, sino en su articulación sistémica conscientemente dirigida dentro del proceso de socialización (sectores, ramas, territorios, y espacios de reproducción social en general, con su expresión institucional correspondiente). Esta concepción está enturbiada por deformaciones objetivas en su implementación  y por unas prácticas burocráticas y propuestas burocratizadas a lo largo del siglo XX,  que han llegado a nuestros días, abarcando el espacio que corresponde al  Estado de nuevo tipo y  a la propia concepción del plan, esencia de la sociedad en transformación, condicionando relaciones sociales que se alejan del necesario contenido emancipador de la socialización. La asociación de trabajadores, productores- consumidores portadores de una nueva organización y dirección social, esencia de la socialización del proceso de trabajo que debe marcar la transformación comunista, es la principal defensa  contra la burocracia institucionalizada, sujeto principal del burocratismo, fatal para una verdadera revolución.

El individuo visto como productor- gestor-consumidor, no es independiente de las formas de propiedad, como muchas veces se presenta conceptualmente; articular estos momentos conscientemente en una unidad con una nueva naturaleza es el reto determinante de la transformación socialista. 

Esto es válido sobre todo para el perfeccionamiento de la forma estatal, la empresa estatal, en la que se reproduce una y otra vez una estructura jerárquica, propia del sistema a trascender, metamorfoseada ahora con el hecho que el Estado ha fungido como sujeto único de propiedad con todas sus funciones inherentes, y como sujeto de distribución y apropiación  sin transferir funciones a los colectivos laborales, o en algún momento funciones mínimas, sin otras formas y mecanismos que tengan en cuenta suficientemente los intereses colectivos e individuales, del individuo personalizado como miembro integrante de la sociedad, más allá de los fijados centralmente por la institución del Estado. 

De significativa importancia en la articulación socialista de las diversas formas es el peso que debería tener el Proceso de Perfeccionamiento Empresarial, - hoy Sistema de Dirección y Gestión Empresarial Estatal- , implementándolo como sistema complejo, proceso económico- político, sobre todo de desarrollo y consolidación de un nuevo modelo de dirección económica de la empresa estatal socialista, necesariamente vinculado a un funcionamiento diferente del Estado como sujeto económico, y de la política como articuladora del proceso social. Aun cuando el objetivo prioritario del Proceso de Perfeccionamiento Empresarial fuera el económico, de ninguna manera se puede quedar solamente en esto, desconociendo la necesidad de cambios culturales y de comportamiento interno y externo empresarial.

Las interpretaciones y prácticas efectivas en torno a la propiedad estatal han llevado que el estado actual de la contradicción propiedad estatal-propiedad social se expresa en el conflicto de la  contracción del desarrollo de las fuerzas productivas, a pesar de contar con una alta tasa del mal llamado “capital humano”.

La propiedad en la construcción socialista debe “re- producir” la unidad directa productor-propietario a un nuevo nivel, y en consecuencia la identidad propiedad-trabajo-apropiación, más allá de lo material. Pero esta identificación no se ha logrado, paradójicamente vinculada a que, aun cuando el Estado ha dedicado el excedente económico a los grandes objetivos sociales, se hiperbolizó lo social, y se olvidó de que lo social sólo existe mediante lo individual.

Al mismo tiempo, hay que tener muy en cuenta que para Cuba el papel de los vínculos económicos con el exterior, sobre el funcionamiento y desarrollo del sistema social como un todo, se ha mostrado con distintos matices y signos en las diferentes etapas del proceso revolucionario cubano hasta hoy, mediado en todo momento por los elementos de enlace entre las esferas económica y política de la sociedad, a la vez que influyendo decisivamente en su conformación. Cuba se adentra en el siglo XXI con un sistema de relaciones sociales en un profundo proceso de transformaciones, determinadas por una base económica que muestra significativos cambios. Nos encontramos ante un sistema que se está estructurando a partir del que existía a fines de la década de los ochenta, mediante acciones orientadas de modo consciente a la introducción de nuevas figuras, dirigidas al perfeccionamiento de dicho sistema, que se entrecruzan con las tensiones derivadas del contexto internacional en que se desenvuelve el proceso cubano desde inicios de los años 90s´, marcadas por el objetivo proceso de globalización que transcurre con una orientación neoliberal que es imposible ignorar, la desaparición de vínculos internacionales anteriores y el surgimimento de otros nuevos, de influencias incluso en  los  conceptos en uso y la elaboración de propuestas prácticas sobre todo en la esfera económica. Insertarnos en ese complejo escenario, incluso potencial generador a lo interno de tendencias regresivas opuestas al sentido de desarrollo socialista, fortaleciendo el sentido emancipador, de reapropiación por el individuo socializado de su propia vida en el desarrollo interno de nuestra sociedad, es el complejo reto que marca en la actualidad los destinos de la transformación socialista cubana.

 



[i] "La crítica no es opción, es necesidad", María Julia Mayoral, Granma, 3 de noviembre de 1999.

[ii] Este segundo aspecto es muy importante, derivado esencialmente de los cambios ocurridos en nuestra sociedad durante la crisis del Periodo Especial. Ya en el Proceso de Rectificación de Errores y Tendencias Negativas se planteaba por la dirección política de la sociedad, la centralidad del problema de la eficiencia y eficacia de nuestro aparato productivo, traducida en necesidad lograr los adecuados niveles de aprovechamiento de las capacidades humanas desarrolladas en el propio proceso revolucionario (eliminar plantillas infladas, “subempleo”), de las capacidades materiales instaladas- que a la altura del ano 2006, después de años de crisis, han resultado incluso descapitalizadas, y se requiere un intenso esfuerzo inversionista- , productividad social, ahorro de recursos de todo tipo, control,…etc. Y durante ese proceso se desarrollaron importantes ideas encaminadas en este sentido, muy cuidadosamente analizadas en sus contenidos político, social, ideológico (revitalización de microbrigadas, los contingentes, el estudio como opción laboral, etc.). El desencadenamiento de la crisis de Periodo Especial, la necesidad de resistir como expresión histórico concreta de nuestro proceso de construcción socialista, introdujo elementos en la actividad productiva, en la esfera económica en general, que tal vez en otras circunstancias, de llevarse a cabo su introducción hubiera ocurrido de un modo diferente: apertura al turismo, ampliación del Trabajo Por Cuenta Propia, la libre circulación del dólar- en sus inicios, establecida finalmente como una economía dual, con su mercado de consumo segmentado, y desigualdades sociales -, la ampliación a la inversión extranjera, creación de la UBPC, etc. Ya en fase de recuperación, vinculado a nuevas relaciones internacionales con Venezuela y posteriormente países del ALBA, y otros, se introducen formas de colaboración internacional que matizan las formas tradicionales con la presencia de incentivos económicos importantes. Todo esto y más,- entre otros elementos, el mantenimiento de las dificultades para transformaciones de sustrato de las fuerzas productivas importantes, asociadas sobre todo a posibilidades de inversiones en nuestra planta productiva- conforma un escenario real en el cual la búsqueda de consolidación del sistema de las fuerzas productivas, identificada ya desde antes en el necesario perfeccionamiento del papel del individuo productor, se enfrenta a un productor que no es en modo alguno el de la segunda mitad de los ochenta: ya sus intereses individuales han evolucionado muy marcados por los cambios económicos ocurridos y por los procesos políticos transcurridos, en el contexto de transformaciones en general de los últimos años, con su insoslayable repercusión ideológico- espiritual. Esto marca apreciablemente todos los potenciales cambios a introducir en la propiedad como sistema, porque de hecho ya se han producido cambios importantes en dicho sistema, a través de sus portadores: el individuo productor- consumidor, en el que han surgido o “resurgido”, pero en todo caso han  acentuado su presencia efectiva, rasgos desocializadores importantes: el productor como “beneficiario individualizado individualistamente” ; y obliga, como nunca antes, a evaluar los pasos, las medidas a tomar, en toda su complejidad, sin desechar experiencias de épocas anteriores ni aventurarse en cambios “novedosos audaces” sin la debida preparación del sistema.

[iii] Pese a reiteradas críticas del Comandante en Jefe, en particular  durante el Proceso de Rectificación de errores y tendencias negativas de 1986. Ver: “Proceso de Rectificación y salida del Periodo Especial: dos fases en la misma batalla de ideas.

Una visión a través del prisma de la relación dirigente- dirigidos en los discursos de Fidel Castro”, libro en formato electrónico, Instituto de Filosofía. 


Atilio Borón: Cuba en el corazón y en mi cabeza

 

CubaResumen

Días pasados alguien desde Cuba me envió una copia de la entrevista que en Febrero del 2009 me hiciera el periódico digital brasileño Correio da Cidadanía. Junto a ese material venía un pedido, casi una orden: ¡publícala otra vez! ¡Lánzala al ruedo como un material de discusión! Dudé unos cuantos días, pero finalmente, hoy lunes 2 de agosto, me decidí a hacerle caso a mi anónimo interlocutor previa nota aclaratoria, imprescindible para un texto que ya tiene doce años porque como dijo Raúl en numerosas oportunidades, y antes también Fidel, a diferencia de otros países Cuba no tiene derecho a equivocarse, no puede cometer errores a la hora de tomar decisiones trascendentales. Una ciudad cercada por crueles enemigos durante sesenta años no puede dase tales lujos, porque lo pagaría muy caro. Por eso un observador como quien esto escribe, que contempla con preocupación los asuntos de la Isla pero con un acceso limitado al conocimiento de esa realidad y las opciones existentes para cambiarla debe ser muy cauteloso a la hora de opinar o aconsejar. Espero que los párrafos que siguen honren esa advertencia y sean de alguna utilidad para la discusión pública.

Dicho esto quiero comenzar diciendo que estoy muy preocupado por la muy lenta e incompleta aplicación de los “Lineamientos” aprobados en el VIº congreso del Partido Comunista de Cuba en abril del 2011. Y añado que muchos amigos y amigas de la Revolución Cubana en todo el mundo comparten esta inquietud. Algunos estudiosos en Cuba aseguran que apenas el 20 % de dichos lineamientos se aplicaron y convirtieron en políticas de estado. Los otros quedaron archivados, languideciendo. Esto pese a que el informe oficial del VIº Congreso apropiadamente tiene a guisa de breve prólogo aquellas brillantes palabras de Fidel pronunciadas el 1º de mayo del 2000 cuando con su acostumbrada lucidez definió lo que era una revolución. Me limitaré a recordar tan sólo las dos características, que no por casualidad el Comandante situó al principio: “sentido del momento histórico” y “cambiar todo lo que debe ser cambiado”.

“Sentido del momento histórico”, sí, porque vivimos una época muy especial en donde las renovadas amenazas que se ciernen sobre la revolución son de una gravedad sin precedentes, a diferencia del existente en el 2009 cuando concedí mi entrevista al Correio da Cidadanía. El “momento histórico” actual está signado por la inexorable declinación del poderío del imperialismo en el tablero geopolítico mundial pero, precisamente por eso, como lo profetizara Martí hace más de un siglo, arrecia la necesidad de “impedir a tiempo con la independencia de Cuba que se extiendan por las Antillas los Estados Unidos y caigan, con esa fuerza más, sobre nuestras tierras de América.” Y esto es así porque la auspiciosa declinación del imperio, sin duda una gran noticia, no debe empañar la visión del reverso de la medalla: ante esa situación se exacerban las peores tendencias subyacentes a la sociedad norteamericana. Trump y el auge de una derecha radical, racista, xenófoba y violenta son prueba de ello y, en ese marco, el recurso a la violencia, como Cuba y Nuestra América la padecen con singular intensidad, se convierte en la nueva normalidad de la dominación imperialista. La razón de fondo de esta mutación involutiva es que la transición geopolítica hacia un mundo multipolar, de la cual tanto se ha hablado en los últimos años, ya ha concluido, ¡y en desmedro de Estados Unidos! Y precisamente eso es lo que define nuestro “momento histórico” y lo que explica que ante la consolidación de una nueva tríada dominante en el sistema internacional –en la cual China y Rusia se convierten en inesperados e intolerables contrapesos a la pretérita omnipotencia estadounidense- Washington se lance con renovada brutalidad sobre estas tierras para refugiarse en su reserva estratégica y, desde allí, tratar de capear el temporal. Por eso la extrema urgencia de que Cuba se fortalezca –política y económicamente- para repeler el bloqueo y neutralizar al “Girón informático” con el cual está siendo agredida. Y, además, la necesidad de reconstruir cuánto antes las instituciones como la UNASUR y la CELAC para que nuestros países puedan defenderse de la belicosidad imperial.

Pero también decía el Comandante que revolución era “cambiar todo lo que debe ser cambiado”. Y agregaría algo más que incluido en esa magnífica definición: “luchar con audacia, inteligencia y realismo”. Audacia para cambiar sin más dilaciones en Cuba lo acordado en aquellos 313 lineamientos aprobados en el VIº Congreso y en buena medida ratificados en el VIIº Congreso del PCC; e inteligencia para convencer a quienes tienen en sus manos la aplicación de estas medidas que ahora el tiempo nos juega en contra, muy en contra.

Durante mucho tiempo lo hizo a favor, y eso es lo que trasunto en mi entrevista. Pera ya no más, por tres factores principales aunque no los únicos. Primero, los cambios sociales (principalmente, la traumática re-emergencia de diferenciaciones clasistas en una sociedad que la Revolución había convertido en una de las más igualitarias del mundo y la irrupción de renovadas aspiraciones de bienestar y consumo); segundo, la revolución informática que desde la Internet puso fin a la insularidad de Cuba y la tornó vulnerable ante las guerras de cuarta generación y la toxicidad de los bombardeos de sus enemigos, básicamente la mafia cubano-americana radicada en el Sur de la Florida, apelando al sicariato mediático, las redes sociales y a lo que apropiadamente un espléndido documental cubano denomina “La Dictadura del Algoritmo” ; y, en tercer lugar, la modificación en la composición demográfica de la sociedad y sus implicaciones políticas, a saber: el envejecimiento de su población y la desaparición de los contingentes etarios que fueron testigos o protagonistas del proceso revolucionario; la aparición de nuevas generaciones para las cuales el Moncada, el Granma, la Sierra Maestra, etcétera, no son experiencias vivenciales o atestiguadas sino imágenes, más o menos difuminadas según los casos, de una historia poco relacionada con el aquí y ahora; y, tres, el remezón producido por las migraciones y el vínculo entre población migrante y quienes permanecieron en Cuba. Todo esto configura un amenazante cuadro sociopolítico y económico que exige la introducción, sin tardanzas, de cambios en el modelo económico que como advertía Fidel, “cambien todo lo que debe ser cambiado.”

Pero esto supone una cierta dosis de audacia y firmeza de convicciones porque invariablemente todo cambio provoca una reacción en donde se abroquelan quienes prefieren que las cosas sigan como están. Audacia y firmeza de convicciones, por ejemplo, para no ceder ante quienes todavía prefieren hablar de los “Lineamientos” o “actualizaciones” para evitar el uso de una palabra que en ciertos ámbitos se convirtió en un tabú: “reformas”. Vocablo, que sin embargo, cubanas y cubanos lo pronunciaron decenas de veces cada vez que me detuve a conversar con ellos en las calles de La Habana, Santiago, Santa Clara, Pinar del Río, entre otras locaciones. ¡Como si el socialismo fuese congénitamente “irreformable”, una creación única e inmutable, que irrumpe en la historia bajo una cierta forma para así permanecer hasta el fin de los tiempos! Esa noción, aclaro, no tiene absolutamente nada que ver con el marxismo. Lo mismo la interesada confusión entre “reforma” y “reformismo”; este último es una capitulación, la primera una necesidad. Esta confusión asume que cualquier reforma abre inevitablemente la puerta para el retorno del capitalismo. Veamos un ejemplo entre muchos, para no alargar más de la cuenta esta ya larga introducción a mi entrevista: ¿en cuál capítulo de El Capital Marx dice que en el socialismo debe remunerarse exactamente igual tanto a los trabajadores que con su esfuerzo, disciplina, dedicación y patriotismo hacen posible la construcción de una buena sociedad como a quienes se toman a la ligera sus obligaciones laborales, incumplen con el horario, se ausentan a menudo y cuando asisten no actúan en conformidad con la ética socialista que sí tienen muchos de sus compañeros? ¿Hay alguien que pudiera seriamente acusar a esa política por la cual se premia al trabajador consciente como una “reforma capitalista”? ¿No hay acaso que hacer una profunda “reforma intelectual y moral”, como pedía Gramsci, para combatir una opinión por desgracia demasiado generalizada que hace que mucha gente no cuide como se debe a carros, buses, máquinas, equipos de propiedad pública porque dicen que “eso no es mío, es del gobierno”?

Estos son ejemplos entre tantos otros que demuestran que hay decisiones que pueden y deben tomarse a pesar de las restricciones impuestas por el bloqueo genocida. Pero éste, en su infinita maldad, afortunadamente no alcanza para atar de pies y manos al gobierno cubano. A pesar de la brutalidad del bloqueo y de la monstruosa sangría económica producida por Washington (¡equivalente nada menos que a dos Planes Marshall ¡), premeditadamente concebida para provocar el sufrimiento del pueblo cubano todavía hay cosas que pueden hacerse, y decisiones gubernamentales que pueden implementarse, venciendo las resistencias de las costumbres establecidas, las rutinas burocráticas o las conveniencias de algunos sectores enquistados en el aparato estatal. El socialismo, como proyecto de creación histórica –no como una construcción libresca para discutir en un seminario de posgrado- requiere de continuas reformas. Y subrayo, para disipar cualquier malentendido, reformas que fortalezcan al socialismo; que lo tornen económicamente más eficiente y capaz de garantizar el creciente bienestar de la población. Reformas que le den más consistencia y continuidad a las exitosas políticas de salud, de educación, de acceso a la cultura y al deporte, a la seguridad social que colocan a Cuba en el grupo de países más avanzados del mundo pese al bloqueo y a los graves problemas del subdesarrollo que afectan a toda Nuestra América. El socialismo, decían Marx y Engels, es una fase de transición y de despliegue de contradicciones dialécticas; por eso jamás podría ser lineal, una flecha que vuela recta y a toda velocidad hacia el cielo de la sociedad comunista. Habrá avances y retrocesos; logros y transitorias concesiones a los requerimientos de los mercados. Estos existen y no hay resolución burocrática que pueda acabar con ellos. Existen como instituciones reconocidas de la vida económica, y por eso mismo rigurosamente reguladas; o como “mercados negros”, en donde los desastrosos efectos de la lógica mercantil se despliegan con toda su brutalidad. Por consiguiente, constituye un grave error asimilar el socialismo con el estatismo, o con la lisa y llana supresión de los mercados. Tanto es así que el propio Che reconocía el papel de los incentivos materiales si bien les negaba (y estamos de acuerdo totalmente en eso) el papel excluyente y determinante que aquellos detentan en las sociedades capitalistas. Los incentivos morales e ideológicos debían tener precedencia, pero los otros no podían ser completamente desechados. Volviendo al tema del estatismo no cabe duda que no se puede construir el socialismo sin un estado robusto y, sobre todo, bien organizado, con un funcionariado profesionalmente competente y con fuerzas armadas bien equipadas para defender a la Revolución de sus enemigos externos.

Ahora bien: ¿Significa esto que el estado y el gobierno deben hacerlo todo, sofocando el impulso creativo que brota de la sociedad? No, de ninguna manera. China y Vietnam, países con poblaciones heroicas como la cubana, que han padecido la violencia criminal del imperio, demuestran que un estado socialista puede regular los impactos de una limitada apertura mercantil sin sucumbir ante la lógica del capital y, contrariamente a ésta, acabar con la pobreza y las penurias económicas de centenares de millones de personas. No se trata aquí de erigir “modelos”, porque estos no son otras cosas que los molinos de viento que veía el alucinado Don Quijote. Si hay algo tremendamente original en la vida social y política son las revoluciones que, como decía Mariátegui, jamás pueden ser “calco y copia sino creación heroica de los pueblos.” La Revolución Cubana es absolutamente original e inimitable; y lo mismo podemos decir de las revoluciones que crearon un mundo nuevo en Rusia, China y Vietnam, o abrieron impensados horizontes en la Venezuela bolivariana. Pero la futilidad del esfuerzo imitativo no debe impedir que estos procesos se conviertan en ricas fuentes de inspiración y aprendizaje. Veamos: en Bolivia y Venezuela se acabó con el analfabetismo, y eso fue posible aprendiendo de la experiencia cubana; y hoy día se está mejorando la atención médica a millones de personas en más de cincuenta países capitalizando la experiencia pionera de Cuba. Pero sería insensato que se reprodujera en estos países un fenómeno tan singular como la Revolución Cubana. Ahora bien, si muchos países aprendieron cosas muy importantes de Cuba, ¿no podría ella aprender algo de las experiencias de China y Vietnam, dos países que sin renunciar a la construcción del socialismo cayeron en la cuenta que no siempre el camino más recto es el mejor y que, en ocasiones, hay que tomar algunos rodeos y hacer ciertas concesiones a los mercados para asegurar el éxito final del proyecto emancipatorio? Estas políticas, ¿convirtieron a China y Vietnam en economías capitalistas? No, definitivamente no. ¿Hay componentes capitalistas en su construcción socialista? Sí, sin dudas, como también las hay, en menor medida, en Cuba desde hace más de veinte años en la industria turística. Pero, ¿Quién dirige y controla este proceso en aquellos países asiáticos? ¿Son las grandes empresas las que dictan la política que sigue el estado en China o Vietnam, tal como ocurre en Estados Unidos, Europa y, en general, en todos los países capitalistas? No, es exactamente al revés. ¿Por qué? Porque hay un estado socialista que tiene al comunismo como objetivo y que subordina el capital a su lógica estatal; lo acepta, con rigurosas estipulaciones que limitan sus movimientos y se apropia de una significativa parte de su productividad y sus ganancias y las invierte en el bienestar de su pueblo. En otras palabras: en China y Vietnam hay una formación económico-social que entrelaza distintos modos de producción –desde el comunitarismo agrario, la pequeña producción campesina, la pequeña producción mercantil e industrial, la empresa privada nacional, la gran empresa pública, las empresas “mixtas” de asociación entre empresas públicas y privadas nacionales o extranjeras, las grandes transnacionales- muchos de ellos con fuertes tonalidades capitalistas pero invariablemente acotadas por el papel rector, inexpugnablemente rector, de un estado socialista. Reitero: no se trata de «copiar» esa fórmula pero sí de ver qué se puede aprender. Como otros aprendieron de Cuba, Cuba tiene algo, o mucho, que aprender de lo actuado por China o Vietnam.

La actualización del modelo económico cubano, prometido desde el VIº Congreso se ha convertido en una necesidad imperiosa e impostergable. Y se podrá concretar en tanto perdure la inmensa legitimidad popular de la Revolución Cubana. Pero, tal como lo recordaba Fidel en el discurso conmemorativo del 60ª aniversario de su ingreso a la Facultad de Derecho de la Universidad de La Habana, “esta Revolución puede destruirse, los que no pueden destruirla hoy son ellos; nosotros sí, nosotros podemos destruirla, y sería culpa nuestra.” Creer que toda revolución es indestructible, o irreversible, es una fatal ilusión desmentida por la historia. Lo mismo pensar que la legitimidad popular de la revolución será eterna y resistirá indemne al paso del tiempo. Para ello se requiere que el Partido y el gobierno mantengan una permanente sintonía fina, un oído muy alerta para escuchar los reclamos y los anhelos procedentes del subsuelo profundo de la revolución, evitando –cosa que hasta ahora afortunadamente se ha logrado- incurrir en lo que sería un catastrófico error: descalificar a los disconformes como “contrarrevolucionarios”. Algunos podrán serlo, pero la enorme mayoría de quienes protagonizaron el 11 J no lo eran, pese a que la propaganda yanqui dice lo contrario. Sería un error fatal caer en esa trampa.

Permítaseme concluir con una metáfora. La Revolución Cubana se encuentra hoy como un avión que vuela en medio de una tremenda tormenta (un recrudecido bloqueo genocida, las 243 medidas de Trump, la pandemia del Covid-19, el derrumbe mundial del turismo) y con poca bencina en sus tanques. De repente, se hace un pequeño claro entre las amenazantes nubes y el piloto advierte una isla en la cual puede intentar un aterrizaje. Sabe que es un desvío del trayecto prestablecido, pero que será transitorio y que tiempo después podrá retomar su curso. Consciente del grave peligro que corren la seguridad del avión y de quienes viajan a bordo deja de lado cualquier vacilación y se lanza en busca de ella. Entre los pasajeros reina la indignación al enterarse de la maniobra, y protestan a viva voz exigiendo que se mantenga la ruta trazada según los manuales de aeronavegación que, obviamente, no tienen en cuenta circunstancias y contingencias como la tormenta o el agotamiento de la bencina. Por suerte, el piloto hace oídos sordos ante la gritería y, con audacia y convicciones sólidas, lanza el avión en picada. El descenso es complicado y turbulento, pero controla a la aeronave y finalmente aterriza con todos a salvo. Los gritones son los mismos que en caso de haber seguido la ruta predeterminada no habrían ahorrado insultos y maldiciones si el avión ya sin bencina y vapuleado por la tormenta hubiera tenido que hacer un aterrizaje de emergencia en un descampado, poniendo en peligro la vida de todos. Afortunadamente el piloto hizo a un lado los libros y privilegió los datos de la realidad. En tan dramáticos momentos recordó un pasaje de las Tesis de Abril de Lenin en donde éste, citando un pasaje del Fausto de Goethe, decía que “la teoría es gris, amigo mío, pero el árbol de la vida es eternamente verde.” Y ese verdor debe animar a los decisores del estado cubano a actuar con audacia y firmeza para poner la admirable obra de la revolución a salvo. Lo digo absolutamente convencido de que estos no son tiempos de moderación sino de intrepidez.

Entrevista al sociólogo argentino Atilio Borón”

Consolidada, la Revolución Cubana requiere romper con el inmovilismo social y burocrático

Por Valeria Nader y Gabriel Brito 

¿Cuál es el real significado de las medidas que Raúl Castro ha tomado en Cuba relativas a la propiedad agrícola, a las posibilidades de adquisición de artículos electrónicos, al salario de los funcionarios estatales y a la circulación de cubanos en las áreas turísticas, entre algunas con mayor visibilidad en nuestros medios de comunicación?

Estas medidas indican que la reforma económica dentro del socialismo está comenzando a llevarse a la práctica. Es el inicio de un proceso largo y difícil, porque se quiere evitar, con toda razón, aplicar reformas que impliquen de un modo u otro la reintroducción de relaciones capitalistas en Cuba o la ficción de un «socialismo de mercado», en donde el segundo terminaría devorándose al primero. Esto es lo que, al menos parcialmente, ha ocurrido en China y en Vietnam y los cubanos no están dispuestos a incurrir en ese mismo error. Esa sería la ruta reformista más fácil, pero desencadenaría una enorme regresión económica y social en la revolución cubana que remataría en su práctico agotamiento. El otro camino, el de las reformas dentro del socialismo, es más dilatado y complejo y no existen antecedentes internacionales que permitan extraer algunas lecciones acerca de lo que se debe hacer y lo que no se debe hacer. Las reformas de la ex-Unión Soviética culminaron en un fenomenal retroceso y con Rusia convertida en un país capitalista. Y en China y Vietnam, como se dijo más arriba, se inició un tránsito que, especialmente en el segundo caso, bien podría terminar igual que Rusia. China es distinta, porque por sus meras dimensiones geográficas y demográficas unidas a la fortaleza de su estado le otorgan la posibilidad de fijar condiciones al capital extranjero (y al nacional) que ningún otro país del planeta posee. Por eso los cubanos están a la vanguardia de la historia, haciendo un experimento muy complicado. Por otra parte, la inédita circunstancia de que tres huracanes arrasaran la isla en el 2008 ha obligado a lentificar el proceso de reformas y a moverse con gran cautela en una situación de emergencia económica nacional. Además, la continuación del bloqueo imperialista es otro obstáculo formidable en un proceso de innovaciones como el que Cuba está ensayando.

Según usted, ¿Qué es lo que caracterizaría actualmente a algunos «impasses» de la sociedad cubana?

Creo que hay muchos factores. En la respuesta anterior ya mencioné algunos, muy importantes como el carácter inédito de reformas socialistas dentro del socialismo, el bloqueo imperialista, la devastación de los huracanes. Habría que agregar otros: la existencia de una burocracia con muy poca vocación innovadora es uno de los factores que también explica la existencia de esos «impasses». Otro elemento importante es la debilidad del debate económico en Cuba, que en los años iniciales de la revolución supo tener una notable densidad teórica, como lo demuestra el intercambio entre el Che Guevara y Bettelheim. Hoy ese debate está ausente, o tiene una incipiente presencia. Las reuniones anuales de la ANEC han sido uno de los pocos ámbitos en los cuales los economistas y los especialistas comenzaron a discutir estos temas, centrados en torno a una gran pregunta: ¿Qué hacer ante la irreversible obsolescencia del modelo de planificación ultracentralizada? Si ese modelo funcionó en el pasado, cosa que es motivo de intensas polémicas, no cabe duda alguna de que ya no funciona más. ¿Con qué reemplazarlo? Por otra parte, y esto lo señalaron Fidel y Raúl de manera reiterada en los últimos años, hay una tendencia «quietista» en una sociedad que luego de cincuenta años de revolución se acostumbró a que los problemas, cualquier problema, lo resuelva el estado. La consecuencia es la pasividad y el inmovilismo, y para cambiar se requiere precisamente lo contrario: activismo y movilización. Finalmente, creo que el Partido debería cumplir un papel educativo y movilizador que no estoy seguro esté desempeñando con la intensidad que se necesita. Lo hace, pero sus esfuerzos son parciales e insuficientes. Y esto se agrava por la aparición de un importante hiato generacional entre los grandes líderes de la revolución y la juventud, que considera a la epopeya de la Sierra Maestra con la lejanía de los acontecimientos históricos y quiere el cambio ya. Esta urgencia despierta, en amplios sectores de la burocracia estatal, una reacción «inmovilista» que lejos de facilitar los cambios los torna mucho más difíciles.

¿Cómo será posible solucionar estos «impasses»? ¿Proseguirá Cuba su camino socialista?

Estoy seguro que sí, que Cuba, que rompió los moldes de la tradición con el triunfo de su revolución en un país de la periferia y subdesarrollado y que, pese a ello, sobrevivió a medio siglo de bloqueos, atentados y sabotajes de todo orden, también sabrá responder exitosamente a los desafíos actuales. Cuba es un país que cuenta con un amplio sector de la población que posee un elevado grado de conciencia política, como no existe en esa proporción en ningún otro país de América Latina y, tal vez, del mundo. Es además una población que ha sido muy bien organizada por el Partido y que sabe que una eventual caída del socialismo retrotraería a la isla al siglo diecinueve, con la mafia terrorista de Miami a la cabeza y dispuesta a cobrar revancha por la osadía de haber desencadenado la revolución. Sabe también que los logros de la revolución, en campos como salud, educación, deportes, cultura, que tiene a Cuba muy por encima de cualquier otro país de América Latina, serían barridos por el retorno de la derecha en caso de que flaquearan las fuerzas revolucionarias. Pero no hay tal peligro: Fidel se mantuvo a pie firme cuando el socialismo se derrumbaba en todo el mundo y la historia, también en este caso, «lo absolvió» dándole la razón. Y su ejemplo seguirá vigente, aún después de su desaparición física, para inspirar a los millones que están dispuestos a entregar su vida por la defensa del socialismo y el comunismo en Cuba.

Se especula mucho respecto del tipo de socialismo que deberá existir en Cuba, aludiéndose, por ejemplo, al modelo chino y también a los gobiernos de Chávez, Morales y Correa en América Latina, que han tenido un enfrentamiento más fuerte con el neoliberalismo. ¿Cómo es que usted encara esta cuestión?

Algo de eso examiné in extenso en un libro que acabo de publicar y que se llama Socialismo Siglo XXI. ¿Hay vida después del neoliberalismo? La tesis central es que no hay ningún modelo o tipo de socialismo que se pueda imitar o que se encuentre listo para aplicar. Cada proceso es una creación histórica única y más allá de algunos «comunes denominadores» -como por ejemplo la intransigente batalla en contra de las relaciones capitalistas de producción (y no sólo del neoliberalismo) y la mercantilización de todos los aspectos de la vida social, incluyendo desde los bienes y servicios hasta las ideas, las religiones, la política y el Estado- las experiencias concretas de construcción socialista en este siglo serán muy distintas entre sí. Lo de Cuba es inimitable; lo de Chávez también, y lo mismo ocurre con lo de Correa o Evo. Vale aquí el verso de Machado, con un par de ligeras variantes: «militante no hay modelo, se hace el modelo al andar.» Brasil, Argentina, Chile, en la medida en que abandonen las ilusiones centroizquierdistas de la «tercera vía» (que tanto daño nos han hecho y tanto tiempo nos han hecho perder) se irán incorporando a este proyecto de construcción socialista pero con características absolutamente propias, idiosincráticas, irrepetibles. Y está bien que así sea: esa diversidad de caminos hacia el socialismo nos enriquece y nos hace más fuertes.

¿Existe el temor de que las fuerzas imperialistas puedan de alguna forma doblegar la resistencia cubana?

No lo lograron en cincuenta años, cuando la correlación mundial de fuerzas era mucho más favorable para el imperialismo. Ahora no tienen condiciones para intentar algo así. La incorporación de Cuba al Grupo de Río y a la Unasur, así como la práctica expulsión del imperio en la resolución de la crisis boliviana del año pasado, demuestra que, como dice el presidente Correa, «estamos viviendo un cambio de época y no sólo una época de cambios.» ¿Quién se hubiera imaginado hace apenas unos pocos años que un presidente de Bolivia podría expulsar al embajador norteamericano sin tener que enfrentarse, a los pocos días, con un golpe militar? ¿Quién podía pensar que la flota rusa haría maniobras en el Caribe con la Armada venezolana sin desencadenar un ejemplar escarmiento de los Estados Unidos? ¿O que Ecuador podría decirle a Washington que no le renueva el alquiler de la base de Manta, estratégica para el control político del área andina? La reacción imperialista no pudo acabar con la revolución cubana cuando existían condiciones internacionales propicias para ello. Perdió esa oportunidad, y hoy esas condiciones ya no existen más. La revolución llegó para quedarse.

¿Cuál es la expectativa en Cuba en relación al gobierno de Obama y que relación se piensa tener con los estadounidenses a partir de ahora?

No hay grandes expectativas. No puede haber grandes expectativas porque las declaraciones de Obama en relación a Cuba fueron bastante poco felices, para no hablar de lo mala que fueron las de Hillary Clinton en su audiencia de confirmación en el Senado. Siguen exigiendo «libertades políticas para la oposición» sin reconocer que en Cuba esa oposición es contrarrevolucionaria y está probadamente financiada y organizada por la CIA y las diversas agencias del gobierno norteamericano. Existen hasta filmaciones que constatan que esa oposición es, en realidad, un grupo de agentes del imperio operando en Cuba. Obama ha dicho que no piensa levantar un bloqueo que ha sido condenado desde la Asamblea General de la ONU hasta Juan Pablo II, pasando por las más importantes personalidades del mundo entero. Creo que los cubanos, con razón, no se hacen ilusión alguna con Obama, y sería bueno que en el resto de América Latina tampoco nos la hagamos. Si por algún motivo Obama «se saliera del libreto» y tuviese gestos concretos de apertura, comprensión y mayor racionalidad hacia Cuba La Habana respondería positivamente.

¿Cómo viven los cubanos el momento actual? ¿Es perceptible el crecimiento de algún tipo de ambivalencia en la población o persiste con fuerza el apoyo a la experiencia revolucionaria?

El apoyo a la revolución sigue siendo impresionante. Por supuesto, no es unánime, ni podría serlo. Pero es muy fuerte. Eso no significa que aprueben todas las políticas que sigue el gobierno revolucionario. Hay muchas críticas sobre la escasa oferta de alimentos, los bajos salarios, la vivienda, el burocratismo, el limitado acceso a Internet o las restricciones para viajar. Pero la gente sabe que estos problemas se originan en causas que en buena medida exceden lo que el gobierno pueda hacer o manejar. El bloqueo le ha costado a Cuba casi 100.000 millones de dólares, más de dos veces el PBI de la isla. El impacto sobre las finanzas públicas ha sido demoledor. Además, debido a la permanente agresión de Washington Cuba debe destinar a gastos de defensa una proporción muy elevada de su presupuesto público. Si no existieran estas dos condiciones, es decir, sin bloqueo y sin amenazas permanentes de ataque exterior, Cuba dispondría de muchos más recursos para incentivar la producción de alimentos, construir viviendas, mejorar los salarios. Pero esas condiciones no existen, lamentablemente. Por supuesto, aun así algunas cosas podrían mejorarse: por ejemplo, adoptando una política más flexible en relación al campesinado para incrementar la oferta alimenticia, o para explotar tierras que siguen sin cultivarse. Allí pesa el papel de una burocracia que se ha conservatizado y que no está pensando en una alternativa «post-planificación centralizada». Otras restricciones también causan malestar en la población: el transporte era un problema muy grave, sobre todo en La Habana, pero en el último año ha habido una considerable mejora gracias al apoyo de China. Internet es un problema, porque EEUU sanciona a cualquier país o empresa que le facilite la banda ancha a Cuba. Ahora Venezuela está tirando un cable submarino para resolver ese problema. En fin, hay protestas, además porque el pueblo cubano es muy extrovertido y no tiene temor alguno a expresar sus quejas y demandas. Pero estas se dirigen fundamentalmente hacia algunas políticas y no al régimen revolucionario o al socialismo. Mucho menos hacia la figura de Fidel. Creen, y tienen razón, que puede haber un socialismo más eficiente, con mayor capacidad de proporcionar bienestar a la población. Pero no se les olvida que pese a todas las limitaciones y restricciones Cuba cuenta con la tasa de mortalidad infantil más baja de las Américas, igual a la de Canadá y menor que la de Estados Unidos, y tres o cuatro veces más baja que la que tienen países potencialmente tan ricos como Argentina o Brasil.

¿Cómo se vio la Cumbre de las Américas, en Bahía, los pedidos de los gobernantes para poner fin al embargo son cada vez más frecuentes -mismo la ONU se manifestó en el mismo sentido, por 17º vez, en el 2008? ¿Existe en la isla la ilusión de, finalmente, poder insertarse plenamente en la economía o, por lo menos, de estrechar las asociaciones y acuerdos con algunas naciones latinoamericanas?

El cubano es un pueblo muy culto y que ha aprendido mucho con la revolución. No abrigan ilusión alguna porque sabe que el imperialismo nunca dejará de hostigar a Cuba y, por lo tanto, su inserción en la economía mundial dominada por las grandes transnacionales, muchas de ellas norteamericanas o de países gobernados por aliados o clientes de la Casa Blanca, estará plagada de dificultades. No creen que en lo inmediato EEUU vaya a levantar el bloqueo (no se trata de un embargo sino de un bloqueo, que es algo mucho más grave), aunque si lo hace sería una gran noticia. Pero al poder comerciar libremente con los países de América Latina y el Caribe, unida a su creciente relacionamiento con China, Rusia y otras grandes economías, Cuba puede resolver gran parte de sus problemas. Por eso es de suma importancia que las mayores economías de América Latina, como Brasil, México y Argentina, adopten una política de solidaridad militante con la revolución cubana. Una revolución que exporta médicos, enfermeros, odontólogos, maestros, instructores deportivos; una revolución que ayuda a desterrar el analfabetismo en Bolivia y Venezuela, que devuelve la vista a millones de personas, que vende vacunas para combatir enfermedades al margen y muy por debajo de los precios del mercado. Una revolución, en suma, que siempre fue solidaria con nuestros pueblos y que merece nuestra más rotunda solidaridad. Basta con pensar, para quienes todavía tengan dudas, lo que hubiera sido de América Latina si la revolución cubana hubiese sido derrotada en Playa Girón o si, luego de la implosión de la Unión Soviética, hubiera llegado a la conclusión de que había que retornar al capitalismo lo antes posible. Si tal cosa hubiera ocurrido en América Latina no existiría un Chávez, un Evo, un Correa, un Lugo, para ni hablar de la «centroizquierda»; estaríamos convertidos en un inmenso protectorado norteamericano, y en donde las figuras más a la izquierda de la región serían políticos como Álvaro Uribe, Alan García u Oscar Arias. Gracias a la presencia inquebrantable de la revolución cubana nos ahorramos esa pesadilla. Por eso, nuestra deuda con Cuba será eterna y todo lo que hagamos para ayudarla será poco.

Atilio Borón,  politólogo y sociólogo argentino, doctor en Ciencia Política por la Universidad de Harvard. Desde 1986 es profesor regular titular de Teoría Política y Social, en la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires. Investigador principal del CONICET (Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas). Fue secretario ejecutivo del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO). En 2009 recibió el Premio Internacional José Martí, de la UNESCO (Organización de Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura). Ha publicado decenas de libros traducidos a diferentes idiomas, entre ellos «El hechicero de la tribu.Vargas Llosa y el liberalismo en América Latina»