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viernes, 14 de enero de 2022

La agroecología, necesaria y también posible


Este trabajo integra la serie Cubanas y agroecología, un esfuerzo conjunto de la oenegé humanitaria Oxfam e IPS Cuba, sobre género y transición agroecológica en el país.


Luis Vázquez, profesor e investigador asociado del Programa de Agroecología de la Asociación Cubana de Técnicos Agrícolas, Forestales y Tabacaleros (Actaf).

Foto: Cortesía de Luis Vázquez

Luis L. Vázquez, agroecólogo, investigador y profesor, nunca olvida el momento preciso en que la agroecología entró en su vida. Lleva la agricultura en la sangre. Recuerda cuando, aun adolescente, cultivaba hortalizas para la familia en el patio de su casa.

Fue en los años 90, en un  curso con agroecólogos invitados en la Universidad Agraria de La Habana, cuando descubrió que así se llamaba el enfoque que lo cautivaba y defendía.

La apropiación de esos conocimientos –no puede soslayarlo–, proviene también de agricultoras y agricultores, principalmente campesinos, y de la agricultura urbana, a la cual ha estado vinculado por más de dos décadas.

El futuro agroecológico, considera, es una necesidad. “En Cuba hay condiciones para una agricultura sostenible sobre bases agroecológicas, capaz de autoabastecerse con alimentos de calidad y comercializar internacionalmente parte de estas producciones. El asunto está en mantener una política y actuación sistemática al respecto”.

“El Plan de Soberanía Alimentaria y Educación Nutricional (Plan SAN) tiene un buen enfoque, porque es territorial y en la medida en se integre todo el sector productivo con coherencia tecnológica, se podrá transitar hacia la agricultura que deseamos todos: sostenible, soberana y resiliente”, opina.


La agroecología, como ciencia sociotécnica, ha introducido un cambio sustancial de enfoques en la gestión agrícola. Foto: cortesía de Luis Vázquez

¿Cómo define la agroecología y cuáles son sus principios?

La agroecología no es una tecnología, es un camino para construir juntos la agricultura del futuro.

Se posiciona como una ciencia de la complejidad, porque estudia y ofrece las bases científicas para diseñar y gobernar sistemas alimentarios sostenibles, soberanos y resilientes, cuyo diseño y manejo considera las funciones de la biodiversidad y las interacciones culturales e integra resultados de investigaciones formales con la experimentación por agricultores, mediante procesos contextuales de co-innovación, con participación transdisciplinaria.

La agroecología no es una alternativa cuando faltan los agroquímicos y otros insumos que deciden la eficiencia productiva en la agricultura convencional, es una ciencia que facilita la transformación hacia un nuevo modelo de agricultura: sostenible, resiliente y soberano».

Luis L. Vázquez

Como ciencia socio-técnica, la agroecología constituye un soporte científico y metodológico para producir alimentos restaurando recursos naturales degradados, así como conservarlos para el futuro. A su vez, adopta y reconoce los aportes de la agricultura tradicional y las experiencias de la agricultura orgánica.

Sus principios se pueden expresar en conservación de recursos naturales, facilitación de interacciones funcionales de la biodiversidad para elevar capacidades de autorregulación ecológica, reutilización de biomasa residual de procesos de producción primaria y transformación de productos, complementariedades que aumenten la capacidad de resiliencia ante eventos extremos, adopción de prácticas (diseños y manejos) apropiadas, eficiencia productiva, energética, económica y social del sistema de producción, obtención de alimentos inocuos y nutritivos, autogestión con equidad y facilitación de redes de conocimiento e innovación.

La agroecologia no es una alternativa cuando faltan los agroquímicos y otros insumos que deciden la eficiencia productiva en la agricultura convencional, es una ciencia que facilita la transformación hacia un nuevo modelo de agricultura: sostenible, resiliente y soberano. Apropiarse de sus principios es abrir un camino para construir un futuro alimentario soberano.

 

Diferencias y gestión


El enfoque de gestión del conocimiento agroecológico incluye la capacitación participativa, no verticalista. Foto: cortesía de Luis Vázquez.

Cada finca es diferente a la otra y demanda un diseño específico para su transformación, ¿de qué depende, qué se aconseja?

Los diseños de las fincas son específicos. Para la transformación agroecológica hay que hacer un plan de diseño y manejo, a partir del estado de la finca desde el punto de vista de los recursos naturales y deben identificarse las prácticas necesarias para lograr un diseño resiliente.

Nosotros utilizamos un enfoque novedoso, las funciones de resiliencia, aquellas que se necesitan para reducir los efectos físicos de los eventos, si es hidrometeorológico o de sequía.

A partir de las funciones, se determinan las prácticas apropiadas. De esa forma se hace el diseño específico para la transformación de los sistemas, que debe hacerse de forma participativa, innovando y buscando las experiencias de distintas personas.

Esto quiere decir que deben crearse capacidades de autogestión para planificar y realizar la transformación de la finca, pero esas capacidades de autogestión no son solamente para la finca, sino también del municipio, de las cooperativas, empresas y entidades municipales, porque eso es contextual y no pueden estar los agricultores solos. Tienen que ser las distintas especialidades que haya a esos niveles y para todo eso tiene que haber un cambio e innovación en la gestión del conocimiento de los municipios, no como está ahora, separado por especialidades y de forma vertical.

Esa verticalidad que viene desde la época de la agricultura convencional no facilita la transformación para la resiliencia al cambio climático.

¿Quiénes participan en la gestión de las fincas?

No todos los agricultores y agricultoras son iguales. Algunos tienen un origen en las tradiciones campesinas; otros, formados bajo el paradigma de la Revolución Verde, han estado bajo la influencia de los sistemas convencionales donde se manejan grandes extensiones de cultivo y de ganadería. Hay un nuevo tipo: se han sido integrado a la agricultura urbana, periurbana y han recibido tierras y se han formado, poco a poco.

Es importante entender el origen y la preparación de estas personas y la influencia que esto puede tener en la percepción sobre la adaptación ante el cambio climático. Varios trabajos científicos han evidenciado las mayores capacidades de los sistemas que están en transición o transformación agroecológica.

En primer lugar, las fincas tradicionales campesinas, donde las personas han aprendido a entender más el clima y analizarlo a corto plazo, tienen un mayor entendimiento del suelo, las plantas y los animales, por los años y las tradiciones, valoran con más profundidad los efectos físicos de los eventos y son más sensibles a entenderlos impactos del cambio climático. En cambio, otros, no tienen esa capacidad y valoran un poco más a la ligera.

De manera general, en la agricultura nuestra todavía no hay una percepción de adaptabilidad de resiliencia y mucho menos, de mitigación. Predomina el enfoque de enfrentamiento: esperar el evento, tratar de resistir, según las condiciones que se tengan, y buscar una recuperación rápida.

Este enfoque lineal o simple de la adaptación ante el cambio climático es un elemento que influye en la vulnerabilidad de la agricultura cubana y cuando los eventos son de mucha intensidad, las consecuencias son catastróficas.

La gestión no depende solamente de los agricultores y agricultoras, sino de todo el sistema de gobernanza del sector, desde las fincas hasta las personas con responsabilidades a nivel de país e, incluso, quienes tienen que formar: educadoras, educadores, las escuelas y la ciencia.

 Resilencia socioagroecológica


La resiliencia de la producción agropecuaria debe ser socioagroecólogica por su componente social, que involucra las capacidades de los agricultores y agricultoras, su familia y la comunidad, incluyendo la articulación para la co-gestion local. Foto: Archivo IPS Cuba.

¿Qué es el enfoque de resiliencia socioagroecológica?

La resiliencia se refiere a capacidades de resistir o absorber efectos de un evento extremo, de recuperarse una vez que ha cesado y de transformarse continuamente para aumentar dichas capacidades.

En la producción agropecuaria, la resiliencia tiene una connotación especial, porque además de estas capacidades, debe reducir o mitigar las causas que originan o intensifican dichos eventos extremos y restaurar los recursos naturales, humanos y físicos degradados.

La resiliencia de la producción agropecuaria debe ser socioagroecólogica. En primer lugar, por su componente social, que involucra las capacidades de los agricultores y agricultoras, su familia y la comunidad, incluyendo la articulación para la co-gestion local. El componente agronómico es básico, porque se requieren transformaciones profundas en el diseño y manejo de los sistemas. No menos importante es el elemento ecológico, principalmente, por el rol de las funciones de la biodiversidad en las capacidades de resistir y recuperarse.

En los sistemas agropecuarios, la gestión de resiliencia con base en la agroecología, contribuye a que esta sea sostenible en el orden social, ambiental y económico, implícito en sus principios y metodologías, de manera que también facilita la soberanía en la gestión de resiliencia.

La resiliencia es compleja y pasa por apropiarse de las funciones de la biodiversidad, con una sólida base científica y que se puede llevar a la práctica con facilidad, algo que no han entendido a cabalidad quienes gestionan el cambio climático en la agricultura.

 

El clima, su impacto


En los últimos años, Cuba ha experimentado cada vez más prolongados periodos de ausencia de lluvias como parte de variaciones en el clima que han obligado a las autoridades a diseñar planes para mitigar este y otros impactos climáticos. Foto: Jorge Luis Baños

¿Cuáles eventos climáticos son más comunes en Cuba en los últimos años y cuáles son sus principales impactos para el sector agropecuario? ¿Afectan por igual a mujeres y a hombres?

Los eventos más comunes son los hidrometeorológicos: ciclones, que pueden convertirse en huracanes; tormentas locales severas y eventos ENOS (El Niño Oscilación Sur), que provocan penetración del mar e impactan la agricultura en las zonas costeras. Otros, generan sequedad: altas temperaturas, ausencia de lluvias y lo más extremo, la sequía.

Hay mucha discusión sobre si el cambio climático contribuye a que ocurra un evento o facilita su intensificación. A los efectos de la agricultura, independientemente del origen o causa, por su intensidad y frecuencia provocan daños a la producción agropecuaria.

Los vientos fuertes y las lluvias intensas tienen efectos directos sobre los componentes de producción. La ausencia de lluvias, altas temperaturas y sequía, causan estrés hídrico, que desencadena alteraciones fisiológicas, con contracción de los rendimientos.

En la agricultura, los impactos hacia las mujeres y los hombres dependen de las actividades que realicen: dónde trabajan las mujeres, qué responsabilidades tienen los hombres. Hay una tendencia a la incorporación femenina en la agricultura, no pocas, con responsabilidades importantes en determinados procesos.

Sin embargo, las mujeres también tienen la doble tarea del trabajo y el hogar o el hogar, cuando es ama de casa, y esos eventos impactan con fuerza, porque puede haber interrupciones eléctricas, escasez de agua y de alimentos y estrés de la familia, sobre todo en las zonas rurales.

Las mujeres, los niños, los ancianos y las familias que viven en el campo, sea en fincas o en pueblos rurales, sufren un impacto fuerte, porque dependen de la agricultura para subsistir, aunque también se afectan las personas que están en la ciudad y los pueblos. En cualquier lugar rural, siempre hay mayor sensibilidad para las mujeres por las diversas acciones y actividades que realizan.

¿Cuáles son los principales impactos de los eventos del cambio climático sobre los medios de vida de agricultoras y agricultores?

Hay dos tipos de impactos: los que se ven, sobre todo, cuando los eventos son catastróficos, los campos destruidos, se caen los árboles, las viviendas y sus techos, sobre todo en los hidrometeorológicos. También se ven en la sequía –llamado un desastre silencioso–, que se evidencia en el estrés de las plantas, el suelo y los animales, la caída de los rendimientos y el costo de la gestión agrícola.

Esos se ven fácilmente, no obstante, estamos muy lejos de un sistema apropiado de medición de esos impactos, se calculan las hectáreas y la producción perdida, según los planes. En el caso de la recuperación, lo que consideramos es cuándo el sistema está listo para seguir funcionando: se sanearon los lugares, se cortaron las ramas y se retiraron los árboles y el terreno está listo para  sembrarse. Hasta ahí llega la recuperación que manejamos, pero eso es apenas la primera parte, pues existe un componente adicional que es cuando se alcanzan los niveles productivos y los ingresos previos al evento, algo que normalmente no se considera.

Sin embargo, existen otros como la degradación y las alteraciones en el equilibrio de la biota del suelo, los efectos sobre las interacciones biológicas en los sistemas y sobre la gestión del agua. Otras tienen que ver con la familia, la sociedad y las personas, la disponibilidad de alimentos, que se reduce, a la vez que se resiente su calidad.

El efecto sobre los medios de vida humanos, que normalmente no se valora, es el enfoque más holístico para analizar los impactos. Este se refiere a los recursos naturales, la tierra y la biodiversidad, que es con lo que cuentan agricultoras y agricultores y la sociedad para garantizar la producción de alimentos; los recursos físicos –muchas veces deprimidos– y que también resultan dañados, y los humanos, vitales no solamente por la capacidad de prepararse y de entender, sino desde el punto de vista familiar y personal.

El capital social es igualmente importante por lo que se perjudica y por su contribución y, aunque a veces se le resta importancia, la capacidad financiera de la familia y de la sociedad es relevante para gestionar estas situaciones y considerar cuánto se afecta en el orden personal y social, a partir de los efectos de un evento.

Hay muchísimos elementos de impacto de difícil observación, pero que deben ser considerados y evaluados. Si hacemos un análisis científico, son muchos más que los mencionados, por lo que se debe trabajar en este sentido. 

Vulnerabilidad, causas, consecuencias


La ganadería cubana es muy vulnerable a la sequía.

¿Cuáles son los mayores factores de vulnerabilidad de las fincas ante los eventos extremos?

Los factores de vulnerabilidad, son en primer lugar, la degradación de los recursos naturales que existen en la mayoría de los sistemas: el suelo y biodiversidad: árboles y vegetación auxiliar; los sistemas están degradados, hay poca presencia de árboles y escasez de agua.

Otro problema de vulnerabilidad es el capital físico y las capacidades de las personas para la gestión, a lo que se une la articulación local para tener determinados servicios de apoyo a las fincas y junto a ello, la coherencia en las entidades que en los municipios gestionan el cambio climático en la agricultura.

Si vamos a enfocar la resiliencia, todo el mundo debe estar en concordancia con lo que es la resiliencia y cuáles son sus prácticas. No como sucede hoy que el de suelo, de sanidad vegetal o de riego, dan su percepción y enfoque cada uno por su lado.

De esa forma, los agricultores tienen distintas influencias y se van por cualquiera de ellas, por quien con más frecuencia insista, por eso se necesita coherencia y esos son los aspectos que consideran más importantes para evaluar la vulnerabilidad.

Eso, aparte de que los sistemas con base convencional son muy vulnerables a estos eventos: los cultivos y la ganadería especializados en grandes extensiones. Por ejemplo, la ganadería cubana es muy vulnerable a la sequía, porque todos son potreros despoblados de árboles y con un solo alimento, el pasto. En los sistemas de ganadería donde hay afectaciones por sequía o incidencia de sequía, lo que funcionaría sería silvopastoreo intensivo, que tiene el pasto, los árboles y la diversidad de forraje en el mismo lugar y eso tiene que ver con el bienestar animal, y también aumenta la capacidad de resistir estos eventos.

En el caso de sistemas de grandes extensiones de monocultivo, con tecnología intensiva, las consecuencias son desastrosas, porque no hay el efecto de resistencia que otorga la diversidad y los diseños complejos, la resistencia asociativa, un principio que explica la resiliencia de las fincas campesinas.  

Resiliencia y sostenibibilidad 


La equidad tiene muchísima importancia, sobre todo en el contexto de la finca familiar. Ediliairis Fajardo, en la finca La Unión, de la Cooperativa de Créditos y Servicios (CCS) Mariano López, de Palma Soriano, Santiago de Cuba. Foto: cortesía de Luis Vázquez.

¿Qué importancia tienen la contextualidad, equidad, participación, co-innovación el compromiso y la transformabilidad en el camino hacia sistemas productivos resilientes y sostenibles?

La contextualidad es básica, partiendo de que una finca está al lado de la otra y no son iguales, porque tienen unas características que son de paisajes, que pudieran ser igual de una  a la otra, aunque el suelo cambia mucho de un lugar a otro a cortas distancias. Pero lo más importante en la diferencia entre las fincas es cómo se formó, quién la maneja y toma las decisiones, qué influencias tiene.

La equidad tiene muchísima importancia, sobre todo en el contexto de la finca familiar. A veces, por las tradiciones, el agricultor es el que recibe y realiza las cosas. Sin embargo, hemos observado que puede haber muchos de los jóvenes que están en distintos niveles de estudios, porque son de una generación diferente y con habilidades que pueden contribuir.

Las mujeres tienen una visión más cercana a los aspectos bioculturales, que también puede contribuir, mientras que las personas adultas mayores, conocen mucho de las tradiciones campesinas y son como un puente para transmitirlas hacia las otras generaciones. Y también las experiencias y los conocimientos en otros contextos, porque no todo son fincas campesinas.

Acerca de la participación y la co-innovación, no hay manuales para decir cómo hacer las cosas para la resiliencia de las fincas. Hay experiencias escritas y resultados de investigaciones, pero adaptarlos a las condiciones y características de cada espacio o un territorio lleva co-innovación y compromiso.

Todo lo que se hace para buscar capacidades de resiliencia está en la transformabilidad y no solo para la resiliencia, sino también para la sostenibilidad y la búsqueda de la soberanía tecnológica.

Se ha demostrado que cuando se hace la transformación agroecológica, además de la resiliencia a los eventos, se reducen las emisiones de gases de efecto invernadero y la degradación de los recursos naturales que contribuyen a la vulnerabilidad.

Vemos la mitigación con un enfoque mucho más amplio, no solo mitigar lo que contribuye al calentamiento global, sino mitigar lo que tributa a la vulnerabilidad de los sistemas. 

Participación imprescindible

Foto: Jorge Luis Baños_IPS

¿De qué manera persuadir y estimular para que quienes administran fincas y cooperativas se adhieran a estos conceptos?

La contextualidad es esencial, al tiempo que la transdisciplinariedad posibilita confrontar experiencias y criterios diferentes. Es importante buscar los espacios y los métodos participativos adecuados, en correspondencia con las características de las personas.

Suele suceder que personas con responsabilidades en la gestión del cambio climático no tienen estas habilidades y esa es una de las demandas que existen: formar en gobernanza participativa a personas directivas de las entidades municipales, de manera que puedan apropiarse de las herramientas que necesitan para hacer eficiente y equitativa su gestión. En la gestión del cambio climático, sucede lo mismo: no se resuelve con manuales, instructivos y directivas. Tiene que ser realizado por las propias personas. Ahí está, en lo fundamental, la metodología que se utiliza: va creando capacidades, recuperando percepciones, facilitando coinnovaciones, incorporando todo eso en las medidas o los cambios que se identifiquen y sistematizando experiencias, entonces pudiera avanzarse.

Todo esto es nuevo y no es fácil de entender, tras tantos años del enfoque vertical de la agricultura convencional, que viene siempre con recetas hechas.

Este cambio hacia la autogestión contextual no es fácil y necesita personas formadas como facilitadores y facilitadoras, que lamentablemente escasean. También se requiere la innovación institucional, para cambiar la forma de actuación especializada y verticalista. Por eso, lo primero es formar facilitadores en gestión de la resiliencia de fincas ante el cambio climático, con lo que se iniciaría un proceso nuevo, que tendría sus limitantes al principio, por un problema de entendimiento del enfoque de autogestión contextual, pero por ahí está el camino. 

En busca de la resilencia


Panel solar instalado en La Finca Vista hermosa, en el capitalino municipio de Guanabacoa. Foto: Jorge Luis Baños_IPS

¿Cuáles son las prácticas apropiadas para la resiliencia de las fincas ante eventos del cambio climático?

Las prácticas apropiadas son muchísimas. Por qué son apropiadas: porque son contextualizadas, apropiadas para el contexto. Puede que venga de una experiencia de otro lugar o de las investigaciones, pero hay que validarlas y ver si se adaptan a las condiciones geomorfológicas del paisaje, a las condiciones socioeconómicas de las agricultoras y los agricultores y si están bajo el enfoque de la sostenibilidad. Las prácticas no son buenas si no se contextualizan.

De gran contribución para la resiliencia es el enfoque de los componentes de producción. En la agricultura convencional predomina el enfoque de factor limitante: si la planta no crece bien hay que utilizar fertilizante; si hay plagas, plaguicidas; si el suelo está pobre, incorporar materia orgánica; si hay falta de agua, ponerle la que lleva; si los rendimientos son bajos, buscar una variedad que rinda más.

Sin embargo, en la gestión de la resiliencia están todos los componentes que deciden en la producción agropecuaria: el cultivo, el suelo, los sistemas de abasto de agua, riego, abasto a los animales, todos los componentes agronómicos y pecuarios son decisivos, no es solamente el factor limitante. Entonces, las prácticas apropiadas se valoran en todo ese ámbito.

Se trata de buscar prácticas que mejoren las capacidades de resistir y recuperarse de los componentes de producción, independientemente de su importancia, que no es igual ni para todos los cultivos ni para todos los sistemas.

Una cuestión: la conservación y mejoramiento del suelo, la integración del árbol en las fincas y el uso óptimo del agua, aunque son prácticas importantes, no son las únicas ni por si solas van a contribuir a la adaptación de la producción agropecuaria ante el cambio climático. 

Resistencia y recuperación


Dentro de neumáticos rellenos con tierra crecen coles y estragón, en la finca La Melissa, municipio de San Miguel del Padrón, La Habana.

¿Cuáles son las limitaciones que impiden mayor resistencia y rápida recuperación ante eventos que han afectado al país en los últimos cinco años?

Las principales limitaciones son materiales y de percepción. Las fincas son sistemas de producción que llevan determinados recursos, ya sean agroecológicas, convencionales o cualquier otro enfoque.

La resiliencia al cambio climático lleva recursos y financiamiento y la mayoría de las fincas están depauperadas desde el punto de vista de su capital físico. Muchas fincas campesinas o de la agricultura urbana, con poca superficie, no tienen equipos de mecanización o no son apropiados. Las personas resuelven mucho con la tracción animal. Eso no quiere decir que no se puedan utilizar equipos y maquinarias apropiados a esas dimensiones y que conserven el suelo.

Hay limitaciones de recursos no solamente para transformar los sistemas, buscar más capacidad de resistencia, sino también en la recuperación. No es lo mismo recuperarse si se dispone de recursos materiales, tecnológicos y financieros, o no. Esa situación está presente en casi toda la agricultura, un poco menos en polos productivos y empresas, donde son insuficientes.

A veces hay cierta confusión, se piensa que la agricultura sostenible en base a la agroecología no lleva recursos. Lo que sucede es que cuando hay escasez, la agroecología ofrece alternativas o formas de realizar las cosas con menos recursos, contracción animal, por ejemplo. Eso lo vemos en muchos lugares, pero hay tecnologías apropiadas, equipos e implementos que no se producen en el país, aunque están en el mercado internacional, que son apropiadas para la agricultura agroecológica y la resiliencia al cambio climático. Si las tuviésemos, las capacidades de resistencia y recuperación serían mejores.

En sequía, por ejemplo, para el uso óptimo del agua, es esencial el riego localizado. Sin embargo, muchos sistemas por gravedad o por aniego generan un gasto excesivo y pérdidas en su traslado; por otra parte, se emplea mucha energía fósil para extraer el agua cuando puede hacerse con fuentes renovables, como paneles solares y molinos a viento. Ahora, incluso, hay tecnologías sencillas para capturar agua de la atmósfera, del rocío. Una solución para montañas o zonas donde es difícil acceder al líquido natural o realizar pozos.

En la agroecología no se excluyen las entidades productivas de grandes extensiones que realizan producciones especializadas con base en agricultura convencional; lo que sucede es que estas entidades no se apropian de la agroecología para su transformación hacia sistemas sostenibles. Es decir, aunque la transformación agroecológica avanza más rápido en sistemas de agricultura campesina, porque tienen como base las tradiciones, así como en sistemas de menor escala, porque el rediseño es más rápido y menos costoso, es posible lograrlo en los de grandes extensiones. El rechazo al cambio y el concepto estrecho de eficiencia que se estableció en la agricultura productivista, constituyen los principales obstáculos.

¿Existen algunas prácticas agroecológicas que las personas que trabajen las fincas prefieren sobre otras, cuáles son?

No es correcto hablar de prácticas agroecológicas, son prácticas agronómicas o zootécnicas; en su mayoría, las prácticas que valida y propone la agroecología para la gestión del cambio climático vienen de la agricultura tradicional. Por otro lado, la agroecología también mejora las funciones de estas prácticas, porque una de sus contribuciones es aumentar las funciones que se logran en el manejo de los sistemas, con diseños y los manejos que vienen de la agricultura tradicional.

Precisamente ahí hay un asunto por resaltar. Faltan muchísimas otras prácticas, diseños y manejos, que están en la agricultura tradicional también y no se promueven por los programas, mientras otras necesitan ser mejoradas. Un ejemplo, la agroecología le da mucha importancia a las llamadas estructuras de vegetación auxiliar, que tienen un rol relevante no solamente para eventos hidrometeorológicos, sino también para la sequía: cercas vivas perimetrales e internas, ambientes seminaturales, arboledas y barreras vivas, entre otros diseños, a los que generalmente no se les da gran importancia, aun cuando tienen gran contribución. Hay que buscar que agricultoras y agricultores también las prefieran y se apropien de ellas. Este también es un propósito en la formación para la resiliencia al cambio climático. 

Cambios de enfoque


La agroecología sustenta la transformación hacia sistemas sostenibles, resilientes y soberanos.

¿Cuánto de conocimiento, autogestión y compromiso se necesita aún alcanzar para que estos caminos de resiliencia se abran paso?

Hay algo muy interesante y de lo que quizás muchos no se han percatado: la agroecología, como ciencia sociotécnica, ha introducido un cambio sustancial de enfoques en la gestión agrícola. Quienes lean un poco de esto, hay muchos términos, teoría y prácticas nuevas. A eso también se ha sumado la gestión del cambio climático, que va más allá de los planteamientos de los meteorólogos, que son quienes han argumentado este comportamiento.

El enfoque de gestión del conocimiento agroecológico, enfocado en la resiliencia ante el cambio climático, incluye todos esos aspectos: la capacitación participativa, no verticalista, la sistematización de experiencias, la co-innovación, los intercambios transdisciplinarios, sin dejar de mencionar -quizás como lo más importante-,  crear capacidad de autogestión en las personas que manejan fincas o los servicios técnicos agropecuarios, producen insumos como bioproductos; directivos de las empresas y actores del gobierno.

El cambio climático, reitero, es contextual, transdisciplinario y participativo y hay que tener una preparación integral, más allá de las cuestiones técnicas. La agroecología favorece y facilita todo esto como ciencia sociotécnica. Ahí está uno de los argumentos de porqué la agroecología sustenta la transformación hacia sistemas sostenibles, resilientes y soberanos.

Una sugerencia: mucho cuidado con las propuestas internacionales de agricultura de precisión, agricultura climáticamente inteligente y otras bajo el enfoque de sostenibilidad intensiva, porque no son apropiadas para las características socio-económicas y ecológico-ambientales de los agroecosistemas en Cuba. (2021)

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