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jueves, 27 de enero de 2022

Las inversiones en la naturaleza deben triplicarse para 2030



Una mujer planta árboles de manglar en Timor Oriental, para revitalizar un sistema costero degradado. Los países de menores recursos necesitan recibir inversiones de los más industrializados para la restauración de áreas degradadas, cuidado de la biodiversidad y atención al cambio climático. Foto: Yuichi Ishida/PNUD

NAIROBI – Mitigar las crisis climática, de biodiversidad y de degradación del suelo requiere triplicar hasta 2030 los recursos que actualmente se dedican a ese fin, y cuadruplicarlos para 2050, reveló el informe Estado del Financiamiento de la Naturaleza divulgado este jueves 27 por el Pnuma desde esta capital.

Se necesitarían nuevas inversiones anuales de 536 000 millones de dólares y llegar a un acumulado de 8,1 billones (millones de millones) de dólares, según el estudio del Pnuma (Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente), el Foro Económico Mundial y la Iniciativa Económica de la Degradación de la Tierra.

Para movilizar esa masa de recursos, el informe llama a las 20 mayores economías industrializadas y emergentes del mundo (el Grupo de los 20, G20), a promover en ese campo las inversiones del sector privado.

El estudio explica que si bien se requieren cantidades muy elevadas de dinero, el mundo las precisa si quiere cumplir sus objetivos en materia de cambio climático, biodiversidad y degradación del suelo.

“Es muy urgente aumentar las inversiones en la naturaleza para cerrar las brechas de financiamiento climático y de biodiversidad y para ocuparse de la necesidad de acelerar la restauración de la tierra en todo el planeta”, expuso el informe.

El documento destaca que el ritmo de extinción de las especies, el calentamiento global, el creciente número de fenómenos meteorológicos extremos y las enfermedades zoonóticas, como la covid-19, refuerzan aún más esa necesidad.

Se trata de invertir en “acciones sostenibles que mejoren la resiliencia de los ecosistemas y aborden los retos sociales como la seguridad alimentaria y del agua, el cambio climático, la salud humana y mayor resiliencia ante el riesgo de catástrofes”.

El estudio recuerda que los recursos naturales son la base del sistema económico mundial, con más de la mitad del Producto Interno Bruto (PIB) global proveniente de ellos, y cita a los sectores agrícola, alimentario y de la construcción entre los que dependen completamente de la naturaleza.

Por contraste, la actividad humana y un modelo económico que prioriza el crecimiento a corto plazo han dañado enormemente los ecosistemas, por lo que se plantea “un cambio de mentalidad que transforme la relación de las personas con la naturaleza”.

En caso contrario, la explotación irracional de los recursos naturales generará cada vez mayores pérdidas financieras, junto con los daños a la salud del planeta.

“En la actualidad, la mayoría de los beneficios esenciales de la naturaleza no tienen un valor en el mercado financiero, a pesar de ser la base de nuestra prosperidad actual y futura”, recordó el estudio.

Por ello “es vital integrar en nuestro sistema económico el valor de la naturaleza de manera profunda, desde las políticas gubernamentales de contratación, fiscalidad, comercio y regulación, hasta la forma en que las empresas y las instituciones financieras toman decisiones sobre la inversión, el riesgo y la divulgación”.

Aunque se advierte un creciente interés de los gobiernos, las empresas y las instituciones financieras en las soluciones basadas en la naturaleza, el informe recalca la insuficiencia de los presupuestos que se les asignan, que a 2020 ascendían a 133 000 millones de dólares anuales.

De esas inversiones, 92 % son hechas por los países del G20, y de ellas 87 % se distribuyeron internamente hacia programas gubernamentales nacionales.

Los integrantes del grupo destinan apenas dos por ciento de la inversión a la asistencia oficial para el desarrollo, mientras que las inversiones privadas son muy pequeñas, independientemente de que ese sector compone 60% del PIB nacional de casi todas las naciones del G20.

El documento exhorta al G20 a aumentar la inversión en países menos desarrollados, lo que a menudo puede ser más rentable y eficiente que invertir internamente en soluciones similares basadas en la naturaleza.

Entre las medidas para aumentar la participación privada, los gobiernos pueden fomentar mercados estables y predecibles para los servicios de los ecosistemas, como el carbono forestal o prestar dinero público a tasas inferiores a las del mercado, cuando las inversiones contemplen la preservación de la naturaleza.

Según el informe, a medida que las empresas entiendan mejor las oportunidades de soluciones basadas en la naturaleza, surgirán o se fortalecerán productos financieros de reducción de riesgos, como garantías y seguros, para crear perfiles de riesgo-rendimiento atractivos dirigidos a los inversionistas más convencionales.

Deberían producirse cambios en todos los niveles, incluidos los consumidores que pagan el precio real de los alimentos, teniendo en cuenta su huella ambiental.

En síntesis, el estudio invita a no volver a los modelos de inversión en la naturaleza anteriores a la crisis generada por la covid, y en su lugar ir a “reconstruir mejor”.

A-E/HM

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