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martes, 22 de febrero de 2022

Minar el imperio de la burocracia

El exceso de burocracia se extiende como la mala yerba en el tejido social, a contra pelo de las recurrentes críticas desde el discurso político. Ese flagelo es caldo de cultivo para ilegalidades y corrupción



La guerra contra el burocratismo, , aunque parezca difícil, no es misión imposible. Ilustración de Lacoste.

Si quiere medir –realmente– cómo anda el exceso de burocracia en Cuba, atrévase a iniciar algún trámite respectivo a la vivienda. Le aseguro, escuchar el cuento no es igual a sufrirlo en carne propia. Años atrás, agobiada por ciertos absurdos y “deslices” técnico-jurídicos, desistí en Marianao de traspasar la propiedad de la casa de mis padres. O terminaba ingresada en el Psiquiátrico.

Desde mediados de 2021, vuelvo a tropezar con similares obstáculos en el intento de desvincular la morada donde vivo con mi esposo, hace más de dos décadas, en Arroyo Naranjo. Apenas unas cuadras separan a las direcciones municipales de la Vivienda y Planificación Física, al parecer, suficientes para hacerte correr de un lado al otro, como si estuvieras en un maratón olímpico.

Con lamentable impudor, unos funcionarios culpan a los otros de la tardanza en un trámite que, según refieren las normas, se hace de oficio a los arrendatarios con derechos. Lo “más lindo” del caso, cuando reclamas por tal peloteo y las infracciones a la legalidad, hasta ponen “caritas” de ofendidos. Porque eso sí, la burocracia tiene rostro, y se cree por encima del bien y del mal.

Desde los primeros años de la Revolución, y hasta nuestros días, a contrapelo de las reiteradas críticas realizadas desde el discurso político, el exceso de burocracia o burocratismo continúa como la mala hierba en los más diversos ámbitos.

No han sido pocos los intentos por extirparla de raíz, pero esos esfuerzos no han dado los frutos esperados. A estas alturas se sigue discutiendo sobre la separación de funciones estatales de las empresariales, las plantillas infladas, el buró ministerial mandando en lo humano y lo divino… Y peor aún, sobrevive acunada en el regazo burocrático, el soborno, las ilegalidades, la corrupción administrativa.

Entonces, al parecer, la sentencia de Max Weber sobre el carácter fatal de la burocracia es valedera como médula de toda organización humana, creada por el capitalismo, pero de la cual no podrá escapar el socialismo. “La cuestión es siempre esta: ¿quién domina el aparato burocrático existente?”. La interrogante del sociólogo alemán conduce a develar por qué ha sido tan difícil mantener a raya ese flagelo, en un proyecto como el cubano, que aspira a conquistar la mayor justicia posible.

Agustín Lage Dávila, con sus luces de hombre de ciencia, advierte: “La mejor definición de burocracia es que se trata de una forma de pensar y actuar en la que los procedimientos son más importantes que los objetivos. Se acepta posponer o limitar objetivos a cambio de ser estrictos en el cumplimiento de los procedimientos establecidos; se penaliza mucho a quien no cumple los procedimientos y se penaliza poco al que vive disciplinadamente pero con objetivos limitados. Esto se conoce como «riesgo asimétrico». Poco a poco lleva al abandono de objetivos audaces. Y eso es muy peligroso en momentos históricos donde se necesita mucha creatividad social, como hoy en nuestra querida Cuba socialista”.

En términos de patología social, valora la prestigiosa ensayista Graziella Pogolotti, la acción y el pensamiento burocráticos frenan el desarrollo de las fuerzas productivas, inducen al estancamiento cuando es necesario imprimir una dinámica renovada, empañan la imagen del Estado cuando es inminente la reafirmación de su papel y, sobre todo, en medio de las dificultades bien conocidas, introduce innecesarias causas de malestar en el pueblo que habrá de desempeñar un creciente papel protagónico.

Por eso, la guerra contra el burocratismo a la que convocó el Che en fecha tan temprana como abril de 1961, aunque parezca difícil, no es misión imposible. Hay que arrancarle cada día un pedacito a su dañino sistema fortificado. Sin treguas.

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