Rusia libra dos guerras asimétricas, una contra Ucrania en la esfera militar y otra con occidente en los ámbitos mediáticos. En la primera lleva las de ganar, en la segunda las de perder.
Rusia es una superpotencia militar con paridad nuclear, la decimosegunda economía mundial y la primera en la carrera espacial empatada con Estados Unidos, factores que le permiten librar y ganar batallas en esos campos, pero en el terreno mediático la asimetría es abismal.
En los últimos 30 años, como otros territorios ex soviéticos Rusia se ha esforzado para asimilar el demoledor golpe que para su sociedad significó el colapso de la Unión Soviética, lo cual ha realizado con energías y recursos morales que emanan de su historia y del legado material y moral de la Unión Soviética de la cual se considera heredera.
Rusia heredó de la Unión Soviética, entre otras cosas una poderosa economía, un impresionante desarrollo científico, fuerzas armada de primera categoría y un temible arsenal nuclear, a lo cual se suman una industria de armamentos y aeroespacial formidable y, un bien intangible representado por una sociedad moralmente formada, profundamente patriótica y éticamente responsable. No debe omitirse el asiento en el Consejo de Seguridad de la ONU. El conjunto hace de ella una superpotencia.
Debido a las circunstancias políticas, económicas, sociales y culturales imperantes en el imperio zarista, en Rusia no prosperó la ideología liberal y no se desarrollaron las instituciones que crecen a su amparo. Nunca existió allí la prensa, tal y como se le conocía en la Europa, los Estados Unidos e Iberoamérica a principios del siglo XX cuando, coincidiendo con el fin de la Primera Guerra Mundial, abdicó el zar y triunfó la Revolución Bolchevique.
Como es conocido, el sistema político implantado por la revolución basado en la llamada “Dictadura del Proletariado” rechazo en conjunto el modelo liberal, incluido el derecho, la prensa, los medios de difusión masiva y las instituciones culturales, creando un entorno en el cual todos los medios de expresión de las ideas y la difusión de la cultura quedaron bajo predominio del estado y del partido comunista.
El modelo de prensa establecido fue una malformación estructural que caracterizó a todo el sistema socialista de matriz soviética donde quiera que se implantó. Donde se impuso, al amparo de la propiedad social se estableció el control gubernamental sobre la producción de ideas y su difusión.
Al fenómeno ideológico y político se sumó el diseño económico que no admitió la variedad empresarial. No se trataba sólo de “libertad de prensa”, sino de “libertad de empresa”. Es verdad que en la prensa privada la libertad de expresión es cooptada por las políticas editoriales establecidas por los ejecutivos y por los dueños que, en ocasiones imponen sus puntos de vista, pero también lo es que la
diversidad de medios permite la pluralidad de opiniones.
Aunque desarrolló la propaganda política en una escala total, en materia de prensa y medios de difusión, la Unión Soviética y los países del socialismo real, no innovaron ni crearon. Mientras su economía avanzaba y las ciencias aplicadas progresaban, la prensa se estancaba y retrocedía. En ese campo la URSS no lego nada a Rusia porque nadie puede dar lo que no tiene.
En esos ámbitos culturales en los últimos treinta años Rusia ha registrado ciertos avances, pero no los suficientes entre otras cosas porque el progreso ha estado limitado por el régimen que, aunque bajo otras reglas, ha impuesto el predominio estatal sobre los medios. No obstante, se han fomentado medios de excelente factura como Rusia Today (RT), Sputnik y otros cuya circulación se ha prohibido en Europa y otros países.
En materia mediática, Rusia sobrelleva tres pesados hándicaps: la rusofobia, el anticomunismo y el antisovietismo. En esa lucha las herramientas con que cuenta y no cuenta, y su credibilidad la colocan en franca desventaja. Luego les contaré más. Allá nos vemos.
24/03/2022
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