Por: Rogelio Carmenate, Joel Mayor Lorán,
Tener puré de tomate para varios meses, frutas en almíbar que comer cuando prefiera, vegetales que puedan resistir el paso de los días y hasta semanas, es el sosiego de quien se enfrenta a la cocina a diario en Cuba. Por todo el archipiélago, un sinfín de minindustrias insiste en enlatarles esa tranquilidad.
Les asisten diversos motivos: principalmente, satisfacer la demanda local, añadir valor agregado a sus producciones y reducir las pérdidas poscosecha. Sin embargo, han de evadir no pocos obstáculos.
Empeños que valen oro
El afán en La Caprichosa es admirable, porque se traduce en alimentos para el pueblo, contribuye a que nada se pierda en los campos, sino que lo producido esté sobre la mesa, incluso en formas más elaboradas y sabrosas.
Esta minindustria penetra en los hogares de Alquízar, provincia de Artemisa, y gana adeptos en otras regiones de Cuba con su producto estrella: el adobo.
Su permanente presencia en el mercado le ganó hace rato la admiración de muchos. En medio de la COVID-19, le pasaron por encima a planes y números con la voluntad de arribar a los asentamientos, incluso a la distante playa Guanímar, cuando la suspensión del transporte de pasajeros impedía a sus habitantes llegar hasta el pueblo.
Quien demuestra tesón día a día bien puede hablar de inconvenientes en el camino. Argemis Kindelán, jefe de brigada de La Caprichosa, se refiere a los retos que enfrenta esta minindustria, similares a los que de otras.
“Estamos recibiendo envases en formato grande, lo cual encarece la compra por los consumidores: no es lo mismo adquirir un litro, que cinco. Para eso hemos recurrido al nailon, para envasar una cantidad menor.
“No obstante, eso influye negativamente en los ingresos de los trabajadores. Hemos producido más de 10 toneladas de puré de tomate, pero no hemos podido venderlas.
“Además, la Empresa Agropecuaria aprobó pagar el quintal de ajo a 5 500 pesos. Eso elevará el precio de nuestros productos, que a veces incluyen componentes en divisas... Más el pago de la corriente, de la ONAT, el salario de los obreros y el envase a 50 pesos. Aun cuando queremos vender más barato al pueblo, es difícil bajar los precios.
“Una de las alternativas a la falta de envases es llegar a comunidades y asentamientos de Alquízar con esos productos a granel, en botellas o nailon. También hemos vendido en otros municipios como Caimito, Guanajay y Mariel.
“Logramos entrar al Centro de Elaboración y Distribución de Alimentos (CEDA) de la Zona Especial de Desarrollo Mariel, con yuca congelada, cebollino, vinagre, adobo y mermelada de mango y de guayaba. Hay una gran competencia entre los proveedores de ese mercado. Ahora pensamos incrementar las ventas, luego de un estudio de sus necesidades.
“¿Encadenamiento? Con la CCS Álvaro Reynoso. Ellos aportan viandas y nosotros nailon. Igual le brindamos azúcar, guayaba y nailon a un trabajador por cuenta propia (TCP), y él elabora turrones de maní, barras de guayaba, dulce de coco y coquitos. Esos productos tienen muy buena aceptación. Los certifica nuestra marca.
“A una empresa de plásticos en Santa Clara le compramos 50 000 bolsas de nailon, que sellamos con una máquina comprada a un TCP. Y la Empresa de Recuperación de Materias Primas nos vende las botellas.
“Tenemos contratos con unas 20 entidades, sobre todo con la CPA Héroes de Yaguajay, suministradora de mango y guayaba. Y estamos en el proceso de negociación de precios con Cimex, para la venta en tiendas en línea y en MLC, con el fin de importar envases”.
Actualmente, 11 productos de La Caprichosa están certificados, incluidos el adobo y la crema de guayaba, con perspectivas de exportación mediante la empresa Cítricos Caribe.
“Somos muy cuidadosos con la calidad y la inocuidad. Nuestros productos son examinados por un laboratorio de la industria alimentaria. Aunque estos análisis son costosos, nos dan la medida de la calidad de cuanto producimos y de la garantía para el consumo, a tono con estándares internacionales”, destaca Kindelán.
Esa calidad la confirma Leinis Peña, clienta del mercado agropecuario estatal, que acude habitualmente en busca de adobo, vinagre, aliño y encurtidos. Con ella coincide Madelín González, vendedora del área de productos beneficiados de ese mercado.
Según Yaniuvys Cruz, especialista agroindustrial del Grupo Empresarial Agropecuario y Forestal Artemisa, la provincia dispone de 11 micro y minindustrias activas, la mayor en San Cristóbal, con capacidad para unas 10 toneladas por jornada, y otras en Güira de Melena, Alquízar, Bahía Honda, San Antonio de los Baños, Mariel y la ciudad cabecera, donde ejecutan dos inversiones.
Líderes en Cuba
Si se trata de minindustrias, la mayor red del país la tiene la Agroindustrial Ceballos, de Ciego de Ávila, una megaindustria moderna que centra las exportaciones agrícolas de esa provincia.
A diferencia de cuanto ocurre en Artemisa, esa empresa asegura las materias primas a su red y las minindustrias le venden sus producciones. Luego, Ceballos las exporta o vende en línea y les retorna el 80% de ese valor en MLC, con un respaldo en coeficiente de liquidez (CL).
Esto permite disponibilidad de divisas y la importación a través de la empresa, o acceder a materias primas que se venden en esa moneda.
Y cuando compran insumos en dólares, se les descuenta de ese valor, precisa Orisel Mendoza, obrera de la minindustria La Julia, en conversación con la colega Katia Siberia.
La disponibilidad de materias primas y comercialización de sus producciones en moneda nacional o MLC, mediante la empresa agroindustrial, es una importante garantía.
Aunque su demanda asciende a 11 millones, a Ceballos le asignaron 289 000 latas, una cantidad que ni sueñan en otros lugares, y ya las CCS y otras formas productivas tienen potestad para adquirir envases por otras vías.
De todos modos, los precios de las latas oscilan entre 1.17 y 1.40. Al multiplicarlo por 24, salen a 28 pesos, adicionales al costo de la mermelada o cualquier otro producto envasado. Por eso recurrieron a alternativas, como su propia sopladora de pomos.
“De esa manera, sortean obstáculos y abaratan costos, cuando el azúcar subió de 0.16 centavos a 8.50 el kilogramo, y un litro de vinagre para mojito, de 0.70 a 16.10, a lo cual es preciso sumar el costo de las etiquetas. Los nuevos precios de las materias primas alteraron el precio final de los productos”, afirma Siberia.
Agroindustrial Ceballos cuenta con 11 000 hectáreas, 8 000 cubiertas de frutales como mango, guayaba, piña y cítricos. Otras 17 con casas de cultivo protegido, 10 con semiprotegido y las tierras restantes con viandas, hortalizas y granos.
Exporta jugos naturales de frutas tropicales, pulpas asépticas y concentradas de mango, puré aséptico de guayaba, jugos concentrados de toronja blanca, aceites esenciales, papaya sulfitada, piña MD-2 (certificada con la norma internacional Global GAP, paradigma de buenas prácticas agrícolas), mango fresco, ají picante chile habanero y carbón vegetal de marabú.
La demanda de ají picante y chile habanero crece aceleradamente en Holanda, Francia y Canadá, que han adquirido más de 120 toneladas desde 2016.
En la actual campaña de tomate ya convirtieron 4 000 toneladas en más de 600 de pulpa, que utilizarán en las producciones de diferentes salsas, informó a la Agencia Cubana de Noticias Noemí Iglesias Falcón, directora de la unidad empresarial de base (UEB) Conservas de Frutas y Vegetales.
Pedro Manuel Díaz González, especialista en el cultivo del tomate en la delegación provincial de Agricultura, adelantó que esperan asegurarle 7 500 toneladas a Ceballos.
El culpable fue Napoleón
Con el proceso de conservación de los alimentos se evita o ralentiza su deterioro, al impedir el crecimiento de levaduras, hongos y otros microorganismos, y retrasar la oxidación de las grasas que los tornan rancios.
También se inhibe la decoloración natural que puede ocurrir durante la preparación de los alimentos.
Muchos métodos de elaboración incluyen técnicas diversas de conservación. Las mermeladas de frutas implican cocción (para reducir su humedad y matar bacterias, hongos…), azucarado (para evitar que vuelvan a crecer) y envasado en un tarro hermético (para evitar su contaminación).
Igual se pretende mantener o mejorar los valores nutricionales, la textura y el sabor. En muchos casos, el cambio los hace más que apetecibles, como en los quesos, yogures y encurtidos.
Con un proceso de fabricación adecuado, los alimentos no pierden ni un ápice de sus propiedades. Mantienen las mismas proteínas, grasas saludables, minerales y vitaminas que si se consumieran frescos.
Además, incluir en la dieta conservas como las sardinas ayuda a obtener ácidos grasos insaturados, entre estos el famoso omega-3, un ácido de cadena larga que contribuye al funcionamiento normal del corazón, entre otros beneficios.
Por si no bastara, son fuente de hierro, que ayuda a disminuir el cansancio; de zinc, que contribuye al buen estado de uñas, piel y cabello, y de yodo, que favorece la producción de la hormona tiroidea, el normal funcionamiento del sistema nervioso y el buen estado de la piel.
Los alimentos naturales perecen con el paso del tiempo, a veces en pocas horas o en unos días… Hasta que el hombre consiguió encerrarlos en una lata por tiempo indefinido.
Aunque se conocían varios sistemas de conservación (en salmuera, ahumados, en aceite, vinagre o azúcar, mediante desecación…), las garantías sanitarias eran escasas y la fiabilidad muy variable con el transcurso de los días.
En tiempos de Napoleón buscaban un método para conservar los alimentos durante largo tiempo, sobre todo por las necesidades de las tropas francesas.
Nicolás Appert, un modesto y poco conocido investigador francés, ideó introducir frutas y vegetales en gruesas botellas de vidrio, cerradas con corcho y alambre, para someterlas después a una cocción en agua hirviendo. Había descubierto la conserva.
Situación en el país
Midalys Naranjo Blanco, directora general de Política Industrial del Ministerio de la Industria Alimentaria, destaca cuán diverso es el panorama del procesamiento de alimentos en Cuba.
“Existen 1 176 minindustrias dedicadas al procesamiento de frutas y vegetales, bebidas, productos cárnicos y otras producciones, la mayor parte del sistema de la agricultura, los Gobiernos locales y el Mincin, además de mipymes.
“Con capacidad productiva de unas 37 000 toneladas mensuales, se dedican al procesamiento de frutas y vegetales, carnes y otras producciones como lácteos, pesca, vinagres, vinos, caramelos, fideos y otros derivados de harinas de trigo, arroz, maíz, yuca, a lo que se suman panaderías-dulcerías.
“Hay 2 033 panaderías subordinadas a las empresas alimentarias locales y la Empresa Cubana del Pan, en las comunidades pesqueras, turísticas y en el Plan Turquino”.
De acuerdo con la directiva del Minal, entre las fortalezas para la producción industrial de alimentos sobresalen el diseño estructural de los municipios y los niveles de representatividad, así como el reconocimiento normativo de mecanismos participativos.
Igualmente, destaca la infraestructura básica de servicios; la instrucción de los recursos humanos en cualquier lugar del país con el acceso a universidades, centros de investigación y otras organizaciones, y la existencia de reservas productivas que pueden movilizarse y manejarse en la escala municipal.
Las debilidades están en la “escasa articulación con otros emprendimientos locales, o en zonas aledañas, que les permitan alcanzar otras escalas e inserciones efectivas en las dinámicas nacionales”.
Agrega que tampoco hay sostenibilidad en el abastecimiento de materias primas agropecuarias, pues las capacidades productivas se explotan, como promedio, al 60%.
También menciona la falta de envases de todo tipo (fundamentalmente de hojalata), la inestabilidad de insumos como azúcar y aditivos químicos, y que no se garantiza la sostenibilidad de las instalaciones, al no contar con partes y piezas necesarias para los mantenimientos.
Naranjo Blanco advierte que el Plan Nacional de Desarrollo Económico y Social hasta 2030 prevé fortalecer los encadenamientos productivos de la economía con el sector alimentario y la integración interna, mediante el perfeccionamiento del mercado de insumos, el desarrollo de la minindustria y las mejoras en la logística y comercialización en toda la cadena.
“Debemos potenciar la integración de la gran industria con las locales y las minindustrias, tanto de actores estatales como privados que posean personalidad jurídica, y complementar los alcances, destinos y capacidades tecnológicas.
“La integración no solo responde a una articulación productiva, sino a estandarizar parámetros de calidad e inocuidad de los alimentos.
“Esta visión más descentralizada permite a todos los actores incorporar mayor valor agregado a sus producciones, aumentar la satisfacción de la demanda local, llegar a cada lugar con productos industrializados y, consecuentemente, reducir las pérdidas poscosecha por el acercamiento de las fuentes primarias con la industria”, afirma.
La directora general de política industrial del Minal, compartió con Cubadebate las líneas estratégicas para bases productivas de alimentos.
Desarrollo industrial:
- Consolidación y desarrollo de las capacidades industriales vinculadas con la producción de alimentos, al lograr encadenamientos productivos entre los actores que aseguran materias primas y los dedicados a esta actividad, tanto estatales como de formas de gestión no estatal y Mipymes, para la diversificación de los productos.
- Incrementar la generación de electricidad con fuentes renovables de energía, e implantar estas en las principales entidades económicas del sector agroalimentario, así como la producción de gas propano, carbón vegetal y leña para la cocción de alimentos.
- Aprovechar formas productivas de alcance local, principalmente Mipymes, para el desarrollo de la acuicultura en los embalses territoriales.
- Desarrollo de capacidades productivas en las empresas del sector de la industria alimentaria:
- Incremento y desarrollo de la producción de conformados de productos derivados de la pesca y en la industria cárnica, al fortalecer el encadenamiento entre los actores económicos, con destino social y al turismo.
- Ampliar las capacidades productivas de conservas de frutas y vegetales, al fomentar la compra directa a los productores agrícolas en las minindustrias diseminadas a nivel territorial.
- Mejorar el mantenimiento de la maquinaria industrial existente en las unidades productivas dedicadas a la producción de alimentos.
- Desarrollo de nuevas capacidades de producción de hielo, con destino a la industria cárnica.
- Permitir el procesamiento industrial de la carne vacuna y porcina; como resultado, asumir los compromisos de entrega que demanda el municipio.
- Eliminar o reducir, según sea posible, los niveles de insumo o comercialización de materias primas y mercancías importadas (pollo, MDM y salchichas), al asumir entregas de productos cárnicos de producción nacional.
- Incrementar la producción con destino al turismo, Zona Especial de Desarrollo Mariel, exportaciones y cadenas de tiendas, al diversificar los productos que hoy se comercializan, mediante el apoyo en las producciones de las Mipymes de reciente creación.
- Resolver el impacto negativo que generan los vertimientos de residuales líquidos de la industria, y minimizar los riesgos biológicos que condicionan la ubicación geográfica de las instalaciones industriales.
- Acciones principales para consolidar el desarrollo de la minindustria:
Propiciar los encadenamientos productivos de las minindustrias, entregando semielaborados y/o productos terminados a la gran industria.
Gestionar e implementar lo refrendado en el Decreto 22 de la Producción Industrial de Alimentos y Bebidas.
Garantizar encadenamientos en que las unidades productivas dedicadas a la elaboración de alimentos se beneficien con fuente de financiamiento en MLC.
Prever en el plan de la economía las materias primas, insumos y otros recursos para lograr una explotación estable de las minindustrias, así como el cumplimiento de la contratación entre las bases productivas y las minindustrias.
Programar y ejecutar el mantenimiento industrial y civil de las minindustrias.
Fortalecer los vínculos con los centros científicos y de investigación, en especial con el Instituto de Investigaciones de la Industria Alimentaria (IIIA) y el Instituto de Ingeniería Agrícola (IAgric).
Garantizar la capacitación técnica industrial del personal.
Priorizar la adquisición de nuevas minindustrias, a través de proyectos de colaboración.
Incorporar sistemas de deshidratación solar como nueva línea de procesamiento de los productos.
Cómo lo hace Casa Pesca
Muy acorde con lo abordado por Midalys Naranjo Blanco, Raúl Lastre Fonte le ha puesto el corazón a las ideas y su mediana empresa Casa Pesca, en Bahía Honda, consigue varios de esos objetivos.
No solo satisface a los clientes (lo cual ya es mucho) y asegura utilidades a los trabajadores, sino que logra encadenamientos productivos, desarrolla la acuicultura en embalses construidos por ellos mismos y elabora varios productos derivados de la pesca.
Además, planea exportar y vender a las cadenas de tiendas en MLC.
“Elaboramos croquetas, hamburguesas, salchichón, jamonada y bacalao, también spam y chorizo. Comenzamos con el servicio de cafetería, luego habilitamos un punto para vender en paquetes, como en un mercado”.
Los dos locales atraen a los bahiahondenses. La oferta invita a comparar, buenos panes con salchichón, jamonada o hamburguesa no cuestan más de 15 pesos, e igual tienen propuestas para quienes prefieren multiplicar los ingredientes. ¿Dónde más?
En el otro establecimiento, los clientes aseguran plato fuerte para la casa o la merienda de los escolares. Encima, el ingenio de Casa Pesca añade un peculiar atractivo: paletas de helado elaboradas allí. Helen Valdés, Dairon Pérez, Rosa Chirino y Orlando González aseguran haberse convertido en habituales de ambos sitios.
“Ahora queremos montar casas de cultivo, dar un valor agregado a esas producciones e incorporarlas al punto de venta tipo mercado. Por supuesto, vamos a abrir un restaurante especializado, desde el cual contribuir al combate contra la inflación. Pretendemos que el pueblo pueda comerse un buen pescado a un precio asequible.
“Y planeamos levantar un ranchón educativo, por llamarlo de algún modo, donde la población pueda ver de dónde sale el pescado que consumen… y hasta pescarlo. Tendría un cable para viajar por encima de todo el proyecto y apreciar los estanques y la pesca”, explica.
Pueden parecer simples anhelos de soñadores, pero no lo son. La cafetería no carece de pan, porque se encadenaron con la alimentaria. Tampoco faltan surtidos, porque disponen de un centro de elaboración propio.
“El 90% de los equipos del centro de elaboración son hechos por nosotros, o estaban en desuso y los rescatamos. Por eso, pese a la subida del costo de lo que no producimos, como los sazones y la yuca, hemos mantenido el precio inicial, pues la materia prima principal es el pescado y lo producimos nosotros mismos”, señala Lastre Fonte.
Más de una montaña ha tenido que inclinarse ante tamaña voluntad. ¿Metáfora? No. Han descarnado varias laderas para crear los estanques hoy sembrados de peces. Cada uno es herencia del sudor de sus frentes.
A partir del cultivo de la tilapia roja pretenden ingresar divisa, “para ser funcionales, hacernos de embarcaciones y adquirir equipos, artes de pesca y útiles que es preciso importar, así como leche en polvo para garantizar el helado a un precio razonable”, sostiene el decidido emprendedor.
“La situación con el dólar y el CL (capacidad de liquidez) nos está trabando. Podemos comprar a empresas, pero no tenemos cómo pagarles. Ellas sí nos pueden pagar, pero no podemos circular ese CL. Tienen sus cuentas en CL y no en dólares; nosotros en dólares y no en CL. Ni manera de convertirlo. Necesitamos abrir esas puertas para adquirir mallas, sazones, latas para sardinas…”, dice.
Indudablemente, es hora de eliminar trabas para que se desate la creatividad y crezcan las producciones y abastecimientos. Que abunden embutidos, sardinas, aliños, mermeladas, puré de tomate… y que la tranquilidad, ¡por fin!, quede enlatada.
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