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martes, 17 de mayo de 2022

El lugar de los guajiros en Ciego de Ávila

 

Frank Güemes Alonso, presidente de la Asociación Nacional de Agricultores Pequeños (ANAP) en Ciego de Ávila, una mañana en su oficina, minutos antes de perderse pa’l campo. Foto: Katia

Como si fuera un cultivo de ciclo largo, de 17 a 17 de mayo germinan las felicidades a campesinos en su día. Pero en el medio de la “cosecha” hay muchas jornadas de sudor, incertidumbre, cansancio, frutos… Por eso el presidente de la Asociación Nacional de Agricultores Pequeños (ANAP) en Ciego de Ávila habla de reconocimientos, pero también de deudas

Hace una década el campo avileño rendía sus mejores frutos, o al menos así lo creyeron en una emulación nacional de esas que suelen equiparar provincias, pese a la disparidad de suelos y recursos, por solo citar dos variables que modificarían cualquier resultado. Pero el antecedente ha puesto a Frank Güemes Alonso en una posición que todavía no le acomoda. Porque si antes estuvieron en la cima de la ANAP, ¿cómo ahora no van a poder retornar?

El ahora los ubica en un sexto lugar que, y si bien no le borra la satisfacción al presidente provincial de la ANAP, tampoco es una escala que hable solo de saldos productivos; un acápite donde aquí casi todo tiende al crecimiento. Y compararse contra uno mismo, debiera ser también un buen medidor.

Incluso la leche —que es el tema que hoy acapara análisis constantes sin que logren hacer fluir toda la leche de la ubre al Lácteo— registra un buen indicador para los ganaderos, dice Frank. Venían de sobrecumplir el primer trimestre (al 109 por ciento). Casi 500 000 litros de leche por encima de lo que acopiaron en esa etapa del pasado año.

No obstante, el contexto no es favorable del todo. A pesar de que casi el 80 por ciento de la leche de Ciego de Ávila está en manos de los campesinos, no se “ordeña” parejo. Baraguá, Venezuela, Majagua y Ciego de Ávila quedaban por debajo de lo pactado y la razón fundamental Frank la esgrime sin tapujos, “debilidad en los contratos”.

Aun cuando Frank Güemes habla de crecimiento en la entrega de litros de leche, aclara que no se nota en los destinos a la población porque “antes había un porciento que se cubría con leche en polvo y ahora toda es fluida. Cero importación implica mayor aporte nuestro y hasta ahí todavía no hemos llegado”.

Es la misma causa que pone en jaque al Cárnico avileño: más que carne y leche, o tanto como carne y leche, falta trabajo integrado, y no depende solo de la ANAP.

Sin embargo, el fuerte de los anapistas avileños no es la ganadería, sino los cultivos varios. El grueso de su membresía se dedica a una actividad que representa el 35 por ciento del total de producciones en la provincia. Ahí están los crecimientos; ligeros, pero están.

Cuatro mil toneladas en hortalizas, más de 400 en frijoles, 170 en maíz, 188 en arroz… no son saltos productivos ni trabajo que no sea meritorio en las condiciones actuales. “Pese a toda la carencia y al alto precio de los insumos, los guajiros han tenido que sembrar más, para intentar similares producciones y no afectar su economía de bolsillo”, se explica el presidente.

Sería esa la misma razón por la que los contratos porcinos se desplomaron. Los guajiros pasaron de 500 relaciones contractuales a solo 12 en la actualidad. Economía de bolsillo, dijimos. O más claro. Nadie trabaja para perder. Ni para pasar tanto trabajo, añadirían algunos en sincero trabalenguas.

El otro punto débil de los campesinos avileños pasa por la crisis generalizada de la zafra. Si bien el 34 por ciento de la caña avileña está en manos de anapistas, de las toneladas previstas para el corte, solo el 46 por ciento se había podido moler. El bajón ha sido estrepitoso y amargo.

Por fortuna, las noticias asociadas a las deudas millonarias que suelen ser más cíclicas que la primavera, dejan a Invasor en la incredulidad: “¿Seguro que no les deben nada?”, y Frank sonríe porque es extraño… y felizmente cierto.

Las pérdidas hoy están asociadas a las ventas. Aun cuando la Gaceta Oficial deja claro que, ante el incumplimiento de un contrato por una Empresa, el campesino podría darle otro destino a su producción, “no todos tienen los medios ni el tiempo para hacerlo. Hay ejemplos donde sí han podido salvarlas, pero hay otros donde el guajiro no dispone de tractores, camiones o tiene el campo muy intrincado y se dificulta una solución de su parte”, aclara.

Esa no es la generalidad de los 15 800 miembros de la ANAP en Ciego de Ávila, un número que podría parecer bajo si no se contextualiza. “Mientras en otras provincias no abundan las empresas estatales fuertes en la Agricultura, aquí sí, y muchos se han afiliado a esas empresas, dejando de pertenecer a nuestra organización”, señala Frank, quien admite que de un año a otros apenas han sumado 83 anapistas.

“No obstante, lo fundamental es que aumentemos la producción y estamos dando pasos”.

Ese es el mejor lugar hacia donde pudieran ir los campesinos avileños, hacia el incremento.

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