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lunes, 11 de julio de 2022

China: Un desarrollo con apellido: fiel a la justicia social

 Por Xulio Ríos es director del Observatorio de la Política China


Resumen

Formula una reflexión que abarca la importancia del desarrollo para el bienestar de las personas y como en el presente siglo, diversos acontecimientos (la crisis financiera, la pandemia, las guerras o las tensiones estratégicas) influyen en el agravamiento de sus deficiencias. En este sentido, reclama la importancia de adjetivar el desarrollo poniendo el acento en la justicia social y en la moderación de las desigualdades como garantía de un desarrollo equilibrado y sostenible. China ha hecho aportaciones significativas en este sentido y su experiencia debe ser tenida en cuenta por la sociedad internacional. Las recientes iniciativas en el ámbito de la seguridad y el desarrollo, uniendo ambos conceptos, constituyen aportes importantes a una agenda global que necesita primar la cooperación sobre la confrontación.

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Como se nos sugiere desde el propio enunciado de esta convocatoria, las personas deben ocupar la posición central en el desarrollo. Un desarrollo al margen de las personas es inestable e insostenible a largo plazo. En los últimos años, el desarrollo global ha conocido importantes saltos en numerosas áreas, especialmente en un tiempo en que asistimos a una auténtica revolución integral con la tecnología por bandera principal. Sin embargo, este salto en las dinámicas de desarrollo ha coexistido con una complejidad creciente. Primero fue la crisis financiera, que derivó en importantes políticas de ajuste en muchas sociedades, incluso desarrolladas, afectando a un bienestar adquirido en base a los esfuerzos de muchas décadas. Después fue la pandemia del Covid-19, que aun no ha terminado, provocando importantes daños a toda la humanidad. Ahora, constatamos también como la guerra amenaza con provocar impactos globales de gran magnitud en áreas clave como la seguridad alimentaria, por ejemplo.

Un denominador común a todos estos procesos es que la desigualdad no deja de crecer. Un informe reciente de Oxfam, por ejemplo, indica que la riqueza de las grandes fortunas creció en 24 meses lo mismo que en dos décadas. La pandemia abocó a situaciones de enorme precariedad a muchísimas familias; y mientras tanto, las grandes fortunas vieron cómo su patrimonio se multiplicaba gracias a las oportunidades que les ofrecían sus posiciones de privilegio, así como a las inyecciones de capital que se han hecho desde los Estados para intentar paliar la crisis.

Se estima que el impacto del coronavirus, que ha demostrado lo extremo de la fragilidad de la sociedad humana global, puede provocar que en este año 2022, 250 millones de personas se vean arrastradas hacia niveles extremos de pobreza, una situación en la que ya se encuentra una cantidad alarmante de seres humanos. En la otra cara de la moneda, la riqueza de los milmillonarios ha crecido en los últimos 24 meses lo mismo que lo hizo en 23 años. Su patrimonio equivale ahora al 13,9% del PIB mundial, un porcentaje altísimo si lo comparamos, por ejemplo, con el del año 2000, cuando la riqueza total de los milmillonarios suponía el 4,4% del PIB mundial. Es decir, se ha multiplicado a más del triple en tan solo dos décadas, siendo estos dos últimos años responsables de una parte importante de ese incremento. En el tiempo que tarda en surgir un nuevo milmillonario, un millón de seres humanos pueden verse arrastrados a la pobreza.

En países como España, por ejemplo, mientras las empresas pueden presumir de haber superado 2021 con cifras históricas de beneficios, el porcentaje de personas en situación de privación material severa aumentó desde el 4,7% en 2019 al 7% de la población en 2020. La tímida recuperación se tradujo en un tirón de ganancias para las 35 marcas punteras del Íbex del 83,5% respecto a las cifras previas al Covid. Las 20 que les siguen en tamaño y liquidezdispararon sus resultados respecto a 2019 incluso con mayor intensidad, un 99,2%. Por tanto, las 55 empresas más importantes del país ganaron un 88,4% más que en 2019No es negativo que las empresas tengan beneficios, lo que sí es preocupante es que la riqueza, el crecimiento y, en suma, el desarrollo, no repercuta positivamente en el logro de nuevos impulsos al bien común.

Constatamos también como una guerra como la que vivimos en Ucrania amenaza con provocar una autentica catástrofe alimentaria. Incluso antes de este conflicto, el hambre en el mundo estaba creciendo. Según la FAO, casi 200 millones de personas en 53 países en 2021 pasaron a una situación diaria de hambre aguda. El déficit de alimentos básicos y fertilizantes en el mercado global como consecuencia del conflicto en Ucrania, sugieren que la cantidad de personas que sufren desnutrición aguda en el mundo podría elevarse a 220 millones. La inseguridad alimentaria seguirá aumentando.

Con estas cifras en la mano es difícil no pensar que algo grave y estructural está ocurriendo. Y es necesario y urgente ponerle remedio, tanto a nivel de conciencia moral como de políticas públicas. A fin de cuentas, la realidad actual no es producto de la fatalidad sino que responde, en lo básico, a un patrón ideológico que desde el fin de la Guerra Fría y la disolución de lo que conocemos como “socialismo real” ha alentado dinámicas de corte neoliberal que se han traducido en desequilibrios de tal calibre que amenazan la estabilidad social en todo el mundo.

Con el bagaje de la eliminación de la pobreza extrema, en los últimos tiempos, hemos visto que China ha destacado la importancia de lo social y de la armonía en su modelo de desarrollo. La mejora de los ingresos y las inversiones en políticas públicas, el impulso a propuestas como la prosperidad común, etc., sugieren una cabal comprensión de la trascendencia de este aspecto. Igualmente, constatamos a diario en la lucha contra la pandemia de Covid-19 un ingente esfuerzo por proteger a la población de daños irreparables.

China ha ofrecido también bienes públicos a la sociedad global. La propia Iniciativa de Desarrollo Global propuesta por China es una llamada a la acción oportuna para abordar los desafíos apremiantes que amenazan la capacidad colectiva global para cumplir con los Objetivos de Desarrollo Sostenible.

China lleva lustros introduciendo en la agenda internacional otro punto de vista en el debate sobre el futuro de la seguridad en el mundo; una seguridad que hoy se aleja de la concepción clásica centrada en el factor militar para incorporar variables de gran sustancia como la energética, la alimentaria, la climática, etc. Por tanto, recordar que el mundo es nuestra casa común y apostar porque ese axioma sea interiorizado por los estados y agentes internacionales es de suma trascendencia y los esfuerzos en este sentido deben saludarse de forma generosa y ambiciosa.

La recuperación económica es hoy una preocupación que no distingue entre países, regiones o sistemas políticos. Los daños acumulados en los últimos años como consecuencia de los eventos descritos, nos conminan a tender puentes y fomentar el diálogo y la cooperación para poder enfrentar el horizonte con perspectivas de éxito. Y ese logro exige como nunca que las personas sean tenidas especialmente en cuenta.

Muchas gracias

(Intervención en el Foro Internacional de Grupos de Reflexión y Medios de Comunicación sobre «Desarrollo Global: Misión y contribuciones comunes», organizado por la CASS, el Consejo de Estado y China Media Group, los días 4 y 5 de julio).

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