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miércoles, 24 de agosto de 2022

Peligroso espejismo en la transformación socialista: ¿gestión y propiedad separadas? Propiedad y Gestión (I)


Por  Dr. Jesús Pastor García Brigos

Propiedad y Gestión

En la Conceptualización del Modelo Económico y Social cubano de Desarrollo Socialista, actualizada en el recientemente celebrado VIII Congreso del Partido, al plantear las Principales Transformaciones que fundamentan la actualización del modelo, se presenta en primer lugar:

“Consolidar el papel primordial de la propiedad socialista de todo el pueblo sobre los medios fundamentales de producción, distinguir entre el ejercicio de las facultades de propietario y las correspondientes a la posesión o la gestión (administración). A la vez, reconocer y diversificar diferentes formas de propiedad y gestión adecuadamente interrelacionadas”

Este es un enunciado que requiere al menos ulteriores precisiones en cuanto a lo que se deberá entender por “ejercicio de las facultades de propietario”- el cual se puede entender que es “todo el pueblo”- y como ellas se deberán “distinguir” de las “correspondientes a la “posesión o a la gestión (administración)” [1], por las consecuencias que para la práctica de los procesos de transformación socialista ha generado el espejismo de la “separación de la gestión de la propiedad” en el sistema empresarial, como condicionante del aumento de la eficiencia y eficacia de la moderna industria capitalista.

Pero todo parece indicar que este enunciado ha servido para generar y promover la idea de la necesidad de “ver como separamos la gestión y la propiedad” para el necesario avance en los resultados de nuestro sistema empresarial estatal, que permita “consolidar el papel de la propiedad socialista de todo el pueblo sobre los medios fundamentales de producción”, supuestamente a partir de que “el socialismo está en la propiedad” y la gestión …“es un problema técnico”.

Una vez más la alerta de Raúl Castro exige nuestra atención: "No se olviden que una equivocación conceptual nos conduce a equivocaciones en la vida,../ "[2]        

Como señalan Rafael Alhama, Francisco Alonso y Rafael Cuevas en su libro insuficientemente conocido Perfeccionamiento empresarial. Realidades y retos[3], “…La gestión es el concepto y palabra más utilizada desde hace dos o tres décadas no ya en la literatura especializada, sino en conversaciones entre especialistas, empresarios o personas en la calle.[4].

Se habla de “gestionar un proyecto”, “gestión empresarial” y hasta de “gestión de Gobierno”. Pero pocas veces, - por no ser absoluto y decir que ninguna-, quienes lo hacen se ocupan de definir qué entienden por ese término: “gestión”. En la propia Conceptualización, apenas si se hace una “aclaración” al respecto, cuando vemos que se usa “gestión (administración)”.

Por tal razón, preferimos el rigor de los autores mencionados, quienes se ocupan de puntualizar el contenido que asignan a ese término, que asumiré como punto de partida en las siguiente  reflexiones:

  es necesario entender la gestión como las formas que toman las acciones para aplicar el saber. Se convierte de hecho en una función genérica de toda la organización empresarial, lo que significa que las funciones de las subdivisiones estructurales tradicionales, por separado, no son capaces de llevar a cabo la mencionada función genérica.”[5]

Y lo asumo como punto de partida, porque, aunque los autores asignan un contenido al término “gestión” cuando están tratando una actividad específica en la sociedad- el sistema empresarial cubano en “perfeccionamiento”- , lo hacen con una proyección que va más allá de esa actividad.

Y es que en el contexto globalizador de la actual IV revolución industrial, y la llamada “sociedad del conocimiento”, sería un absurdo ignorar el papel de las acciones asociadas a los procesos de gestión para la sostenibilidad de la eficiencia y eficacia sociales del sistema encargado de la generación de los bienes y servicios en la etapa actual del desarrollo humano. Tan absurdo como dejar el contenido del término a la libre decodificación del sujeto receptor, o simplemente “resolver” la situación proponiendo un término “sinónimo” sin más: “administración”.

¿Es acaso lo mismo “gestionar” un proyecto, una empresa, el “gobierno” o los “medios fundamentales de producción? Sujeto y predicado forman aquí una importante “pareja”.

La propuesta de los autores tiene un valor esencial, al destacar lo universal de la actividad específicamente humana en la “gestión” como proceso: la “aplicación del saber”, con su insoslayable alcance en el proceso reproductivo como totalidad, mediada por la conciencia,  la subjetividad, cualquiera que sea el espacio de las acciones.

La gestión es un proceso universal inherente al sistema de relaciones sociales de la producción -  el sistema de propiedad del organismo social en cuestión- que se concreta en los espacios particulares que conforman este sistema, como un “todo orgánico”, desde el momento primario ontogenético de interacción hombre- naturaleza, hasta la subjetividad como elemento activo en el proceso reproductivo humano.

La plena comprensión de la gestión como proceso es inseparable de una visión de la propiedad diferente a la heredada de siglos de funcionamiento dentro del sistema de propiedad privada adversarial fragmentado y fragmentador de las relaciones sociales, que impera hasta su despliegue como el complejo sistema alienante del capital universalizado en el capitalismo contemporáneo. A la vez que resulta premisa indispensable para concebir e implementar las acciones dirigidas a la superación emancipadora de esa totalidad, como trascendencia metabólica.

Como analizamos en nuestra obra colectiva “Cuba: propiedad social y construcción socialista”[6], Marx desde su juventud identifica lo que llama  “tercer tipo de comunismo", y desarrolla importantes ideas que nos sirven como Hilo de Ariadna en las necesarias reflexiones:

“(…) como la trascendencia positiva de la propiedad privada en tanto auto enajenación humana, y en consecuencia como la apropiación real de la esencia humana por el hombre y para el hombre; comunismo en consecuencia como el completo retorno del hombre a sí mismo como a un ser social (i. e., humano) —un retorno alcanzado concientemente y abrazando toda la riqueza del anterior desarrollo. Este comunismo, como naturalismo plenamente desarrollado, es igual a humanismo, y como humanismo plenamente desarrollado es igual a naturalismo; es la resolución genuina del conflicto entre el hombre y la naturaleza y entre el hombre y el hombre—, la verdadera resolución de la disputa entre la existencia y la esencia, entre la objetivación y la autoconfirmación, entre libertad y necesidad, entre el individuo y la especie. Comunismo es el acertijo de la historia resuelto, y él sabe que es esta solución.

El movimiento entero de la historia, como simple acto real de génesis [del comunismo] —el acto de nacimiento de su existencia empírica—, es, en consecuencia, para su conciencia pensante el proceso comprendido y conocido de su devenir. Mientras que el aún inmaduro comunismo busca una prueba histórica para sí —una prueba dentro del reino de lo que ya existe—, entre fenómenos históricos desconexos opuestos a la propiedad privada, arrancando fases aisladas del proceso histórico y centrando su atención en ellas como pruebas de su pedigree histórico (…) Al hacer esto él simplemente pone en claro que la mayor parte de este proceso con mucho contradice sus propios reclamos, y que, si él ha existido alguna vez, precisamente su existir en el pasado refuta sus pretensiones a la realidad.

Es fácil de ver que el movimiento revolucionario entero encuentra, tanto su base empírica como su base teórica en el movimiento de la propiedad privada —más exactamente, en el de la economía—.

Esta propiedad privada material, inmediatamente perceptible, es la expresión perceptible material de la vida humana enajenada. Su movimiento —producción y consumo—, es la revelación perceptible del movimiento de toda la producción hasta ahora, i. e., la realización de la realidad del hombre. La religión, la familia, el Estado, el derecho, la moral, la ciencia, el arte, etc., son solamente modos particulares de producción, y entran dentro de su ley general. La trascendencia positiva de la propiedad privada como la apropiación de la vida humana, es en consecuencia la trascendencia positiva de toda enajenación, es decir, el retorno del hombre de la religión, la familia, el Estado, etc., a su existencia humana, i. e., social (…).

Hemos visto cómo asumiendo anulada positivamente la propiedad privada el hombre produce al hombre, a sí mismo y al otro hombre: cómo el objeto, siendo la manifestación directa de su individualidad, es simultáneamente su propia existencia para el otro hombre, la existencia del otro hombre, y esa existencia para sí. Igualmente, no obstante, tanto el material de trabajo, y el hombre como el sujeto, son el punto de partida al tiempo que el resultado del movimiento (y precisamente en este acto, que ellos deben constituir el punto de partida, se encuentra la necesidad histórica de la propiedad privada). Entonces el carácter social es el carácter general de todo el movimiento: justamente como la propia sociedad produce el hombre como hombre, igual es la sociedad producida por él. La actividad y el disfrute, ambas en su contenido y en su modo de existencia, son sociales: actividad social y disfrute social. El aspecto humano de la naturaleza existe solamente para el hombre social; así solo entonces la naturaleza existe para él como un lazo con el hombre —como su existencia para el otro y la existencia de los otros para él—, y como el elemento vivo de la realidad humana. Solo entonces la naturaleza existe como el fundamento de su propia existencia humana. Solamente aquí lo que es para él su existencia natural ha devenido su existencia humana, y la naturaleza se hace hombre para él. Entonces la sociedad es la completa unidad del hombre con la naturaleza - la verdadera resurrección de la naturaleza-,  el naturalismo realizado del hombre y el humanismo de la naturaleza realizados”.[7]

Marx, desplegando su concepción de “anulación positiva de la propiedad privada”, continúa brindando elementos indispensables que constituyen una detallada argumentación[8] para una propuesta de enfoque y una práctica diferentes en lo concerniente a la propiedad y al proceso de trascendencia del sistema de la propiedad privada adversarial, que necesariamente debe ocurrir tras haber alcanzado ya un máximo en el desarrollo histórico como el sistema del capital: el desarrollo comunista de la sociedad, como alternativa a la propia existencia humana

Marx, como pensando en quienes enfrentaríamos la tarea de la construcción comunista en un organismo social histórico concreto, nos alerta acerca de que:

Para abolir la idea de la propiedad privada, la idea del comunismo es más que suficiente. Pero se requiere acción comunista real para abolir la propiedad privada real. La historia nos conducirá a ella; y este movimiento, que en teoría ya conocemos que es un movimiento de autotrascendencia, constituirá en el hecho real un proceso muy escabroso y prolongado. Pero debemos considerar como un avance real, haber ganado al final conciencia del carácter limitado así como del objetivo de este movimiento histórico, y una conciencia que lo lleve más allá de él.[9]

Están todos los elementos indispensables para no equivocarnos: abordar la propiedad como sistema y plantearnos el comunismo como proceso, como permanente autosuperación, progreso difícil y siempre imperfecto, como “juventud de la humanidad”, al decir del poeta ruso Mayakovsky.

Partimos de Marx y Engels. Pero Marx y Engels no tienen, ni podían tener, todas las respuestas. Además de que nadie podría negar que la obra de estos fundadores, independientemente de su magnitud y profundidad que la hace una fuente de inagotable valor heurístico, no ha sido siempre analizada con todo el rigor necesario, bajo los sesgos de limitaciones objetivas y de condicionamientos ideologizantes sesgados por intereses de la más diversa naturaleza, que en la mayoría de los casos solo pretendían buscar la validación de ideas preconcebidas, ajustadas a los intereses predominantes en el momento, para resolver el ejercicio del poder.

Marx y Engels no nos han legado “modelos” universales preconcebidos. Contamos con una “guía para la acción”, que, proponiéndonos una visión de futuro, debería estar orientándonos que la propiedad es un sistema, tiene carácter histórico-concreto, y existen diferentes formas de propiedad dentro de un tipo histórico determinado.

Pero, al revisar la Obra Internacional y la Obra Cubana —comprendidas como los elementos elaborados en el pensamiento académico y las prácticas reales correspondientes—, lo que queda claro es que, a pesar de resultados alcanzados en estudios de diferente carácter y en épocas diferentes, la práctica permite afirmar que aún queda mucho por recorrer para aclarar con todo el detalle y rigor necesarios el contenido y el propio sentido de la propiedad como sistema, como totalidad de las “relaciones sociales de la producción”, por citar las palabras de Marx en su crítica a Proudhon. Y que dentro de esa necesaria visión y enfoque práctico de la propiedad como totalidad, dentro de la propiedad como sistema, resultan especialmente significativas las insuficiencias en lo concerniente al contenido que debe ser recogido por la categoría propiedad social y, muy especialmente, su lugar en el complejo proceso de la construcción socialista en un organismo social histórico concreto, que inicia la transformación comunista, en tanto nueva socialidad y nueva individualidad, superiores: individuos más plenos y libres, como premisa y resultado de una sociedad más plena y libre, más apta para su reproducción sostenible como parte de la contradicción dialéctica individuo-naturaleza-sociedad.

Cuando Marx señala que la propiedad expresa: “(...) las relaciones de los individuos entre sí, en lo tocante al material, el instrumento y el producto del trabajo”, nos llama ante todo, una vez más, a ver la propiedad como un sistema, esencialmente dinámico, en movimiento, un proceso: como totalidad. Y nos está proponiendo identificar tres nodos esenciales en lo concerniente a la red de interacciones dialécticas que articulan el sistema de propiedad, que denominamos “el triángulo dialéctico de la propiedad”: el individuo-la naturaleza-la sociedad.

Si profundizamos en su obra, inseparablemente unido con Federico Engels —no buscando citas aisladas y casi siempre “interpretadas” fuera de contexto—, comprendemos como es en torno a ese triángulo que se alza una articulación objetivamente existente, el proceso de producción, apropiación y reproducción por los individuos de su propia existencia humana, unidad definitoria de la propiedad como sistema.

Identificamos premisas indispensables para aprehender la propiedad como sistema de relaciones sociales, totalidad más allá de la consideración reduccionista generalmente aceptada que, entre otras limitaciones esenciales, potencia y llega a colocar como definitorias relaciones que, independientemente de su papel real en el funcionamiento cotidiano, ignora o “cuando menos” tergiversa lo concerniente a las relaciones de los individuos entre sí, atendiendo, cuando más, a las formas de distribución y apropiación final del excedente económico, en tanto posesión y disfrute exclusivamente individual y excluyente. Y decimos “cuando menos”, no como mero ejercicio retórico: la situación medioambiental a la que hemos arribado como humanidad, lamentablemente con independencia de los sistemas sociales conocidos, es una de las consecuencias que pone inexcusablemente en primer plano la actualizada disyuntiva “socialismo o barbarie, (…) Barbarie, si tenemos suerte”[10].

Sin haber dedicado una obra al tema de la propiedad, como ocurre también con respecto al problema de la división del trabajo y sus repercusiones para la división de la sociedad en clases preñadas de antagonismos,[11] y, en general, con las facetas específicas que integran el sistema de la propiedad, como son las referentes a la relación del hombre con la naturaleza, las formas de organización de las sociedades concretas, el Estado, o el papel de las percepciones, los sentimientos y las representaciones en la conciencia humana como momento del proceso de apropiación, los elementos para una concepción de la propiedad como sistema son claramente identificable en la obra de Marx, Engels y Lenin.

Los desarrollos conceptuales y las prácticas posteriores desde la propia Revolución de Octubre transcurrieron sobre una base errónea, o cuando menos limitada, de contraposición entre propiedad privada y propiedad social.

Hemos sido testigos de enfoques reduccionistas en muchos sentidos, desde la propia identificación de propiedad con posesión, hasta la limitada expresión de la propiedad solo en cuanto a la relación del productor respecto a los medios de producción esencialmente en su expresión jurídica.

Sin ignorar el lugar determinante del vínculo productor-medios de producción a través de todas sus mediaciones en el proceso reproductivo social, se ha arribado por este camino a concepciones en extremo fragmentadoras de la propiedad como sistema dinámico, que limitan la relación con los medios de producción a planos meramente formales, mediante expresiones jurídicas, políticas o meramente ideológicas.

Marx, Engels y Lenin no podían “resolver” todos los problemas, mucho menos los que surgirían durante la implementación práctica de la transformación comunista. Hicieron demasiado. Solo que luego la mayoría de los que hemos venido a continuar la obra se dedicaron a tomarlos a pedazos, algunos con buena intención, otros por incapacidad, muchos presionados por las urgencias y la mayoría simplemente reproduciendo lo que el propio Marx criticara con respecto a las negaciones simples, que siempre van preñadas de los defectos de lo negado. Dicho en un lenguaje más próximo a la vida cotidiana, funcionó el tan recurrido recurso de actuar “a la contraria”, a la defensiva, muchas veces justificados realmente por las urgencias de la política en su sentido más estrecho como actividad, y siempre a la postre con resultados insuficientes para un desarrollo sostenible de las nuevas esencias.

Así empezaron a consolidarse verdades, que devinieron verdades absolutas “sobre el fundamento” de la obra de Marx, Engels y Lenin, tales como las etapas de “transición al socialismo”, “construcción del socialismo” (…) del socialismo desarrollado (…) etc.; el socialismo como “establecimiento de la propiedad social”, la “abolición de la propiedad privada en el comunismo” (olvidando las propias refutaciones de Marx en este sentido); la afirmación de que la división social del trabajo desaparece en el comunismo, de la necesidad de actuar siguiendo el “principio de distribución socialista, de cada cual según su capacidad, a cada cual según su trabajo”, entre otros postulados “científicos”.

Y esto sin mencionar las “prácticas” como las que han amparado diferentes procesos de “socialización de la producción”, la aplicación de los no menos peligrosos “mecanismos de estimulación”, y las propuestas de “usar” elementos del mercado capitalista en busca de la necesaria eficiencia productiva del socialismo en su establecimiento, entre otros pasos para responder a las urgencias del día a día en este camino, tan lleno de desafíos como necesitado de creatividad en su enfrentamiento.

En la práctica y la academia se omiten elementos esenciales, productores de deformaciones, pretendiendo establecer el “dueño socialista”, sobre la base de un “sentimiento de dueño”, en el cual quedaba poco lugar a la conciencia humana, a la satisfacción espiritual, a la creatividad humana, a la apropiación de la riqueza social que necesariamente debe ser conceptualizada e instrumentada con una nueva naturaleza para que sea premisa y a la vez resultado de la “verdadera emancipación humana”, esencia de los “productores libres asociados” que Marx colocara en la base del nuevo modo reproductivo.

Resultado de tales reduccionismos se fue arribando en los planos prácticos cotidianos y en sus expresiones teóricas académicas, a una propiedad social en esencia difusa, ya sea en su identificación excluyente y limitada como propiedad jurídicamente estatal - en la práctica histórica con esencias centralistas burocráticas o en su identificación simplista de posesión “colectiva”, “comunal”, “común” imprecisamente conceptualizada e instrumentada. Y en la cotidianeidad tan real y efectiva como pretendidamente ignorada o subvalorada, ha prevalecido la permanencia del sentido de propiedad y los comportamientos efectivos, como “posesión, tenencia” y consecuente disfrute directo, inmediato y en definitiva igualmente excluyente, en todos los niveles de organización del proceso reproductivo, desde su fundamento, sujeto y objeto insoslayable: el individuo.

Todas estas deformaciones, por omisión o intencionadamente, han convergido a la reproducción de fenómenos opuestos al necesario progreso emancipador verdaderamente humano, que requiere de indispensables fundamentos materiales, pero no puede descuidar los elementos específicos distintivos de la esencia humana a través de la “autoemancipación del trabajo” [Marx][12], en su unidad con la gestión como proceso.

En la actualidad, para mayor complejidad, la necesaria transformación socialista, tiene que enfrentar la realidad de una globalización neoliberal sustentada en un “sistema de dominación múltiple”[13] que conduce aceleradamente a la humanidad hacia una crisis de proporciones también globales y que puede ser definitiva para su existencia.

En este contexto intelectual y práctico cotidiano surgieron y surgen las propuestas de soluciones para rectificar, que implementándose unas y rechazándose otras, contribuyeron todas a formar referentes —por negación o por imposición ideológica… o política— acerca de lo que debe ser la transformación socialista, el Estado en este proceso, la propiedad, la relación entre las clases, etc.

Y en estos “referentes” hacen que sea difícil decir algo nuevo, cuando aparentemente todo está dicho, según los esquemas mentales y, sobre todo, los intereses establecidos; cuando los obstáculos reales se amplifican como justificaciones de ineficiencias, cuando las limitaciones se explican por las condiciones excepcionales en las que se tiene que desarrollar la transformación, y cuando la teorización necesaria entra en pugna con la pragmática del día a día.

En la obra de Marx y Engels y los desarrollos posteriores durante la conducción leninista de las transformaciones en Rusia, está presente una concepción en gestación y diferentes grados de desarrollo para las condiciones concretas, un enfoque que permite aprehender que las relaciones de propiedad se objetivan en un sistema particular de relaciones sociales, en una totalidad, que se da en la realidad objetiva, y que es posible expresar conceptualmente si entendemos la propiedad como:

un sistema objetivo e histórico-concreto, que se conforma desde los individuos en su actuación en el “proceso del trabajo” [Marx], al generar las condiciones de su propia existencia, produciéndose a sí mismos como individuos humanos: seres diferenciados se la naturaleza y entre sí. Tiene mediaciones permanentes en el proceso de socialización, que se desenvuelve en contradictoria unidad dialéctica con la naturaleza. Funciona objetivamente como conjunto de relaciones sociales consecuentemente históricas y concretas, sobre la base de las establecidas respecto a los propios materiales e instrumentos de trabajo, a través de las relaciones tecnológico -organizativas y técnicas de dirección, la organización en grupos sociales, clases, y en general las estructuras funcionales de agrupación de los individuos en su reproducción social, como la familia y los colectivos laborales y las que constituyen los elementos de dirección de la sociedad desde y más allá del proceso del trabajo. A saber: las del Estado como institución y los diversos tipos de organizaciones sociales, como elementos de la organización del “poder público” en las conocidas etapas de desarrollo clasista, con los reguladores y sistemas normativos de diferentes grados, desde los más directamente vinculados a la actividad económica, hasta los vinculados a la actividad política, específicamente en el ejercicio del poder a través del Estado y otras instituciones, con las leyes y regulaciones en general, y los valores imperantes en la sociedad.

En esta obra identificamos una propuesta para adentrarnos en la intelección de las complejidades de la propiedad como sistema, específicamente para la transformación comunista de la sociedad. Una propuesta para abordar la propiedad en la construcción socialista, como proceso sistémico histórico-concreto, con sus fundamentos en el proceso de producción, desde el proceso del trabajo como actividad consciente del hombre en interacción con la naturaleza, conduciendo sus acciones guiado por el conocimiento histórico y concretamente desarrollado, los saberes que devienen fuerza objetiva  para sus acciones; el conocimiento que es sustento y resultado de la práctica, como identificamos ya en obra tan temprana como La ideología alemana, en la afirmación de que “(…) Las diferentes fases de desarrollo de la división del trabajo son otras tantas formas distintas de la propiedad; o dicho en otros términos, el estado existente de la división del trabajo determina también las relaciones de los individuos entre sí en lo referente al material, el instrumento y el producto del trabajo”.[14]

La propiedad es un sistema en el cual hay que tener en cuenta:

1. La dialéctica objetiva del proceso de producción —apropiación— reproducción de la vida social por los individuos, que tiene su fundamento en la interacción individuo-naturaleza, mediada en las contradicciones entre los procesos de enajenación y emancipación, transversalizadas por la contradicción entre individuo y sociedad.

2. El proceso de producción-reproducción enlaza el contenido de todo un sistema de procesos que conforman a su vez el fundamento del proceso de apropiación por los individuos de su vida social: la unidad dialéctica propiedad social-propiedad individual, con sus contenidos específicos en diferentes etapas y contextos particulares. El proceso de apropiación tiene sus fundamentos objetivos en la satisfacción de las necesidades materiales (objetuales) más inmediatas hasta la conformación y satisfacción de los intereses, objetivos, sentimientos, y representaciones ideo-espirituales.

La propiedad como categoría que expresa esencialidades comunes a todas las etapas del desarrollo humano en la interacción individuo-naturaleza- sociedad.

El individuo se diferencia de la naturaleza a partir del proceso del trabajo, actividad consciente, dirigida a fines, resultado de acumulación y premisa: crea lo que necesita para vivir; el proceso del trabajo se desarrolla históricamente, desde la actividad simple del individuo en crear para vivir cuando aún era el “hombre instintivo (…) el salvaje” [Lenin],[15] sobre la base del proceso de interrelación entre los individuos y la naturaleza: se producen los individuos y sus condiciones para la existencia en el proceso de producción social.

En el proceso de producción, con su propio surgimiento y desarrollo como proceso humano, surge la unidad propiedad social-propiedad individual: cada individuo se apropia de condiciones para su existencia, de lo necesario para mantener y desarrollar su individualidad, sus especificidades, como premisa y resultado del proceso de producción y apropiación de las condiciones sociales generales en su expresión histórico concreta.

Este proceso de producción y apropiación de las condiciones, el proceso de reproducción de la vida social, descansa en la acción de las individualidades socializadas. Esto es, en la acción de los individuos específicos, mediada, condicionada, por la interacción con los otros individuos humanos, durante lo que se genera un sistema que resulta de esas apropiaciones individuales al mismo tiempo que las condiciona: la propiedad social.

3. Los múltiples procesos que llenan de contenido el proceso de apropiación, tienen su existencia en las determinaciones histórico-concretas de: el proceso del trabajo; la división social del trabajo y la división social jerárquica del trabajo; las clases, grupos sociales, la familia, y otras estructuras que actúan como portadores (actores sociales) específicos interrelacionados; el proceso de articulación de la producción y el consumo: la producción de mercancías y el mercado, la planificación; los reguladores esenciales del proceso de reproducción social, desde el momento de la producción material-objetual hasta la producción y reproducción de las expresiones en la conciencia y los valores que sustentan un modo específico de reproducción social.

Estamos ante una propuesta que brinda elementos esenciales para comprender la unidad propiedad- gestión:

Toda producción es la apropiación de los objetos de la naturaleza por el individuo en los marcos de determinada forma de sociedad y mediante esta forma. En este sentido será una tautología decir que la propiedad (la apropiación) es condición de la producción. Y es risible, no obstante, dar un salto de aquí a determinada forma de propiedad, por ejemplo a la propiedad privada (lo que sería lo mismo que plantear en calidad de condición a la forma contrapuesta, la ausencia de propiedad) (...) Aquí no vamos a referirnos en lo absoluto a la cuestión de si la riqueza crece mejor bajo una u otra forma de propiedad. Pero es una tautología decir que donde no existe ninguna forma de propiedad no se puede hablar de ninguna producción y, por supuesto, de ninguna sociedad. La apropiación que no se apropia de nada, es una contradicción in subjecto”, [16]p. 25.

“El resultado al que arribamos, consiste no en que la producción, la distribución, el cambio y el consumo son idénticos, sino en que todos ellos conforman partes de un todo único, diferencias dentro de la unidad. La producción domina sobre sí misma, tanto con respecto a sí misma en la contradictoria determinación de la producción, como con respecto a los otros momentos. A partir de ella el proceso comienza cada vez de nuevo. Que el intercambio y el consumo no pueden tener un valor dominante resulta claro, y lo mismo con respecto a la distribución como distribución de productos. En calidad de distribución de los factores de la producción, ella misma es un momento de la producción. Una producción determinada condiciona, así,  un determinado modo de consumo, determinada distribución, determinado intercambio y determinadas relaciones de esos diferentes momentos entre sí. Por supuesto, también la producción en su forma unilateral, por su lado, se determina por los otros momentos. Por ejemplo, cuando se amplía el mercado, esto es, la esfera del intercambio, crecen las dimensiones de la producción y se hace más profunda su diferenciación. Con el cambio de la distribución cambia la producción, por ejemplo, con la concentración del capital, con diferente distribución de la población entre la ciudad y el campo, etc. Entre los diferentes momentos tiene lugar una interacción. Esto es inherente a cualquier todo orgánico” .[17]

La propiedad y la gestión como como sistemas y procesos conforman una unidad dialéctica, que se desenvuelve articulada en cada uno de los diversos subsistemas del metabolismo social. No es posible plantearse separar la gestión de la propiedad, sin analizar los cambios en ese “todo orgánico”, so pena de generar una invalidante contradicción in subjecto.

Así es importante claridad en la definición de lo específico de cada uno de los subsistemas que conforman la propiedad como totalidad – los espacios- y consecuentemente como se desenvuelven cada uno de los procesos, en su conceptualización histórica para cada caso concreto, los “momentos” en los que se expresa su funcionamiento. Con el lugar determinante de la generación de bienes y servicios, asociada a los sistemas productivos materiales, entre ellos el desenvolvimiento empresarial como unidades sociales  y lo decisivo de los procesos de dirección del proceso reproductivo como totalidad, específicamente el funcionamiento del Estado y la labor de gobierno.

Y con ello aprehender consecuentemente el contenido de la gestión como proceso en sus diversas manifestaciones inseparable de la propiedad como sistema.

Esta propuesta de concepción de la propiedad como sistema es expresión conceptual totalizadora filosóficamente del proceso objetivo de producción-apropiación-reproducción por los individuos de su existencia como seres sociales, que se distingue por la actividad consciente humana, la gestión sustentadora y sustentada por la práctica. En ella, además de la importante indicación metodológica acerca de la relación propiedad gestión, se brindan elementos para los elementos para profundizar en la concepción acerca de la transformación comunista y las complejidades del tipo histórico de propiedad como sistema que le acompaña:

La concepción de un tipo de propiedad nuevo como su núcleo ontogenético en construcción, lo que se ha dado en llamar propiedad socialista, como articulación consciente de los procesos que conforman el sistema de la propiedad, dirigida al objetivo emancipador comunista mediante formas diversas histórico concretamente determinadas, en su unidad dialéctica con la gestión como actividad que siempre descansa en el proceso del conocimiento, con sus especificidades para cada momento y espacio del proceso reproductivo.

Tal es el caso de lo concerniente a los sistemas empresariales y a los procesos vinculados a la dirección de la sociedad- la política como actividad histórica y concretamente determinada- , como premisa para comprender y actuar proactivamente en la resolución de la contradicción gestión- propiedad específicamente al emprender y avanzar en esta transformación:

cuáles cambios en la gestión, como actividad consciente de aplicación del saber, en particular el conocimiento científico, para definir e implementar acciones,  mantienen y consolidan la cualidad de la propiedad como totalidad dinámica sistémica, y cuáles cambios en la gestión pueden generar situaciones que alteren esa cualidad, propiciando un desenvolvimiento reproductivo diferente.

La gestión es per se un proceso definido por el conocimiento como actividad humana, por tanto, histórico y concreto en sus determinaciones esenciales, lo que hace un tanto tautológico referirse a gestión de algo “basada en el conocimiento, en la ciencia”. Aunque para enfrentar abiertamente determinados comportamientos, sea importante recordar que no tiene sentido pensar en accionar con eficiencia y eficacia con determinado fines sin apoyarnos en el saber acumulado en la práctica transformadora como actividad social.

La gestión no es algo neutral socialmente, como no lo son los cambios que en ella se produzcan en cualquiera de los espacios: no son neutrales socialmente; no son procesos meramente técnicos. Se trata de un proceso consubstancial a lo distintivo de la esencia humana: la subjetividad como elemento activo en la conformación y desenvolvimiento del sistema de relaciones sociales de la producción: cada sistema de propiedad concreto. La gestión no se puede “separar” de la propiedad. Los cambios que introduzcamos en la gestión, trascenderán al sistema de propiedad generando cambios en el mismo con la visión propia de los saberes, las necesidades e intereses propios que le sirvan de fundamento a los actores involucrados, algo a tener muy en cuenta al plantearnos un proceso de trasformación socialista, que se propone una naturaleza reproductiva que trascienda el orden metabólico reproductivo del sistema del capital.

Es imprescindible profundizar en la conceptualización de la gestión como proceso eminentemente social, y la relevancia de considerar las particularidades del espacio donde dicho proceso tendrá lugar: en cualquiera de ellos, la gestión es parte inalienable de la propiedad como sistema que constituye el núcleo del metabolismo reproductivo. Incluso asumiendo la simplificada acepción de “gestión” como administración, la plena connotación reproductiva es mucho más que un conjunto de procedimientos “técnicos” de alocación de factores de la producción y se despliega en interacción de mútua determinación con los elementos componentes del espacio específico.

Con elementos comunes, no es lo mismo referirse a “gestión empresarial” que a “gestión de gobierno”; como no lo es analizar la gestión empresarial en el sistema del capital, y lo que necesariamente deberá plantearse en la “nueva empresa” para la transformación socialista, ni lo que es “gestionar” la labor de gobierno en las democracias liberales, que descansan precisamente en la reproducción de un status quo cuya esencia es una parte de la sociedad “dirigiendo” al resto, Como no puede ser lo que necesariamente hay que establecer para avanzar con la visión de la transformación comunista: la extinción del Estado, el autogobierno social comunista, una estatalidad emancipadora “verdaderamente humana”.

Continuará



[1] Cierto es que ese enunciado de la Conceptualización requiere precisiones importantes, que no serán objeto de nuestra atención en este trabajo. En ese importante documento se puede inferir que por “propiedad socialista de todo el pueblo” se asume la propiedad jurídicamente estatal, aunque no se explicita. Y se reitera un concepto “desarrollado” más adelante: “Los medios fundamentales de producción en el Modelo…” como “…aquellos que facilitan al Estado socialista conducir el desarrollo económico y social.”

[2] "La crítica no es opción, es necesidad", María Julia Mayoral, Granma, 3 de noviembre de 1999

[3] Perfeccionamiento empresarial. Realidades y retos, Ciencias Sociales, La Habana, 2001

[4] Idem, P.17

[5] Idem. P19

[6] “Cuba: propiedad social y construcción socialista”, García Brigos, Jesús P., Alhama Belamaric, Rafael; Lima Ferrer, Roberto J., Rafuls Pineda, Daniel, Editorial Ciencias Sociales, La Habana, 2012.

[7] Collected Works,  New York, 1976. t. III, pp. 297-298.

[8] Íbidem, t. III, pp. 298-300.

[9] Íbidem, t. III, p 313.

[10] Istvan, Mészáros: Socialismo or barbarism, Monthly Review Press, 2001, p. 80.

[11] Que en los tratamientos comunes ha llevado a la afirmación de la desaparición de la división social del trabajo, negando su papel determinante en el desarrollo alcanzado por las fuerzas productivas.

[12] C. Marx: Manuscritos económico-filosóficos del 44. T.III, Collected Works, ed. Cit.

[13] Concepto desarrollado en el grupo GALFISA del Instituto de Filosofía cubano, coherente con el enfoque de metabolismo social que, desde Hegel, está presente en la obra de Marx y Engels y en las mejores prácticas de transformación socialista, y ha sido hilo conductor de la obra teórica de István Mészáros acerca de este complejo proceso.

[14] C., Marx, F., Engels: “La Ideología Alemana”, Collected Works, vol. 5, Ed. cit, p. 32.

[15] V. I., Lenin: “Cuadernos filosóficos”, t. 29, Obras completas, 5ta edición, Editorial Progreso, Moscú. 1986.

[16] Ver: Gründrisse, t. 28, Collected Works, ed. cit., p. 25.

[17] Ver: Gründrisse, t. 28, Collected Works, ed. cit, pp. 36- 37

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