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domingo, 11 de septiembre de 2022

La economía de los Estados Unidos: La recesión acecha

Por Faustino Cobarrubia Gómez. CIEM Resumen I Semestre2022

Después de experimentar una contracción de 3.4% en el 2020, la economía estadounidense registró una fuerte recuperación en el 2021, alcanzando un crecimiento de 5.5%, cifra sustancialmente mejor a los pronósticos de principio de año que se ubicaban en torno al 4%.

Situados a mediados de 2022, la situación ha dado un giro brusco y Estados Unidos atraviesa uno de sus períodos más sombríos en materia económica. La economía deviene, quizás, el mayor desafío para Joe Biden y el Partido Demócrata, que podrían perder el control del Congreso en las próximas elecciones legislativas de medio término del 8 de noviembre. El consenso es que los demócratas se enfrentan a una dura batalla. Los más recientes titulares económicos parecen sugerir que el partido en el poder está a punto de sufrir un duro revés.

En efecto, el producto interno bruto (PIB) de la mayor economía mundial cayó en el periodo abril-junio por segundo trimestre consecutivo, cuando el PIB disminuyó 0,9%. Es un descenso importante no solo porque se esperaba una subida del 0,3% sino, también, porque se suma al descenso del 1,6% del primer trimestre del año. Según la definición más extendida, ello significa que el fantasma de la “recesión” acecha a la economía norteamericana, un término que hace que la gente se ponga nerviosa e irritable1.

No sorprende que horas antes del anuncio de las cifras del crecimiento económico, las autoridades estadounidenses hayan adoptado una medida inusual: publicar una explicación de los contenidos venideros, indicando que dos trimestres consecutivos de contracción económica no constituyen, en sí mismo, una recesión. Es decir, ante la imposibilidad de modificar la realidad, se lanzaron a modificar la teoría. La Casa Blanca inventó un blog –casi un homenaje a los orígenes de internet– donde apuntó que, además del PIB, los datos relacionados con el mercado laboral, el gasto corporativo y personal, la producción y los ingresos se incluyen en la determinación oficial de una recesión. Es así, sobre todo el empleo está evolucionando realmente bien, pero la mayoría de los indicadores fundamentales no desmienten la tendencia que se observa.

1 La recesión tiene amargas consecuencias: el desplome de la inversión, el consumo y las transacciones provoca cierres de empresas, recortes, pérdidas masivas de empleo e imposibilidad para pagar deudas que puede llevar a muchos a la bancarrota.

Desde que comenzó en mayo de 2020 la reanimación laboral y económica, Estados Unidos ha recuperado alrededor de 22 millones de empleos no agrícolas, lo que supone más del 97% del empleo que se destruyó con la crisis. Solo hasta julio del presente año, se generaron más de 3 millones de empleos, cifra superior a la mayoría de los años completos desde 2000, sobre todo en los sectores de servicios profesionales y empresariales, el ocio y la hostelería, y la atención de la salud. En concreto, en el sector privado se han creado 629.000 puestos de trabajo con respecto a febrero de 2020 –aunque varios sectores aún no se han recuperado–, mientras que el empleo en el sector público aún arrastra un déficit de 597.000 empleos.

Así, tras mantenerse en 3,6% durante cuatro meses consecutivos, en julio la tasa de desempleo descendió hasta 3,5% e igualó la más baja del último medio siglo de febrero de 2020, manteniéndose el número de desempleados esencialmente sin cambios en 5,9 millones. Desde que Biden tomó posesión en enero de 2021, se han recuperado 10 millones de empleos, el ritmo más rápido en la historia de Estados Unidos.

Sin embargo, las vacantes alcanzan todavía niveles importantes (10,7 millones en junio frente a 11,3 millones en mayo y al récord de 11,9 millones de ofertas en marzo) por las dificultades de los empleadores para contratar nuevo personal: existen casi dos ofertas de trabajo por cada persona desocupada, un fenómeno que se heredó de la pandemia y que parece haber llegado para quedarse. Este es un nuevo reto que enfrenta ahora el mercado laboral: las pequeñas empresas no logran llenar sus vacantes. Aunque cientos de miles regresan en masa, algunas pequeñas empresas todavía tienen dificultades para contratar o retener empleados calificados.

Los empresarios estadounidenses experimentan una notable escasez de mano de obra desde hace año y medio. Animados por la vigorosa recuperación de la pandemia, los trabajadores aprovechan la competencia para conseguir mejores condiciones salariales u horarias, así como ventajas en cobertura sanitaria o de pensiones. Esta desproporción entre oferta y demanda explica el fenómeno conocido como Gran Resignación o Gran Renuncia, que en junio registró 4,2 millones de abandonos, una cifra próxima al récord de noviembre, cuando 4,5 millones de estadounidenses en edad activa renunciaron a su puesto de trabajo.

Los datos de la empresa de procesamiento de nóminas ADP, seguidos muy de cerca por el mercado, muestran una brecha cada vez mayor en la contratación entre empresas con 500 o más empleados y aquellas con menos de 50. Estas últimas han perdido empleos en tres de los últimos cuatro meses.

El fenómeno se ha hecho más evidente particularmente en el ocio y la hostelería. Estas dos industrias han reducido en 1,5 millones, o un 8,7%, su fuerza laboral desde febrero de 2020, según la Oficina de Estadísticas Laborales.

De ahí que en julio el número de parados de larga duración se mantuvo sin cambios en 1,3 millones, unos 215.000 más que en febrero de 2020, lo que supone el 22,6% de todos los desempleados. Un total de 2,1 millones de norteamericanos informaron que no habían podido trabajar porque sus empleadores cerraron o perdieron el negocio debido a la pandemia –frente a los 1,8 millones un mes antes–, de ellos solo el 24,8% recibió al menos algún pago de su empleador por las horas no trabajadas. Las solicitudes de subsidio por desempleo han subido al nivel más alto en seis meses. A su vez, el número de personas empleadas a tiempo parcial por motivos económicos se redujo en 707.000, hasta 3,6 millones, bajando del nivel de 4,4 millones anterior a la pandemia.

Las dificultades de los empleadores para cubrir las vacantes, han impulsado los salarios. El salario medio por hora subió otros cinco céntimos en comparación con junio, hasta más de 32 dólares. En los últimos 12 meses, los ingresos promedio por hora han crecido un 5,2%, pero resultan aún insuficientes para compensar la inflación y el ritmo de crecimiento va en descenso.

Todavía hay mucho camino por recorrer en términos de absorción de la fuerza laboral y de las personas que han abandonado el mercado laboral, así como el crecimiento de la población; sobre todo cuando se trata de empleo, la recuperación económica no se ha distribuido de manera uniforme. La tasa de desempleo entre los afroamericanos aumentó del 6,1% al 6,5%. El problema es particularmente agudo entre las mujeres negras, que enfrentan una tasa de desempleo del 5,6%, el doble de la tasa de las mujeres blancas.

LA ESPIRAL INFLACIONARIA: EL PROBLEMA MAYOR

Si bien lo acontecido en los recientes dos trimestres de crecimiento negativo pudiera no ser descrito como 'recesión' por el NBER, que es el think-tank que certifica las recesiones y expansiones en EEUU, como se analiza más adelante nada justifica el optimismo para lo que queda de año, e incluso para 2023.

Una encuesta realizada por Financial Times y la Universidad de Chicago Booth, a principios de junio – antes de la última "semana negra" en las bolsas y la nueva subida de las tasas de interés–, revela que siete de cada 10 economistas en Estados Unidos creen que la recesión o crisis llegará este año o el próximo.

Los datos del PIB muestran una economía en la que el principal freno del crecimiento no es la COVID –como en el primer trimestre– sino las condiciones financieras y la inflación. La economía estadounidense sufre un aumento crónico de precios, consecuencia de la inyección de ayudas gubernamentales durante la pandemia, los problemas en la cadena de suministro y una estocada final: la guerra en Ucrania.

La gran ayuda federal, los bajos costos del préstamo y los ahorros acumulados por los consumidores mientras se refugiaban del virus, desataron en 2021 una oleada del gasto reprimido durante la pandemia, lo cual desató el fantasma de la inflación.

Las familias canalizaron sus compras hacia artículos para el hogar, como muebles, electrodomésticos y equipos de ejercicio. Entonces, las cadenas de suministro se atascaron y los precios de los productos se dispararon. La guerra en Ucrania remató los precios de la energía y los alimentos.

El trio gasolina, alimentos y renta catapultó en junio la inflación en Estados Unidos hasta 9,1%, el mayor incremento en 12 meses desde 1981 (en cuatro décadas) – y más que el salto del 8.6% en mayo –, lo que elevó el índice de miseria al 12,7% y presionó aún más a los estadounidenses. Vale apuntar que la mitad del aumento se debió al incremento de los costos de la energía.

Las familias estadounidenses se ven afectadas porque una parte de sus ingresos se destina a productos esenciales como el transporte, la vivienda y la alimentación. Pero con los precios de los bienes y servicios aumentando más rápido que los ingresos medios, la gran mayoría de familias han visto resentidas sus rutinas diarias. El 50% de los hogares de altos ingresos han padecido una fuerte pérdida de poder adquisitivo. Es ostensible que todas las familias de ingresos medios y bajos también han padecido el impacto.

Los estadounidenses sienten la disminución de su poder adquisitivo cuando van a echar gasolina. El galón (3,85 litros) ha pasado de tres a cinco dólares en año y medio. En los últimos 12 meses, la subida de las gasolinas es del 48,7%, según la Oficina de Estadísticas Laborales. El resto de la energía lidera las subidas, con ascensos en el último año del 106,7% en el combustóleo, del 30,2% en el gas natural y del 12% en la electricidad. Además, el precio de los coches nuevos ha subido un 12,6% y el de los usados, un 16,1%. Quienes prefieren viajar en avión no lo tienen mejor: los billetes han subido un 37,8% en un año.

Comer es mucho más caro. Hacerlo en casa cuesta un 11,9% más, por culpa sobre todo de la carne, el pollo, el pescado y los huevos, que suben un 14,2%. Aumentan más del 10% el pan, los cereales, las bebidas y los lácteos y algo menos (un 8,2%) las frutas y verduras. También es más caro comer fuera: un 7,4%. Los servicios médicos, los medicamentos, la ropa y, sobre todo los alquileres, también se están encareciendo rápidamente.

La escalada de la inflación ha devenido uno de los temas principales de debate en la campaña de las próximas elecciones legislativas. Es la inflación, más que el desempleo, lo que hace subir el índice de miseria2, y los enormes aumentos de los alquileres significan que muchos estados rojos (o demócratas), así como campos de batalla como Nevada, están experimentando una subida más pronunciada del costo de la vida.

2 Según un nuevo estudio de Bloomberg Economics, el índice de miseria, que se calcula sumando las tasas de inflación y de desempleo, es un indicador que permite predecir la tendencia electoral. El índice de miseria es un poderoso predictor porque se basa en cosas que tocan a todo el mundo, se trata de una auténtica miseria para muchos estadounidenses.

La mayoría de los analistas considera que un índice de miseria impulsado por los altos precios es la peor noticia para los políticos en ejercicio. En contraste con el desempleo, que afecta sólo a las personas que pierden su trabajo, el impacto de la inflación recae sobre todos los estadounidenses, afecta a todos los votantes de todas las comunidades de todos los estados.

Se prevé que en octubre, casi justo en el momento que los estadounidenses acudan a las urnas (8 de noviembre), el índice de miseria estaría alrededor del 12%, una cifra que se aproxima a los niveles más altos registrados en una década o más – descontando los peores meses de la crisis de la pandemia a principios de 2020–, rivalizando con las consecuencias de la Gran Recesión en 2008-2009, cuando el desempleo alcanzó el 10% y los demócratas recibieron lo que el entonces presidente Barack Obama calificó como una “paliza” en las elecciones de mitad de mandato.

De acuerdo con los patrones de votación del pasado, el partido del presidente Joe Biden podría perder entre 30 y 40 escaños en la Cámara de Representantes y algunos en el Senado, eliminando con creces las escasas mayorías demócratas en ambas cámaras.

EL ESTÍMULO FISCAL SE AGOTA

Con la finalidad de apoyar a los ciudadanos y a las empresas en un entorno de pandemia, Biden inició su mandato con el diseño de tres grandes paquetes de estímulo fiscal, que suman cerca de 6 billones de dólares. El primero, de carácter coyuntural, fue el American Rescue Plan, un plan de emergencia de 1,9 billones de dólares para la recuperación postpandemia, que salió adelante en marzo de 2021 a pesar del voto en contra de congresistas del partido republicano. El segundo, el Insfrastructure, Investment and Jobs Act, salió adelante en noviembre de 2021, con apoyo bipartidista. Este instrumento destinará 1,2 billones a financiar la renovación de la infraestructura nacional3.

Y, finalmente, el pasado 12 de agosto, Biden consiguió los apoyos necesarios para su proyecto económico estrella, denominado inicialmente como Build Back Better Act. o Reconstruir Mejor. El conocido coloquialmente como BBB incluía en su diseño inicial una amplia batería de medidas sociales y de lucha contra el cambio climático, que se financiarían con una reforma fiscal que subiría impuestos a empresas y grandes fortunas. El proyecto no sólo encontró oposición en el partido republicano, sino también entre las propias filas demócratas, en las que los más moderados bloquearon su tramitación.

3 Técnicamente el de infraestructuras distribuirá 550.000 millones de dólares, puesto que el resto ya estaba presupuestado

Del plan original no ha quedado lo suficiente como para mantener el nombre. Aunque la inflación no se reduce por ley así como así, Biden tuvo que rebautizar a su proyecto como Ley de Reducción de la Inflación, consciente de que la subida de precios es la principal preocupación del ciudadano (y votante) estadounidense.

La norma “antinflacionaria”, que promueve las energías verdes, abarata medicamentos y sube impuestos a las empresas, parece llegar a tiempo, pero sus medidas difícilmente tendrán algún efecto significativo sobre los precios a corto plazo. Se aspira a movilizar unos 430.000 millones de dólares en 10 años y a generar ingresos por unos 740.000 millones, aunque se trata de estimaciones. Se queda lejos de las ambiciones del plan inicial BBB, de 3,5 billones o de su versión descafeinada, que naufragó en el Senado por el rechazo del senador demócrata por Virginia Occidental Joe Manchin.

Se aprueba justo cuando la gasolina da un respiro y la inflación parece haber tocado techo. A solo tres meses de las elecciones de mitad de mandato, en las que se renueva un tercio del Senado y la totalidad de la Cámara de Representantes (435 escaños), Biden necesita contrarrestar ese malestar. Su denominación es política, no técnica, pero supone una baza para los demócratas de cara a las elecciones legislativas del 8 de noviembre.

Gracias a las ayudas significativas a las clases populares, se ha podido aplazar el pago de una parte significativa de las deudas (deudas hipotecarias, deudas estudiantiles, deudas de alquiler...). En 2020 y 2021, la pobreza disminuyó gracias a las ayudas sociales de diferentes tipos. Esto ha desempeñado un papel real como amortiguador social. Las clases populares no se han visto compelidas a pasar a la acción. Es cierto que algunos sectores se han movilizado y en algunos casos han logrado victorias, pero esto está lejos de representar una ola de fondo.

La gestión de la pandemia ha ido perdiendo relevancia política. A pesar de la exitosa estrategia de vacunación, en junio de 2022 sólo un 67,4% de la población, incluido niños de 5 a 11 años, había recibido la pauta completa. En EEUU, el enfrentamiento político se ha traducido también en las opiniones respecto a la pandemia y, mientras que los demócratas eran más cautos y partidarios de restricciones, los republicanos promovían el fin de las mismas y la “libertad”. En febrero, los CDC (Centers for Disease Control) limitaron la recomendación de portar mascarillas en interiores cuando se estime que la localidad se encuentra en situación de “alto riesgo”. Actualmente, no existe obligación de portar mascarilla en ningún Estado.

Mientras tanto, el déficit presupuestario de Estados Unidos que había seguido aumentando en 2021 hasta alcanzar el nivel de 2,77 billones de dólares –el segundo mayor de la historia del país–, para el año fiscal 2022 se reduciría a 1,036 billones de dólares, en virtud de la fuerte recuperación económica tras la pandemia de COVID-19 que generó un aumento de los ingresos fiscales y menores gastos.

Si bien se proyecta la continuación de esa tendencia hasta el año fiscal 2023 cuando el déficit disminuiría levemente a 984.000 millones de dólares, en los años siguientes los déficits aumentarán, promediando alrededor de 1,6 billones de dólares anuales entre 2023 y 2032. Las proyecciones de la Oficina Presupuestaria del Congreso (CBO, por sus siglas en inglés) no incluyen el paquete de ayuda suplementario de 40.000 millones de dólares para Ucrania, que se incluirá en una revisión presupuestaria posterior. Los aumentos en los déficits futuros también son impulsados por pronósticos de mayores gastos de intereses sobre la deuda federal, que aumentan a 1,2 billones de dólares, o un 3,3% del PIB para 2032 desde 399.000 millones de dólares, o un 1,6% del PIB, en el año fiscal 2022, según las proyecciones de la CBO.

Este déficit se financia con la entrada de capital del resto del mundo, principalmente de los países desarrollados y China. En la actualidad, de los 30 billones de deuda pública, 23,5 billones pertenecen a acreedores (8 de ellos a inversores extranjeros con Japón y China al frente) y los 6,5 billones restantes es deuda contraída por el gobierno consigo mismo. En otras palabras, la recuperación, en el corto y largo plazos del crecimiento de Estados Unidos se produce a expensas del crecimiento del resto del mundo.

En los primeros cinco meses del presente año, el déficit comercial de bienes y servicios aumentó 38,4% en comparación con el mismo período de 2021, con un aumento de las exportaciones de 19,4% y de 24% de las importaciones. Aunque en mayo el déficit comercial descendió hasta 78.860 millones, su nivel más bajo desde diciembre de 2021; en marzo alcanzó un nivel récord (107.650 millones) debido a la fuerte demanda interna, ya que las empresas repusieron sus inventarios tras los problemas de suministro vinculados a la pandemia de COVID-19.

LA FED ANTE EL RIESGO DE SOBRECALENTAMIENTO ECONÓMICO

Todo lo expuesto hasta aquí sugiere un creciente riesgo de sobrecalentamiento de la economía estadounidense, dado los cuellos de botella que empiezan a observarse en numerosos sectores, en un contexto de una fuerte recuperación de la actividad económica. Ante este escenario amenazante, la Reserva Federal (FED) ha tenido que dar un giro en la política monetaria y ha comenzado la retirada de los estímulos –la compra de deuda. A su vez está presente un ciclo de elevación de la tasa de interés para ayudar a contener el fantasma de la inflación, devenido, hoy, uno de los desafíos más urgentes para Biden –cuya imagen ya empieza a sentir el descontento ciudadano. El adjetivo de “transitoria” que la FED había usado reiteradamente para describir a la inflación, ha desaparecido por completo desde su último comunicado del año pasado.

En efecto, hasta hace poco, la inflación no les preocupaba a las autoridades monetarias estadounidenses, que mantuvieron el costo del dinero casi en cero –desde el inicio de la pandemia de COVID-19–, hasta que en noviembre de 2021 se hizo evidente la escalada de precios y la FED se vio obligada a considerar seriamente el giro hacia una política monetaria restrictiva.

Desde el 16 marzo de este año, por primera vez desde 2018, la Reserva Federal ha aplicado una política monetaria sumamente agresiva, con cuatro aumentos consecutivos en las tasas de interés de los préstamos4; en particular en los meses de junio y julio cuando repitió sendos incrementos de 0,75%, sus intentos más enérgicos en más de tres décadas para reducir el dinero circulante, frenar el consumo y estimular el ahorro. Con ello, la tasa de interés clave de la FED usada para muchos préstamos personales y empresariales, en apenas cuatro meses, se elevó a un rango de entre 2,25% y 2,5%, su nivel más alto desde 2018.

Ponerle freno a un caballo que galopa a toda velocidad enfriar la economía. Eso intenta hacer con la economía la Reserva Federal. El caballo galopante, los precios al alza, y el freno, un dinero más caro para reducir la demanda.

A la luz de las más recientes cifras de desempleo –que pudieran interpretarse como escasa o nula efectividad de las medidas de la FED–, parece muy probable que en la próxima reunión del banco central de Estados Unidos, el 21 de septiembre de 2022, nuevamente se aumenten las tasas de interés entre 0,5% y 0,75%. Esto sugiere que, al igual que en 2008, la Reserva Federal va camino a crear otra situación “Lehman” porque lo que está sucediendo en este momento es una explosión de dinero especulativo.

La explicación no es imposible: “La complejidad de la situación económica-política en los Estados Unidos, es propia de la profundidad de la puja de poder entre fracciones del poder financiero de un centro imperial en declive estratégico, forma parte del cambio de época”. A esto se le añade la creciente dificultad que este año el poder norteño padece en materia de combustibles y recursos energéticos en general; eso lo ha llevado a desesperados intentos de acercamiento con Venezuela e Irán, sin resultados adecuados, y con Arabia Saudita, que pese a la ligazón histórica se negó a incrementar su producción.

Así, tras observar que las acciones de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) (promovidas por el bloque anglosajón que ostensiblemente integran los Estados Unidos bajo la conducción de las corporaciones financieras) perjudicarían a los Estados europeos y hay que añadir que también dañan los ejes de la coalición.

Todo indica que se ha entrado en una época de "dinero más caro" y, con la incertidumbre que provoca la guerra en Ucrania, las expectativas apuntan a que probablemente la segunda mitad de 2022 será de aumento rápido y progresivo de las tasas de interés.

4 En marzo de este año se produjo el primer incremento de las tasas, de 25 puntos básicos o 0,25%, por primera vez desde 2018, en respuesta a que la inflación de enero de 2022 fue de 7,5%. El segundo aumento, en mayo de 2022, fue del doble, de 0,5%, ya que la inflación seguía con ritmo creciente. Posteriormente, sin que se apreciara una disminución de la inflación, se llevó el incremento a 0,75%, en junio pasado y se repitió dicho aumento el miércoles 27 de julio.

Así, se consolida el nuevo escenario para las divisas que empezó a cambiar a mediados del pasado año cuando la inflación inició su brusco repunte. Ante los numerosos analistas que pronosticaban una subida del euro frente al dólar, se ha impuesto la realidad de una apreciación del billete verde al punto de su virtual paridad con la moneda europea. La incertidumbre hace que los capitales traten de refugiarse en el dólar, una moneda fuerte, contribuyendo a que el billete verde se aprecie respecto a las demás monedas.

El pronóstico que hacen ahora los expertos es el de un dólar que seguirá fuerte, ya que “la reducción de compras de activos por parte de la FED significa un menor volumen de dólares en circulación, lo que incrementa el valor de la moneda”. Aunque añaden que “la apreciación será moderada, ya que existen otros argumentos en contra del dólar como el mayor déficit comercial, el mayor gasto presupuestario y el menor atractivo como refugio en un entorno menos incierto.

En suma, la normalización monetaria en Estados Unidos apunta hacia una aceleración, configurando un escenario más complejo, caracterizado por mayor volatilidad, fortalecimiento global del dólar y condiciones menos favorables de acceso al financiamiento internacional.

UNA TRAMPA DE DEUDA

Los gigantescos planes de estímulo para evitar el colapso de la economía, han disparado la deuda federal de Estados Unidos, hasta más de 32 billones de dólares, tras un aumento de casi 10 billones en los últimos tres años, coincidiendo con la pandemia de COVID-19; es decir la relación deuda/PIB ya se acerca al 135% (desde un nivel anterior a la pandemia del 108,5%). Los gastos de intereses sobre la deuda federal aumentan a 1,2 billones de dólares, o un 3,3% del PIB para 2032 desde 399.000 millones de dólares, o un 1,6% del PIB, en el año fiscal 2022, según las proyecciones de la CBO. Estas proyecciones son una señal de que la carga de los pagos de intereses está aumentando de manera constante y significativa durante la ventana presupuestaria de 10 años.

Lo más preocupante, sin embargo, es la deuda corporativa. Si las tasas de interés de las empresas empiezan a subir debido al aumento de la inflación, los costos del servicio de la deuda para toda una extensa y creciente franja de las llamadas empresas 'zombis' –que ni siquiera están obteniendo suficientes ganancias para cubrir el servicio de sus deudas (a pesar de las tasas de interés muy bajas) –, se convertirán en una carga excesiva, con la posibilidad de que se produzcan quiebras y se desencadene una nueva crisis financiera.

Según Bloomberg, en los EE. UU., casi 200 grandes corporaciones se han unido a las filas de las llamadas empresas zombis desde el inicio de la pandemia y ahora representan el 20% de las 3000 empresas más grandes que cotizan en bolsa. Con
deudas de 1,36 billones de dólares. ¡Eso es que 527 de las 3000 empresas no ganaron lo suficiente para cumplir con sus pagos de intereses!.

Asimismo, las deudas de los hogares de las clases populares han aumentado en los últimos 10 años, en particular las deudas estudiantiles superan los 1,6 billones de dólares.

Hasta ahora, la política expansiva de la FED ha favorecido un aumento asombroso de los precios de los activos financieros (acciones y bonos) y de los bienes raíces, ayudando a amortiguar el peso de las deudas. El índice del mercado de valores de EE.UU. subió 17% en 2021, repitiendo un aumento similar al 2020. El índice S&P 500 alcanzó un máximo histórico. El índice Nikkei 225 arrojó sus ganancias anuales más altas desde 1989.

A medida que nos adentramos en el 2022, los días del ’dinero fácil’ y los préstamos baratos están llegando a su fin. Es probable que el enorme auge del mercado de valores de los últimos dos años se apague. De hecho, desde abril de 2021, solo cinco acciones de alta tecnología (Apple, Microsoft, Nvidia, Tesla y la matriz de Google, Alphabet) han representado más de la mitad del aumento en el índice S&P de EEUU, mientras que 210 acciones están un 10% por debajo de su índice más alto en 52 semanas. Y un tercio de los «préstamos apalancados», una forma popular de creación de deuda en los EEUU, tiene una relación deuda / ganancias superior a seis, un nivel considerado peligroso para la estabilidad financiera.

Así que este año podría ser el de un colapso financiero o al menos una corrección severa en el mercado de valores y los precios de los bonos, a medida que suben las tasas de interés, lo que eventualmente llevará a una serie de corporaciones zombis y familias a la bancarrota. Los componentes económicos de cualquier cartera tradicional –bonos a largo plazo y acciones de EEUU y globales– sufrirán, lo que podría llevar a pérdidas masivas. Eso es lo que teme la FED. Por eso está siendo muy cautelosa a la hora de elevar las tasas de interés. Y, sin embargo, está obligado a hacerlo debido al fuerte aumento de las tasas de inflación de los bienes y servicios.

En síntesis, la FED está encerrada en una “trampa de deuda”: Cualquier intento de normalizar la política monetaria provocará un aumento de las cargas de la deuda, conduciendo a insolvencias masivas, crisis financieras en cascada y consecuencias negativas en la economía real.

¿HACIA UN ESCENARIO DE ESTANFLACIÓN?

La agenda económica estadounidense durante este año está marcada, entre otras cosas, por el retiro de los estímulos fiscales –que comenzó desde finales del tercer trimestre del 2021–; la espiral inflacionaria que decidirá la capacidad adquisitiva de los ciudadanos y el curso de la política monetaria por parte de la FED; las elecciones intermedias que tendrán lugar en noviembre; el conflicto en Ucrania; y los desastres naturales, que con el cambio climático, se han vuelto más virulentos.

En el frente fiscal, la mala noticia es el considerable recorte del ambicioso paquete de infraestructura y gasto social propuesto por la administración Biden, conocido ahora como Ley de Reducción de la Inflación.

Todo apunta hacia la disminución o cancelación de la ayuda fiscal y monetaria del gobierno estadounidense. Dado el alto nivel de deuda del sector público, se busca reducir el gasto fiscal y el déficit presupuestario. De hecho, se prevé un aumento de los impuestos y una reducción del gasto público.

En lo adelante, la economía estadounidense pasará a depender, no tanto de la demanda reprimida de los consumidores, como de la voluntad y la capacidad del sector capitalista para invertir. Es la inversión, no la demanda de los consumidores, lo que importará para sostener cualquier recuperación significativa; no golosinas de azúcar, sino de nueva energía en forma de nueva plusvalía (para usar el término de Marx para las ganancias).

La presión que ejerce el cambio climático en todas sus formas complica más la situación. Por una parte, sus efectos en forma de fenómenos naturales adversos crean incertidumbre en la actividad económica. Por otra, los gobiernos han comenzado a realizar una transición energética que ha llevado a "desinvertir en la capacidad de combustibles fósiles antes de que la inversión en renovables alcance el punto donde puedan cubrir la diferencia", incrementando los costes de la energía.

Por lo tanto, podría haber un "sobrecalentamiento" y una inflación más alta, no debido a la demanda reprimida de los consumidores, sino a la débil capacidad productiva: No "demasiado demanda", sino "insuficiente oferta".

Así pues, lo más probable es que la subida de los precios marque el desarrollo de la economía norteamericana durante el presente año, sobre todo considerando el conflicto en Ucrania, que hará sentir sus efectos negativos en términos de inflación, ingresos familiares disponibles y políticas monetarias inestables del banco central.

En efecto, a pesar de su independencia energética, Estados Unidos tendrá que lidiar con una inflación aún más alta debido al shock energético global. La producción iguala el consumo en la primera economía del planeta, por lo que un incremento del precio del barril tendrá un impacto neutro en el PIB; pero no en el bolsillo de los consumidores, como subrayó el presidente Joe Biden al anunciar el veto a la importación de crudo ruso: “Defender la libertad tiene un coste, también para nosotros”5.

5 Las compañías petroleras elevan los precios no por causas legítimas de oferta o demanda, sino porque, como monopolios en sus respectivas economías, simplemente pueden hacerlo. Eso ya ha venido sucediendo en la economía estadounidense antes de la guerra. Casi la mitad de su última tasa de inflación anual del 7,5% está vinculada al precio del petróleo (Sánchez-Vallejo, 2022).

La volatilidad de otras materias primas tendrá en el caso de EE.UU. especial impacto en la cadena de suministros, ya tensada desde la aparición de la variante delta del coronavirus. Materiales como el níquel, el aluminio o el gas neón, por no citar el tungsteno, cuyas reservas mundiales se reparten China y Rusia, son esenciales en la fabricación de láseres, baterías electrónicas, semiconductores, instalaciones de energías limpias e industria automovilística. Es decir, la amenaza de un ulterior desabastecimiento podría paralizar la actividad en sectores ya gripados durante 2021. Pero también en el sector primario: los agricultores se preparan para un aumento en el precio de los fertilizantes, ya en niveles récord antes del conflicto. Rusia, un fuerte productor mundial de abonos de bajo costo y gran volumen, es el segundo mayor productor del mundo de potasa después de Canadá, un nutriente clave utilizado en los principales cultivos, lo que tendrá consecuencias directas en el precio de algunos alimentos.

La suma de todos los factores –aumento desbocado de los precios, volatilidad bursátil, escasez de materias esenciales en la industria, además de una energía cada vez más cara– constituye un desafío mayúsculo para la economía norteamericana tras dos años de tensión extrema. No resulta descabellado imaginar un escenario futuro de estanflación para la economía norteamericana –combinación de crecimiento económico bajo o negativo e inflación alta–, sobre todo si la contienda en Ucrania se prolonga. Las comparaciones proliferan con otros contextos históricos traumáticos –la crisis del petróleo de los setenta; el impacto en los precios del crudo de la revolución iraní de 1979–. El veto de la Casa Blanca al crudo ruso añade incertidumbre al escenario.

En ese contexto, la acción conjunta y compleja del aumento sostenido de la inflación, los recortes en gasto social y el aumento de las tasas de interés podrían retrasar la recuperación económica incipiente y provocar una recesión a fines de 2022 o principios de 2023.

En definitiva, la Reserva Federal está atrapada. Si no pone fin a la generosidad monetaria en algún momento, entonces la inflación podría aumentar, lo que afectará los ingresos reales y aumentará los costos de la deuda corporativa. Pero si actúa para frenar la inflación, podría provocar una caída del mercado de valores, quiebras corporativas, y finalmente el enfriamiento del mercado laboral. Eso es lo que sucede cuando una economía está en 'estanflación'.

BIBLIOGRAFÍA

EFE, 5 de julio 2022. La tasa de desempleo baja al 3,5% en julio en EEUU, en https://www.swissinfo.ch/spa/eeuu-econom%C3%ADa_la-tasa-de-desempleo- baja-al-3-5--en-julio-en-eeuu/47806576

elEconomista.es, 2022. Roubini anuncia la era de la Gran Estanflación, con todos los frentes de la economía en riesgo

Europa Press, 2022. EE.UU. creó 372.000 empleos en junio y mantuvo la tasa de paro estable en el 3,6%

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Muns, Alexandre 2021. El tercer paquete de estímulo de Joe Biden: Argumentos a favor y en contra del Build Back Better

Orgaz, Cristina J. 2022. Las consecuencias para América Latina de la histórica subida de tasas en Estados Unidos

Rugaber, Christopher 2022. La Fed vuelve a aumentar tasas en lucha contra la inflación, en https://www.latimes.com/espanol/eeuu/articulo/2022-07-28/la-fed- vuelve-a-aumentar-tasas-en-lucha-contra-la-inflacion

The Associated Press, 2022. Inflación llegó al 9.1% en Estados Unidos, la más alta en



La economía en tiempos de guerra llega a Europa

A veces, el racionamiento y los controles de precios son inevitables.


Para ahorrar energía en Alemania, los edificios y monumentos iluminados con fines estéticos ya no estarán iluminados por la noche. Foto Lukas Barth/Reuters

Paul Krugman. Nobel de Economía
09/09/2022 

Occidente no está exactamente en guerra con Rusia.

Sin embargo, tampoco está no en guerra exactamente.

Las armas occidentales han ayudado a Ucrania a detener la invasión de Rusia e incluso a contraatacar, mientras que las sanciones económicas occidentales claramente han creado serios problemas para la industria rusa.

Rusia ha tomado represalias con un embargo de facto sobre las exportaciones de gas natural a Europa.


Las banderas europeas ondean a media asta durante una reunión de ministros de energía de la UE para encontrar soluciones al aumento de los precios de la energía en la sede de la UE en Bruselas el 9 de septiembre de 2022, un día después de la muerte de la reina Isabel II de Gran Bretaña.. Foto de JOHN THYS / AFP.

Esto muestra cómo Vladimir Putin realmente piensa que va la guerra.

Después de todo, esto tendrá enormes costos a largo plazo: nadie volverá a considerar a Rusia como un socio comercial confiable.

Pero Putin parece dispuesto a asumir esos costos en un intento de intimidar a Occidente para que reduzca su apoyo a Ucrania, lo que no haría si tuviera confianza en la situación militar.

En cualquier caso, el embargo ha elevado las apuestas económicas.

Hace seis meses, hubo mucha discusión sobre si Europa podía o debía dejar de importar energía de Rusia.

Bueno, en efecto, Rusia tomó esa decisión en nombre de Europa.

Y Europa parece preparada para responder haciendo lo que las democracias siempre hacen cuando se enfrentan a la inflación en tiempos de guerra:

imponer impuestos sobre las ganancias inesperadas, controles de precios y (probablemente) racionamiento.

Antes de llegar ahí, notemos que por ahora, al menos, estamos hablando de un problema específicamente europeo.

Estados Unidos está experimentando actualmente una especie de feriado inflacionario, en gran parte gracias a la caída de los precios de la nafta, pero también como reflejo de otros factores, como la caída de los costos de envío.

Europa, sin embargo, se permitió volverse altamente dependiente del gas canalizado desde Rusia, un flujo que ahora en gran medida se ha cortado

Es importante comprender la naturaleza del problema que plantea este corte.

La escasez física de nafta, aunque real, no debería ser paralizante; Europa tiene actualmente cantidades de gas almacenadas por encima de lo normal, y entre las medidas de conservación y las fuentes de energía alternativas, Europa debería poder pasar el invierno sin congelarse.

En cambio, el problema clave es financiero y, en última instancia, social.

Los precios del gas en Europa se han disparado y, a medida que los compradores recurren a alternativas, los precios de otras fuentes de energía, como la nuclear, la energía renovable y el carbón, también se han disparado.

Los libros de texto de economía dicen que así es como se supone que funcionan las cosas.

Europa se enfrenta a un importante déficit energético; los precios más altos dan a todos un incentivo para aliviar ese déficit.

Los consumidores tendrán un incentivo para bajar sus termostatos, mejorar su aislamiento y usar suéteres.

Los productores tendrán un incentivo para maximizar la producción y agregar capacidad.

Dejar que los mercados hagan lo suyo es la política eficiente. También es grotescamente inequitativo.

Los productores de energía cuyos costos no han aumentado obtendrán enormes ganancias, mientras que muchas familias y algunas empresas enfrentarán la ruina financiera debido a las gigantescas facturas de energía.

Sermonear a los perdedores sobre la importancia de los incentivos para la eficiencia no los calmará.

También hay un riesgo macroeconómico. Europa todavía tiene sindicatos poderosos, y algunos de ellos estarán en condiciones de exigir aumentos salariales para compensar el aumento del costo de vida.

El resultado podría ser una espiral de salarios y precios que sería muy costosa de resolver.

Entonces, dejar que los precios de la energía suban no es realmente una opción.

¿Qué pasa con la entrega de cheques de suma global para compensar a las familias por los costos de energía más altos?

Sobre el papel, esto puede parecer una buena idea, ya que las personas aún tendrían un incentivo para limitar el consumo de energía.

Sin embargo, en la práctica, diferentes familias, incluso si tienen ingresos similares, pueden tener facturas de energía muy diferentes, y las personas que viven en casas mal aisladas no pueden solucionar ese problema en muy poco tiempo.

Así que Europa parece dispuesta a hacer lo que, como dije, las democracias siempre hacen cuando se enfrentan a la inflación en tiempos de guerra:

tratar de proteger al público de aumentos de precios muy grandes y también tratar de evitar ganancias extremadamente altas en un momento de angustia pública.

El miércoles, Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea, emitió una declaración sobre energía en la que pedía "un objetivo obligatorio para reducir el uso de electricidad" (es decir, el racionamiento), un "tope en los ingresos" de los productores de energía de bajo costo. (es decir, controles de precios) y una “contribución solidaria” para los productores de combustibles fósiles (es decir, impuestos sobre las ganancias excesivas).

Es importante tener en cuenta que von der Leyen no es una jefa de gobierno y tiene muy poco poder directo.

Pero las medidas que propone probablemente dan una buena idea de hacia dónde se dirige Europa.

¿Funcionará?

Los detalles, por supuesto, serán cruciales.

Una señal esperanzadora es que Europa claramente no va a sacar un Nixon y tratar de suprimir la inflación con controles, incluso mientras estimula la economía.

Por el contrario, este tipo de controles en tiempos de guerra llegarán al mismo tiempo que el Banco Central Europeo está endureciendo drásticamente la política monetaria, con un riesgo considerable de provocar una recesión.

Veremos cómo se desarrolla. Pero estamos recibiendo una lección en tiempo real sobre las realidades de la política económica.

No se puede (de hecho, no se debe) dejar que los mercados se rompan.

Sería malo que los controles de emergencia que Europa parece imponer se hicieran permanentes.

Pero en este momento, la protección de las familias y la preservación del sentido de la justicia deben tener prioridad sobre la eficiencia del mercado de los libros de texto.

c.2022 The New York Times Company

Lo que Biden ha hecho y lo que no ha hecho

Los logros políticos de Biden son grandes según los estándares modernos, pero no habrían parecido sorprendentes en una era anterior.




El presidente Joe Biden sale de la Casa Blanca en Marine One el 30 de noviembre de 2021. Foto Damon Winter/The New York Times.

Paul Krugman

The New York Times International Weekly

Huele un poco a... competencia.

En serio, ha sido increíble ver la narrativa de los medios sobre el cambio de administración de Biden.

Hace solo unas semanas, el presidente Joe Biden fue retratado como desafortunado, al borde de presidir una presidencia fallida.

Luego vino la Ley de Reducción de la Inflación, un gran informe de empleo y algunas buenas noticias sobre la inflación, y de repente escuchamos mucho sobre sus logros.

Pero todavía no creo que la narrativa de los medios lo entienda del todo bien.

De hecho, Biden ha logrado mucho, en algunos aspectos más de lo que se le atribuye, incluso ahora.

Por otro lado, Estados Unidos es una nación enorme con una economía enorme, y sus políticas no parecen tan impresionantes cuando las comparas con la escala de los problemas de la nación.

Además, en este punto se puede decir que Biden se está beneficiando de la intolerancia suave de las bajas expectativas.

Sus logros políticos son grandes para los estándares modernos, pero no habrían parecido sorprendentes en una era anterior: la era anterior a la radicalización del Partido Republicano que hizo casi imposible buscar soluciones reales a problemas reales.

Entonces, ¿qué ha logrado Biden?

Tal como lo veo, asumió el cargo con tres objetivos principales de política interna:

invertir en la infraestructura deshilachada de Estados Unidos, tomar medidas serias contra el cambio climático y expandir la red de seguridad social, especialmente para las familias con niños.

Obtuvo la mayor parte de dos y un poco de la tercera.

El proyecto de ley de infraestructura del año pasado recibe muy poca atención de los medios; solo alrededor de una cuarta parte de los votantes saben que se aprobó.

Pero debemos recordar que Barack Obama quiso invertir en infraestructura pero no pudo; Donald Trump prometió hacerlo pero no lo hizo (y "¡Es la semana de la infraestructura!" se convirtió en una broma corriente); luego Biden lo consiguió.

Por el contrario, la Ley de Reducción de la Inflación, que es principalmente una ley climática, ha recibido mucha atención, y merecidamente.

Estados Unidos finalmente está tomando medidas contra la mayor amenaza existencial de nuestro tiempo.

Los expertos en energía creen que tendrá grandes efectos directos en la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero.

Estos son logros significativos y un gran contraste con la última administración, cuyo único cambio importante en la política interna fue un recorte de impuestos que casi no tuvo efectos positivos visibles.

Pero cuando veo noticias que describen estas leyes como "masivas" o enormes, me pregunto si los escritores han hecho los cálculos.

La ley de infraestructura agregará aproximadamente $ 500 mil millones en gastos durante la próxima década.

La Ley de Reducción de la Inflación aumentará el gasto en aproximadamente medio billón adicional.

Una ley para promover la producción de semiconductores en EE. UU. agregará alrededor de $ 50 mil millones más. Entonces, en general, estamos hablando de un poco más de $ 1 billón en inversión pública durante 10 años.

Para poner esto en perspectiva, la Oficina de Presupuesto del Congreso espera que el producto interno bruto acumulativo supere los $300 billones durante la próxima década.

Entonces, la agenda de Biden aumentará a alrededor de un tercio del 1% del PIB.

Enorme no es.

Es cierto que parte de lo que ha hecho Biden puede tener efectos mucho mayores de lo que podrían sugerir las sumas en dólares.

Hay razones para esperar que la ley climática tenga una especie de efecto catalizador en la promoción de una transición hacia la energía limpia.

Y algunos economistas creen que impulsar el presupuesto del IRS hambriento de recursos reducirá en gran medida la evasión de impuestos y, por lo tanto, aumentará los ingresos.

¿Y podemos decir una palabra sobre política exterior?

Biden recibió muchas críticas por la toma de Afganistán por parte de los talibanes, aunque los críticos ofrecieron pocas sugerencias sobre lo que debería haber hecho de manera diferente.

Pero la narrativa sobre asuntos exteriores también ha cambiado;

No soy un experto, pero me parece que la administración de Biden ha hecho un trabajo extraordinario reuniendo y manteniendo una coalición para ayudar a Ucrania a resistir la agresión rusa.

Bien, ya puedo escuchar a la gente gritar en respuesta a cualquier mención de los logros de Biden,

¿qué pasa con la inflación?

De hecho, la administración Biden no supo apreciar los riesgos de un aumento de la inflación.

Sin embargo, también lo hicieron muchos otros, incluida la Reserva Federal (y un servidor).

Y parece que vale la pena señalar que otros países, en particular Gran Bretaña, también sufren una alta inflación, a pesar de que no siguieron políticas al estilo de Biden.

De hecho, el problema de inflación de Gran Bretaña se ve peor que el nuestro, en múltiples dimensiones.

Y tanto el público como los mercados financieros esperan que se controle la inflación.

Por lo tanto, no parece que este gran paso en falso vaya a causar un daño duradero.

Una vez más, no quiero parecer trumpiano y afirmar que Biden está haciendo un trabajo increíble, un trabajo perfecto, el mejor trabajo que nadie haya visto jamás.

Lo que ha hecho, y estaba haciendo incluso antes de que cambiara la narrativa de los medios, es lidiar, de manera razonablemente efectiva, con los problemas reales que enfrenta Estados Unidos.

La cuestión es que lo que recibimos de Biden debería ser una rutina en un país rico y sofisticado.

De hecho, era una rutina antes de que el Partido Republicano diera su brusco giro a la derecha.

En este punto, sin embargo, un gobierno competente y basado en la realidad sorprende.

c.2022 The New York Times Company