Cuba en el proceso de
actualización.
Al comenzar la segunda
década del siglo xxi Cuba presenta
un sistema de relaciones sociales en un profundo proceso de cambios.
De hecho nos encontramos
ante un sistema de relaciones sociales que se está estructurando a partir de
acciones orientadas de modo consciente, dirigidas
al perfeccionamiento de dicho sistema, pero con
potencialidades de generación de tendencias ajenas a lo planteado
explícitamente, por la complejidad de cualquier proceso social, de las
características internas propias del nuestro, y por errores de concepción o de
implementación. Los efectos de dichas acciones se entrecruzan con los de las
acciones derivadas del contexto en que se desenvuelve el proceso cubano. Ese
contexto externo, a pesar de elementos positivos vinculados en particular a las
relaciones en los marcos del ALBA y en particular con Venezuela, actúa
generando fuerzas cuyo carácter no puede ser neutralizado en todos los casos, y
está marcado por el objetivo proceso de globalización, que transcurre con una
orientación neoliberal que es imposible ignorar.
A estas alturas la acción de
los elementos externos al desarrollo de la sociedad, en un escenario
político-económico internacional determinado por las leyes del desarrollo
capitalista y una recrudecida guerra económica de los EEUU contra Cuba, ha renovado y reforzado su influencia, con
particular trascendencia en la formación de las posibles tendencias de
evolución de las relaciones de propiedad
efectivas.
Son imprescindibles cambios
en lo que se ha denominado “el modelo económico”, desde su propia concepción y
alcance. Pero no solo en él.
El desafío está claro:
Niveles superiores de salida en la producción material, en volumen y
eficiencia, son imprescindibles; pero
tienen que ser alcanzados en el contexto de relaciones sociales de la
producción, -relaciones de propiedad-,
socialistas.
Son indispensables acciones
sobre elementos directa e inmediatamente vinculados con la producción material.
Pero su ejecución no es un simple problema técnico. resulta mediado
decisivamente por la actividad integradora de la política, responsable final de
la agregación y asignación de los recursos materiales y los recursos sociales
en su integralidad: de la nueva naturaleza del sistema reproductivo.
Las perspectivas de
consolidación de potenciales tendencias positivas en el desarrollo de la salida
material del sistema de las fuerzas productivas, dependen de elementos externos
e internos muy complejamente entrelazados. Ilustrativo de esa complejidad es lo
relacionado con los efectos del bloqueo,[1] cuyo levantamiento crearía
un entramado de condiciones para el desarrollo, en el cual se entrecruzan las
francamente positivas, con otras que plantearían potenciales fuentes de
amenazas al desarrollo del sistema de relaciones sociales como un todo,
generadas en los propios fundamentos del proceso productivo material, además de
las acciones especialmente en la subjetividad, elemento activo decisivo en el
establecimiento del sistema de propiedad socialista.
Se confirma el papel
decisivo de la política, con un contenido necesariamente nuevo, más allá de la
simple esfera de las relaciones de poder.
En el análisis del cuadro de
contradicciones esenciales objetivamente actuantes en nuestro proceso de
transformaciones se reafirman elementos del contenido de la contradicción
centralismo-democratismo:
en sus expresiones en el modo de
dirección del proceso, el
perfeccionamiento de las vías y modos de participación en la dirección del
proceso social; en actividades dentro del proceso de producción material
propiamente, tanto como en los procesos de dirección política de la actividad
social, vinculado con: los métodos y estilos de dirección; las relaciones entre
los institutos del sistema político; entre los órganos ejecutivos y los
representativos de las diferentes organizaciones que integran nuestro sistema
político y, en particular, del sistema de órganos estatales y la organización
partidista; entre los distintos niveles estructurales de organización de la
actividad política y el papel real de los individuos en los procesos de
elaboración, toma de decisiones y control de su ejecución.
Atendiendo a las características de nuestro
sistema ocupan un lugar central los elementos relacionados con la necesidad de
perfeccionar la labor del Partido, como rector del proceso de construcción
socialista; el sistema de Órganos del Poder Popular, con alcance universal y
posibilidades de obligatorio cumplimiento de sus decisiones dentro del espectro
social, atendiendo a la contradicción entre su condición como espacio universal
para la intervención de los ciudadanos en la dirección del Estado y la necesidad
de garantizar el ejercicio del poder en manos del “pueblo”, consecuentes con la
propuesta fidelista planteada en “La Historia me Absolverá”; y la CTC y los
sindicatos, espacios decisivos en la integración del productor-consumidor, desde su posición de productor, al
proceso de dirección social.
Se reflejan insuficiencias en las relaciones
técnicas de dirección y tecnológico organizativas, elementos esenciales en los procesos de gestión dentro de cualquier
esfera, en particular en la actividad económico productiva, directamente
vinculados con la esfera política de actividad.
El estadio actual en la correlación
centralismo- democratismo en nuestro sistema, está marcado por una conflictiva
relación entre tendencias centralistas a
partir de la actividad política, contradictoriamente vinculadas a un
discurso descentralizador, promotor de la ampliación de la “participación popular”
y dinámicas centrífugas introducidas
mediante la actividad económica a partir de cambios estructurales y funcionales
en el sistema de propiedad objetivamente en establecimiento, que en buena
medida favorecen esas dinámicas.
Hoy se propicia la reproducción de fenómenos
como el burocratismo “actualizado”, con su esencia en un divorcio alienante
entre dirigentes y dirigidos, propiciador de nuevas manifestaciones de
individualismo, negligencia, irresponsabilidad, falta de control, desvío de
recursos, etc. Se presenta una nueva y más dañina expresión de “falta de
dueño”, asociada ahora a las manifestaciones del “beneficiario individualizado
individualistamente”[2].
Todo ello está matizado negativamente, y en
buena medida condicionado, por comportamientos criticados en etapas anteriores
y no erradicados, dentro de la tendencia a convocar reiteradamente a la
solución de problemas viejos no resueltos, que se refuerzan con los cambios
ocurridos en los años recientes: “personas que se han aflojado y otras están
confundidas (...)” relacionado con “...un conjunto de medidas que han provocado
incremento de desigualdades sociales (...)”; “(...) comportamientos
contrapuestos a la naturaleza de nuestra sociedad (...)” asociados a
“diferencias en el nivel de vida y el poder adquisitivo” (...) que no se corresponden con el aporte
social y la ética de la nueva naturaleza en establecimiento.[3]
Estamos ante las consecuencias de atender a los problemas, no a las
contradicciones, de ir a los fenómenos sin profundizar en las causas, algo
que se expresa en “políticas sociales”
en esencia asistencialistas y programas y “medidas” para la economía
insuficientemente articuladas entre sí y con su alcance a la actividad social,
política e ideológico- espiritual, como ha ocurrido con el “proceso de
ordenamiento”, y como se percibe en la “innovadora” creación de MiPyMes
En la actualidad resulta
poco probable la obtención de niveles de salida del sistema de las fuerzas
productivas superiores en lo “directamente
vinculado a la producción material” los cuales pudieran actuar aceleradamente
en la consolidación de este sistema como un todo en la condición de fuente del
autodesarrollo.
Ello está determinado, ante
todo, por las restricciones externas al desarrollo a que se halla sometido el
sistema —sin ignorar los factores internos—.Y en términos relativamente más
mediatos, por el “recalentamiento” sui
géneris que se produciría en el sistema, de mantenerse el acento en determinadas
actividades, en detrimento de desarrollos en cuestiones directamente más
vinculadas a la vida cotidiana de la población: reparación y construcción de
viviendas, alimentación, transporte, bienes de consumo cotidiano en general,
aspectos de la salud y la educación, la recreación, etcétera.
Más probable resultaría
mantener tasas de crecimiento que en su expresión a través de indicadores como
el producto interno bruto estuvieran en el entorno, o ligeramente más elevados,
que la media de 4% planteada por el V Congreso del Partido como objetivo de
aquellos años de recuperación.
En esta tendencia de
desarrollo cabrían igualmente las consideraciones anteriores en lo concerniente
a las restricciones y al “recalentamiento”, incluso de modo más agudo, si no se
modifican las proporciones en la
dialécticamente contradictoria interacción entre los avances en los aspectos
directamente vinculados con la vida cotidiana de la población y con otras
actividades.
En cualquiera de estas dos
condiciones —tasas de crecimiento algo más elevadas o moderadas, pero en ambos
casos manteniendo la estructura actual que las sustenta, se presentan
potenciales conflictos, con alcance social y salida incluso a la actividad
política:
la prolongación por muchos años de
una situación en la que la satisfacción de necesidades básicas y elementos de
la vida cotidiana en general continúa siendo insuficiente (condiciones de
vivienda, transporte, alimentación, e incluso en el momento actual, la
realización de intereses en el plano del desarrollo de las capacidades del
individuo —aspecto íntimamente ligado con el desarrollo de la nueva socialidad,
que adquiere un peso significativo en nuestra sociedad a partir del propio
desarrollo de la componente humana del sistema de las fuerzas productivas, de
los niveles educacionales y culturales en general alcanzados que, por demás,
seguimos empeñados en elevar convencidos de su valor estratégico), en los
contextos de crecimiento y profundización de las desigualdades no asociadas a
fuentes de sustentación de las mismas socializadoras socialistas,[4]
condiciona la aparición de intereses opuestos al modo de desenvolvimiento del sistema.[5] Estos intereses
inevitablemente buscan su expresión ante todo en la actividad política, como la
vinculada directamente con el ejercicio del poder y, por tanto las
posibilidades de cambio. Y trascienden a todas las esferas de actividad social.
Para la estrategia de desarrollo y la definición de las políticas y
acciones en este sentido, tienen un peso muy importante las concepciones acerca
de los “medios fundamentales de
producción”.
Según la Conceptualización al plantear las Las transformaciones de la propiedad socialista de todo el pueblo, dichos “medios” conforman la
columna vertebral de dichas transformaciones:
“Los medios fundamentales de producción en el Modelo
son aquellos que facilitan
al Estado socialista conducir el desarrollo económico y social. Su composición
específica está determinada por las condiciones existentes en cada período.
La consecución de los objetivos
del desarrollo socialista es garantizada mediante el poder que otorga
la propiedad sobre
estos medios, entre
los cuales se encuentran
las tierras que no pertenecen a los agricultores pequeños o cooperativas
integradas por estos, el subsuelo,
las minas, principales infraestructuras e industrias, los más importantes medios vinculados a la prestación de servicios sociales básicos de salud, educación,
ciencia, cultura y deportes.”
Sin
restarle importancia a los medios descritos en esta conceptualización, llamamos
la atención acerca de la necesidad de un enfoque con atención al funcionamiento
efectivo del proceso reproductivo como
totalidad. No se trata solo de una visión estructural eminentemente
macroeconómica. Si para el Estado es imprescindible el dominio de las estructuras mencionadas, su “poder” no se
“garantiza” solo con eso, máxime en un sistema de propiedad como el que se ha
ido conformando en los últimos años, precisamente por el peso de la
subjetividad como elemento activo decisivo en la transformación comunista, de
la necesaria nueva relación “propiedad social- propiedad individual”: no se
garantiza la evolución generadora de la “nueva estatalidad comunista” premisa sine qua non y resultado de la propiedad comunista en
establecimiento:
el sistema que ha de trascender la propiedad privada, restableciendo la
“verdadera propiedad individual” [Marx] y por consiguiente, desarrollando la propiedad
social comunista como nuevo
sistema de producción-apropiación-reproducción de la riqueza, capaz de asimilar
los contenidos emancipadores de la riqueza social alcanzados y ser núcleo del
paso al “reino de la libertad” [Marx], expresión y condición de una interacción individuo-sociedad-naturaleza sobre la base de lo progresista
acumulado en las etapas anteriores, de las adquisiciones liberadoras de las
potencialidades humanas, controladas conscientemente por los individuos desde
su vínculo al proceso de producción.; sustento de un nuevo estadio de progreso
humano[6] que
posibilita y requiere de un nuevo contenido de la riqueza resultado del proceso
de producción, el estadio de los “productores libres asociados”, que se
constituye en “reino de la libertad” más allá del “reino de la necesidad”.
Es un sistema de propiedad que “más allá” de destruir al que le antecede,
sustituyendo las expresiones de sus elementos constituyentes por otros de igual
naturaleza (desde los sistemas de división social del trabajo siempre en
esencia jerárquica vertical y excluyente, hasta sus reguladores sociales
externos condensados en la mercancía, el salario, el Estado y el Derecho
esencialmente), está llamado a generar y
consolidar uno diferente, esencialmente orientado desde el individuo y al despliegue de la potencialidad del
productor como fuerza social. Es el sistema para
y a la vez resultado de la “extinción” de Estado, las clases, el mercado,
la mercancía, (…), para la reapropiación por el individuo de su verdadera
esencia, de su propia vida social, inicio de la “verdadera emancipación humana”
[Marx] como proceso.
Una vez planteado el
problema en este plano, entran a jugar otros muchos factores que complejizan
enormemente su solución socialista,
de no haberse preparado de manera adecuada el sistema con anterioridad,
mediante la gestión como proceso del
sistema de contradicciones presentes en la sociedad como totalidad.
En este sentido resulta
esencial considerar las particularidades actuales de funcionamiento de la
actividad política, consecuentemente proactiva, para una resolución socialista
de las contradicciones, capaz de
adelantarse a los potenciales conflictos de intereses, que pudieran llegar a
reclamar el uso del poder y la violencia revolucionaria para enfrentarlos,
afectando substancialmente la gobernabilidad del sistema en complejos procesos
que en definitiva dificultarían el avance en un sentido emancipador comunista.[7]
De mantenerse la desvalorización de las actividades
vinculadas a la producción estatal tradicional —desvalorización que alcanzó
niveles significativos a inicios de los años noventa por los efectos combinados
de la crisis y de las acciones para su enfrentamiento y una segmentación de
mayor profundidad en los niveles de consumo, con el rasgo importante en este
segundo aspecto de que los niveles superiores se hallan de modo parcial o total
vinculados directamente a elementos tales como ilegalidades, precios
especulativos de coyuntura en los mercados liberados y remesas familiares del
exterior – se refuerzan los efectos
negativos de feedback sobre la salida del sistema de las fuerzas
productivas con efectos sociales de mucho mayor alcance estratégico por
constituir una fuente de enajenación entre el individuo y la producción y se
consolida un freno a su desarrollo, que se identifica de inmediato
asociado con incapacidad de las formas predominantes estructuralmente dentro del sistema de propiedad cubano para
sustentar la sostenibilidad del proceso reproductivo.
Se necesita desencadenar un
sistema de acciones encaminadas al fortalecimiento de la propiedad estatal a partir de su perfeccionamiento, que la
consolide efectiva y sosteniblemente como la “locomotora” del sistema de
propiedad.
Sobre este fundamento
indispensable, se trata de lograr la complementariedad y cooperación
conscientemente dirigida en sentido emancipador socialista, de la forma estatal perfeccionada, libre
de elementos alienantes del productor —cuestiones que no dependen solo de
cambios al interior de las unidades económicas, pero ellos le son
indispensables—, articulando su desarrollo con el de otras formas de propiedad,
para formar conscientemente y consolidar de modo sostenible, con el decisivo
papel de la política, un sistema de
propiedad socialista.
Esto, por supuesto,
modificaría la composición estructural del sistema actual, en cuanto al peso de
la forma estatal.
Se trata del
perfeccionamiento, consolidación y progresivo fortalecimiento de la unidad, de
la totalidad, que debe caracterizar al sistema de la propiedad socialista en
las condiciones histórico concretas cubanas.
Tal sentido y contenido de
perfeccionamiento no depende solo de cambios en las relaciones de
funcionamiento dentro del “proceso del trabajo”. Se trata de cambios en las
relaciones de propiedad efectivas que exigen necesariamente cambios en el
proceso de la dirección social como un todo.
Se necesitan cambios dentro
del “proceso del trabajo”, de la labor de
gestión de las distintas unidades del sistema, que sean todo lo amplios y
profundos como para transformar substancialmente el papel del individuo, en el
sentido de un vínculo más pleno al proceso de producción, superando la
condición de asalariado en tanto expresión de alienación (“trabajo alienado”),
como parte del complejo proceso de emancipación “verdaderamente humana” que
constituye la transformación comunista.
Es decir, resulta
imprescindible el perfeccionamiento de la propiedad estatal socialista como eje
articulador de la propiedad socialista, e introducir las formas de propiedad
que se consideren adecuadas para los necesarios avances sostenibles en la
generación de bienes y servicios. Ello es premisa para perfeccionar el lugar y
las relaciones de la propiedad estatal dentro de la actividad económica como un
todo, que garantice los elementos “materiales-objetuales” al Estado para
mantener la “capacidad rectora en la conducción de la economía”[8] y a la
política mantener el sentido socialista en la conducción del proceso social, un proceso reproductivo que trascienda
efectivamente el modo de reproducción del capital.
Para el enfrentamiento
exitoso a los desafíos planteados ante la sociedad cubana, esta cuenta con
importantes fortalezas en los elementos
socializadores socialistas asociados al poder político con esa orientación. Esos
elementos son predominantes en el sistema actualmente por la estructura y la salida
del sistema de las fuerzas productivas a escala macroeconómica.
Pero los cambios en la
actividad económica y el modo en que se han introducido desde el inicio del
proceso de recuperación del “periodo especial”, obligan a prestar atención al
comportamiento y la evolución a la salida
de funcionamiento del sistema de fuerzas productivas como totalidad, y de la efectiva conducción de su
interacción sostenible con el proceso reproductivo social con una visión de
desarrollo socialista.
Hoy vienen a complejizar la
situación los cambios estructurales que se están llevando a cabo en este
sistema con la introducción de las llamadas MiPYME, al crearse mayoritariamente
empresas privadas dentro de ese calificador, con elementos de gestión
específicos que hay que articular consecuentemente con los intereses
socialistas. Además de los cambios en la gestión dentro de las que
jurídicamente son estatales.
Todos ellos, más allá de la
buscada repercusión positiva en la salida de funcionamiento del sistema de
fuerzas productivas, “desatándolas”, son en
primer lugar cambios cuya trascendencia a la conformación del sistema de
propiedad objetivamente existente es imprescindible considerar.
Según cifras publicadas por
el Ministerio de Economía y Planificación, el 14 de Julio de 2022 existían 4180
MiPYME privadas y 51 estatales[9].
Aunque son poco numerosas,
la presencia de las MiPYME estatales plantea una primera interrogante acerca de
la necesidad de su creación, que en esencia pone a funcionar de modo diferente
medios que hasta ese momento estaban integrados en una empresa estatal,
asumiendo como premisa que no ocurren cambios en la propiedad al “distinguir entre el ejercicio
de las facultades de propietario y las correspondientes a la posesión
o la gestión (administración)” y se populariza el discurso de separación de la gestión y la propiedad.
Es significativa la
abrumadora mayoría de las privadas. Sin profundizar en las características
específicas de estas empresas en cuanto a su perfil, considerando cada una con
un mínimo de 3 trabajadores significarían 12540 trabajadores en esta categoría
que, según la composición promedio de los núcleos familiares cubanos de 3
personas, implica una incidencia socioeconómica directa en la vida de 37620
personas. Otras cifras expuestas por el economista Juan Triana plantean que existen hoy 70 mil empleados en
Mipymes en total, lo que nos daría el estimado de unas 210 mil personas
socioeconómicamente vinculadas de manera directa a estas formas[10].
Una primera estimación que
incorpore las trabajadores vinculados al turismo y otras ramas del sector
“emergente” nos llevaría a que en la actualidad una importante cifra de cubanos
se desenvuelven socioeconómicamente vinculados a fuentes de ingresos con
características específicas, bien distintas de las empresas que continúan siendo
tradicionales empresas estatales, sustrato propicio para necesidades e intereses
“propios”, cuyo desarrollo es imprescindible atender.
Esos cambios, sumados a la
situación ya existente de insuficiencias de las formas de propiedad estatal en cuanto a la
satisfacción de las necesidades para la autorreproducción del sistema social (alimentación,
condiciones de vivienda, y transporte esencialmente) – tanto por su peso en la
salida del sistema de las fuerzas productivas como en la sustentación de las
fuentes de ingreso institucionales de los individuos vinculados a dichas formas,
- plantean potencialmente el surgimiento de tendencias opuestas al sentido
socialista de desarrollo.
La consolidación de los
elementos más vinculados al sentido socialista de desarrollo, que deberían ser
los vinculados a formas jurídicamente estatales perfeccionadas en primer lugar,
con una planificación social como proceso
desde los individuos productores consumidores, que demanda perfeccionar el
funcionamiento del Estado como espacio articulador en sus dos proyecciones[11], puede impedir que los
elementos ajenos a este sentido introducidos en la actividad económica
productiva-material y cambios en general que se puedan introducir conscientes
de su alcance, trasciendan más allá de lo positivo que deben aportar en la fase
de producción y se constituyan en rasgos desocializadores regresivos respecto
al proceso de construcción socialista.
Los elementos socializadores
progresistas descansan en las potencialidades
de la presencia estatal y cooperativa en la actividad económica, lo cual
refuerza la importancia de la actividad política, en particular el sistema de
organización estatal en lo concerniente a los Órganos del Poder Popular, su
protagonismo directo en la consolidación necesaria a niveles superiores de la
salida del sistema de las fuerzas productivas, núcleo de la primera fase del
ciclo de producción material.
“Desatar los nudos” que atan
el estado actual de desarrollo de las fuerzas productivas es un complejo
proceso que va más allá de lo meramente tecnológico; coloca en primer plano de importancia, el
fortalecimiento del papel del Estado socialista en la actividad económica, el
papel del plan económico como
elemento ordenador, aglutinador y regulador de la actividad en esta esfera, en
la condición de componente de la unidad que debe conformar la planificación como proceso social desde los individuos productores
–consumidores, y un modo progresivamente socializador de su gestación e
implementación. Y, vinculado a todo lo anterior, el fortalecimiento del papel
del Partido Comunista en su condición de
máximo dirigente político, desarrollando su labor de “conducción” (Che Guevara)
del desarrollo de la sociedad.[12]
Lo concerniente al Estado,
particularmente, significa ante todo el indispensable perfeccionamiento de la
labor de gobernar con nuevos contenidos,
premisa de una gestión administrativa,
que permita elevar el volumen, la eficiencia y la eficacia de los resultados de
las actividades que son parte de los elementos estatales de propiedad,
eliminando las inarmonías, deficiencias e insuficiencias actuales.
Pero, además, por el
contenido, alcance y carácter de la labor estatal en el contexto cubano, su
papel es decisivo en la definición, instrumentación y aplicación del proceso de
planificación de modo que articule y encauce según los intereses sociales
socialistas la participación de los elementos no estatales en el desarrollo del
sistema de propiedad.
En el momento actual esto obliga, también desde la economía, al
perfeccionamiento del carácter socialista del Estado cubano, lo cual se halla
aún
vinculado con el fortalecimiento de su lugar como espacio de
participación en el proceso de dirección de la actividad social, en particular
la económica: el perfeccionamiento de las vías y modos de la participación
popular en la dirección del desarrollo social, atendiendo en primer lugar a
lograr la correlación que resulte históricamente progresista entre vías y modos directos e indirectos de participación, necesidades
individuales, particulares y sociales, ante todo de la esfera económica.[13]
Este perfeccionamiento
necesariamente ha de pasar a través del fortalecimiento del papel de los colectivos
laborales y de los territorios en la labor de los Órganos del Poder Popular,
siempre como acción sistémica sobre todos los elementos estructurales y de
funcionamiento que conforman esta forma de organización estatal.
Consolidar el desarrollo
progresivo acelerado del sistema de las fuerzas productivas, como factor que
sustente la orientación socialista del funcionamiento del sistema, dentro del
contexto actual de globalización neoliberal, es el gran desafío que enfrenta
Cuba en la actualidad.
Para acometerlo debe
resultar decisivo positivamente el fortalecimiento de la actividad económica
estatal socialista, acompañado necesariamente del fortalecimiento socialista
del sistema político cubano, en particular el Partido Comunista, el sistema de
Órganos del Poder Popular y el sistema sindical, como elementos definitorios en nuestras condiciones de la consolidación
del sistema de propiedad socialista.
Pero, además, la
continuación de las acciones de transformación de la sociedad cubana,
atendiendo a la complejidad de la situación actual y los escenarios
previsibles, plantea continuar reforzando
el papel de las ciencias sociales en la dirección del proceso, como
elemento esencial en la gestión de la actividad social como unidad dialéctica.
Y a estas, la clara demanda de continuar los estudios multidisciplinarios
integrados sistémicamente, de modo creador, consecuente con el espíritu de la obra
fundacional de Marx, Engels, Lenin y de los aportes teóricos que ha generado la
Revolución cubana con la conducción de Fidel.
En la segunda década del siglo xxi el cuadro resultante del análisis de
la realidad cubana confirma que única
opción real compatible con la existencia misma de la nación cubana, está
determinada por los resultados económico-productivos que se logren alcanzar.
Pero, es un proceso esencialmente político, que se decide por la participación
popular en la dirección del proceso social, y requiere de un permanente y
elevado nivel de gobernabilidad democrática[14]
para la cual nuestra principal fortaleza tiene que estar en la acción
de lo positivo en el individuo socializado que se ha alcanzado en estos más de
sesenta años de Revolución, que lo va definiendo como individuo portador del
hombre nuevo socialista, hombre en transformación, capaz de aprehender como
fundamento de sus acciones los elementos positivos de la práctica en el inédito
proceso de construcción comunista a partir del subdesarrollo.
Cuba se enfrenta a una
guerra que hay que ganar con producción material y con producción de
pensamiento, porque es una guerra por la emancipación “verdaderamente humana” [Marx].
Y
en esta guerra en la etapa actual, entre otros aspectos, pasa a primer plano la
necesidad de un trabajo teórico profundo, que sirva como fundamento de la
acción práctica-cotidiana, de la permanente “batalla de ideas” que es la
construcción comunista, como complejo proceso de conformación de una socialidad
e individualidad esencialmente diferentes, eje de la “verdadera emancipación
humana” concebida por Marx y Engels desde su aproximación al desarrollo del
proceso social, y por nuestro José Martí.
Como
ha señalado el General de Ejército Raúl Castro Ruz, durante la celebración de
la Asamblea Provincial de Balance del trabajo del Partido en la provincia de
Guantánamo en 1999:
(...) al reflexionar sobre uno de los problemas
esenciales a debate hoy en la organización: como perfeccionar sus métodos y
estilo de trabajo, para encauzar de mejor manera el desarrollo económico,
político y social de la nación cubana La construcción del socialismo en las
actuales circunstancias, es un viaje a lo ignoto; tenemos que ver las
experiencias de otros, pero seguir creando nuestros propios conceptos.[15]
Esta
búsqueda es crucial en lo positivo porque nos permite encauzar la actividad.
Pero como el propio Raúl Castro subrayaba en otra de sus intervenciones durante
esos balances partidistas: “No se olviden que una equivocación conceptual
nos conduce a equivocaciones en la vida (...)”[16].
Se
trata de un trabajo teórico para la labor integradora de las transformaciones
en un sentido socialista del desarrollo, conclusión que no hace más que
insistir en el papel decisivo de la actividad política en el momento actual del
proceso transformador cubano.
Esto
implica como uno de los problemas prácticos más importantes, la atención a los
contenidos de conceptos que adquieren nuevas facetas para expresar la
naturaleza de procesos esencialmente diferentes, y de conceptos nuevos para
realidades que surgen.
Así,
pasan a primer plano importantes aspectos conceptuales como lo concerniente a
la propia naturaleza esencialmente nueva como proceso, de la transformación
socialista de la sociedad, complejizada aún más en nuestras condiciones, la
relación entre la voluntad de cambiar, el deseo de cambiar y el cómo llevar a
cabo los cambios, como definir y concretar sus contenidos y el orden y modo de
implementarlos y evaluarlos: “viabilidad” del socialismo, eficiencia y
eficacia; los vínculos entre autoridad y poder, tan importantes en la actividad
de dirección, y vinculados a la relación entre los diferentes institutos del
sistema político y entre su componentes estructurales; los cambios cualitativos
que ocurren en los contenidos de funciones, como es el caso del Partido al ser
un partido en el poder, y por consiguiente un partido de gobierno, con un
Estado de nuevo tipo y una actividad de gobernar con contenidos esencialmente
diferentes a los del Estado y la función de gobierno en etapas anteriores del
desarrollo clasista de la sociedad, el papel de las organizaciones de masas y
las organizaciones sociales en general; la necesidad de la cabal comprensión e
implementación del concepto de planificación como proceso social desde
el individuo, tan vinculado a la esencia de la nueva sociedad, una nueva
estatalidad elemento esencial articulador del sistema de propiedad; hasta
el propio concepto de unidad, que explícitamente sale a relucir de manera
sistemática en el discurso político cotidiano.
En el enfrentamiento a este
desafío se juega el destino de la nación cubana, y lo mejor de su pueblo está
decidido a salir victorioso.
[1] Acerca de esta
temática resulta muy importante la producción de los especialistas del INIE,
Instituto de Investigaciones Económicas adscrito al Ministerio de Economía.
[2] Ver: Cuba:
propiedad social y construcción socialista, ref. Ant.
[3]En los artículos “Tres preguntas para los cuadros del Partido”, Granma, 28 de
septiembre de 1999 y “La utilidad de poner el dedo en las llagas” en
Granma, 23 de noviembre de 1999, de María Julia Mayoral, dos de los que reseñaron
como pocas veces- por no ser absolutos- ha hecho nuestra prensa, el proceso de
balance del Partido Comunista en la estructura provincial, se recogen estos
señalamientos críticos, con plena vigencia para los momentos actuales.
[4] La distribución de los resultados de la producción,
incluso la distribución de la riqueza social que permita la satisfacción de las
necesidades básicas en la transición comunista, máxime en condiciones de
partida de subdesarrollo, es un proceso extremadamente complejo, por factores
culturales en sentido amplio (el propio contenido de la categoría “necesidades
básicas” está marcado por esto: ver Ser
cubano. Identidad, nacionalidad y cultura, Louis A. Pérez Jr, Editorial de
Ciencias Sociales, La Habana, 2006), y , más evidentemente, por factores
objetuales Lo que sí tiene que ser una pauta en este sentido es que la parte de
riqueza que es apropiada individualmente por los individuos lo sea en un
proceso asociado cada vez más a lo que el individuo entrega de sí a la
conformación de esa riqueza con el necesario nuevo contenido. Y cuando las
posibilidades de mejor alimentación, condiciones de vivienda, vestir,
recreación, etc., empiezan a diferenciarse por las posibilidades de recibir
remesas, por posibilidades de ingresos elevados coyunturalmente asociados a
procesos especulativos, e incluso, por trabajar en actividades “emergentes” (no
solo asociadas al turismo con sus propinas: especialistas y trabajadores en
general vinculados a empresas mixtas que reciben retribuciones en divisas off the record, “comisiones”
extraoficiales …etc.), —entre otros fenómenos—, el proceso de apropiación de la
riqueza resulta sometido a una fuerza socializadora contraria al progreso en el
sentido del objetivo comunista, con todas sus consecuencias en la generación de
elementos que sustenten la nueva naturaleza en todas las esferas de actividad, política,
socio-clasista e ideológico-espiritual.
[5] Como se señalaba
por el especialista Dario Machado en el evento del INIE del 2004, estudios
sociológicos realizados en años previos a la crisis, arrojaron
“posicionamientos más críticos” de segmentos que vivían en condiciones de
desventaja social. En las condiciones actuales tales condiciones resultan de
manera natural mucho más sensibles, al contrastarse las oportunidades de
mejoramiento asociadas a fuentes de sustentación con inferior carácter
socializador socialista, estimuladoras de individualismo y comportamientos
egoístas que conducen a rechazar consciente o inconscientemente el sentido de
desarrollo promovido en el llamado “trabajo político –ideológico”. Ver de dicho
autor “¿Es posible la construcción del socialismo en Cuba?”, Ed. Ciencias
Sociales, La Habana, 2004
[6] “Marx afirmaba
también que —si andamos en busca del punto de Arquímedes a partir del cual las
contradicciones mistificadoras de nuestro orden social se pueden volver
inteligibles y superables— en las raíces de todas las variedades de la
alienación hallaremos la alienación del
trabajo desenvolviéndose en la historia: un proceso de auto alienación esclavizadora. Pero precisamente porque estamos
inmersos en un proceso histórico,
impuesto no por un agente mítico externo de predestinación metafísica
(caracterizado como la ineludible “suerte humana”) ni ciertamente por una
“naturaleza humana incambiable”-la manera como a menudo es representado
tendenciosamente ese problema-sino por el trabajo mismo, es posible superar la alienación mediante la reestructuración radical de nuestras
condiciones de existencia establecidas desde hace largo tiempo, y con ello
“toda nuestra manera de ser”.
En consecuencia —continúa el autor— la necesaria
intervención consciente en el proceso histórico, orientada por la tarea
adoptada de superar la alienación a través del nuevo metabolismo reproductivo
social de los “productores libremente asociados”, constituye un tipo de acción
sostenida estratégicamente que no puede ser nada más cuestión de una negación, no importa cuán radical.
Porque en opinión de Marx, todas las formas de negación siguen siendo condicionadas por el objeto de su negación. Y en
verdad es peor que eso. Como la amarga experiencia histórica nos lo ha
demostrado ampliamente en el pasado reciente, la inercia condicionadora del objeto negado tiende a hacerse más
poderosa con el paso del tiempo, e impone al comienzo el seguimiento del
“camino más fácil” y luego-con intensidad cada vez mayor-la “racionalidad” de
retroceder hasta las “prácticas ya aprobadas” del status quo ante, destinadas a sobrevivir en las dimensiones sin
reestructurar del orden anterior”. Ver “La educación más allá del capital”, de
István Mészáros, Editorial Boitempo, julio, 2005, pp. 60-61.
[7] Aquí es
importante el análisis de la gobernabilidad socialista del sistema, que, como
se desarrolla en nuestro libro Gobernabilidad y Democracia. Los Organos del
poder Popular, Ed. Cienias Sociales, La habana, 1998, no puede valorarse
reduciéndola simplemente a posibilidades de mantenimiento controlado, ordenado,
de su funcionamiento de la sociedad.
[8] Resolución Económica V Congreso, Folleto Editora
Política, La Habana, 1998, p. 11
[9] De ellas 56 son
cooperativas, el 53% son reconversiones y el 47 % nuevas empresas, y han creado
71888 nuevos puestos de trabajo. Ver Cubadebate.
[10] En entrevista a
este investigador publicada en ON CUBA el 22 de Julio señala que entre los
ocupados en MiPYNES, en los proyectos de desarrollo local, cooperativas ,
artesanos representan más del 40 por ciento de los ocupados en el sector
estatal. Además según esta entrevista,existen hoy 302 negocios con inversión
extranjera.
[11] Ver del autor
“Poder Popular: fundamentos, evolución y visión de futuro”, Ed. Ciencias
Sociales, La Habana, 2019.
[12] El papel del
Estado, interactuando dialécticamente con el Partido Comunista, formando parte
ambos del “nuevo Estado” en el sentido de “organización del poder público” de que
hablaran Marx y Engels, es decisivo en el proceso de construcción socialista.
Ver: “Poder Popular. Fundamentos, evolución y visión de futuro”, Jesús García
Brigos, Ed. Ciencias Sociales, La Habana, 2019.
[13] Jesús P., García
Brigos: Gobernabilidad y Democracia. Los
Órganos del Poder Popular en Cuba, Editorial Ciencias Sociales, La Habana,
1998.
[14] Idem, p. 122.
[15] María Julia
Mayoral: “Qué busca el cambio en los estilos y los métodos del Partido”, Granma , 6 de octubre de 1999.
[16] María Julia
Mayoral: “La crítica no es opción, es necesidad/, , Granma, 3 de noviembre de
1999.