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viernes, 2 de junio de 2023

Algunas reflexiones sobre plan y mercado en el modelo socialista cubano (I)

 

COLUMNISTAS


Uno de los temas más discutidos en torno a la construcción del socialismo se ha referido a lo largo de los años a la permanencia de las relaciones monetario-mercantiles en este proceso y sus consecuencias para la nueva sociedad que se desea desarrollar.

La opinión de Marx y Engels sobre el tema partía de considerar la desaparición del mercado en el socialismo, tomando en cuenta la elevada socialización de la producción que debía alcanzarse en el proceso de desarrollo capitalista y, por tanto, la posibilidad de una expresión directa del carácter social del trabajo al nacionalizarse los medios de producción, sin que fuera necesario el intercambio mercantil para ello. Al respecto, Engels plantearía “Tan pronto como la sociedad se adueñe de los medios de producción y los aplique a esta, socializándolos directamente, el trabajo de cada individuo, por mucho que difiera su carácter específicamente útil, adquirirá de antemano y directamente el carácter de trabajo social.”[1]

Con posterioridad la interpretación inicial de Lenin sobre la existencia de las relaciones monetario-mercantiles en el socialismo, no difería de la que habían expresado con anterioridad Marx y Engels.

No obstante, con el triunfo de la Revolución de Octubre, comenzó por primera vez en la historia, la construcción de una nueva sociedad libre de la explotación del hombre por el hombre, planteándose –en la práctica- el tema de las relaciones monetario mercantiles en la construcción del socialismo.

En estas novedosas circunstancias, si bien ya Marx en su trabajo de 1875 “Crítica al Programa de Gotha”[2] había establecido la necesidad de un período de transición entre el capitalismo y el socialismo en el que estarían presentes aun elementos propios de la sociedad capitalista, no podía anticipar la elevada complejidad que este proceso supondría, en el país más atrasado de la Europa de entonces.

Pocos meses después del triunfo revolucionario en Rusia, el país se sumergía en una sangrienta guerra civil, que se extendería durante tres años. En esa etapa la economía se puso necesariamente en función de la defensa, lo cual demandó la aplicación de procedimientos extraeconómicos expeditos para asegurar, mediante la requisa de alimentos y otros recursos vitales, la supervivencia del Ejército Rojo, lo que conllevó posponer -en la práctica- el inicio de la construcción socialista.

La política económica aplicada en esta etapa –conocida como el comunismo de guerra– llevó, por imperativo de las circunstancias, a la casi total desaparición de las relaciones mercantiles en la economía de entonces. Se creó así la ilusión de que podía prescindirse a corto plazo de las categorías mercantiles, hasta llegar –incluso- a la eliminación del dinero.[3]

Con el fin de la guerra civil surgió la necesidad de restaurar la economía del país que estaba completamente devastada.  El análisis desarrollado por Lenin entonces tomó en cuenta que la estructura económica básica de Rusia la constituía la pequeña producción de una enorme masa de campesinos, a los que había que incentivar a través de la libertad de comercio, unida al inevitable desarrollo del capitalismo que de ello se derivaría, por lo que no quedaba otra salida que reconocer las relaciones monetario-mercantiles, abriendo un espacio para su desarrollo hasta llegar incluso a cierta forma de capitalismo de Estado como única alternativa en esas circunstancias, en las que se demandaba el apoyo del campesinado y financiamiento para sobrevivir.[4]

Emergió así en 1921 la denominada Nueva Política Económica (NEP por sus siglas en inglés) la que Lenin siempre concibió como un retroceso táctico inevitable para salvar el país ante circunstancias excepcionales. Al respecto se señalaría “El intercambio significa la libertad de comercio, es capitalismo. Este es útil para nosotros en la medida en que nos ayude a luchar contra la dispersión del pequeño productor, y en cierto grado, contra el burocratismo. En qué medida, lo comprobará la práctica, la experiencia.”[5] También se reconocería claramente el carácter transitorio de estas concesiones al expresarse “Nos hemos replegado hacia el capitalismo de Estado. Pero nos hemos replegado en la medida debida. Ahora nos replegamos hacia la regulación estatal del comercio. Pero nos replegaremos en la medida debida. Hay ya síntomas de que se vislumbra el final de este repliegue, de que se vislumbra en un futuro no muy lejano la posibilidad de cesar este repliegue.”[6]

Durante muchos años con posterioridad a la implantación de la NEP se pretendió dar a esta política económica específica, de una coyuntura histórica concreta, un carácter universal, como si se tratase de una regularidad del socialismo. Al respecto Ernesto Che Guevara agudamente señalaría “Como se ve la situación económica y política de la Unión Soviética hacía necesario el repliegue de hablara Lenin. Por lo que se puede caracterizar esta política como una táctica estrechamente ligada a la situación histórica del país, y, por tanto, no se le debe dar validez universal a todas sus afirmaciones.”[7]

Con posterioridad a la muerte de Lenin la discusión sobre la acción de la ley del valor en el socialismo y su relación con la planificación continuó durante algunos años, vinculándose este debate sobre la política económica con el que se desarrollaba en torno a la estrategia de desarrollo a implementar en la URSS.

Como se conoce, se enfrentaron diversas posiciones. Por un lado se encontraban las tesis defendidas por el dirigente bolchevique Nicolás Bujarin, que mantenía una posición que reconocía en esencia la vigencia de la ley del valor, al tiempo que defendía una industrialización gradual basada en una no confrontación con el campesinado al que consideraba (que) incluso podría enriquecerse.[8] Por otro lado, estaban las ideas de Eugenio Preobrazensky publicadas en su libro de 1926 “La Nueva Economía”,[9] en el que defendía la extracción del excedente económico agrícola mediante un intercambio no equivalente con la industria socialista, conformando  lo que denominó la ley de la acumulación socialista originaria, que actuaría imponiéndose a la acción de la ley del valor.

En estos debates[10] donde participaron múltiples economistas y políticos soviéticos preponderó –no obstante–  la valoración sobre las relaciones monetario-mercantiles como algo heredado del capitalismo y no esencialmente asociado al desarrollo propio del socialismo.

Lamentablemente estas discusiones quedaron truncas.

La solución a las contradicciones que se generaron con la aplicación de la NEP y las tensiones a ellas asociadas, no recibieron el tratamiento político previsto por Lenin,[11] sino que fueron enfrentadas con medidas políticas de coerción que caracterizaron el proceso de colectivización forzosa de la tierra realizado principalmente entre 1929 y 1936, basado en una polémica interpretación sobre la lucha de clases enarbolada en el partido dirigido por J. Stalin. Este proceso coincidió con un acelerado desarrollo de la industria pesada, a partir del primer plan quinquenal de la URSS aprobado para el período 1928-1932.

Se produjo así –por medios coactivos y extraeconómicos- la captación de los recursos de acumulación, generados en mayor medida por la economía campesina para emprender la industrialización soviética.

En tanto que este desarrollo ocurría, no se desarrolló un espacio para el esclarecimiento teórico de las relaciones monetario-mercantiles, limitándose la discusión -a partir de los años 30 del siglo pasado- al abordarse separadamente el empleo de las categorías mercantiles, según los principios del cálculo económico.[12]

El vacío conceptual que ello representó tendría importantes consecuencias para la construcción del socialismo en la URSS y en los países que emprendieron ese camino tiempo después.

No sería hasta años más tarde, una vez concluida la  Segunda Guerra Mundial,  que se convocó nuevamente a un debate científico del tema a partir de la necesidad de dar una respuesta coherente a un tema medular en la construcción del socialismo, exponiéndose las conclusiones de ese análisis por Stalin en su conocido trabajo de 1952 “Los problemas económicos del socialismo en la URSS”. En este documento se daba una explicación a la permanencia de las relaciones monetario-mercantiles en el socialismo a partir de la existencia de distintas formas de propiedad, en tanto que a la presencia de categorías mercantiles en el seno de la propiedad estatal se le atribuía un carácter formal y solo vinculado a los efectos del cálculo estadístico-contable.

Esta interpretación solo sería gradualmente superada en el transcurso de los debates que se efectuaron en el contexto de la reforma económica a implementar tiempo después y que duraron en la URSS desde 1958 hasta 1965.

Se logró entonces una explicación acerca de la permanencia de las relaciones monetario-mercantiles en el socialismo a partir de la persistencia de la división social del trabajo,  del insuficiente nivel de desarrollo de las fuerzas productivas y –por tanto– de la imposibilidad de lograr una expresión directa del carácter social del trabajo, lo que ocasionaba la presencia de un aislamiento económico relativo entre los productores, que aún sin que existiera la propiedad privada sobre los medios de producción, debían confrontar a través del mercado la utilidad social del producto de su trabajo, que aparecía así como un trabajo indirectamente social.[13]

Aun cuando esta explicación constituyó un gran aporte conceptual, su aceptación no resolvió el problema asociado a la correcta interpretación del carácter contradictorio del mercado en el socialismo.

(Continuará)

 

 

[1] Federico Engels Anti-Dühring, Ediciones Pueblos Unidos, Montevideo 1960,  p. 376.

[2] Este trabajo fue publicado por Engels solamente en 1891.

[3] Estas ideas se plamaron en el libro “El ABC del comunismo” de Eugenio Preobrazenski y Nicolas Bujarin, publicado en 1920.

[4] “La sustitución del sistema de contingentación por el impuesto en especie es ante todo y sobre todo una cuestión política, pues la esencia de ella reside en la actitud de la clase obrera ente los campesinos”. V. I. Lenin palabras en el X Congreso del PC(b) de Rusia, Obras Escogidas en Tres Tomos, Editora Política, Moscú, 1961, tomo 3, p. 604.

[5] V.I. Lenin “Sobre el impuesto en especie”, Op. Cit., p. 659

[6] V.I. Lenin  “Acerca de la significación del oro ahora y después de la victoria completa del socialismo” Op. Cit. p. 697.

[7] Ernesto Che Guevara “Sobre el sistema presupuestario de financiamiento”,  en El Gran Debate sobre la economía en Cuba 1963-1964, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 2004, p. 68.

[8] Un resumen de las ideas de Bujarin puede verse en Moshe Lewin “Stalinism and the Seeds of Soviet Reform” Pluto Press and M. E. Sharp, London and New York, 1991, Chapter 1. Ver también de Stephen Cohen “Bukharin and the Bolshevik Revolution. A Politial Biography 1888-1938” Oxford University Press, 1980.

[9] Ver E. Preobrazensky “La Nueva Económica”,  Editorial Polémica, La Habana, 1968. También debe verse de Nicolai Bujarin, August Thalheimer y Evgueni Preobrajenski “La polémica acerca de la industrialización en la URSS”, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1969, tomo 2.

[10] Una síntesis de estos debates puede verse en José Luis Rodríguez “El derrumbe del socialismo en Europa” Ruth Casa Editorial y Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 2016, capítulo 1, epígrafes III y IV.

[11] Ver de V.I. Lenin “Sobre la cooperación” , Op. Cit.

[12] En esencia, el cálculo económico suponía la cobertura de los gastos con los ingresos y la generación de un excedente; daba una independencia operativa mayor a la empresa y se apoyaba en la estimulación y la responsabilidad material de los productores así como en el control indirecto a través de mecanismos económico-financieros.

[13] Una interpretación sobre el origen de las relaciones monetario-mercantiles en el socialismo basadas en este enfoque se encuentra en José Acosta Santana “Teoría y práctica de los mecanismos de dirección en Cuba”, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1982, capítulo 1.

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