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jueves, 22 de junio de 2023

Los países en desarrollo se enfrentan a decisiones imposibles que amenazan su progreso

La copresidenta de la Fundación Bill y Melinda Gates llama a los dirigentes financieros del planeta reunidos en la Cumbre de París a acordar un Nuevo Pacto Financiero Mundial que permita avanzar a los países ahogados por la deuda y golpeados por la crisis climática.



Coches detenidos ante una zona inundada, tras tocar tierra el ciclón Batsirai en febrero de 2022, en una carretera de Vohiparara, Madagascar.CHRISTOPHE VAN DER PERRE (REUTERS)


Cuando me reuní con la ministra de Finanzas de Madagascar, Rindra Hasimbelo Rabarinirinarison, durante la primera semana de abril, su país acababa de sufrir un terrible desastre natural. Una serie de ciclones catastróficos lo azotaron en febrero, dañando el 90% de las tierras de cultivo de la región suroriental de esta nación insular. En aquel momento, la región ya había sufrido tres años de devastadora sequía. En circunstancias normales, la ministra Rabarinirinarison habría recurrido a las arcas públicas para ayudar a las comunidades a reconstruir sus hogares, hospitales y granjas, pero su único recurso fue solicitar un préstamo.

La ministra relató esto durante las reuniones de primavera del Banco Mundial, donde muchos responsables de cuestiones financieras—de Sudán del Sur, Congo-Brazzaville y Sri Lanka, por mencionar a algunos—presentaron diferentes versiones del mismo problema. Otro ministro mencionó que podían pagar o a sus funcionarios o los intereses de su deuda. Pero en realidad no era una opción, porque el impago de su deuda les dejaría fuera de los mercados mundiales.

Si se escucha a aquellos que dirigen las economías del sur global, se les está forzando a una situación sin salida porque la arquitectura financiera internacional no está diseñada para responder a su realidad actual. Los dirigentes pueden pagar por lo esencial, como la adaptación al cambio climático, el funcionamiento de sus sistemas de salud y la educación de su población, e incumplir el pago de su deuda. O pueden atender el servicio de su deuda y ver cómo empeoran sus economías y cómo su población carece de necesidades básicas tales como alimentación, electricidad y atención médica.

En tiempos de crisis económica, muchas niñas deben abandonar la escuela y son obligadas a contraer matrimonio

Y aunque estos recortes no están concebidos para perjudicar específicamente a las mujeres y a las niñas, a menudo ese es el efecto. En tiempos de crisis económica, muchas niñas deben abandonar la escuela y son obligadas a contraer matrimonio. Cuando no hay comida suficiente, las madres comen menos, y son las últimas en hacerlo, razón por la cual las mujeres tienen más probabilidades de padecer desnutrición. Estos sacrificios no solo perjudican a una familia. También merman la capacidad de las mujeres a la hora de contribuir al progreso de sus comunidades y países para las generaciones futuras.

La única forma de desentrañar este dilema es actualizando los objetivos, las normas y los mecanismos de las finanzas internacionales, que se diseñaron hace decenios para responder a una serie de retos completamente diferentes. Esta semana, los jefes de Gobierno, los ministros de Finanzas y los bancos internacionales tienen la oportunidad de avanzar en el proceso de reforma con motivo de la Cumbre de París para un Nuevo Pacto Financiero Mundial.

Organizada por el presidente francés Emmanuel Macron, en ella los participantes debatirán sobre cómo actualizar los instrumentos financieros de los que dependen los países para construir carreteras, financiar sus sistemas educativos y mucho más. La financiación para el desarrollo reviste especial importancia a la hora de ayudar a estos países a adaptarse al cambio climático, puesto que son los que tienen menos margen fiscal para resistir a las perturbaciones y al mismo tiempo son los más vulnerables ante los efectos del cambio climático. Las reformas efectivas les permitirán utilizar mejor las inversiones que necesitan de forma apremiante para encarar los retos futuros.

Para ello —y para construir un mundo más sano, más justo y más resistente al clima— el grupo puede emprender varias reformas específicas.

En primer lugar, se trata de ofrecer un proceso de reestructuración de la deuda previsible y efectivo para que los países puedan volver a invertir en sus prioridades de desarrollo. Desde 2015, el número de países de ingresos bajos que se encuentran o aproximan a un nivel de deuda insostenible casi se ha duplicado. En el marco de la reestructuración del sistema actual, que es imprevisible y lento, los países solo pueden aplazar el impago, pero no evitarlo, siendo oneroso tanto para ellos como para sus acreedores. Y conduce a esas compensaciones devastadoras que han descrito los ministros de finanzas que he conocido.

En segundo lugar, los países necesitan acceder a una financiación de bajo coste para realizar inversiones de gran impacto focalizadas en ámbitos de alta prioridad, como el acceso a los servicios financieros, a los servicios agrícolas y a la atención sanitaria. Las subvenciones y la financiación en condiciones concesionarias ayudarán a los países de ingresos bajos a mejorar sus resultados en materia de desarrollo y salud y a adaptarse a los impactos actuales del cambio climático, al tiempo que el mundo obra por prevenir perturbaciones futuras aún mayores.
África tiene un potencial extraordinario al ser hogar de la población de mayor crecimiento (y más joven) del mundo

Por último, los países donantes necesitan invertir más en la Asociación Internacional de Fomento (AIF), que constituye el principal fondo del Banco Mundial para reducir la pobreza y promover la igualdad de género, y representa una de las más importantes fuentes de financiación de bajo coste para los países más pobres. Las contribuciones de los países donantes a la AIF han disminuido de manera constante en términos reales, es decir, no han seguido el ritmo de la inflación, mientras que ha aumentado el número de personas que viven en condiciones de extrema pobreza en los países prestatarios de la AIF.

Las naciones ricas no deberían considerarlo como un acto de caridad. Por el contrario, estos son los pasos inteligentes que pueden dar para resolver nuestros problemas colectivos. África tiene un potencial extraordinario al ser hogar de la población de mayor crecimiento (y más joven) del mundo. Intentar construir una economía mundial próspera sin invertir en África equivaldría a intentar impulsar la revolución tecnológica de los años 2000 sin contar con Silicon Valley. Estarían desperdiciando el futuro.

En realidad, lograr una verdadera reforma solo será posible si los más afectados establecen el programa y si el resto del mundo atiende ese llamado. Esto es lo que hace que la Cumbre de París se pueda convertir en un punto de inflexión: el presidente Macron y los organizadores del evento entienden perfectamente que estas cumbres no solo sirven para hablar. Pueden convertirse realmente en el origen de la acción, provocando un cambio significativo y continuado en la vida de las personas, como aquellas que han tenido que superar un desastre climático en Madagascar y como las mujeres y niñas cuyo formidable potencial muy a menudo se ve impedido cuando las arcas públicas están vacías.

Si nos tomamos el tiempo de escuchar lo que tienen que decir, un mundo de progreso está a nuestro alcance.




Melinda French Gates es la copresidenta de la Fundación Bill y Melinda Gates.

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