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jueves, 1 de junio de 2023

¡Que las pymes produzcan!

Se dice y se repite fácil, hasta convertirse en consigna. Sin embargo, las condiciones macroeconómicas y productivas del país ayudan poco en ese propósito.




El sector no estatal y en especial las pymes centran hoy uno de los debates más agudos de todos los que caracterizan la realidad cotidiana en Cuba. De alguna manera, y creo que con bastante razón, el espacio concedido a los “actores” no estatales se ha utilizado para calificar/evaluar si este proceso de reforma en el que Cuba se encuentra enfrascada desde hace ya más de treinta años es más o menos descentralizado; si se acerca o se aleja del socialismo que hoy puede construirse, atendiendo a nuestras circunstancias, las externas y las internas; si avanza o si retrocede.

Lo abarcador de ese debate y la polarización que él mismo ha alcanzado es una clara señal de la importancia que tiene el sector en la economía y en la sociedad cubana.

Algunos datos sobre el sector no estatal de la economía que nos ayudan a visualizar esa importancia: 

- Hoy representa alrededor del 15 % del PIB.

- Concentra el 35 % del total de empleados y emplea más trabajadores (1,6 millones) que el sector empresarial estatal (1,3 millones).

- Las pymes han generado alrededor de 250 mil empleos directos en estos dos años.

- Hasta el 9 de mayo de este año existían en total 8012 pymes, de las cuales 7842 son privadas, 105 estatales, 65 Cooperativas no Agropecuarias. Pero en realidad el sector es mucho más amplio, habría que sumar los TCP, los artesanos, los usufructuarios, las CPA y las CCS, los PDL, ninguno de los cuales es estatal aun cuando no califiquen como pymes, porque no dejan de ser empresas y emprendimientos no estatales.

- El sector ha generado 4 788 500 dólares de exportación y 270 294 100 en importaciones de los cuales el 61 % (164,8 millones) fueron realizadas por mipymes.

El hecho de que en la Constitución de la República se acepte la propiedad privada como una de las formas de propiedad funcionales a la construcción del socialismo cubano es, sin dudas, un hito normativo que sanciona el derecho de todo ciudadano cubano a tener su propio negocio.

Es algo “innovador” en la construcción socio-económica de Cuba y decisivo para los propios “planes de vida” de las cubanas y cubanos que pasan por intentar materializar sus sueños en Cuba en vez de buscar hacerlos realidad fuera de Cuba. Lo es también para las “estrategias familiares” que también pasan por el mismo dilema.

Cierto que esos actores “no estatales” fueron concebidos como complementarios. Este adjetivo es quizás una de los primeros temas a aclarar en cualquier discusión al respecto, en especial porque es relativamente común identificar “lo complementario” como algo de menor importancia y por demás, prescindible, aun cuando el significado del adjetivo sea otro, a saber, “que sirve para completar o perfeccionar algo”.

En cualquier sistema económico, completar y perfeccionar no parece ser algo sin importancia y prescindible, en especial cuando quien debería ser el motor de la reforma y la modernización del país, la empresa estatal, no ha podido desempeñar ese papel. Así ha sido en los últimos treinta años, en que por múltiples razones, algunas propias de la gestión de dichas empresas y otras asociadas a sistemas regulatorios, le han impedido cumplir con ese rol.

Pero, definitivamente, y aun cuando el marco regulatorio aún deja muchas zonas grises, haciendo que la curva de incertidumbre se dispare, lo cierto es que las mipymes han sabido aprovechar esos espacios y han demostrado una gran capacidad de reinvención.

Que las mipymes produzcan; que se inserten en el tejido productivo local; que “ayuden” a incrementar la oferta de productos nacionales, a precios accesibles; que no importen tantos productos terminados y sí muchos más insumos y bienes intermedios para generar esa producción nacional tan necesaria; ¡que exporten!, están entre las demandas para las mipymes hoy.

Lo cierto es que algunas han logrado exportar y que algunas otras han logrado insertarse en articulaciones productivas con empresas estatales. Otras han recuperado plantas de producción e infraestructuras pertenecientes a empresas y otras organizaciones estatales que sufrían un deterioro significativo y amenazaban con perderse, luego de ser muchas veces “canibalizadas”. Anécdotas al respecto hay para llenar muchas cuartillas. Pero a pesar de esos botones de muestra la insatisfacción se mantiene, y se alimenta y es alimentada.

Cabría volver a recordar que las mipymes apenas tienen dos años de nacidas formalmente, que ese nacimiento fue demorado, con fórceps y en un barco que apenas logra flotar.

Ya han pasado por la amarga experiencia de ver cómo la norma que las crea, su norma, es sometida a interpretaciones administrativas como la limitación del objeto social, la eliminación de la exención de impuestos en el primer año de operaciones, la amenaza latente de tener que pagar un impuesto del 10 % sobre las ventas mayoristas, que además de ser netamente inflacionario para toda la economía es incuestionablemente oneroso y regresivo, además de contrario al propósito del crecimiento económico.

Vale recordar también que durante estos dos años las mipymes han tenido que luchar contra prejuicios ideológicos que a veces se convierten en trabas casi insalvables; contra reglas del juego sectoriales que en ocasiones están fundamentadas en la percepción de “alguien” que se permite desconocer la norma. Y que han tenido que “negociar en desventaja”, provocada por vacíos legales, y no pocas veces han perdido oportunidades en espera de permisos que no eran necesarios.

Sin embargo, lo que ha ocurrido, para sorpresas de algunos, es que allí donde otros actores han visto un problema, muchas mipymes han identificado una oportunidad y han tomado riesgos.

¡Que las pymes produzcan!, se dice y se repite fácil y puede hasta convertirse en consigna. Sin embargo, las condiciones macroeconómicas y productivas del país ayudan poco en ese propósito.

Se les pide a las formas de gestión no estatales que importen menos productos terminados y más insumos, sin tener en cuenta que la devaluación de la tasa de cambio hace más cara la importación de esos insumos convirtiéndose paradójicamente en un obstáculo en el propósito de fomentar la producción nacional, altamente dependiente de esos insumos, razón por la cual las propias empresas estatales enfrentan dificultades para “producir”.

Efectivamente, si se atiende a los datos del anuario de 2021, es posible comprobar la caída drástica de la importación de bienes intermedios —se exceptúa combustibles, aceites, minerales y conexos—, de 2018 a 2020 en 30 % mientras que la caída de la importación de bienes de capital fue de un 40 % lo cual explica en buena parte la reducción de la dinámica de la producción y el deterioro del sistema empresarial estatal.


Fuente: Anuario Estadístico de Cuba, 2021. Tabla 11.2.

En el caso de los alimentos esa caída fue mayor rozando el 65 % en relación a 1989.

Se olvida, además, que esa dependencia de la importación de bienes intermedios y de capital es una deformación estructural de la economía nacional, una falla que no ha logrado revertir ninguna estrategia, ni siquiera cuando tuvimos créditos baratos y precios justos y se logró alcanzar una participación de la producción industrial de más del 30 % en el PIB y las empresas estatales gozaban de ventajas que nunca volverán a reproducirse, entre ellas un tratamiento fiscal excesivamente blando.

Cierto que este gran deterioro es también una oportunidad de mejora que bien manejada podría tener impactos importantes aun cuando la inversión fuera casi marginal, pero es una oportunidad para todo el sistema empresarial cubano, para las empresas estatales, para las pymes, para la inversión extranjera. Se necesita generar incentivos, confianza y transparencia.

Si se desea que las pymes “produzcan y exporten” entonces serán necesarias reglas del juego adecuadas para inducir a estas empresas a ese propósito.

¿No es posible una política tributaria más proactiva hacia aquellas pymes que producen y/o exportan? ¿Acaso no es posible construir un régimen fiscal parecido al que existe en el Mariel para aquellas que tomen ese riesgo?

¿Por qué no modificar los regímenes arancelarios para ciertos productos que son “insumos” imprescindibles en producciones específicas de interés para el país y para la importación de ciertos equipos que también contribuyen a producir bienes finales?

¿Por qué no modificar el impuesto sobre utilidades, ese del 35 %, a aquellas pymes que desarrollen y produzcan bienes e introducir exenciones a aquellas que produzcan alimentos?

¿Por qué seguir demorando la creación de un Banco de Fomento Industrial y Agrícola?

¿Por qué seguir posponiendo el procedimiento para la creación de negocios entre el capital extranjero y las mipymes? ¿Por qué no hacerlo mucho más transparente y ágil que los que existen hoy en la Ley 118? ¿Por qué no descentralizar la aprobación de proyectos menores a un determinado monto en dólares hacia los gobiernos locales?

¿Por qué no crear fondos de microfinanzas a partir de las remesas o con participación de bancos extranjeros para el fomento de negocios dirigidos a la producción de bienes y en especial de alimentos?

¿Por qué no seguir ampliando las actividades que las formas de gestión no estatales pueden desarrollar?

¿Por qué no aprovecharlas mejor en nuestra lucha perpetua contra el bloqueo norteamericano?

¿POR QUÉ TANTA DEMORA SI TANTO SE HA DISCUTIDO, ESCRITO Y PROPUESTO? ¿Si la evidencia está demostrando la necesidad y la urgencia de ampliar la participación de estos actores en la economía nacional?

Cuando se revisa lo que se publica en las redes sociales es posible constatar que existe la intención manifiesta de hacer de las pymes la manzana de la discordia. Ya pasó a mediados de los noventa y el parto fue demorado treinta años.

Existe la intención de convertir a las pymes en el “enemigo del pueblo” y en la negación de los valores del socialismo, y de demostrar con ello la “equivocación del gobierno”. Es evidente la intención de usarlas como chivo expiatorio del fracaso del programa de ordenamiento monetario, como las causantes de la inflación, de la desigualdad y de la pobreza, todos fenómenos que ya existían antes de su nacimiento.

También se les quiere presentar como una de las razones del magro avance de la transformación del sistema empresarial estatal. Incluso se les quiere presentar como la puerta trasera por donde se despliega la “actividad enemiga”.

Hay intención de usarlas para dividir. Pero hace mucho ya que es tiempo de sumar, de encontrar el mínimo común múltiplo.

Se requieren políticas productivas que sumen el esfuerzo de todos los actores de la economía nacional. Cambiemos las reglas de juego y las pymes producirán.

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