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miércoles, 27 de septiembre de 2023

A treinta años del momento más crítico del periodo especial (1). Comentario HHC

Por  José Luis Rodríguez. Cubaperiodista



Se han cumplido en estos meses 30 años del verano de 1993, momento que marcó el punto de mayores afectaciones económicas y sociales de la crisis del periodo especial en Cuba, pero también fue entonces que se dio inicio a la recuperación de una crisis que parecía insalvable para nuestro país, si se tiene en cuenta que el impacto del Período Especial, a tres años de su inicio, el 29 de agosto de 1990, era enorme para la sociedad cubana.

Para tener una idea de la magnitud de la crisis que se enfrentaba, baste recordar que el PIB había caído un 34,8% entre 1989 y 1993, retrocediendo ese año al nivel de 1981; las importaciones se redujeron 75,3%; las inversiones bajaron 61,8%; la agricultura perdió 47,3% en el valor de su producción y la productividad del trabajo descendió 33,7%.

Adicionalmente, una enorme presión inflacionaria había crecido exponencialmente a partir de una reducción abrupta de la oferta de bienes y servicios, frente a un aumento relativo de la liquidez en manos de la población, que superaba el 66% del PIB. La inflación se manifestaba también en la depreciación del valor del peso cubano, cotizado en la economía informal entre 120 y 150 pesos por USD en el primer trimestre de 1994, frente a 7 pesos en 1990. De igual modo, el déficit de presupuesto llegó al 33% del PIB en 1993 y ya se manifestaba con fuerza la desmonetización de la sociedad, cuando comenzó a generalizarse el trueque entre la población debido a la pérdida de las funciones de la moneda nacional.

Por otro lado, y a pesar de la política implementada para proteger a la población, el consumo de los hogares por habitante cayó 34,6% de 1989 a 1993, con un insumo calórico que se redujo 34,5% y un insumo proteico, que descendió 37,7%. Esto significaba que -como promedio- la población cubana consumía en 1993 solo 1 863 kilocalorías diarias, de un mínimo vital estimado en 2 100, y 46 gramos de proteína, de un mínimo de 56. Tales niveles de subconsumo se mantendrían por debajo de lo requerido hasta 1996-1997. Esta reducción en la alimentación se estimaba como una de las causas probables de la aparición de enfermedades como el brote de neuropatía de origen tóxico-nutricional detectado en 1993, que alcanzaría una tasa de incidencia de 493,3 por 100 000 habitantes entre 1992 y 1996.

De igual modo, servicios básicos como el suministro eléctrico también sufrieron fuertes afectaciones, ya que la generación en relación con la capacidad instalada se redujo hasta un 38% en 1994, lo cual motivó que ya desde julio de 1992, comenzaran los cortes programados de electricidad, en condiciones en que el país vio reducida su disponibilidad de petróleo equivalente a unas 6,5 millones de toneladas anuales, de una necesidad mínima de 8,5 millones, lo que representaba un recorte del 50% respecto a los niveles de 1989.

A las consecuencias anteriormente señaladas se sumaría el incremento de las tensiones sociales que una situación de crisis como la descrita provoca. Estas tensiones tendrían su expresión más aguda en los desórdenes sociales que estallaron en agosto de 1994 y la llamada crisis de los balseros que se produjo en el segundo semestre de ese año. Sin embargo, un impacto de mayor extensión y calado en el tiempo se registraría como consecuencia del deterioro del nivel de vida de la población, que se manifestaría -entre otros indicadores- a partir de una caída estimada de 56% del salario real en cuatro años, aunque otros autores consideran que la disminución llegó hasta el 80%.

De igual forma, durante estos años se produjo una distribución regresiva de los ingresos, en medio de las presiones inflacionarias presentes, la que se agudizaría inevitablemente con la aprobación de las remesas de divisas, que comenzó a recibir una parte de la población a partir de agosto de 1993.

El coeficiente GINI mostraba hacia 1989 un valor de 0.25, que denotaba una distribución de ingresos equitativa. Sin embargo, los estimados disponibles para los años 90 muestran que el valor de ese coeficiente se elevó a una cifra entre 0.38 y 0.40, lo cual reflejaba el deterioro sufrido, aunque, aun así, el indicador se mantenía por debajo de los más importantes países de América Latina, que llegaba a 0.63 en Brasil; 0.52 en Argentina, Chile y México; 0.44 en Uruguay y 0.42 en Costa Rica.

Tampoco fue posible impedir en estos años el inicio de un proceso de reestratificación social. Según la socióloga Mayra Espina, este proceso llevó a que el índice de población en riesgo de no satisfacer sus necesidades elementales aumentaría de 6.3% en 1986 a 14.7% en 1995.

La distribución regresiva de ingresos tuvo como base la diversificación de sus fuentes debido a las remesas ya mencionadas, pero también fue debida a la expansión de la economía sumergida y el trabajo no estatal, así como la creación de fuentes de ingresos diferenciales en divisa para una parte de los trabajadores.

Esta polarización social creó a su vez condiciones favorables para el incremento de las conductas antisociales, con la emergencia de fenómenos tales como la prostitución, la corrupción y el delito, comportamientos en los que también se expresaba una pérdida de valores morales por un segmento de la población.

Las ideas básicas sobre las medidas de fondo para enfrentar la crisis del Período Especial serían esbozadas en el discurso pronunciado por el Comandante en Jefe Fidel Castro el 26 de julio de 1993.

En ese discurso se explicaron las razones que llevaban a la adopción de medidas que caracterizarían la política económica en el Período Especial. Al respecto se señalaría cómo en 1993 el país había dejado de percibir 450 millones de dólares por la caída de la producción azucarera, que sólo alcanzaría 4 millones 302 mil toneladas. Adicionalmente, se analizaría hasta qué punto se habían reducido los precios de las exportaciones de níquel, camarones y langostas, y la grave escasez de divisas que se enfrentaba. A lo anterior se sumaría en marzo, el impacto de la llamada Tormenta del Siglo, que dejó más de 1 000 millones de dólares en pérdidas.

Todo esto llevaba a la necesidad de adoptar inmediatamente un conjunto de complejas medidas que incluían: la despenalización de la tenencia y uso de la divisa en el país -incluyendo la recepción de remesas desde el extranjero-, y su captación comercial mediante un sistema de tiendas de recaudación de divisas (TRD), al tiempo que se ampliaban los permisos para visitas a Cuba por parte de la comunidad cubana en el exterior. Igualmente, se informaba sobre la necesidad de ampliar la inversión extranjera y adoptar medidas para reducir el exceso de liquidez en manos de la población.

Comenzaba a materializarse así una estrategia económica dirigida a avanzar en la recuperación y resistir el impacto de la crisis al menor costo social posible, al tiempo que se daban pasos para reinsertar la economía cubana en las nuevas condiciones, contando con el consenso político indispensable para ello.

La implementación de estas medidas comenzó entre agosto y septiembre de 1993, al emitirse el Decreto Ley Nº 140, mediante el cual se despenalizaba el uso de siete divisas convertibles en el país, dando inicio al régimen de dualidad monetaria que existió hasta el año 2020; el Nº 141, que legalizaba nuevamente el ejercicio del trabajo privado por cuenta propia,[2] y el 142, que creó las Unidades Básicas de Producción Cooperativa (UBPC), transformando profundamente el régimen de propiedad en la agricultura.

Sin embargo, en el contexto de las medidas adoptadas resaltaba, por su importancia y urgencia, la necesidad de frenar el desequilibrio financiero interno, que amenazaba ya con avanzar hacia un proceso de desmonetización y desorganización total de la actividad económica. Esa situación se abordó detalladamente en la segunda sesión ordinaria de la ANPP el día 28 de diciembre de 1993, en la cual se evaluó la situación financiera interna y la necesidad de discutir masivamente la misma con toda la población, lo que daría lugar a la realización de los llamados “parlamentos obreros” entre enero y marzo de 1994, un proceso que arrojó más de 530 000 propuestas que fueron analizadas en las sesiones extraordinarias de la ANPP del 1º y 2 de mayo de ese año.

En esa asamblea se aprobó un programa anti inflacionario que adoptó el nombre de Programa de Saneamiento Financiero del país, el que incluía reducir sistemáticamente el subsidio por pérdidas de las empresas y otros gastos presupuestarios e incrementar los ingresos fiscales; lograr la estabilidad de los ahorros; controlar la circulación de divisas en el país; introducir mecanismos de estímulo –en divisas- para los trabajadores que laboraban en las producciones estratégicas; valorar y decidir puntualmente la elevación de los precios y tarifas de productos y servicios seleccionados; implantar gradualmente un nuevo sistema impositivo; examinar la conveniencia de un cambio de moneda, como un elemento a tomar en consideración si las medidas a aplicar no daban los resultados esperados a corto plazo y facultar al gobierno a adoptar otras medidas que se consideraran para el saneamiento financiero del país.

Las medidas más importantes adoptadas a partir de entonces, y que completarían el impulso a la reanimación económica imprescindible, incluirían la aprobación en el verano de 1994 de la Ley Nº 73, que implementó un nuevo sistema fiscal; la creación del peso cubano convertible (CUC) en diciembre de 1994 y de las casas de cambio (CADECA) en octubre de 1995; la aprobación en septiembre de 1995 de la Ley Nº 77, que brindaba un marco legal apropiado a la inversión extranjera;[3] los Decretos Ley Nº 172 y 173 de 1997, que reestructuraron el sistema bancario nacional, y el Nº 187 de 1998, que implementaría el proceso de perfeccionamiento empresarial, entre las decisiones de mayor peso.

Los servicios sociales básicos, en lo fundamental, trataron de mantenerse aun en los momentos más difíciles del Período Especial. No obstante, en el orden social la recuperación fue más gradual y un impulso decisivo para superar las dificultades de la crisis solo se implementaría con más fuerza, a partir del inicio de la Batalla de Ideas en 1999.

En general puede decirse que el modelo económico que fue implantándose gradualmente durante los primeros años del Período Especial mantuvo el predominio de la propiedad estatal en la economía cubana, al tiempo que se abría un espacio a otras formas de propiedad social como las cooperativas en la agricultura y a esquemas no estatales como el trabajo por cuenta propia en un grupo de ocupaciones, así como la asociación con capital extranjero.

Este proceso fue acompañado por una mayor descentralización de la gestión de las empresas públicas y por el reconocimiento más amplio del mercado junto a una planificación centralizada más flexible.

Desde luego que las medidas esenciales que probablemente sería necesario adoptar en el Período Especial, se anticiparon ya en la Resolución sobre el Desarrollo Económico del País que se aprobó en el IV Congreso del PCC, celebrado en octubre de 1991.

Sin embargo, en la evolución económica y social del país para llevar a cabo estas transformaciones, una vez que desapareció la Unión Soviética en diciembre de 1991, no puede decirse que estuviera presente un programa de reforma preconcebido, ya que las medidas fueron estructuradas sobre una base coyuntural para dar respuesta a las necesidades de sobrevivencia del país y enfrentar la crisis en cada momento.

No obstante, en las decisiones fundamentales no hubo improvisaciones, pues al decidirse los cambios estuvo siempre presente la previsión de sus posibles efectos positivos y negativos. También cabe resaltar que las medidas aplicadas siguieron un orden riguroso para asegurar su efectividad. En efecto, primero se trabajó para frenar la inflación mediante la reducción del déficit presupuestario, lo que se unió al incremento selectivo del grupo de precios y tarifas, a partir de aquellos que lograron el mayor respaldo en los parlamentos obreros. En segundo lugar, la introducción del peso cubano convertible y el mercado cambiario para la población, solo se implementaron cuando ya la economía había comenzado un proceso gradual de estabilización y se lograba que creciera nuevamente el PIB.

Este proceso de ajuste macroeconómico fue igualmente un proceso adaptado a las condiciones específicas de Cuba, si bien se estudiaron las experiencias de países como Vietnam y China.

En la misma medida en que se consideró el Período Especial como una etapa emergente que interrumpió el proceso de construcción del socialismo en Cuba, muchas de las medidas adoptadas no tendrían un carácter irreversible y otras fueron consideradas concesiones temporales.

Un elemento definitorio en este sentido fue planteado por el Comandante en Jefe Fidel Castro el 6 agosto de 1995 al señalar: “Nosotros no podemos guiarnos por el criterio de lo que nos guste o no nos guste, sino de lo que es útil o no es útil a la nación y al pueblo en estos momentos tan decisivos para la historia de nuestro país (…). Hemos dicho que estamos introduciendo elementos de capitalismo en nuestro sistema, en nuestra economía, eso es real; hemos hablado, incluso, de consecuencias que observamos del empleo de esos mecanismos. Sí, lo estamos haciendo”.

Todo lo que se hizo en estos años no hubiera sido posible sin el  apoyo a la Revolución, que se constató ya desde que se lanzó el Llamamiento al IV Congreso del Partido en 1990, documento que fue discutido por toda la población. En una encuesta realizada en mayo de ese año se reflejó que solo el 0.1% de los planteamientos cuestionó integralmente al socialismo; se propuso el transito a una economía de mercado por uno de cada 20 000 planteamientos y se apoyó el pluripartidismo en una de cada 10 000 opiniones. Adicionalmente, en las elecciones de diputados a la ANPP, celebrada en 1993, el 95.06% de los electores emitió el voto unido por todos los candidatos propuestos en la boleta electoral.

De este modo puede afirmarse que el factor más importante que permitió resistir las mayores dificultades del Período Especial fue la existencia de una conciencia política en la población, con un profundo concepto de la libertad y de la soberanía nacional, lo que la preparó con una fortaleza excepcional, para defender el proyecto socialista frente a las adversidades de una crisis de muy severas consecuencias para la vida de todos los cubanos. También fue un factor político fundamental la clara comprensión por parte de Fidel y la dirección revolucionaria de las contradicciones económicas y sociales que rápidamente se desarrollarían en el Período Especial y su correcta solución.

Al cabo de 30 años, todas estas experiencias acumuladas en los años más duros del Período Especial, merece ser tomada en cuenta considerando los resultados exitosos que se obtuvieron con las medidas aplicadas bajo la dirección de nuestro Comandante en Jefe, que no vaciló en modificar rápidamente aquello que no dio los resultados esperados y rectificó los errores que pudieran haberse cometido sin demora.

Una síntesis del significado de esta etapa tan difícil, la brindaría el propio líder cubano, al señalar años después: “Puede ser que nos olvidemos, pero a cada rato debemos recordarnos qué terrible golpe significó para este país la catástrofe soviética y la desaparición del campo socialista. A veces hablamos como si eso no hubiera ocurrido, como si viviéramos en condiciones normales. HHC: Negritas negras.

Agosto de 2023

Notas

[1] Este trabajo se basa en el libro del autor titulado “El Período Especial en Cuba: La batalla económica” en proceso de publicación.

[2] El trabajo por cuenta propia se había aprobado por primera vez mediante el Decreto Ley Nº 14 de 1978, pero –producto de violaciones de lo establecido en su implementación- se redujo al mínimo en el proceso de Rectificación de Errores y Tendencias Negativas que comenzó a partir de 1986.

[3] Hasta ese momento se había trabajado con lo que prescribía el Decreto Ley Nº 50 de 1982, para negocios con el capital extranjero.

Comentario HHC: Hay un dicho mexicano, que se plantea, por su forma, de modo indirecto y con ello se dan consejos para que nadie se ofenda: " Te lo digo Juan para que lo entiendas Pedro". Este es el caso, que por supuesto hay que adecuarlo a las circunstancias actuales, pero es una " guía para la acción". 

11 comentarios:

  1. El momento más crítico del periodo especial 2.0 se anunciará hoy en la mesa redonda, estamos cerca de la opción cero, nada de lo que se ha hecho ha funcionado, no hay arroz , ni azúcar, ni harina ni combustible para octubre.

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  2. En extrema pobresa y un presidente viajando el mundo con su esposa, se me parece este contexto al de la revolución francesa, el pueblo en la última miseria y Mariantonieta comprándose un súper collar. Cuidado, tanto al rey como a la reina fueron decapitados.

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  3. No hay liderazgo político!!!!

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  4. Más claro no puede ser, José Luís con estas notas sobre el cruento periodo especial de los 90, está exponiendo las cosas tal y como fueron y a la vez las medidas tomadas para revertir aquella situación, al menos en su estadio más agresivo, porque no nos hemos desprendido de aquel período de crisis, ahora estamos en una nueva temporada, pero donde se evidencia el desconcierto y con la agravante que no somos el mismo pueblo, ni está Fidel.

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  5. Y cómo se les hace llegar esto a los decisores si no leen?

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  6. Excelente clase magistral que muchos han olvidado Mucho se pudiera escribir como lo han hecho valiosos y reconocidos economistas, sociólogos,politólogos etc no propuestas para lograr las reformas necesarias ym

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  7. Bienvenides a la Temporada V del Período Especial. Dicen que los guionistas de esta son los de la primera y pasaron por un curso de filmografía de terror. Creo que vienen con buenas ideas. Terror sin huevos

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  8. Excelente recuento. Ahí están las medidas tomadas y los resultados alcanzados sin apelar a la privatización de importantes sectores de la economía como la producción agropecuaria la gastronomía y servicios importantes para la población, así como tampoco se permitió la existencia de un mercado desreguladio con precios especulativos todo esto propio de una política economica neoliberal capitalista que ha dado al traste con lo más valioso de la obra de la revolución como la justicia social, la equidad, la seguridad alimentaria y la salud de todo el pueblo, se perdió la revolución de los humildes y para los humildes, donde hoy los ricos son cada vez más ricos y los pobres más pobres.

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  9. Va y se habla con José Luis y como hizo Alfredo, el que fue ministro del MINEM, acepta por un periodo dirigir el MEP. Con ese muelero de Gil no hay solución. Si no ha renunciado ya es porque su ignorancia le impide darse cuenta de sus limitaciones.

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  10. No es su ignorancia, es su cinismo, oportunismo e hipocresía.. de eso está llena la casita.

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