¿Es económicamente sustentable seguir creciendo en nuevas habitaciones, cuando la tasa de ocupación de las existentes en los mejores años de arribo de turistas apenas alcanzó el 60 %?
El turismo fue y debe seguir siendo uno de los sectores estratégicos de la economía nacional; muy pocos osan discutir esa afirmación. El turismo es por donde empezaron las transformaciones allá por mediados de los 80 en Cuba. Fue el primer sector en el cual se firmó un “negocio” con inversión extranjera, un hotel que aún sobrevive al tiempo y todavía con algunos trabajadores que han permanecido fieles al mismo.
El turismo fue además el primer sector en el que se ensayó una estrategia para competir con destinos establecidos que lo aventajaban, no solo en experiencia. También en infraestructura hotelera y extrahotelera, en personal con competencias adecuadas, en publicidad, en acceso a mercados.
Eran destinos con mejor calidad de productos —en especial alimenticios— y servicios de todo tipo —desde taxis hasta telefonía— y con conocimiento de sus mercados emisores. Tienen facilidades de entrada y de salida de los países, poseen conexiones para hacer multidestino de forma individual. Pueden competir en precios de la mayoría de esos servicios… Y, además, no llevan sobre su cabeza la presión del bloqueo de Estados Unidos y de la constante propaganda contra Cuba que busca desestimular a los potenciales viajeros e inversionistas.
El turismo en Cuba fue, además, un sector que emergió cuando el campo socialista se derrumbaba.
He querido listar estas ventajas de los competidores, porque a veces es bueno ponerle rostro a las cosas.
Pese a que Cuba no alcanzó la meta de llegada de turistas durante 2022, los viajeros canadienses frenaron la crisis para alcanzar una recuperación de más del 200% con apenas 15.6 % de ocupación hotelera, frente a 2021 cuando apenas tuvo 5.7% de las habitaciones ocupadas. ♦ Ver más. |
¿Cómo se logró?
Para poder nacer y crecer enfrentando obstáculos, el turismo también fue pionero en una estructura institucional y en un modelo de gestión que adelantaba lo que años después se aspiró a que fueran todos los ministerios. Se convirtió en un Ministerio con apenas unas decenas de funcionarios, que le dio espacios de actuación y decisión a sus empresas y sus empresarios.
El milagro se hizo y en muy poco tiempo se convirtió este archipiélago en uno de los diez destinos más importante de las Américas.
Es cierto que nada es perfecto. Es cierto que, a pesar de haber logrado ser un factor de reactivación de la industria nacional —entre otras razones gracias a FINATUR—, no se pudo servir tomates y lechugas “hechas en Cuba” a los turistas. También es cierto que durante mucho tiempo se desperdició el potencial que el sector privado significaba para compensar esos déficits. Fundamentalmente por trabas que, para sorpresa de muchos, de alguna manera y a veces de forma transfigurada, subsisten.
Treinta y cinco años después
Pasadas más de tres décadas, tenemos una planta hotelera que compite en número de habitaciones con algunas islas del Caribe. Sin embargo, la ocupación está lejos de la de nuestros competidores.
La pregunta que se desprende se ha hecho en muchas ocasiones: ¿Es económicamente sustentable seguir creciendo en nuevas habitaciones, cuando la tasa de ocupación de las existentes en los mejores años de arribo de turistas apenas alcanzó el 60 %?
Otra pregunta es obligada: ¿Es financieramente razonable invertir en nuevas habitaciones cuando la tasa de retorno real puede prácticamente duplicar el tiempo establecido para la recuperación de la inversión?
La capacidad total de habitaciones hoteleras en República Dominicana supera los demás países de la región del Caribe y de Centroamérica, con más de 80 mil unidades de alojamiento disponibles en el año 2018 y una tasa de ocupación hotelera por encima del 85 %. ♦ Ver más. |
Para que la habitación de un hotel cuatro o cinco estrellas pueda ser utilizada como tal, el hotel debe estar en funcionamiento. Es la razón por la que el costo de una habitación parece tan elevado cuando se examina un proyecto de desarrollo hotelero. Ese costo, en dependencia del proyecto, puede estar desde los 100 mil hasta por encima de los 200 mil dólares por habitación. Si el hotel no funciona, la habitación no puede cumplir con el propósito para la cual fue construida; digamos que no puede realizar su “valor de uso”.
Sin embargo, resulta curioso que otras habitaciones, en hoteles que sí funcionan, tampoco puedan realizar su “valor de uso” por encontrarse “fuera de orden”.
Una plaga indeseable
Tener habitaciones fuera de orden es una de las plagas que corroe la actividad turística en cualquier lugar del mundo. Las razones por las que una habitación es considerada así son disímiles, algunas de ellas de mucho peso, como por ejemplo, el deterioro del sistema de aire acondicionado.
Puede haber otras causa que parecen no ser tan decisivas, como el goteo de una ducha, por ejemplo; pero que en definitiva afectan el confort al que el cliente aspira y por el cual ha pagado ¡por anticipado!
No existe una serie temporal pública sobre las habitaciones fuera de orden que el sector turístico cubano. A pura memoria, recuerdo que en el año 2018, en la discusión del informe que rindiera el Ministerio de Turismo a la Asamblea Nacional en diciembre de ese año, se habló de 11 mil habitaciones en esa condición.
El sector turístico cubano exhibe hoy una cantidad de habitaciones fuera de orden que realmente impresiona: son alrededor de 13 mil.
El total de habitaciones en los diferentes tipos de establecimientos que dan servicio de alojamiento era en 2021 de 81 382; de ellas 70 mil habitaciones en hoteles desde una hasta cinco estrellas. Es muy probable que en 2022 se hayan incorporado algunos miles más; pongamos que 2 mil más.
En 2018 existían 67 mil habitaciones en hoteles de todo tipo de estrellas (se excluyen en estos datos las habitaciones privadas). Así que esas 11 mil habitaciones fuera de orden significaron el 16 % de todas las habitaciones hoteleras.
En el año 2022, asumiendo que las habitaciones hoteleras hayan crecido en esas 2 mil que mencionamos antes, esas 13 mil habitaciones fuera de orden podrían estar sobre el 18 % de todas las habitaciones en hoteles: ¡casi la quinta parte!
Ya en 2018, el Ministro de Turismo declaraba que con relación al desarrollo de las inversiones “que no se trata solo de construir hoteles nuevos. Precisamente un gran por ciento de los planes de inversiones aprobados cada año va dirigido a modernizar y actualizar la planta hotelera existente”.
Esas 13 mil habitaciones fuera de orden serían equivalentes a casi 29 hoteles de 450 habitaciones.
Es cierto que, dada la tasa de ocupación media anual que hemos tenido, esas miles de habitaciones fuera de orden no tienen un impacto determinante en los ingresos turísticos, ¡porque no hay necesidad de ocuparlas!
Puede ser una razón para entender por qué aun cuando se invierte mucho en cada habitación de cada hotel en Cuba, tener de forma persistente en el tiempo una cifra elevada de habitaciones fuera de orden no resulta una preocupación a atender de forma priorizada.
En otras palabras: existen muchas más habitaciones disponibles que pueden cubrir la “demanda” de alojamiento de los turistas que arriban al país.
No obstante, cada habitación fuera de orden es un activo que no está en condiciones de recuperar el dinero invertido en él, por una sencilla razón, ha perdido su valor de uso y gravita contra la finanzas del hotel y contra las finanzas del país.
¿Son necesarias nuevas habitaciones?
Tampoco es posible negar que se necesitan nuevas habitaciones hoteleras para modernizar la planta física. Porque luego de varios años de explotación, algunos de esos hoteles y sus habitaciones sufren de obsolescencia moral y material, en especial porque quedan lejos de las nuevas exigencias de estándares de calidad.
Llama la atención que con solo un 15 % de ocupación, una de las dificultades reconocidas sea la falta de abastecimientos e insumos. ¿Qué hubiera ocurrido de haber tenido un 50 % de ocupación?
Pagar a proveedores internacionales y nacionales debe ser una regla inviolable. También es cierto que el turismo se ve seriamente afectado por la distorsión cambiaria y el impacto de la misma en los precios de los insumos nacionales.
El contrasentido de construir más habitaciones teniendo una ocupación que no rebasa el 15,6 % y además manteniendo el 18 % de las habitaciones hoteleras fuera de orden sólo es posible resolverlo ¡con turistas!
Para ello habría que repensar muchas cosas, entre ellas:
♦ volver a la filosofía y la práctica de aquel Ministerio que fue ejemplo en la gestión descentralizada de sus empresas, incluyendo los relanzados esquemas cerrados de financiamiento en divisas;
♦ incorporar de forma más efectiva esa nueva fortaleza que es el sector no estatal; hacer más flexibles la operación de los contratos de administración hotelera. ¿Para qué contratar el servicio de administración a compañías extranjeras de experiencia si después no les dejamos hacer lo que necesitan?;
♦ promover las alianzas —pública-pública, pública-privada, privada-privada— entre todos los actores que se relacionan con el sector;
♦ recuperar la capacidad de arrastre del sector mediante la “modernización” del esquema financiero que empleó FINATUR, —o creando uno nuevo que incorpore las nuevas realidades de nuestra economía—;
♦ convertir a cada cubano emigrado en un promotor consciente o inconsciente del turismo hacia Cuba;
♦ promover el turismo local y lo local en el turismo nacional, reconociéndose sus espacios y apoyándolo;
♦ y, sobre todo, mejorar los incentivos a los trabajadores del sector porque en un “mercado laboral” donde han aparecido nuevas oportunidades dentro y fuera, se necesita que ellas y ellos se sientan prósperos si queremos conservarlos.