LUNES, 26 DE JUNIO DE
2023
Por Fidel Vascós
González
La palabra “socialismo” encierra diversas
interpretaciones. Entre ellas, la de ser una doctrina económica y
socio-política en el terreno teórico; un modo de producción y distribución de
productos; la sociedad que sustituirá al capitalismo; la sociedad antesala del
comunismo. También se complementa con adjetivos que tratan de precisar
particularidades, por ejemplo: socialismo utópico; socialismo científico;
socialismo árabe; socialismo de Estado; socialismo democrático.
En este caso me referiré al socialismo de
Estado altamente centralizado implantado en la URSS posterior a la muerte de
Lenin y que fue generalmente aceptado como el único modelo “realmente
existente” de socialismo. Este modelo se convirtió en el referente obligatorio
para los países que pretendían ser socialistas y aprovechar las ventajas al
respecto que brindaba su incorporación al Consejo de Ayuda Mutua Económica
(CAME) organización creada en 1949 y al que Cuba se integró en 1972.
Desde esa fecha y hasta la disolución de este
organismo internacional en 1991 Cuba fue asumiendo las características del
modelo de socialismo de Estado, aunque con algunas innovaciones que tenían en
cuenta ciertas características nacionales cubanas. No obstante, los principales
rasgos propugnados por el CAME dibujaron la estructura, organización y
funcionamiento de la mayor de las Antillas en la economía y los aspectos
político-sociales correspondientes.
En la experiencia de este modelo en la URSS se
alcanzaron grandes aciertos en su desarrollo. Por citar algunos, garantizó el
auge de la economía nacional, el avance social y el progreso científico-técnico
del país de los soviets; diseminó el socialismo en el planeta; aseguró el
establecimiento de varios Estados con esa orientación; experimentó nuevos
métodos de dirección de la economía; respaldó el desarrollo económico y social
en numerosos países, así como la liberación de decenas de colonias en varios
continentes; jugó un destacadísimo papel en la derrota del fascismo hitleriano
y en la salvaguardia de la paz mundial.
Junto a estos éxitos se acumularon múltiples
causas que condujeron a su desintegración. En mi opinión lo factores negativos
internos jugaron el papel decisivo en este trágico desenlace, a lo cual
coadyuvó la agresiva política injerencista y contrarrevolucionaria de las
potencias imperialistas. Acepto que la base económica es decisiva en el rumbo
de las sociedades humanas, pero su influencia no repercute en el corto plazo,
sino como tendencia en el mediano y largo plazo. Lo verdaderamente influyente
en el corto plazo son los elementos de la superestructura que incluye las instituciones,
las ideas en la economía, la política, la cultura y los aspectos sociales, así
como la conducta de los ciudadanos y las organizaciones.
Basado en esta concepción y según mi análisis,
entre las causas internas mas importantes de la debacle soviética hay que
señalar las graves afectaciones a la moral y a la vida espiritual de los
pueblos de la URSS infligidas por la política represiva ejercida en la etapa
estalinista y la falta de libertad en varios aspectos de la proclamada
democracia socialista. Ello debilitó el factor imprescindible para alcanzar la
victoria socialista: el apoyo de las masas populares a la dirección política.
El alejamiento de la realidad, el dogmatismo, el sectarismo y el subjetivismo
se manifestaron claramente en el Partido Comunista de la Unión Soviética al
plantear en su Programa, en octubre de 1961, que en la URSS estaría construido
el comunismo, en lo fundamental, en 1980; cuando en realidad ni se alcanzó el
comunismo y, lo que es peor, once años después de esa fecha habían desaparecido
la Unión Soviética, el CAME y los demás países socialistas europeos. Lo que
aquí he narrado es una clara demostración que el desarrollo económico y social
ocurre en un rumbo espontáneo que no puede planificarse plenamente.
A partir de este cataclismo económico, social,
político e ideológico a escala mundial, Cuba comenzó a intentar la adaptación
de su modelo de socialismo al nuevo momento histórico. Mediante el socorrido
método de “prueba y error”, en la sociedad cubana se han introducido diferentes
cambios en su organización y funcionamiento. No obstante, durante los 32 años
ya transcurridos en estos afanes el proceso no ha avanzado suficientemente, ni
ha sido lineal ni concebido integralmente como, en mi opinión, debió haber
sido. De ahí que en su desarrollo se han registrado marchas y contramarchas y
cierto nivel de improvisación con resultados discutibles y en gran parte no
exitosos.
Sostengo que los cambios diseñados y aplicados
no han modificado la esencia del modelo de socialismo de Estado heredado del
CAME y se mantiene la excesiva centralización administrativa, ya obsoleta, en
el terreno económico, político y social. Para la buena marcha de la Revolución
socialista cubana creo imprescindible entrar de lleno a modificar la esencia
del modelo de socialismo de Estado altamente centralizado promovido por la URSS
que aún está presente entre nosotros. Ratifico que este no es el único modelo
de socialismo y que puede haber otros con diferentes características. Comprendo
que no es una tarea fácil ni realizable en un corto plazo y que comporta
peligros que nos pueden desviar de la ruta más conveniente para el pueblo
cubano. Pero un peligro aun mayor es mantener sin cambios el núcleo duro del
modelo centralizado aún existente defendiendo un statu quo que ya resulta más
perjudicial que beneficioso para las necesidades populares.
En este empeño para cambiar el modelo creo que
ayudaría definir las bases conceptuales sobre las cuales se erigiría el nuevo
socialismo cubano. Hay que repensar el socialismo para alcanzar plenamente sus
principales objetivos que en Cuba constituyen la independencia nacional y la
justicia social. Al respecto adelanto las consideraciones siguientes.
La diferencia clave entre el socialismo y el
capitalismo no está en la propiedad estatal sobre los medios de producción ni
en el modo de realizar la gestión empresarial con el uso del mercado como
regulador de la economía. Tanto en el socialismo como en el capitalismo existe
la propiedad estatal sobre los medios de producción y se utiliza el mercado en
la gestión de las empresas. La diferencia está en el destino del producto y en
el contenido y objetivos que se proyectan en los ámbitos de la superestructura,
tanto en el espacio nacional como en el internacional.
Para aclarar mas estas consideraciones expongo
lo siguiente.
El capitalismo implanta la extrema
diferenciación social entre los seres humanos, promueve la guerra con fines de
explotación y de injerencia en los asuntos internos de otras naciones, usa la
fuerza y amenaza con ella para alcanzar sus aviesos propósitos, tergiversa los
fines de la democracia, la defensa de los derechos humanos, las libertades
individuales del ser humano, agrede el medio ambiente, entre otras
manifestaciones de su conducta expoliadora.
Por su parte, el socialismo procura la
igualdad entre los seres humano sin pretender el igualitarismo, promueve la paz
y la solidaridad internacional, así como la ayuda mutua entre las naciones,
diseña y aplica la más amplia democracia, garantiza realmente los derechos humanos
y las libertades individuales con vistas a la plena emancipación de las
personas, protege el medio ambiente, entre otras manifestaciones de su
humanismo.
Teniendo en cuenta estos conceptos considero
que la propiedad estatal sobre los medios de producción no es la base principal
de la economía socialista y que la propiedad no estatal no debe considerársele
subordinada o tratarla como un complemento de la estatal. Ambas deben
desarrollarse en competencia leal según las leyes objetivas del mercado. A su vez,
la democracia debe adoptar las modalidades de la democracia directa en la cual
los ciudadanos aprueban con carácter vinculante los principales asuntos
públicos, tanto en el nivel nacional como territorial, incluyendo la democracia
directa electoral en la cual los electores no solo elijan sino también postulen
a sus representantes en el Estado. Todo ello en un ambiente de plena libertad
individual y colectiva de pensamiento, expresión y manifestación en la cual
solo se censuren los insultos y agresiones a otros y los intentos de derrocar
por la fuerza a la Revolución cubana.
Estos postulados informan el diseño y
aplicación de lo que he dado en llamar el “modelo cubano autóctono de
socialismo democrático de mercado” que es, en mi opinión, al que debemos propender,
abandonando el actual modelo de socialismo de Estado altamente centralizado
heredado de la URSS y del CAME.
La Habana, 2023-06-26