Gracias, Silvio. Este debate que se ha producido entre nosotros a partir del trabajo de Vascós es muy útil y necesario porque se produce entre “veteranos” que dedicamos buena parte de nuestras vidas a materializar el proyecto revolucionario creado por Fidel y sus principales colaboradores a lo largo de los años. Aprovecho para recordar que las palabras socialismo y comunismo no aparecieron en el programa del Moncada, ni en La Historia Me Absolverá, ni en muchos de los pronunciamientos iniciales de 1959, a pesar de que ya desde el 1ro. de enero de 1959 comenzaron a implementarse los cambios que Fidel delineó y que todos sabíamos y apoyábamos más allá de las etiquetas de socialismo o capitalismo. “La Revolución era tan verde como nuestras palmas reales.”
Lo que a muchos nos atrajo a las filas revolucionarias, tuviéramos el origen que tuviéramos (proletario, campesino, pequeño burgués o burgués), fue que percibimos que ese era el único camino para lograr lo que entonces considerábamos era la superación de las cuatro grandes frustraciones nacionales que nos había dejado la República fundada en 1902 y sustituida en 1976 por la Constitución de ese año. Esas cuatro frustraciones se resumían en 4 objetivos generales fundamentales: independencia nacional, justicia social, economía autosostenida basada en la apropiación de nuestros recursos y en la justa distribución de los frutos de nuestro trabajo, y un buen gobierno, libre de corrupción y de venalidad administrativa.
Poco a poco se fue asumiendo que esos grandes objetivos sólo se podían lograr sustituyendo el capitalismo como base del régimen económico social y construyendo en su lugar un régimen socialista, aunque nadie tenía muy claro qué significaba realmente basar nuestro desarrollo económico, social y político en un modelo socialista. Después de tratar de construir un modelo socialista distinto, el que no se sacrificara ni la libertad ni la producción de pan, abrazamos una forma de socialismo que ya existía y aparentemente era efectiva. En aquellos tiempos a nivel mundial, se había impuesto como modelo socialista el realmente existente en la Unión Soviética, China y el campo socialista europeo. Aunque Fidel y el Che habían detectado las falencias de ese socialismo, después de muchos intentos de ensayo y error, al final en los años 70 se adoptó en lo esencial ese modelo que bautizaré como lo hace la mayor parte de la ciencia social de izquierdas: socialismo realmente existente.
Como se demostró desde entonces y con posterioridad, ese modelo tenía demasiadas insuficiencias y comenzó a hacer aguas. Los liderazgos de los partidos comunistas en el poder en Europa y Asia iniciaron procesos de reformas entre fines de 1970 y la primera mitad de 1980. Vale recordar que esas reformas se produjeron cuando en Cuba ya se había adoptado un modelo similar al realmente existente en Europa que trajo prosperidad a nuestro país aunque esa prosperidad escondía un grave problema que nos ha pasado cuentas: estaba basado en gran medida en los subsidios que nos venían de Europa en distintas formas, subsidios que estaban motivados por lo general en la importancia que tenía para la URSS y el campo socialista europeo nuestra posición geopolítica y en la significación que tuvo para ese bloque la solidaridad que Cuba logró recabar a nivel global precisamente gracias a sus proyecciones internacionalistas. Cuba bañó de legitimidad un modelo socialista que ya se percibía con problemas en el resto del mundo, entre otros por los graves crímenes cometidos por Stalin antes y después de la Gran Guerra Patria.
Esas reformas al socialismo realmente existente en Europa y Asia llevaron a dos resultados distintos: el colapso del socialismo realmente existente y su sustitución por el capitalismo en la URSS y Europa Oriental; el rediseño del modelo socialista en Asia incorporándole numerosos elementos de capitalismo o economía de mercado. En este último caso se logró algo que era imprescindible: las economías de esos países comenzaron a desarrollarse y a prosperar, aunque con importantes costos sociales.
Pero yo alertaría que ese socialismo del cual estamos hablando, adoptado en lo esencial por nuestro país por medio de la Constitución de 1976 y del Nuevo Sistema de Dirección de la Economía, sólo podía ser apropiado para nuestro país si hubiera lograba cuatro objetivos: independencia nacional (condición insustituible para lograr todo lo demás); prosperidad individual y colectiva; equidad y justicia social; y sostenibilidad en el tiempo. Inicialmente se avanzó en esta construcción a pesar de que Estados Unidos nos hizo una guerra sucia multicarriles que ha tenido siempre dos objetivos fundamentales: destruir y socavar cualquier esfuerzo por lograr la prosperidad; y crear una oposición pro capitalista y pro norteamericana que asuma el poder y lleve el país a su estado neocolonial anterior. Ambos objetivos se coaligan y tenemos que estar conscientes que si no se resuelve el problema de avanzar económicamente hacia la prosperidad el proyecto que hemos estado construyendo quedará socavado y abrirá el camino para el segundo objetivo que se propone Estados Unidos. En parte debido a la ofensiva contrarrevolucionaria encabezada por Estados Unidos, pero en parte por nuestros propios errores, los objetivos apuntados más arriba no se lograron y se pusieron en crisis por la caída del campo socialista. Esa crisis no ha sido totalmente superada aún.
Dicho todo esto, creo que tenemos que aceptar varias realidades por duras que parezcan:
· no estamos aún en Revolución; ya la Revolución se hizo, con sus logros y sus errores; sin embargo, el poder político no está en manos de las fuerzas políticas pro capitalistas aunque esas fuerzas existen dentro de nuestra sociedad, que se compone tanto de los que vivimos en Cuba como de los que viven fuera. Estamos en un período histórico post-revolucionario y la principal tarea de la vanguardia política es preservar los logros revolucionarios y crear al mismo tiempo un modelo socio-político que nos garantice el cumplimiento definitivo de los cuatro objetivos básicos que expliqué arriba, en lo nacional, en lo social, en lo económico y en lo político.
· De esos objetivos hay 2 (independencia nacional y justicia social) cumplidos en un alto grado, pero con insuficiencias sobre todo en la justicia social, fundamentalmente debido a que el modelo socialista que adoptamos no resolvió el tercer gran objetivo: una economía próspera sustentable basada en la apropiación de nuestros recursos naturales y en la organización de la fuerza de trabajo en un modelo que creara suficiente riqueza por nuestros propios esfuerzos.
· El modelo político que se ha creado no es todavía todo lo democrático y respetuoso de los derechos humanos que necesitamos. Por otra parte tenemos preocupantes bolsones de corrupción que no hemos sido capaces de superar. Todo ello crea debilidades y vulnerabilidades fácilmente explotables por el imperialismo y los que persiguen la restauración del capitalismo en Cuba.
· En el contexto actual, sólo nos salvaremos si logramos crear ese nuevo modelo económico, social y político por nuestras propias fuerzas y en condiciones en que prevalecen las medidas coercitivas unilaterales impuestas por Estados Unidos, cuya eliminación no se avizora a pesar de su evidente falta de legitimidad y moral.
Me parece que ponernos a discutir sobre la base de lo que es o no es revolucionario o de lo que es o no es socialista constituye un ejercicio estéril que nos desvía de lo que tenemos que debatir realmente: ¿cuáles son las fórmulas económicas, sociales y políticas que nos llevarán más efectivamente a lograr prosperidad, justicia social y sostenibilidad, teniendo en cuenta los éxitos y fracasos de nuestra historia reciente desde 1959, y el contexto global en que se estamos inversos, nos guste o no? Si son fórmulas que le dan espacio a las fuerzas del mercado (algo que muchos consideran es un irremediable retorno al capitalismo que queremos evitar) pues que así sea. Sólo sabremos si funcionan o no mediante el viejo método de ensayo y error. En mi opinión, no hay de otra.
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Estimado Alzugaray: