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miércoles, 16 de octubre de 2024

Las importaciones y nuestra mentalidad

De la década del 80 hasta la fecha, Cuba no ha logrado un saldo positivo en el balance de bienes en ningún año.




Es verdad y lo es desde hace mucho: en economía, casi siempre hemos mirado hacia fuera antes que buscar adentro. No es nuevo, es parte y producto de nuestra historia, de nuestra condición de archipiélago, de nuestro relativamente pequeño tamaño, de nuestra posición geográfica. Es, de alguna manera, una rémora heredada del colonialismo, del neocolonialismo y luego de nuestra relación tan especial con la URSS, que nos permitió hacer grandes cosas y disponer de una fuente inagotable de recursos casi con independencia de nuestra capacidad para pagarlos.

Pero todo lo anterior es solo una parte de la explicación de la alta “propensión” a importar de la economía nacional.

Aunque pasa por la subjetividad, por aquello de que solo estamos a 90 millas del más grande mercado del mundo, de que en ese mercado cada vez viven más cubanos, que internet, WhatsApp y todas las otras tecnologías nos ponen delante de los ojos productos de “allá” que queremos tener “aquí” —muchos sin duda muy buenos—, lo cierto es que hay razones objetivas, asociadas a las características estructurales de la economía cubana, que de alguna manera convierten en casi incurable la propensión a importar. Volveremos a esto más adelante.

Sustituir importaciones fue uno de los “instrumentos, propósitos, objetivos” de la concepción estructuralista de desarrollo liderada por la CEPAL desde los años 50. No lo logró del todo América Latina, tampoco nosotros.

De la misma forma, tener una “política de sustitución de importaciones” ha sido una necesidad reconocida por muchos economistas cubanos, incluso antes de 1959; en parte inspirados en las concepciones cepalistas y en parte porque la realidad del país lo hacía evidente. El recorte de la cuota azucarera primero y su eliminación después, la reducción del comercio con Cuba y el bloqueo después, sin duda reforzaron las razones que, desde la teoría, se esgrimían sobre lo estratégico de lograr una efectiva sustitución de importaciones. Sustituir importaciones era una parte esencial en el empeño de reducir la dependencia económica de nuestro país.

Por eso, desde 1959 la sustitución de importaciones como un propósito / meta / objetivo ha estado presente en la estrategia de desarrollo de Cuba en sus diferentes etapas, y en los planes quinquenales desde 1975. Todavía hoy lo está, lo cual, lamentablemente, es una señal inobjetable de que no hemos alcanzado, ni medianamente tal propósito, y no porque no se haya intentado.

¿Qué dicen los datos?

En la década de 1950 a 1959, Cuba exportó 6 700,3 millones de pesos e importó 6 200,1 millones de pesos, obteniendo en esa década un balance comercial positivo de 500 millones de pesos cubanos. Dos años, 1957 y 1958 exhibieron balance comercial negativo.

En la década de 1960 a 1969, las exportaciones alcanzaron los 6 327,9 millones mientras las importaciones se elevaron a 8 978,8 millones, dejando un saldo negativo de 2 651 millones de pesos. En esta década, excepto el año 1960 —que tuvo un balance positivo de 28 millones de pesos—, todos los otros tuvieron un balance comercial negativo.

Entre 1970 y 1979 el comportamiento fue como sigue: exportaciones por valor de 21 592,5 millones y las exportaciones se elevaron a 24 605 millones, lo cual arrojo un saldo negativo de 3012,6 millones. En esa década todos los años tuvieron un balance negativo, excepto 1974 —fue positivo con 11 millones de pesos.

De 1980 a 1989, las exportaciones fueron 51 795,3 y las importaciones 67 684,3, para un saldo negativo de 15 889 millones. De esta década en adelante y hasta la fecha no se ha logrado un saldo positivo en el balance de bienes en ningún año.

En la década del 90, exportaciones por 20 867,4, importaciones, 37 467,8 un saldo negativo de 17 600,4.

En la primera década del siglo XXI, exportaciones por valor de 24 036,9 millones e importaciones por 74 492,2 y un saldo negativo de 50 455,3 millones.

De 2010 a 2019, las exportaciones fueron 38 640,3 y las importaciones 119 670,8, para un saldo negativo de 81 030,5 millones.

Ni siquiera en los momentos en que Cuba disfrutaba de acuerdos beneficiosos con la URSS que incluían precios justos para nuestras exportaciones a ese país, pudo hacerse efectiva una política de sustitución de importaciones que cambiara esa tendencia/padecimiento/ de la economía cubana. Tampoco se materializó el propósito de la sustitución de importaciones en esos años de este siglo en que disfrutamos de una relación beneficiosa con Venezuela. En ambos períodos, el monopolio estatal sobre las importaciones era prácticamente absoluto y la planificación, altamente centralizada, abarcaba prácticamente toda nuestra economía.

Otro aspecto que resulta interesante es el hecho de que en esos años en que nuestra integración al CAME modeló desde la industrialización hasta el comercio exterior en Cuba, la isla experimentó un desarrollo industrial poderoso, creando capacidades —mismas que hoy no tenemos— que, al menos teóricamente, permitían aquel propósito de sustituir importaciones y ganar independencia —no autarquía— económica.

Sin embargo, a pesar de tener financiamiento barato, precios justos y acceso relativamente privilegiado a mercados prácticamente cautivos, aquel propósito de sustituir importaciones no se alcanzó.

Adelante tres hipótesis muy elementales sobre el porqué.

Hipótesis 1:

El rol asignado a Cuba dentro de la división internacional socialista del trabajo no favorecía la estrategia de sustitución de importaciones.

Sin duda hubo sesgo hacia la especialización en bienes primarios, no obstante, si se revisan los convenios firmados por nuestro país es posible comprobar las oportunidades significativas que dicha relación brindó.

En 1976, Cuba y la URSS firmaron un nuevo convenio de colaboración económica y científico-técnica, que abarcó el período de 1976 a 1980. En dicho convenio se estableció la cooperación mutua en las ramas de la energética, la metalurgia no ferrosa, la refinación de petróleo, industria ligera, riego, drenaje y suelos, prospección geológica y otros rubros igualmente importantes. Se estableció, asimismo, el inicio de los trabajos de una planta siderúrgica y otra átomo-energética y además se fijó un precio de compra mínimo para el azúcar de 30,40 centavos por libra, cuyo precio se estableció sobre bases resbalantes, o sea, de acuerdo a los precios de las mercancías de la URSS, que debíamos comprar.

Hipótesis 2:

Las estrategias de sustitución de importaciones no alcanzaron sus objetivos porque faltó consistencia entre las políticas implementadas y los instrumentos utilizados.

Una revisión de la política arancelaria y la política cambiaria podría arrojar luz al respecto. Es cierto que una tasa de cambio sobrevaluada y el acceso “fácil” a productos elaborados hace difícil lograr una sustitución de importaciones efectiva.

Hipótesis 3: El bloqueo de EE. UU. constituyó un factor negativo en el propósito de lograr un proceso de eficiente de sustitución de importaciones.

Tener acceso limitado a determinados mercados y productos que pudieron haber contribuido con la sustitución de importaciones es una realidad difícil de cuantificar. Sin embargo, el mismo bloqueo impuesto por el mayor mercado del mundo, a solo 90 millas, sirvió de “barrera protectora” para el naciente sector productivo cubano. Esa oportunidad es también difícil de cuantificar.

En resumen, en aquella época tuvimos una relación comercial muy favorable para algunos de nuestros productos, créditos en condiciones inmejorables y protección respecto de las empresas más eficientes y productivas extranjeras, una aceptable capacidad productiva y energía barata, y aun así no logramos una sustitución de importaciones efectiva.

Es probable que una de las tareas más difíciles que de nuevo haya que asumir en algún momento sea la de diseñar una política de sustitución de importaciones que permita avanzar hacia un grado mayor de independencia económica. Esta vez, no tendremos una relación comercial favorable, ni créditos blandos con períodos de gracia que nos den un respiro, ni energía barata y estaremos dentro de un mundo muy competitivo, dominado por grandes compañías capitalistas transnacionales. Esta vez no tenemos esa capacidad de respuesta que un día nuestro sistema productivo alcanzó y aún estamos sumergidos en desequilibrios que hacen mas compleja esa arquitectura. Solo para poner un ejemplo, la debilidad de nuestro sistema productivo requiere de insumos casi masivos, la devaluación de la moneda nacional —la misma que favorece las exportaciones y beneficia a un grupo de empresas nacionales que exportan— encarece aquellos insumos necesarios para reactivar / relanzar/ modernizar nuestro sistema productivo. ¿Qué hacer?

Pero, si queremos avanzar, junto a la promoción eficiente de exportaciones y la sustitución de exportaciones, necesitaremos una política de sustitución de importaciones que aproveche aquellas fortalezas que aún nos quedan, que sume e incentive a todos los agentes / actores en el propósito, que genere y respete compromisos y produzca la confianza imprescindible. Por eso me aventuro a decir que la política de sustitución de importaciones solo tiene sentido si es parte esencial de una política de desarrollo productivo del país.

2 comentarios:

  1. La 1ra Ley de Reforma Agraria uno de sus tres objetivos fundamentales era la sustitución de importaciones. Recuerdan aquella campaña publicitaria "Consuma productos cubanos, ke así también se hace Patria "

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  2. Como cambian los tiempos Benancio

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