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domingo, 28 de enero de 2024

Pocos incentivos para producir energías renovables en Cuba

Las políticas y medidas no estimulan lo suficiente las inversiones del sector no estatal y la ciudadanía en las energías renovables.




Alrededor del 95 % de la generación eléctrica en Cuba proviene de fuentes fósiles. Para facilitar la producción sustentable de energía limpia en comunidades rurales, varios proyectos de cooperación internacional financian la instalación de paneles fotovoltaicos en diversos territorios del país.

Foto: Jorge Luis Baños/ IPS

Este producto periodístico forma parte de la cobertura especial Nuevos actores económicos y desarrollo local en Cuba (2023-2025).
#DesarrolloLocalParaCrecer

La Habana, 24 ene.- Aunque cada vez más personas y negocios privados buscan la autonomía energética mediante la instalación de paneles solares, muy pocos deciden invertir en las energías renovables con el fin de vender su excedente de electricidad al Estado cubano.

Cuba promueve y expande el uso de energías “limpias” desde hace décadas, al punto de convertirlo en política. En 2019, el gobierno emitió el Decreto-Ley No. 345 sobre el “desarrollo de las fuentes renovables y el uso eficiente de la energía”.

Dos mipymes privadas en el sector de energías renovables

Los fundadores Lucendi empezaron en 2016 como electricistas, con una licencia de trabajadores por cuenta propia. Dos años después, incursionaron en el sector emergente de la energía renovable.

Pronto se centraron en tres aristas de servicios: luminaria, energía fotovoltaica y automatización de procesos vinculados con la domótica.

En marzo de 2022, Lucendi se reconstituyó como una mipyme y empezó a importar por sí misma. Hoy está compuesta por tres socios y unos 10 trabajadores.

La mipyme Renova surgió en Camagüey, en noviembre de 2021. Además de instalar paneles solares y sistemas de energía eólica, ofrece servicios técnicos en todo el país relacionados con las tecnologías de la comunicación, la informática y sistemas de protección y vigilancia. Ya suma más de 500 contratos.

Incluso trazó un programa con vistas a lograr en 2030 que el 37 % de la electricidad producida en la nación caribeña provenga de fuentes hidráulicas, fotovoltaicas, eólicas o de biomasa.

La estrategia de cambiar la matriz energética del país no solo pretende aunar el esfuerzo estatal, sino también el de la ciudadanía.

Por ello, el Ministerio de Finanzas y Precios emitió en 2021 la Resolución 359, que fijaba el precio por la energía –procedente de fuentes renovables– entregada al Sistema Eléctrico Nacional (SEN) por productores independientes del sector residencial: tres pesos cubanos el kilowatt hora (kWh), que hoy equivalen a 0,025 centavos de dólar al cambio oficial.

En octubre de 2023, la misma entidad aprobó la Resolución 238 que duplicó ese monto. Además, en la normativa se eximió hasta ocho años del impuesto sobre utilidades a los actores económicos que ejecutan proyectos de generación de electricidad con fuentes renovables de energía, y del impuesto aduanero en la importación de los equipos para dicho propósito.

Sin embargo, los resultados son poco alentadores De acuerdo a los últimos indicadores de la Oficina Nacional de Estadística e Información, apenas 4,1 % de la oferta energética en 2022 no provino de combustibles fósiles.

La producción de energías renovables fue menor a la del año anterior: 753 gWh (1 Gigawatt hora es igual a 1 000 000 kWh) contra los 925,2 de 2021. Esto se debe esencialmente a la decadencia de la industria azucarera cuyo bagazo sirve de materia prima para la electricidad.

La energía renovable como prioridad

Ante la demanda en el mercado de sistemas de respaldo energético con dispositivos generadores de energías renovables, brotan negocios dedicados a la instalación y el mantenimiento de estos, como Lucendi, en La Habana, y Renova, en la central provincia de Camagüey.

Según Javier Amador, uno de los socios de Lucendi, la política empleada por el Estado cubano para incentivar el uso de energías renovables no llega a ser tan estimulante como parece.

“La energía fotovoltaica en Cuba debería ser una prioridad, más con la situación energética que padece el país ahora mismo. Un cliente que tenga ahorros considerables es uno menos que consume de la red y una potencia menos que debe generar el país”, analiza.

Además, especifica que no existen regulaciones que eximan de impuestos aduaneros a la importación de estas tecnologías con destino a la comercialización; tampoco, de impuestos sobre la venta (las exenciones son específicamente para “proyectos de generación de electricidad”).

“Cuando traemos y vendemos un contenedor de materiales fotovoltaicos, pagamos lo mismo que si fueran hornos eléctricos. Los primeros son beneficiosos para el consumo energético y los otros, muy perjudiciales”, dice César Santos, otro de los socios de Lucendi.

Tales gastos impositivos encarecen el precio final del servicio y espantan a posibles clientes interesados, comenta.

Si no da negocio, nadie invierte


“La energía fotovoltaica en Cuba debería ser una prioridad, más con la situación energética que padece el país ahora mismo. Un cliente que tenga ahorros considerables es uno menos que consume de la red y una potencia menos que debe generar el país”, considera Javier Amador, uno de los socios de la mipyme Lucendi. (Foto: Tomada de la página de Lucendi en Facebook)

Para exportar energías renovables al SEN, explica Amador, la empresa eléctrica comprueba si los equipos instalados cumplen con las normativas técnicas cubanas y si el sistema está aterrado de forma correcta. Entonces cambia el contrato y entrega un metrocontador bidireccional, que permite tanto suministrar como recibir electricidad.

Pero: “¿Cuánto te cuesta si la consumes y cuánto te pagan si la exportas? Son dos caras a analizar”, advierte.

Después de todo, la tarifa de electricidad, que además se salda en una moneda devaluada, es ínfimamente menor que el coste de importar en divisas los equipos necesarios. “Cuando haces los cálculos, te conviene más consumir de la red”, añade.


Aerogeneradores en el parque eólico Gibara 1 utilizan el viento para obtener electricidad, en el municipio homónimo, en la provincia de Holguín, en el oriente cubano. El país aspira a que en 2030 al menos el 37 % de su electricidad provenga de energías renovables. (Foto: Jorge Luis Baños/ IPS)

Bajo esa lógica, el incentivo para exportar energía es muy bajo (6 pesos cubanos el kWh, que equivalen a 0,05 centavos de dólar al cambio oficial): “Entre lo que te ahorras supuestamente, lo que te pagan y lo que cuesta comprar e instalar el sistema, no hay un beneficio económico”, sentencia.

De acuerdo a Rusbel Álvarez, especialista de comunicación y marketing de Renova, no tienen casi solicitudes con el objetivo de inyectar energía en redes.

“En el país eso todavía está muy incipiente. No hay una propuesta que sea atractiva para que las personas se decidan a invertir (en energías renovables). Ese problema no sucede en Europa, donde muchas personas viven de vender energía. La mayoría de nuestros clientes nos contratan para obtener una autosuficiencia energética”, puntualiza.

Emprendimientos como Lucendi y Renova tienen demanda en el mercado por esa razón: la de poseer energía aun cuando se va la luz.

“No es la parte económica, ni ahorrar dinero en gasto de electricidad, sino cuánto vale cuando no hay”, refiere Amador sobre algunos emprendimientos, por ejemplo de informática, que pueden perder ingresos con los cortes energéticos. “Si no da negocio, nadie invierte”, concluye Álvarez. (2024)

Política monetaria en Cuba: Entre el paradigma y la realidad. Miradas 2023 ( V)

Por CARLOS LAGE CODORNÍU Y KARINA CRUZ SIMÓN

Introducción

La Conceptualización defiende el funcionamiento del peso cubano como «única moneda y centro del sistema financiero nacional», la cual «cumple adecuadamente sus funciones de dinero». Para ello, aboga por garantizar el «equilibrio monetario y financiero», mediante la gestión de «la cantidad de dinero necesaria en circulación», la tasa de interés, una «tasa de cambio fundamentada», y otras herramientas regulatorias dentro del esquema de planificación (Partido Comunista de Cuba, 2017).

Otras lecturas de la Conceptualización evidencian el alcance de la política monetaria: primero, la estabilidad monetaria es un prerrequisito para el «desempeño eficaz y eficiente de la economía», «premisa fundamental» del modelo; segundo, colocar a los salarios como «la fuente fundamental de ingresos» de la población depende del poder adquisitivo de la moneda en la cual estos se expresan; tercero, los procesos de sobre emisión monetaria abren espacio al incremento de las desigualdades y la acumulación de capital mediante la concentración de mercados, el arbitraje y la especulación.

De esta forma, la política monetaria, entendida como las acciones de las autoridades dirigidas a garantizar la estabilidad del poder adquisitivo de la moneda, adquiere una relevancia medular dentro del modelo económico. Dicha relevancia crece en la medida en la que, como parte de las transformaciones de la Actualización, se descentraliza la planificación, se otorga autonomía a empresas públicas y gobiernos locales, adquieren mayor protagonismo las formas de propiedad privada y cooperativa, y crecen las relaciones comerciales, financieras y culturales con el exterior.

Sin embargo, para una economía pequeña, subdesarrollada y —desde hace seis décadas— bloqueada, alcanzar la soberanía monetaria ha sido toda una quimera. Cuba no tuvo su propio sistema monetario hasta 1914. Desde entonces y hasta 1959 el peso cubano coexistió con el dólar, para luego circular en solitario durante tres décadas, pero dentro de un modelo donde las relaciones monetario-mercantiles tuvieron un papel subsidiario. El colapso del campo socialista llevó a profundas reformas las cuales incluyeron, en 1994, el reconocimiento de una dolarización parcial de facto mediante la despenalización de la tenencia de divisas. Desde 2004, la dualidad monetaria pasó a ser entre dos monedas nacionales, pero en 2019 se regresó a un esquema de dolarización parcial, esta vez institucional y «plástico».1 En 2021, en un contexto de aguda contracción del Producto Interno Bruto y desequilibrios macroeconómicos acumulados, se implementó el proceso de Ordenamiento Monetario.2. Casi dos años después persisten la multiplicidad de monedas y tipos de cambio.

A 15 años de iniciada la actualización del modelo y siete de la aprobación de la Conceptualización, ¿se puede decir que se hace política monetaria en Cuba?, ¿cuáles son los márgenes de maniobra de las autoridades?, ¿cuáles restricciones institucionales limitan el actuar de la política monetaria?.

Para responder a estas preguntas el presente capítulo inicia con una descripción de la evolución de las principales variables monetarias en la última década. Asimismo, se estudian los factores que explican la estabilidad monetaria alcanzada en el sector de los hogares desde 1996 y su deterioro desde mediados de la década pasada. Por último, se discute un grupo de restricciones institucionales y estructurales las cuales limitan la conducción de la política monetaria en Cuba.

Estabilidad monetaria en la última década: indicadores

En el último decenio se experimentaron cambios trascendentales en la economía cubana, a partir del inicio de la Actualización. En este proceso, un objetivo central ha sido ubicar al peso cubano en el centro del funcionamiento de la economía nacional. Pese a ello, la evolución de las variables monetarias refleja un distanciamiento de este propósito.

Un rasgo que ha caracterizado el entorno monetario en los últimos años es la existencia de altas tasas de crecimiento de la cantidad de dinero, en contraste con una economía que desde 2010 ha mostrado señales de estancamiento y que en 2020 se contrajo un 10.9 % (Ver ilustración 1). Entre 2010 y 2019 los agregados monetarios M2 y M2A,3 aumentaron como promedio anual 8.0 % y 8.2 %, respectivamente, mientras que el PIB a precios constantes creció a un ritmo de apenas un 2.1 % anual.


Dentro de los agregados monetarios, el componente que experimentó mayor dinamismo en este período fue el efectivo, el cual se expandió un 9.7 % en promedio anual. Como resultado, la proporción del efectivo respecto a los activos monetarios totales de la población (M2A) ha mostrado una tendencia creciente, pasando del 50.0 % en 2010 al 56.0 % en 2019. Ello refleja una mayor preferencia por el circulante, a pesar de los esfuerzos realizados en los últimos años para promover el uso de medios de pago electrónicos.

En 2020 el M2 y el M2A registraron un crecimiento anual de 24.0 % y 22.4 %, respectivamente; como resultado de las medidas asociadas al incremento salarial del sector presupuestado en 2019, el enfrentamiento a la pandemia de covid–19 y el Ordenamiento Monetario. En este año el efectivo se incrementó un 22.0 %.

Entre 2010 y 2019 se registraron niveles bajos y estables de inflación, al tomar como referencia tanto los cálculos de la ONEI como estimados internacionales. En este período, los valores promedios de crecimiento de los precios se ubicaron entre un 1.0% (Oficina Nacional de Estadísticas e Información, 2021) y 5.0% (EIU, 2022) (ver ilustración 2).



Sin embargo, la existencia de cifras reducidas de inflación no es coherente con una combinación de altas tasas de crecimiento de la cantidad de dinero y un estancamiento del producto.

Estas incongruencias responden a que, en la economía cubana, dada la existencia de una proporción importante de precios regulados y segmentación de mercados, los desequilibrios monetarios no solo se expresan a través de inflación, sino también de ahorro forzoso, inflación reprimida, depreciación del tipo de cambio informal y mayores presiones a la inconvertibilidad de la moneda nacional.

Por otro lado, a pesar de la estabilidad de precios y los esfuerzos de incrementos salariales en los últimos 25 años, el salario real aún no ha superado el nivel previo a la crisis de los años noventa. El salario real de 2019 representaba el 72 % del valor de 1989. Ello planteaba la singularidad de que, si bien la inflación era baja, los niveles de precios eran altos con relación a los ingresos de los hogares.

En el período 2020-2022 hubo un quiebre de la tendencia de estabilidad de precios, al registrarse los mayores valores de inflación en 25 años (ver ilustración 2). Ello respondió a una conjugación de factores internos y externos, donde destacan la crisis generada por la pandemia de covid–19, el recrudecimiento del bloqueo de EE.UU., las medidas asociadas a la redolarización de la economía y al Ordenamiento Monetario, así como la acumulación de distorsiones estructurales y desequilibrios macroeconómicos de etapas precedentes.

En 2019, 2020 y parte de 2021 se registró una importante recuperación de los salarios reales, producto de varios incrementos de los ingresos estatales, asociados a medidas puntuales del gobierno y el Ordenamiento Monetario. Sin embargo, la inflación ha anulado estos impactos. Según diferentes estimados, para 2022 se habría retrocedido entre 3 y 4 años en términos de salarios reales. Este comportamiento podría continuar de persistir la inflación y no ajustarse los salarios en términos nominales.

Para una economía pequeña, abierta y con crecientes vínculos comerciales y financieros con el exterior, el tipo de cambio resulta una variable monetaria primordial. Por más de dos décadas el tipo de cambio informal se mantuvo estable y su trayectoria tomó como referencia el tipo de cambio (fijo) oficial en el sector de los hogares, dentro de una banda implícita dada por los márgenes comerciales del sistema financiero y el gravamen a la compra de dólares en efectivo.

Desde 2019 se rompió esta tendencia, como resultado de una caída abrupta de la oferta de divisas —en lo fundamental por la disminución de las remesas y el turismo— y una expansión considerable de la demanda —aumento de salarios y pensiones, reducida oferta en pesos y dolarización de un segmento del comercio minorista—.

Entre septiembre de 2019 y octubre de 2022 el tipo de cambio informal registró una depreciación acumulada del 574 % (Ver ilustración 3).


Como muestra el análisis anterior, hasta 2019 la economía cubana preservó una relativa estabilidad en sus principales indicadores monetarios, en especial en el sector de los hogares. Aunque prevalecían fenómenos de inflación reprimida, ahorro forzoso y otras manifestaciones de desequilibrios monetarios, durante este período los arreglos institucionales y de política existentes fueron exitosos en la preservación del poder adquisitivo del peso en el sector de los hogares.

Anclas nominales y deterioro de la disciplina monetaria

Una tormenta perfecta de shocks externos e internos 4 explica en gran medida el deterioro del entorno monetario desde 2019. No obstante, desde antes se fueron abandonando arreglos institucionales que resultaron esenciales para alcanzar la estabilidad macroeconómica con posterioridad a la crisis de los años noventa. La pérdida de estas anclas no solo generó presiones inflacionarias adicionales, sino que redujo el margen de maniobra de las autoridades para gestionar shocks externos y el impacto de ajustes nominales de la magnitud del Ordenamiento Monetario.

En primer lugar, la escasa variación de precios en el comercio minorista estatal durante décadas representó una importante ancla de precios finales, costos y expectativas. En 2010 el 87.2 % del consumo de los hogares se realizaba en estos establecimientos (Oficina Nacional de Estadísticas e Información, 2021), lo cual generaba una referencia para la formación de precios de bienes sustitutos o complementarios, estabilidad a la compra de insumos y certidumbre para las inversiones del sector privado.

Sin embargo, en 2020 el peso del comercio estatal dentro del consumo final de los hogares se había reducido en 16 puntos porcentuales respecto a 2010, mientras que el comercio privado había crecido 13 puntos (Oficina Nacional de Estadísticas e Información, 2021). Si a ello se suman sesgos de medición y el incremento de la oferta informal de bienes —tanto nacional como importada—, se puede suponer un peso mucho mayor del sector privado en la determinación de precios finales.

En segundo lugar, existió por más de 20 años un mercado cambiario sostenible en el sector de los hogares (Cadeca), que operaba como ancla de costos y expectativas. El esquema garantizó durante este período disponibilidad de divisas para satisfacer la demanda de los hogares —incluidos privados y turistas—, así como el financiamiento de actividades del sector estatal. Sin embargo, el efecto combinado del incremento de medidas coercitivas norteamericanas, la crisis de la pandemia de la covid–19 y la dolarización de la economía llevaron a la suspensión de los servicios de venta de divisas a los hogares a través de Cadeca y del sistema bancario al tipo de cambio oficial.5 Ello otorgó un protagonismo creciente al mercado informal de divisas, donde la depreciación del peso supuso una de las principales y más volátiles fuentes de presiones inflacionarias.

Por otra parte, cierta disciplina fiscal,6 y una política de ingresos restrictiva limitaron las presiones de demanda entre 1996 y 2014. En este periodo los déficits fiscales promediaron un 3.0 % del PIB. Por su parte, los salarios estatales evolucionaron de manera discreta desde los años noventa, con la excepción de aislados incrementos en sectores dinámicos o de importancia sistémica.

A partir de 2015 comienza a observarse un deterioro de la disciplina fiscal. Desde ese año y hasta 2019 el déficit fiscal promedió un 7.1 % del PIB, al generar en ese periodo tanta deuda pública como entre 1996 y 2014. El impacto de la pandemia de la covid–19 y la crisis internacional, así como las medidas asociadas al Ordenamiento Monetario llevaron los déficits fiscales a 17.7 % y el 11.7 % del PIB en 2020 y 2021, respectivamente (Oficina Nacional de Estadísticas e Información, 2022). Las expansiones sostenidas del gasto público generaron presiones al incremento de los precios, en especial en un escenario de aguda contracción de la oferta de bienes y servicios, e implementación de políticas de descentralización y desregulación de los mecanismos de formación de precios.

A lo anterior se sumó la relajación de la política de ingresos mediante un incremento salarial al sector presupuestado en 2019 —el mayor de su tipo en décadas—, el aumento de salarios y pensiones asociado al Ordenamiento Monetario —estimado en 4.5 veces—y la flexibilización de los mecanismos de distribución de utilidades y pagos de salarios de las empresas estatales.

El principal conflicto de estas medidas, deseables desde el punto de vista social o como parte de otras políticas de la actualización del modelo, radica en haberse llevado a cabo en momentos de aguda contracción de la oferta total de bienes y servicios.

Para 2022 estas tres anclas habían sido abandonadas: i) protagonismo y estabilidad de los precios minoristas regulados en la estructura de consumo, ii) estabilidad del tipo de cambio de Cadeca y iii) control del déficit fiscal y la política de ingresos (ver ilustración 4).



Aunque la pandemia de la covid–19, el contexto internacional, el incremento de las sanciones norteamericanas y la implementación del Ordenamiento Monetario complejizaron de manera notable el escenario, el abandono de estas anclas revela causas anteriores y de fondo, las cuales responden a la gestión de conflictos de política en la actualización del modelo económico.

Por un lado, políticas como la reforma migratoria y la ampliación del sector privado produjeron cambios en el entorno que no se acompañaron de los andamiajes institucionales necesarios para gestionar la política monetaria en un nuevo contexto: mayor presencia del sector privado, menor segmentación entre el sector estatal y de los hogares, incremento de la economía informal,7 y mayores vínculos comerciales y financieros de hogares y privados con el exterior.

El recurrente uso en los últimos años de los controles de precios —herramienta útil para entornos jerárquicos, pero poco efectiva en otros más descentralizados—, podría reflejar esta insuficiente adaptación al nuevo escenario.

Por otro lado, el retraso en la implementación de transformaciones medulares anunciadas obligó a las autoridades a tomar medidas parciales para avanzar en otras esferas de la actualización y hacer frente a demandas de determinados sectores o shocks externos.

Así, el incremento de los déficits fiscales permitió proteger al sector exportador e incrementar los pagos estatales al sector agrícola —ante la postergación del Ordenamiento Monetario—, pero a costa de resquebrajar la disciplina monetaria y financiera (González, 2021).

A su vez, se apostó por la dolarización del comercio minorista como una vía para incrementar la atracción de remesas y competir con los circuitos de importaciones informales, en un entorno de contracción de los ingresos externos, pero a riesgo de generar presiones inflacionarias, depreciación del peso y profundizar las desigualdades sociales.

Las causas de las cosas: restricciones institucionales a la política monetaria en Cuba

La experiencia exitosa de los noventa mostró que incluso en entornos de mercados poco desarrollados y frente a múltiples shocks externos, es posible llevar a cabo estrategias de estabilización macroeconómica ágiles y duraderas. En apenas tres años —entre 1992 y 1994— se logró ajustar las principales variables macroeconómicas, que preservaron valores robustos hasta la segunda década del presente siglo. Sin embargo, luego de las primeras medidas estructurales y de saneamiento financiero no se avanzó de manera suficiente en la institucionalización de la política monetaria. 8

La persistencia de anclas nominales mostró una experiencia positiva de estabilización en el sector de los hogares, pero incompleta. Se trataba de una estrategia de política «pasiva», no basada en el uso de instrumentos y reglas de política explícitas,9 a la vez que persistían importantes desequilibrios en el sector empresarial. Una vez que se abandonaron las anclas, las autoridades quedaron sin esquemas de estabilización de precios y quedó revelada la existencia de distorsiones institucionales de fondo que explican los reducidos márgenes de maniobra para hacer política monetaria en Cuba.

En primer lugar, el limitado desarrollo y regula- ción de los mercados de bienes y servicios provoca que la mayoría de los mecanismos de transmisión de la política monetaria que reconoce la literatura y la experiencia internacional no funcionen en las condiciones específicas de la economía cubana. Los controles extendidos sobre la variable precios, junto a una débil autonomía de las empresas estatales, provoca que los precios no sean herramientas eficaces de señalización, ni los principales criterios para la toma de decisiones por los agentes en amplios segmentos de mercado.

En segundo lugar, la economía cubana está signada por la segmentación de mercados —acceso diferenciado a los mercados de bienes, crédito y moneda entre el sector de los hogares y el estatal—, lo cual genera discontinuidades en los mecanismos de transmisión monetarios. Aunque el Ordenamiento Monetario y otras transformaciones recientes apuntan a su superación, aún permanecen barreras administrativas al libre flujo comercial y financiero entre segmentos.

En tercer lugar, en la economía prevalecen bajos niveles de bancarización e intermediación financiera, a pesar de los notables esfuerzos del gobierno en los últimos años por promover la mayor utilización de los medios de pago electrónicos y los incentivos positivos que en este aspecto generó la pandemia de covid–19. La mayor demanda por efectivo de hogares y privados y el bajo peso del crédito —apenas del 7 % del PIB— reducen la capacidad del sistema financiero de servir como canal «natural» de trasmisión de las intervenciones del banco central hacia los objetivos finales de política monetaria.

En cuarto lugar, en Cuba opera un régimen de tipo de cambio fijo con estrictos controles cambiarios que gestionan de forma administrativa los cre- cientes desequilibrios de la balanza de pagos.10 El manejo administrado de la cuenta corriente desconecta los flujos de divisas y la emisión monetaria, al tiempo que resalta la relevancia de la política monetaria, incluso ante la presencia de un régimen de tipo de cambio fijo. La agudización de la inconvertibilidad del peso y el incremento de la dolarización, representan en la actualidad los principales desafíos estratégicos para recuperar las funciones dinerarias del peso cubano.11

En quinto lugar, los procesos de creación de dinero están determinados de manera amplia por el rol del presupuesto del Estado en la economía. Entre 2010 y 2019, el déficit fiscal representó, como promedio, más del 55.0 % del incremento del agregado M2. Este fenómeno, el cual se amplifica si se tienen en cuenta las cuasifiscalidades,12 redunda en: i) el predominio de los subsidios y otras transferencias fiscales como fuente de financiamiento, en detrimento de la intermediación financiera y ii) el protagonismo de la emisión primaria —mecanismo fundamental de financiación del presupuesto—13 dentro de los procesos de creación de dinero.

En sexto lugar, se combinan débiles mecanismos de coordinación macroeconómica y ambigüedad en cuanto a la definición de la autoridad monetaria. A pesar de existir espacios de diálogo y coordinación macroeconómica, la persistencia de elevados déficits fiscales y la laxitud para implementar incrementos salariales en entornos inflacionarios dan cuenta de fenómenos de dominancia fiscal.14

Por su parte, el BCC rinde cuentas al gobierno por los resultados de la actividad comercial y la calidad de los servicios de los bancos comerciales, antes que por el cumplimiento de los objetivos de política monetaria (Cruz, 2021). Al mismo tiempo, las herramientas con que cuenta —encaje legal, servicios de ventanilla, intervenciones en el mercado interbancario, control de las tasas de interés— tienen muy poca capacidad de impactar sobre los objetivos finales de política. Como resultado, el BCC tiene el mandato de garantizar la estabilidad del poder adquisitivo de la moneda,15 pero no tiene los instrumentos ni rinde cuentas por ello.

En resumen, la política monetaria se enfrenta a entornos macro y microeconómico los cuales restringen la actuación de los principales canales de transmisión monetarios, al tiempo que complejizan la evaluación, monitoreo y gestión de desequilibrios macroeconómicos. Los desajustes en el mercado monetario no se manifiestan única o esencialmente a través de la inflación, sino también mediante inflación reprimida, ahorro forzoso, excesos de liquidez, inconvertibilidad de la moneda, depreciación del peso en los mercados informales y presiones a una mayor dolarización.

Los instrumentos tradicionales de política que describe la literatura tienen muy poco impacto sobre los objetivos finales, mientras se adolece de una insuficiente coordinación macroeconómica, la cual se evidencia en la existencia de dominancia fiscal y en la indefinición sobre la autoridad monetaria en Cuba. A inicios de la tercera década del siglo, los márgenes de maniobra de las autoridades para gestionar el equilibrio monetario son reducidos. Ello explica, en parte, la insuficiente reacción ante los primeros shocks del Ordenamiento Monetario y los fenóme- nos inflacionarios recientes. Al no existir un esquema institucional de metas, objetivos, instrumentos y toma de decisiones, las autoridades deben recurrir a la experimentación y el empleo de medidas de corto plazo que suponen nuevos y mayores conflictos de política. Más allá de las soluciones particulares a la compleja coyuntura actual, se precisa institucionalizar los espacios de conducción de la política monetaria y la coordinación macroeconómica, fortalecer capacidades y dar continuidad a las reformas estructurales pendientes del Ordenamiento Monetario y la actualización del modelo.

Conclusiones

La Conceptualización otorga especial relevancia a la consolidación de las funciones dinerarias del peso cubano y su estabilidad, de manera que pueda colocarse como centro de gravedad del sistema monetario y financiero nacional.

Sin embargo, durante la etapa en que se ha enmarcado la Actualización se han registrado los mayores retrocesos en términos de estabilidad y fortalecimiento de la moneda nacional en los últimos 30 años. Si bien desde 2019 la conjugación de profundos shocks externos y medidas de política impactaron con severidad sobre las condiciones macroeconómicas, desde mediados de la década pasada se venía deteriorando la disciplina fiscal y monetaria, a la vez que se reflejaban limitaciones para adaptar la conducción de la política monetaria a cambios en el entorno.

Ello derivó en la pérdida de tres anclas medulares para el control de los precios en el contexto específico cubano: protagonismo y estabilidad de los precios minoristas regulados en la estructura de consumo, estabilidad del tipo de cambio de Cadeca y control del déficit fiscal y la política de ingresos. Más allá de la urgencia que supone la solución de los desequilibrios monetarios actuales y el análisis sobre las anclas que garantizaron décadas de estabilidad en el sector de los hogares, resulta relevante abordar los desafíos institucionales que limitan la actuación de la política monetaria en Cuba.

El bajo desarrollo de las relaciones monetario- mercantiles, los reducidos niveles de intermediación financiera, el peso preponderante del Presupuesto, así como los mecanismos de control cambiario, suponen la existencia de diversas formas de expresión de los desequilibrios monetarios (diferentes de la inflación) y la poca efectividad de los instrumentos tradicionales para impactar sobre los objetivos finales de política. La insuficiente coordinación macroeconómica y la indefinición de funciones respecto a la autoridad monetaria limitan la capacidad de respuesta institucional y de solución de conflictos de política ante shocks inflacionarios.

Se trata de desafíos complejos que no podrán resolverse en el corto plazo y requieren de una importante interconexión y secuencia con otras transformaciones de la actualización del modelo. Sin embargo, su solución empieza hoy, desde la generación de consensos y la comprensión de la relevancia de estos temas para avanzar en objetivos medulares de la Conceptualización.

Citas

1 La redolarización parcial de la economía se oficializó a partir de la creación de un grupo de mercados estatales dirigidos a la comercialización de bienes en moneda extranjera solo mediante tarjetas magnéticas: es decir, se excluye el empleo de efectivo en las transacciones.

2 Este proceso tuvo entre sus principales objetivos: la eliminación de la dualidad monetaria y cambiaria, la corrección de subsidios y gratuidades indebidas y la modificación de los ingresos de la población (salarios y pensiones).

3 El M2 y el M2A miden la cantidad de dinero que existe en la economía. El agregado M2 incluye el efectivo en circulación, las cuentas corrientes, el ahorro a la vista y el ahorro a plazo fijo en moneda nacional de personas naturales y jurídicas. El M2A contiene estas mismas partidas pero solo para el sector de la población.

4 Ejemplos son: el recrudecimiento del bloqueo, impactos de la crisis internacional sobre el financiamiento, los precios de alimentos y combustibles y las cadenas de suministro glo- bal, incrementos de salarios y déficits fiscales producto del Ordenamiento y el enfrentamiento a la pandemia de la covid-19, depreciación del tipo de cambio informal, incertidumbre macroeconómica y social, entre otros.

5 A mediados de 2022 el gobierno intentó recuperar el mercado cambiario oficial, al devaluar el peso en el sector de los hogares hasta un valor cercano al informal de 120 pesos por dólar. Sin embargo, desfases en su implementación, restricciones para acceder a las divisas, falta de reacción a cambios en el entorno y otros problemas de comunicación, afectaron la credibilidad de la medida, lo cual condujo a una mayor depreciación del peso en el mercado informal.

6 Aunque se preservó la disciplina en la relación déficit/PIB varios autores han documentado la existencia de importantes déficits cuasifiscales (Hidalgo y Doimeadiós, 2016).

7 El incremento de la economía informal expresa otro conflicto de política, en este caso entre la apertura al sector privado y las incongruencias en su regulación. Entre 2010 y 2019 el empleo en el sector estatal se redujo en más de un millón de personas, de las cuales una parte encontró trabajo en el sector no estatal de la economía. Sin embargo, el aumento de los puestos de trabajo en el sector no estatal no compensó la caída del empleo en el sector estatal. Sin bien ello puede ser explicado por varias razones, una de ellas es el aumento de la actividad informal (Torres, 2021).

8 En 1997, al amparo de los decretos leyes n.º 172 y 173, se creó el Banco Central de Cuba (BCC) junto a un sistema financiero de dos niveles, y quedaron separadas las funciones de banca central y comercial y diversificadas las instituciones financieras. En sus años iniciales el sistema logró progresos notables en la modernización, informatización y desarrollo de nuevos servicios e instrumentos de ahorro y crédito.

9 Desde los años noventa han existido varios grupos de coordinación macroeconómica donde, con la presencia del BCC, el Ministerio de Economía y Planificación, el Ministerio de Finanzas y Precios, el Ministerio de Trabajo y Seguridad Social, el Ministerio de Comercio Interior, entre otros, se analiza el equilibrio monetario en el sector de los hogares. Sin embargo, las decisiones que se toman en estos espacios no tienen, por lo general, carácter vinculante.

10 La devaluación del 2300 % asociada al Ordenamiento perse- guía corregir los problemas de falta de convertibilidad que prevalecieron en los últimos 30 años. Sin embargo, la combinación de agudos shock de oferta y demanda de divisas impidieron que la nueva tasa garantizara el equilibrio y la unificación del mercado cambiario.

11 El dinero cumple tres funciones básicas: medida de valor, medio de circulación y medio de atesoramiento.

12 Las cuasifiscalidades ocurren cuando partidas de índole fiscal no quedan explícita y correctamente registradas en el presupuesto del Estado (Hidalgo y Barceló, 2013).

13 Desde 2014 el presupuesto emite bonos soberanos para financiarse. Durante los primeros años la compra de los bonos fue compartida entre los bancos comerciales y el BCC. Sin embargo, a partir de 2017 estos instrumentos de deuda han sido adquiridos en su totalidad por el BCC.

14 Situación en la que los objetivos de política monetaria se subordinan a los objetivos de política fiscal.

15 El Decreto Ley n° 361 establece dentro de la misión del BCC: «promover, conforme a sus facultades, la estabilidad del poder adquisitivo de la moneda nacional y contribuir al desarrollo armónico de la economía».


Bibliografía

Cruz Simón, Karina. Desafíos del sistema financiero cubano en la actualización del modelo económico: un análisis institucional. La Habana: Universidad de La Habana, Tesis de Maestría, 2021.

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Partido Comunista de Cuba. Documentos del 7mo. Congreso del Partido aprobados por el III Pleno del Comité Central del PCC el 18 de mayo de 2017 y respaldados por la Asamblea Nacional del Poder Popular el 1 de junio de 2017. Contiene la Conceptualización del Modelo Económico y Social Cubano de Desarrollo Socialista, las Bases del Plan Nacional de Desarrollo Económico y Social hasta el 2030. Visión de la Nación, ejes y sectores estratégicos y los Lineamientos de la Política Económica y Social del Partido y la Revolución para el perío- do 2016-2021. La Habana: Editora Política, junio de 2017.

Torres Santana, Ailynn. «Hacer cuentas y vivir del cuento: de la “actualización” al “ordenamiento”». OnCubaNews, 8 de febrero de 2021, en https://oncubanews.com/opinion/columnas/sin-filtro/hacer-cuentas-y-vivir-del-cuento-de-la-actualizacion-al-ordenamiento/ (últi- mo acceso 2 de julio de 2023).

Más pruebas a favor de la ley de la rentabilidad de Marx

 

Michael Roberts 

La ley de la tendencia decreciente de la tasa de ganancias (LTDTG) de Marx establece que, con el tiempo, la rentabilidad del capital empleado cae. Marx consideró que esta era "la ley más importante de la economía política" porque planteaba una contradicción irreconciliable en el modo de producción capitalista entre la producción de cosas y servicios que la sociedad humana necesita y las ganancias del capital, y generaría crisis regulares y recurrentes en la inversión y la producción.

La ley de Marx ha sido atacada teóricamente como errónea, ilógica e indeterminada y ha sido rechazada como empíricamente refutada. Sin embargo, varios economistas marxistas han proporcionado una sólida defensa de la lógica de la ley. (Carchedi y Roberts, KlimanMurray Smith.) Y el cuerpo de evidencia empírica que apoya una caída a largo plazo de la tasa de ganancias del capital acumulado ha aumentado a lo largo de los años.  

Ahora Tomas Rotta de la Universidad Goldsmith de Londres y Rishabh Kumar de la Universidad de Massachusetts han hecho otra contribución importante a la evidencia empírica que apoya la ley de Marx de la tendencia decreciente de la tasa de ganancias. En su artículo, ¿Tenía razón Marx? Desarrollo y explotación en 43 países, 2000-2014, R&K demuestran que la ley de Marx es correcta: la intensidad del capital aumenta más rápido que la tasa de explotación y, por lo tanto, la tasa de ganancias global disminuye.

Generan un nuevo conjunto de datos de las variables marxistas clave de 2000 a 2014 utilizando la Base de Datos Mundial de input y output (WIOD) que cubre 56 industrias en 43 países en el período 2000-2014. "Hasta donde sabemos, el nuestro es el primer intento de producir un conjunto de datos global integral de variables marxistas".

R&K demuestran que la tasa de ganancia promedio disminuyó a nivel mundial de 2000 a 2014. Añaden que la tasa de ganancia del capital total disminuye a medida que el PIB per cápita de un país aumenta debido a la mayor proporción de capital improductivo en los países ricos. Dado que las actividades improductivas aumentan con el desarrollo económico, "nuestro hallazgo añade un segundo mecanismo a la predicción original de Marx sobre la caída de la tasa de ganancia".

La gran ventaja del estudio de R&K es que puede producir una tasa de ganancia basada en los sectores productivos de las economías. En la teoría marxista, son solo estos sectores los que generan nuevo valor a partir de la inversión de capital y no solo redistribuyen el valor ya creado. Por lo tanto, es la tasa de ganancia en estos sectores productivos la que mejor indica la salud y la dirección de la economía capitalista; ya que la tasa de ganancia en los sectores no productivos (financiero, minorista, comercial e inmobiliario) depende en última instancia de la tasa de ganancia en los sectores productivos que crean valor.

R&K señala que las estimaciones anteriores de la tasa de ganancia a nivel global no podían hacer esta distinción (Basu et al(2022) https://thenextrecession.wordpress.com/2020/07/25/a-world-rate-of-profit-a-new-approach/ ). Pero utilizando los datos de la industria de la Contabilidad Socio-económica (SEA) de la Base de Datos Mundial de input-output (WIOD) y los datos nacionales de las Tablas Mundiales Ampliadas de Penn (EPWT), R&K vuelven a calcular el valor añadido de cada industria utilizando la distinción entre actividad productiva e improductiva.

Encuentran que la tasa de ganancia global tanto del capital total como del capital privado alcanzó un máximo del 13,7 % justo antes de la crisis financiera de 2008, luego se desplomó y continuó una disminución gradual hasta el 12,7 % en 2014 (gráfico superior izquierda). Esto se acompañó de un aumento en la composición orgánica del capital (la relación entre los activos fijos y las materias primas y los salarios del trabajo) - gráfico inferior izquierda, que aumentó más rápido que la tasa de plusvalía (ganancia sobre salarios) - gráfico superior derecha - todo de acuerdo con la ley de rentabilidad de Marx. Y esta caída general fue impulsada por una caída en la tasa de ganancia en los sectores productivos (gráfico inferior derecha).

"El aumento del 12,4 % en la tasa de plusvalía sugiere que la disminución de la tasa de beneficio global fue impulsada por un mayor aumento de la intensidad del capital. La relación capital-trabajo productivo aumentó un 25,8 % (del 314 % al 395 %), mientras que la relación total de capital y mano de obra aumentó un 16,8 % (del 763 % al 892 %) durante 2000-2014. Por lo tanto, la disminución de la tasa de ganancia mundial fue impulsada por el crecimiento más rápido del c/v global en comparación con el crecimiento de s/v, como Marx esperaba".

Otra ventaja de la base de datos de R&K es que permite la selección de las variables marxistas para la tasa de ganancia en los países y entre países. Encuentran que "en solo 15 años, China aumentó rápidamente su peso en el valor añadido global del 5,3 al 19,3 %. Al mismo tiempo, el peso de los Estados Unidos en el valor añadido global cayó del 30,1 al 22,3 %, y el peso de Japón se redujo del 16,3 al 6,7 % en el mismo período. Aunque las proporciones son menores, también hay un rápido cambio a la baja para Alemania del 6,6 al 6,0 %".

China también se convirtió en el país con la mayor proporción del capital mundial en actividad productiva, aumentando rápidamente su peso del 6,0 al 23,6 %. Esto en comparación con una caída del peso de los Estados Unidos del 24,8 al 17,4 %, Japón del 21,2 al 8,8 % y Alemania del 6,5 al 4,6 %. No es sorprendente que los Estados Unidos dominen las cifras de ingresos globales y capital social en actividades improductivas, es decir, finanzas, bienes raíces y servicios gubernamentales. Los EEUU y el Reino Unido son cada vez más "economías rentistas", que viven del nuevo valor creado en China y otras grandes economías productivas.

Según R&K, siguiendo a Marx, las economías capitalistas avanzadas deberían mostrar tasas más altas de plusvalía, una mayor composición orgánica del capital y tasas de ganancia promedio más bajas. Y, sin embargo, descubrieron que la tasa de plusvalía es más alta en los países pobres. Su respuesta a esto es que el nivel de salarios es mucho más alto en los países ricos en comparación con los salarios en los países pobres, un diferencial que es suficiente para que la tasa de plusvalía sea más alta en estos últimos. "Las tasas salariales por hora son de un orden de magnitud más alta en los países ricos: mientras que la ratio de la productividad laboral entre la India y los EEUU es del 5 %, la ratio de los salarios es solo del 2 %. Por lo tanto, ser trabajador en la India implica salarios sustancialmente más bajos que ser trabajador en Francia o Alemania".

Esto es similar a la explicación que Carchedi y yo ofrecimos en nuestro artículo sobre el imperialismo moderno, donde también encontramos una mayor composición orgánica del capital en las economías imperialistas, pero también una mayor tasa de plusvalía en la periferia. (ver gráfico a continuación, arriba a la izquierda). Sin embargo, R&K calcula que este resultado proporciona apoyo empírico a la tesis de la superexplotación de Ruy Mauro Marini y otros. Pero no creo que sea así.

Los salarios bajos no tienen el mismo significado que Marx le dio a la "súperexplotación". Esta se produce cuando los niveles salariales están por debajo del valor de la fuerza de trabajo, que sería la cantidad de valor necesaria para reproducir la fuerza de trabajo. Como se argumenta en detalle en nuestro libro, Capitalismo en el siglo XXI pp134-140, los niveles salariales promedio en los países pobres no tienen que estar por debajo de ningún valor de la mano de obra para que haya tasas más altas de plusvalía en estos países.

R&K encuentran que los países más ricos tienen tasas de ganancia más bajas, lo que, según argumentan, se debe al mayor stock de capital fijo ligado a la actividad improductiva en los países ricos (gráfico inferior derecha). Esto se debe a que los datos muestran una mayor tasa de ganancia sobre el capital productivo en los países ricos (gráfico inferior izquierda).

Todos estos resultados son una valiosa contribución para apoyar la ley de rentabilidad de Marx. Pero el enfoque de R&K tiene limitaciones. Como señalan, la serie temporal que utiliza el WIOD es muy corta, solo 15 años de 2000 a 2014. Pero lo que es más importante, las tablas input-output tienen algunas desventajas teóricas, ya que miden inputs y outputs (ya sea en términos monetarios o laborales) en el mismo año, como una instantánea. No miden los precios de producción y las tasas de ganancia de forma dinámica. Ahí es donde los datos de Basu-Wasner que utilizan la base de datos EWPT (ver arriba), aunque no pueden distinguir entre sectores productivos e improductivos, tienen una ventaja al indicar cambios y tendencias a lo largo del tiempo.

Y ha habido intentos de utilizar datos nacionales para generar tasas de ganancia para los sectores productivos e improductivos. Tsoulfidis y Paitaridis (T&P) lo hicieron aquí. Sus resultados para los EEUU muestran que, en la década de 1990, hubo un aumento en la tasa general (bruta) de ganancia en el período neoliberal desde principios de la década de 1980 hasta finales del siglo XX, pero la tasa de ganancia en los sectores productivos (tasa de ganancia neta) de la economía de los Estados Unidos no subió y la inversión capitalista se orientó más a los sectores improductivos (finanzas e bienes raíces).

En un documento reciente de trabajo (no publicado) mío, que también desglosa la tasa de ganancia entre los sectores productivos (utilizando categorías similares a las de R&K) y la economía general de los Estados Unidos, obtengo un resultado similar al de T&P. La brecha entre la tasa de ganancia de la "economía en su totalidad" y la tasa de ganancias en los sectores productivos se amplió desde principios de la década de 1980. La tasa general ha sido bastante estática desde 1997, pero la rentabilidad en los sectores productivos, después de aumentar modestamente en la década de 1990, ha disminuido bruscamente desde más o menos 2006. Los capitalistas estadounidenses están encontrando mejores ganancias en los sectores improductivos. Eso daña la inversión productiva.

Pero estos resultados son solo para los EEUU. Unicamente R&K han producido, como dicen, el primer conjunto de variables marxistas que distingue los sectores productivos de los improductivos para todo el mundo y, por lo tanto, arroja más luz sobre la situación de la producción capitalista, un paso importante de trabajo empírico que apoya la ley de Marx.

 
habitual colaborador de Sin Permiso, es un economista marxista británico, que ha trabajado 30 años en la City londinense como analista económico y publica el blog The Next Recession.

El sobrenatural José Martí

 Luis Toledo Sande Cubaperiodista


Cuando para algunos parecía que el marxismo era hasta cuestión de moda, y que su triunfo estaba al doblar la esquina, era frecuente oír o leer ciertos modos de aquilatar realidades. Con esas miras se citaba el testimonio trasmitido por Julio Antonio Mella en 1926 en sus “Glosas al pensamiento de José Martí” (de fácil lectura en distintas ediciones de obras del autor y del volumen colectivo Siete enfoques marxistas sobre José Martí), al sostener que el Maestro “comprendió bien el papel de la República cuando dijo a uno de sus camaradas de lucha —[Carlos] Baliño— que era entonces socialista y que murió militando magníficamente en el Partido Comunista: “¿La Revolución? La Revolución no es la que vamos a iniciar en las maniguas, sino la que vamos a desarrollar en la República”.

Eran años en que también abundaba la afirmación de que el proyecto revolucionario de Martí era tan acertado que había merecido la aprobación de Baliño. Pero más atinado habría sido afirmar que el marxista en formación que era el honrado Baliño —a quien Martí estimó como “redondo de mente y de razón” (I, 298)—1 tuvo la lucidez de entender que debía sumarse al proyecto del Maestro y formar parte del Partido Revolucionario Cubano. Con eso no se mengua a Baliño: solamente se recuerda su condición de seguidor de Martí, como en 1925 lo fue de Mella, a quien acompañó en la fundación del primer partido marxista cubano, lo que también habla de grandeza.

En cuanto a la confesión de la cual solía hacerse depender la diferencia que Martí veía entre la necesaria independencia y la justicia social que Cuba también necesitaba, no procede restar ni un ápice de importancia al testimonio de Baliño recordado por Mella. Pero sería más contundente comprobar la mencionada distinción en la palabra del propio Martí, cuya visión —que de modo sistemático vinculaba lo local y lo universal— tampoco en ese tema se limitó a Cuba.

A propósito del crecimiento del Partido Revolucionario Cubano —que él había fundado el año anterior, y lo encabezaba—, el 14 de enero de 1893 publicó en Patria el artículo “Cuatro clubs nuevos”, donde afirmó: “Independencia es una cosa, y revolución otra”, juicio que ilustró con este ejemplo: “La independencia de los Estados Unidos vino con Washington; y la revolución cuando Lincoln” (II, 196).

No es ahora del caso abundar en ese proceso, pero al menos apúntese que con Abraham Lincoln se asocia la solución de un problema que se mantuvo desde George Washington y manchó la Constitución nacida de la independencia de las otrora Trece Colonias: la esclavitud. El discurso que Martí pronunció el 19 de diciembre de 1889, conocido con el título “Madre América”, evidencia que su pensamiento emancipador no lo satisfacía la solución vinculada con el quehacer de Lincoln, que consideraba grande, pero incompleta.

A Cuba y la independencia que a ella le urgía alcanzar las tenía presentes siempre, y con una perspectiva que, lejos de cerrarse en su tierra, se extendía a la tierra toda. Lo declaró en Versos sencillos, poemario publicado en 1891: “Con los pobres de la tierra/ Quiero yo mi suerte echar”, y tituló precisamente “Los pobres de la tierra” un medular artículo publicado en Patria el 24 de octubre de 1894 (III, 304-305).

Pese a lo mucho que habría costado y seguiría costando la lucha por la liberación nacional, en ese texto sostuvo categóricamente: “En un día solo no se hacen repúblicas; ni ha de lograr Cuba, con las simples batallas de la independencia, la victoria a que, en sus continuas renovaciones, y lucha perpetua entre el desinterés y la codicia y entre la libertad y la soberbia, no ha llegado aún, en la faz toda del mundo, el género humano”.

Aunque mucho faltaba por hacer en pos de la independencia de Cuba, la gran importancia de esa meta no hacía de ella el propósito mayor o final de Martí. En Patria del 14 de marzo de 1893, soñando ya con la emancipación de Cuba y de Puerto Rico, vaticinó que en ambas volvería a haber “hombres que mueran puramente, sin mancha de interés, en la defensa del derecho de los demás hombres” (II, 255).

Sobre el tema abundan en su obra textos que citar para no tener que basarse en otros autores, y mucho menos en testimonios orales. La selección de los ejemplos vistos al inicio podría considerarse tendenciosa ideológicamente. Pero es posible que haga ya no poco tiempo que a Baliño no se le recuerde tanto como merece, o que, por lo pronto, no se acuda a su palabra y a sus actos como se hacía en aquellos momentos aludidos.

Frente a ese hecho hay otro de signo diferente. Ya va para unos años que, al hablar de la singularidad de Martí y su capacidad de imantación, se busca el aval de José Lezama Lima, poeta exuberante y grandioso cuya palabra ciertamente merece que se repare en ella, y se le disfrute. Según lo transcrito acerca de un encuentro suyo con público, cuando alguien de los presentes le pidió que hablara acerca de Martí, respondió: “Ese es un tema que se nos escapa entre las manos como un pez aceitado: Martí es un misterio que nos acompaña”.

La imagen fue un acierto de Lezama, pero quedarse en su definición priva del gusto de apreciar que mucho antes de que él llamara así a Martí, ya en su obra citada Mella lo había asociado con el misterio, aunque hoy ese otro acierto parece citarse menos que el del autor de La cantidad hechizada. En ello no solo cabe considerar el encanto poético de este último, sino una dosis de desquite frente a los años en que su obra sufrió interdicción. Pero lo más importante podría hallarse en la coincidencia de dos figuras tan diversas como Mella y Lezama al identificar a Martí con lo que, por lo pronto poéticamente, podríamos llamar su desbordamiento sobrenatural.

En las citadas Glosas de 1926 donde recogió el testimonio de Baliño ya visto, Mella mencionó “el misterio del programa ultra-democrático del Partido Revolucionario, el milagro —así parece hoy— de la cooperación estrecha entre el elemento proletario de los talleres de la Florida y la burguesía nacional”. Y casi en las primeras líneas del mismo texto ya el militante comunista había sobrepasado esa observación, al confesar lo que sentía ante Martí: “Bien lejos de todo patriotismo, cuando hablo de José Martí, siento la misma emoción, el mismo temor, que se siente ante las cosas sobrenaturales. Bien lejos de todo patriotismo, digo, porque es la misma emoción que siento ante otras grandes figuras de otros pueblos”.

No se trata de sustituir pendularmente unas citas por otras, y a unos autores por otros, sino de asumir la herencia cultural de la manera más abarcadora posible, lo que refuerza su valor y su consistencia como alimento de los actos de entendimiento y transformación de la realidad. Es algo que procede hacer con la certeza de que lo que se cita o no se cita, y el modo como se hace lo uno o lo otro, no solo obedece a preferencias personales, sino también a tendencias y oscilaciones de épocas.

Hacer depender de un testimonio de Baliño recordado por Mella el alcance del pensamiento de Martí puede empobrecer —por lo real, posible o presuntamente tendencioso de la fuente— el entendimiento que ese alcance merece. De modo similar, reducir el vínculo de Martí con el misterio al estremecimiento expresado por Lezama Lima en un texto que tiene todas las trazas de reflejar su pensamiento y su palabra, aunque sea la versión, hecha por otras manos, de una intervención oral suya, podría generar, si no desconfianza, sí la idea —prejuiciada, pero no desdeñable— de que tal emoción era privativa de un poeta barroco y religioso.

Tal reduccionismo rueda por tierra al conocer cómo veía a Martí un combatiente revolucionario, marxista, aunque, por lo que podría tener de esquemática, esta clasificación no haga justicia a la compleja riqueza de la realidad. Ni a los vínculos generacionales que con el ejemplo de Mella tuvo un Lezama que recordaba con orgullo su propia participación en la manifestación estudiantil del 30 de septiembre de 1930, en la que Rafael Trejo, un joven de la estirpe de Mella, fue mortalmente herido por la represión policial.

Que tanto Mella como Lezama tuvieran de Martí la visión que los honró a ellos mismos, habla de la extraordinaria grandeza del compatriota de talla universal a quien ambos admiraron, y que no cabía en congregaciones. Pero los dos autores mencionados no han sido ni serán los únicos en apreciar esa grandeza y sus resplandores asociables con el misterio.

Roberto Fernández Retamar, quien conoció a Ezequiel Martínez Estrada no solamente a partir de su colosal obra escrita, que él estudió, sino en fuertes vínculos profesionales y de amistad, le gustaba recordar —se lo oyó más de una vez en diálogos con él quien escribe estas notas— algo que el sabio argentino, también estudioso de Martí, confesaba: luego de pensar en Martí y su singularidad, de meditar sobre su poder de irradiación espiritual, su extraordinaria estatura intelectual, humana, no se sentía seguro de que el autor de Versos libres no fuera un dios.

La coincidencia de tres pensadores diversos como Mella, Lezama y Martínez Estrada al identificar a Martí con lo que, resumiendo, podríamos llamar, más que sobrenatural o misterioso, sagrado, sugiere rozar al menos algunas tendencias opuestas. De un lado tendríamos la posición que, más que atea, podríamos calificar de ateocrática, y que tanto daño ha hecho a fuerzas de izquierdas que han reducido sectariamente la interpretación científica del mundo y la historia al ateísmo, asumido en extremos empobrecedores como la chatura espiritual.

Curiosamente, cuando esa confusión se desvanecía, o perdía credibilidad y partidarios, del bando opuesto a las luchas revolucionarias surgió la negación de lo sagrado. Sin ahondar mucho en el tema, esa fue una de las “aportaciones” de la llamada posmodernidad, uno de los malabarismos cognitivos o verbales azuzados desde universidades de los Estados Unidos. Sí, la nación que Martí llamó “la Roma americana” (III, 142), y a la cual actualmente Europa se somete de modo cada vez más peligroso y patético.

Al tiempo que devaluaban lo sagrado, los nuevos cánones propalados en especial desde instituciones estadounidenses proponían que la historia no pasaba de ser un relato, mero simulacro, sucesión de máscaras. De ahí a la pésima caricatura hegeliana según la cual la historia no habría terminado en tiempos del gran filósofo alemán, sino con la implantación de un pretenso “pensamiento único” —el imperialista, huelga decir—, no habría ni siquiera un paso. No recuerda ahora quien esto escribe el nombre del economista estadounidense que hace unas décadas dictaminó que la guerra entre ricos y pobres había terminado, porque “la habían perdido los pobres”.

No es una simple maniobra verbal, y mucho menos un acto inocente, la ofensiva ideológica que hoy, con más fuerza aún, intenta mantener uncida y opiada a la humanidad, con negocios de farándula y fútbol, entre otras maniobras. Consciente o inconscientemente, los promotores de tal ofensiva tienen ante sí un hecho: no es la historia, sino su hegemonía imperialista, la que está abocada a su final, aunque todavía no se pueda calcular el tiempo que le queda al imperio para disfrutar los dividendos acumulados durante siglos. Ni el daño que con sus estertores aún puede seguir haciéndole al mundo en los extremos de un desequilibrio que Martí quiso impedir a tiempo.

Privarnos de lo sagrado y de la voluntad de transformar el mundo nos dejaría sin el legado de héroes como el propio Martí, quien no se resignó a dictámenes positivistas y pragmáticos sobre lo posible. Lejos de esa actitud, echó su suerte con los pobres de la tierra en la lucha que asumía con el ideal que le expuso a su colaborador Juan Gualberto Gómez cuando, en enero de 1895, autoridades estadounidenses habían hecho naufragar —en el puerto floridano de Fernandina— el factor sorpresa con que él había concebido el inicio de la contienda independentista y antimperialista.

Pese al revés que aquel golpe significaba, Martí no vaciló en seguir dando los pasos necesarios y desatar en Cuba la guerra que sabía necesaria para mantener viva la posibilidad de independizarla del colonialismo español y de la ofensiva imperialista estadounidense. A Juan Gualberto, su ejemplar enlace con las fuerzas mambisas en la Isla, le escribió en medio de la angustia: “Conquistaremos toda la justicia” (IV, 46).

Esa aspiración puede parecer una convocatoria mística o un reclamo sobrenatural en medio del marasmo y el desconcierto fabricados en el mundo por los medios imperiales de la actualidad. Pero es la mayor fuerza real a la que pueden abrazarse quienes aspiren a sacar a la especie humana del sometimiento y el peligro de extinción a que intentan condenarla las fuerzas aún dominantes —¡y de qué terrible modo!— en el planeta.

Frente al gran desafío sigue en pie la mezcla de realismo y espiritualidad de quien, en 1887, expresó esta convicción: “Ya no cabe en los templos, ni en estos ni en aquellos, el hombre crecido”, y en el poema IV de Versos sencillos, libro impreso en 1891, escribió: “¡Díganle al obispo ciego,/ Al viejo obispo de España/ Que venga, que venga luego,/ A mi templo, a la montaña!”.

Quien habría de caer entre montañas en la lucha armada por la independencia de su patria —meta que él asumía con horizontes de humanidad— fue una fuerza revolucionaria unificadora, y en la estrofa final de ese poemario expresó: “¡Verso, nos hablan de un Dios/ Adonde van los difuntos:/ Verso, o nos condenan juntos,/ 0 nos salvamos los dos!”.

No es cuestión de identificar a Martí con lo sobrenatural entendido como fuerza divina, pero sí con esa concentración telúrica que llega a lo extraordinario, a lo grandioso, a lo que está por encima de lo natural como norma o medida común. No es fortuito el afán de fuerzas opuestas a él que han intentado falsificarlo, neutralizarlo, infamarlo incluso. Pero sigue en pie el ejemplo del combatiente revolucionario que en el poema XXVI de Versos sencillos escribió: “Cuando al peso de la cruz/ El hombre morir resuelve,/ Sale a hacer bien, lo hace, y vuelve/ Como de un baño de luz”.

El 25 de marzo de 1895, en su recorrido por tierras caribeñas hacia Cuba para incorporarse a la guerra en cuya preparación él había sido decisivo, y en la que cayó combatiendo menos de dos meses después, reclamó: “Ahora hay que dar respeto y sentido humano y amable, al sacrificio”.

Al decir de Cintio Vitier, “los marxistas y los cristianos —católicos y protestantes— no podemos estar de acuerdo totalmente con Martí en materia religiosa: los marxistas, porque Martí no fue ateo ni materialista; los cristianos, porque no creyó en la revelación única de Dios a través de sus profetas y de su Hijo encarnado, con todas las consecuencias que esto supone” (Anuario del Centro de Estudios Martianos, No. 11, 1988, p. 235).

Pero vale apuntar que el héroe de Dos Ríos asumió el legado ético asociado a Cristo, y lo sintetizó en esta definición: “Cristiano, pura y simplemente cristiano.—Observancia rígida de la moral,—mejoramiento mío, ansia por el mejoramiento de todos, vida por el bien, mi sangre por la sangre de los demás”. Eso remite a la carta conocida como su testamento literario, donde se lee: “En la cruz murió el hombre en un día: pero se ha de aprender a morir en la cruz todos los días”.

Solo agreguemos que no expresaba con ello el irresponsable afán suicida que algunos han querido atribuirle. Era vital, y amaba la vida. Su primer juramento revolucionario se lo hizo en la niñez, y lo recordó años después en otro poema de Versos sencillos, el XXX: “Lavar con su vida” —con toda su vida, no solo con su sangre, como a veces se ha mal citado— el crimen de la esclavitud, que ya entonces no era la de antiguo cuño, sino la que se extendía, en nuevas circunstancias, como “la gran pena del mundo”.

Nota

1 Las citas de José Martí provienen de sus Obras completas editadas en La Habana entre 1963 y 1966, con reimpresiones. El número romano indica los tomos; el arábigo, las páginas.