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miércoles, 29 de abril de 2015

76 Semesters (Personal)


Blogging has been limited lately, because it’s the end of term and I have a lot of things to do (plus get ready for an extended visit to Oxford starting soon.) But today was a bit of a personal landmark. Regular readers may know that I’m taking early retirement from Princeton — which has been a wonderful place for me, but I’m just overextended — and taking up an appointment at CUNY Graduate Center, one with limited teaching.

And this morning I gave my last class — my last class at Princeton, and if we don’t count the graduate seminars I’ll give at CUNY, we could say my last class period.

I started as an assistant professor at Yale in the fall of 1977. So I’ve been a college professor for 76 semesters. It’s been a great ride. But time to move on.

CUBA: ACTUALIZACIÓN DEL MODELO ECONÓMICO-SOCIAL ( I)

Por Dr Julio A  Diaz Vazquez, 

Introducción

Por más de una razón, la vía socialista seguida por Cuba después del triunfo revolucionario de 1959, presenta singularidades que, en momentos en que en el país se introducen cambios en el “Modelo Económico-Social”, a partir de los acuerdos aprobados (16-19/4/2011) en el VI Congreso del PCC, parece oportuno abordar. Ante todo, la Insurrección frente a la tiranía la encabezó Fidel Castro Ruz, quien a través de la vía armada hizo del Movimiento 26 de Julio --  organización integrada por elementos de diferentes clases sociales --, núcleo dirigente fundamental de la lucha contra Batista.

Por otra parte, el poder revolucionario constituido en 1959 dio un vuelco al orden social  constituido en el país. Así, se implementó una profunda reforma agraria que hizo propietarios a más de cien mil campesinos; además, fueron  nacionalizados la industria, banca, comercio, servicios, transportes, etc. La aplicación de la rebaja de los alquileres, tarifas eléctricas y telefónicas, eliminada la enseñanza privada, desarrollo de amplios programas de salud, creación de nuevas fuentes de empleo, etc., benefició a amplias capas de la población. Cambios todos que serían rechazados por los Estados Unidos. Proceso que culminaría con la derrota de la invasión mercenaria de Playa Girón, en abril de 1961. La Revolución enrumbó al socialismo. La propiedad estatal sería la sustentadora del futuro socio-económico de Cuba.

Sin embargo, las transformaciones que llevaron al tránsito hacia una economía socialista, transcurrió sin cambios en la dirección que encabezó la revolución. Asimismo, es bueno recordar que, si bien Cuba abrazó el camino socialista, no adoptó en sus inicios los patrones o modelos de organización económico-social-políticos que aplicaban los países  del socialismo existente;  o posteriormente, denominado del “socialismo real”.

Las notas que siguen, intentaran compendiar las distintas etapas que es posible identificar en los más de 50 años de existencia de la Cuba Revolucionaria. Por convención, el proceso se ha subdividido: a)  en la exploración  de un camino socialista propio; b) la adecuación, a partir de 1976, de las experiencias socialistas europeas a la realidad cubana en materia de organización político-social y dirección de la economía; c) las  medidas aplicadas durante (1990-2006) en el contexto del llamado Período Especial en Tiempo de Paz; d) comentarios al significado y alcance  de los acuerdos del VI Congreso de PCC para renovar el “Modelo Socialista” vigente en el país.

Nueva vía al socialismo  (1959-1975)

En Cuba el andamiaje del anterior Estado burgués fue minado desde dentro, sin alteraciones traumáticas. El orden jurídico nuevo se formó con el diseño de otras instituciones y organismos; en este orden, el papel central lo desempeñó el Instituto Nacional de la Reforma Agraria (INRA). Se constituyó en un Estado dentro del Estado. Así, las necesidades de financiamiento que exigían las unidades del INRA que pasaban a engrosar el patrimonio estatal llevó a la creación de un fondo centralizado para realizar la zafra azucarera de 1961, así como para el conjunto de las actividades industriales que, inicialmente, administró el Organismo.1

Aquella experiencia resultó el génisis de lo que, con posterioridad, conformaría un sistema de dirección y planificación de la economía, gestado a los impulsos que le aportaron el esfuerzo y coherencia del Che: el llamado Sistema de Financiamiento Presupuestario. Al crearse (1961) el Ministerio de Industrias, se aplicó en el nuevo organismo. Las empresas que usaban tecnologías comunes, se agruparon en consolidados que, a la vez, subordinaban unidades y talleres; aplicaron métodos centralizados de planificación; cubrían sus gastos mediante un fondo presupuestado; los ingresos iban directo a la caja del Estado; los productos intermedios rotaban entre las empresas sin constituir mercancías; la eficiencia económica era medida a través de la disminución de los costos.

Entre los logros del Sistema pueden señalarse: la elaboración de una base estadística, la unificación de las técnicas contables y estructurar procedimientos de gerencia basados en métodos modernos de control para la época conocidos en el país. Las empresas eran sometidas a una estricta supervisión administrativa. Siendo altamente centralizado utilizaba, de manera muy restringida, las palancas económicas, las relaciones mercantiles y el estímulo material2

En el sector agropecuario, por su alta dependencia de factores climáticos, más las particularidades de las actividades de la producción vegetal y pecuaria, se promovió una mayor autonomía para los eslabones inferiores de la organización empresarial. Esta rama utilizó una especie de cálculo económico (cubrir costos con ingresos y generar excedentes) con menor grado de centralización. Aunque,  la ausencia de ganancias y cubrirse las pérdidas por el presupuesto, hizo que sus pautas funcionaran de modo parcial y muy limitadas.

El carácter mixto de la economía, integrado por --unidades agroindustriales,  comercio mayorista y parte del minorista, bancos, transporte, etc., -- estatales; cooperativas y un sector --comercio bodegas, kioscos, etc., pequeños talleres, industrias artesanales y productores individuales en el campo-- privado, encontró hasta finales de la década de 1960, un mercado semicautivo al establecerse limitaciones y controles para la distribución de bienes de amplio consumo popular3, e integró las necesarias relaciones entre los diferentes entes  productivos. La Ofensiva Revolucionaria (3/1968) eliminó todo tipo de actividad privada e individual (excepto en el agro y el transporte), y en la práctica, despojó al  mercado, de sus funciones económicas.  

En tanto, a mediados y fines de 1960 surgen factores político-económicos que distanciaron las prácticas, hasta entonces imperantes, en la organización, gestión y dirección económica. Entre otras muchas y ambiciosas metas contaron, las producciones de 10 millones de toneladas de azúcar (1964-1970), desarrollo de la ganadería productora de leche, planes de producción de café, etc.; tareas que subordinaron el esfuerzo organizativo y productivo del país a esos propósitos. En lo político, las funciones del Partido y del Estado se fundieron. Los grandes saltos económicos; sumado a la unión de Partido y  Estado; parecieron consagrar un nuevo “Modelo Socialista”. Tendría como finalidad inmediata de la sociedad cubana el desarrollo “paralelo del socialismo y el comunismo”.

Tal aspiración dio lugar a una novedosa forma de dirección económica. Se apartó de la tentativa innovadora del financiamiento presupuestario y del cálculo económico ensayado en el sector agropecuario. Así, en 1967, se introdujo  un Sistema de Registro Económico que eliminó lo cobros y pagos entre las empresas del sector socialista y, con ellos, las relaciones mercantiles en el  área estatal, al considerarse demasiado capitalistas; la contabilidad en las empresas, casi desapareció. Los estudios contables fueron drásticamente reducidos.                   
 El presupuesto estatal pasó a la asignación de recursos en dinero para el pago de los salarios, la compra-venta con el sector privado y créditos al campesino. El Banco Nacional (BN) reestructuró sus funciones. Los rumbos abiertos por el autóctono “Modelo Socialista” en gestación tocó otras cuestiones: Amplia política de gratuidades, desvincular el salario de las normas de trabajo, renuncia al pago de horas extras, horarios de conciencia, etc. Recibió carta de ciudadanía lo que, con posterioridad,  fue calificado de “políticas paternalistas”.

En otro sentido, al instaurarse el poder revolucionario en 1959 comenzó la  transformación del orden institucional existente reflejado en la redacción de la Ley Fundamental que, en plano jurídico, sustituyó la Constitución de 1940. El Gobierno Provisional Revolucionario quedó institucionalizado mediante el  Consejo de Ministros el que concentró los poderes legislativos, ejecutivos, e incluyendo el  constituyente. El Gobierno quedó integrado por: Un Presidente, como Jefe de Estado; el Primer Ministro, Jefe de Gobierno; los Ministros titulares de las carteras correspondientes, y un Secretario de la Presidencia y del Consejo de Ministros.

Así, entre 1959-1963 el país transita de una revolución política radical a una profunda revolución social. En marzo de 1962 fue instituido el cargo de Vicepresidente del Gobierno Revolucionario.  En este lapso desaparecen diversos Organismos de la Administración Central del Estado (OACE), y surgen otros acordes con la naturaleza del nuevo orden instituido en el país.

Especial transcendencia tuvo la validación del liderazgo de Fidel Castro como “líder máximo”, “líder indiscutido” o “máximo dirigente” de la Revolución. Puede afirmarse que en su condición de Comandante en Jefe, Primer Ministro, Primer Secretario de las Organizaciones Revolucionarias Integradas (ORI)-Partido Unido Revolución Socialista (PURS) e indiscutido líder popular, Fidel constituyó en sí mismo un subsistema que operaba como dirección suprema del poder  revolucionario existente; pero sin definir el ordenamiento político4.      

En tanto, los grandes saltos productivos esperados no se consiguieron. A principios de 1970 se abrió una etapa de rectificación bajo la consigna de convertir en “revés en victoria”. . A los “años de mera supervivencia del proceso y del poder revolucionario 5; le siguió la voluntad de “los errores de idealismo que hayamos cometido en el manejo de la economía saberlos rectificar valientemente6. Mientras, en lo referido al comportamiento de la economía, el Producto Social Global (PSG) en la década de 1960-1970 tuvo un comportamiento muy dispar. En el quinquenio 1961-1965 creció a un ritmo del 1,9%; y en 1966-1970 al 3,9%.   

Así, el novedoso “Modelo Socialista” que se intentó gestar en el periodo 1960-1970, pareció concretar algunos de sus rasgos característicos en la identificación de la propiedad estatal como sinónimo de socialismo. Igualmente, hizo de la planificación centralizada la razón de ser del ideal de la economía socialista; en el entorno del componente estatal más la centralización económica giró los ensayos en la adopción del sistema de dirección y gestión de la economía. Esto  pudiera explicar la persistente aceptación del mercado y las relaciones monetario-mercantiles, como un mal necesario. Asimismo, el énfasis en el desarrollo social quedó como fisonomía  indeleble del proceso revolucionario abierto en 1959.           

Por otro lado, 1971-1975 abre una etapa de reajustes que incluyó, entre otras medidas organizativas, el nombramiento de Vicepresidentes del Consejo de Ministros que atendieran ramas específicas; el Partido estructura un aparato auxiliar para controlar la labor del Gobierno. En (7/1972) Cuba ingresa en el Consejo de Ayuda Mutua Económica (CAME)7. Es renovado y fortalecido el movimiento sindical; estructurado una política económica que, con amplios objetivos, acentúo el esfuerzo principal en la elevación de la eficiencia económica, eliminar los grandes desajustes en las finanzas internas, hacer corresponder el salario con el aporte del trabajo realizado, y mejorar el nivel de consumo de la población. La economía logró una tasa de incremento del PSG del 10%; aunque las cifras de partida (1970) eran muy deprimidas.

Finalmente, el período sirvió para desarrollar experiencias conducentes a una nueva División Político Administrativa (DPA); crear los cimientos que institucionalizaron las formas de poder político que adoptaría la Revolución, así como introducir los métodos y mecanismos que dieran carácter sistémico a la gestión y funcionamiento de la economía.

Aproximación al Socialismo Real: 1976-1990

En 1974 se sancionó una nueva DPA de 14 provincias, 169 municipios y un municipio especial, la Isla de la Juventud, (antes, Isla de Pinos) y limitó a tres los niveles organizativos del país: nacional, provincial y municipal. Al celebrarse el I Congreso del PCC (12/1975) son adoptados acuerdos que establecieron preceptos institucionales inspirados en las prácticas socialistas conocidas y, en particular, en la soviética. Así, el Congreso aprobó: Un orden estatal basado en los Poderes Populares; e introdujo un nuevo Sistema de Dirección y Planificación de la Economía (SDPE). Este último recogió “de manera realista esa experiencia y tratar de adaptarla a las condiciones, nuestras haciéndolo además con mucho cuidado y con criterios más bien conservador7.

Resulta útil sintetizar lo que constituyó el centro del “Modelo Soviético”. En lo económico, la columna central recayó en la propiedad estatal (elevada a patrimonio social) sobre los medios de producción (incluía las cooperativas). En lo político: dictadura del proletariado; luego asumida como “Estado de todo el pueblo”, en calidad de hechura más desarrollada de democracia. En lo social, eliminación de la explotación del hombre por el hombre: provisión estatal para todo ciudadano: garantía de educación, salud, trabajo, vivienda, cultura y seguridad en la vejez.

Debe subrayarse que, como principios indivisibles, los elementos político, económico y social se integraron en las instancias estatales y gubernamentales subordinados al Partido. Como corolario, el proyecto socialista tejido en la URSS quedó uncido a un modelo que hizo de la ideología factor integrador de las relaciones sociales. De este modo, el accionar de las instituciones en la sociedad transcurría  de la esfera ideológica a la política y de ésta a la economía. En otras palabras, la ideología se erigió en sostén del proyecto social y ente que aglutinó las áreas políticas, económico-sociales y estatales.

En la práctica, la propiedad estatal sustentó la formación de una dirección de la economía centralmente planificada; la actividad económica era regulada por medio de balances materiales y una asignación altamente centralizada de tareas y recursos. Un sistema empresarial integrado  verticalmente a través de ministerios ramales que excluyeron las relaciones horizontales fuera de las determinadas por el plan centralizado de la economía nacional.8  

En tanto en Cuba, las Asambleas del Poder Popular (APP), Nacional, Provincial, Municipal como órganos representativos forma la máxima autoridad del Estado en sus respectivos niveles. A estas entidades les corresponde las funciones resolutivas, ejecutivas y de control en cada una de las instancias organizativas del país; subordinan los órganos administrativos correspondientes al territorio. La Asamblea del Poder Popular Nacional (ANPP) elige de su seno un órgano colegiado que la sustituye,  en sus atribuciones durante su receso: El Consejo de Estado (CE).  Las APP en todos sus niveles, se reúnen no menos de dos veces año.

En cuanto a los órganos de gobierno, los designa la ANPP. Se encargan de la aplicación de las leyes, la planificación y regulación económica y social, la enunciación, atención y ejecución de las políticas de desarrollo, así como la administración de las cuestiones públicas. El Gobierno lo ejerce el órgano colegiado del Consejo de Ministros (CM) integrado por el Presidente, Vicepresidentes, Secretario, Ministros, y demás miembros que determina la Ley, y representan  a los respectivos organismos.

En los intervalos en que no sesiona el CM, lo sustituye un Comité Ejecutivo (CECM) investido de las funciones de aquél formado por los Vicepresidentes que atienden asuntos ramales, y un Secretario. El Gobierno, los OACE, las instituciones políticas, civiles, etc. del país, se ajustan a la DPA; las distintas instancias  pueden tener delegaciones territoriales.

Esta estructura de Gobierno es completada con otros órganos. Los institutos armados: Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR), subordinadas al Ministerio de las FAR; y las Fuerzas de Seguridad del Estado, y la Policía Nacional Revolucionaria  supeditadas al Ministerio del Interior (MININT). La impartición de la justicia y control de la legalidad socialista corresponde a los Tribunales Populares (TP) constituidos en cada territorio  e instancia judicial y las Fiscalías en los mismos niveles. Tribunales y Fiscalías como órganos estales tienen independencia funcional; solo están sometidos a la ANPP y a su CE.

No es ocioso destacar que, las fórmulas políticas aparecidas desde 1959, fueron trazadas de manera muy cercana a la concepción leninistas, constituidas  en su dirección por una organización de vanguardia: Primero, el 26 de Julio; después por la ORI-PURS; y finalmente por el PCC. Así, de 1959-1965, fue ejercida a través de la presencia de los dirigentes políticos en la orientación de las organizaciones de masa (Sindicatos, Comités de Defensa de la Revolución –CDR-, Federación de Mujeres Cubanas –FMC-, etc.) y del Estado. En 1966-1975 hay dos momentos dispares; primero, unificación de la dirección del Partido y el Estado a cada nivel de dirección; segundo, separación del Partido y la administración estatal.

Al redefinirse desde 1975 el ordenamiento político-institucional del país, se  adoptó una mayor representatividad en las instituciones y la dirección del Partido. Por Ley constitucional fue reconoció al PCC como “dirigente superior de la sociedad y el Estado”; e igualmente, la dirección partidista asumió un doble carácter. Uno, corresponde a la dirección que el Partido ejerce sobre las organizaciones en diferentes niveles. Se definió como la impartición de las directivas generales para solucionar los problemas; no para cuestiones concretas ni detalles. Pero, en la realidad, es reconocido que el PCC ha ejercido sus atribuciones de forma más directiva que indicativa. Factor que ha repercutido negativamente en el ejercicio de las funciones de dirección política.

El otro se proyecta sobre la dirección dirigente del PCC sobre los demás elementos integrantes del sistema político: Organizaciones sociales, de masas, profesionales, etc. Tiene como base la aceptación consciente por los respectivos colectivos del centralismo democrático que, después del debate de las plataformas, opiniones, etc., la minoría se somete a la mayoría; y cada instancia inferior a la superior. Factores que se ven fortalecidos por la estructura del PCC al interior de las organizaciones de masas, sociales y del Estado, al establecerse una “nomenclatura” de cuadros cuyo movimiento debe avalar el Partido.                 
               
Por otro lado, compendiar los rasgos definitorios del sistema político amparado en los acuerdo del I Congreso, no puede obviar el papel del liderazgo basado en los dirigentes históricos de la Revolución; tendió a coincidir con los máximos regentes del Partido y el Estado, y con  los miembros del Buró Político del PCC. Caso excepcional lo personifica Fidel Castro Ruz, como conductor histórico y máximo dirigente del Partido y del Estado desde su constitución. En 1976 ese liderazgo fue ratificado y reforzado al encabezar la Presidencia del CE, Primer Ministro, Secretario General del PCC, además de unificarse la jefatura del Estado y el Gobierno. Igualmente, ocupa la condición de Comandante en Jefe de las Fuerzas Armada  y Presidente del Consejo de Defensa9

Con respecto al SDPE fue calificado de “restringido” por apartarse de la versión original soviética de 1920-1930, de las implementadas en el centro-este europeo, y las derivadas de las reformas realizadas a partir de 1960, en esas latitudes10. Sin embargo, entre otros atributos económicos se caracterizó por la planificación centralizada; excluyó las señales de mercado como orientadoras de la gestión empresarial y de los consumidores; la moneda tuvo un papel pasivo; solo sirvió de reflejo contable de los vínculos económicos recogidos en el plan de la economía nacional. Igualmente, la política social quedó integrada al modelo de desarrollo económico: Educación, salud, trabajo, vivienda, descanso y seguridad en la vejez para todos los ciudadanos, etc.

Por otra parte, en la variante tropical de socialismo el papel de la propiedad estatal en la economía no tuvo igual en el socialismo conocido. En 1989, el peso relativo de los fondos básicos estatales en la economía nacional era, en la agricultura, 92%; en la industria, la construcción, el transporte  -- excepto un pequeño grupo de operadores privados --, el comercio mayorista, minorista, y exterior y en la banca, del 100%.  En Cuba, propiedad estatal y socialismo parecieron simbolizar el mismo ideal. Así, el SDPE se fundamentó en la propiedad estatal (identificada con la social) sobre los medios de producción, el carácter de ley del desarrollo planificado, un plan único de la economía nacional,  y la planificación centralizada. Las tareas del desarrollo económico-social se incluían en los planes quinquenales.  

En cambio, en lo formal, el SDPE otorgó cierta autonomía a las empresas en la utilización y manejo de los recursos, relaciones de cobro y pago, el uso del dinero, precios, finanzas, presupuesto, etc. Es decir, operaban las relaciones mercantiles, pero despojadas de contenido real; solo servían para el control contable – costos, ganancias, interés, tasas de cambio, etc. – en calidad de elementos para medir el empleo por las firmas de los medios disponibles. El mercado tenía un limitado papel en la esfera de la circulación, para ajustar la oferta a la demanda.

Una mirada retrospectiva sobre la implantación del SDPE constataría que, inicialmente,  aportó  efectos positivos en la gestión y funcionamiento de la economía. Ante todo, puso orden en la organización empresarial; igualmente, a su favor habría que agregar que en 1981-1985, el PSG creció a un ritmo del 7,5%, el más elevado obtenido en los tres lustros 1976-1990. Sin embargo, para mediados de 1980, distorsiones en la economía presagiaron el agotamiento del SDPE antes de rendir plenos dividendos. Entre otros, tocó fondo la estrategia apoyada, sobre todo, en el crecimiento extensivo, asociado a continuos aumentos del consumo energético, materias primas, y fuentes de acumulación basadas en los crecientes financiamientos externos, en particular, de la URSS11.                          

Por otro lado, afloraron desviaciones económico-sociales. Según la percepción de la dirección del país, los aspectos monetario-mercantiles fueron absolutizados en detrimento de motivos no directamente económicos y de sus mecanismos de realización. Fue notorio el número de obras iniciadas y nunca concluidas, incumplimientos en los planes pero los recursos asignados eran consumidos, disminuyó la construcción de viviendas, círculos infantiles, escuelas, etc.

El Plan de la Economía se distorsionó; adquirieron supremacía los índices en valor y violación de los surtidos; crecieron las importaciones de alimentos; inversiones y efectos que no se correspondían con los recursos utilizados. En las empresas, el pago por el trabajo se deformó; los fondos de premios se disociaron de los resultados. Fue cada vez menos funcional la independencia de las empresas previstas en el SDPE. No obstante, el país obtuvo importantes logros en el desarrollo social, especialmente, en educación y salud12.   

Al ponerse en evidencia las deformaciones más manifiestas del SDPE, fue abierta una revisión de la política económica, dirección y gestión de la economía, denominada “Rectificación de errores y tendencias negativas”. El reajuste involucró a las empresas, Sindicatos, Partido, CDR, etc.; abogándose por el empleo de nuevos métodos, estilos de trabajo y reglas más dinámicas para dirigir la economía. Se planteó renunciar a las prácticas calificadas de mediocre y burocráticas en la planificación y a la mentalidad importadora; perfeccionar los procesos inversionistas,  incrementar las obras en viviendas, instalaciones de asistencia médica primaria, círculos infantiles, etc. Se introdujeron nuevos sistemas de pago y erradicados los errores en materia de trabajo y salario.
La rectificación comenzó por la eliminación de los mercados agropecuarios (MA), calificados de entidades deformadoras13. Se recuperó la voluntad hidráulica, trazado de viales, renació la industria de materiales de construcción. Fueron organizados los “contingentes”, colectivos laborales portadores de valores, conceptos y mecanismos renovadores, de incentivos al trabajo, atención al hombre, etc. Se introdujeron ágiles procedimientos para incorporar al desarrollo económico-social del país los adelantos científico-técnicos, en particular, en biotecnología, ingeniería genética y microelectrónica.

Fue revitalizada la organización de las  microbrigadas para la construcción de viviendas, rescatada la práctica del trabajo voluntario; en el desarrollo económico-social del país se impulsaron diferentes proyectos en la rama del turismo, así como experimentos en el sector empresarial. Sin embargo, al remitirnos al frio análisis de los números los resultados dejaron mucho que desear. En 1989 el PSG resultó en 1,2% inferior al de 1985; el Ingreso Nacional Creado (INC) per cápita descendió de 1 382 a 1 216 pesos. El plus-producto cayó de 1 574 hasta 1 145 pesos; la productividad del trabajo social del trabajo bajó de 6 281 a 5 127 pesos. Otros indicadores, el rendimiento de los fondos básicos, el consumo material por peso de INC, y los costos totales por peso de PSG, también sufrieron sensibles deterioros14

Grosso Modo, las limitaciones intrínsecas en los mecanismos del cálculo económico y en la dirección centralizada de la economía arrastrada desde 1960 en el funcionamiento económico del socialismo soviético-europeo, que sirvió de fundamento orgánico al SDPE, más la evidencia de sus incongruencias en la versión tropical, lo convirtieron en un “caballo con mataduras”. Como resultado, las existentes relaciones monetario-mercantiles formales, incluyendo otras palancas contempladas en el Sistema, sufrieron una mayor restricción. A esta circunstancia se agregó la ausencia de avances sustanciales en conceptualizar y diseñar un “Modelo” alternativo al frustrado cálculo económico restringido.                     

Mientras, la caída del socialismo en el centro-este europeo, y  enrarecerse el clima político y ulterior desintegración de la URSS, borraron rápidamente las condiciones exteriores a las que estaba encadenada la economía cubana. Circunstancias que sirvieron para sacar a flote las ineficiencias económicas ocultas en el SDPE, y en los parches introducidos durante el proceso de rectificación de errores y tendencias negativas, paliados por el generoso tratamiento recibido por la Isla en sus relaciones económico-financieras externas, en primer lugar, por las mantenidas con el país de los soviets.


Así, desde 1990, inicia la Isla un derrotero inédito para el manejo económico,  después de casi treinta años de una práctica separación del mercado mundial capitalista; situación para la que no contaba con ventajas aparentes para reinsertarse en la economía internacional. Debe subrayarse que, en caso de Cuba, el descalabro en lo económico fue remontado, en su etapa más dura, sin acudir a la implementación de medidas de corte neoliberal.

Continuará

La nueva normalidad lenta de China

Michael Spence, a Nobel laureate in economics, is Professor of Economics at NYU’s Stern School of Business, Distinguished Visiting Fellow at the Council on Foreign Relations, Senior Fellow at the Hoover Institution at Stanford University

MILÁN – Todo indica que las dos economías más grandes del mundo, Estados Unidos y China, atraviesan una desaceleración secular. Pero todavía quedan grandes dudas sobre sus trayectorias futuras de crecimiento, lo cual incide seriamente en cuestiones de valoración de activos, riesgo y política económica.

Aparentemente, Estados Unidos se estabiliza en una tasa de crecimiento real (ajustada por inflación) de alrededor del 2% anual (aunque la cuestión de si es superior o inferior al potencial de la economía todavía es objeto de arduo debate). En cuanto a China, parece ir rumbo al 6 o 7% que el año pasado el gobierno señaló como “nueva normalidad” de la economía. Algunos observadores coinciden en que ese valor es sostenible durante una década más o menos, siempre que el gobierno implemente un conjunto integral de reformas en estos próximos años. Pero otros prevén que el crecimiento del PIB chino seguirá una tendencia declinante con posibilidad de aterrizaje forzoso.

Sin duda, hay motivos para preocuparse. Estados Unidos y China se enfrentan a un panorama económico más difícil creado por el crecimiento lento e incierto de Europa (uno de los principales socios comerciales de ambos países).

Además, tanto Estados Unidos como China (y de hecho, toda la economía mundial) padecen una escasez de demanda agregada que crea presiones deflacionarias. En su intento de combatirlas reduciendo los tipos de interés, los bancos centrales provocan sin darse cuenta reapalancamiento (una pauta de crecimiento insostenible), sobrevaluación de activos (con cierto riesgo de corrección a la baja, dado el poco crecimiento) y devaluaciones (que no hacen más que trasladar la demanda global de un país al otro, pero no la aumentan).

Para China, cuyo crecimiento económico todavía depende hasta cierto punto de los mercados externos, este entorno es particularmente difícil, sobre todo cuando la devaluación del yen y el euro erosiona todavía más la demanda de exportaciones. Pero aun sin la crisis de los principales mercados externos, no sería realista esperar que una economía de ingresos medios grande y compleja como la china pueda crecer por encima del 6 o 7%.

Sin embargo, tras la crisis económica global, China insistió en mantener unas altísimas tasas de crecimiento del 9% durante dos años, para lo que se apoyó en el estímulo fiscal, enormes inyecciones de liquidez y una detención temporal de la apreciación del renminbi. Si el gobierno hubiera hablado de “nueva normalidad” antes, las expectativas se hubieran condicionado de otro modo. Se habría desalentado la inversión desmedida en ciertos sectores, reducido la incobrabilidad de préstamos y contenido el exceso de apalancamiento en el sector corporativo, al tiempo que se habrían evitado distorsiones de precios de los commodities. El crecimiento se hubiera frenado igual, pero con mucho menos riesgo.

En la situación actual, en cambio, China se enfrenta a serios problemas. El bajo crecimiento de la demanda externa y el hecho de que ya tiene una gran cuota de mercado en muchos productos impiden a China en lo inmediato basar su economía en un aumento de las exportaciones. Y si bien a más largo plazo apoyar las inversiones de socios comerciales en infraestructuras (especialmente por medio de la iniciativa denominada “Un cinturón, una ruta”) puede ayudarla a fortalecer los mercados externos, esto no es sustituto para la demanda agregada interna.

Las inversiones pueden impulsar un crecimiento sostenible sólo mientras no haya una caída drástica de la rentabilidad. Para las inversiones públicas, esto implica que el valor actual del incremento en la trayectoria futura del PIB (calculado con una tasa de descuento social) sea mayor que la inversión misma.

La buena noticia es que el disciplinamiento del mercado parece estar eliminando las inversiones poco rentables. Y todo indica que la inversión seguirá en auge mientras crezca la base de capital de la economía.

Pero para impulsar la demanda, China también necesita aumentar el consumo de las familias y mejorar la provisión de servicios de más valor. Los últimos datos sugieren que a pesar de los recientes aumentos salariales, el consumo apenas equivale a un 35% del PIB. Dada la alta tasa de ahorro de las familias (alrededor del 30% de la renta disponible), la renta disponible per cápita es más o menos igual a la mitad del PIB per cápita. Es cierto que una ampliación de los programas de seguridad social y una oferta más variada de opciones de ahorro e inversión podrían ayudar a reducir el ahorro preventivo e impulsar el consumo. Pero lo que realmente se necesita es un cambio en la distribución de ingresos hacia las familias.

Sin un esfuerzo concertado para aumentar la participación de las familias en la renta total del país y el peso del consumo en la demanda agregada, el crecimiento de la oferta de servicios y bienes de consumo seguirá siendo inadecuado. En particular, para sostener un crecimiento inclusivo sería útil una expansión del sector servicios, ya que es una fuente importante de creación de empleo.

Otro problema fundamental es la caída del sector inmobiliario chino, que el año pasado experimentó un veloz descenso del ritmo de construcción y de los precios.Un aumento de presiones sobre empresas constructoras ya muy apalancadas podría generar préstamos incobrables (y por tanto, un riesgo considerable) tanto en la banca tradicional como en la informal.

Por suerte, el relativamente bajo endeudamiento de las familias chinas implica que es improbable un deterioro de balances como el que hubo en algunos países avanzados durante la crisis y que provocó una inmensa caída de la demanda, incluso si la desvalorización de las propiedades no se detiene. Esto también indica que queda algo de margen para impulsar la demanda aumentando el crédito al consumo.

Hay otros motivos de esperanza. Los salarios chinos están en alza, se están por implementar medidas de protección de depósitos y sus tipos de interés se están desregulando. Además, crece la oferta de instrumentos de inversión basados en Internet. La creación de nuevas empresas en el sector servicios (sólo el año pasado se pusieron en marcha 3,6 millones) está generando empleo, en parte gracias a un nuevo marco mejorado de otorgamiento de licencias. Y las plataformas virtuales facilitan un aumento del consumo, a la vez que amplían el acceso a mercados y la financiación para empresas más pequeñas.

La dirigencia china debería apuntar a acelerar y aprovechar estas tendencias, en vez de insistir con el estímulo fiscal y monetario. Ya hay suficiente inversión pública, y ampliarla ahora sería redirigir demanda agregada en la dirección equivocada. En tanto, el ya excesivo apalancamiento de las empresas desaconseja un aumento indiscriminado del crédito.

Cualquier estímulo fiscal ahora debe concentrarse en mejorar los servicios públicos, alentar el consumo y aumentar los ingresos de las familias. Acelerar la expansión del seguro social estatal puede ayudar a reducir con el tiempo el ahorro de los hogares. En términos más generales, China debe aprovechar sus enormes reservas para generar ingresos o beneficios que aumenten la proporción de renta que las familias consideran seguro gastar. Puesto que la inversión privada sigue sobre todo la demanda, es probable que tales medidas reviertan su actual tendencia declinante.

La economía china todavía puede desacelerarse más. La dirigencia del país debe hacer lo necesario para que, de suceder tal cosa, no se perciba como una tendencia secular, ya que ello podría dañar los dos elementos que más necesita la economía: consumo e inversión.

Traducción: Esteban Flamini


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Las grandes profecías económicas que fallaron estrepitosamente


RT

Al tiempo que Grecia trata de evitar con la UE y el FMI el colapso financiero, numerosos analistas hablan de la cercanía de un 'default' y de la salida inminente de Atenas de la zona euro. Sin embargo, no todo es tan simple cómo parece. La historia de la economía lo demuestra.

No siempre las grandes profecías de los economistas realizadas en momentos históricos cruciales acertaron. Al contrario, muchas de ellas tuvieron desenlaces diametralmente opuestos, destaca BBC Mundo.

La Gran Depresión de los 1930: "No habrá más colapsos"

"No habrá más colapsos en nuestro tiempo", afirmó en 1927 uno de los economistas más influyentes del siglo XX, John Maynard Keynes. Dos años después, en 1929, ocurrió el Crac de Wall Street, el más devastador desplome del mercado bursátil en la historia de EE.UU. Entonces el índice industrial Dow Jones llegó a perder casi el 90% de su valor. Así comenzó la depresión económica internacional más duradera y profunda del siglo XX. Solo en los tres años posteriores el PIB mundial disminuyó en un 15%.

La burbuja de las empresas 'dotcom': "Serán estrellas"

En el año 2000 AOL Inc., una empresa de servicios de Internet, y MCI Inc. (WorldCom), gigante de las telecomunicaciones, serían las "compañías estrella" del sector tecnológico de EE.UU. y todo el mundo, predijo en 1999 la entonces popular revista de finanzas personales Smart Money. Pero en enero de 2000 AOL anunció su fusión con Time Warner Inc., ahora tercer mayor conglomerado de medios y entretenimiento del mundo, y sus acciones llegaron a perder un 70% de su valor. El precio en bolsa de MCI WorldCom en 2000 empezó a caer dramáticamente y en 2002 la compañía entró en la bancarrota tras salir a luz su gran fraude contable.

La crisis financiera global de 2008: "Problema contenido"

El creciente uso de complejos instrumentos de inversión como los derivados había contribuido a la salud económica internacional, haciendo las instituciones financieras más resistentes, aseguraba en 2005 el entonces jefe de la Reserva Federal de EE.UU., Alan Greenspan. "El impacto de los problemas de las 'subprime' en el resto de la economía y en los mercados financieros probablemente se contenga", declaró en 2007 su sucesor en el puesto, Ben Bernanke. Un año después las hipotecas 'subprime' (o basura) desataron una crisis global cuyas consecuencias siguen sintiéndose en 2015.

Origen, patología evolución y superación del capitalismo

Leopoldo de Gregorio, Attac.es

Aunque fueron muchos los autores que desde el medioevo observaron, definieron y trataron de superar los efectos que en las economías causaban sus crisis, sólo Marx nos dio a conocer científicamente que éstas, como origen, estaban radicadas en lo que él, en sus diversas acepciones llamó plusvalías.

De antiguo se entendía como algo congénito que una inversión debía tener una rentabilidad; una categoría de lo connatural que al no contemplar la importancia que en sus transacciones tenía el trabajo, sólo la vinculaban con las correlaciones que concurren en el proceso comercial que era preciso materializar para la evolución y el desarrollo de la especie…

Ya Hobbes definió como una utopía un modelo de socio-economía que denominó como de mercado simple, especificándolo como un prototipo en el que “todo el mundo intercambia mercancías; que éstas hacen pasar lo que era poder de inversión en unos, en una resultante que constituye la posesión de otros.” “ que al ser las transacciones que entre sí se han de hacer constituyen tan solo productos, este intercambio mercantil no puede ser un medio por el cual se puedan obtener ganancias haciendo pasar algunos de los poderes ajenos a sus propios usos.

Con lo cual la ganancia que obtienen cada uno de ellos consiste en el mayor beneficio que se consigue al producir una cosa para el cambio, en vez de producirla para sí.” (C.B. Macpherson, La Teoría Política del Individualismo Posesivo. Editorial Fontanela, pág. 65).

Este modelo no sólo es utópico; en función de que es falso que en este intercambio mercantil no se obtengan ganancias, no podemos considerarlo como un prototipo en el que lo obtenido sea deseablemente distribuido; y que consecuentemente no se hayan suprimido las desigualdades que se generan como acumulación. Lo que para Marx era preciso concienciar era la trascendencia que tenían aquellos factores relacionados con la producción y la distribución; unos factores que condicionaban la existencia de aquéllos que no participaban en los anteriormente mencionados intercambios mercantiles. Concienciar que los egresos que se hubieran de aportar (para con el trabajo facilitar el desarrollo de sus trapicheos), constituía un simple factor de producción.

Ocurre que como consecuencia de la asunción por parte de los trabajadores de esta concienciación, (y una vez que los operadores del intercambio mercantil fueron conscientes que la compleja apropiación de una parte del trabajo no abonado estaba generando una contestación), los que con anterioridad se habían considerado exclusivamente como propietarios, terratenientes o rentistas, dejaron de contemplar la relación interesadamente seudo-patriarcal con la que hasta ese momento habían venido explotando a los que se encontraban bajo su égida, se adscribieron el rango y los comportamientos que caracterizan al capitalista. Tuvieron que asumir las relaciones y las obligaciones que dimanaban del trabajo enajenado; y en este contexto, al tener que admitir que esta situación condicionaba en cierta forma las conductas que los poseedores de los medios habían venido desarrollando, para poder asegurar y compensar las demandas llevadas a cabo por los trabajadores decidieron que era preciso ir mucho más allá de la pragmática que regulaba exclusivamente el intercambio. Sobre todo, tras su apercibimiento de que debido a la concienciación que había inculcado Marx, esta concienciación había cristalizado en un nuevo orden social.

En un principio se recurrió al fordismo y al taylorismo. Después, cuando se observó que los rendimientos dimanantes de la plusvalía relativa conllevaba una disminución asimismo relativa con respecto al proceso de inversión, se utilizó como llave con la que superar la imposibilidad de que la oferta se equiparara a la demanda, haciendo uso de un incremento desusado de las acreditaciones; se pospuso el pago ad futuro de lo que en el presente no podía ser consumido. Y todo esto con independencia de estar condenados a continuar este proceso, so pena de ser eliminados; un proceso que demandaba un continuo incremento de la estructura productiva.

Es por ello por lo que Marx aseveró que “el capitalismo sólo puede existir como una esfera que para mantenerse ha de estar supeditada a un proceso de acumulación.” Algo que socialmente es tan insostenible como lo es para la física la imagen siguiente:


A este respecto adjunto unos fragmentos de una obra no comercializada que lleva por título ¿Es posible otra economía de mercado? Dice lo siguiente:

“Entiendo que la actividad racional del individuo se mueve por la identificación que en él suscita lo que puede ser aprehendido. Sin embargo, esta racionalización, al pretender trascender en el tiempo, incorpora al proceso un componente que perturbando la interinidad que debiéramos asociar a dicha identificación, va más allá de lo que ésta debería estar representando. Se está ejerciendo sobre ella una injerencia de naturaleza posesiva. A mi entender, de la misma manera que somos capaces de considerar un bien y, reflexivamente pretender resolver su bondad “anexionándonoslo”, es dable conseguir que esa concienciación que nos identifica con el mismo podemos despejarla, si la proyección que en el espacio y en el tiempo representa, la sabemos encauzar de forma que en sus efectos desempeñe una influencia exclusivamente temporal. Estimo que la tendencia hacia la posesión, esa sempiterna inclinación en la que todos estamos implicados, podemos controlarla, siempre que la tengamos que asumir como algo utilizable; algo que al fundirse en nosotros en su uso, unifique y armonice nuestra realidad con la realidad en la que tengamos que desenvolvernos” “Cuando en nuestra sociedad reclamamos como natural el derecho a poseer (es decir, nuestro derecho a la propiedad privada), estamos demandando algo más que el derecho a su uso. Estamos intentando conseguir una substantividad extrínseca; una materialización que al no poder ser incorporada a nuestro ser, va más allá de nuestro natural derecho a considerarla como algo posesible. Nosotros debemos entender que de una forma biológica y hasta psicológica, dependemos de nuestro mundo exterior y que por tanto, necesitamos satisfacer nuestras carencias en las singularidades que para repararlas podemos encontrar en lo que nos rodea. Sin embargo, tenemos que advertir que lo que nosotros tendríamos que demandar de ese mundo exterior, debería ser la cumplimentación de un gozo o la satisfacción de una necesidad; que cuando pretendemos materializar el disfrute de la mayor parte de nuestras demandas, estamos asumiéndolo como la idealización de las cosas en las que se fundamentan; cuando nunca podrán ser las cosas en sí mismas. Lo que nosotros generalmente demandamos no es la complacencia inmediata que en ellas podamos encontrar; lo que invariablemente pretendemos, es que esas cosas sigan estando ahí para que podamos seguir potencialmente disfrutándolas. Ahora bien, aunque aparentemente esta permanencia constituye una razón que supuestamente asegura lo que hubiera de ser nuestro futuro, debido a que hay que conformarla a través de un acaparamiento que obligatoriamente nos tiene que enfrentar con los demás, ésta no es la manera más idónea de conseguir los fines que con nuestra identificación con la cosa poseída hubiéramos pretendido lograr.”Nada ha engañado más a nuestra sociedad que el argumento relativo a la existencia de aquella mano invisible. Y esto, por dos razonamientos a cual más significativo. El primero, porque con ella se nos intentó mostrar la capacidad autorreguladora del libre mercado: el segundo, porque con esta autorregulación se asumía la existencia de una libertad que por contrahecha resultaba inexistente. Y para demostrarlo no es necesario recurrir a demasiados ejemplos. Con respecto al primero, los rebalses de una producción que al no poder ser consumidos constituyen la base de las crisis convencionales. Con respecto al segundo, la existencia de un proceso de acumulación que al estar fundamentado en la utilización de un sector poblacional que para subsistir tiene que alienar su fuerza de trabajo, es totalmente incompatible con esa libertad; un proceso que al no existir hogaño como una concienciada oposición, ha permitido que el Capitalismo la utilizara como una forma de compatibilizar una tendencia relativa a la baja de los salarios con respecto al incremento de la productividad. Como queda demostrado si observamos que entre 1999 y 2011, el aumento de la productividad del trabajo medio en las economías desarrolladas ha sido más de dos veces superior al de los salarios medios; un aumento de la productividad que por otra parte no ha servido para que se produjera una reducción de la jornada laboral. Lo único que ha conseguido ha sido un decremento del número de trabajadores.

Y es curioso porque esta realidad choca frontalmente con la tan traída y tan llevada curva de Kuznets; una curva en la que se describe la tendencia a una reducción de los desequilibrios en la distribución de la renta debido al incremento del crecimiento económico; una curva en la que teniendo que ser asumido como cierto que este crecimiento posibilita una mejora en las familias con menores rentas, a tenor de las diferencias que se suscitan entre los más necesitados y las que obtienen rentas superiores es totalmente incompatible con la reducción de estos desequilibrios.

Para entender las razones que conlleva ese desmedido afán de acaparar riquezas hemos de convenir en que una gran parte de nosotros llevamos en nuestro ADN los mismos componentes que caracterizaron a Fagin. Utilizamos a nuestros semejantes de igual manera a aquélla que éste empleó al hacer uso de unos necesitados que por haber devenidos sujetos de una pésima distribución de las riquezas se veían obligados a colaborar con el que interesadamente le ofrecían un cobijo. Y para contrarrestar la patología que nos condiciona de una manera subjetiva hemos utilizado la cultura, la represión, el pasotismo y en última instancia aquellas prácticas que Marx pretendió superar con la modificación de las relaciones sociales de producción y de distribución. 

Aun siendo cierto que según Freud “la Historia del hombre es la historia de su represión.” que “La cultura restringe no sólo su existencia social, sino también la biológica, no sólo partes del ser humano sino su estructura instintiva” lo que no es dable tener que aceptar es que esta Historia tenga necesariamente que ser tan cenicienta. Los hombres inventaron el zapatito de cristal, la calabaza convertida en carroza y la existencia de un príncipe azul que solo por serlo daba color a nuestras vidas. Es cierto que la historia determina lo que haya de ser nuestras culturas, pero no es menos cierto que en función de que éstas generalmente conllevan una serie de rasgos que como las religiones y el lenguaje establecen fronteras, lo que hasta ahora ha sido nuestra Historia, no ha sido más que un cúmulo de desencuentros culturales.

Examinando nuestro comportamiento a lo largo de esa Historia podemos darnos cuenta que desde el momento en el que los hombres dejaron de practicar la caza (que hasta entonces les había servido como medio de vida) y comenzaron a ejercer el pastoreo y la agricultura; es decir, desde el momento en que empezaron a ejecutar el acto represivo de renunciar al disfrute inmediato de las cosas -al obligarles los condicionamientos que demandaban su nuevo estilo de vida a posponerlo en el espacio y en el tiempo -, se originó una transformación social de enorme importancia. Lo que hasta entonces tuvo que ser una comunidad (debido a la necesidad de forjar una unión que proveyera a los miembros que pudieran componerla de una manera de afrontar su indefensión), se transformó en una asociación en la que la persona adquirió un carácter de individualidad que actualizando sus ancestrales propensiones, le confirió la convicción de ser una singularidad enfrentada con aquélla en la que anteriormente se había desenvuelto. La noción que como grupo había estado experimentando el individuo se metamorfoseó en un conglomerado de subjetividades que dejaron de contar como partes necesarias en el desarrollo de su comunidad. Es más, me atrevería a decir que ante la disminución de dependencias que en su nueva forma de ganarse la vida lograron alcanzar, incluso llegó a diluirse la vigencia de esa noción de grupo que anteriormente estuvieron manteniendo (a no ser que ese grupo representara una proyección de su propio yo; una proyección puesta al servicio de sus intereses subjetivos). Y las consecuencias de esta subjetividad, (suavizando el ascetismo con el que trató de sortearlas Freud), Herbert Marcuse intentó exorcizarlas a tenor de la natural desublimación represiva que supuestamente habría de traer la revolución tecnocrática. Lo que ocurre es que esta revolución ni tuvo ni tiene una naturaleza desublimadora. Como consecuencia de un subjetivismo que han puesto a su servicio los avances de la ciencia, se ha producido lo que con toda su crudeza menciona Pedro Luís Angosto en su artículo “La izquierda, la ignorancia y el pueblo” Han servido para derruir los valores que antaño adscribimos a nuestras culturas. Han provocado“la dejación de las funciones educativas consustanciales al Estado moderno; se ha producido, gracias sobre todo a la televisión y sus millones de mensajes directos y subliminares, un tipo de ciudadano que no merece ese nombre, grosero, autista, egoísta, déspota, insolidario, un tipo que cree que él y los suyos son sujetos de todo tipo de derechos y de obligación ninguna, un tipo que mide sus triunfos en relación a los fracasos ajenos, un ser que cuya forma de vida primaria ha llegado a modificar el urbanismo de muchas ciudades, ciudades que se han llenado de reservas para la buena gente en forma de urbanizaciones cerradas, de jardines privados robados al espacio público, de colonias periféricas ultravigiladas dónde sólo ellos, los nuevos notables, tienen cabida.” Hemos llegado a un punto en el que como consecuencia de las inconsecuencias de este modelo, una parte substancial de nuestros jóvenes ni estudian ni trabajan. ¿Qué futuro les espera? ¿Cómo sacian sus ansias de consumo en una sociedad en la que abundan los recursos? ¿Cómo podemos esperar que su conducta discurra por los cánones que otrora conformaron nuestras culturas?

Y ocurre lo mismo con la forma de superarlas con las que nos catequizó Norman O. Brown. Aquéllas con las que se nos arengó (sin ninguna indulgencia para con los aspectos positivos que deben caracterizar a una cultura), que la forma de solventar los contrariedades con las que tenemos que enfrentarnos se encontraba en nuestra disposición a asumir una completa desmitificación de nuestros condicionamientos culturales.

Pero es que si con la transformación del modelo económico que dimanó de la Revolución Industrial no logramos conformar una sociedad mejor (puesto que en gran medida no se dieron las pautas para que los individuos pudieran ejercer la iniciativa privada); si observando las secuelas de lo que hemos dado en llamar “revolución tecnocrática”; si advertimos que con ella hemos podido conseguir tan solo una transformación de las estructuras del poder; si constatamos que la pérdida de los valores que constituyen lo que haya de ser nuestra cultura está llevando a nuestra juventud a una manera de afrontar la vida que pretende simplemente discurrir por ella en la conformación de una manera erótica de concebir la realidad; en la forja de un ego Dionisiaco que nos lleve a tener que observar (como escribió Nicola Chiaromonte en “Encuentro”) que “los jóvenes nacidos después de 1940 se encuentran viviendo en una sociedad que ni ejerce ni merece respeto”, ¿podemos esperar ser redimidos por un modelo que hasta ahora sólo ha sido una reposición de caras nuevas que con su apalancamiento en el Poder indefectiblemente se tornan caras viejas?

Con independencia de los efectos adversos que suelen acompañar al progreso, tenemos que reconocer que sin éste, todavía estaríamos viviendo en las cavernas; lo cual nos posa una serie de preguntas que obligándonos a tener que buscarles una respuesta, aunque por su variedad y su importancia deberían ser analizadas una a una, en función del cometido que debo perseguir con estas líneas me obliga a limitar a solo una la que debo sacar a la palestra. Con ella me refiero a ese prácticamente unánime reconocimiento de que para que en el ámbito de la economía este progreso pueda materializarse es necesario invertir parte de los beneficios obtenidos como nuevas inversiones; llevar a cabo la reinversiones que nos permitan materializar los anillos que Böhn Bawerk nos mostró en su Teoría Positiva del Capital; hacer que la economía se dinamice; aunque tan sólo dure esa dinamización en tanto en cuanto los efectos de la acumulación no vuelvan a ralentizar esta dinámica. Y aunque es cierto que con el aumento de la complejidad se incrementan unos rendimientos con un mayor valor añadido, no es menos cierto que con ello no logramos salirnos del bosque. En un modelo en el que los beneficios obtenidos a través de una mayor actividad económica no sean equitativamente repartidos no se puede esperar que esta bonanza justifique la que a éste se le haya de adscribir. El bosque hay que contemplarlo desde fuera. Dentro, incluso psicológicamente formamos parte de nuestro entorno; estamos condicionados por lo que somos; y así es muy difícil ver lo que ocurre fuera de nosotros.

Desde dentro sólo estamos constatando que este progreso, en su busca de continuos e incrementados beneficios, evoluciona de una forma que en función de su naturaleza y como consecuencia del patrocinio que sobre él ejercen los que representativamente dicen gobernarnos, nos confina a unos espacios cada vez menos transitables. Lo cual nos lleva de nuevo a preguntarnos ¿si la ortodoxia es generalmente positiva cuando su utilización es la base de un modelo socialmente razonable, cuando es empleada para garantizar la existencia de una tiranía, no es obligatorio hacer uso de la heterodoxia? Cuando esa ortodoxia está al servicio de las desigualdades, con la acumulación no sólo se detrae de la sociedad lo que debe ser comunitario, se crea una situación en la que se excluye a los que no son necesarios para seguir incrementando las riquezas. Cuando en función de esta ortodoxia se postula que para superar las crisis es necesario ser más competitivos, la propuesta de los empresarios es la de utilizar unas máquinas inteligentes que les permitan con menores costes incrementar el PIB; (y aquí me viene a la memoria el hecho de que debido al un aumento de la productividad y una legislación laboral que sólo ha repartido miseria, el pregonero de las raíces vigorosas y sus adlátares nos “alumbren” que ese incremento del producto interior bruto es la prueba de que estamos saliendo de la crisis. En nombre de una competitividad fundamentada en la necesidad de comerciar con los mercados ubicados en el Exterior, el progreso se sitúa en contraposición a los derechos de los trabajadores.

Como muy bien apunta Marco Antonio Moreno en su bitácora Jaque al neoliberalismo (ver post completo aquí)
“El estancamiento de los salarios en los países desarrollados pese al continuo aumento de la productividad confirma que una parte cada vez mayor del ingreso es recaudada por la clase capitalista mientras el porcentaje relativo que reciben los trabajadores sigue disminuyendo.... “En general, en el grupo de las economías desarrolladas, el crecimiento del salario real va a la zaga del crecimiento de la productividad laboral en el período 1999 a 2013.” Es decir, incluso en épocas de bonanza los salarios reales han estado descendiendo.


Actualmente estamos viendo como el sumo sacerdote y sus escribas están pregonando a bombo y platillo que la crisis es cosa del pasado; que la prima de riesgo ha caído por debajo de los cien puntos básicos (como si fuera en el templo de estos fariseos donde radica esta caída); que el consumo está repuntando (sabiendo que ante el desplome salarial, el descenso del total de las horas trabajadas, y el festival de las horas extras no abonadas, las empresas se han visto obligadas a incrementar sus ventas a crédito). Y este consumo marginal, al estar hipotecándonos todavía más, nos va a pasar factura. Tanto a nosotros como a los que lo publican como una señal de bonanza.

¿Ante la descomposición y el olor a podrido que se desprende de este modelo, no creéis que debemos abrir las ventanas y hacer nuestra aquella frase que decía?: “Nosotros somos aquéllos a quienes hemos estado esperando.”

Cuba: llamada a garantizar la seguridad energética de Norteamérica


Por Carlos Huerta Durán, Forbes

Cuba y Estados Unidos han venido dando pequeños pero continuos pasos desde que en diciembre pasado anunciaron un diálogo para el restablecimiento de las relaciones diplomáticas entre ambas naciones. La VII Cumbre de las Américas en Panamá parece haber consolidado una ruta que abre una posibilidad inmejorable para explorar las alterativas económicas en el sector energético del país caribeño.

De manera particular, Cuba tiene ventajas económicas, geológicas y geográficas para considerar seriamente la conveniencia económica de explorar y, en su caso, desarrollar y producir hidrocarburos en tierra, aguas someras y profundas. Describamos algunas características brevemente:

El subsector de hidrocarburos cubano está abierto a la inversión privada desde hace más de dos décadas. Su empresa petrolera nacional, la Unión Cuba-Petróleo (Cupet), fue fundada el 26 de marzo de 1992 con la marca comercial del mismo nombre. Es una entidad estatal verticalmente integrada y conformada por 41 empresas, de las cuales 5 son mixtas. Cupet está autorizada a llevar a cabo todas las operaciones tanto de upstream como downsteam por sus propios medios o en asociación con empresas extranjeras.

En cuanto a la geología, el archipiélago cubano está ubicado en un plegado y cabalgado del Terciario Inferior resultado del choque de un arco volcánico en el sur y el margen continental norteamericano de la mitad norte. Llama la atención la parte norte, específicamente por la carretera de la Habana a Matanzas, donde pueden observarse los desarrollos y puesta en producción de algunos pozos en las cercanías de la costa en el llamado Cinturón de Crudos Pesados. Su posición geográfica es clave: su ubicación entre dos potencias petroleras como son Estados Unidos y México, convierten a Cuba no sólo en un socio estratégico para el desarrollo de nuevos negocios en el subsector de hidrocarburos, sino que además la insertan de manera natural para garantizar la seguridad energética de América del Norte. Su potencial de producción de aceite podría incluso impactar directamente a países vecinos.

La producción anual promedio de Cuba durante los últimos 10 años ha sido de alrededor de 70,000 barriles de petróleo crudo equivalente por día. Las características del aceite lo ubican en la categoría de pesados y extrapesados, con entre 7 y 19 grados API. En su mayoría se utiliza como combustible en las termoeléctricas para generar electricidad. Su consumo interno más que duplica su producción y prácticamente toda la importación de aceite proviene de Venezuela. Sin embargo, ante la coyuntura actual de precios del petróleo deprimidos, la relación comercial entre ambas naciones puede ser modificada sustancialmente.

Ahora bien, su producción había venido observando un incremento en la última década y se tenían muy buenas perspectivas de aumentar todavía más, derivado de las asociaciones con empresas extranjeras que se habían venido gestando a lo largo de los últimos 20 años[1].

Desde 1991, Cuba ha adoptado una política de asociaciones con empresas extranjeras para las inversiones en sectores claves de la economía, incluyendo el petróleo y el gas. En mayo de 1999, el gobierno cubano tomó la decisión de permitir la exploración petrolera en la Zona Económica Exclusiva de Cuba en el Golfo de México, considerando el potencial de encontrar hidrocarburos en aguas profundas y ultraprofundas. Entre las principales motivaciones estuvieron el hecho de que la zona cubana del Golfo de México tiene un alto potencial para la exploración; la existencia de fronteras marítimas con estados productores vecinos y el desarrollo de la tecnología para la producción de crudo en aguas profundas y ultraprofundas. La exploración comenzó en esta área y se hizo por medio de contratos de producción compartida a 30 años con empresas extranjeras diversas, excepto estadounidenses. Para la consecución de este proyecto se ha divido la parte norte de Cuba en 52 bloques y se adaptaron los contratos terrestres a las condiciones especiales del mar. Cubre un área total de 112,000 kilómetros cuadrados y la profundidad oscila entre los 1,500 y 3,000 metros. A la fecha sólo se ha perforado alrededor de una decena de pozos, que resulta un número muy reducido dentro de los parámetros de la industria petrolera internacional.

En total existen 85 bloques disponibles en tierra, mar somero y profundo en toda Cuba, listos para ser explorados y explotados en esquemas contractuales diversos. Sin duda, la casi nula relación comercial y económica entre Cuba y Estados Unidos ha inhibido todo ambiente adecuado de negocios en la isla, en materia energética y en cualquier actividad económica que se trate. Ante el nuevo contexto de entendimiento entre ambas naciones, hay muchos incentivos para que las compañías petroleras estadounidenses y de otros países consideren a Cuba como un destino atractivo para invertir en el sector energético. Las petroleras de EU hace tiempo que preguntan discretamente en Cuba sobre su petróleo y gas; esta coyuntura podría impulsar una acción decidida y tangible en materia energética en el futuro próximo[2].

Ante este escenario, México puede y debe jugar un papel mucho más activo para acercar a dos naciones que durante más de medio siglo no encontraron motivos para dialogar. Ahora que lo han hecho, nuestra nación podría impulsar medidas que vayan abonando el camino para crear un clima de negocios propicio y un marco jurídico-institucional en materia energética.

Lo primero sería relanzar las pláticas para ir dando forma a un acuerdo de Yacimientos Transfronterizos que se localizan en la denominada Dona Oriental del Golfo de México y que es compartida por los tres países. Segundo, ante la reciente apertura energética en México, las oportunidades de explorar y explotar hidrocarburos traen grandes oportunidades de negocios, pero también de riesgos industriales. Por lo anterior es menester reiniciar el diálogo entre las tres naciones a fin de prevenir o afrontar cualquier derrame de hidrocarburos en una industria que es de alto riesgo y que pudieran alterar el medio ambiente de la región. En ambos caso, el gobierno mexicano, por conducto de la Secretaría de Relaciones Exteriores y la nueva Agencia Nacional de Seguridad Industrial y de Protección al Medio Ambiente del Sector Hidrocarburos, será clave para comenzar a concretar el marco jurídico adecuado para la exploración y explotación de la zona compartida en el Golfo de México.

Cuba aparentemente quiere reinventarse como nación, en lo económico y en lo político; Estados Unidos ha observado que el diálogo con la isla puede tener mejores resultados hacia adelante, y México se encuentra inmerso en una coyuntura histórica en su sector energético. Los tres países tienen incentivos claros para dialogar, aterrizar y ejecutar una política energética conjunta que convenga económicamente, y que al mismo tiempo puedan dar garantías futuras sobre la autosuficiencia regional de los hidrocarburos. El camino no será corto y andarlo tampoco será fácil, pero se ha iniciado su construcción, que, parece, puede rendir frutos en el mañana.

Citas

[1]A inicios del nuevo milenio, Cuba se llenó de optimismo ante la llegada de diversas compañías petroleras a la isla. Sin duda, un factor sustantivo fueron los altos precios del petróleo que se observaron desde 2003, considerando incluso la caída de los mismos en 2008 y 2009, ya que un año después retomaron su tendencia alcista. A finales de 2010 era normal escuchar a las autoridades energéticas cubanas sobre las grandes probabilidades de encontrar petróleo en la zona. Sin embargo, ese optimismo se fue diluyendo ante un escenario nada propicio para hacer negocios petroleros en la isla derivado de la cuasi nula relación económica y comercial con Estados Unidos y a que los bloques de Cuba competían con otros en distintos continentes. La presencia de empresas extranjeras se redujo en el subsector de hidrocarburos ex ante del relanzamiento diplomático entre ambas naciones. Véase: Huerta, Carlos et al. “Cuba-Petróleo (Cupet): un singular sendero institucional” en Petróleo y Energía, junio-julio de 2011, México.

[2]Otra oportunidad de negocios, que no tocamos aquí por falta de espacio, pero hay que considerar, es la parte que corresponde a la transformación industrial de hidrocarburos, específicamente la refinación. Ejemplo de ello es la refinería de Cienfuegos, ubicada en la provincia con el mismo nombre donde es una coinversión entre Venezuela y Cuba y que dio origen al activo: “Petróleos de Cuba-Venezuela (Cuvenpetrol, SA). Este proyecto inacabado, por cierto, es sólo un botón de muestra de otra oportunidad para invertir en Cuba.


Carlos Huerta Durán es economista, consultor independiente en negocios petroleros y ex asesor del Consejo de Administración de Pemex. Diseñador y actor relevante en las reformas energéticas en México en 2008, 2013 y 2014. Con experiencia de más de 15 años en temas energéticos, financieros y presupuestales, es asesor de empresas que deseen encontrar oportunidades de negocios en México.