Joseph E. Stiglitz, recipient of the Nobel Memorial Prize in Economic Sciences in 2001 and the John Bates Clark Medal in 1979, is University Professor at Columbia University
Anya Schiffrin is the director of the media and communications program at Columbia University’s School of International and Public Affairs.
Anya Schiffrin is the director of the media and communications program at Columbia University’s School of International and Public Affairs.
WINDHOEK – Situada al medio entre Angola y Sudáfrica, Namibia sufrió muchísimo durante la larga lucha contra el apartheid. No obstante, desde que logró su independencia de Sudáfrica en el año 1990, este país de 2,4 millones de personas ha logrado enormes avances, especialmente durante el último par de años.
Una razón de gran peso para el éxito de Namibia ha sido el enfoque adoptado por el gobierno en cuanto a la educación. Si bien las personas en los países avanzados consideran la educación primaria y secundaria gratuita como algo normal y corriente, en muchos países pobres, la educación secundaria, e incluso las escuelas primarias, requieren del pago de una matrícula. De hecho, los gobiernos a menudo recomiendan imponer el pago de una matrícula como una forma de “recuperación de costos”. En Namibia, sin embargo, la enseñanza primaria pública es gratuita; y, a partir del año escolar en curso, la educación pública secundaria también lo es.
Del mismo modo, el gobierno de Namibia es proactivo en otros aspectos importantes. Los esfuerzos de erradicación de la malaria han reducido los casos anuales en un 97% en aproximadamente una década. Resistiendo la tendencia mundial sobre un aumento de la desigualdad, el coeficiente de Gini de Namibia (la medida estándar de la desigualdad en la distribución del ingreso) se ha reducido en alrededor de 15 puntos desde el año 1993 (sin embargo, se debe puntualizar que este país tenía uno de los niveles más altos de desigualdad en el mundo). Y, la tasa de pobreza se redujo a la mitad, del 69% en 1993 a menos del 30%; además, la pobreza extrema (el número de personas que viven con menos de $1.90 al día) disminuyó en un nivel similar, desde un nivel algo menor al 53% a menos del 23%.
Namibia también tiene la calificación más alta de África según Reporteros sin Fronteras en lo que se refiere a libertad de prensa – situándose muy por delante de Estados Unidos y otras economías ricas. El país también cuenta con calificaciones favorables – entre las más altas en África – en cuanto al Índice de Percepción de la Corrupción (IPC) que prepara Transparencia Internacional.
A pesar de que los precios de las materias primas han estado cayendo, Namibia ha logrado mantener un fuerte crecimiento del PIB – se estima un 4,5% en el año 2015, tras un crecimiento promedio de casi el 4,2% a partir del año 1991 hasta el 2014. Al mismo tiempo, su ratio deuda-PIB, que se encuentra en un nivel aproximado del 25%, es menos de un tercio del ratio de deuda de Europa o EE.UU.
Por supuesto, Namibia tiene sus problemas. La tasa de desempleo, al menos cuando se la mide de manera convencional, continúa siendo obstinadamente elevada, ubicándose en casi el 28%. Y, al igual que otros países de la región, se enfrenta a un alto nivel de VIH/SIDA – casi el 17% de la población es seropositiva.
El Banco Mundial clasifica a Namibia como un país de ingreso medio alto, pero las autoridades insisten en que su país es, en los hechos, un país en desarrollo. Namibia tiene ciertamente algunas de las dificultades que asociamos con las economías menos desarrolladas. Tiene que desarrollar un país árido y con una extensión muy grande, y que tiene una población pequeña. Esto incluye comunidades aisladas en el desierto compuestas por cazadores-recolectores nómadas, quienes de alguna manera deben integrarse en una sociedad moderna sin perder su identidad.
La integración de las personas que hace un cuarto de siglo estaban al margen de la economía mundial sería una tarea enorme para cualquier país. Para Namibia, es aún más difícil: ya que al igual que cualquier otro país del mundo, también enfrenta cara-a-cara los efectos del cambio climático.
No obstante, Namibia ha tomado estos problemas con templanza, a medida que crea una economía diversificada y una sociedad cohesionada. Sorprendentemente, las facciones políticas rivales de la época de la lucha por la libertad del país se han unido para trabajar por el bien común.
De hecho, Namibia proporciona atención médica de bajo costo no sólo para sus propios ciudadanos, sino también para los de sus vecinos. Entre 15 a 20% de las consultas de atención de salud en el norte de Namibia las realizan ciudadanos angoleños. El gerente del hotel donde nos alojamos, justo al otro lado de la frontera, envía regularmente un pequeño bote a través de un río infestado de cocodrilos para traer a angoleños que desean comprar provisiones en la sala comedor del hotel o desean realizar consultas a trabajadores de salud de Namibia.
Nadie en Namibia habla de construir un muro entre su país y sus vecinos pobres y corruptos. Por el contrario, los namibios con los que hablamos entienden que no pueden escoger quienes son sus vecinos, así que lo mejor es trabajar con ellos para compartir los escasos recursos hídricos, cooperar con los esfuerzos regionales de salud, fomentar la inversión y realizar intercambios de estudiantes.
Además, el gobierno de Namibia sabiamente ha entendido que los recursos naturales abundantes pueden convertirse de manera fácil en una maldición, enriqueciendo a unos pocos a expensas de muchos. Las autoridades saben que a menos que la riqueza natural de Namibia se invierta en infraestructura y en la capacidad productiva de su población, el agotamiento de los recursos va a dejar al país más pobre, no más rico. También saben que sería irresponsable no recolectar y aprovechar para los namibianos la mayor cantidad posible de los beneficios provenientes de los recursos del país, y por ello están reconsiderando las leyes de inversión y están revisando los contratos mineros, de manera que estos instrumentos garanticen lo antedicho.
La transparencia es crucial en este proceso, por lo que un fuerte apoyo del gobierno a la libertad de prensa es de suma importancia. Tal como el presidente Hage Geingob nos dijo, la prensa suele decir cosas que a él no le gustan. Pero, después de haber luchado por la libertad con la Sudáfrica del apartheid, Geingob señala que Namibia debe defender las libertades que se conquistaron. Además, Geingob reconoce cómo la transparencia lo protege de las demandas de favores de grupos corporativos y grupos con otros intereses.
No todos los recursos clave de Namibia son finitos. Algunos – como ser la pesca – son renovables, y el gobierno está trabajando muy fuerte para preservar y mejorar dichos recursos. Lo más importante, a diferencia de la mayoría de las otras economías dependientes de recursos, se ha logrado diversificar la economía – hasta el punto de que los servicios representan más del 60% del PIB, con el turismo encabezando la lista. Cada año, más de un millón de turistas extranjeros visitan el país.
Eso no es sorprendente. Namibia es uno de los lugares más bellos del mundo, y su población cultiva su medio ambiente y protege a sus animales. Hace aproximadamente 100 años, los colonizadores – el “1%” de aquel tiempo – disfrutaron de la caza deportiva y diezmaron a la población de rinocerontes y elefantes. Ahora los científicos locales traen animales a la Costa de los Esqueletos y a otras partes del país. Irónicamente, parte del financiamiento para estas actividades proviene del actual 1%, que realiza donaciones a favor de la causa.
Namibia muestra que incluso los países que comienzan con serias desventajas –situaciones extremas de racismo, colonialismo, desigualdad y subdesarrollo – pueden trazar un camino hacia la prosperidad compartida. Sus logros merecen reconocimiento internacional – y, merecen ser emulados.
Traducción de Rocío L. Barrientos.
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