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martes, 6 de diciembre de 2016

Después de la emoción, la reflexión…


Ricardo Torres • 6 de diciembre, 2016


LA HABANA. El mes de noviembre de 2016 va a ser largamente recordado por los cubanos. Probablemente va a pasar a la historia como un período de grandes sobresaltos y emociones. Apenas han concluido los nueve días de duelo nacional declarados a partir del fallecimiento del líder de la Revolución Cubana, Fidel Castro. Antes también habían ocurrido otros acontecimientos, entre los que sobresale la elección de Donald Trump como próximo presidente de Estados Unidos. Parece que los cubanos estamos destinados a vivir acontecimientos extraordinarios con bastante regularidad.

En el plano doméstico, el ritmo de las reformas ha decaído. Cuesta nombrar una gran iniciativa en los últimos doce meses. En ciertos ámbitos como la agricultura, se podría argumentar que se ha retrocedido. El aumento de precios (una preocupación legítima) se saldó con un retroceso hacia las mismas fórmulas que no funcionaron antes y que llevaron a emprender las transformaciones en ese sector tan temprano como en 2007. Muy lamentable que la respuesta haya sido esencialmente administrativa, cuando el asunto es uno de economía básica. Luego de casi siete años de reformas, los resultados económicos tangibles son escasos. La dinámica del PIB no mejoró, como tampoco las bases esenciales de la acumulación, o la vulnerabilidad de la inserción internacional. El desastroso comportamiento de las exportaciones tiene repercusiones de gran calado. No se logró consensuar y mucho menos implementar medidas estructurales para destrabar el sistema productivo. Llama la atención la baja capacidad de implementar iniciativas con un potencial transformativo indiscutible como la atracción de inversión extranjera.

Los documentos aprobados en el Congreso del Partido y luego discutidos en varios sectores de la sociedad cubana deberán ser consagrados por la Asamblea Nacional, y convertidos en políticas de Estado, la parte más difícil. Quedan aspectos prácticos que resolver en el Plan Nacional de Desarrollo hacia 2030, como el establecimiento de metas cuantitativas. El panorama económico actual y las propias debilidades de la reforma implican que los objetivos de desarrollo dibujados por este último, muy ambiciosos, parezcan ahora más lejanos. A ello se agrega el desafío político que supone el relevo de Raúl Castro al frente del gobierno cubano en un cercano 2018. Por si fuera poco, el entorno externo se ha tornado mucho más complejo.

El panorama político en América Latina se ha modificado notablemente. Países con gran peso en el continente como Brasil y Argentina tienen ahora gobiernos de derecha. En el caso del gigante sudamericano, después de la destitución de la ahora ex-presidenta Dilma Rouseff. Esa también parece confirmarse como la opción más probable en Chile y México. En Ecuador y Bolivia, dos países muy cercanos políticamente a Cuba, dos presidentes con una amplia base popular no van a continuar al frente del gobierno por diferentes razones. Es todavía muy temprano para asegurar que sus respectivos partidos tienen garantizada la permanencia en el ejecutivo.

En relación a Venezuela, la situación política sigue siendo explosiva y la mesa de diálogo actual no ha logrado traer más estabilidad. Hace unos días, el país ha sido separado como miembro pleno del Mercosur, a la espera de nuevas decisiones sobre su estatus definitivo. Ni siquiera el signo político del gobierno que emergerá de las próximas presidenciales es posible definirlo en estos momentos.

Por si fuera poco, los problemas económicos acechan también a la región. Es válido apuntar que el desempeño muestra grandes variaciones entre diferentes estados y subregiones, pero la ralentización de la actividad económica es apreciable. Una combinación de los efectos de la crisis económica internacional, la incertidumbre reinante después de eventos como el Brexit y la elección de Trump en Estados Unidos, la mala gestión pública en algunas economías del continente, y el mantenimiento en su mayor parte de un modelo de crecimiento basado en la exportación de materias primas, han pasado factura a las perspectivas de progreso a corto plazo. Tres grandes economías como Brasil, Argentina y Venezuela se han contraído por al menos dos años consecutivos, el declive venezolano puede llegar a cuatro períodos. El futuro se ensombrece para México, que ya sufre la mayor devaluación del peso en décadas. Casi todos ellos son importantes socios comerciales de Cuba. Venezuela y Brasil tienen acuerdos comerciales y de cooperación de amplio alcance que inciden en el más importante rubro de las exportaciones cubanas, los servicios médicos.

El efecto sobre la economía cubana puede ser sustancial. La emergencia de gobiernos de distinto signo político no supone una actitud beligerante de estos hacia Cuba en el plano internacional, pero sí anticipa menor activismo a favor de la mayor de las Antillas y hace menos probable avanzar en acuerdos económicos preferenciales. Aún más cuando esto ocurre en medio de una complicada agenda doméstica para esos gobiernos. Los problemas que atraviesan varios de los socios claves necesariamente debilitarán los beneficios económicos de la cooperación, como ya es visible en el caso venezolano.

Asimismo, la economía mundial no está definitivamente en su mejor momento. La resaca de la crisis de 2008 continúa afectando el desempeño de gran número de países, tanto avanzados como en desarrollo. La desaceleración de la economía china y la debilidad económica generalizada han impactado negativamente en el comercio internacional, otrora fuente predilecta de expansión para el mudo subdesarrollado. Las exportaciones de América Latina arrastran tres años de descenso, y se pronostica que durante algunos períodos el comercio se expanda a tasas más bajas que el crecimiento del PIB global. Por si fuera poco, a falta de las medidas prácticas que tomará su administración, el ascenso de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos implica que por primera vez en décadas el líder de una gran potencia se proclama abiertamente contrario a la globalización. Al menos tres grandes iniciativas multilaterales de facilitación de comercio corren grave peligro, al menos en su forma actual: el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), el Acuerdo Transpacífico (TPP), y la propuesta trasatlántica (TTIP). Esto ahondaría el declive del intercambio comercial, lo que es muy mala noticia para los países pequeños en desarrollo, con economías abiertas dependientes del comercio y las finanzas internacionales, entre los que se encuentra Cuba.

En el caso de Europa, el proyecto de la Unión Europea (UE) atraviesa uno de sus peores momentos. Varios gobiernos tienen que concentrarse en acorralar tendencias antieuropeístas en el plano doméstico, en medio de una continua debilidad económica, la crisis migratoria y el activismo yihadista. Esto presupone una menor prioridad relativa para asuntos de agenda internacional con escasa relevancia práctica. Como nota positiva, la UE acaba de levantar la Posición Común sobre Cuba a partir de la firma del Acuerdo de Cooperación.

No obstante, para Cuba quizá lo más relevante llega otra vez desde su Vecino del Norte. La victoria del candidato republicano sorprendió y preocupó a muchos dentro y fuera de la Isla. Después de la sorpresa inicial, se han sucedido algunas señales preocupantes. El nombramiento de integrantes vinculados al ala más dura de la comunidad cubana en ese país para el equipo que prepara la próxima administración, junto a algunas mensajes en Twitter despertaron las alarmas en amplios segmentos en Cuba y en Estados Unidos, que ven con preocupación el retorno de una retórica de Guerra Fría y el daño inminente a lo logrado en los últimos dos años. La afectación puede hacerse sentir en sectores como el turismo o las remesas. Y también conformaría las advertencias de grupos reacios al acercamiento en Cuba, en el sentido de que Estados Unidos no es un socio confiable. Otra vez le daría la espalda a la Isla, precisamente cuando se requiere más integración y relaciones con el mundo, para cimentar las bases del nuevo modelo cubano.

Por ello, los momentos actuales requieren más concentración que nunca antes. Los desafíos son inmensos y el futuro se anticipa cuesta arriba. El esfuerzo de desarrollo tendrá que ser mayor y más efectivo de ahora en adelante. La desaparición física de Fidel no debería ser un pretexto para aferrarnos a fórmulas gastadas que han probado ser inefectivas. Por el contrario, se ha reiterado el llamado a “…cambiar todo lo que debe ser cambiado…”, aunque increíblemente eso se traduce para muchos como continuar haciendo lo mismo o peor, no hacer nada.

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