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viernes, 4 de mayo de 2018

El reciclaje de escombros se construye un futuro en Cuba




Un grupo de obreros trabaja en la Planta de Reciclaje de Escombro Husillo ubicada en un barrio de la periferia de La Habana, en Cuba, donde se produce un material árido reciclado conocido localmente como aresco. Crédito: Jorge Luis Baños/IPS

LA HABANA, 3 may 2018 (IPS) - Al borde del amasijo de caminos en la parte más profunda del barrio periférico capitalino del Husillo, abundan los carteles que anuncian la venta de materiales de la construcción, porque allí laboran pequeñas industrias privadas y se alza una planta estatal que recicla escombros.

Entre las malezas de la zona del municipio de Marianao conocida por su tradición en el área de la construcción, la Planta de Reciclaje de Escombro Husillo es operada por 30 trabajadores, que producen el material llamado localmente aresco, elaborado a partir de la clasificación y molienda de los restos de las demoliciones, derrumbes y obras de reparación en La Habana.

Así el reciclaje gana espacio en el programa de producción local de materiales de construcción, una iniciativa con crecimientos sostenidos anuales de entre ocho y 11 por ciento en el último quinquenio, dentro de un rubro clave que aún no satisface las demandas y recibe fuertes presiones del sector residencial y económico.

“Todo se vende…luego de que los albañiles lo usan por primera vez, el aresco tiene aceptación. Enseñamos cómo se debe usar el árido, que sirve para todo menos para la fundición”, explicó Richard Ramírez, jefe de la brigada frente al almacén a cielo abierto que puede recibir hasta 300 metros cúbicos diarios de escombros.

Un folleto humilde, que en la planta entregan a los consumidores, indica que el aresco es “un producto reciclado de calidad probada (…) para ser utilizado como mortero de albañilería”. También el texto propone dosificaciones para ahorrar cemento a la hora de usarlo para unir muros de ladrillos y bloques, enchapes, pisos y recubrir paredes.

“También separamos el hierro, que va para materia prima (nombre local para empresas de reciclaje), y la madera la aprovechan los mismos trabajadores… algunos la usan para cocinar la comida de los cerdos”, detalló Ramírez a IPS, sobre otros desechos aprovechados en la planta que entró en operaciones en 1998 y fue reactivada nuevamente.

El reciclaje resulta una de las áreas más rezagadas del programa de producción local y venta de materiales de la construcción, una iniciativa acompañada por el Ministerio de la Construcción y encauzada por los gobiernos locales, donde confluyen actividades productivas estatales, privadas y cooperativas.

Este programa, instaurado en 2011, llega hoy a los 168 municipios de esta nación insular caribeña de 11,2 millones de habitantes, pero solo existen producciones en 128 de los 1.427 consejos populares, la división territorial más pequeña dentro del municipio y a la que aspira cubrir en el largo plazo este proyecto.

Aunque aún no existe un modelo ni normativas de gestión integral de los residuos de la demolición y construcción en Cuba para obtener áridos, según especialistas, las experiencias aisladas implementadas en la capital, Pinar del Río, Matanzas y Villa Clara, entre otras, demuestran su viabilidad y atraen a operadores privados e informales.

El reciclaje de escombros llega a Cuba luego de un amplio desarrollo mundial, sobre todo en países de Europa y Asia.


El esqueleto de un antiguo edificio de viviendas en proceso de demolición, en el céntrico barrio de Vedado, en la capital de Cuba. Crédito: Jorge Luis Baños/IPS

“Los albañiles que contraté reciclan ellos mismos los escombros, los muelen y ciernen”, dijo Rayza Sobrino, que repara su apartamento en el municipio Cerro. “Y es una ayuda porque los materiales son difíciles de conseguir… los rastros (tiendas estatales) están lejos y los intermediarios acaparan todo y elevan los precios”, lamentó a IPS.

Cerca del apartamento de Sobrino, el albañil Armando Estévez repara las paredes de una vivienda. “Yo prefiero trabajar con los materiales de siempre, que ya es difícil encontrarlos de buena calidad”, opinó sobre las reservas y desconocimiento que persiste respecto al uso y propiedades del aresco y otros productos reciclados.

“La planta de Husillo no es muy conocida ni tampoco el aresco, que es como se llama el material de remolida”, explicó Delilah Díaz, subdirectora general de materiales del Ministerio de la Construcción. “Pero resulta paradójico que, en el camino (hacia la planta), hay muchos moledores privados ofreciendo también ese producto”, contrastó.

“La política de reciclaje de materiales y los resultados económicos que obtienen las personas que se dedican a ello, han hecho que cada vez haya más interés en esto”, estimó la ingeniera a IPS, para quien “es algo que irá creciendo: los recursos naturales son finitos mientras el reúso y reciclaje no agreden el medioambiente”.

Tambaleantes por el maltrecho y polvoriento camino, los camiones con escombros que llegan a Husillo antes se dirigían a los vertederos de la capital, donde el mal manejo de los residuos sólidos constituye un problema sanitario causado por factores que van desde deficiente recogida hasta pobre educación ambiental ciudadana.

Por otro lado, el grave deterioro del fondo habitacional y el boom constructivo actual generan constantes volúmenes de escombros. Fuentes especializadas estimaban que en 2012 la capital, con municipios altamente derruidos como la zona fundacional de La Habana Vieja, generaba diariamente 1.200 metros cúbicos de escombros.

Y la demanda de materiales de la construcción crece desde que arrancaron las reformas económicas del expresidente Raúl Castro (2008-abril 2018), que el nuevo mandatario, Miguel Díaz-Canel, aseguró que continuará, pero sin grandes inversiones sostenidas en la infraestructura industrial para la construcción.


Un vecino del municipio capitalino de Plaza de La Revolución, rodeado de materiales reciclados de construcción, repara la instalación hidráulica de su vivienda, en La Habana, en Cuba. Crédito: Jorge Luis Baños/IPS

Medidas como la compraventa de viviendas, otorgamiento de subsidios a personas de bajos ingresos y créditos para reparar y edificar viviendas, flexibilización de permisos de construcción, auge de los negocios privados y cooperativas e inversiones extranjeras, estallan la demanda de materiales, al igual que los daños causados por huracanes.

El déficit habitacional actual se sitúa en 883.050 unidades, según fuentes oficiales.

“Hay una intención de fortalecer la producción local para descargar un poco la presión de la industria nacional, de modo que esta pueda asumir las grandes obras y proyecciones del país para su desarrollo”, detalló la ingeniera Díaz, sobre la iniciativa que además propicia los encadenamientos productivos.

Las 168 unidades productivas existentes en el país se componen de plantas con equipamiento mediano como Husillo hasta por un solo obrero que hace bloques artesanales usando un molde. Las provincias con más bases son La Habana (15), Matanzas (13), Villa Clara (18), Camagüey (13), Granma (13) y Holguín (14).

De 2012 a 2017, el programa logró 316.000 metros cúbicos de áridos, 13 millones de ladrillos, 40 millones de bloques de hormigón, 24.000 cubiertas sólidas, 50.000 mesetas y lavaderos de hormigón, 37.000 tanques de hormigón para agua, 3.049 kilómetros de mangueras y tubos y 820.000 conexiones plásticas, entre otros de los 148 productos.

Incluso es considerado por las autoridades el programa más dinámico del ramo.

La arquitecta Mirta García considera que “la producción local de materiales en zonas periféricas de la ciudad o en pequeñas urbanizaciones alejadas de ella, es la solución ideal”. Pero también “hace falta disponer de un abanico de productos, como por ejemplo de conservación, que se obtienen con tecnología de avanzada”, planteó a IPS.

“Cuba tiene grandes retos en la construcción”, indicó. “Las inversiones que garantizan el proceso de desarrollo de la construcción se han quedado con demandas insatisfechas por la propia situación económica del país”, apuntó la experta, en referencia a la recaída económica que vive el país desde 2016.

Edición: Estrella Gutiérrez

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