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martes, 18 de septiembre de 2018

El rechazo de Marx a la teoría laboral del valor

 David Harvey

18/09/2018
Se cree generalmente que Marx adaptó la teoría laboral del valor de Ricardo como un concepto fundamental para sus estudios sobre la acumulación del capital. Dado que la teoría laboral del valor ha sido desacreditada de manera general, se ha sostenido a menudo con autoridad que las teorías de Marx no merecen la pena. Esa teoría corresponde a Ricardo, que reconoció que era profundamente problemática, aun mientras insistía que la cuestión del valor era crítica para el estudio de la economía política. En las pocas ocasiones donde Marx comentó este asunto[1] se refiere a la “teoría del valor” y no a la teoría laboral del valor. Así pues, ¿en qué consistía la teoría del valor distintiva de Marx, y cómo difiere de la teoría laboral del valor?

La respuesta (como es usual) es complicada en sus detalles, pero sus lineamientos pueden ser reconstruidos a partir de la estructura del libro primero de El capital.[2]
Marx comienza esa obra con un examen de la apariencia superficial del valor de uso y del valor de cambio en el acto material del intercambio de mercancías, y postula la existencia del valor (una relación inmaterial pero objetiva) tras el aspecto cuantitativo del intercambio de valor. Este valor es tomado inicialmente como un reflejo del trabajo social (abstracto) cuajado en las mercancías (capítulo 1). Como una norma regulatoria del mercado, el valor puede existir, según Marx, sólo cuando y donde el intercambio de mercancías se ha convertido en “un acto social normal”. Esta normalización depende de la existencia de relaciones de propiedad privada, individuos jurídicos y mercados perfectamente competitivos (capítulo 2). Un tal mercado puede funcionar sólo con el surgir de formas monetarias (capítulo 3) que faciliten y lubriquen las relaciones de intercambio de manera eficiente, a la vez que provean de un vehículo conveniente para almacenar valor. El valor no puede existir sin su representación. En el capítulo 4 [*] Marx muestra que sólo en un sistema donde el fin y el objeto de la actividad económica es la producción de mercancías el intercambio se convierte en necesario y a la vez en un acto social normal. Es la circulación del dinero como capital (capítulo 5) la que consolida las condiciones para la creación de la forma de valor distintiva del capital como una norma regulatoria. Pero la circulación del capital presupone la existencia previa del trabajo asalariado como una mercancía que puede ser comprada y vendida en el mercado (capítulo 6). Cómo el trabajo se convirtió en una tal mercancía antes del surgimiento del capitalismo es el tema de la sección 7 de El capital, que trata de la acumulación primitiva u original.
El concepto de capital como proceso ­-como valor en movimiento- basado en la compra de la fuerza de trabajo y de medios de producción está inextricablemente entretejido con el surgimiento de la forma del valor. Una sencilla pero cruda analogía para el argumento de Marx podría ser ésta: el cuerpo humano depende para su vitalidad de la circulació0n de la sangre, que no tiene existencia fuera del cuerpo humano. Los dos fenómenos son mutuamente constituyentes de cada uno de ellos. La formación del valor igualmente no puede ser entendida fuera del proceso de circulación que la acoge. La interdependencia mutua dentro de la totalidad de la circulación de capital es lo que importa. En el caso del capital, sin embargo, el proceso aparece no sólo como auto-reproducido (cíclico) sino también como auto-expansivo (la forma espiral de la acumulación). Esto es así porque la búsqueda de beneficio y de plusvalor propulsa el intercambio de mercancías, que a su vez promueve y sostiene a la forma de valor. El valor por tanto se convierte en una norma reguladora insertada en la esfera del intercambio sólo bajo condiciones de acumulación de capital.
Aunque los pasos en el argumento son complicados, parece que Marx ha hecho poco más que sintetizar y formalizar la teoría laboral del valor de Ricardo insertándola en la totalidad de la circulación y de la acumulación como se muestra en la figura 1. La sofisticación y elegancia del argumento han llevado a muchos seguidores de Marx a pensar que éste era el final de la historia. Si esto fuera así mucha de la crítica lanzada contra la teoría del valor de Marx estaría justificada. Pero esto no es el final. Es de hecho el comienzo. La esperanza de Ricardo era que la teoría laboral del valor pudiera proveer una base para entender la formación de los precios. Es esta esperanza la que un análisis subsecuente ha roto de forma tan ruda y completa. Muy pronto Marx comprendió que esta era una esperanza imposible, a pesar de que a menudo pasó (sospecho que por razones tácticas) de los valores a los precios en sus presentaciones como si fueran aproximadamente la misma cosa. En otras instancias estudió las divergencias sistemáticas. En el libro 1 Marx reconoce que cosas como la conciencia, el honor y la tierra no cultivada pueden tener un precio pero no valor. En el libro 3 de El capital explora como la igualación de la tasa de beneficio en el mercado llevaría a las mercancías a intercambiarse no a sus valores sino a los así llamados “precios de producción”.

Pero Marx no estaba interesado primariamente en la formación de los precios. Tenía unas prioridades diferentes. Los capítulos 5 a 20 del libro 1 describen con minucioso detalle las consecuencias para el trabajador de vivir y trabajar en un mundo donde rige la ley del valor, constituida a través de la generalización y la normalización del intercambio en el mercado. Esta es la famosa transición, al final del capítulo 4, donde Marx nos invita a dejar la esfera de la circulación, “un verdadero Edén de los derechos humanos innatos“ donde “lo que allí imperaba era la libertad, la igualdad, la propiedad y Bentham“. Y así nos sumergimos en “la oculta sede de la producción”, donde veremos “no sólo cómo el capital produce, sino también cómo se produce el capital”. Además, es solo aquí donde veremos cómo se forma el valor.
Las leyes coercitivas de la competencia en el mercado fuerzan a los capitalistas individuales a extender al máximo la jornada laboral, amenazando la vida y el bienestar del trabajador en ausencia de cualquier fuerza contrapuesta, tal como la legislación para limitar la extensión de la jornada laboral (capítulo 8). En capítulos consecuentes, estas mismas leyes coercitivas empujan al capital a buscar innovaciones tecnológicas y organizacionales, a movilizar y a apropiarse de las capacidades de cooperación y de división del trabajo inherentes de los trabajadores, a diseñar maquinaria y sistemas de producción fabril, a movilizar las capacidades de educación, conocimiento, ciencia y tecnología, todo en la búsqueda de plusvalor relativo. El efecto agregado (capítulo 23) es el de disminuir el estatus del trabajador, el de un ejército industrial de reserva, endurecer las condiciones de miseria abyecta y de desesperación entre las clases trabajadoras y condenar a gran parte de ellas a vivir bajo condiciones de reproducción social que son miserables en extremo.
Esto es a lo que se refiere Diane Elson, en su artículo seminal sobre el tema, como la “teoría valorativa del trabajo” [value theory of labour]. Una teoría que se centra en las consecuencias del valor operando como una norma reguladora en el mercado por la experiencia de trabajadores condenados por su situación a trabajar para el capital. Estos capítulos explican también por qué Bertell Ollman considera que la teoría del valor de Marx es una teoría de la alienación del trabajo en la producción más que un fenómeno del mercado[3].
Pero la productividad y la intensidad del trabajo están cambiando perpetuamente bajo las presiones de la competencia en el mercado (como se describe en los últimos capítulos de El capital [libro 1]). Esto significa que la formulación del valor en el primer capítulo de El capitalqueda revolucionado por lo que sigue. El valor se convierte en una conectividad interior (una relación interna o dialéctica) inestable y evolucionando perpetuamente entre el valor como es definido en el dominio de la circulación en el mercado y el valor como siendo redefinido constantemente mediante revoluciones en el dominio de la producción. Anteriormente, en los Grundrisse (vol. 2, pp. 216-230) [**], Marx había incluso especulado, en un famoso “fragmento sobre las máquinas”, que el conocimiento humano incorporado en el capital fijo disolvería el significado del valor a menos que hubiera fuerzas o razones que obliguen a restaurarlo.[4] En el libro 3 de El capital Marx saca gran partido a esto sobre los valores, llegando a la tesis de la tasa de beneficio descendente. La relación contradictoria entre el valor definido en el mercado y el valor reconstruido por las transformaciones en el proceso laboral es central en el pensamiento de Marx.
La cambiante productividad del trabajo es, por supuesto, un rasgo clave en todas las formas de análisis económico. En el caso de Marx, sin embargo, no es la productividad laboral física enfatizada por la economía política clásica y neoclásica la que importa. Esto coloca la relación interna entre búsqueda de plusvalor relativo (mediante innovaciones tecnológicas y organizacionales) y los valores del mercado en el centro de la teoría del valor de Marx.
Una primera cala en la teoría del valor de Marx, concluyo, se centra en la unidad contradictoria y en constante cambio entre lo que tradicionalmente se refería como teoría del valor en la esfera del mercado (como se plantea en los primeros cuatro capítulos de El capital) y la teoría valorativa del trabajo en la esfera de la producción (como se analiza en los capítulos 5 a 23 de El capital).
Pero los materiales presentados en el capítulo 25 de El capital sugieren que no es sólo la experiencia en el proceso laboral lo que está en juego en la teoría del valor. Marx describe las condiciones de reproducción social de todos aquellos degradados en el ejército industrial de reserva por la acción de la ley general de la acumulación del capital (el tema del capítulo 23). Cita los informes oficiales relativos a la salud pública en la Inglaterra rural (en especial los de un cierto doctor Hunter) y otras versiones de la vida diaria en Irlanda y Bélgica, junto a la versión de Engels en La condición de la clase obrera inglesa en 1844. El consenso de todos estos informes era que esas condiciones de reproducción social de este segmento de la clase obrera eran perores que nada de lo que se había oído bajo el feudalismo. Las horrorosas condiciones de nutrición, alojamiento, educación, masificación, relaciones de género y desplazamiento perpetuo quedaban exacerbadas por políticas de atención social (muy notablemente las Leyes de pobres en Gran Bretaña). Queda registrado el inquietante dato de que la nutrición entre los reclusos de las cárceles era mejor que la de la gente empobrecida fuera (¡este es aún el caso en los Estados Unidos!). Esto abre el camino hacia una importante extensión de la teoría del valor de Marx. Las consecuencias de una intensificación de la competencia capitalista en el mercado (incluyendo la búsqueda de plusvalor relativo mediante cambios tecnológicos) produce al empeoramiento de las condiciones de reproducción social de las clases trabajadoras (o de segmentos significativos de las mismas) si no se plantean fuerzas o políticas públicas compensadoras para contrarrestar tales efectos.
De la misma forma que la teoría valorativa del trabajo es básica para el acercamiento de Marx al valor, “una teoría valorativa de la reproducción social” aparece como un importante foco de estudio. Este es el panorama que abre Marx en los últimos apartados del capítulo 23 del libro primero de El capital. Este es el centro de atención de esas feministas marxistas que han trabajado con ahínco durante los últimos cuarenta años para construir una teoría adecuada de la reproducción social.[5]
Marx cita (El capital, libro 1, notas en pp. 840-841) un informe oficial sobre las condiciones de vida de la mayoría de los trabajadores en Bélgica que se vieron ellos mismos forzados “a vivir más miserablemente que los prisioneros” de las cárceles. Tales trabajadores recurren “a expedientes cuyo secreto nadie conoce salvo el obrero, comiendo pan de centeno en vez de pan de trigo, comiendo poca carne o ninguna, haciendo lo mismo con la manteca y los condimentos; apretujando a su familia en una o dos piezas en las que muchachos y muchachas duermen juntos, a menudo en el mismo jergón de paja, economizando en la vestimenta, en la ropa blanca y en los artículos de limpieza, renunciando a los esparcimientos dominicales, en una palabra, resignándose a las privaciones más penosas. Una vez alcanzado ese límite extremo, el menor aumento de precios en los medios de subsistencia, una suspensión del trabajo, una enfermedad, acrecientan la miseria del trabajador y lo arruinan por completo. Las deudas se acumulan, no se le concede más crédito, los vestidos, los muebles más necesarios emigran hacia la casa de empeños, y finalmente la familia solicita su inscripción en la lista de indigentes”. Si éste es el típico resultado de la acción de la ley capitalista de la acumulación de valor entonces hay una profunda contradicción entre las empeoradas condiciones de la reproducción social y la necesidad del capital de expandir el mercado perpetuamente. Como Marx dice en el libro 2 de El capital, la verdadera raíz de las crisis capitalistas estriba en la supresión de salarios y en la reducción de la masa de población al estado de indigentes sin blanca. Si no hay mercado no hay valor. Las contradicciones planteadas desde el punto de vista de la teoría de la reproducción social por los valores tal como se realizan en el mercado son múltiples. Si, por ejemplo, no hay trabajadores saludables, educados, disciplinados y formados en el ejército de reserva, entonces no puede ya interpretar su papel.
Las relaciones dialécticas entre procesos de mercado competitivos, producción de plusvalor y reproducción social emergen como mutuamente constitutivas, pero son elementos de formación de valor profundamente contradictorios. Un tal marco de análisis ofrece una intrigante manera de preservar las especificidades y diferencias al nivel teórico de la teoría del valor sin abandonar el concepto de totalidad que el capital reconstruye perpetuamente mediante sus prácticas.
Otras modificaciones, extensiones y elaboraciones de la teoría del valor necesitan ser consideradas. La tensa y contradictoria relación entre producción y realización descansa en el hecho de que el valor depende de la existencia de carencias, necesidades y deseos respaldadas por la capacidad de pagar en una población de consumidores. Tales carencias, necesidades y deseos están profundamente implantados en el mundo de la reproducción social. Sin ellos, como sostiene Marx en el primer capítulo de El capital, no hay valor. Esto introduce la idea del “no-valor” o “anti-valor” en la discusión. Significa también que la disminución de salarios a casi nada será contraproducente para la realización del valor y del plusvalor en el mercado. El aumento de salarios para asegurar el “consumo racional” desde el punto de vista del capital y la colonización de la vida diaria como terreno para el consumismo son cruciales para la teoría del valor.
Lo que ocurre, más aún, cuando la presunción de la competencia perfecta da paso al monopolio en general y a la competencia monopólica inherente a la organización espacial de la circulación del capital plantea otro conjunto de problemas a resolver en el marco del valor. He sugerido recientemente, siguiendo algunas relevantes formulaciones de Marx, que la usual aceptación de la idea de una única expresión de valor sea reemplazada reconociendo una variedad de regímenes de valor distintivamente regionales dentro de la economía global.
La forma del valor de Marx, concluyo, no es un fulcro inmóvil y estable en el agitado mundo del capital, sino una métrica cambiante e inestable empujada aquí y allá por la anarquía del intercambio del mercado, por revolucionarias transformaciones en las tecnologías y en las formas organizacionales, por prácticas evolutivas de reproducción social, y por masivas transformaciones en las carencias, necesidades y deseos de poblaciones enteras expresadas mediante las culturas de la vida diaria. Esto va mucho más allá de lo que Ricardo tenía en mente, y mucho más allá igualmente de la concepción del valor atribuida comúnmente a Marx.
Notas:
[1] Ver ”Notas sobre Adolph Wagner”, en Marx, K., Value: Studies by Marx (ed. A. Dragstedt), London: New Park Publications, 1976. [En español: “Glosas marginales al ‘Tratado de economía política’ de Adolph Wagner”, en AA. VV: Estudios sobre el capital, Siglo XXI, 1970, 1976.].
[2] Mucho de lo que sigue se deriva de Harvey, D., Marx, Capital and the Madness of Economic Reason, Londres, Profile Books; New York, Oxford University Press, 2017.
[3] Elson, D. “The Value Theory of Labour,” in Elson, D. (ed.) Value: the Representation of Labour in Capitalism, London, CSE Books, 1979; Ollman, B., Alienation, London, Cambridge University Press, 1971.
[4] El llamado “fragmento sobre las máquinas” ha sido ampliamente debatido en los últimos años. Véase Carlo Vercellone, “From Formal Subsumption to General Intellect: Elements for a Marxists Reading of the Thesis of Cognitive Capitalism”, Historical Materialism 15 (2007) 13-36.
[5] Véanse los recientes resumen y colección en Bjattacharya, T., Social Reproduction Theory: Remapping Class, Recentering Oppression, Londres, Pluto Press, 2017.
 Notas del traductor
[*] En el original, David Harvey hace referencia a los capítulos 4 a 6 de la edición inglesa que utiliza, que corresponden al capítulo 4 del libro primero de la edición en alemán de la MEGA2 de El capital (vol. II/6), y también son el capítulo 4 en la edición de Pedro Scaron que usamos aquí para las citas (El capital, libro primero, Siglo XXI, 1975). Se han ajustado las referencias de secciones y capítulos a esta edición en español.
[**] Karl Marx, Elementos fundamentales para la crítica de la economía política (Grundrisse) 1857-1858, vol. 2, México. Siglo XXI, 1972, pp. 216-230. Traducción del alemán de Pedro Scaron.
Traducción: Jorge Juan Manrique

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