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miércoles, 21 de noviembre de 2018

50 AÑOS DE DESEMPEÑO MACROECONOMICO 1960-2010 ( Parte I)

Por Lic. Oscar U-Echevarría Vallejo
      Lic. Liu Mok León


INTRODUCCION

Si bien la búsqueda del desarrollo constituye el eje central de la visión de largo plazo del país, los tiempos actuales plantean, de forma apremiante, la necesidad de asegurar una dinámica económica sólida y sostenida en el tiempo. Toda vez que si no existe un crecimiento tal que haga sostenible e impulse el desarrollo, éste sería inviable, por tanto, la dinámica económica se constituye en condición necesaria para el desarrollo.

En sentido general, tal como señalan Hausmann, Klinger y Wagner (2008), pueden existir muchas razones o restricciones por las que una economía no crece o mantiene un bajo dinamismo, tal como en el caso de la economía cubana en la actualidad. Lo importante radica en precisar e identificar adecuada y certeramente aquellas restricciones, y sus vínculos recíprocos, cualquiera sea su origen o naturaleza, cuya atenuación o neutralización es ineludible a fin de garantizar la eliminación de los cuellos de botella que obstaculizan el crecimiento.

Dicho proceder, demanda de un diagnóstico robusto acerca de la realidad correspondiente, en el que un punto de partida inapreciable lo es el disponer de una descripción apropiada de la historia del crecimiento de la economía en cuestión, partiendo del supuesto que el diseño de una estrategia al respecto debe partir de comprender la naturaleza de dicho proceso, con vistas a determinar qué clase de evidencia vale la pena tomar en cuenta y cuáles no.

En una medida no despreciable, las explicaciones de determinados comportamientos y tendencias, tanto actuales como del pasado más inmediato, se encuentran en el análisis e interpretación del punto de partida, así como de las condiciones y ambiente en que se configuró y las vías por las que hubo de transitar la economía cubana desde sus orígenes más inmediatos y, por tanto, de los encadenamientos económico-productivos y sociales resultantes del contexto correspondiente.

En dicho entorno, la comprensión en particular de los aspectos relevantes de la dimensión macroeconómica de la economía cubana actual y de la magnitud de los ajustes y transformaciones a lo largo de la década de los años noventa y posteriores, así como la de ciertas peculiaridades sobresalientes de la evolución en tiempos más recientes, han de aportar elementos valiosos en lo concerniente a dicha dimensión.

En tal sentido, el trabajo que se presenta constituye una aportación al tema, sin descontar la utilidad que el mismo pudiera revestir en los términos relacionados con el estudio de la estructura económica de Cuba. Este ha sido elaborado tomando en cuenta principalmente la parte real de la economía, abordando su componente nominal, o monetario-financiero, tan sólo en la medida que los correspondientes análisis y valoraciones así lo requiriesen, como necesaria referencia.

Por otra parte, teniendo en cuenta las complejidades que se derivan de tales propósitos, dada la diversidad de circunstancias presentes a lo largo del tiempo, se parte de un enfoque o visión de carácter más cronológico que centrado en el abordaje de temas macroeconómicos específicos tomados como unidad central, los cuales son tratados y analizados teniendo en cuenta la cronología de los distintos eventos en su interrelaciones

determinadas por las condicionantes de cada escenario en particular. Tal proceder determina propiamente la estructura expositiva de este trabajo.

Por consiguiente, tomando en cuenta, tanto las peculiaridades específicas del desenvolvimiento de la economía cubana, a lo largo de casi sesenta años de proceso revolucionario, así como las características de su desempeño previo en buena parte del período republicano, se ha considerado conveniente el exponer, de forma preliminar mediante un prefacio, una síntesis de los principales acontecimientos, tal que permita al lector disponer, en una primera aproximación, de una visión general de los principales hitos y momentos a lo largo del tiempo, definiendo el hilo conductor al respecto.

Este prefacio comienza marcando como antecedente esencial las tres profundas crisis económicas e institucionales a las que se hubo de enfrentar el país a lo largo de todo el siglo XX, comenzando en 1927 pasando por 1961-1962 cerrando con la de 1991, así como la naturaleza de las mismas y sus efectos más generales, hasta nuestros días.

Como necesario antecedente, en el primer capítulo se realiza un breve acercamiento a estos temas en el período inmediato anterior a los cambios cruciales iniciados después de 1959. El énfasis fundamental recae sobre los temas relacionados con la estructura económica del país, principalmente en la década de los años cincuenta del pasado siglo, a los efectos de precisar las principales distorsiones a las que se debe enfrentar la nación en la etapa ulterior, principalmente en cuanto a las relaciones de dependencia, incluyendo la dimensión social.

A continuación, el segundo capítulo aborda el desarrollo macroeconómico posterior a 1960, incorporando una breve caracterización hasta el presente (sólo en este capítulo se realiza el análisis hasta 2015), con el objetivo de ofrecer una visión genérica acerca de los aspectos más específicos y característicos. En tanto que el énfasis recae fundamentalmente en los primeros treinta años, hasta 1990, tomando en cuenta que incluye, por una parte, los fundamentales y trascendentales cambios de la década de los sesenta, así como los años de permanencia en el CAME, enmarcados en el propósito de construcción de una sociedad socialista, en tanto que cierra con la tercera gran crisis estructural e institucional del siglo XX cubano (segunda en el periodo revolucionario), por lo que dicho período es decisivo en cuanto a la transformación de la sociedad cubana.

El tercer capítulo tiene como referente esencial la tercera y última crisis estructural e institucional del pasado siglo, derivada del derrumbe socialista. El punto de partida es una pertinente y apropiada reseña acerca del modelo macroeconómico previo a dichos momentos, a fin de disponer de una visión más certera de los impactos en el período recesivo, así como de las peculiaridades de las medidas y procederes adoptados para enfrentar la misma y la capacidad de adaptación a las nuevas condiciones. De todo lo cual en los apartados correspondientes se realiza una apreciación y examen pormenorizado y exhaustivo de los cambios e instrumental utilizado, los cuales implicaron en no pocos casos cambios en la conducción económica.

En tanto, el cuarto y último capítulo tiene como contenido esencial las características específicas de la recuperación económica del país, a partir de 1993, último año del período netamente recesivo de la economía cubana. En este se puntualizan los condicionantes del importante cambio en la composición sectorial del producto, hacia la tercerización. 
Se incluye finalmente un apartado en que se sintetizan algunas consideraciones finales, en las que principalmente se destaca el efecto final de la referida tercerización sobre la agudización de las asimetrías y desproporciones de la economía nacional, que además se vieran incentivados por el proceso de recentralización que se experimentara a los inicios del presente siglo. En el mismo se puntualiza la principal falla estructural de la economía cubana, que se expresa como un estrangulamiento macroeconómico derivado de la pérdida de capacidad reproductiva para generar los medios de acumulación endógenos requeridos para el crecimiento, Así como la presencia de cuatro ejes de inconsistencia estructural, que obstaculizan el crecimiento económico.


PREFACIO

El siglo XX cubano estaría signado por el enfrentamiento a tres profundas crisis económicas e institucionales, como han señalado estudiosos de estos temas en tiempos más recientes (González, 1994 y Figueras, 1992):

·      1927-1928 Pérdida del 80% de las exportaciones, como consecuencia del proteccionismo internacional generalizado, así como por las medidas regulatorias adoptadas por el gobierno norteamericano para la protección de los agricultores estadounidenses, que ejercería una influencia dominante al respecto.

·      1961-1962 Pérdida del 80% del intercambio comercial, por la implementación del bloqueo norteamericano.

·      1989-1991 Pérdida de aproximadamente el 85% de las relaciones comerciales externas, por la caída del campo socialista.

En todos los casos bruscos impactos del ámbito exterior sobre la economía cubana constituirían el detonante común para el desencadenamiento de dichas crisis, aún y cuando el origen de tales impactos, su naturaleza, envergadura, efecto final y modo de enfrentamiento fueran diferentes en cada caso en particular.

Una característica esencial de la economía cubana, a lo largo del tiempo, vendría dada por el fuerte vínculo de la misma con el desempeñó del sector externo (exportaciones, importaciones, créditos), dado su carácter de economía pequeña y sumamente abierta, que requiere necesariamente del sector externo para su funcionamiento corriente.

Como elocuente pieza explicativa de tales fenómenos, desde principios del pasado siglo se implementaría, como resultado de la propia actividad productiva y como objetivo estratégico de política de los grupos de intereses extranjeros, un modelo basado en la especialización azucarera. Este proceso fue sustentado en un acelerado proceso inversionista llevado a cabo, en lo esencial, en las primeras décadas. Por ejemplo, en 1925, más de la mitad de las inversiones ejecutadas correspondieron a la producción azucarera, en tanto que otras tenían como destinos actividades relacionadas con esta actividad (tal como el ferroviario), y otros sectores claves acordes con intereses foráneos1.

Como derivación natural, se induciría un crecimiento marcado por la dependencia económica y política de Estados Unidos2 que, como resultado final, se expresaría en una deformación estructural de grandes magnitudes para la economía cubana3 (Figueras, 1990).

Este camino de alta especialización azucarera, en un típico esquema de economía de plantación, que se venía arrastrando desde los tiempos de la colonia, se enfrentaría, ya hacia finales de la década del veinte e inicios de la del treinta, con un fuerte proteccionismo internacional, derivado de las respuestas de las distintas naciones ante la crisis económica mundial, lo que marginaba al país, dejándolo atrasado y deformado, obligado a producir azúcar según cuotas dictadas por otros países4.
  
1      Según Oscar Pinos Santos, citado por J.L. Rodríguez (1990).

2      El crecimiento de la producción azucarera estuvo asociado a la expansión del mercado estadounidense desde finales del siglo XIX. Entre 1880 y 1910, la combinación de diversos factores condujo a un incremento significativo de esta actividad, paralelamente con la expansión de los latifundios cañeros.

3      Toda esta evolución de la producción de azúcar se sustentó en el crecimiento de la base agrícola, no así la parte industrial que se estancó y caracterizó por muy bajos rendimientos.

4      La crisis agrícola de los Estados Unidos, en la década del veinte, y las medidas regulatorias adoptadas por el gobierno norteamericano para la protección de los agricultores estadounidenses, también desempeñaría un importante papel al respecto.



Sin bien con la I Guerra Mundial la producción azucarera experimenta un rápido ascenso, en un proceso en que los Estados Unidos consolidan su dominio sobre el complejo azucarero cubano, posteriormente, a raíz de la caída de los precios del azúcar en 1920, la producción azucarera en el país se estanca y descapitaliza5.

Durante las primeras dos décadas del siglo XX, tal especialización era justificable hasta cierto punto, por los términos altamente favorables de las relaciones económicas internacionales. Precisamente, los cambios operados en las mismas durante la década de los años veinte revertirían, substancial y definitivamente, las correspondientes ventajas de una estructura con las características antes señalada, como puede inferirse de la Figura 1.


 Así, el modelo de especialización azucarera enfrentaría la primera gran crisis estructural, que significó la pérdida del 80% de las exportaciones. En un ámbito en que el componente importado del producto bruto era aproximadamente del 40%, representativo de la alta dependencia externa de la economía nacional, ello significaría un importante impacto sobre la actividad económica, que se manifestaría en altos niveles de desempleo, dado el sistema socio-político imperante; llegaría a un 50%.

De igual forma, la crisis de la década del 20 sirvió además para que la banca norteamericana pasara a tener el predominio total del sistema bancario cubano6. De tal modo, hasta 1950 la banca cubana desempeñaría un papel insignificante y subordinado en el sistema de crédito; menos de la tercera parte de los depósitos y la quinta parte de los préstamos (Rodríguez, C.R., 1983a), lo cual influía determinante en el escaso desarrollo industrial del país.

Todo ello sumiría a la economía del país en un largo letargo, del cual sólo se recuperaría en parte hacia finales de la década del cuarenta e inicios de la siguiente década, en que se alcanzaría el nivel de producto per cápita7 correspondiente a 1919-1920. Con el tratado de reciprocidad de 1934 con los Estados Unidos, Cuba abre nuevamente su economía a dicho mercado a cambio de los precarios beneficios de una cuota azucarera tendencialmente decreciente y abortaría los emergentes intentos por diversificar la industria nacional.  

5      No obstante, aunque entre 1925 y 1958 el sector azucarero se comporta de forma oscilante, éste continuó siendo el renglón económico más importante del país, pero sus trabajadores laboraban sólo varios meses en el año (Figueras, 1994).

6      Mientras que la banca cubana y la española quebraba, los bancos norteamericanos fueron respaldados por sus casas matrices con fondos suficientes para hacerle frente a la situación.

7      Lo cual no es más que el reflejo de la alta volatilidad de la economía cubana, determinada, de hecho, por su alta dependencia externa y estructura económica deformada. Ello se evidencia en un amplio estudio sobre el tema de los ciclos económicos del PIB en Cuba, realizado por Vidal y Fundora (2004).

Además, como señalara González (1994), en el mismo momento en que en América Latina se daban pasos para proteger las economías nacionales de la crisis internacional, y en ciertos países comenzaba un incipiente proceso industrializador, en Cuba se transitaba en dirección contraria, mediante lo que hoy en día sería calificado como una de las más puras recetas neoliberales8.

No obstante, en los años cincuenta, a partir de la relativa recuperación alcanzada a finales de la década anterior, basada principalmente en un auge constructivo inmobiliario, se realizarían intentos por renovar el modelo neocolonial antes referido, componente importante de dicho empeño lo fue el establecimiento de un sistema monetario-crediticio propio, a partir de la creación del Banco Nacional en 1950 como banca central del país9, inexistente hasta el momento, una de las políticas económicas más trascendentes de esos años.

Las presiones por crear una banca propia surge, como señala Rodríguez, C.R. (1983a), de la comprensión por parte de los industriales nacionales de la importancia del crédito para su propio desarrollo, toda vez que una simple revisión de las peculiaridades de la intermediación financiera por parte de la banca foránea –norteamericana e inglesa– indicaba la concentración del crédito bancario, de forma casi exclusiva, en la industria azucarera, postergando los requerimientos para el resto de la actividad industrial.

Se aplicaría, además, una política anti cíclica, basada en los postulados keynesianos, cuyo principal elemento, según Figueras (1990), venía dado por una política de obras públicas sustentada en el llamado “gasto compensatorio”. Factor significativo de la política económica correspondiente, lo fue el proceso de contención y retroceso de las conquistas laborales y sindicales, con el objetivo de hacer más atractivo el país a la inversión extranjera (González, 1994)10.

Ya en 1955, a dicha política le fuera pronosticado un seguro fracaso por la izquierda marxista, por ser inaplicable en condiciones de una economía subdesarrollada, dependiente de la exportación y sus fluctuaciones (Rodríguez, C.R. 1983b). Lo que poco antes, desde otras posiciones, había sido considerado por el economista norteamericano Henry C. Wallich (1953), toda vez que al pretender evitar el drenaje de divisas por medio del control cambiario, la demanda se concentraría sobre el mercado interno que, en condiciones inelásticas de oferta, conduciría a un aumento de precios, intensificando así el desequilibrio y agravando el nudo de contradicciones económicas.

De hecho, los intentos industrializadores entre 1948 y 1950 siguieron un patrón periférico, caracterizado por la reubicación de capitales azucareros hacia otras esferas como capacidades hoteleras. Proceso en el cual se acentuarían las desproporciones territoriales, con una alta concentración en la ciudad de La Habana.

Así, en la práctica, la primera gran crisis más que ser superada de hecho fue mediatizada y pospuesta, por ejemplo, al llegar 1958 de los más de dos mil establecimientos industriales11, excluyendo los centrales azucareros, apenas unas 100 fábricas operaban con más de 100 trabajadores (Figueras, 1990), en tanto que la participación de la agricultura azucarera en el valor agregado de la economía nacional podía calcularse en alrededor del 10%.

  
8      Al respecto, resultan sumamente expresivos determinados planteamientos contenidos en un informe sobre Cuba, preparado por la misión del Banco Internacional de Reconstrucción y Fomento (Banco Mundial), en 1950, que posteriormente sería conocida como “Misión Truslow” (1981)“...tendencia mundial a destruir la división internacional del trabajo, por medio de regulaciones nacionalistas de comercio. Ello obliga a reajustes en países que como Cuba, que vigorosamente ha actuado según las viejas reglas de juego y después de crear una estructura productiva altamente especializada, basada en la división internacional del trabajo, se encuentran que las reglas de juego han cambiado.”

9      Sobre las cuestiones inherentes al sistema financiero-crediticio cubano, principalmente en la década de los 50, puede consultarse la sistematización que realizara Collazo (1989a), en particular, el propio Collazo (1989b, 1990a y 1990b), realiza un amplio estudio acerca de los motivos por los cuales el país careció de una banca central hasta el año 1950.

10   En una visita realizada a Cuba en 1949, por John J. C. Cloy, presidente del Banco Internacional de Reconstrucción y

Fomento, previa a la conocida “Misión Truslow”, que Rodríguez, C.R. (1983c) calificaría como programa de retroceso, se plantearía “...la necesidad de que el gobierno de Cuba fijara las bases de una seria y efectiva política económica que inspire confianza suficiente para permitir el desarrollo del inversionismo nacional y extranjero...”.

11   Una buena parte de los cuales estaban vinculados de una forma u otra con la producción azucarera.


Todo ello quedaría sintetizado en lo que Rodríguez, C.R. (1983c), calificaría como las siete características negativas de la economía nacional cubana:

1)  Economía agraria, por tanto subalterna y retrasada.
2)  Economía deteriorada en lo social.
3)  Desempleo y subempleo como males endémicos.
4)  Economía abierta y dependiente.

5)  País mono exportador y mono productor, por tanto tributario y sumamente vulnerable a los impactos externos.
6)  Unilateralidad en las relaciones comerciales, alta sujeción a un solo mercado.
7)  Puntos claves de la economía nacional en manos foráneas.

Con el triunfo de la Revolución en 1959, si bien en el primer año y medio posterior las transformaciones del modelo económico se mantuvieron, como señala González (1993), en el marco de una economía capitalista, la realización de una reforma agraria, la implantación de amplias medidas de beneficio popular y la promoción del desarrollo de una auténtica industria nacional, constituyó el inicio del enfrentamiento con los intereses económicos de Estados Unidos.

El desarrollo acelerado de un proyecto social, cada vez más profundo y radical, que brindaría sustento y continuidad al logro de la real independencia, marcaría el desenlace correspondiente, mediante un sistema de medidas y contramedidas en que la pérdida del mercado azucarero norteamericano, el bloqueo económico y la fuga de fuerza de trabajo calificada, constituirían los puntos clave.

Así, hacia 1961-1962, se plantearía la segunda gran crisis económica e institucional que enfrentaría el país a lo largo del siglo XX. Ahora bien, al contrario de la crisis anterior, las vías de solución, enmarcadas en un modelo socialista, determinarían importantes cambios, tanto estructurales como funcionales, hacia el interior de la economía nacional.

Las importantes transformaciones de la base técnico-productiva y económica de la sociedad cubana, son factibles de resumir –siguiendo el ordenamiento realizado por Rodríguez, J.L. (1984)-en:

·      Creación de la infraestructura y la dotación del equipamiento técnico necesario para asegurar el desarrollo del sector agropecuario y la humanización del trabajo en dicha esfera.

·      Creación de la base técnico material para la producción de bienes de capital, fundamentalmente para asegurar el crecimiento del sector agropecuario.

·      Desarrollo de los servicios productivos básicos y de los niveles de calificación de la fuerza de trabajo, para encarar el proceso de industrialización.

Proceso de Industrialización que estaría marcado por las insuficiencias manifiestas que, en el orden tecnológico, presentaba el desarrollo del área socialista en algunas esferas determinantes en esta área; que se expresaría entre otros, y fundamentalmente, en un alto coeficiente energético (ver Figueras, 1991)12.
·      Elevación del nivel de vida de la población, incluyendo potencialmente el pleno empleo.

En dichos momentos la ayuda del campo socialista permitió, evidentemente, compensar los rigores del bloqueo norteamericano. Las estrechas relaciones económicas que fueron configurándose contribuyeron, significativamente, a la viabilidad del esquema de funcionamiento y

  
12   Es necesario apuntar, tal como señala Alvarez (1993), que para el país, hostigado por un prolongado y férreo bloqueo económico, no existía en todos los casos la posibilidad de optar por las tecnologías más avanzadas y efectivas en el ámbito internacional.


coordinación económica implementado en el país y propiciaron un acceso estable al financiamiento demandado por las transformaciones productivas acometidas13.


El modelo de relaciones económicas derivado de los vínculos económicos establecidos en el marco de los esquemas integracionistas del Consejo de Ayuda Mutua Económica (CAME), permitió, además de un desenvolvimiento y funcionamiento de relativa estabilidad, el aislar a la economía de los impactos de los “shock” externos (U-Echevarría, 1992a).

Sin embargo, se verificarían determinadas deformaciones, tal como serias distorsiones en los precios relativos y consecuentemente en la asignación de los factores, que contribuirían, entre otros, a insuficiencias en cuanto al cierre de los ciclos tecnológicos de los recursos básicos, lo cual reforzaría la magnitud de la compensación externa necesaria para mantener altos ritmos de crecimiento y de expansión económica, tanto en lo referido intrínsecamente a la acumulación como a la creación del producto (U-Echevarría, 1998).

En fin, puede decirse que hacia el interior de la economía nacional se fueron configurando y se encontraban subyacentes algunas tendencias y singularidades que, muy probablemente, tendrían un efecto multiplicador adverso en cuanto a los impactos de la crisis que se desencadenaría posteriormente, a inicios de la década de los noventa del pasado siglo. Rasgo distintivo de tales tendencias lo sería la paulatina pérdida de la capacidad de absorción del producto creado, que llega a una situación en que la economía nacional, a finales de los ochenta comenzaría a depender, en cierta medida, de la compensación externa para asegurar, inclusive, la reproducción simple. En tales circunstancias, el crédito externo financiaría hasta 1989 aproximadamente el 70% del déficit interno. Por otra parte, los impuestos sobre la circulación de bienes y productos cubriría el desbalance estructural entre la oferta y la demanda, por tanto, el equilibrio interno habría sido meramente un equilibrio técnico y no real.

Un aspecto sumamente pertinente, lo es el que la brecha externa, principal obstáculo y restricción macroeconómica, pasada y presente, del país, puede decirse no es más que una manifestación de la brecha de ahorro interno, cuya insuficiencia ha sido una constante en la economía nacional, dada las peculiaridades de su estructura reproductiva, pudiera decirse de una economía de plantación. En otras palabras, la insuficiente capacidad de creación de medios de acumulación endógenos devendría en una falla estructural sistémica, que se manifiesta hasta nuestros días en un fuerte estrangulamiento macroeconómico.

En resumen, en el contexto de la economía nacional, persistían agudos problemas, tanto funcionales como estructurales, que finalmente dinamizarían y agudizarían los impactos ulteriores de la crisis, que se originara como resultado de la pérdida de los principales socios comerciales que durante más de veinticinco años constituyeran una importante pieza para la economía cubana14.

Paralelamente, y no ajeno a lo señalado anteriormente, en el área real de la economía se fueron acentuando determinadas barreras estructurales preexistentes en la economía cubana, a las que se hiciera referencia inicialmente15, que no fueran resueltas en toda su magnitud y amplitud. Ello se manifestaría, principalmente, en una agudización de la vulnerabilidad externa de la economía cubana16.

Así, en un ambiente en que la dirección y regulación económica se asentaba en lo fundamental en un proceso de distribución y asignación física de factores, sustentado en las relaciones económicas externas antes mencionadas17, desaparecen abruptamente las fuentes que objetivamente garantizaban la sistematicidad, enlace y consistencia de dichos mecanismos.

13   Para una ampliación ver Rodríguez J.L. (2011) e igualmente INIE-JUCEPLAN (1992).

14   Para una ampliación se recomienda ver análisis sobre los antecedentes de la crisis de los años noventa, preparado por U-Echevarría (1998).

15   De hecho, incluidas en lo que Carlos Rafael Rodríguez denominara como las siete características negativas de la economía cubana, detalladas anteriormente.

16   En sendos trabajos, Alvarez (1993) y Fernández Font (1993), realizan una amplia y minuciosa pormenorización de estos aspectos.
17   Una ampliación puede encontrarse en U-Echevarría (1998, 1997 y 1996), así como en González (1993).



Hacia 1989-1991, el país se vería enfrentado a la tercera gran crisis económica e institucional del pasado siglo, en que la magnitud del ajuste concomitante plantearía al país una disyuntiva de supervivencia en condiciones sumamente desfavorables desde el punto de vista de su equilibrio, puesto que no se disponía de los mecanismos que en la crisis de los años 1961-1962 compensaran sus efectos, es decir, un fuerte apoyo económico externo.

En la solución de este dilema de política, se configuró la estrategia de supervivencia al menor costo social, que se materializaría en un programa de emergencia económica denominado “Período especial” que, adoptado en 1991, tenía como objetivo central amortiguar al máximo posible las afectaciones de la crisis hacia la población, así como tratar de reorientar el funcionamiento económico de la nación hacia un rumbo acorde con las nuevas condiciones, en dicho camino, se producirían importantes transformaciones estructurales, tanto en el ámbito productivo como funcional e institucional.

Sin embargo, luego de rebasada la fase recesiva de la crisis en 1993 e iniciada la recuperación económica, a principios del siglo XX se verifican una serie de fenómenos coyunturales, tanto endógenos como exógenos, en distintas áreas de la vida económica, social y política del país, en condiciones en que las transformaciones básicas y elementales, implementadas en la etapa de adaptación, ya habían agotado sus efectos positivos para hacerles frente.

En medio de este proceso, el Ministerio de economía y planificación (MEP, 1996), plantearía…está claro que tenemos una serie de cambios por realizar que derivan ya, como condición indispensable para dar continuidad a los cambios realizados hasta el momento... y continuaría Es necesario en los próximos años, dar una mayor coherencia dentro de estos cambios, a lo que pudiera ser el germen del nuevo sistema de dirección de la economía del país.

Sin embargo, en la práctica se descartaría una revisión sistémica y perfeccionamiento de las mismas, adoptándose como alternativas de solución procederes que mediarían en la modificación y regresión de éstas18. Todo lo cual impactarían negativamente sobre el mínimo de estabilidad macroeconómica alcanzada, verificándose una profundización de las desproporciones estructurales de la economía, principalmente por vía de distorsiones en la estructura del crecimiento económico, conducentes al agravamiento de los disímiles desequilibrios macroeconómicos endémicos de la economía cubana. Tomando en cuenta la falta de sustentabilidad macroeconómica derivada de lo anterior, ello conduciría, en 2010, a un proceso de actualización del Modelo Económico y Social, cuyas medidas iniciales habrían comenzado a implementarse ya desde 2008-2009, caracterizada en lo fundamental por la descentralización de la toma de decisiones y la expansión del denominado sector no estatal.

Es preciso tomar nota que dicho proceso se lleva a cabo en un escenario sumamente complejo, tanto por las condicionantes eminentemente económicas, ya señaladas, como por el hecho de que el mismo se implementa en un contexto caracterizado por la simultaneidad en el cambio tanto de reglas como de actores.



18 Un poco se estaría verificando aquello de que sólo se debe cambiar cuando fracasamos, sin               considerar que si mientras se tiene éxito no cambiamos, ello resultaría bastante irrazonable,             como señala Soberón (2003).

Continuará

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