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viernes, 28 de septiembre de 2018

Termoeléctrica de Cienfuegos entra en fase final reparación capital (+ Video)

En este artículo: Cienfuegos, Economía, Energía, Reparación
28 septiembre 2018 |
En fase final reparación capital en termoeléctrica de Cienfuegos
La reparación capital de la unidad tres de la termoeléctrica Carlos Manuel de Céspedes de Cienfuegos entra en su fase final tras 332 días de labores, que han beneficiado los cuatros objetos fundamentales: caldera, turbina, generador eléctrico y transformador.
El ingeniero Yeranis Zurita García, jefe de Proyecto de reparación capital de la planta, explicó a la Agencia Cubana de Noticias que ya realizaron y lograron casi todos los hitos de la modernización, con la ejecución de diversas pruebas para alistar la caldera, y demás componentes.
Explicó que primero fue la prueba del lavado químico de la caldera, donde hicieron la limpieza interior de las tuberías de vapor, con el objetivo de fijar la capa de magnetita protectora de los tubos.
Luego sobrevino el soplado de ese generador de vapor para eliminar todos los residuos que quedan en el interior.
Seguidamente realizaron el ensayo de hermeticidad de la caldera, para comprobar que no existían salideros de gases.
Según Zurita todas las ejecuciones finalizaron con éxitos y ahora en breve ejecutarán la prueba a las válvulas de seguridad de la caldera, para culminar la reparación en este frente.
Abundó que en la turbina debe concluir muy pronto el montaje del sistema de regulación, para probar entonces la circulación de aceite durante dos o tres días.
También hay ajustes que obligatoriamente deben acometerse cuando la unidad entre en línea, aclaró el especialista.
Desde la parada el 30 de octubre pasado, en la unidad tres laboraron trabajadores del sector electro-energético y de la construcción de varias provincias, a fin de impulsar la inversión millonaria que devolverá la eficiencia a la planta con capacidad de generación de 158 megawatt.
Para el mes de octubre está prevista la sincronización de la planta cienfueguera al Sistema Energético Nacional, en aras del cumplimiento del cronograma establecido en la inversión.
Inaugurada el cinco de diciembre de 1978 por el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz, la unidad tres llegará con aires renovados a su cumpleaños 40.
(Con información de ACN)

Economicismo, chabacanería y otras “lindezas” en el debate económico cubano.


Por Pedro Monreal
28 de septiembre de 2018


Este es un comentario muy breve. El Dr. Carlos García Valdés ha calificado un reciente artículo del Dr. Juan Triana como una muestra de enfoque “economicista”.

Ver aquí el texto de Triana (El triste caso de la manzana de Blancanieves, blog Segunda Cita, de Silvio Rodríquez, 25 de septiembre de 2018 http://segundacita.blogspot.com/2018/09/el-triste-caso-de-la-manzana-de.html)

Ver aquí el comentario del Dr. García Valdés, incluido en un artículo de Rafael Cruz Ramos, “De valor y de valores en un lamentable suceso (incluye nota del Dr. C Carlos García)”, blog Turquinauta, 27 de septiembre de 2018, https://turquinauta.blogspot.com/2018/09/de-valor-y-de-valores-en-un-lamentable.html)

Dice también el Dr. García Valdés que el texto refleja “chabacanerías” que son inmanentes en los artículos de Triana, reconociendo, sin embargo, que muchos de esos análisis son profundos. Esos dos comentarios se expresan de manera clara.

Menos entendibles son dos otros comentarios que hace el Dr. García Valdés. Por una parte, la utilización de la expresión “debilidades de propensión ideológica” que dice ver en el artículo de Triana, algo que no es autoevidente y sobre lo cual el Dr. García Valdés no aporta pista alguna. Por otra parte, se afirma -un tanto rocambolescamente- que el texto de Triana refleja aspectos interesantes de la realidad, pero que expresa una falsedad.

El inventario sería entonces: economicismo, chabacanería, debilidades de propensión ideológica y falsedad.

Conviene ir por partes.

El Dr. Carlos García Valdés considera que el estilo de escritura del Dr. Triana expresa “chabacanería” apoyado, en el caso de ese texto, porque Triana le atribuye cualidades humanas a la manzana. Según esa línea de reflexión es probable que el Dr. García Valdés deba considerar “chabacano” el estilo de Carlos Marx, por aquello de que “si el dinero viene al mundo con una mancha de sangre congénita en cada mejilla, el capital lo hace chorreando de la cabeza a los pies, por cada uno de sus poros, sangre y suciedad”. Marx utilizo metáforas para “humanizar” cosas en los estilos literarios de su época, por ejemplo, el barroquismo gótico. Triana utiliza metáforas con gracejo criollo. ¿Por qué armar ese “rollo” con el estilo de Triana? ¿Intento de descalificación gratuita?

En los últimos tiempos se ha disparado el uso y el abuso del término “economicismo” para tratar de descalificar opiniones diferentes sin tomarse el trabajo de hacer una discusión. También se utiliza el término “tecnocrático” de manera similar. Suponen quienes los emplean que la mención a esos términos funciona como una especie de “click” en el cerebro de muchos lectores, quienes mecánicamente considerarían como “inferiores” los argumentos de quienes reciben esos calificativos.

“Economismo” y su término equivalente de “economicismo” admiten varias definiciones, pero en el fondo expresan un enfoque analítico que concede primacía a los factores económicos sobre los factores de cualquier otra naturaleza. Es, en síntesis, una expresión de reduccionismo económico.

El Dr. García Valdés hace un listado de factores que dice que no habrían sido apreciados, tenidos en cuenta, incluidos, o cuestionados por Triana: la especulación, la legitimidad de la fuente del dinero, la posible violación de licencias, la existencia de un mercado espurio, de mafias comerciales, y de algo a lo que le llama “enriquecimiento bursátil” que no se entiende bien a qué cosa pudiera estar refiriéndose el Dr. García Valdés en un país donde no funcionan bolsas de productos ni de valores.

El problema es que, aun asumiendo la existencia de esas ausencias, el artículo de Triana es cualquier cosa menos un análisis reduccionista. Para empezar, hace un comentario crítico preciso a la microeconomía, la cual es considerada como el ejemplo clásico de un enfoque reduccionista a nivel de las ciencias económicas. Supongo que el Dr. García Valdés entienda eso.

Además, el texto de Triana considera una amplia serie de factores no económicos: Estado, pueblo, servicio subvencionado, programa de desarrollo, propósito social, historia económica, bloqueo, decisión del gobierno revolucionario, derrotar planes de Estados Unidos, solidaridad del campo socialista, medida de guerra, instrumento de igualdad, injusticias distributivas, efecto político, justicia social, equidad, asambleas de rendición de cuentas, salud pública, higiene, vivienda, y subjetividades.

¿Puede ser el texto de Triana considerado -con todo eso- un caso de reduccionismo económico? ¿En serio?

Ya comenté anteriormente que el Dr. García Valdés se refiere a unas supuestas “debilidades de propensión ideológica” respecto a las cuales no aporta la menor evidencia. ¿Cuál habrá sido la apostasía ideológica de Triana?

Mientras eso no se aclare, la frase queda simplemente como el golpe bajo de alguien que no comparte un argumento y que, por falta de respuesta, no tiene mejor ocurrencia que tratar de descalificar gratuitamente a quien está criticando.

Finalmente, lo de las falsedades. Lo único que aporta el Dr. García Valdés es un listado de temas que considera ausentes o menoscabados en el análisis de Triana. Ya dije que no son suficientes para calificar como reduccionista el artículo, pero el problema principal es que no hay en el comentario del Dr. García Valdés un solo ejemplo de una falsedad emitida por Triana.

Con eso de acusar a alguien de decir falsedades se supone que un académico sea riguroso. Cabe el caso de que las premisas del análisis no sean correctas y entonces la conclusión sería un error, que no es lo mismo que una falsedad. A fin de cuentas, la validez lógica de un argumento -lo que hace que no sea falso- depende de la consistencia interna del argumento.

Personalmente, el argumento de Triana me parece internamente consistente. No ocurre así con el argumento del Dr. García Valdés.

Esa calificación de falsedad aparece al final del comentario del Dr. García Valdés, como traída por los pelos, utilizando una cita a la que le da un giro caprichoso y que de una manera inconsistente termina recomendando que los funcionarios del gobierno cubano se lean un texto que él considera que expresa una falsedad. ¿Es acaso eso un argumento con consistencia interna?


De valor y de valores en un lamentable suceso (incluye nota del Dr.C Carlos García)

Por Rafael Cruz Ramos
El pecado no era la manzana como objeto del deseo, sino en el símbolo que lleva: la cuestión del bien y del mal. Así,  un tanto maniquea,  apareció la primera división de la conducta humana y la nueva mirada al mundo insondable, en  ruptura con la comodidad para vivir la aventura de la subsistencia.

Según RT Adan era 15 000 años mayor que Eva y 15 000 mil fueron las manzanas del  pecado. Ahora, con el debate surgido a raíz del incidente de la Tienda la Puntilla y las 150 cajas de manzanas compradas por un adinerado cliente, algunos vuelven a entender que el pecado está en el fruto y no en el significado del suceso. Un asunto que no es puramente mercantil, ni siquiera puramente económico,  es sobre todo ideológico. Otra cuestión, para evaluar el problema hay que ver la sociedad como sistema, donde los fenómenos no se producen aisladamente.

Tengo mucho billete y no dudaré en usarlo.


Vamos a partir de un argumento: en una sociedad cuyo ideal es la construcción del socialismo, es decir mayoritariamente se aspira a la eliminación de toda forma de explotación- de las desigualdades sociales,  de la segregación humana entre ricos y pobres- evitar la concentración de la riqueza y del poder económico privado, constituye una cuestión de principios para el sostenimiento del poder político en manos de la mayoría.

Ante esa construcción de un ideal, de una meta, por la que se ha luchado y se ha  sacrificado tanto, el hecho de que una persona pueda ir a una tienda del Estado, y vaciarla de cualquiera de los productos que allí se expenden, al precio de la exclusividad de quién tiene dinero para ello, y en detrimento de los que luego no podrán consumir el producto agotado, no es un asunto menor.

Cuanto menos ratifica algo que ya intuimos: la creciente presencia hoy en Cuba de personas con mucho dinero, que no dudarán en usarlo sin escrúpulos, a fin de incrementar  cada vez más sus riquezas. En la historia de la humanidad están grabados con fuego, los ejemplos de cómo se desespera el capital ante un atisbo de ganancia.

Por otro lado, el gobierno en Cuba hace lo que puede, en las condiciones deformadas de la economía,  para cumplir con su encargo social, de no dejar a nadie desamparado. Esa frase que parece un lugar común, contiene un descomunal esfuerzo de toda una nación, pueblo y gobierno por sostener la justicia social como práctica y ética. Hay quien lo ve  como un derecho indiscutible, sin comprender el enorme peso que implica para un país pobre y acosado, poner techo a quien lo perdió, dar leche a todos los niños. Ante ese gigantesco ejercicio, el asunto de las manzanas se hace pequeño.

No es cuestio personal el negocio es el negocio 


Suponemos que el destino de las 150 cajas de frutas eran algún negocio particular, eso nos obliga mencionar el tema del trabajo privado. El Estado cubano, su gobierno y su sociedad civil, en lo que a cada cual corresponde, busca de manera ordenada mantener un crecimiento de las diversas variantes del trabajo no estatal, una de ellas la cuestión del mercado mayorista.

En muchas opiniones ha salido el asunto de ese mercado. Ciertamente es una necesidad, pero ¿Será que no hay voluntad política para establecerlo? o ¿Será no está en condiciones objetivas el país de abrir esas tiendas? Voluntad hay, pero con ello solo no basta, se necesita de un estable abastecimiento de productos que asegure la función social de ese mercado, y ya sabemos cuan difícil es mantener los inventarios elementales de los productos más necesarios, digamos alimentos, materiales de construcción, por citar sólo dos ejemplos.

Como consumidor no deja de inquietante una duda ¿Servirán realmente estos mercados para regular el precio de los productos y servicios ofertados en los establecimientos privados? Y por otro lado me pregunto ¿El hecho de que no se haya podido abrir mercados mayoristas, legítima que una persona cargue, para su beneficio, con todo el inventario de una tienda del pueblo? No, definitivamente no.

Existe un interés público de evitar la concentración de las riquezas o de la propiedad en unas personas. Ello no niega- como repiten algunos una y otra vez- el sentido de la prosperidad, sino todo lo contrario. Prosperidad no es un concepto meramente económico, ¿Acaso puede haber prosperidad del pueblo, en un país donde unos pocos desbancan una tienda, mientras que la mayoría trabaja duramente por sobrevivir?

En Cuba no hay un retroceso en la apertura al trabajo por cuenta propia- algo que repiten una y otra vez en las matrices de opinión anticubana, dentro y fuera de la nación-  las reglas, el ordenamiento en lo procedimental, impositivo y en lo jurídico, concuerdan con un Estado de derecho, y no deben ser entendidas como una regresión o satanización de ninguna de las formas de propiedad establecidas por la legalidad.

Sobre el Trabajo por Cuenta Propia el presidente cubano comentó en su entrevista a TeleSur
Crece, que es un complemento de la economía estatal, y no es el sector, digamos, privado, del neoliberalismo, es un sector no estatal, un sector privado que complementa lo que se hace desde la empresa estatal, que tiene relación con la empresa estatal o con el Estado, que está en el Plan de la Economía y en nuestra planificación, cuánto aporta al Producto Interno Bruto ese sector, cuánto hay que invertir en ese sector para que tenga facilidades de producir o de dar servicios y cuánto representa del porcentaje de la fuerza de trabajo en el país. Por lo tanto, está implícito en nuestra programación económica, en todas nuestras proyecciones, y es un sector que yo diría que mayoritariamente está comprometido con la Revolución.

No considero exista una negación al esfuerzo privado por establecerse, obtener ganancias y solvencias en los límites que regula la ley. Incontables ejemplos hay en Cuba de cuánto se hace para defender el trabajo por cuenta propia, ejercido por más de medio millón de ciudadanos y ciudadanas y cuánto por impedir que el mercado se desboque y arrase con todo vestigio de socialismo.

El ideal  socialista en esta etapa de transito ha de convivir con  una desigualdad digamos “natural” en la distribución de la riqueza, debido a  las dinámicas económicas - las externas y las internas- impuestas por el momento histórico concreto, y ha de sentir la obligación de fomentar los valores que le son afines para impedir que esa asimetría derrote lo humanista del sistema imponiendo el egoísmo.

En la mencionada entrevista el compañero Díaz-Canel dio su opinión sobre el tema de las opiniones de las personas en relación a la concentración de la riqueza y la propiedad y lo que propone el proyecto de constitución:

Aquí creo que no hay un espacio favorable para que haya concentración de propiedad y riqueza, a partir de las cosas que tenemos normadas y que tenemos establecidas y en la manera en que funcionamos. Lo que pasa es que, en medio de la situación económica que tenemos, donde el salario ha perdido un poco su papel, donde tenemos relaciones de salario-precios que son complejas –y todo esto también vuelve al tema, entre otras cosas, del bloqueo–, donde hay personas que reciben determinados ingresos, no precisamente asociados al trabajo, que para nosotros es un aspecto enaltecedor y es la vía principal por la cual los individuos se distinguen en dependencia del aporte y que en función del aporte sea lo que reciban, entonces la gente, con toda esa vocación, con toda esa aspiración legítima, defiende que no haya concentración de la propiedad y que no haya concentración de la riqueza. 

El ser humano hace la diferencia.

En dos tiendas, personas en iguales condiciones, con iguales carencias sobre sus hombros, igual estrés y necesidades; uno se involucra en la ilegalidad el otro no. Las causas de conductas tan diferentes pueden ser múltiples, pero una primordial, una causa que transversalizan toda la sociedad, es la convicción que hacen estas personas de los valores.

En la conducta, del pudiente comprador, quién no duda en acarrear todo el producto en beneficio personal y de paso contribuir con la malsanidad administrativa de los funcionarios públicos, hay un ejemplo del pragmatismo que roe la sociedad. Esa conducta que se expresa además en quién se apoya en la discriminación racial para seleccionar las muchachas que trabajarán como dependientas de su negocio, esa formulación ideológica de quien cree puede todo contra un Estado, que supone está obligado a servirle y lo imagina a la defensiva, es la misma de los que roban combustible y utilizan en su beneficio, los bienes de la empresa estatal.

Esos valores, esa cultura del consumismo, nunca desaparecieron del todo en Cuba, pero habían sido derrotadas durante las tres primeras décadas de la Revolución. Los cambios impuestos por el Periodo Especial a partir de los años 90, las carestías, las necesidades acumuladas, más la penetracion de la cultura neoliberal lo que Alfredo Guevara llamó “realidades invasoras”, y la creciente brecha de desigualdades impuestas por las deformaciones económicas de la sociedad, condujeron a un  deterioro de los valores, y el florecimiento de las conductas del egoísmo e individualismo.

La cuestión volitiva es esencial en la sociedad humanista, la del humanismo revolucionario, toda tendencia a ese pragmatismo burgués, contiene en sus genes, el desprecio a la mayoría, a los humildes. Percibo mucho de ello en quiénes defienden al acaparador y sus servidores, hay mucha hipocresía en quiénes, desde supuestas posiciones de izquierda, justifican lo ocurrido si esto le sirve para atacar la institución revolucionaria.

Sin embargo la mayoría de los  humildes, el pueblo, no aprueba al acaparador o al revendedor, incluso cuando este le acerca determinado producto. No es casual que esa mayoría  se haya expresado duramente en contra  los acaparadores y al mismo tiempo busquen, una y otra vez, en el debate sobre la Constitución, una redacción que  le proteja de los aspirantes a explotadores.

Leí con cuidado las medidas adoptadas por la gerencia de CIMEXante la indisciplina. Hice unas pesquisas por las tiendas de esa cadena en mi barrio, con un par de preguntas en amable e informal encuesta a los trabajadores. ¿Conoces de lo ocurrido en La Puntilla? ¿Qué medidas han tomado, al respecto en tu establecimiento? Las repuestas se pueden concentrar en dos breves oraciones: La información sobre el incidente les llegó por los medios de difusión, no por la comunicación institucional. En su tienda nada han dicho, nada ha pasado.

De poco servirán las medidas disciplinarias, si no se hicieron acompañar de un profundo y exhaustivo análisis ideológico entre los trabajadores. El suceso de La Puntilla no es único en cuanto a actividad ilícita en los establecimientos de tiendas en divisas, la calidad de los servicios en nuestro país es una asignatura  suspensa.

Creo que los consejos de dirección, las secciones sindicales y las organizaciones políticas de los centros comerciales, debían debatir causas y consecuencias de ese y otros muchos problemas similares con los trabajadores de las Tiendas Recaudadoras de Divisa. La solución ante esos problemas debe venir desde ángulos diversos, uno de ellos es el control popular.

Eso me lleva a otro asunto del mismo problema, la combatividad ante lo mal hecho. La denuncia hecha por el periodista no debería ser asombro, el pueblo es el mejor velador de sus derechos. La proliferación de una conducta de desidia, de falta de compromiso ante lo mal hecho se considera un mal que la sociedad cubana no puede permitirse. La famosa “atención al consumidor” por ejemplo, es muchas veces un mural de esquina, donde le sube la presión arterial al más calmado monje.

La combatividad no implica sancionar, sino  ante todo, prevenir el mal mayor. Las críticas a  tiempo salvan a muchas buenas personas. ¿Acaso fue la primera vez que esos trabajadores y cuadros sancionados habían cometió errores similares? Probablemente no, pero tal vez no hubo llamadas a tiempo, críticas o alertas. Si cuando vemos una violación, nos hacemos de la vista gorda, porque eso es un problema de otro, entonces será muy difícil la tarea de defender lo que es de todos.

Por último, retomar la idea de que los fenómenos sociales están interrelacionados, los incidentes, como el que motiva está reflexión, no se pueden observar desde un único enfoque, mucho menos cuando se trata de temas de carácter económico. El economisímo tecnocrático es como  el hueso desnudo, pelado al sol, sin una pizca de sustancia, de nada sirve para abordar las complejidades humanas de un sociedad en transición socialista. Hay que enfocarse en el ser humano, él hace la diferencia, mucho más cuando decidió escapar del confortable paraíso heredado y adentrarse en la aventura de hacer su propia historia.

Nota: Lei el post del DrC Juan Triana publicado en Segunda Citay se lo envié al profesor Carlos García con la idea que opinase al respecto. Esta es su opinión y de más está decirlo pero me autorizó a hacerla pública.

Estimado Rafael, solo porque eres mi compañero y amigo me animo a hacer unos brevísimos comentarios sobre el  artículo de Triana.

Como de costumbre JT escribe un artículo interesante, que no es sinónimo de bueno, tampoco de malo.

Atribuirle cualidades humanas a la manzana es irrisorio además de innecesario, pero estas “chabacanerías” son tan inmanentes en sus artículos como la profundidad de muchos análisis.
Por eso es mejor  tratar de identificar algunos momentos esenciales del trabajo.

1)    Pienso que tiene dos intencionalidades; la primera justificar el hecho y la segunda tomarlo como pivote para criticar la política económica de racionalizar un grupo de productos e incluso extender la crítica a problemas económicos y sociales de mayor envergadura.

2)     Aunque se basa en la economía política para restarle gravedad al asunto y fundamental su justificación, coincido con tu apreciación que en el fondo el enfoque es economicista por lo que sigue:

3)     No aprecia en su magnitud la gravedad de la especulación y el consecuente    enriquecimiento bursátil distanciado completamente de la producción de bienes y servicios directa. No tiene en cuenta la fuente de esa suma de dinero, si es legal o ilegal. Solo menciona, pero no repara en la violación de la disposición de solo poder  vender (la entidad) hasta  un %de sus inventarios. Eso ya es una ilegalidad que deslegitimiza el acto comercial. Tampoco cuestiona  si ese comprador que el mismo conceptúa de rico tiene licencia para vender esa cantidad de manzanas. De igual forma no incluye entre sus tantas suposiciones que ese hecho que, pudiera ser fortuito, se reproduzca cada vez que la entidad compre manzanas con ese dinero que no proviene del pueblo sino de una o pocas personas que no viven como vive el cubano promedio, e incluso trasladarse la operación a otros productos, lo que estaría creando un mercado paralelo espurio y hasta una verdadera mafia comercial, que tampoco es nueva pero sería más combustible para el fuego.

4)     En resumen no se trata solo de un hecho puramente de mercado sino de un conjunto de actos violatorios de la legalidad socialista además de todas las implicaciones éticas que contiene.

5)     Creo que JT tiene razón en algunas cosas. En primer lugar la ineficacia  de combatir las consecuencias y no las causas del desabastecimiento o limitación de la oferta, aunque no comparto su opinión de cómo afrontarlas; en segundo lugar el problema de la importación de manzanas cuando hay desabastecimiento de otros renglones más importantes para el consumo del pueblo.

6)     Me parece que con todas las debilidades de propensión ideológica que pueda el artículo, es un material que debe ser considerado por las personas e institucional vinculadas con la economía e incluso con el Gobierno. Como expresó el laureado economista Alfredo González “una teoría puede ser falsa y sin embargo reflejar aspectos importantes de la realidad.” La exposición de Juan no llega a ser una teoría pero en esencia cumple con la sentencia de González.
Un abrazo
Carlos.

Las manzanas y lo que esconden

Por Ricardo Torres 
A principios de septiembre una nota en el sitio Cubadebate denunció el acaparamiento de grandes cantidades de manzanas en una tienda muy conocida en la capital, La Puntilla. La denuncia, por su precisión y contundencia destapó un revuelo inusitado y ha vuelto a poner sobre el tapete el ya conocido tema de la escasez y la especulación que origina.
No se tienen detalles sobre el destino de la “codiciada” fruta, a saber, si el propósito era la reventa a un mayor precio o una central de suministro “mayorista” a clientes seleccionados como restaurantes y cafeterías; o incluso, uno de estos negocios específicamente.
Inmediatamente, diversas notas en medios nacionales y en la red no se ahorraron adjetivos para describir a los implicados, y la reprochable conducta que mostraron en su participación en el hecho.
Sin mayores detalles sobre lo acontecido, ya se ha informado que los responsables han sido llevados ante la justicia y el Ministerio del Comercio Interior (el ministerio cubano a cargo de la red minorista) adelantaba que a una lista de productos de primera necesidad que se expenden en las tiendas que venden en CUC le serían aplicadas restricciones cuantitativas en el acto de compra —léase una variante de racionamiento—.
En el momento en que se redactan estas líneas los implicados directos han recibido la sanción administrativa de separación definitiva de sus puestos en las entidades correspondientes.
Seamos oportunistas, en el buen sentido, y analicemos, a partir de este suceso, sus causas y la pertinencia de las respuestas que se han sucedido.
Primeramente, la escasez. Todos sabemos que es una de las características distintivas de la vida nacional. Para ser más exactos, ¿cuándo no ha habido escasez de uno u otro tipo en Cuba? De alguna forma, es una sentencia que nos acompaña por mucho tiempo. Cierto es que se hace más aguda de tanto en tanto, a raíz de algún choque coyuntural que afecta al precario equilibrio externo del país.
El hecho de que sea persistente tiene implicaciones. Los ciudadanos y los negocios (en los últimos 25 años) aprenden y desarrollan estrategias para lidiar con el fenómeno. ¿Quién no se ha visto en el cuestionable dilema de, por un lado, comprar en exceso para garantizar el suministro para las semanas siguientes o, por otro, pensar altruistamente y adquirir estrictamente lo necesario?
Ahora imaginen que 15 000 cubanos que pisaron una tienda el 9 de septiembre, compraron no una, sino dos o tres manzanas (una para el momento, y las demás para mañana o la merienda de tres días). En ese caso, habrían dejado sin 15 000 manzanas a los desafortunados que llegaron después, o al día siguiente.
El efecto es muy similar: la cantidad es insuficiente para atender toda la demanda (al precio fijado) y muchos no podrán adquirir el bien deseado. La diferencia estaría en que un pequeño grupo no lucraría a partir de la venta del producto escaso. Pero la escasez no se acaba por tener un precio más bajo. Ahora supongamos que un negocio oferte jugo de manzana natural a sus clientes. Hay dos alternativas, o renuncia a ofertar ese producto, o tiene que adquirirlo en grandes cantidades en la red minorista, la única disponible para ello.
Una compra en grandes cantidades es un procedimiento común en casi cualquier negocio, y termina siendo un acto criminal en nuestro contexto.
Más interesante aún. ¿La escasez es una cualidad intrínseca a modelos económicos como el cubano? La respuesta es sí, lamentablemente. Y por muchas razones. En primer lugar, ha sido ampliamente descrito que las economías de planificación central son sistemas donde la restricción fundamental es la oferta, esto es, en cualquier momento dado, la demanda se ubica generalmente por encima de la oferta de bienes y servicios específicos.
“La tiranía” de los productores se desprende de los pobres incentivos que existen para incrementar de forma eficiente y sostenida en el tiempo esa oferta, que enfrenta necesidades siempre insatisfechas de parte de los ciudadanos. El factor limitante por antonomasia en el caso cubano son las divisas, de las que depende no solo la importación de bienes de consumo sino también de insumos para la producción doméstica.
El modelo cubano, siendo de no mercado, no deja el desbalance de divisas en manos de un tipo de cambio —el precio de la moneda local en que se ajustaría para dar cuenta de ese desequilibrio—, sino que lo internaliza y crea un mecanismo de racionamiento de esa divisa —esto es la dualidad monetaria y multiplicidad cambiaria— para signar discrecionalmente las escasas divisas disponibles. El gobierno, valiéndose de una serie de mecanismos, determina qué agente recibe divisas.
Esto termina en una administración central de las divisas asignadas para importación. Dado que no suficientes hay que priorizar, y por ello muchas veces determinados bienes de consumo no ocupan los primeros lugares. Se entiende que leche o medicamentos ocupan la parte de arriba de la lista, mientras que las manzanas no estarán allí.
El hecho de que el acaparamiento de manzanas (hasta donde se sabe no son un artículo de primera necesidad, salvedad hecha de aquellos compatriotas que imitan los patrones alimentarios de países templados) genere una reacción de esta magnitud solo nos informa de cuánto hemos descendido.
No deja de ser llamativo que esto ocurra casi inmediatamente después de que se anunciara con bombos y platillos una nueva política de protección al consumidor. Y luego de tantos años de control interno, con un sinnúmero de decretos, resoluciones y demás.
La terca realidad es que los que tienen que aplicar estas regulaciones son ciudadanos.
En cualquier sociedad la gente tiende a dedicar tiempo y energía a aquellas actividades que sean lucrativas, entiéndase que le permitan generar ingresos suficientes para poder vivir. En nuestro caso hemos visto que siguiendo la racionalidad de que el sector privado sepultará lo que sea que es el modelo cubano actual, le hemos enviado a los ciudadanos en general, y a los jóvenes en particular, el maravilloso mensaje de “no pierdas tu tiempo con eso”, o lo que es lo mismo, busca tu vida de otra forma (léase: emigra o sustrae, o lucra con la escasez, o importa mercancía a través de contrabando de hormiga). Con el increíble colofón de seguir retrasando una salida para que la empresa estatal salga a flote. Frente a esa realidad, todos los controles serán burlados, una y otra vez.
Esa es la norma para el comportamiento de las personas (por lo menos para el 95% de ellas), el sacrificio patriótico y/o ideológico es un poderoso resorte, pero no puede ser usado permanentemente. Esto no intenta sugerir que comportamientos de este tipo deban ser aceptados, solo ponerlos en el contexto de la realidad donde se generan. La gente no nace acaparadora, o revendedora, se forman como tal. La respuesta no está solo en condenar moral y penalmente sus conductas, sino, fundamentalmente, en cambiar el entorno que las alimentó. De otra forma, los esfuerzos serán estériles. Una y otra vez.
Progreso Semanal/ Weekly autoriza la reproducción total o parcial de los artículos de nuestros periodistas siempre y cuando se identifique la fuente original y el autor.

Institucionalizar, constituir, cumplir. (Sobre el salario en el Anteproyecto constitucional)



Foto: Randdy Fundora (Cortesía para La Cosa)

Por Ricardo Riverón Rojas

Un país son sus habitantes, pero también sus instituciones, sobre todo las públicas. En la organización socialista nuestra dependencia de ellas es aún mayor. Y preferible. Definen el ritmo de nuestras vidas, nos optimizan (o, si funcionan mal, pulverizan) el tiempo y los bolsillos; existen, con el Estado como centro aglutinador de las más valiosas, para satisfacer necesidades materiales y espirituales. Nos salvan de las asimetrías que la naturaleza o la suerte establecen.

La institución se rige por leyes, se estructura por proyectos, concibe estrategias, objetivos, acciones. Produce, comparte, departe, reparte, hace valer la equidad. Nada queda al azar, sujeto a leyes ciegas. El ser humano, que demanda sus realizaciones, debe ser siempre su prioridad.

Sin instituciones estatales sólidas y eficientes, la justicia social deriva hacia la ambigüedad del pronunciamiento vacío. La institución no debe funcionar al amparo de la autofagia; no debe tragarse a sí misma en pos de erigirse alfa y omega de su razón de ser a la par que involucra a los ciudadanos y los enajena —enajenándose también ella— de las esencias.

En el toma y daca de una dinámica de funcionamiento eficaz, las instituciones crean el algoritmo para que la sociedad constituya un espacio donde el hombre realice su cotidianidad con un confort creciente; el ciudadano a su vez le reintegra esa voluntad y esos procederes materializando, con trabajo, sus proyectos. El mediador para que esa relación biunívoca opere de manera expedita es el salario. La institución estructura los pilares donde se sustenta la ciudadanía mientras el ciudadano sostiene a la institución con su aporte laboral, cada vez más calificado según lo demanda la vida contemporánea.

Las anteriores son ideas que acudieron a mí al leer el texto del Proyecto de Constitución de la República de Cuba y seguir, a través de los medios, los debates donde cada quien ha expresado, con total libertad, sus puntos de vista, sus propuestas de modificación, supresión, adición, todo ello signado casi siempre por pautas reflexivas de loable profundidad.

De mi agrado ha sido ver, en las intervenciones que los medios socializan, la prevalencia de un espíritu crítico que rebasa con mucho la complacencia y pasividad que nos atribuyen los voceros del imperio mediático. Este proceso, de gran madurez política, supera el unánime discurso afirmativo a ultranza que matizó a otros llevados a cabo en etapas de antaño, aunque recuerdo perfectamente los candentes y ricos debates de lo que fue el llamamiento al IV Congreso del PCC, desarrollados en su mayoría en 1990, así como la consulta popular de 2007, promovida por Raúl.

Ya tuve mi asamblea de debate, y expuse en ella mi inconformidad con lo que me parecía mejorable. Como cualquier cubano que aspire a fortalecer el socialismo y su institucionalidad, considero mi deber cívico y revolucionario valerme de todos los espacios posibles para compartir mi opinión.

El único señalamiento en que me centro tiene que ver con lo expresado en el artículo 76 (párrafos 204 y 205) del proyecto, donde, pasando por alto el estatus de hibridez económica en que vivimos inmersos, se establece, una vez más, el principio del Programa de Gotta, como regidor de la política salarial del país: “de cada cual según su capacidad, a cada cual según su trabajo”. En el estado de la actual política salarial cubana las instituciones estatales conviven con un emergente sector privado que —casi desmesuradamente y no siempre en labores complejas y productivas— retribuye más generosamente y dispara sin piedad los precios. En tal contexto, seguir apegados a ese principio e inscribirlo como el que fija pauta en la lógica salarial solo nos serviría para que esta, a poco de aprobarse la nueva Carta Magna, devenga anticonstitucional.

Se trata de un principio que no se cumple desde hace décadas, y al parecer demorará mucho en hacerse efectivo. Solo se cumplirá cuando se realice una reforma general de salarios que equilibre el salario real con el costo de la vida. Tras el esperanzador pronunciamiento de Raúl a finales de 2017, tal reforma parecía inminente, pero se ralentizó sin que hasta ahora se haya vuelto a hablar de ella como realización a la vista en un período de tiempo concreto.

El tema salarial resulta muy sensible. A mi modo de ver es el agujero negro por donde se nos escapan los frutos de una política educacional que acaba invirtiendo durante 17 años, o más, para formar profesionales sin que al final obtengamos los frutos de ese esfuerzo, dada la emigración de jóvenes, el robo de cerebros, la reconversión de profesionales en gastronómicos o choferes de taxis, o cualquier otra ocupación para las cuales no se necesita mucha calificación. Si mantenemos el enunciado tal como está en el artículo 76 y no ocurre la ansiada reforma general (no comparto la lógica de reformas sectoriales), la credibilidad de la Constitución que hoy queremos perfeccionar se resentirá.

El pluriempleo, la extensión de la edad para jubilarse, la contratación de ancianos jubilados, el que sea casi imposible hallar un economista (o cualquier otro técnico o profesional) para cualquier empresa o unidad, la corrupción en los niveles bajos, que nos pone a pagar por servicios que el Estado en teoría garantiza, son expresión de una política salarial divorciada de las necesidades del ciudadano. Esa problemática corroe las bases de la institucionalidad eficiente que luchamos por construir.

El absurdo de que en Cuba casi nadie quiera trabajar en instituciones estatales, que velan por el bienestar del ciudadano trabajador, contrasta con otros países, incluso regidos por el neoliberalismo, donde todos ansían un puesto en entidades del Estado. Tal fenómeno nos pone en desventaja política, nos derrota de antemano siempre que las discusiones que sostenemos con profesionales toman por el rumbo económico, que no debe oponerse al político sino sostenerlo.

Un diputado que vive en mi barrio argumentó con respeto, en respuesta a mi planteamiento, que la Constitución es el proyecto del país soñado, con proyección futura. En ese sentido pienso que si tal futuro tiene una larga data de enunciación y un largo pasado de no cumplirse por razones objetivas, ofrecerlo como ley para el futuro adquiere visos utópicos, en el peor sentido del concepto de utopía. Creo firmemente que nuestra Constitución debe contener un equilibrio visible entre sueño y objetividad.

Por otra parte, en el texto introductorio del tabloide distribuido para el debate, se pueden leer, en los párrafos finales, unas palabras de Fidel, que ahora yo también reproduzco:

Una de las cosas que nos preocupa y que debe ser una preocupación perenne, es que […] la Constitución que nosotros hagamos se cumpla rigurosamente. No podemos tener o aprobar uno solo de esos preceptos que no se aplique rigurosamente. […]

La Revolución no puede crear una Constitución, no puede crear instituciones, no puede crear principios que no se cumplan.

Por eso es nuestro propósito una vez que se haya aprobado esta Constitución, luchar consecuente y tenazmente, para que cada uno de los preceptos de esta Constitución se cumplan; que nadie le pueda imputar a la Revolución jamás, de que acordó leyes y principios que después no se cumplieron.

Mi punto de vista es que ese artículo 76, si no tenemos a la vista una reforma general de salarios, debe redactarse de nuevo. O sencillamente modificarse y no dar como hecho lo que es solo una aspiración. Podría decir: “El Estado aspira a retribuir salarialmente según el principio ‘de cada cual según su capacidad, a cada cual según su trabajo’, y luchará incesantemente por hacerlo valer con las rectificaciones a la política salarial que se vayan haciendo posibles a través del incremento de la productividad o cualquier otro factor, coyuntural o no”.

Las instituciones en tanto reguladoras de la gestión estatal son: su rostro, sus manos, su herramienta mayor. Entre esas herramientas está el cuerpo legislativo que sustenta la lógica de un devenir. Pero las herramientas legales no operan con robots; son los hombres los que las deben hacer valer, y los hombres merecen una retribución por su trabajo que les permita vivir con total limpieza ética.

Hace ocho años me jubilé por la llamada “ley vieja”. Trabajo en mi casa, porque escribo diariamente. Ya no dependo del salario, ni de mi (casi simbólica) pensión. Hablo de un problema que va mucho más allá de intereses personales.

Ricardo Riverón Rojas. Poeta, periodista y editor cubano. Villa Clara, 1949. En 1990 fundó la Editorial Capiro, en la ciudad de Santa Clara. Fue director de Signos, revista de cultura popular, también con sede en la ciudad de Santa Clara. En 2002 le fue otorgada la Distinción por la Cultura Nacional. Entre sus libros se cuentan: Días como hoy (poesía) Editorial Letras Cubanas, La Habana, 2008; Irrelevancia crónica (crónicas) Editorial Capiro, Santa Clara, 2010; y No me quieras matar, corazón (antología poética), Ediciones Unión, La Habana, 2011.



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