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viernes, 29 de marzo de 2019

La unificación de la tasa de cambio en Cuba: ¿una urgencia “rara”?

Por Pedro Monreal
29 de marzo de 2019

Leyendo los más recientes textos de varios colegas y revisando propuestas anteriores sobre el tema de la unificación de las tasas de cambio en Cuba me parece entender dos cosas:
  • La existencia de un acuerdo amplio acerca de que la unificación de las tasas debería considerarse como una acción prioritaria de política económica que tendría que aplicarse cuanto antes.
  • La necesidad -no solamente la conveniencia- de que tal acción fuese precedida por la creación de una serie de condiciones.
Conviene anotar que el acuerdo sobre el primer punto no es absoluto pues colegas como Torras y Ferran no comparten la propuesta de adoptar una tasa única. Esa es, obviamente, una perspectiva respetable que ambos autores han fundamentado de manera precisa, aunque otros podamos discrepar.
También parecen existir diferencias respecto al segundo punto, pues tanto los plazos como el contenido específico del proceso de creación de condiciones son abordados de maneras diversas por distintos autores.

Considero que también existen diferencias -no siempre explícitas- en el modo en que varios colegas entendemos cómo debería ser el proceso de planificación de la economía -sobre todo en cuanto a la función de los precios- lo cual incide en la manera en que se adoptan premisas que son diferentes respecto al proceso de creación de condiciones y también acerca de cómo debería funcionar en el largo plazo el nuevo régimen cambiario que se adoptase como parte del proceso de unificación de las tasas de cambio.

La gran incógnita continúa siendo la perspectiva oficial detallada sobre el asunto. Sabemos que se aspira a una unificación de las tasas de cambio, pero eso es casi todo lo que conocemos. El hecho de que 200 especialistas hayan estado trabajando en el asunto por encargo oficial, pero que paralelamente se haya decidido no divulgar el contenido de ese trabajo, pudiera estar relacionado con una posible noción de que la unificación de las tasas de cambio es el tipo de acción de política económica que pudiera ser efectiva si esta se anunciase de manera súbita. No puedo afirmar tajantemente que tal noción exista, pero tampoco parece existir evidencia para descartarla.

Según el amplio consenso que entiendo que existe entre los especialistas que, de manera abierta, se han pronunciado recientemente sobre el tema, deberían crearse condiciones para poder implementar una unificación de tasas de cambio que pudiera tener -como balance final- un efecto positivo en la economía, la sociedad y la política de Cuba. Es decir, que aun asumiendo que algunas condiciones pudieran tener un grado de simultaneidad con el momento de la unificación, varias condiciones importantes deberían anteceder a la unificación cambiaria.

Si lo anterior es correcto, entonces no parece plausible pensar que la unificación de las tasas de cambio se produzca en un plazo cercano. La razón es evidente: no es observable en estos momentos ningún proceso importante para el establecimiento de las condiciones básicas que harían efectivo el paso a una unificación cambiaria. Se habla mucho sobre las aspiraciones que se tienen respecto a una serie de modificaciones en el modelo económico y ciertamente existen acciones previstas del proceso de reforma (“actualización del modelo”) que formarían parte de la creación de esas condiciones, pero hasta ahora los cambios han sido superficiales, en el mejor de los casos.

Ni lo que se ha hecho hasta el momento en cuanto a la reforma del sistema de planificación -incluyendo una posible reforma de la empresa estatal, del funcionamiento de los precios, y de la integración del sector no estatal-, ni lo que se ha hecho en cuanto a salarios o a la inversión extranjera, pudieran ser considerados como componentes materializados del proceso de creación de condiciones para que funcione una tasa unificada con un peso devaluado.

Sobre este punto reitero lo que he expresado anteriormente en cuanto a que se necesita hacer una discusión más “fina”. La ausencia de datos dificulta, pero no imposibilita hacer propuestas que tuviesen mayor precisión relativa, pues no se trata de alcanzar una precisión absoluta. Esa exactitud no la van a tener en un tema como este ni aquellos que tengan los datos “buenos”. Se trata de un proceso demasiado complejo como para poder ser pronosticado con precisión. Hay que usar enfoques y métodos flexibles de evaluación. Este es un tema sobre el que conviene intercambiar criterios en algún momento.

El ordenamiento -secuencialidad y simultaneidad- debe ser expuesto de manera más concreta. Algunos colegas han presentado ideas muy buenas en ese sentido, pero mi exhortación es a que avancemos todavía más en ese terreno.
En mi modesta opinión, probablemente el asunto más importante que debería ser discutido es el relativo a la manera en que las diversas propuestas de unificación cambiaria y de devaluación pudieran conectar con el enfoque de planificación de la economía nacional.

Anteriormente hemos sostenido discusiones sobre el posible impacto de la tasa de cambio sobre los precios (el llamado efecto de traspaso) y esa se mantiene como un área de desacuerdos.

No obstante, más allá de un posible impacto inicial de una devaluación (o de la ausencia de impacto) habría que considerar que el régimen cambiario que vaya a establecerse debe tener correspondencia con el sistema de planificación que opere en el país. Llamo la atención acerca de que sobre ese particular no se ha dicho oficialmente ni una palabra, de manera pública.

Generalmente se asume que el sistema de planificación establece el marco más general en el que debe funcionar el régimen cambiario, pero sobre esa relación muy poco hemos debatido.

Parece considerarse oficialmente que el futuro sistema de planificación centralizado sería más flexible, una especie de “descentralización dentro de la centralización”. Siguiendo esa lógica, pudiera ser hasta posible un escenario donde se abandone el régimen cambiario de tipo fijo que ha predominado por casi seis décadas en el país, pero esa no es una relación que pueda ser abordada mediante generalidades. Es una discusión que exige tener en cuenta los aspectos específicos.

Desde esa perspectiva, pudiera ser conveniente tratar de identificar, como parte de la creación de condiciones para la unificación de las tasas de cambio, el sistema de planificación que habría que utilizar para que la unificación cambiaria fuese efectiva en el largo plazo.

Un buen lugar para comenzar la discusión pudiera ser tratar de responder tres preguntas:
  • ¿Debería continuar teniendo el enfoque de “balances materiales” la importancia que tiene actualmente en la planificación económica en Cuba?
  • ¿Es compatible con un sistema empresarial estatal eficiente la práctica de determinar una tasa de acumulación que no tiene una correspondencia “fuerte” con la tasa de rentabilidad empresarial?
  • ¿Puede ser efectivo un régimen cambiario que opere en un marco de planificación donde los precios desempeñan principalmente una función pasiva asentada en la premisa de que es posible mantener metas de largo plazo respecto a precios que sean bajos y estables en una economía abierta?
Naturalmente, la estabilidad de precios es muy importante. También lo es concebir el mercado y el plan sin caer en “fundamentalismos”.

Es el tipo de respuestas que inevitablemente se asocia a consideraciones teóricas, pero es probable que ese plano no pueda ofrecer, por sí mismo, las respuestas que se necesitan. Invitaría, por tanto, a hacer un debate que incorpore cuestiones prácticas del problema.

Es probable que la unificación de las tasas de cambio en Cuba continúe presentándose como una urgencia “rara” mientras no logre avanzarse en aquello que parece ser una urgencia precursora: ¿qué tipo de sistema de planificación descentralizado puede ofrecer las condiciones que favorezcan el funcionamiento de una tasa de cambio única en Cuba en un contexto de devaluación del peso cubano?


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