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lunes, 7 de octubre de 2019

CUBA. NUEVO GOBIERNO Y OTROS HORIZONTES

Por Jorge Gómez Barata

En varias ocasiones, Fidel Castro razonó sobre el hecho de que para los líderes en los países capitalistas la tarea de gobernar era más llevadera que en el socialismo porque, excepto algunos indicadores globales, ellos apenas tenían que ocuparse de la economía y de la administración, cosa a cargo de propietarios, empresas y negocios privados.

A esta reflexión habría que añadir que muy pocos de los gobernantes en ejercicio tienen compromiso con su pueblo tan difíciles de honrar, ni soportan presiones internacionales como los de Cuba y, en ninguna parte del mundo, el presidente tiene que conducir una rectificación tan profunda como la que se requiere en la Isla ni empeñarse en diseñar un modelo económico exclusivo para el país.

Este último aspecto quizá sea a la vez el problema más urgente y complejo que deberá encarar el gobierno que el próximo 10 de octubre asumirá y que presumiblemente estará integrado por las mismas personas, aunque con una distribución de las funciones y del poder diferentes.

Cuba, que conserva las arcaicas estructuras y superestructuras del modelo socialista del siglo XX, basadas no en datos de la realidad económica y social nacional, sino en premisas teóricas e ideológicas y en algunos dogmas, necesita entronizar fórmulas que a corto plazo y sin grandes financiamientos públicos mejoren la eficiencia económica, generen empleos, aumenten la productividad del trabajo y provean bienestar. Para ello, la única fórmula posible es el fomento masivo de pequeñas y medianas empresas privadas.

No obstante haberlo acordado en las máximas instancias partidistas, hasta hoy los ejecutivos políticos y gubernamentales cubanos, así como el sector de la administración pública vinculado a la economía, asumen esa alternativa como un mal necesario, teniendo a los trabajadores por cuenta propia y a los pequeños negocios, como compañeros de viaje o aliados temporales, y no como parte fundamental del nuevo modelo de desarrollo que algún día pudiera conducir al socialismo sostenible e inequívocamente democrático al que se aspira.

En menos de diez años sin apoyo real, los trabajadores por cuenta propia han generado alrededor de un millón de empleos y aportan más del 10 % de los ingresos al presupuesto, brindan servicios de alimentación, transporte, mantenimiento, reparación, recreación y otros a millones de personas, sin que el Estado haya erogado un solo centavo ni empleado un solo funcionario para estimular su gestión.

Las pequeñas y medianas empresas, en todas las áreas, incluyendo la alta tecnología, la importación y exportación, cuyo fomento no competiría con la sobrestimada y sobreprotegida empresa estatal socialista, no solo son la mejor oportunidad, sino la única para, a corto plazo, sin inversiones estatales ni apelaciones ideológicas, generar no menos de un millón de empleos, proveer eficiencia económica y realizar aportes sustanciales al presupuesto nacional y al PIB.

Por otra parte, la creencia que la cuestión económica es el único componente del modelo que habrá que rediseñar, puede ser una grave omisión. La formación de los consensos sociales, la dirección de la sociedad y la administración de la cosa pública, se realiza desde y por las estructuras políticas.

En ambos aspectos (económicos y políticos) queda por considerar la cuestión externa y la integración a los procesos económicos y políticos regionales y mundiales. Al poseer un modelo económico y social exclusivo y que, no solo no embona, sino que entra en contradicción con el existente en el resto el mundo, la integración cubana a los procesos globales resulta extremadamente difícil. Vivir con la adarga en ristre, combatir el capitalismo en cuanto foro e instancias se presenta la oportunidad y cultivar una apreciación local de asuntos universales como los derechos humanos, hace difícil establecer importantes alianzas y, entre otras cosas, ahuyenta la inversión extranjera.

Con una economía abierta y de tradiciones exportadoras ancestrales, Cuba no tiene un solo tratado de libre comercio, carece de zonas francas, no acoge a pequeños y medianos empresarios extranjeros, son pocos los profesionales, científicos, profesores y entrenadores extranjeros que trabajan en la Isla y menos los que se radican en ella. Las publicaciones foráneas y las novedades literarias, brillan por su ausencia.

Debido al bloqueo de Estados Unidos y a políticas y prácticas vernáculas que exageran el componente estatal y oficial en todos los asuntos, sobredimensionan los factores ideológicos, magnifican las alertas de seguridad y aplica políticas migratorias antediluvianas, la Isla basa su desempeño en una autarquía imposible.

En cualquier caso, Fidel Castro tenía razón. Para otros es más fácil; sin contar el esmero local para hacerlo todo más difícil. En unos días el país será gobernado por las mismas personas, pero, quizá en algunos asuntos, lo hagan de manera más contemporánea con el presente y menos atada preconceptos que actúan como limitantes autoimpuestas. Buena voluntad y experiencia no les falta y poseen calificación. Necesitan audacia, lucidez y suerte. Para ellos, todo nuestro apoyo.

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