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domingo, 24 de noviembre de 2019

El irrespeto, como la hierba mala

24 noviembre, 2019 Ramón Barreras Ferrán


El irrespeto tiene multitud de matices, algunos más agudos que otros, pero el reflejo es el mismo.
Hace algunas semanas atrás abordamos el sensible tema del civismo. En los días siguientes pude corroborar por enésima vez cuanta veracidad contenían esas líneas y a la vez, qué difícil resultará recuperar lo perdido, porque como decía mi abuelo, “la hierba mala crece sola”.
A las pocas horas de haberse publicado el comentario, un colega que está siempre atento a lo bello y a lo feo del comportamiento humano, “subió” a la variopinta red social Facebook unas fotos que reflejaban un acto vandálico cometido por algunos antisociales, quienes destruyeron los bancos que fueron ubicados en el siempre acogedor y a la vez emblemático Muelle Real, en el litoral de la bahía de Jagua.
¿Nadie los vio? Eso resulta casi imposible. Pero, ¿cómo enfrentarlos? Por lo general ese tipo de persona se encara, ofende y hasta agrede a quienes se atreven a llamarle la atención.
Más de una vez se ha insistido en el papel más activo que le corresponde desempeñar a las autoridades correspondientes en esos casos. La ciudad hay que cuidarla y custodiarla las 24 horas del día. Si perdemos la tranquilidad ciudadana de la cual tanto nos enorgullecemos tanto, hemos perdido la mitad tajante de lo alcanzado en términos sociales en más de 60 años.

El irrespeto tiene multitud de matices, algunos más agudos que otros, pero el reflejo es el mismo. Pondré algunos ejemplos recientes.

Evidentemente no hay correspondencia entre la cantidad de tarjetas magnéticas en poder de la población y la de cajeros automáticos activos para retirar el dinero. En la mayoría de ellos, salvo en las horas peligrosas de la noche (ya tarde) o de la madrugada, siempre hay colas en ellos.
Y aunque somos verdaderos expertos en ese tipo de fila por orden de llegada, porque la vida cotidiana lo ha impuesto en demasía, siempre hay alguien que pretende y hasta logra romperla y “colarse”, justificándose con dolencias que no tienen o “a cara limpia”, con el apoyo y el beneplácito de alguien a quien conoce. ¡Esa actitud irrespetuosa es además, una falta de consideración!
Y a ese “vivo” no hay quien les llame tampoco la atención o le reproche lo que hace, porque se envalentona, ofende, agrede y pone de manifiesto su “título” de “guapo del barrio”. Y lo más penoso, al que proteste lo dejan solo. Es triste, sinceramente.
Soy partidario del criterio de que atender un problema sin tener en cuenta las causas, nada resuelve ni resolverá al final. El asunto requiere de un análisis profundo, porque la realidad es que, a pesarse las limitaciones que afronta el país, hay que adquirir e instalar más cajeros automáticos, porque ya resulta imposible aplicar la variante, lógica en su momento, de “aguantar la mano” con la entrega de las tarjetas. Lo que no se prevé a tiempo trae consigo siempre consecuencias nefastas posteriormente.
Hace poco fui por vez primera a comprar en un mercado con la tarjeta magnética. La joven que atendía a los clientes me dijo con amabilidad que el POS funcionaba bien. Busqué el producto en un estante, marqué la cola para pagar. Dos o tres personas, en virtud de lo establecido, utilizamos esa vía para pagar lo adquirido. Al llegar a la contadora, alguien dijo en voz alta: ¿Por qué no van al cajero? Esa expresión, además de una manifestación de incultura, es una falta de respeto innecesaria, porque todos, en esta sociedad, tenemos los mismos derechos y los tres ya pasábamos de 60 años de edad. El que lo dijo tendría unos 30. Cuesta demasiado trabajo que las canas se respeten
Dicho sea de paso, la operación de cobro y pago fue rapidísima.
Entre quienes irrespetan a los demás no solo están los guapetones que pululan con cierta impunidad en nuestras calles o personas con baja instrucción. Hay de todo en la “Viña del Señor”. Pero lamentablemente, una cosa es la instrucción y otra la educación.
Ponerle fin al irrespeto parece ser más difícil que construir algo tan complicado y majestuoso como la Muralla China. Todo indica a mi modo de ver que ya nos hemos acostumbrado demasiado. ¡Fatal!

( Tomado del Invasor)

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