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domingo, 23 de agosto de 2020

¿Cómo usar las enseñanzas de la economía para maximizar la felicidad?



Hay muchas definiciones para la economía, pero casi todas giran entorno a lo mismo: la economía es la ciencia que estudia cómo se administran los recursos para satisfacer las necesidades humanas. A partir de aquí surge la idea de que los recursos son escasos y aparece la demanda, la oferta y como consecuencia los precios.

Sin embargo hay que fijarse bien en el final del concepto: "satisfacer las necesidades humanas". Algunos dirían que para maximizar la utilidad, un concepto económico muy interesante. Por tanto el objetivo de la economía es entender cómo se puede maximizar la satisfacción, la utilidad e incluso la felicidad de los seres humanos.

A lo largo de los cientos de años de historia de estudios económicos se han descubierto muchas cosas sobre el comportamiento de los seres humanos y cómo lograr que se maximice esta satisfacción. Y hay algunas enseñanzas que se pueden tomar a nivel individual.

La economía como agregado

Es cierto que la economía se centra muchas veces en lo agregado y no en lo individual. La oferta y la demanda, una de las bases de cualquier curso de economía, habla de grandes números, no a nivel individual. La macroeconomía habla de los grandes números de los Estados, con millones de individuos. Las grandes cifras que vemos en los medios son agregados.

Pero también hay quien estudia la economía a nivel individual. Cómo tomar las mejores decisiones individuales para maximizar la satisfacción. Por ejemplo, el premio Nobel de Economía 2017, Richard H. Thaler, estudió la economía del comportamiento individual.

En sus estudios encontró que realmente el ser humano no es muy racional (al menos a nivel individual) y se deja llevar por el corto plazo, tiene una adversión a las pérdidas superior a lo racional y mentalmente crea compartimentos separados para simplificar la toma de decisiones.

Por eso los humanos hacemos cosas que parecen absurdas, como no invertir a largo plazo, no vender unas acciones cuando están bajando con la esperanza de recuperar lo invertido o dedicar el mismo tiempo a decidir una compra de 100 euros que la de un coche de 20.000 euros.

Pero, ¿qué podemos hacer para lograr maximizar la satisfacción? ¿Qué nos dice la economía que podemos hacer los seres humanos para intentar ser más felices?

El coste de la oportunidad

Es muy difícil dejar de ser irracional. Todos estos mecanismos que nos alejan del típico homo economicus que toma sus decisiones de forma racional valorando costes y beneficios están intrincados en nuestra naturaleza. Tomamos muchas decisiones de forma inconsciente, sin pensarlo mucho. Esto tiene sus ventajas, como por ejemplo que somos capaces de subir y bajar escaleras sin hacer un gran esfuerzo mental y sin caernos (si lo pensamos, no parece tan fácil) o somos capaces de reconocer rostros sin fijarnos conscientemente en los detalles.

Ahora bien, estas ventajas se tornan en inconvenientes cuando los mecanismos automáticos nos boicotean. Así que al menos en las decisiones conscientes hay que intentar dar un poco de racionalidad a las mismas. Valorar el coste de la oportunidad en nuestras decisiones nos puede ayudar.

El coste de la oportunidad es aquello a lo que se renuncia al tomar una decisión. Y no estamos hablando solo de coste dinerario, sino también de tiempo. Por ejemplo, si decidimos irnos de juerga un sábado por la noche y beber bastante sabemos (o deberíamos saber) que la mañana (o incluso la tarde, depende de la resaca) del domingo será desaprovechada. Todos esos planes que se pueden hacer un domingo, como ir a pasear, quedar a tomar un café, hacer un brunch o simplemente ir a una comida familiar, quedan anulados.

¿Qué da más satisfacción? Esa es la pregunta que debemos hacernos. En cada plan que aceptamos, qué nos estamos perdiendo. Y por supuesto también en las compras. Si tengo un presupuesto de vacaciones que me permite ir un mes a la playa o una semana de turismo exótico, ¿qué es lo que más satisfacción va a producir? Porque al elegir una cosa se renuncia a otra.

También, por ejemplo, cuando se elige una vivienda. A lo mejor hay que elegir entre vivir en un barrio más agradable (o más cerca del trabajo) o tener terraza. ¿Qué produce más satisfacción? En las decisiones importantes (elegir vivienda, trabajo, pareja, compras importantes como un coche) es recomendable valorar los costes de la oportunidad ya que las decisiones van a marcar fuertemente el futuro.

El coste hundido

Otro concepto interesante para tomar mejores decisiones es el coste hundido. Como explicó Thaler, el ser humano tiene una adversión irracional a las pérdidas. Y esto le hace tomar decisiones a veces incorrectas (si lo que quiere es maximizar la satisfacción).

El coste hundido es aquel coste que ya se han dado y que no se podrán recuperar en el futuro. El ser humano los confunde con una inversión, pero no: no hay retorno, es un coste, y ya se ha efectuado.

El claro ejemplo es ir al cine y descubrir al principio que la película es muy mala. La mayoría de la gente se quedará, porque ya ha pagado la entrada. Pero realmente el coste ya se ha pagado, independientemente de si uno se queda en el cine o no. ¿Quedarse en el cine maximiza la satisfacción? No. Y además existe un coste de la oportunidad, ya que se podría hacer otra cosa más interesante.

El coste hundido también se da en otras situaciones, por ejemplo en las relaciones de pareja. A veces la gente sigue con sus parejas a pesar de haber una clara insatisfacción por todo el tiempo que se ha invertido en la relación. Pero no, no es una inversión, es un coste ya pagado. Y además seguir en una relación insatisfactoria tiene también un coste de la oportunidad, encontrar alguien más satisfactorio.

Por tanto, ante situaciones en las que surge en el cerebro el típico "no haría esto pero con todo lo que he invertido" hay que valorar si realmente es una inversión o si es un coste hundido. Y también valorar el coste de la oportunidad.

Simplemente con esos dos conceptos en mente el estudio histórico de la economía nos puede ayudar a tomar mejores decisiones y por tanto, ser más felices. Para que luego digan que la economía es aburrida.

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