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lunes, 10 de agosto de 2020

SI DONALD TRUMP FUERA SHERIFF

Por Jorge Gómez Barata

Cuentan en que en una localidad de Estados Unidos se convocaron elecciones para designar al sheriff, a las cuales asistió un elector: el sheriff en ejercicio quien resultó ganador por un voto: el suyo que, a la vez representó el ciento por ciento de los sufragios emitidos. De no haber asistido nadie, el poblado hubiera carecido de autoridad policial y se habría interrumpido el ritmo institucional.

Con razón o sin ella, Ortega y Gasset lo advirtió: “Un sistema en el cual tres idiotas pueden derrotar a un genio no puede ser el mejor”. De ese modo rechazaba la idea de que la democracia y las mayorías electorales sirvieran para que la “masa”, o el “populacho” impusiera a los notables su voluntad.

Aunque ciertamente, en el culto a la mayoría se manifiesta cierta dosis de populismo, muchos lo prefieren al elitismo con que operan procederes electorales en los cuales el voto popular es mediado por una o más instancias que lo convierten en indirecto.

En Estados Unidos donde senadores, representantes y gobernadores, son electos de modo directo por los habitantes de las circunscripciones y estados, la elección presidencial se realiza de modo indirecto. En 2016, como antes ocurrió con otros 4 candidatos (John Quincy Adams (1824), Rutherford Hayes (1876), Benjamin Harrison (1888) y George W. Bush (2000), Donald Trump ganó las elecciones sin obtener la mayoría del “voto popular”.

Ello se debe a que, en las elecciones presidenciales en ese país, el sufragio popular no define al ganador que es electo por un Colegio Electoral que, en las elecciones del 2020, estará formado por 538 compromisario o electores. Obviamente los 55 constituyentes estadounidenses que en el siglo XVIII diseñaron ese sistema, no conocieron los juicios de Ortega y Gasset que nació 90 años después, pero compartían el credo.

Se trata de una versión exclusivista de la democracia en la cual, como es usual se impone la mayoría, aunque no la mayoría del pueblo, sino de la élite convocada para decidir. De este modo, a los operadores del sistema en su conjunto, llamados a veces el “estado profundo”, les resulta indiferente quien resulte electo porque siempre será funcional al status quo vigente. A tales efectos la abstención conviene porque los consensos se alcanzan mejor cuando son entre menos.

En 2016 la población total de los Estados Unidos era de 324 289 210 habitantes. De ellos podían votar 231 556 622, de los cuales 137 053 916 lo hicieron efectivamente. Así la participación en los comicios fue del 55,4 por ciento. Es decir, poco más de la mitad de los votantes registrados.

De ese universo, en números redondos, por Hillary Clinton votaron unos 65 millones y 62 lo hicieron por Donald Trump que fue proclamado ganador por haber obtenido mayoría en el Colegio Electoral. En ambos casos, cada uno de los candidatos obtuvo aproximadamente la mitad de la mitad que concurrió a votar, es decir aproximadamente una cuarta parte para cada uno. Aunque en una escala mayor se reprodujo la paradoja del sheriff.

De ahí que la estrategia del Partido Demócrata para derrotar a Trump, aconsejada entre otros por Barack Obama sea la de salir a votar. Al hacerlo, como en la anécdota de marras, cada ciudadano responsable, joven, mujer, latino o negro, como hizo el sheriff, estará votando por sí mismo.

No se trata de que Joe Biden sea mejor que Trump, sino de que es otro. Como muchas veces ocurre: En la diferencia radica la oportunidad. Allá nos vemos.

10/08/2020

1 comentario:

  1. El sistema electoral cubano es similar al norteamericano, ambos plantean la elección indirecta.
    Nosotros elegimos a un grupo (listado) de compañeros que la Comisión Electoral escogió, para que su destino político dependa de nosotros. Muchos de ellos nunca han vivido ni vivirán en nuestra comunidad y casi nunca la visitaran , salvo en funciones que les exija la ley.
    Si por alguna razón algunos de esos compañeros no resultara electo, quedaría un puesto vacío en la Asamblea Nacional, pues no se escoge por uno o por otro, se acepta o se niega.
    De ese momento en lo adelante nuestro destino queda en sus manos. El resto de los cargos hasta el Presidente están a merced de los elegidos. Por lo tanto la elección del máximo nivel de gobierno es indirecta y representativa.
    Eso no quita que sean buenos compañeros, ejemplares trabajadores y consagrados a la tarea encomendada.
    Pero lo que se dice o explica de que el voto popular es distinto al voto electoral en los E.U es como decir que en Cuba el voto popular se limita a una parte minoritaria del pueblo y el voto electoral es el que ejercen los diputados en la Asamblea Nacional.
    Rogelio Castro Muñiz

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