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martes, 17 de noviembre de 2020

DE LOS VIVOS Y LOS MUERTOS

Por Jorge Gómez Barata

Ahora cuando en Estados Unidos se especula sobre personas que pueden haber votado estando muertos, recuerdo una elección presidencial en la cual algunos miles de ciudadanos y varios integrantes del Colegio Electoral votaron por un candidato muerto, así ocurrió en los comicios de 1872 y benefició a Horace Greeley.

En las elecciones presidenciales de 1872 Horace Greeley fue postulado para presidente por el Partido Liberal Republicano, apoyado también por el Partido Demócrata, perdiendo frente a Ulysses Grant. Por aquellos días Greeley padecía por la muerte de su esposa, fallecida cinco días antes de las elecciones. Un mes después él también murió.

El deceso ocurrió después de las elecciones, aunque antes de que se reuniera el Colegio Electoral por lo cual, los 66 votos que había obtenido, se repartieron entre otros cuatro candidatos y a él mismo se le adjudicaron tres. Nunca antes ni después ha vuelto a ocurrir un hecho semejante.

Horace Greeley fue, probablemente, el aspirante a presidente de los Estados Unidos con una trayectoria política más apegada a los intereses populares. Abolicionista convencido, cercano colaborador de Abraham Lincoln, en 1854 fue uno de los fundadores del Partido Republicano. Dirigió varios periódicos, entre ellos, el New York Tribune, donde tuvo como segundo a Charles Dana, el editor que contrató a Karl Marx y a José Martí como cronistas del diario. Desde la prensa, hizo campaña a favor de varios presidentes.

Greeley apoyó los movimientos asociados al pensamiento socialista utópico de la época, entre ellos, el “fourierismo”, promovió la reforma agraria, combatió a los monopolios, apoyaba al movimiento vegetariano y era enemigo del alcohol y de la corrupción.

Quizás, por otros méritos que la hacen relevante, casi nunca se menciona que, en el siglo XIX, Nueva York fue un importante centro de la actividad política y del progresismo de la época ligado al enfoque liberal. En aquella urbe, los avatares de vidas, políticamente intensas y comprometidas, vincularon a Horace Greeley con Charles Dana, quien fuera su socio en negocios asociados a la prensa y el editor que contrató como colaboradores a Karl Marx y José Martí. De ellos escribió el apóstol de la independencia de Cuba:

“Charles Dana, maestro de escuela un día, y comunista práctico otro y, ahijado luego del gran Greeley…, candidato probable y meritorio a la presidencia de la República, y hombre sabio de letras y pinturas…”

Los electores o compromisarios que aun sabiéndolo muerto otorgaron sus votos a Horace Greeley, no asumieron una actitud mística, sino que desde el civismo ratificaron el homenaje. De haber corrido mejor suerte, hubiera sido un gran presidente, creo yo. Allá nos vemos.

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