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martes, 17 de noviembre de 2020

Poder no es querer, querer no es poder

Todo aquello que ponga en peligro la aspiración de extender por cuatro años después de Biden la presencia demócrata en la Casa Blanca, creo que cuando menos será postergado.




Mantener una relación equilibrada es siempre un gran reto. Por ejemplo, mantenerla con algún vecino apasionado por el reguetón y los decibeles en demasía; cuando andamos en bicicleta por la carretera y algún chofer de camión se empeña en demostrarnos que apenas significamos algo. Resulta más difícil aún cuando esa relación se da entre dos países, que están demasiado cerca como para poder ignorarse mutuamente. No ahora que todo es global y WhatsApp y Facebook nos unen tanto que pareciera que se nos agranda ad infinitum la sala de la casa, sino en aquella época lejana en que viajar constituía una aventura que nadie sabía el final que podría tener y el filibusterismo era la plataforma online de la época.

La geografía, aun ahora, cuenta. Sigue siendo importante y a veces, casi decisiva. Atendiendo a ello, es posible afirmar que Estados Unidos de América debe ser el mercado natural de Cuba y su suministrador natural, así como el destino natural de sus turistas.

Lo que físicamente separa a ambos países es el estrecho de la Florida, noventa millas de mar, pero ojo, no es el mar de la Florida, ni el océano de la Florida, es solo un “estrecho”. Tan estrecho, que a un ferry le toma apenas medio día ir de un lado al otro y un avión se demora más en taxear por alguna pista del Aeropuerto Internacional de Miami que en llegar a La Habana después de que despega. Así de estrecho es.

Pero hay otras asimetrías que tornan ancho el estrecho y compleja la relación.



Otros asuntos, para nada de orden físico, separan a los dos países. El primero es la permanencia de la Doctrina Monroe en la mente de las administraciones de Estados Unidos y, derivada de ella, una historia de tremendos desencuentros, difíciles de arreglar, aunque no imposibles.

Que Biden-Harris lleguen a la Casa Blanca (pataleta de Trump aparte) parece sin dudas mucho mejor a que se mantenga la actual administración y sus más de 132 medidas que tampoco han logrado lo que pretendían. Que la presidencia electa haya declarado que su senda sigue las huellas de Obama en el tema Cuba también parece mejor. Pero retomar el camino de una relación de entendimiento requiere no solo quererlo, sino poder hacerlo, efectivamente. Ahí la agenda demócrata para el futuro tiene un peso importante. John Kavulich, alguien con años de experiencia atendiendo el asunto, pronosticaba lo que la nueva administración podría hacer. Aquí lo sintetizo:

  • La legislación para alterar (ampliar) la relación comercial, económica y política con la República de Cuba introducida en cualquiera de las cámaras del Congreso de los Estados Unidos probablemente sería derrotada con participación bipartidista. Esto es particularmente cierto dada la cercanía de las divisiones Partido Demócrata-Partido Republicano en cada cámara, que pueden ser del 2 % al 3 %.
  • ¿Se eliminaría o modificaría la Lista Restringida de Cuba mantenida por el Departamento de Estado de los Estados Unidos y se permitiría de nuevo a las personas sujetas a la jurisdicción de los Estados Unidos el uso de hoteles, restaurantes y otras instalaciones afiliadas a las Fuerzas Armadas Revolucionarias de la República de Cuba? No es probable.
  • ¿Se reanudaría el funcionamiento de las líneas de cruceros? Es poco probable. 
  • ¿Se renovaría la licencia para los contratos de gestión de hoteles? Es poco probable. 
  • ¿Se reautorizarían los vuelos comerciales regulares a ciudades distintas de La Habana? Es probable. 
  • ¿Se exigiría a Cuba que permita a las empresas estadounidenses exportar directamente insumos a cualquier trabajador por cuenta propia? Es posible. 
  • ¿Se autorizarían los bancos corresponsales directos, que permitirían a las instituciones financieras con sede en los Estados Unidos y a las instituciones financieras con sede en la Isla mantener cuentas respectivas, para que los fondos pudieran transferirse electrónicamente de manera transparente y eficiente para su uso con transacciones autorizadas? Es posible. La Administración Obama lo hizo. 
  • ¿Se aumentarían los límites a las remesas? Es posible, pero quizás se exija que las gestione otra empresa cubana, no relacionada con las Fuerzas Armadas Revolucionarias. 
  • ¿Se ampliarían las oportunidades de viajar a Cuba para personas sujetas a la jurisdicción de los Estados Unidos que no son de ascendencia cubana? Es improbable al principio. 
  • ¿Se agregaría personal consular en la Embajada de los Estados Unidos en La Habana, específicamente con el propósito de tramitar visas? Es probable.
  • ¿Regresaría el personal a todos los niveles de la Embajada de los Estados Unidos en La Habana? Es poco probable. 
  • ¿Se nombraría a un Embajador de los Estados Unidos en la República de Cuba? Es improbable al principio. Si el Senado de los Estados Unidos está en control del Partido Demócrata, entonces la probabilidad aumenta. 
  • ¿Se suspendería nuevamente el Título III de la Ley de Libertad y Solidaridad Democrática de Cuba de 1996 (conocida como Ley Libertad)? Es poco probable. Entre otras razones, porque es mejor esperar las disposiciones finales de las 29 demandas presentadas y porque, mientras el Título III esté activo, es una herramienta de negociación para la administración Biden. 
  • ¿Disminuiría o cesaría el uso del Título IV de la Ley? Es poco probable.
  • ¿Se revitalizaría el enfoque en la negociación de un acuerdo para las reclamaciones certificadas de individuos y empresas contra la República de Cuba? Es probable. Hay 8821 reclamaciones. Un total de 5913, valoradas en 1 902 202 284,95 de dólares fueron certificadas por la Comisión de Liquidación de Reclamaciones Extranjeras de los Estados Unidos (USFCSC) y no se han resuelto durante 60 años. 
Mas allá de estar de acuerdo con la valoración y el pronóstico de Kavulich, queda claro que, en relación con Cuba, en aquella mesa donde se nos usa como prenda de cambio, estarán varios asuntos de relativa alta complejidad política para Biden-Harris. Su administración deberá “negociarlos” primero a lo interno. Y querer, al menos en casos como este, no siempre es poder. Todo aquello que ponga en peligro la aspiración de extender por cuatro años después de Biden la presencia demócrata en la Casa Blanca, creo que cuando menos será postergado. Ojalá me equivoque.

Cualquier administración de “allá” será un reto. Hay mucha historia por medio y demasiados intereses mezclados.

Mientras, de este lado del “estrecho”, consolidar las transformaciones que se han emprendido, hacerlas lo mejor posible, encontrar con ellas el camino para salir de esta crisis y lograr los cambios estructurales tan deseados, es la mejor manera de llegar a ese posible momento de retomar lo iniciado seis años antes. De nuestro lado tenemos un resultado incontestable. Pese a Trump y a muchas administraciones anteriores, aunque no baste, aún estamos aquí.

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